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El museo de la memoria
Si comprender es imposible,
conocer es necesario,
porque lo sucedido no puede volver a suceder
Primo Levi
Hay un chiste que circula en las redes sobre la razón por la que los
extraterrestres no nos visitan: porque no hay vida inteligente por acá. Si
llegaran las transmisiones de TV y los datos de las redes sociales hasta el otro
lado de la galaxia y cayeran en manos de una civilización avanzada o mejor, de
la última humanidad de Stapledon. ¿Qué pensarían?
La historia de la humanidad ha estado repleta de guerras, violencia y desastres
humanitarios causados en su mayoría por la acción o inacción de los seres
humanos. Pero hay episodios dignos de una película de terror como el
genocidio de Rwanda, la guerra de los Balcanes o los testimonios que
aparecen en el tomo II del Informe de la Memoria Histórica Guatemala Nunca
Más. Todo un espectro de atrocidades, desde caza deportiva y aniquilación de
especies animales hasta el sumun de la crueldad fría, psicótica y despiadada
del Holocausto, pensado, organizado y llevado a cabo por los nazis en los
campos de exterminio como Auschwich-Birkenaw , en contra de casi dos
millones de seres humanos (un millón cien mil), en su mayoría judíos (un
millón), gitanos (veinte mil), personas con discapacidades, prisioneros de
guerra y otros grupos (cien mil aproximadamente). En total durante el
Holocausto murieron aproximadamente once millones de personas.
Este intento de país, en este planeta con todos nosotros encima, con
brutalidades tan enormes, pequeñas y personales mezquindades pero con
tantas grandes cosas que podemos hacer para remediar lo desagradecidos
que somos con nuestra preciada vida humana (como le llaman los budistas).
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Misión
O vos, qui intratis, omni spe auferte (Oh, tu que entras, abandona toda
esperanza).
Era la inscripción arriba de una gran puerta de un tono tan oscuro que se sentía
envolvente, invasivo, penetrante y de un material indefinido, frío al tacto. Si se
observa con cuidado, debajo de la inscripción principal también puede leerse:
«Solo quien ha vivido con honor podrá traspasar el umbral con esperanza».
En algún momento del recorrido recordé a un poeta romántico italiano que leí
por encima en la escuela.
Aún con lágrimas en los ojos por la experiencia horripilante estoy en la fila con
algunas de las personas que reconozco de la bodega. Todas con lágrimas en
los ojos y visiblemente descompuestas.
Se abre la puerta, una ráfaga de aire fresco me golpea el rostro y seca mis
lágrimas.