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La muerte incierta

Era su día de morir. Apenas abandono la cama a las 5 de la mañana tuvo esa extraña

sensación, sintió como si el universo en su llama flagrante lo llamaba a ser parte de él,

como si esa vida tan corta no fuera nada, un simple vacío en un pozo sin fondo. — Se

levanto — Siguió a la cocina, miro aquellos trastes abandonados a su suerte, eran de la

comida de la noche anterior, recordó como María le había dicho que no lo quería, que aquel

amor era solo una vaga ilusión de su cabeza, pero ¿De verdad María estuvo en su casa la

noche anterior? ¿Al menos María existió? No estaba seguro de nada, al fin y al cabo, la

había conocido unas noches atrás, en una de esas oscuridades donde los cuerpos no se ven,

pero las almas se reconocen. Continuo su día, sin esperar nada el, se metió al baño y

observo como el agua bajaba por su arrugada piel, pues en muy poco tiempo iba a cumplir

40 años, cosa que creía imposible, pues aún no había hecho nada por su vida. Desayuno y

fue a enjalmar la mula como lo había hecho todas las mañanas durante los últimos 5 años,

la ensillo y se montó, todo trascurría como por inercia, esperando el final de aquel frio día,

que sin lugar a duda decidiría su suerte o tal vez su muerte, ¿Pues cuál es la diferencia entre

la suerte y la muerte? No es la muerte una especie de suerte, podría ser que sí, pero nadie se

atrevía a verlo de esa manera, estaba cerca a la finca de don Arcadio, aquel viejo mañoso

que dedicaba su miserable vida a perseguir niñas del pueblo y que por eso ya se había

ganado varios enemigos, vislumbro a la distancia como María yacía muerta al borde un

pino seco, la ignoro, si María prescindió de su amor, ¿Por qué no podía el prescindir de su

cuerpo? — Se sintió mal — Pero esto no se le interpuso para continuar su camino, pues de

todos modos si existía algo más allá de este mundo terrenal, allá se encontrarían. Alguien

pronuncio su nombre — Sabia que la hora había llegado — voltio a mirar quien era y solo
se encontró con cuatro disparos de revolver, murió instantáneamente; hoy en día aun no

encuentran su cuerpo, pues la mula corrió tanto que su paradero es incierto, tan incierto

como quien mato a Don Rogelio López.

Fernando Márquez.

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