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El Dinosaurio de don Tito

Este libro hay que leerlo manos arriba:


su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada
y la belleza mortífera de la falta de seriedad.
Gabriel García Márquez

Se acerca otro aniversario del aterrizaje de Augusto Monterroso un 21 de


diciembre de 1921 en una provincia del Paraiso Imperfecto, Tegucigalpa,
coincidiendo casi con el primer centenario de la mentada independencia patria.

Que sea este un pequeño homenaje adelantado a uno de los escritores mas
importantes del rebaño de Ovejas Negras.

El dinosaurio, el microcuento más famoso de Augusto Monterroso, maestro de


la brevedad, el más parafraseado en el mundo de los escribientes aunque no el
único.

Sus momentos en Guatemala hicieron que fuera como es, que escribiera como
escribe, como lo leemos y como deseamos algunos escribir. El contexto hace
al escritor y a su obra. Si no fuera por sus años viviendo a la sombra del
dictador Ubico, no tendríamos sus cuentos y tampoco su Dinosaurio.

Pero tampoco a sus Ovejas negras, con las que podemos sentirnos
identificados y reflejados. O su Letra e, pensamientos y reflexiones extraídas
de su diario personal. Sin sus letras no podríamos vernos en los espejos de La
Vaca ni acompañar a fray Bartolomé en su iluminación sobre El Eclipse ni
preguntarnos si alguien nos lee o nos mira como al pobre Espejo neurótico que
no podía dormir.

Al escritor lo forma el contexto como dije y el montón de pequeños y grandes


momentos que atraviesa A Tito Monterroso lo definió su vida y su vida fue
definida por sus escritos llenos de humor (¿negro?) su escandalosa capacidad
para la ironía y su manejo exquisito del lenguaje que le permitieron escribir
aquello de la Sinfonía sin siquiera puntos ni comas Incluso me parece que el
punto final no lo puso él sino sus editores así como la dama pelona se lo puso
a su vida

Nunca lo conocí en persona, aspecto lamentable de mi biografía, pero se


puede dar un vistazo a su vida por sus amigos y compinches, contemporáneos
y no tanto. Dicen que era bajito mas no chaparro, gracioso pero afilado, poco
platicador y breve en sus escritos, como si hablar y escribir poco fueran
suficientes para darse a entender, pero certero para las estocadas y dicen que
tampoco muy florero; cuando hacía elogios se sabía lo que realmente eran,
algo así como el maestro Fombona a Feijoo.

Alguien comentó que existen escritores peligrosos y Monterroso era uno de


ellos. Sus cortas fábulas y cuentos aparentemente inocuos introducen ideas
peligrosas que lo dejan a uno pensando en el Espejo aquel, como le pasó a
Asimov precisamente con el Mono que quería ser escritor satírico.

El ambivalente Pollo Ronco declaró el día de la noticia de su muerte:

Uno de los buscadores de oro de las letras universales ha


partido al más allá y sus obras estarán siempre con nosotros,
nunca será olvidado

Alguien también dijo que a los insignes escritores hay que nombrarlos en
presente porque están allí en sus libros, en sus columnas y en sus diarios,
constatable fácilmente al leer algunas de sus descripciones en El viaje o en Los
buscadores.

Algunos dinosaurios evolucionaron en aves, don Tito se hizo Pájaro


hispanoamericano.

Y cuando despertamos, Tito aún estaba allí (riéndose de nosotros).

Imagine el fantástico bestiario de Borges tomando el té con


Alicia. Imagine a Jonathan Swift y James Thurber
intercambiando notas. Imagine a una rana del condado de
Calaveras que hubiera leído realmente a Mark Twain: he aquí
Monterroso (Carlos Fuentes).

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