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La presencia alemana en el extremo austral

de América

Por Rosario Gtíenaga de Silva

La colonización alemana en el extremo del Cono Sur de América cons-


tituye uno de los fenómenos inmigratorios más interesantes que configu-
raron la sociedad de los dos países más australes del continente ameri-
cano.
Forma parte de la oleada migratoria de Europa que pobló nuestras
ciudades y campos, protagonizando con otros pueblos el proceso de trans-
formación que iniciaron estas naciones en la segunda mitad del siglo pa-
sado.
El interés de los gobiernos por el aporte europeo constituyó un factor
común en la búsqueda de la modernización del país. Personas provenien-
tes de naciones más avanzadas debían contribuir a un cambio importante
en la producción, la ocupación de nuevos espacios geográficos y la reno-
vación socioculturel.
Tanto Chile como Argentina recibieron el aporte alemán a lo largo de
su territorio, constituyendo, en muchos casos, colonias con particulares
características a la vez que integradas a la nueva sociedad en la que se in-
sertaban.
La región sur patagónica permaneció deshabitada más tiempo que el
resto de los territorios de cada uno de los dos países. Pero mientras Chile
inició la ocupación del espacio en 1843 fundando Fuerte Bulnes y en 1848
Punta Arenas, en tierras argentinas el proceso de poblamiento se produjo
más tarde. Aunque en el territorio de Santa Cruz aparecen núcleos aisla-
dos de pobladores no podemos hablar de colonización efectiva hasta des-
pués de 1884, cuando por la ley 1532 se crea el Territorio Nacional de San-
ta Cruz, anteriormente integrado a la Gobernación de la Patagonia, que
abarcaba toda la región que iba desde Viedma hasta el extremo Sur.

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Pero debieron de darse previamente dos circunstancias que posibilita-


rán la política poblacional. En primer lugar, la conquista del desierto que
permitió la incorporación de las zonas australes en forma efectiva al
quehacer nacional. La campaña dirigida por Julio Argentino Roca en
1879, si bien no traspasó los límites de la Patagonia norte, concluyó con
el problema indígena que asolaba con sus constantes malones las estan-
cias fronterizas. Pero a su vez, la empresa tuvo otro contenido de carácter
político-estratégico, pues su éxito sirvió para consolidar la presencia ar-
gentina sobre regiones aún en disputa y amenazadas por similares teorías
chilenas que consideraban como suyas las tierras del sur.
El otro aspecto de vital importancia fue el tratado sobre límites de 1881.
Los constantes peligros de enfrentamientos entre las dos naciones por la
Patagonia las habían llevado a la amenaza de guerra inmediata.
Las diferencias diplomáticas entre Argentina y Chile a causa de las in-
definiciones territoriales en la zona patagónica, no sólo colocaron a los
dos países en situaciones políticas y aún bélicas de suma gravedad, sino
que también dificultaron las posibilidades de colonización y desarrollo
económico.
La inseguridad que se mantenía en la zona sur ante los conflictos exis-
tentes, desatentaron en reiteradas oportunidades los asentamientos defi-
nitivos. No sólo trabaron los planes colonizadores de quienes realizaron
algún tipo de experiencia en el territorio de Santa Cruz, sino que incluso
no lograron obtener la decidida acogida de grupos extranjeros invitados
a instalarse. Las respuestas en estos casos, señalaban que, a pesar del inte-
rés que tendrían en trasladarse a la zona austral, tanto argentina como
chilena, las dificultades diplomáticas en materia territorial entre los dos
países constituían una valla para llevar a cabo la corriente colonizadora.
Por lo tanto, cuando el 23 de julio de 1881 se firmaba el acuerdo limítrofe,
el problema encontró su más importante camino hacia la solución.
Con anterioridad a la definición de estas dos cuestiones - la conquista
del desierto y el tratado de 1881 — resultaba difícil cualquier plan coloniza-
dor, pues a los futuros pioneros se les debía dar seguridad sobre las condi-
ciones que regirían su destino, garantizándoles a su vez tranquilidad terri-
torial. Ahora podría el gobierno argentino poblar las tierras desérticas,
ocupadas por los indios tehuelches y por algunos pequeños villorrios casi
misérrimos de blancos, la mayoría de ellos pioneros, mezcla de aventure-
ros y comerciantes que se habían atrevido a morar en las lejanas tierras
santacruceñas. Al crearse el territorio en 1884 y nombrarse su primer go-

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bernador, dos fueron las primeras medidas a tomar: la distribución de las


tierras y su colonización. Este último aspecto presentaba dificultades,
pues la población argentina parecía demostrar poco interés por instalarse
en zonas tan alejadas, castigadas por vientos constantes, fríos intensos,
fuertes nevadas y tierra predominantemente árida.
Aun así, hubo una corriente argentina que probó suerte en esas re-
giones, pero fundamentalmente el poblamiento de la Patagonia austral
fue fruto de una importante corriente inmigratoria procedente de Europa.
Ya el país había abierto sus puertas al extranjero con la ley η ° 817 conocida
como de inmigración y colonización, y en los hombres de la generación
de 1880 existía una marcada preferencia por transformar nuestra sociedad
y economía, a la vez que ocupar los espacios vacíos con colonos traídos
del viejo continente.
En el caso del territorio de Magallanes encontramos algunas variantes.
Como ya dijimos, la presencia chilena en tierras australes databa de 1843
con la fundación de Fuerte Bulnes y el traslado y consecuente estableci-
miento de Punta Arenas en 1848. La primera etapa muestra poco dinamis-
mo poblacional, con una sociedad compuesta por aventureros, soldados,
relegados y algunos pocos colonos.
La necesidad de poblar, tanto por razones socio-económicas, como
estratégicas, constituyó una preocupación para los sucesivos gobernado-
res. Se pensó en los habitantes de Chiloé por su cercanía, pero también
en colonos extranjeros para el desarrollo de los trabajos rurales e in-
dustriales, aunque hasta 1873 la política poblacional tendió a acentuar la
inmigración chilena.
El recrudecimiento de los conflictos limítrofes con Argentina obligó a
los gobernadores a consolidar la situación de la colonia, aumentando su
población, pero esta vez se pensó ya en forma más clara en la inmigación
europea. Correspondía esta actitud a la orientación vigente en sectores del
gobierno que veían — como en la Argentina — mejores virtudes en los
hombres del viejo continente. Es así como distintas corrientes comenza-
ron a poblar las tierras australes argentinas y chilenas. Ingleses, españoles,
italianos, suizos, alemanes, franceses, etc., se instalaron en la Patagonia
sur, comenzando a desarrollar labores rurales, comerciales e industriales
que produjeron, junto con los nacionales de cada país, el desarrollo eco-
nómico de esa región.
Sin olvidar la importancia de las otras colectividades, es interesante se-
ñalar que los alemanes constituyeron un sector de gran trascendencia eco-

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nómica y social. Enraizados en las nuevas tierras, la mayoría de ellos pasa-


ron a formar parte de los "hombres del lugar" en territorios que valoraron
más sus esfuerzos que su origen. Era una sociedad cosmopólita, donde
se mezclaban los apellidos, los idiomas, las costumbres, produciéndose
una singular simbiosis cultural que generó un hombre patagónico, parti-
cular y diferente, consustanciado con la geografía y las nuevas costumbres
que tuvo que adoptar.
Cabe destacar, antes de ocuparnos de la oleada inmigratoria alemana,
la presencia de algunos hombres de origen germano en la zona austral ar-
gentina y chilena que cumplieron una trascendente labor. Uno de ellos fue
Luis Vernet (nacionalizado argentino posteriormente). La figura de este
hombre reviste para la historia argentina una singular importancia. Go-
bernador de las Islas Malvinas desde 1829, formó parte de una de las eta-
pas más importantes de la historia nacional. Luis Vernet había nacido en
Hamburgo el 6 de marzo de 1791. Siendo un adolescente viajó a los Esta-
dos Unidos, regresando ocho años después a su ciudad natal. En 1817 par-
tió rumbo a Buenos Aires, donde abrió una casa de comercio. Alrededor
de la década de 1820, los sectores comerciales de Hamburgo comenzaron
a demostrar un especial interés por iniciar relaciones con las nuevas na-
ciones americanas, que en el caso argentino tenían sus antecedentes en la
época colonial. Entre ellos, la casa mercantil Vernet parecía particular-
mente interesada, dado que con el traslado de Luis, miembro de la familia,
se habían consolidado los lazos comerciales con el Río de la Plata.
Mientras tanto, este joven hamburgués, desarrollaba con éxito sus tare-
as, adquiriendo un especial prestigio en la aún pueblerina Buenos Aires
y vinculándose a su sociedad al casarse en 1819 con Mariquita Saez.
Hombre de grandes ambiciones y talento empresario, puso su interés
en las Islas Malvinas. Según cuenta él mismo en un informe, en 1823, ha-
bía solicitado, junto con Jorge Pacheco, al Gobierno de Buenos Aires, el
derecho de pesca y cría de ganado sobre la isla oriental de las Malvinas
y otras islas, incluyendo en su proyecto la instalación de colonos. A pesar
de la aceptación oficial, la empresa no pudo realizarse. Estas y otras difi-
cultades no desalentaron a Vernet, quien formalmente logró una amplia
concesión de pesca en la zona de las Malvinas y sobre la costa continental.
Instalada la empresa en las islas, con grandes sacrificios, observó la cons-
tante presencia de barcos extranjeros que provocaban depredaciones y ac-
tuaban sin permiso. El 10 de junio de 1829 (fecha en que se celebra en la
actualidad el día de la Soberanía Nacional) el Gobierno de Buenos Aires,

