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¡x CÁTEDRA ANUAL DE HISTORIA

ERNESTO RESTREPO TIRADOV


28 AL 30 DE OCTUBRE DE 2004 "

Mujer, nación,
identidad y ciudadanía:
siglos XIX y XX
La IX Cátedra Anual de Historia “Ernesto
Restrepo Tirado”, ¡Wu/'m nación, zdentidudy ciuda‑
danía: siglos X I X y XX, tuvo lugar los días 28, 29 y
30 de octubre del 2004 en el Auditorio Teresa
Cuervo Borda del Museo Nacional de Colombia,
gracias al auspicio del Ministerio de Cultura, la
Embajada de España en Colombia, la Embajada
de Estados Unidos en Colombia, la Fundación
Beatriz Osorio Sierra, la Oficina de Política Públi‑
ca de Mujer y Géneros de la Alcaldía Mayor de
Bogotá, la Escuela de Estudios de Género de la
Universidad Nacional deColombia, el Centro Re‑
gional para el Fomento del Libro en América La‑
tina y el Caribe -CERLALC-, el Fondo de Desa‑
rrollo de las Naciones Unidas para la Mujer
‐ U N I F E M - , la Food and Agriculture
Organization of the United Nations -FAO-, la
Fundación Friedrich Ebert Stiftung de Colombia
-FESCOL- y la Asociación de Amigos del
Museo Nacional de Colombia.

Las Memorias de esta Cátedra se imprimen gra‑


cias al apoyo del Fondo de Desarrollo de las Na‑
ciones Unidas para l a Mujer - U N I F E M - , l a
Oficina de Política Pública de Mujer y Géneros
de la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Centro Re‑
gional para el Fomento del Libro en América
Latina y el Caribe -CERLALC‑

Primera edición, noviembre de 2005


© Ministerio de Cultura
ISBN 958-8250‐22‐6

Edición
Ana María Noguera Díaz Granados
Diseño
Jaime Pulido Artunduaga
Alcaldía Mayor de Bogotá, D.C.
Secretaría General Unidad Imprenta Distrital
Porlada
Fotograña de Manuel H…Rodríguez
Primera votación femenina, Bogotá,
diciembre de 1957
Impresión
Secretaría General Unidad Imprenta Distrital

Bogotá, Colombia
CONTENID0

Discurso Inaugural 14‑


Elvira Cuervo de Jaramillo

Conferencias inaugurales 17
Estudios de género en América Latina: trayectorias teóricas y metodológicas 18
Diana Maffía

Participación femenina en América Latina. Una cuestión de género 30


Lola G. Luna

Aspectos jurídicos de la condición histórica de las mujeres en Colombia 46


Magdala Velásquez Toro

Panel 1
La historia desde los intersticios. Mujer y sociedad
en el siglo X I X 65

Reflexión moderadora 66
María Himelda Ramírez

Matrimonio y divorcio civil en América Latina durante el siglo X I X 78


Magdalena León y Carmen Diana Deere

La Educación de las elites y la formación de la nación en el siglo X I X 102


Guiomar Dueñas Vargas

Sin letra y sin voz: mujeres de los sectores marginales 122


Aída Martínez Carreño

Panel 2
Nuevos espacios, otros retos. Educación, trabajo
y representación de las mujeres en el siglo XX 135

La Educación de la mujer en Colombia: ¿un asunto de inclusión ciudadana?


Apuntes históricos sobre género y cultura política 136
Martha Cecilia Herrera
Mujeres y trabajo en Antioquia durante la primera mitad del siglo XX [62
Ana Catalina Reyes Cárdenas

Escritoras de la nación. Apuntes sobre la construcción de una simbólica de


lo reprimido 194
Ángela Inés Robledo

Panel 3
Participación política: escenarios, tensiones y
reivindicaciones sociales 215

La obtención del sufragio femenino en los estados latinoamericanos


Avances y ambigúedades. 1917‐1961 216
Ana María Bidegain

La inserción de algunas mujeres en política (1957‐2002):


