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Introducción
El objetivo primordial del manejo clínico del paciente con síndrome metabólico es reducir
el riesgo de enfermedad aterosclerótica íntimamente ligada a este desorden metabólico.
No existe un tratamiento especial para el síndrome metabólico, aunque se puede decir que
para todos los pacientes es común la dieta y ejercicio, así como la eliminación de hábitos nocivos
como el cigarrillo y el exceso de alcohol. En general el tratamiento no es diferente al tratamiento
de sus componentes. Cada factor de riesgo requiere de la mejor droga disponible para cada
anormalidad en particular. La intensidad del manejo de los factores de riesgo en el síndrome
metabólico depende en parte del riesgo global del paciente para el desarrollo de enfermedad
cardiovascular. Pacientes de alto riesgo requieren una más agresiva estrategia terapéutica. El score
de Framingham continúa siendo la mejor opción para evaluar el riesgo cardiovascular.
Insulinarresistencia e hiperglucemia
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Comparado con otros riesgos del síndrome metabólico, la glucosa alterada en ayunas (100 a
125 mg/dl.) tiene el mayor poder de predicción para la aparición de diabetes, con un rango desde
3.58 a 8.73 % por año (1). La Asociación Americana de Diabetes ha introducido el término “pre-
diabetes” para aplicarlo a estos individuos o a quienes presentan curvas de glucemia alteradas.
En la actualidad hay un creciente interés en la posibilidad de que las drogas que reducen la
insulinorresistencia (metformina o glitazonas) puedan retardar el comienzo de la diabetes tipo 2 y
reducir el riesgo cardiovascular cuando el síndrome metabólico ya está presente. A pesar de que la
insulino resistencia se asocia con riesgo cardiovascular aumentado, ni la metformina ni ninguna de
las tiazilidindionas del mercado mostraron reducción del riesgo cardiovascular en síndrome
metabólico, prediabetes o diabetes.
El estudio americano DDP (Diabetes Prevention Program) fue concluyente en este aspecto,
examinó la utilidad de la metformina para evitar la aparición de diabetes tipo 2 en más de 3.000
pacientes con síndrome metabólico. Luego de 3 años de seguimiento, los pacientes del grupo
control progresaron a diabetes tipo 2 con una tasa de alrededor del 11% por año. Esta cifra se
redujo en un 31% con metformina y en un 58% con estrictos cambios en el estilo de vida (2).
Conviene recordar también, que los componentes del síndrome metabólico, y en especial la
resistencia a la insulina, evolucionan con el tiempo en cada individuo. Al momento de tener
delante al paciente, estamos observando simplemente un momento, un punto, de un proceso
evolutivo. Esta evolución no siempre implica un empeoramiento. Es frecuente por ejemplo ver
“curaciones” de diabéticos tipo 2 hiperobesos luego de la cirugía bariátrica (hasta 97% en series de
Chile y Suecia. Existe fuerte evidencia de que un descenso ponderal de alrededor del 7% del peso
corporal total inicial, en base a dieta, sumado a un plan de actividad física aeróbica (caminatas de
30 minutos 5 veces por semana) logra disminuir el pasaje de pre-diabetes a diabetes tipo 2 en algo
más del 40%.(1)
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En los pacientes con diabetes tipo 2 establecida, los estudios clínicos confirman una
reducción del riesgo cardiovascular y las complicaciones microvasculares cuando se controla la
glucemia (hemoglobina glicosilada menor a 7 %).
Obesidad abdominal
La obesidad visceral es fundamental para que se origine el síndrome metabólico, y constituye uno
de sus principales criterios diagnósticos. Reducir el peso de individuos con obesidad abdominal y
síndrome metabólico es una prioridad fundamental.
Objetivo
La meta principal de la pérdida de peso es conseguir una declinación del 7 al 10 % del peso
corporal total inicial, dentro de un periodo de 6 a 12 meses. Tanto la reducción del peso y el
mantenimiento del mismo son alcanzados con una ingesta hipocalórica, un incremento en la
actividad física y la implementación de principios de cambio de hábitos.
Esta estrategia permite obtener un impacto favorable en el perfil metabólico y reducir el riesgo
cardiovascular.
Dietas
La pérdida de peso debe ser progresiva con una restricción calórica aproximada de 400-500
calorías diarias, lo cual permitirá una reducción del 1 % del peso por semana. El tratamiento inicial
de la obesidad está basado en un plan alimentario personalizado (rico en fibras, pobre en grasas (<
30%) con menos del 7% de grasas saturadas, con un adecuado aporte proteico (20%) y de hidratos
de carbono (50%), limitando la ingesta de azúcares altamente refinados y almidones). Además,
debe haber una amplia ingesta de frutas, vegetales, granos enteros, y pescado
.