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a través de dos decretos, creó la gobernación civil y militar de las Malvinas


y las adyacentes al Cabo de Hornos incluida Tierra del Fuego, convirtién-
dose Luis Vernet en su gobernador.
Al respecto, en la Gaceta Mercantil Ν"1627 del 17 de junio de 1829 se
publicaba lo siguiente:
"Ya se ha dado ejecución al decreto sobre las Malvinas. D. Luis Vernet, na-
tural de Hamburgo, hombre muy activo e inteligente que había hecho una
tentativa para explorar aquellas islas, ha sido nombrado su Comandante
politico y militar. Se ha transportado allí con su familia y con cerca de
cuarenta colonos ingleses y alemanes, con los que echará los cimientos de
una colonia, en la Bahía de Berkley".
La noticia aparecida en la Gaceta Mercantil con respecto a la coloniza-
ción alemana en las islas concuerda con un informe de 1831 en el que se
señalaba la existencia en el lugar de 150 europeos, muchos de ellos alema-
nes fruto de la propaganda que había realizado Vernet en Hamburgo y
Estados Unidos 1 . Vernet procuró realizar una activa promoción de la in-
migración de coterráneos al difundir un texto, escrito en alemán, en el
cual señalaba las ventajas económicas de las islas y la tranquilidad y pros-
peridad que prometía el lugar a los colonos ya radicados. Paradójicamen-
te en ese mismo año el ataque de la corbeta de guerra norteamericana "Le-
xington", ponía fin a aquellas progresistas aspiraciones. Como corolario
de la actitud estadounidense, que precedió a la ocupación británica, sub-
ditos alemanes se presentaron en Montevideo ante el cónsul Tbrnquist pa-
ra reclamar por el despojo que habían sufrido en las Malvinas.
Varios años después, otro alemán iniciará una empresa también impor-
tante, aunque de distinto contenido: la de evangelizar a los indios
tehuelches. Los intentos de realizar una obra misionera en la Patagonia
por parte de los protestantes tenía ya cierta antigüedad, aunque es desta-
cable por sobre otros grupos, la labor de la Sociedad creada en 1844 por
Allen Gardiner, ex-capitán de la Marina Real Británica. Favorecidos por
la presencia inglesa en las Islas Malvinas, desde allí se expandieron a la
parte continental, preferentemente a la región del estrecho de Magallanes.
La historia de la actividad de estos misioneros constituyó un singular ca-
pítulo de la conquista espiritual que se propusieron realizar dentro de los
pueblos indígenas.

' Véase Karl Wilhelm Körner, "El cónsul Zimmermann, su actuación en Buenos
Aires. 1815—1847": Boletín del Instituto de Historia «Doctor Emilio Ravignani»
11-13 (Buenos Aires 1966), p. 91.

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Pero uno de ellos, Teófilo Schmid, merece ser destacado por su origen
y la tarea cultural que realizó en tiempos de su obra misionera en tierras
santacruceñas. Teófilo Schmid era un alemán nacido en Württemberg,
que había sido educado en Suiza, en el Gimnasio de la Escuela del cantón
Aarau. Según los datos que tenemos, había recibido educación religiosa
en la Misión de Peregrinos cerca de Basilea. Se trasladó a Inglaterra en
1854, cuando la South American Missionary Society le ofreció el cargo
de lingüista. Su experiencia en tal tarea comenzará en 1858 cuando partió
para su primer viaje a la Patagonia continental. Tras esta experiencia,
Schmid se dedicó fervorosamente a cumplir labores misionales y no sólo
como lingüista. Con correcto criterio consideraba que ambas tareas de-
bían ir unidas, pues estimaba Schmid que aprendiendo el idioma de los
indígenas — para lo cual era particularmente apto - la prédica tendría más
efecto.
Fruto de sus experiencias en la zona austral, tanto chilena como argenti-
na, fue la recopilación de 1050 palabras indígenas. Ordenado el vocabula-
rio que había recogido, servirá más tarde para una importante obra que
atribuida a Schmid se titula: Vocabulary and rudiments of grammar of
the tsoneca language. La obra tiene una especial importancia dentro de
las investigaciones lingüísticas y aún con las limitaciones que pueda tener,
fue un esfuerzo singular por comunicarse con el pueblo tehuelche e indi-
rectamente constituyó un elemento de conservación de una lengua que
poco tiempo después entró en proceso de extinción
Tkmbién cabe destacar otro aporte de este inquieto y estudioso alemán.
Ya en nuestro siglo, en la década de 1960, la Academia Nacional de la His-
toria, con prólogo y comentarios del Dr. Alejo Vignati, publicó un libro
titulado Misionando por Patagonia Austral, 1858—1865. Usos y cos-
tumbres de los indios Patagones. En él se recogen fragmentos del diario
y cartas de Schmid que muestran anotaciones etnográficas, costumbres
sociales, culturales, políticas y religiosas, formas idiomáticas, descrip-
ciones geográficas, etc. De tal forma, sin proponérselo formalmente,
Schmid y sus compañeros de la misión nos legaron un importante aporte
cultural, quizás más pragmático que severamente científico, pero igual-
mente interesante para el estudio del pueblo indígena patagónico y las
transformaciones que estos sufrían al entrar en contacto con el hombre
blanco.
Si bien la figura de Schmid se hace presente tanto en Magallanes, como
en Santa Cruz, es en este último lugar donde su actividad adquirirá mayor

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plenitud dado que el objetivo principal de la misión y del misionero era


instalar su centro de actividades en territorio argentino. Si bien la empresa
fracasó, la dura labor allí realizada y su sacrificada presencia, junto con
su compañero el suizo Hunziker, dio lugar a que después de su alejamien-
to, se denominara al lugar de su asiento "Cañadón de los Misioneros".
Además de estos hombres a quienes les tocó vivir la etapa pionera en
tierras de frontera indígena, con una sociedad de aventureros e idealistas,
hubo otro alemán, que está fuertemente enraizado con los primeros años
de la instalación chilena en Magallanes. Ese hombre es Bernardo Philippi.
Jean-Pierre Blancpain dice de él: "Sin Bernhard Eunom Philippi, es muy
probable que jamás hubiese habido colonización alemana en Chile. El
representa el impulso generoso de un romanticismo tardío, la hazaña re-
alizada en un país lejano en que el sueño se realiza y resarce de todos los
sacrificios. 'Hice de la colonización alemana el objetivo supremo de mi
vida', dice en 1852" 2 .
Su historia tiene dos vertientes: la personal y las circunstancias políticas
nacionales e internacionales que lo llevaron a convertirse en una figura
destacable dentro de la historia chilena y particularmente la magaltánica.
Comencemos por el primer aspecto. Había nacido en Berlín en 1811. De
carácter inestable, independiente, era prácticamente un autodidacta, a pe-
sar de haber pasado por el Colegio Pestalozzi en Suiza. Después de haber
abandonado los estudios, convertirse en marinero y recorrer gran parte
del mundo, en 1831, llegará a Chile por primera vez. No se quedará esta
vez en tierras americanas, pero sí lo hará seis años más tarde. De espíritu
aventurero, compró un viejo barco y recorrió la costa. Después de realizar
tres viajes al sur chileno visitó la zona de Valdivia. De sus exploraciones
en el sur, recibió informaciones la Sociedad de Geografía de Berlín, pues
Philippi, vinculado a los estudios de la naturaleza — su hermano fue un
notable geógrafo y naturalista y él mismo había sido colaborador de des-
tacados estudiosos de las ciencias naturales — envió detallados testimo-
nios sobre las regiones que visitaba. Muchos de sus informes y estudios
sirvieron de apoyo para facilitar la colonización alemana en el sur de
Chile.