¿trampa o empoderamiento? 232
María Emma Wills Obregón

Mujeres en la guerra y en la paz: cambios y permanencias en los


imaginarios sociales 256
Donny Meertens

Panel 4
Estado, políticas públicas y ciudadanía femenina 277
Mesa redonda
Nación, multiculturalismo y construcción de ciudadanía, una perspectiva de
género: de la homogeneidad a la aceptación de las diferencias 279
Participantes
Martha López Castaño
Carlos Iván García
Juanita Barreto
Olga Amparo Sánchez
Gloria Tobón
Judith Sarmiento

Reflexión moderadora 280


Guiomar Dueñas Vargas

Debate 286
La Educación de las Elites y
la formación de la nación en el
siglo X I X
GUIOMAR DUENAS VARGAS
Ph.D. en Historia, Universidadde Rºms, enAustin.
Profesora del DepartamentodeH istoría dela Um'wrsí‑
dad deMemphis (Estados Unidos)
El siglo X I X estuvo saturado de hechos políticos: las guerras por la
Independencia, la confrontación posterior entre facciones políticas que buscaban
imponer su “modelo ideal de nación”, los enfrentamientos regionales que deriva‑
r o n en guerras fratricidas, las reformas liberales de mitad de siglo que pretendían
modernizar alajoven república a través deun “contrato social” ideal y difícilmen‑
te domesticable enla Nueva Granada, y finalmente el retorno a u n a modalidad de
nación cristiana y conservadora. En medio de este largo fragor comandando por
varones ansiosos de poder, ¿dónde estaban las mujeres? ¿Cómo participaron enla
construcción de la nación? ¿Cuáles eran las relaciones de género y cómo cambia‑
del siglo?
r o n éstas en el transcurso
Las intersecciones entre género y política en el periodo que estamos
revisando, han comenzado a interesar a algunas historiadorasl. Gracias a ellas
empezamos a entender que a pesar de los discursos de la domesticidad y de la
supuesta drástica separación entre el mundo privado y público, las mujeres contri‑
buyeron, desde la periferia dela política, a moldear el mundo en que vivimos. En
Colombia, por fortuna han comenzado apublicarse trabajos en los que sevisibiliza
la función de las redes familiares en la construcción de la nueva república durante
la primera mitad del sigloº. Esta presentación busca desde la perspectiva privile‑

' Algunas autoras que se han ocupado de las mujeres enla historia son: Silvia Marina Arrom, T/zu l%mm offoz'ro
City, 1790-1857 (Stanford: Stanford University Press, 1985); Christine Hunefcldt, Li/mu/¡sm … z/zu Bedroom:
Quarm/¡ng Spomus mNiumwnt/1-Century Lima (University Park, Pai: Pennsylvania State U niversity, 2000); Elizabeth
Dore and Maxine Molyneux (cds), ¡liz/dm Histories o/'Gmdfr and the State in Lalín America (Durham: Duke
University Press. 2000); Arlene Díaz, [*2ma/v Citizm5, Potriar¿/1x, ¿md [/lt' Law ¡» lí'nuzuula, 1786-1904 ( Lincoln:
University of Nebraska Press, 2004); y Eugenia Rodríguez Sáenz, Hijos, novia: _yesposa:: de¡/ia, matrimonio y
vio/<wia domí:t¡(a m el l21//e Central de Corzo Rifa, 1750 -1850 (Heredia: EUNA, 2000).
-'Véanse los trabajos deVíctor Manuel Uribe-Urán. Abogados, Pa;1idos Polítiroiy E.t1ado enla Nueva Granada: 1790
-1850 (Pittsburgh: The University of Pennsylvania Press, 1992); “The Changing Meaning ofHonor. Status and
Class. The Len-adas and Bureaucrats of‐New Granada in the Late Colonial and Early Post-Colonial Period“, in Víctor
M. Uribe-Urán (ed), Sid/e' dnd Soriet_v in Spanis/1 America during l/1v xigu och'-'Uolu£ion (“'ilniington, D E ; Seholarly
Resources Inc.… 2001).

