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Monólogo de Marta

Hola, yo soy Marta, la Hermana de Lázaro y María. Nosotros crecimos junto con Jesús,
así que siempre fuimos buenos amigos.
Cuando María y yo quedamos viudas, nos mudamos con mi hermano Lázaro, quien también
había quedado viudo.
Jesús y Lázaro siempre fueron amigos muy cercanos.
Cuando la fama de Jesús se extendió, a veces llegaba a nuestra casa a descansar para seguir
a otros pueblos. Generalmente nos mandaba avisar un día antes, pero en esta visita particular
teníamos unas 3 horas de aviso. Además, sus seguidores se habían multiplicado, así que
podían ser entre 15 y 100 personas.
En tierras nómadas y desérticas, la hospitalidad era algo muy importante, que iba desde un
beso, agua y aceite para ungir los pies maltratados por la tierra, hasta un alimento rico y
fortalecedor, ¡eso podía hacer la diferencia entre la vida y la muerte para los viajeros del
desierto!
¡Yo estaba tan ajetreada….! Toda la mañana había estado barriendo, limpiando, restregando,
sacudiendo, buscando alguna receta para preparale a estos hambrientos huéspedes.
¡Todo tenía que estar perfecto! ¡Cada minuto era valioso, tantos detalles que cubrir…!
En eso, Jesús llegó… ¡y luego… María se apresuró a recibirlos como ANFITRIONA!
Les dió la bienvenida y los acomodó en el patio. Les pasó agua para sus pies, ¡el agua que YO
había estado acarreando toda la mañana! y luego, ¡se arranó a los pies de Jesús!
¿QUEEE? ¡Un momento! ¡Me dejó sola con todo el trabajo! ¿Pueden imaginarse?
¡Claro que pueden! De seguro a más de uno le ha pasado lo mismo. No pude evitarlo,
empezó a surgir en mi coraje y luego murmuraba dentro de mi. Yo agitaba mi cabeza con
indignación y resentimiento. ¡Estaba más y más frustrada! Hasta que… exploté: “¿Dónde está
María, por qué no me está ayudando? ¡Mírala, Señor, estoy haciendo el trabajo yo sola…!
¡Dile algo…. Dile que vaya a la cocina y me ayude!
Pero Jesús dijo, …. Mucho más paciente de lo que yo esperaba. “Marta, Marta, no te
preocupes ni te afanes por tantas cosas. Solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la
mejor parte, la cual no le será quitada”.
¡Yo estaba anonadada…todo mi trabajo….! ¿Qué estaba diciendo Jesús?......
Analizando en ese momento, acepto que mi pregunta fue de envidia. Así como,
“¿Acaso no soy yo la correcta en la familia, la amable y admirable? ¡Mira que duro estoy
trabajando!”
Y la respuesta de Jesús fue más como: “No, tú no eres ni más, ni menos justa que tu Hermana.
Eres humana, y necesitas Amor y Apreciación, y tratas de ganarte algo que se te ha dado
gratis”.
Me cayó…… como balde de agua fría…. Pero eso me hizo recapacitar. María sabía que
las buenas nuevas no le serían quitadas, y las buenas nuevas estaban ahí… a los pies de
Jesús.
Jesús no rechazaba mi servicio, ni mis platillos, ¡oh, créanme, El sabía apreciar muy
bien ese guiso de carnero! Tampoco rechazaba las túnicas que a veces le cocía. No, El
simplemente me recordó que el servicio, SIN entendimiento y SIN gozo es vacío …vano.
Yo estaba tan ocupada en mi rol de “perfecta” ama de casa y anfitriona, que no veía la

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