"La idea de una ventajosa inmigración alemana es, pues, tan antigua como
el descubrimiento. En 1841, Philippi dirige al gobierno chileno, por inter-

2
Jean Pierre Blancpain, Los alemanes en Chile (1816—1945), Colección Histo-
Hachette (Chile 1987), p. 39.

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medio de José Ignacio García, intendente de Valdivia, el primer proyecto


en tal sentido. Habrá otros cuya aceptación no irá más allá de las palabras.
Pero ha logrado lo esencial: después de los funcionarios chilenos, inclina
en su favor a los medios científicos alemanes, convence a los geógrafos
Andrew, Ritter, Gersting y sobre todo, a Wappäus quien da a conocer sus
proyectos en Alemania y publica en 1846 su primer testimonio de propa-
ganda sobre este pais: 'Sobre las ventajas que el Chile austral ofrece a
emigrantes alemanes', como apéndice de su propio trabajo sobre 'La
emigración y la colonización alemanas' '' 3

Muy relacionado ya con los sectores de poder político de Chile y na-


cionalizado chileno para esa época, a principios de 1840, su historia per-
sonal, plena de aventuras, de interés por los descubrimientos geográficos
y por iniciar la colonización alemana, se mezcla con la primera instala-
ción chilena en Magallanes.
Las intenciones de Chile poblar las zonas australes, basadas en sus teo-
rías sobre la posesión de aquellas tierras, registran cierta antigüedad. Ya
O'Higgins había hablado de la importancia de ellas, pero uno de los incen-
tivos más cercanos a la fundación de Fuerte Bulnes fue la preocupación
que se despertó en el Gobierno, al comprobar las distintas manifesta-
ciones de interés por parte de las naciones europeas sobre aquellas tierras
ubicadas en la ruta hacia el Pacífico.
La permanencia inglesa en las Islas Malvinas alarmó a Chile, quien a
su vez sabía de los planes de algunos particulares británicos por ocupar
puentes estratégicos en el Estrecho. Asimismo la navegación a vapor y los
diferentes adelantos técnicos que en dicha materia se fueron logrando, fa-
cilitaban la travesía por el hasta entonces peligroso cruce interoceánico.
La prensa londinense publicaba notas sobre la necesidad de establecerse
en lugares como Bahía Posesión, Puerto Fámine y Puerto Refugio, no só-
lo como centros de reabastecimiento de víveres y carbón, sino también co-
mo extensión colonial desde las Malvinas, desde donde se pensaba iniciar
un plan colonizador hacia esos puntos. No sólo las publicaciones británi-
cas hacían manifestación de sus planes, sino también Francia expresaba
una actitud similar. La competencia y el expansionismo de las naciones
europeas llegaba hacia las regiones australes de América. Particularmente
hacia un punto cuya importancia geopolítica iba en aumento a medida
que crecían las comunicaciones interoceánicas y en donde la presencia dç
una u otra potencia daría como resultado el claro control de la vital ruta

3 Ibidem, p. 44.

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comercial, que otorgaría beneficios especiales a quien concretara sus pla-


nes. Francia había expresado repetidamente su interés por obtener un
punto de apoyo en la zona austral para su navegación interoceánica con
destino a las recientes posesiones galas en Oceania. Numerosas incur-
siones en la región e informes así lo comprueban. De allí que, sin
deshechar los planes británicos, los chilenos sostenían que el peligro fran-
cés era el más inmediato para las regiones magallánicas. El 28 de no-
viembre de 1842, el periódico chileno El Progreso publicaba:

"Creemos haber dicho lo suficiente en éste y anteriores artículos para hacer


sensible la necesidad absoluta en que nos hallamos de tomar medidas opor-
tunas, que facilitando y asegurando la navegación del Pacífico por el Sur,
nos aseguren para lo sucesivo las ventajas que hoy poseemos y que pueden
pasar a otras manos".

El resultado de tales presiones internas y externas fue la organización


de una expedición hacia tierras magallánicas. Se inició su preparación en
1842 en la isla de Chiloé, precisamente en la ciudad de Ancud. Se eligió
al capitán de Fragata Juan Williams, marino inglés, como jefe de la expe-
dición y a cargo de la organización. Es en esos momentos cuando aparece
la figura de Bernardo Eunom Philippi, quien ofreció su experiencia como
marino y naturalista. La presencia de este alemán, arraigado ya en Chile,
constituyó un elemento de suma importancia para la expedición, pues no
sólo iba a formar parte de la empresa, sino que también intervino directa-
mente en la construcción de la Goleta "Ancud", nave que llevará a los fun-
dadores de Fuerte Bulnes.
La importancia de la presencia de Philippi queda exactamente marcada
en las palabras del historiador chileno Martinic Beros:
"Tan oportuna como la presencia de Williams en Ancud fue la llegada a
esta capital del naturalista prusiano don Bernardo Eunom Philippi, quien
en conocimiento de la expedición hizo ofrecimiento de sus servicios siendo
aceptado al punto su concurso, agregándosele a ella en calidad de naturalis-
ta voluntario. La inclusión de este hombre insigne en la expedición, verda-
dero 'factotum' de ella, fue un acierto más, sus servicios serán inapreciables
y su colaboración excepcional: naturalista, constructor, piloto, agrimensor,
explorador, dibujante, diplomático, en fin en cada una de estas facetas de
su universal capacidad su labor será de grande utilidad" *.

4
Mateo Martinic Beros, Presencia de Chile en la Patagonia austral. 1843—¡879
(Santiago de Chile 1971), p. 71.

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Poco tiempo después ya estaba compuesta la tripulación. Entre ellos


iba Bernardo Philippi en calidad de científico y a cargo de los estudios
necesarios para la colonización. Partieron el 22 de mayo de 1843 y después
de serias peripecias que retrasaron el arribo, llegaron el 21 de septiembre
a la bahía de San Juan de la Posesión conocido también como Puerto
Hambre. A partir de allí se procedió a cumplir con los requisitos de todo
establecimiento formal en tierras vírgenes. La ceremonia de fundación fue
sencilla, después de izar la bandera chilena se redactó un acta que daba
posesión del Estrecho de Magallanes y su territorio a Chile y que fue fir-
mada por Williams, Philippi, Gonzáles, Mabón y Pizarro.
De tal forma quedó inscripto el nombre de un alemán en la fundación
del enclave en la zona más austral del continente americano: el Fuerte Bul-
nes. Se daba así origen a la actual Punta Arenas, que surgiría del traslado
a un lugar más favorable, para convertirse en punto radical del desarrollo
y colonización del sur, centro económico y naviero, obligada recalada de
los barcos en su navegación interoceánica.
Realizado el establecimiento chileno, de acuerdo a las instrucciones re-
cibidas, el capitán Williams comenzó las exploraciones de canales y cos-
tas, tanto para el futuro trabajo de los remolcadores que ayudarían a los
veleros que usasen esa ruta, como para observar posibles asentamientos
futuros. El contacto con los indios era inevitable y fue Bernardo Philippi
quien en Pecket Harbour hizo relación amistosa con ellos. En Sandy
Point, este inquieto alemán encontró muestras de carbón de piedra, ele-
mento importante para la futura vida de Punta Arenas y que serviría de
abastecimiento a las embarcaciones a vapor que cruzarán esas aguas. Diri-
gió también la construcción del fuerte que fue bautizado con el nombre
de Bulnes en honor del presidente de Chile. Trasladada la población en
1848, pocos años después, en 1851, la joven colonia tuvo que soportar una
sangrienta sublevación: "el motín de Cambiazo", que no sólo produjo
muertes sino también la destrucción de gran parte de Punta Arenas y
Fuerte Bulnes.
Sofocada la rebelión, el presidente Montt designó a Philippi para re-
construir la devastada población. Reconociendo sus méritos nombró al
por entonces Teniente Coronel de Ingenerios como Gobernador. Este me-
ritorio alemán se había ganado el crédito del gobierno chileno en virtud
de sus destacadas tareas al servicio de Chile y como activo interesado en
desarrollar la colonización germana. Una vez nombrado en el cargo, antes
de tomar posesión, se preocupó en reunir el mejor elemento humano para

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repoblar Punta Arenas, producir su desarrollo y mejorar la mala fama que


hasta el momento tenía. En concordancia con su insistente tarea de pro-
motor de la colonización alemana, recomendó que se enviaran colonos
de ese origen al sur magallánico a fin de ayudar al desarrollo de la región:
Philippi llegó a la tierra austral el 19 de agosto de 1852. El desastre había
sido total. Todo lo había destruido la rebelión de Cambiazo, pero sin des-
moralizarse por la ardua tarea a realizar comenzó la reconstrucción. Pidió
provisiones, animales, medicamentos, etc. Planificó el programa de des-
arrollo sin dejar ningún aspecto librado al azar. Martinic Beros señala:
"En su informe expuso al gobierno la conveniencia de traer ganado desde
las Islas Malvinas y promover el intercambio con maderas de la región. Por
otra parte y deseando dar alguna importancia a la colonia de manera que
pudiese prestar servicios al comercio marítimo facilitando la navegación
por el Estrecho, propuso el empleo de prácticas para el pilotaje y la presta-
ción de auxilios a los buques náufragos; para poder realizar estos objetivos
pidió se le enviara una pequeña goleta, cuyo valor solicitó, en un rasgo de
generoso desprendimiento, se le imputara a su sueldo de modo de evitar
mayores gastos al Estado" 5 .