103
G U I O M A R BUENAS VA R G A S

giada dela educación que recibían las elites, contribuir a la reflexión dela partici‑
pación creativa de las mujeres en el proceso de construcción de la nación. Pero
aunque resalto el papel de las mujeres, no ignoro las experiencias de los hombres,
ya que los roles de género fueron prescritos para los dos sexos.
No hubo en el siglo X I X una representación de género inmodificable
en cuanto a tiempo o grupo social; tampoco hubo una idea uniforme sobre la
educación que se debía impartir. Las concepciones sobre cómo educar a hombres
y mujeres para que se ajustaran a sus ñ…1nciones de enaltecer la nación imaginada,
y las representaciones sobre el ideal femenino se modificaron de acuerdo con los
cambios políticos, y c o n la variación en las representaciones respecto alo público
y lo privado. Me ocupo en esta presentación de los años turbulentos que siguieron
después de la Independencia caracterizados por la confrontación entre las elites
regionales, cada una buscando aclimatar una modalidad de educación que seajus‑
tara al modelo de país que estaba por construirse, y me extiendo hasta el inicio del
triunfo liberal en la Convención de Rionegro, en 1863. Aunque la literatura del
periodo eseminentemente política, y hay saturación de asuntos sobre legislación,
proclamas, confrontaciones armadas, idearios partidistas, no se nos oculta la valo‑
ración que en el periodo tuvieron las redes de familias notables como agentes que
se invocaban para proteger los intereses nacionales. Las fuentes que utilizo son
principalmente la correspondencia de algunas familias de la elite colombiana,
genealogías y la literatura de la época.

¿Por qué las Elites?


El nacimiento de la república no sepuede desligar del idealizado orden
familiar de las elites todavía inmersas ideológicamente en la Colonia. En este senti‑
do, Colombia no sediferencia mucho de otras naciones latinoamericanas, en donde,
de acuerdo con Richard Morse, sereplicó el orden jerárquico de la familia3 .
La centralidad de la familia, el matrimonio y las conexiones personales
asociadas con el origen social, todas éstas eje de acción femenina, tuvieron más
influencia en las afiliaciones partidistas de los neogranadinos que el origen econó‑
mico o la ocupación*. Era a través de las relaciones endogámicas (el matrimonio
entre primos fue la forma más común de enlace entre las elites alo largo del siglo
X I X ) 0 las exogámicas, para consolidar fortunas o prestigio social, en donde las

“¡ Francine Nlasiello, Between Cífvz'lízalían ¿md Barbarism. llrbmm, Nation and Lilemr_v Cu/tmf in [VÍO¿ÍBFH Argentina
(Lincoln: University of Nebraska Press, 1992), pág 18,
4 Frank Safford, “Social Aspects of Politics in X I X Century Spanish America, 1825‐50,” Journal (¿fSocz'al Hz's/orj'
(1972), págs. 344‐370; Víctor 1N'1anuel Uribe‐Urán, Abogadw, partidos polílims...

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La ¿duración delas élites y [afirmación dela nación enel siglo X I X

