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EXPERIENCIA DE SOMBRA Y MUSICA

(José Hierro - Homenaje a Haendel)

No era la mú sica divina a la carne, beso a las bocas?

de las esferas . Era otra Vidrio de siglos de la fuente

humana: de aire y agua y fuego. de donde toda mudez brota.

Era una mú sica sin hora

y sin memoria. Carne y sangre ¿Tú también, hija mía, mú sica,

sin final ni principio. Bó veda tú también?

de alondras nocturnas. Panal Á guila, corona

de llama en las cumbres remotas. errabunda. ¿Tú también? Má gica,

solitaria, majestuosa,

Perfectamente lo recuerdo. arriba, inmó vil, ¿reinas, riges

Luminoso , por gracia y obra la noche? Y bajas a la roca

del misterio. Transfigurado donde la carne prometea

de eternidad y fiebre y sombra. sufre sus viejas sedes nó madas.

Era una mú sica imposible Y hundes el pico en sus entrañ as,

como un ser vivo. Prodigiosa la atormentas hasta que implora.

como un presente, eternizado

en su cenit. Oí sus ondas De tierra y aire y agua y fuego

candentes . Rocé con mis dedos y carne y sangre ... Prodigiosa

la palpitació n de su forma. como un presente eternamente

presente . Bebes gota a gota

Aquí principia el tiempo. Urna las estrellas sonoras; sorbo

de luna, cá rcel de aroma. a sorbo, todo el dolor, toda

Es ya todo celestemente la vida, todo lo soñ ado:

material. Suenan venas-violas, el Universo . Ya no importa

trompas -nostalgias, corazones- morir. Hacernos eco tuyo.

claveles-obó es... ¿Quién deshoja

la subterrá nea luz, los nú meros La muerte rompe con su proa

armoniosos? ¿Qué cuerdas roban la tristeza; tú eres su estela:

vida a lo mudo, melodía pulverizada luz. Ahondas


en el alma : la haces má s alma; Que habían sido, un solo instante,

en la carne helada: la tomas boca ardiendo contra otra boca.

primaveral, la vistes de alma, Que habían sido vida, y eran

encadená ndola a tu ó rbita. nube y ceniza en la memoria.

No era la mú sica celeste Jiró n fatal de la belleza,

de las esferas . Era cosa Só lo queda llorar a solas.

de nuestro mundo . Era la muerte Pero ya sin lá grimas, ya

en movimiento. Era la sombra sin palabras, las misteriosas

de la muerte . Paralizaba que dicen aquello que ocultan,

la vida al borde de la aurora. callan aquello que pregonan.

Sin transparencia si se miran.

Y, de pronto, se oye el silencio. De granito , cuando se tocan.

Todo recobra su luz propia. Jiró n fatal de la belleza,

La carne -oía nuestra carne- imposible cuando se nombra.

vuelve a ser piedra, cá rcel, fosa. Sobre la escarcha de la mú sica

Hundí mis manos de diamante pétalo a pétalo se agosta.

entre las pá lidas corolas. Arcos de plumas la arrebatan.

Alcé las crestas de las aguas

hasta el reino de las gaviotas. Y la noche, de nuevo, cobra

Manos que habían recorrido su realidad de ruinas pá lidas

muchos kiló metros de olas. bajo la luz de las antorchas.

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