El pequeño pueblo comenzó a crecer, sin embargo quedaba por asegu-


rar la buena relación con los indios, importante sector de la primitiva so-
ciedad patagónica, so sólo por la seguridad de los pobladores, sino tam-
bién porque las tribus indígenas constituían un importante elemento co-
mercial.
La visita de los pueblos aborígenes a Punta Arenas era habitual, siendo
fundamental el mantenimiento de especiales relaciones político-diplomá-
ticas con sus gobernantes. De tal forma Philippi, después de entrevistarse
con los caciques más destacados, aceptó la invitación de éstos a visitar sus
tribus. Partió hacia ellas acompañado por su asistente. Esta excursión que
tuvo por objetivo congraciarse con los aborígenes y establecer amistosas
y provechosas relaciones para ambos, acabó desgraciadamente con la
muerte del Gobernador y su asistente. Traicionado por un grupo de indí-
genas fueron atacados y asesinados; siendo sepultados sus cadáveres en
la playa. De tal forma acabó la vida de este singular y prestigioso alemán,
en tierras que ayudó a incorporar al patrimonio chileno.
Pasada la época casi legendaria de los primeros pioneros, en donde se
mezclaba el espíritu de aventura, con la intención mística y el deseo de

5
Ibidem, pp. 115-116.

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lucro en tierras desérticas, comienzan los años de la instalación de los defi-


nitivos colonos, del desarrollo de una producción estable y del estableci-
miento de una sociedad primitiva y rústica, pero con objetivos concretos.
Si bien el crecimiento de Santa Cruz y Magallanes no es exactamente coin-
cidente en todas sus etapas, pues esta última registra una mayor anti-
güedad que la primera en cuanto a poblamiento y nacimiento de su estruc-
tura económica, la historia socio-económica de ambas, que tantas veces
tendrá momentos comunes, desarrollará un constante sistema de vincula-
ción y mutua influencia a partir de 1880. De allí en más, Santa Cruz ini-
ciará su definitiva ocupación del espacio y desarrollo de su economía;
mientras que Magallanes saldrá vertiginosamente de un adormilado rit-
mo de vida, que le había permitido mantener su existencia bajo una lenta
tendencia de crecimiento
Mientras en el territorio austral argentino se iniciará el reparto de tierras
•a través de diferentes leyes, surgiendo las primeras grandes estancias, y se
propiciará el arribo de colonos a través de tres corrientes de poblamiento
(desde Buenos Aires, Malvinas y Punta Arenas), Magallanes, que ya tenía
para 1880 residentes estables e industriosos, iniciará un nuevo ciclo marca-
do por un desarrollo más vertiginoso y expansivo. La población extranjera
irá en aumento, favorecida por la política nacional chilena. La nueva
orientación inmigratoria tendrá una importante influencia sobre el proce-
so económico de la región. Los nuevos grupos incorporados a la sociedad
austral chilena, no sólo brindarán el aporte de mano de obra, sino que
también permitirán la introducción de capitales. Gran parte del desarrollo
de la economía ganadera, industrial y comercial estará vinculado con los
aportes humanos y económicos que empezarán a asentarse en forma defi-
nitiva a partir del proceso de renovación y colonzación extranjera iniciado
en las últimas décadas del siglo XIX.
Las corrientes inmigratorias europeas que llegaron a Magallanes fueron
variadas: ingleses, suizos, franceses, españoles, yugoslavos, alemanes, etc.
Los germanos no constituyeron una colectividad numéricamente grande,
pero sí importante desde el punto de vista económico. Según el censo de
1885, el territorio de Magallanes registraba 2.085 habitantes, de los cuales
781 eran extranjeros. De éstos la mayoría eran ingleses (291) - muchos de
ellos provenientes de Malvinas, fenómeno que se repitió en Santa Cruz
- seguían los suizos (154), los franceses (103), los alemanes (90) y los espa-
ñoles (43). Como se puede observar el grupo alemán no era el más nume-
roso, pero su influencia económica fue tal que difícilmente la historia de

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las tierras australes pueda soslayar, en algún momento, la presencia de


destacados apellidos germanos.
La acción de figuras como Philippi y Pérez Rosales en favor de la in-
migración alemana, produjo la. creación de una oficina en Hamburgo,
destinada, a desarrollar una activa propaganda a fin de atraer colonos de
ese país hacia Chile. En 1851 partieron hacia América dos barcos con las
primeras familias alemanas cuyo destino sería Valdivia y Puerto Vacas,
este último núcleo fundado por dichos inmigrantes. Iniciada la inmigra-
ción germana, poco después, la región magellànica comenzó a sentir el
efecto de su presencia. Marinos, comerciantes, labriegos o ganaderos.
Hombres con capital o únicamente con la herramienta de sus manos y vo-
luntad, empezaron a poblar la zona más austral. Armando Braun Menén-
dez escribe:
"También el territorio de Magallanes se beneficiará con el aporte coloniza-
dor alemán, y entre los que vinieron hubo varios que, aunque nacidos en
la provincia de Kurlandia sobre el Báltico — entonces bajo el dominio del
Zar — tales como Domeyko, Braun, von Schroeder y Wagner, conservaban,
a despecho de la nacionalidad, intacta la raza, el idioma y las costumbres
de sus antepasados: los colonizadores alemanes. Desde Punto Arenas
entrarán a la Patagonia por el Sur, además de los nombrados: Stubenrauch,
Bloom, von Heins, Bitch, Wehrhahn, Frank, Kark, Wahlen, Ossenbrtlk, to-
mados entre los más conocidos" 6 .

Punta Arenas será durante varias décadas el centro radiador de fuerza


humana y capital. De tal forma, desde ese punto se expandirá hacia tierras
australes argentinas parte de la colonización alemana, que entrará a
nuestro país por el sur. Algunos de sus miembros quedarán radicados en
suelo santacruceño, desarrollando exclusivamente aquí sus actividades
económicas, pero otros, sobretodo los que alcanzaron un poder económi-
co significativo, desdoblarán sus actividades y capitales entre Magallanes
y Santa Cruz. El hecho forma parte de un fenómeno particular que se da
en el extremo del cono sur americano. Cabe explicar, para entender el pro-
ceso, que los dos territorios formaban parte de la frontera económico-so-
cial, caracterización distinta a la delimitación político-territorial.
Alejadas ambas de los centros administrativos más importantes de sus
respectivos países, olvidadas en gran medida por los gobiernos centrales
y sin integrarse adecuadamente a las estructuras nacionales, desarrollaron

6
Armando Braun Menéndez, "El aporte alemán al progreso de la Patagonia": Ar-
gentina Austral, tomo 3 (Buenos Aires 1984), p. 22.

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214 Rosario Güenaga de Silva

un fuerte individualismo socio-económico. Este originó el surgimiento es-


pontáneo por parte de las fuerzas privadas de una superestructura capita-
lista y de vinculaciones^ socio-culturales que dejaron de lado las separa-
ciones geo-políticas. El intercambio entre ambas zonas hizo que sin perder
cada una de ellas su personalidad y su propio desarrollo administrativo,
la región se convirtiera prácticamente en una. Eso se traducía en: utiliza-
ción del puerto de Punta Arenas indistintamente tanto por chilenos como
por argentinos, pago tanto en moneda argentina como chilena, además
de libras esterlinas, emisión desde tierras argentinas de documentos sobre
bancos de Punta Arenas, traslado constante de trabajadores de una a otra
zona, según las oportunidades de trabajo. Esto último produjo la cre-
ación de canales comunicantes constantes entre ambos territorios, con el
consecuente proceso de asimilación social, cultural e ideológica que prác-
ticamente borró las diferencias entre trabajadores chilenos y argentinos.
En gran parte esta simbiosis que se produce derivó no sólo del aislamiento
de los centros neurálgicos nacionales y de la natural cercanía geográfica
entre ambas zonas, sino también de la existencia de grupos de grandes ca-
pitales que mantuvieron intereses de similar importancia en los dos países.
Esos capitales eran preferentemente latifundistas y ganaderos, pero tam-
bién abordaron otras ramas, como el comercio o la actividad naviera, y,
colocados en una y otra parte, dieron lugar a una estructura productiva
que unía económicamente a los dos territorios.
El sector alemán que pobló la Patagonia austral no escapó a este proce-
so. Aún más, constituyó uno de los grupos de mayores vinculaciones polí-
ticas y de más significativo peso económico. La colonización alemana en
estas décadas fue, en gran parte, resultado de la acción de Hermann
Eberhard. Este marino alemán había viajado por las distintas partes de
la Patagonia, lo que le convirtió en un experimentado conocedor de la re-
gión austral, particularmente de la de Ultima Esperanza. Retirado de la
marina, resolvió instalarse como hacendado. Para fin de siglo gran parte
de las mejores tierras magallánicas estaban ocupadas, pero no las del
Cerro de Ultima Esperanza, que aparecían como sumamente aptas para
la ganadería. Pero esa región aún se encontraba en litigio entre Argentina
y Chile, pues el tratado de 1881 no había resuelto los problemas territo-
riales sobre la zona. El entusiasmo del señor Eberhard no disminuyó ante
el problema internacional. De allí que con el permiso de las autoridades
chilenas, en 1892 realizara un viaje exploratorio por los canales y la zona
de Ultima Esperanza. Es entonces cuando comprobó la calidad de sus