uniones entre letrados pobres con hijas de ricos hacendados o mineros aseguraba
la consolidación del prestigio social y los dineros. El matrimonio entre primos y
las alianzas entre iguales ampliaron el radio de acción de las elites, permitiendo la
formación de redes de familias que por intermedio de los tentáculos del parentes‑
co deten'taron el control de los recursos naturales y dela vida política neogranadina
en el siglo X I X . Cabe anotarse que este complejo entramado familiar de las elites
fue más denso enla primera mitad del siglo que en las décadas posteriores.
Los planteles educativos ñaeron a su vez focos de alianzas de clase, en
donde seestablecían conexiones sociales duraderas. Junto con las redes familiares,
los colegios de educación secundaria y universitaria como el San Bartolomé y el
Rosario, fueron lugares propicios para la formación política de los jóvenes varones
republicanos. Allí sedeñnían las afiliaciones en u n o u otro partido, y seformaban
cohortes de liberales o conservadores aveces en reacción a los planes de estudio en curso5 .
En esta presentación, me limito a estudiar algunas familias de sectores
privilegiados originarias de Cundinamarca, 0 provenientes de otras regiones que
por razones de sus cargos burocráticos o por negocios personales sehabían afinca‑
do en Bogotá. Aunque la capital no era realmente un bastión económico, sin lugar
a dudas era el centro del poder político y administrativo y era donde gravitaba la
naciente vida nacional. Los sectores que considero en este trabajo son los confor‑
mados por estudiantes y profesores de los colegios de educación media y superior,
los letrados, los abogados, los funcionarios del estado, periodistas, comerciantes;
los que constituían los grupos de mayor poder. Suparticipación en los destinos de
la nación secanalizó, después dela Guerra de las Supremos (1839‐41), a través de
los partidos Liberal y Conservador, los mismos que hoy sedebaten por mantener
el privilegio del estado.
Los ideales educativos de las elites
Durante la temprana república los ideales de educación variaban respec‑
to al género de la prole. La filiación política influyó, aunque en menor medida,
en el tipo de educación deseable. Los varones seinstruían para cumplir sus fun‑
ciones de constructores de la nueva república, las mujeres “expertas en sentimien‑
tos”, para recuperar las buenas costumbres, afianzar las virtudes cristianas en el
núcleo familiar, y restablecer la moralidad perdida en el desorden post‑
independentista. En lo referente ala afiliación partidista, la diferencia más visible
entre liberales y conservadores giraba en torno al papel del clero en la educación.
Mientras que los conservadores defendían la formación religiosa en todos los

5Frank Safford, Op. [il., pág. 365.


GUIOMAR BUENAS VA R G A S

niveles, los liberales la restringían al hogar. En el ámbito público la educación


debería ser responsabilidad prioritaria del estado.
Los Planes educativos durante la primera mitad del X I X
En la temprana república, la imagen de la mujer‐madre como figura
perenne anclada en el hogar, contrastaba con la urgencia de formar a los varones
para sus nuevas funciones políticas. Bajo las dos administraciones de Francisco de
Paula Santander (1819‐27; 1832‐37) se buscó reducir el control que la Iglesia
católica ejercía en la educación de los jóvenes, para lo cual sediseñó e impuso u n a
reforma educativa en los tres niveles. La educación primaria pública fue u n a de
sus preocupaciones. Para la enseñanza de las niñas encomendó a los conventos, en
donde continuaban instruyéndose bajo los principios dominantes del catolicismo
y en las tareas propias de su sexo. La educación secundaria y universitaria que se
empezó a impartir desde el Colegio de San Bartolomé, ahora en manos del Esta‑
do, cambió su currículo de acuerdo con las demandas que la visión liberal de
Santander imponía. Seintrodujeron las cátedras del “Derecho Natural deGentes”
y de “Economía Política”, en donde seestudiaban las ideas de Adam Smith. Se
enseñaba trigonometría, agrimensura, geometría, francés, literatura y bellas artes,
y el curso sobre legislación seimpartía siguiendo los textos del vocero dela doctri‑
nautilitarista, Jeremy Bentham, persona non‐gmta para el Vaticano, lo que produ‑
jo la reacción airada de los conservadores? El conservatismo, en la persona del
Ministro del Interior Mariano Ospina Rodríguez, expidió una reforma educativa
en 1842 ‐que fue copia del Código deInstrucción Pública español‐ para erradicar
las enseñazas peligrosas de la anterior administración. Esta se fundamentaba en
tres ideas centrales: la disciplina en las costumbres y el rescate de la moralidad, la
incorporación de la religión para la formación de los estudiantes universitarios y la
reorganización de la enseñaza en torno a principios conservadores, como el Dere‑
cho Romano, la literatura y las humanidades7.
Los colegios parecían conventos. Ospina Rodríguez trajo de nuevo a
los Jesuitas, que habían sido expulsados en 1767 para que se encarga‑
r a n dela educación. Clérigos eran el rector y el Inspector, yjesuitas tres
de los profesores de San Bartolomé, sin contar con los catedráticos y
empleados de la facultad de teología; y tanto rigor había en la prácticas

º José María Samper, Historia deun alma (Bogotá: Ed Kelly, 1946), pág. 116; Vribelfrán, Abogados, partidos
polítirox... págs. 350‐351; Aline Helg, La ¿durar/ón m Colom/Jia 1918‐1957: Una /nkzoria soria/, auténtica y política
(Bogotá: Fondo Editorial CEREC, 1987).
7]osé lNíaría Samper, Op. (il., pág. 116.