La ATP III recomienda para individuos dislipidémicos, un 25 a 35 % de calorías en forma
de grasas totales. Si el contenido graso baja del 25 %, los triglicéridos pueden aumentar y el nivel
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de HDL-C declinar. Consecuentemente, dietas de muy bajo nivel graso pueden empeorar la
dislipidemia aterogénica. Para evitar el agravamiento de la dislipidemia aterogénica en pacientes
con síndrome metabólico, algunos investigadores favorecen una ingesta grasa dentro del rango del
30 al 35 %; otros, sin embargo, están preocupados por el posible incremento de peso resultante de
la ingesta de un alto contenido graso a largo plazo, y por lo tanto prefieren que ésta se encuentre
dentro del 25 al 30 %. Por muchos años, un régimen bajo en grasas fue impulsado debido al hecho
que la alta densidad calórica de las grasas incrementaba la probabilidad de obesidad. Más
recientemente, ha crecido el interés sobre la posibilidad de que una dieta alta en proteínas y baja en
carbohidratos resulte en la reducción de peso. La razón parece ser que las grasas y las proteínas
ofrecen saciedad, mientras está ausente en los hidratos de carbono.
Aunque, no hay suficiente documentación que compruebe que una dieta hipocalórica y alta
en grasas y proteínas pueda mantener un bajo peso corporal a largo plazo. Incluso, luego de un año
de consumir dicha dieta, pacientes severamente obesos no demuestran más reducción de peso que
aquellos suscriptos a un régimen convencional de pérdida de peso. Dietas altamente proteicas de
cualquier tipo no son toleradas muy bien por individuos con enfermedad crónica renal que tienen
la filtración glomerular marcadamente disminuida. El exceso de proteínas aumenta la cantidad de
fósforo, lo que puede causar acidosis y empeorar la resistencia insulínica.
Una pérdida de peso efectiva requiere una combinación de actividad física, motivación y
restricción calórica; una efectiva manutención de peso corporal bajo de por vida, demanda un
balance entre el consumo calórico y la actividad física (2).
La Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos autoriza la terapéutica
farmacológica de la obesidad cuando:
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- El IMC es 30 kg/m2
- El IMC es 27 kg/m2 y se asocia a co-morbilidades
- Es necesario realizar una cirugía que requiera un descenso de peso inmediato (traumatológica,
abdominal, etc)
- Incapacidad para perder peso luego de reiterados intentos o dificultad para mantener el peso
perdido por métodos no farmacológicos. (3).
El orlistat fue aprobado por la FDA para su uso en 1999 en dosis de 120 mg con desayuno,
almuerzo y cena. Su mecanismo de acción se basa en el bloqueo irreversible de las lipasas
digestivas, principalmente la pancreática, impidiendo la hidrólisis de los triglicéridos en ácidos
grasos absorbibles y monoglicéridos resultando en una reducción de la absorción del 30 % de las
grasas (8). El estudio con mayor seguimiento realizado con drogas antiobesidad es el XENDOS
(XENical in the prevention of Diabetes in Obese Subjects). El mismo randomizó 3305 pacientes
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obesos, con un seguimiento de 4 años; el 21% presentaba intolerancia a la glucosa. Comparó una
estrategia de orlistat + cambios en el estilo de vida [dieta hipocalórica y ejercicio] vs. placebo +
cambios en el estilo de vida (9). Sus resultados demostraron por primera vez que un agente
antiobesidad asociado a cambios en el estilo de vida produjo un descenso del peso significativo a
largo plazo.
El beneficio que se obtiene con el uso de orlistat abarca no solo a los pacientes con
sobrepeso/obesidad, sino que se extiende a los portadores de alteraciones metabólicas asociadas al
sobrepeso, diabéticos tipo 2 con un mejor manejo de las glucemias, y a su vez previene la
reganancia de peso una vez discontinuado el tratamiento. Es una medicación segura, con mínima
acción sistémica, de fácil utilización y que tiene un impacto beneficioso tanto en pacientes jóvenes
como añosos.
Actividad física
El ejercicio físico mejora todos los componentes del síndrome metabólico, promueve la
pérdida de peso corporal, normaliza la presión arterial, incrementa los niveles de lipoproteínas de
alta densidad (HDL-colesterol) y aumenta la sensibilidad de los tejidos a la insulina, con la
consiguiente estabilidad de la glucemia. En esta población sesenta minutos o más de continua o
intermitente actividad aeróbica, preferentemente realizada todos los días, promueve la pérdida de
peso y la manutención de bajo peso. Es preferible suplementar 60 minutos de caminata rápida con
otras actividades, tales como múltiples sesiones cortas (10 a 15 minutos) de actividad (caminar en
los descansos del trabajo, jardinería o trabajo doméstico), utilizar equipos simples de ejercicio (ej.
la cinta), trotar, nadar, andar en bicicleta, hacer golf, deportes en equipo o entrenamientos de
resistencia.
Es indispensable evitar actividades sedentarias (mirar televisión o utilizar la computadora) en los
momentos libres.
Hipertensión
Existe una relación continua entre presión arterial y riesgo de eventos cardiovasculares; a
mayor presión, mayor la probabilidad de infarto del miocardio, insuficiencia cardíaca y accidentes
cerebro-vasculares (11-12). La obesidad está íntimamente asociada con la hipertensión y
constituye un factor clave para el desarrollo de esta última, esta asociación predice la aparición de
eventos en el futuro.