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Alemanes en el extremo austral de América 215

tierras y entusiasmado por la posibilidad de instalarse, las solicitó al Go-


vernador Señoret del territorio de Magallanes.
En 1893 el gobierno central había prohibido las concesiones gratuitas
y directas de tierras, tal como se había hecho anteriormente, sistema que
había servido para fomentar la colonización rural. Sin embargo el Gober-
nador Señoret, haciendo caso omiso de la medida, siguió entregando
tierras a título provisorio. La liberalidad, que en un momento significó
una transgresión a las disposiciones oficiales, incluyó terrenos en la región
de Ultima Esperanza, cuya ocupación sirvió de base, de acuerdo al de-
recho de primer ocupante, para que fuese favorecido Chile en el laudo ar-
bitral de 1902.
De tal forma, los otorgamientos a Eberhard y a otros pioneros alemanes
en Ultima Esperanza, hicieron que finalmente estas tierras fueran gana-
das por Chile, por haber sido ellos los primeros en poblarlas. Rodolfo Stu-
benrauch, cónsul alemán en Punta Arenas, escribía al Embajador Impe-
rial en Santiago:
"Después de que el Capitán Eberhard con el permiso de nuestras autorida-
des, en el invierno de 1892 realizó una expedición de varios meses por los
canales, en ese entonces casi desconocidos, y por los alrededores de Ultima
Esperanza (Last Hope Inlet), que hoy día en general Figura bajo ese
nombre, econtrando allá terrenos apropiados para la crianza de ovejas, que
por su ubicación indudablemente pertenecen a Chile, adjudicó en los pró-
ximos años nuestro Gobernador y el posterior Vicealmirante Señoret, en
los años siguientes concesiones de terrenos a varios estancieros, en su mayo-
ría alemanes . . " 7

Como es de suponer, tales conceptos sobre los derechos chilenos y las


ocupaciones no fueron aceptados por el Gobierno argentino, registrándo-
se un largo conflicto fronterizo, que concluyó con la adjudicación de los
terrenos a Chile en 1902. No ha de extrañarnos, por lo tanto, que a pesar
de la desobedienca cometida, el Gobierno homenajeara post-mortem al
Gobernador Señoret, pues de esa forma pudo como resultado final,
ampliar sus posesiones territoriales. En 1908 el Gobierno chileno en reco-
nocimiento y premio a la labor realizada otorgó a los herederos de Señoret
9.000 hectáreas en Ultima Esperanza, en razón de su labor para acrecentar
el dominio territorial de Chile y en 1910 se entregaron en venta directa

7
Mateo Martinic Beros, "Documentos referidos a la acción colonizadora alemana
como factor de afirmación de la soberanía chilena en el territorio de Ultima Esperan-
za": Anales deI Instituto de la Patagonia 9 (Punta Arenas 1978), p. 45.

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216 Rosario Güenaga de Silva

11.804 hectáreas a Hermann Eberhard y 16.500 hectáreas a Augusto Kark


en virtud de haber sido los primeros estancieros que se radicaron en la re-
gión de Ultima Esparanza. Hay que tener en cuenta además que estos dos
pioneros, al igual que otros alemanes que poblaron aquella zona, también
se instalaron en suelo argentino. Hermann Eberhard fue uno de los prime-
ros pobladores de Santa Cruz, a cuya labor se debió en gran parte la pre-
sencia alemana en tierras santacruceñas; fue poblador de un campo en
Río Gallegos desde 1882; criador de lanares, muchas de sus majadas sir-
vieron a otros colonos para poblar sus campos. Hombre de gran cultura
y experiencia, fue anfitrión en su estancia del presidente Julio A. Roca,
cuando éste viajó en 1899 al sur para entrevistarse con su par en Chile.
Don Ernesto von Heinz, originario de Silesia, llegó a Argentina en
1893, atraído por su primo Hermann Eberhard. Después de recorrer Ulti-
ma Esperanza y encontrar la célebre cueva del Mylodón, se instaló en 1897
tomo estanciero.
También hay otros nombres como el de Enrique Bitch de la provincia
de Schleswig-Holstein quien, junto con su esposa, salió de Punta Arenas
a caballo hacia Santa Cruz, con el objeto de probar suerte y asegurar su
porvenir como estanciero. El duro viaje en las frías soledades patagónicas
los obligaron a pernoctar bajo el único abrigo de una carpa. Al llegar a
las tierras que había decidido poblar, tuvo que hacer frente a gran canti-
dad de dificultades. El alimento dependía únicamente de lo que su esfuer-
zo proveía: carne de guanaco y avestruz. Sus únicos vecinos eran los indios
tehuelches, a lo que se agregaba el peligro de los pumas que diezmaban
su ganado, la falta de leña, de peones, y de cercados para poder contener
a los animales, pueden dar una idea de los sacrificios de este esforzado
alemán. Recién cuando en 1895, adquirió lanares aclimatados a Eber-
hard, comenzó a cambiar su suerte, formando con el tiempo una de las
estancias más importantes de Santa Cruz.
Otra figura relevante fue Walter Curtze, quien actuó tanto en el sur de
Chile como en el de Argentina. En 1885 se radicó en Punta Arenas y fue
durante 30 años agente de la compañía alemana de vapores "Kosmos".
Incursionó también en la actividad ganadera, dirigiendo establecimientos
percuarios en Santa Cruz, a la vez que fundaba la empresa de luz eléctrica
en Punta Arenas y el Banco de Punta Arenas, del cual fue director gerente.
Rodolfo Hamann, natural de Schleswig-Holstein, arribó a Argentina
en 1883. Después de algunas experiencias en nuestro territorio, llegó en
1890 a Punta Arenas donde fundó un aserradero a la vez que se convertía

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Alemanes en el extremo austral de América 217

en ganadero. Hallándose en Río Gallegos, integró la expedición del te-


niente del Castillo, siendo por lo tanto uno de los participantes del grupo
que descubriría el yacimiento carbonífero de Río TUrbio.
Augusto Kark llegó en 1886 y se convirtió en estanciero, tanto en Chile
(recordemos que fue uno de los primeros pobladores de Ultima Esperan-
za) como en Argentina, formando sociedades con Bernardo Osenbrüg,
otro colono alemán. Kark — casado con una hija de Eberhard - y
Osenbrüg se convirtieron en dos de los más importantes hacendados del
sur, y aunque se radicaban temporalmente en Alemania, volvían en forma
periódica a controlar sus propiedades en suelo austral americano.
Varios son los ejemplos de la presencia alemana en el extremo austral
del cono sur americano. La mayoría de ellos vinculados a hechos signifi-
cativos como el de Julius Haase en Magallanes, quien explotó un yaci-
miento de carbón de piedra sobre la costa norte de Skyring en la década
de 1870.
Así como Punta Arenas se convirtió en un centro orientador del movi-
miento económico de atracción en ambos lados de la frontera patagónica,
también en el orden social tuvo un rol similar. De allí que en el caso de
la colectividad alemana veamos aparecer una serie de expresiones signifi-
cativas de la importancia, peso e interés de los inmigrantes allí instalados.
El mantenimiento de las tradiciones, costumbres, lengua y educación, a
la vez que el logro de una adecuada seguridad social, motivaron la cre-
ación de diversos tipos de instituciones representativas en la zona más
austral del mundo.
A fines de siglo se nota el afianzamiento de esta corriente inmigratoria
que aunque limitada en su número, logró un peso significativo. Recorde-
mos que en 1885 eran 90 los alemanes en Magallanes, con un 11,52% de
los 781 extranjeros y un 4,31% del total de la población y en 1895, 126 con-
formando el 6,78% de los 1858 extranjeros y el 2,42% de la población,
proporciones que se mantienen en 1906 con el 6,86% y el 2,46% respecti-
vamente. De teil consolidación surgen diversas inquietudes por nuclear a
quienes tenían un mismo origen, surgiendo el 27 de abril de 1896 con mo-
tivaciones sociales el D e u t s c h e r V e r e i n , que en 1906 tenía 89 socios.
Cifra importante si consideramos que el total de alemanes registrados era
de 328, de los cuales 91 eran mujeres. La solidaridad social y los socorros
mutuos llevaban a fundar el año siguiente - 11 de diciembre de 1897 -
la sociedad D e u t s c h e K r a n k e n - u n d S t e r b e k a s s e , queen 1906 con-
taba con 112 socios. Tkn importante como la reunión en el club donde ade-