106
La educación delas ¿ l i l a )! laformacio'n dela nación …el 5ng0 X I X

religiosas, que el exceso suscitaba de parte del mayor número de alum‑


nos u n a reacción en sentido contrarios.

Don José María que estudiaba enel San Bartolomé, cuando seprodujo
la transición de los planes, se expresa así de la reforma de Ospina Rodríguez,
Confieso que el derecho romano semeindigestó desde el primer día, y
que el civil de don Juan Sala me pareció muy mazorral […] En cuanto
a la disciplina, el Plan de estudios tendía a producir los hábitos de
obediencia pasiva, del espionaje y delación entre los estudiantes, de las
ceremonias de aparato, de las formalidades preventivas, de la regla‑
mentación exorbitante y la sujeción de las inteligencias al cartabón de
ciertas prescripciones inflexiblesº.
La respuesta de algunos jóvenes no se hizo esperar. Viendo que la inten‑
ción dela reforma era amoldarlos dentro dela ortodoxia educativa católica reaccio‑
naron ensu contra, seeducaron, por su cuenta, enla ciencia dela legislación y del
derecho constitucional, y seunieron a los grupos más radicales del liberalismo que
iniciaría la reforma del estado hacia 1850.

La vida cotidiana de las elites y los imaginarios educativos


Quiero ahora referirme a las imágenes y percepciones sobre el lugar
ocupado por la educación en el transcurrir cotidiano de las familias “distingui‑
das”. Las ideas sobre la formación de los hijos que quedaron plasmadas en la
correspondencia de algunos hombres y mujeres no reflejan directamente las direc‑
trices educativas, los programas estatales, o la legislación que cada administración
produjo. Son más bien vivencias personales que expresan sentimientos, ideales, y
proyectos, en donde subyacen una posición ante la vida y un deber ser diferente
para hombres y mujeres.
Los escenarios son múltiples; recordemos que las elites no eran un gru‑
po homogéneo. En general, los grupos que en Cundinamarca conformaban la
“gente decente” no eran ‐en la mayoría de los casos‐ los herederos de grandes
fortunas, rancios abolengos, títulos nobiliarios, tierras y esclavos. Los marquesados
no abundaron enla Sabana. En el pasado nobiliario santafereño, no secuenta sino
con el Marqués de San Jorge, y no sobra recordar que El Marqués nunca validó
sus títulos de nobleza. En la Nueva Granada fueron solamente cinco las familias
que poseían blasones nobiliarios y estas desaparecieron después de la Indepen‑
dencia. La aristocracia republicana no conformó pues un grupo de poder, por lo

3Ibid., pág. 120.


”Ibid., págs. 120-121.

