Está en la página 1de 2

− Vas a ver que es muy fácil. Todo pasa tan rápido y sin embargo ahí está cada día.

a. Y cada uno
es especial.
− Pero ¿qué tengo que hacer?
− Eso no te lo puedo decir yo. En realidad no te lo puede decir nadie. Aunque muchos van a
intentar decirte lo que debes hacer y lo que no, pero tus decisiones van a ser sólo tuyas.
− Dijiste que era fácil, todo eso suena tan difícil...
− Es fácil, si le das tiempo. Todo tiene su ritmo y las palabras no van a servirte de nada hasta
que no estés en el momento justo de cada cosa. Yo no puedo decirte que uses una llave si todavía
no encontraste la puerta que le corresponde.
− Creía que me ibas a dar explicaciones precisas, bueno, al menos eso me habían dicho.
− Algunos me entienden mal. No es a mí a quien debes obedecer sino a ti.
− Entonces no eres de gran ayuda, igual daba que vinieras a despedirme o que me fuera solo.
− Bien, puedes escuchar lo que te digo y recordarlo a medida que encuentres las puertas. Yo te
doy todas las llaves. Pero después todo depende de ti.
− ¿En verdad recordaré lo que me dices? Muchos dicen que después se olvida.
− Es tu decisión. Todos pueden recordar pero a veces prefieren olvidar y no hacer nada. Las
llaves son las mismas para todos. Unos las usan, otros las olvidan.
− ¿Pero entonces yo debo buscar las puertas y hacer lo que me parezca?
− Vas entendiendo.
− Te hice una pregunta.
− Tú te respondiste.
− Debo buscar...
− Exacto.
− ...y hacer.
− Así es. Buscar, hacer. Es todo lo que necesitas para ser.
− ¿Y qué seré?
− Lo que tú hagas. Eso vas a ser.
− No me ayudas mucho. Creo que me voy a sentir muy solo.
− No estás solo. Tienes las llaves que te di. Y además algunas puertas tendrán más de una
cerradura. Entonces tendrás que unirte a otros para abrirlas. Será una experiencia maravillosa. La
llamaras amor.
− Y a ti si te recuerdo ¿cómo te llamaré?
− Como tú quieras, Ya me han puesto muchos nombres. Algunos al recordar mi voz piensan
que estoy dentro suyo. Otros creen que estoy en otra parte.
− ¿Y dónde estás en realidad?
− Aquí, por supuesto.
− ¿?
− No te extrañes. Sé que no sabes dónde estás. Tampoco sabrás a dónde vas a estar. Pero
puedes ponerle un nombre a cada lugar y cada cosa. Eso ayuda.
− Bien ¿qué más debo saber?
− Eso es todo.
− No es mucho.
− Es mucho lo que puedes hacer. Ahora debes irte.

Cuando nació todo era nuevo. Fue creciendo, buscando y aprendiendo, como todos.
Muchas veces sintió miedo y pensó que alguien o algo podría decirle cómo vivir. A veces lo
reconfortaba el extraño sonido, como un recuerdo, de una voz que no sabía muy bien de dónde
provenía. Decidió llamarle Dios y le dijeron que él había dado indicaciones precisas y que,
obedeciéndolas, ya no tendría miedo y podría ser feliz.
Eso lo tranquilizó. En verdad ya no sintió temor; no buscó más nada y podría decirse que fue feliz.
A no ser por una sensación de vacío que a menudo sentía pero a la que le restó importancia.
Después de todo qué más podría haber deseado, su vida fue tranquila; o para ser más claros
digamos que toda su existencia transcurrió sin sobresaltos... excepto, claro, el último. Justo un
instante antes de morir lo estremeció un angustioso pensamiento: el de un gran manojo de llaves y
muchas puertas cerradas. Quizás en ese segundo comprendió todo. Quizás no, y fue sólo ese
horrible escalofrío, indescifrable.
De todos modos, era ya muy tarde.
 

También podría gustarte