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En el estudio PIUMA con una población de 1742 pacientes hipertensos, sin historia de
enfermedad cardiovascular, la prevalencia del SM era del 34%. En este grupo, durante un
seguimiento promedio de 4,1 años, la tasa de eventos cardiovasculares fue casi el doble respecto a
los pacientes que no presentaban el síndrome (13).
El descenso de la presión arterial, en estos pacientes, tiene por objetivo prevenir, retrasar
y/o revertir el daño vascular como lesión de órgano blanco. Siguiendo los lineamientos del JNC-7,
la presión debe descenderse, en la población general a menos de 140/90 mmHg. y en los pacientes
diabéticos se recomienda un descenso más acentuado, con cifras menores a 130/80 mmHg.(14).
La elección del fármaco debe ser seleccionada en forma cuidadosa, teniendo en cuenta
estos mecanismos fisiopatológicos involucrados y la presencia de estados mórbidos asociados
(función renal, respiratoria, cardíaca, antecedentes coronarios, etc.). Es necesario implementar para
cada paciente un plan de descenso de peso, perder 10 Kg. puede significar una reducción de la
presión arterial sistólica de 5-20 mmHg en una proporción importante de individuos con
sobrepeso.
Tratamiento específico
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Respecto de los otros fármacos activos para el tratamiento de la hipertensión arterial como
los calcioantagonistas no tienen efecto sobre el metabolismo de los hidratos de carbono. El estudio
Antihypertensive and Lipid Lowering Treatment to Prevent Heart Attack Trial (ALLHAT)
evidenció que estos fármacos son efectivos en el control de la presión y en la reducción del riesgo
de enfermedad cardiovascular en pacientes con diabetes (29).
Dislipidemia
Más allá de la modificación del estilo de vida, el ATP III enfatizó que el control del
colesterol LDL es el objetivo primario de la terapia en la reducción de lípidos. Si bien el LDL
colesterol no forma parte de ninguna definición de síndrome metabólico, niveles elevados de LDL
colesterol, mayores de 130 mg./dl. se presenta en el 60% de los pacientes portadores del síndrome.
Tratamiento Específico
Estatinas
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Muchas drogas hipolipemiantes pueden ser consideradas en pacientes con síndrome
metabólico, siendo las estatinas las más ampliamente estudiadas. Varios ensayos clínicos han
confirmado el beneficio de la terapia con estatinas al disminuir las apolipoproteínas B y así poder
alcanzar las metas del ATP III en relación al colesterol LDL y al colesterol no-HDL. (30-31). Sin
embargo todavía no hay evidencia disponible en el descenso de los eventos clínicos en la
población de pacientes que padecen este síndrome. Los estudios que responderán esta pregunta
están en curso. En cambio, se dispone de abundante información acerca del tratamiento con
estatinas en prevención primaria y en subgrupos de pacientes diabéticos/intolerantes a la glucosa.
El Heart Protection Study (HPS) que incorporó más de 20000 pacientes de alto riesgo, de
los cuales 29 % eran diabéticos, con y sin enfermedad coronaria, demostró que con 40 mg. de
simvastatina se redujo el riesgo de infarto de miocardio y stroke más del 33 %. También se
observó que la reducción de eventos fue similar en un amplio rango de pacientes incluyendo
aquellos que tenían niveles de colesterol total menor de 200 mg./dl. o LDL menor de 120 mg./dl.
Fibratos
Acido Nicotínico
Tratamientos Combinados
Las estatinas más potentes son capaces de producir reducciones del colesterol LDL del 40
% al 55 % como monoterapia, si bien se requiere la administración de las dosis más altas para
alcanzar reducciones mayores al 50 %.
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En el estudio Treating to New Targets (TNT) con 10001 pacientes, a pesar de la utilización
de altas dosis de estatina (80 mg. de atorvastatina) un importante número de pacientes no
alcanzaron la meta de 70 mg/dL. (33). Estas altas dosis de estatinas pueden incrementar el riesgo
de efectos adversos sobre el hígado y los músculos esqueléticos.
Reflexión final
¹ Limitar los azúcares, grasas saturadas: 7% de calorías, reducir las grasas trans, colesterol<200mg/día. Se
recomienda que la dieta contenga entre 25 y 35% de calorías en forma de grasas. Si se excede el límite
superior no se logrará reducir el LDL elevado, mientras que por debajo de límite inferior se puede producir
un aumento de los triglicéridos y declinación del HDL.
² Iniciar terapéutica farmacológica cuando: IMC 30 kg/m2, IMC 27 kg/m2 y se asocia a co-
morbilidades, necesidad de realizar una cirugía que requiera un descenso de peso inmediato
(traumatológica, abdominal, etc), incapacidad para perder peso luego de reiterados intentos o dificultad para
mantener el peso perdido por métodos no farmacológicos.
Drogas: Sibutramina en dosis de 15 mg diarios.
Orlistat en dosis de 120 mg.
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