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GUIOMAR DUENAS VA R G A S

tanto no se movilizó como clase política en la república. Sus descendientes, sin


grandes fortunas, seunieron mediante matrimonio, participación enla burocracia
del estado o en sociedades de negocios, con familias plebeyas, pero ricas, prove‑
nientes de otras regiones, principalmente de Antioquia…. Estos grupos constitu‑
yeron el nuevo círculo gobernante en la temprana república. Este sector engrosa‑
ría las filas del Partido Conservador después de 1840. Sin embargo, no todos los
conservadores podían rastrear su linaje aristocrático.
Rufino Cuervo, u n o de los fundadores y el alma del Partido Conserva‑
dor, quien llegara a ocupar el cargo deVicepresidente dela República en 1847, no
era de origen aristocrático. Venía de la provincia. Había nacido a comienzos del
siglo (1801) enTiribita, enel seno de familia acomodada pero no rica; su padre
era un modesto comerciante. Su matrimonio con María Francisca Urisarri
Tordesillas, hija de un alto contador del Tribunal Colonial de Cuentas le aseguró
su ingreso enla nueva aristocracia republicana“, En las instrucciones dadas a su
esposa antes de un viaje a Europa, Don Rufino dejó impresas sus ideas sobre la
necesidad de educar para el trabajo, para la creación de valores como la honradez
y la diligencia, dentro deun espíritu católico. El tipo de educación que requería la
nueva república de acuerdo con Cuervo, era el que atendiera al desarrollo econó‑
mico (comercio, industrias, transporte). Pero sobre todo, nos dejó ver, el valor
enorme que daba a la educación.
Si yo muriere, tú tienes el deber de educarlos: ponlos en una pensión o
casa de educación, recomendando con particularidad que aprendan los
principios de moral y de religión, la gramática castellana, la aritmética, el
dibujo lineal y una buena escritura: cuida después de que aprendan al‑
gún arte u oñcio, sea cual fuere, con tal de que tengan una ocupación
honesta con que subsistir. No tengo la vana pretensión de que mis hijos
ocupen puestos elevados enla sociedad; ni tampoco quiero que sigan por
la carrera de la medicina o del foro, como lo están haciendo casi todos
nuestros jóvenes. La patria no necesita de muchos médicos y abogados,
sino de ciudadanos laboriosos que cultiven los campos, mejoren la in‑
dustria y transporten nuestros frutos a los mercados extranjeros. No eco‑
nomices gasto ni sacrificio alguno para educar a nuestros hijos: vende lo
más precioso que tengas, porque aun cuando no les dejes bienes de for‑
tuna ellos tendrán siempre lo bastante con la buena educación”.

…Uribe-Urán, Abogados. partidos políticos... pág, 301,


“ l/)íd., pág. 209.
” Ángel Cuervo, Cómo xr evapora mzq'ífrito (Bogotá: Biblioteca Víctor M. Londoño, 1969), vol. 1, pág. viii.

108
La ¿duración de las álz'les_y lajb7“macíón dela nación enEl siglo X I X

Las recomendaciones de educación para la vida estaban dirigidas a los


hijos varones. Cabe anotarse que don Rufino no tuvo hijas mujeres.
Las mujeres definidas por sus naturalezas emocionales, requerían ex‑
hortaciones diferentes para ser eficientes productoras de vida doméstica. El hogar
era la primera escuela y en ella reinaba poderoso el marido. Era imperativo formar
ala recién casada enel reconocimiento dela autoridad masculina. En la carta que,
Mariano Ospina Rodríguez ‐otro de los pilares del conservatismo‐ envía asu hija
en vísperas de sumatrimonio, seestablecen con precisión las conductas a seguir
para el éxito en la nueva carrera que emprendería.
De hoy en adelante, la primera persona para usted, la más interesante,
el objeto primero de todas sus atenciones, de todos sus cuidados, de
todas sus inquietudes essu marido. Padres, hermanos, parientes y ami‑
gos, todos descienden al segundo y tercer lugar […] Esta es la ley de
Dios [...]y es también la ley que la razón y la experiencia establecen
como base de la dicha doméstica13.
El marido sería de ahora en adelante el “otro yo”; pero otro yo que debe
ser en todo, preferido al yo propio“.
El primer deber de la joven esposa era conocer muy bien al nuevo amo.
“Una de las primeras atenciones de usted será estudiar las inclinaciones, los hábi‑
tos y los gustos del esposo, para no contrariarlos. No pretenda usted imponer su
voluntad […] frecuentemente sucederá que haya entre los dos hábitos y gustos
opuestos; no vacile usted un instante ensacrificar los suyos propios”. La felicidad
en el matrimonio dependía de acuerdo con don Mariano, de la capacidad de la
mujer a renunciar a sus propias inclinaciones y deseos. La subyugación del yo era
necesaria para la paz doméstica. El amor propio era el enemigo más peligroso del
dulce transcurrir de la vida en familia. La mansedumbre, el silencio, la timidez de
las vírgenes, por el contrario, aseguraban la dicha hogareña. “La felicidad depen‑
de de la práctica sincera y constante de esas virtudes modestas, pudiera decirse
oscuras, que Cristo enseñó con su palabra y con su ejemplo: la humildad, la
paciencia, la resignación, la abnegación [...]la prudencia y la discreción”.
Contrastan los consejos a María Josefa con las aspiraciones educativas
para sus hijos Tulio y Pedro Nel. Don Mariano fue vocero dela educación técnica

