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El origen del coronavirus 

SARS-CoV-2, a la luz de la evolución.

La situación tan extraordinaria que estamos viviendo como consecuencia de la


pandemia de COVID-19 es solo comparable, salvando las distancias, a la que hace poco
más de un siglo padeció el mundo con la de gripe de 1918. Nunca les agradeceremos lo
suficiente todo lo que están haciendo. Los científicos intentamos aportar también
nuestro trabajo y experiencia al conocimiento de este virus y a la lucha contra él.
En un mundo globalizado en el que triunfan los bulos propagados a velocidad meteórica
por todo el planeta, uno de los temas que está generando mayor desinformación es el
relativo al origen del SARS-CoV-2.

La ciencia no se basa en opiniones


El SARS-CoV-2 no es un virus artificial, sino que ha surgido por selección natural a
partir de otros del género Betacoronavirus, dentro de la familia Coronaviridae. Por
ejemplo, un coronavirus muy similar al SARS-CoV-1, responsable de la epidemia de
2002, fue en su día identificado en civetas de palmera comunes de un mercado de
animales vivos en Guangdong , así como en trabajadores del mismo mercado.
Otra opción es que, a partir de una transmisión lejana desde murciélagos o
pangolines, este coronavirus haya evolucionado en nuestra especie durante mucho
tiempo de forma asintomática, hasta que hace pocos meses aumentó su virulencia y
comenzó a producir la enfermedad COVID-19. Un dato muy interesante es que, al
analizar en detalle la secuencia de aminoácidos de la proteína que forma las
características espículas de diferentes coronavirus, la del SARS-CoV-2 presenta algunas
diferencias muy claras con respecto a las demás de la familia.

Desprecio de la ciencia
A diferencia de cómo trabajan los ingenieros , la evolución biológica no va en busca de
la «perfección» o la «optimización» sino que hace bricolaje con lo disponible: las
soluciones que adopta no son las óptimas, sólo aquellas suficientemente viables en cada
caso como para seguir avanzando. Por tanto, no es defendible que uno de esos
«científicos locos» de las malas películas de ficción hubiese sido capaz de idear un virus
como el SARS-CoV-2. Por el contrario, la naturaleza sí sabe hacerlo cuando dispone del
tiempo suficiente y se produce un contacto estrecho entre distintas especies animales
con la frecuencia necesaria.

Propaganda conspiranoica
Holmes , dada la gran distancia genética ya comentada resulta evidente que este virus de
murciélago no puede ser el antecedente directo del que está produciendo la pandemia de
COVID-19. De forma muy gráfica Rasmus Nielsen, genetista de la Universidad de
California en Berkeley, ha indicado en su cuenta de Twitter que ambos virus son «tan
similares entre sí como una persona y un cerdo». Además, al bulo del virus fabricado en
un laboratorio y luego liberado desde él se ha sumado incluso un premio Nobel que
propone, sin ningún fundamento bioquímico, genético o evolutivo, que el SARS-CoV-2
contiene secuencias del virus de la inmunodeficiencia humana , causante del
sida, introducidas de manera artificial. Muchos virus, incluyendo los coronavirus, el
VIH y el virus del resfriado común, contienen fragmentos genómicos similares
adquiridos en algún momento lejano de su pasado evolutivo, pero esto no tiene nada de
extraordinario.

El culpable es la promiscuidad viral


Contrariamente a la idea del escape desde un laboratorio, el origen de este nuevo
coronavirus humano en la naturaleza está claramente apoyado por esa promiscuidad
viral que mencionábamos. Ante las afirmaciones sin pruebas, estas preguntas quedan sin
respuesta. Por otra parte, incluso suponiendo que fuera cierta la idea del escape desde
ese laboratorio , con ello no se estaría diciendo nada acerca del origen evolutivo del
SARS-CoV-2. Si su origen es natural nos encontraríamos de nuevo en el punto de
partida.

En el siglo XVIII, David Hume y Pierre-Simon Laplace nos enseñaron que las


afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Ante las afirmaciones
de un origen artificial del SARS-CoV-2 o de un escape desde el laboratorio de
Wuhan, sus autores no aportan ninguna prueba.

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