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218 Rosario Gtienaga de Silva

más de la relación social se gestaron negocios e incluso el establecimiento


de vínculos familiares, o el respaldo ofrecido por la sociedad de socorros
mutuos, fue el mantenimiento y desarrollo de la cultura.
El 9 de enero de 1897 se creaba el D e u t s c h e r M ä n n e r g e s a n g v e r e i n
E i n t r a c h t , dedicada al ejercicio del canto, que en 1906 contaba con 60
asociados y, por iniciativa del cónsul Rodolfo Stubenrauch, el 26 de febre-
ro de 1907, se inauguraba la D e u t s c h e S c h u l e . Esta escuela contó ini-
cialmente con una matrícula de 60 alumnos, que participaban en el apren-
dizaje de alemán, castellano, aritmética, geometría, historia natural, geo-
grafía, historia, dibujo, caligrafía, canto y gimnasia. Relatos de la época
indican que tal establecimiento funcionaba en un edificio propio, levanta-
do al efecto con las mejores condiciones de comodidad e higiene. Cabe
señalar también que', aunque con limitada permanencia, en 1899 se publi-
có el periódico semanal D e u t s c h e s W o c h e n b l a t t , que editado en ale-
mán, pretendió informar sobre asuntos generales y de comercio a la colec-
tividad.
Si bien son numerosos los nombres de alemanes vinculados a las activi-
dades más prósperas de Punta Arenas, no menos destacados son los casos
en Santa Cruz; algunos de los cuales dejaron impresos sus nombres en ac-
tividades pioneras. Karl Führ que a fines de siglo se instalaba en la agreste
zona del Lago Argentino con un hotel y servicio de balsa, dejaba impreso
su nombre al paso obligado del Río Leona. Teodoro Wasmuth, por su par-
te, promovía el desarrollo ganadero como pionero en la crianza del ovino
Karakul en la Patagonia y Severino Amelug dueño de un taller donde se
fabricaban prensas para enfardar lana, dejó su nombre en un sistema in-
ventado por él que, trascendiendo el marco patagónico, se extendió por
la Argentina.
Esto sin olvidar acciones legendarias como la del ganadero Pablo Lenz-
ner, natural de Sajonia, que frente a la posibilidad de perder su majada,
en el invierno de 1889, con un improvisado trineo y perros ovejeros re-
corrió cerca de 350 km entre la ida y la vuelta desde su establecimiento
a Río Gallegos con la finalidad de conseguir antisárnicos.
Para 1895, Santa Cruz contaba con 35 alemanes censados, cifra que si
parece como insignificante, adquiere otra dimensión si la comparamos
con los otros territorios nacionales que estaban también expandiendo su
poblamiento en el sur: 13 registraba Neuquén, 48 Río Negro y sólo 4
Tierra del Fuego. Para 1914 la cifra era de 295, distribuidos 168 en el medio
rural y 127 en el urbano. La clasificación que hace este último censo de

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Alemanes en el extremo austral de América 219

los directores de explotaciones ganaderas, indica que 37 alemanes estaban


en tal condición. Propietarios eran 19, arrendatarios 10 y 8 lo hacían en
calidad de empleados. Cifra importante si la comparamos con el resto del
país, teniendo en cuenta que Santa Cruz es una de las zonas menos pobla-
das y con menor receptividad en las tierras. Los alemanes al frente de ad-
ministraciones pecuarias sumaban en total para la Argentina 567, por lo
que los de Santa Cruz alcanzan al 6,52%. Si bien algunos alemanes vi-
nieron directamente a Santa Cruz, es importantísima la actividad de in-
tegrantes de esta colectividad que, radicados originariamente en Punta
Arenas, en forma personal o a través de sus empresas intervinieron en el
desenvolvimiento de la zona austral argentina. A fin de siglo, el desarrollo
ganadero y comercial de Santa Cruz y particularmente de Punta Arenas,
originó el surgimiento de grandes capitales, la mayoría de ellos latifundis-
ta, aunque también participaron en forma casi monopólica en el comercio
y el transporte.
De tal manera surgieron grandes sociedades anónimas de mayor o me-
nor importancia, pero cuyos integrantes igualmente configuraron los sec-
tores de poder de la Patagonia. En gran medida esos crecimientos vertigi-
nosos de capital se debieron a concesiones de terreno y apoyo guberna-
mental para sus actividades, pero también parte de los motivos que origi-
naron los grandes poderes económicos derivaron de acumulaciones de ca-
pitales por vías de contratos, alianzas y aún de matrimonios.
Tknto Chile como Argentina demostraron ser excesivamente generosos
en el otorgamiento de grandes extensiones de tierras. Pero, mientras Chile
prefería el sistema de concesión y arriendo, Argentina, sin dejar de utilizar
esos mecanismos para el usufructo, elaboró una legislación tendiente a
posibilitar la propiedad.
Las mayores facilidades para el acceso a la tierra, por compra o arrenda-
miento, en el lado argentino, motivaron el traslado de capitales y esfuer-
zos personales desde Chile. Aquí la participación de alemanes fue impor-
tante, no sólo a título individual, sino también como integrantes de so-
ciedades de diverso tipo. Tàl el caso de Ernesto von Heinz, que luego de
experiencias individuales se asoció a Rodolfo Stubenrauch, llegando en
sus operaciones a poblar el importante establecimiento de "Tàpi-Aike". Ya
sus experiencias estaban afianzadas por otras operaciones como la parti-
cipación en la "Compañía Explotadora de Cerro Palique", constituida en
Punta Arenas a principios del siglo XX para explotar tierras situadas en
el valle medio del Río Vizcachas.

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220 Rosario Giienaga de Silva

Grandes compañías canalizaron inversiones hacia la explotación pe-


cuaria, gestándose tanto en Punta Arenas como en otros lugares de Chile
y Argentina. En Valparaíso surgieron empresas como la "Sociedad Estan-
cia Santa Cruz", levantada sobre la base de tierras obtenidas por Augusto
Wahlen y Walter Curtze. Esta Compañía fue organizada por la Casa Vor-
werck y Cía y en 1910 Mauricio Braun y Walter Curtze, en unión con Ale-
jandro Menéndez y la Casa Duncan Fox pactaban para adquirirla.
El intenso desenvolvimiento económico vinculado con la actividad ga-
nadera, era concomitante con un similar impulso destinado al desarrollo
del movimiento comercial. Cabe señalar a título de ejemplo la actividad
mercantil del polifacético cónsul alemán en Punta Arenas, cuya firma
"Stubenrauch y Cía" estableció sucursales en Santa Cruz, dando origen,
en 1919, junto a las casas de comercio de Müller Hermanos y Federico
Brottme, a la formación de la "Compañía Argentina del Sud" (S.A.).
Reiteradamente hemos mencionado dos nombres en el desarrollo de es-
te trabajo: Rodolfo Stubenrauch y Elias Braun y familia. La constante
aparición de esos dos apellidos en permanente relación con otros
miembros de la colectividad alemana y con otros grupos de distinta na-
cionalidad nos indican la especial importancia que ambos apellidos tu-
vieron en el terreno económico y social.
Rodolfo Stubenrauch, nacido ¿n Wuthenow, cerca de Soldie, se convir-
tió, por su cultura, espíritu dinámico y capacidad empresarial, en uno de
los miembros más influyentes de la sociedad patagónica. Había arribado
en 1882 a Punta Arenas y llegó a ser un empresario de notable poder eco-
nómico, además de cónsul del Imperio Alemán y de Gran Bretaña. Sus
actividades lo llevaron a trabajar tanto en Chile como en Argentina. Vin-
culado con los sectores de poder de Magallanes y con los más fuertes capi-
tales, su figura alcanzó una notable importancia, llegando a ser Primer
Alcalde de Punta Arenas. Defensor de los intereses chilenos en Ultima Es-
peranza, realizó una ardua labor para fortalecer la presencia de los colo-
nos alemanes en esa zona, a pesar de las protestas argentinas que reclama-
ban como suyas eSas tierras. En los primeros años después de su arribo,
trabajó para la firma Wehrhahn y Cía de Hamburgo en su sucursal de
Punta Arenas llegando a ser propietario de ella. La casa comercial recibió
en 1883 la primera gran concesión de tierras, obteniendo 123.000 hectáre-
as por trece años. Se iniciaba de esa forma el otorgamiento de grandes
concesiones en Magallanes y que dio lugar, poco después, con la acumula-
ción de terrenos, a uno de los más importantes sistemas latifundistas del
sur de América.