“ Mariano Ospina Rodríguez, Carla ¿¿ /a Señorita lí¿zría Jose/¿z Ospina m ‐w'spww desumairímonio (segunda edición,
Bogotá: Imprenta deSilvestre _x' Compañía, 1284), pág. 5.
”Ibid., pág. 10.
” Ibid., pág, 12.

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G U I O M A R BUENAS VA R G A S

de los jóvenes de las elites neogranadinas y de la necesidad de formarlos preferi‑


blemente fuera del país, en ciencias prácticas como la ingeniería y las ciencias
aplicadas. Aconsej aba a sus hijos alejarse de leer novelas y fina literatura, activida‑
des que causaban la mente y no producían ganancia. Mientras que a su hija le
recomendaba el silencio y la “modesta timidez de las vírgenes”, a los hijos les
indicaba distanciarse de la poesía y preferir “la simpleza noble en la expresión,
que eslo que produce pensamientos claros y precisos”).
Sevislumbran enlos escritos de Ospina Rodríguez unos comportamien‑
tos de género que las elites consolidarían en la segunda mitad del siglo. Las m u ‑
jeres debían carecer de los deseos materiales y aspiraciones mundanas que corres‑
pondían a los varones. Estos en cambio debían prepararse para el mundo del
trabajo y la competencia.
Primeros manuales de urbanidad para mujeres
Cuando Rufino Cuervo asumió el cargo de gobernador en Bogotá, se
ocupó de la educación femenina, contribuyó a la creación del Colegio de la
Merced y redactó el primer manual de urbanidad para la enseñanza de las niñas
que asistían al colegio. Su propósito era reconocer el papel civilizador de las
mujeres en los difíciles momentos posteriores ala Independencia, época en que
las buenas costumbres sehabían desmoronado. Don Rufino nos recuerda que la
urbanidad debía diferenciarse según el género, y buscaba corregir la tendencia
generalizada en los manuales europeos de ocuparse exclusivamente de los hom‑
bres. Si para el varón, “la buena crianza es el mejor pasaporte en el mundo, para
la mujer cuyo destino esagradar, estimular la virtud, hacer estimable el honor y
formar los hábitos sociales, esuna necesidad indispensable” 1 7 . Su cartilla incor‑
pora una serie de consejos prácticos de buen comportamiento en sociedad y está
dirigida a las señoritas de la alta sociedad bogotana. El autor prescribe el buen
comportamiento en todos los posibles escenarios en los que participa una seño‑
rita de sociedad: la iglesia, las visitas, los paseos y bailes, las tertulias. Cuervo no
solamente pretende guiar a las niñas en sus actividades sociales, sino que se
introduce en los espacios femeninos de mayor intimidad aconsejando la fre‑
cuencia ideal del aseo personal, los vestidos apropiados para cada ocasión, y el
uso de un maquillaje discreto. Culmina el tratado con una poesía a la costura:
“Meditaciones de lo preciso para una costura”. El fin último de una niña bien

lº Frank Safford, 7715 ] : l m l q/“Tl/5 Pmrtícul. Colombia 3"Struggle lo 1*brm ¿¡Pc/mzlul Elite (Austin: University of Texas
Press, 1976), pág.153.
'7 Rufino Cuervo, w a s noríom*5 de urbanidad mlmrladar devariar autmw ¡'dispzzertaspam la enseñanza delas señoritas
dala N a n Granada (Nueva edición corregida y aumentada, Bogotá: Imprenta de Nicolasa Gómez, 1866), pág. 6.