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Alemanes en el extremo austral de América 221

Un capítulo aparte merecería, por el enorme poder económico alcanza-


do, Elias Braun y sus herederos, los cuales, en virtud de lazos matrimo-
niales y una especial habilidad para los negocios, lograron que el apellido
Braun se convirtiera en una de las grandes leyendas patagónicas. Destina-
tarios tanto de fuertes críticas como de especiales adhesiones, se convir-
tieron en uno de los principales pilares de un imperio económico que llegó
a dominar gran parte de la Patagonia chilena y argentina. La familia se
inició en Chile con Elias Braun, natural de Talsen, en la provincia de
Kurlandia y, aunque bajo el dominio del Zar, se consideraba alemán man-
teniendo su lengua y sus costumbres. Su esposa, Sara Hamburger, era
oriunda de Prusia Oriental. El matrimonio, emigrante de la zona del Bál-
tico, tentó suerte, primero en Hamburgo y luego en Buenos Aires y Para-
guay, pero ninguno de esos destinos satisfizo sus ambiciones. En Buenos
Aires, don Elias Braun tomó conocimiento de los planes chilenos de colo-
nizar la zona magallánica.
En esos momentos se desarrollaba una activa propaganda en las princi-
pales capitales, particularmente europeas, y para ello Chile se apoyaba en
un decreto que se había dictado en 1867 por el que se ofrecían pasajes,
tierra e implementos para la labranza, materiales para la vivienda y aún
ayuda económica a los inmigrantes, quienes posteriormente deberían re-
embolsar lo gastado por el Estado. En conocimiento de ello, don Elias
Braun y su familia decidieron embarcarse en la nave "Sakkara", de la línea
alemana Kosmos hacia Punta Arenas, para agregar su nombre al de otros
colonos alemanes, como Bloom, Schroeder, Domeyco y Wagner, que
poblaron esa zona.
En 1874, Punta Arenas era aún un pequeño villorrio, de casas chatas
de chapa y madera, con escasos comercios y una población que oscilaba
alrededor de 1.000 personas. En esos momentos, a cargo de la Goberna-
ción de Magallanes estaba Diego Dublé Almeida, uno de los mandatarios
territoriales de mayor significado para la zona austral. Hombre de presti-
gio, progresista e interesado por el desarrollo del lugar, durante su admi-
nistración se gestó el nacimiento de la ganadería como actividad funda-
mental, a la vez que la caza de lobos seguía produciendo beneficios y se
comenzaba con la explotación de los yacimientos de carbón.
La oportunidad era la adecuada para que un colono de espíritu inquieto
como Elias Braun, se radicara en Punta Arenas y fundara lo que sus des-
cendientes convirtieron en un imperio. Su primera actividad fue el comer-
cio, dueño de un almacén de ramos generales que abastecía a los barcos

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222 Rosario Giienaga de Silva

que recalaban en Punta Arenas, al poco tiempo instaló un hotel. Pero, sin
abandonar esas actividades, fue indudablemente la ganadería el origen
principal de su riqueza. En un principio se vinculó con José Nogueira,
inmigrante portugués de especial capacidad para los negocios, y se es-
tableció eñ Cabo Negro.
Cuando el matrimonio Braun arribó a Punta Arenas lo había hecho
con cuatro de los siete hijos que tuvieron. Cada uno de ellos fundó una
rama de la extensa familia que desarrollará sus actividades tanto en Chile
como en Argentina. Sin embargo dos de ellos se destacaron especialmen-
te, tanto por su personalidad, como por el poder económico que alcanza-
ron, ellos fueron Sara y Mauricio, ambos nacidos en Talsen. Sara Braun,
criada en Punta Arenas, acostumbrada a su marco rústico y primitivo cre-
ció dentro de un ambiente de pioneros, que le ayudó a fortalecer una per-
sonalidad firme y decidida. Se casó, en primeras nupcias, con José No-
gueira, aquel bravo portugués, de espíritu tesonero y hábil para los nego-
cios, con quien su padre se había vinculado económicamente. José No-
gueira había sido marinero, lobero (cazador en las islas, canales australes
de los muy cotizados lobos marinos de dos pelos), armador, comerciante,
agente marítimo, minero y ganadero. Este importante hombre de nego-
cios se vinculó con Elias Braun, no sólo a través de una sólida amistad
y la actividad ganadera, sino también en la comercial, apareciendo en
1882 la razón social Braun y Nogueira. Fue en el comercio de Nogueira
que se incorporó en 1880 como dependiente, a los 15 años, Mauricio
Braun. Este es el joven que con el tiempo llegará a convertirse en uno de
los hombres más ricos de la Patagonia, y que fue llamado en 1905 por
Juan Meidell "el Morgan sudamericano" y de quien hablaremos más ade-
lante.
Mientras tanto José Nogueira acrecentaba su ya importante capital in-
cursionando en la prometedora actividad ganadera, después que el Go-
bernador Dublé Almeida comenzara a poblar los campos con ovejas
traídas de las Islas Malvinas. Mientras sus goletas transportaron durante
años los ovinos para los ganaderos magallánicos, los lanares comenzaron
a incrementarse en sus campos situados a 30 km de Punta Arenas, al pun-
to que en pocos años llegó a tener 5.000 ovinos, además de 400 bovinos
y regular cantidad de caballos. Es en esa época que Nogueira se casó con
Sara Braun, a la vez que afianzaba sus relaciones con los sectores más im-
portantes de poder político y económico de Chile. El historiador chileno
Martinic Beros en la biografía de Nogueira escribe:

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Alemanes en el extremo austral de América 223

"Que sus vinculaciones le fueron provechosas queda claro al saberse por


otras fuentes históricas que ya en 1889, por decreto de 22 de abril, el Gobier-
no otorgó a José Nogueira en arrendamiento por un período de diez años,
und total de 180.000 hectáreas en la parte norte de la Tierra del Fuego; que
luego el 21 de setiembre del mismo año se le autorizó para subarrendar los
mismos terrenos o traspasarlos a alguna sociedad que formase; que en la
misma época su cuñado Mauricio Braun obtenía una concesión por
170.000 hectáreas, que se extendía inmediatamente al sur de la concesión
anterior; y que, finalmente, el 9 de junio de 1890 se entregaba a Nogueira
1.009.000 hectáreas que alcanzaban desde la concesión de Braun hasta el
paralelo 54, con lo que se puede concluir razonablemente que las relaciones
y amistades fueron particularmente bien aprovechadas y con abundoso
fruto" 8 .
De esta manera, se estaba dando forma a uno de los mayores latifundios
del mundo, en virtud del matrimonio José Nogueira-Sara Braun y las rela-
ciones económicas del rico portugués con su cuñado Mauricio Braun.
Mientras Sara Braun, en virtud del aporte económico que le brindaba el
matrimonio, se convertía en una de las piezas fundamentales en el naci-
miento del imperio, la figura de Mauricio crecía a pasos agigantados. Este
miembro de la familia Braun había visto épocas de privaciones, trabajo
y esfuerzo desde su infancia. Fue parte de la sacrificada vida de inmigran-
tes que inició su padre por lo que conocía la realidad cotidiana de un
pionero desde sus comienzos. A los 12 años ya trabajaba en el comercio
de Bloom, Schroeder y Cía de Punta Arenas y a los 15 años lo hacía en
el negocio de Nogueira. Allí empezó como simple dependiente, pero pron-
to pasó a ser hombre de confianza y aún socio en algunas actividades. De
Nogueira aprendió la sagacidad comercial, a la vez que aquél valoraba la
inteligencia y habilidad de Mauricio. A partir de allí inició una carrera
que lo llevó a dominar la ganadería, el comercio, la navegación, la in-
dustria y otras prósperas actividades. Su actividad y poder económico fue
tan grande que sólo podemos hacer aquí un breve resumen.
En 1884, cuando sólo contaba con 19 años, obtuvo su primer campo
a través de un remate fiscal que le concedieron por cinco años un arriendo
de 4.000 hectáreas en Otway Station. Cuando en 1893 fallece su cuñado,
José Nogueira, su hermana Sara le llama para que la represente en la orga-

s
Mateo Martinic Beros, "José Nogueira, primer pionero y hombre de fortuna de
la antigua colonia de Magallanes a la luz de papeles inéditos": Anales del Instituto
de la Patagonia 1 (Punta Arenas 1971), p. 64.

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224 Rosario Giienaga de Silva

nización de la gran concesión de un millón de hectáreas en Tierra del


Fuego. Nace así la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, la misma
"llegó a disponer de 1.376.160 hectáreas. Al final de cada período de arren-
damiento debió devolver extensas superficies, ya preparadas para un apro-
vechamiento intensivo. Las devoluciones alcanzaban en 1938 a 800.000 hec-
táreas, con instalaciones y elementos de trabajo.
En 1958 las superficies en explotación eran: 934.115 hectáreas en pro-
piedad, en Chile, y 313.952 en la Argentina. Las tierras arrendadas en
Tierra del Fuego sumaban 572.950 hectáreas. Es decir, 1.857.017 de las
cuales, 1.284.067 eran de dominio privado"9.

Cuando falleció Mauricio Braun en 1953, figura fundadora y dominan-


te de la sociedad, la misma tenía 1.250.000 lanares, que daban como fruto
700.000 kilos de cueros y dos millones y medio de carne y menudencias,
que complementaban a la producción principal constituida por cinco mil
millones de kilos de lana. Pero no quedó en ta Sociedad Explotadora de
Tierra del Fuego su poder como ganadero, sino que también adquirió
otras propiedades y arrendó tierras en el territorio de Santa Cruz y en
Chubut.
El inmenso poder económico de Mauricio Braun se acrecentó con la
participación en otras actividades. En cuanto al comercio, labor en la que
tenía una gran experiencia, su figura como empresario comenzó a crecer
desde que actuó al lado de José Nogueira. Su cuñado se había asociado
a Gastón Blanchard en 1887 para fundar una casa de comercio de ramos
generales; a ella se asoció el joven Mauricio. Al fallecer Nogueira surgió
la firma Braun y Blanchard en 1893. La organización comercial creció
considerablemente alcanzando a tener vinculación en Londres, Hambur-
go, Paris, Valparaíso, Buenos Aires y otras importantes ciudades. Sin
abandonar la actividad original: el comercio, la firma actuó también co-
mo empresa naviera, financiera, industrial y minera. Tbvo casas en Chile
y en Argentina, ejerciendo sus actividades en distintas provincias y territo-
rios, aunque su casa central siempre se mantuvo en Punta Arenas. La im-
portante firma Braun-Blanchard tuvo como competidora a la de José Me-
néndez, otro de los poderosos negociantes de Punta Arenas.
A pesar del casamiento de Mauricio con la hija de José Menéndez en
1895, las relaciones comerciales.no variaron. La lucha competitiva por el
predominio económico entre suegro y yerno duró hasta 1908. La constan-

* Emilio Ferro, "Mauricio Braun estanciero": Argentina Austral, tomo 1, (Buenos


Aires 1978), p. 97.

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Alemanes en el extremo austral de América 225

te rivalidad y la crisis económica mundial de 1907 llevaron a que ambas


firmas comerciales se unieran el 10 de junio de 1908, naciendo la "So-
ciedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia". La pode-
rosa sociedad, que llegó a ejercer un predominio en el comercio y en la
navegación patagónica, actuó primero como sociedad chilena y poco des-
pués como argentina, fijando su domicilio legal en Buenos Aires.
Mientras tanto, la firma Braun y Blanchard no desaparece sino que sigue
actuando y creciendo, pero en la zona del Pacífico, con sede en Valparaíso.
La "Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia"
es la equivalente en la actividad comercial de lo que representa en la gana-
dería la Sociedad Exportadora de Tierra del Fuego. Fue su presidente has-
ta 1918 José Menéndez y desde su muerte — producida en ese año — hasta
1932, Mauricio Braun. El poder económico de Mauricio y del resto de los
miembros de la familia Braun se manifestó en todas las actividades pro-
ductivas. De su sola mención resultaría una lista extensísima, pero el co-
nocimiento del enorme capital familiar nos permite señalar que las distin-
tas ramas creadas — como la Braun—Menéndez — constituyeron un tronco
de enorme fortaleza capitalista.
Aunque se ha resaltado el peso económico y social de esta colectividad,
cuyo peso numérico no es concomitante con tal situación, no por ello de-
bemos pensar que la totalidad de los inmigrantes alemanes lograron una
posición próspera y dedicaron su vida al mundo de los negocios. Por
ejemplo, las profesiones auscultadas en Río Gallegos según el censo de
1911, señalaban que 4 alemanes se dedicaban al comercio, 2 eran emple-
ados, 1 jornalero, 1 constructor y 1 carpintero. No obstante, se nota una
especialización en contraste con otras colectividades de inmigración masi-
va, como la española o la chilena que muestran la presencia de un gran
porcentaje de jornaleros.
Difícil, o casi imposible, resulta individualizar a quienes ocuparon los
estratos más bajos de la sociedad por sus tareas. No obstante, por integrar
los grupos de inmigrantes formados en ideologías revolucionarias que lle-
garon a Argentina y Chile en las primeras décadas del siglo XX, ya por
ir formando parte de los sectores que encontraron más limitados los
cauces de permeabilidad social, cuando se registran las grandes huelgas
surpatagónicas de 1921-22, que se canalizan en conflictos armados y cul-
minaron con una sangrienta represión, aparecen algunos alemanes in-
tegrando los contingentes de obreros levantados. Junto al español Anto-
nio Soto y a otros dirigentes de diversas nacionalidades, participó el anar-

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226 Rosario Giienaga de Silva

quista germano Franz Lorenz en el sur de Santa Cruz; actuando también


en esta zona un tal Otto, conocido por su nombre de pila y por su apodo
de "el alemán", que oficiara de improvisado instructor de los huelguistas
en armas. No es por cierto mi interés ni el objeto de este trabajo considerar
los sangrientos levantamientos, pero sí señalar que, aunque en un número
muy inferior a los españoles y chilenos, alemanes como el herrero Kurt
Kaiser Berg, detenido en Puerto Deseado, o Fritz Lütjen, arrestado en Río
Gallegos, quizás hubieran pasado ignotos, de no registrarse estos aconte-
cimientos. Situación similar a la de los activos participantes Carlos Lippe
y Juan Parkensen; sin olvidar a Ernesto Francisco Reith y a Federico
Heerssen Dietrich, jóvenes de acción que integraban una pequeña banda
autodenominada "El Consejo Rojo". Por supuesto que frente a éstos, se
agruparon los comerciantes, estancieros y otros miembros de la colectivi-
dad alemana que directa o indirectamente vieron comprometidos sus inte-
reses o se opusieron a los levantamientos por entender que no se conjuga-
ban con sus concepciones de vida. De allí que la misma legación diplomá-
tica de Alemania ante el Gobierno argentino pidiera la protección de per-
sonal y bienes de sus conciudadanos establecidos en Santa Cruz.
Como se ha analizado, la presencia alemana en las regiones australes
que se deja sentir como parte del desarrollo del proceso inmigratorio re-
gistrado a fines del siglo XIX y principios del XX, deja marcas indelebles
en el proceso histórico del extremo austral de América. La economía, la
sociedad, la cultura y aún la política nacional e internacional muestran
la influencia de tal presencia; pudiéndose señalar finalmente que la nave-
gación y las exportaciones muestran también importantes vinculaciones
con Alemania que abren nuevos y trascendentes temas de investigación.

RESUMEN

La presencia de alemanes en el extremo sur patagónico constituyó uno


de los aspectos sociales y económicos más significativos, que ayudó a dar
una particular personalidad a la conformación regional. Tánto en la etapa
de los pioneros como en la de consolidación de las economías territoriales
de Magallanes (Chile) y Santa Cruz (Argentina), formaron parte de la ole-
ada inmigratoria europea que pobló los campos y las ciudades. Aunque
el número de colonos alemanes no haya sido comparable al de otras na-
cionalidades, conformó un núcleo que ocupó un lugar preponderante

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Alemanes en el extremo austral de América 227

dentro de los sectores extranjeros. Pero no sólo nos preocupa, en este tra-
bajo, la cantidad de residentes de ese origen en la región, sino también,
y principalmente, el rol económico y social alcanzado por este grupo.
El análisis de la inmigración alemana en el extremo austral americano
se inserta dentro de referencias políticas y económicas del proceso históri-
co de la región y los dos países, de acuerdo a las necesidades de explicación
de una etapa en la que ellos fueron testigos y protagonistas.

ZUSAMMENFASSUNG

Die Präsenz von Deutschen im äußersten Süden Patagoniens war einer


der bedeutsamsten ökonomischen und sozialen Faktoren für die eigene
Prägung jener Region. Sowohl in der Pionierzeit als auch während der
Konsolidierungsphase der Wirtschaft in den Provinzen Magallanes (Chi-
le) und Santa Cruz (Argentinien) gehörten die Deutschen zu den europäi-
schen Einwanderern, die Land und Städte bevölkerten. Obwohl die Zahl
der deutschen Kolonisten mit der anderer Nationalitäten nicht vergleich-
bar war, nahmen sie eine besondere Stellung ein. Von Interesse ist jedoch
nicht nur die Quantität der deutschen Einwanderer in der genannten Re-
gion, sondern auch und vor allem die Rolle, die von dieser Gruppe im öko-
nomischen und sozialen Bereich übernommen wurde.
Die Darstellung der deutschen Einwanderung im äußersten Süden
Amerikas fügt sich ein in die Geschichte der Region und der beiden Län-
der. In jener Epoche waren die Deutschen dort sowohl Protagonisten als
auch Zeitzeugen.

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