110
La educación delz15 é/ílc1f 3' la_formación de la na¿:¡án en el Jíglo X I X

educada era al fin y al cabo el hogar, y la exaltación de esa ñanción sagrada no


escapa al perspicaz don Rufino“.
Cuervo inicia en la república una modalidad que cobraría cierta popu‑
laridad enla segunda mitad del siglo XIX, la publicación de manuales de urbani‑
dad dirigida con preferencia al público femenino, en los que se precisaban las
funciones moralizadoras de las madres en el privilegiado espacio del hogar do‑
méstico, en momentos críticos en que la barbarie amenazaba ala naciente república.
En las cercanías del medio siglo (1848) aparece un nuevo catecismo
escrito por Josefa Acevedo de Gómez para las madres defamilia, amas de casa y
escuelas de niñas. Sorprende gratamente observar que u n a mujer se atreviera a
romper las normas de conducta fundadas en el silencio y la pasividad impuestas a
las casadas, y deseara publicar un tratado. Doña Josefa presentó su manuscrito al
arriba citado Mariano Ospina Rodríguez quien ocupaba entonces el cargo de
gobernador de la provincia de Bogotá, reclamando el derecho exclusivo de publi‑
cación y venta. Al parecer llevaba cuatro años tratando de buscar dinero y “bene‑
volencia y protección” para publicar el libro. Este manual inaugura un nuevo
campo de conocimiento específicamente femenino. Su propósito es instruir a las
mujeres, especialmente a las casadas, en las agotadoras tareas que implicaba go‑
bernar una casa y educar una familia. Seles instruye enla economía del tiempo, el
buen uso de cada hora del día, y sedescriben las tareas que deben llenar el calen‑
dario de las amas de casa desde el alba hasta el anochecer. Se les desalienta de
asistir areuniones, de practicar las artes, la música, el baile, ya que “una madre de
familia no puede ser artista”; seles desanima enel ejercicio dela lectura, pues ello
significa perder tiempo precioso que sedebe a los hijos y al esposo. Seles instruye
en el ahorro, tema recurrente en los manuales para mujeres. La esposa ideal es
experta enel arte declasificar los gastos, esmerarse enla costura, enel cuidado de
la ropa de la familia para que dure el mayor tiempo posible y maneja en forma
exclusiva la despensa de la cocina”.
Para los liberales la educación jugaba un papel central en la constitución
de la república. ¿Cómo era percibida ésta en el interior de los hogares? ¿Qué
función jugaban las mujeres en las decisiones de educación de los hijos? Los
miembros de las elites liberales que ocuparon altos cargos en la política y en la
vida económica y cultural del país, tenían, diversos orígenes. Algunos como To‑
más Cipriano de Mosquera, podían trazar sus orígenes nobiliarios desde la Espa‑

” [Mz/., pág. 30.


…josefa Acevedo de Gómez, 'líulzzdo JOÍH“:' ¿(anomia dom¿írlir¿z pam ¿'/ 1 / J ( / de /ds ))zzzdrrs dr_/ámí/íd, dr ¡… amas df ram y
df las escuelas de niñas (segunda edición, Bogotá: Imprenta de Gaitán, 1869),

111
GUIOMAR BUENAS VA R G A S

ña Medieval”; muchos habían llegado a ocupar cargos enla administración debi‑


do a sus bienes de fortuna, y otros, de orígenes inconspicuos desde el punto de
vista del dinero y de apellidos como la familia Samper Agudelo, llegaron a influir
enormemente en las letras, la política y la economía de la Nueva Granada a lo
largo del siglo. Mujeres de este tronco familiar, como Soledad Acosta de Samper
tuvieron gran notoriedad enel segundo periodo de nuestro trabajo. La educación
era para este tipo de familias el camino seguro para sufiguración. A este respecto,
escuchemos a]osé María Samper.
Mi padre comprendía toda la importancia de u n a buena educación, y
tenía grande admiración por los hombres ilustrados. Así ñ1e que des‑
pués de tener a todos sus hijos en la escuela por dos o tres años, nos ñae
enviando sucesivamente a estudiar en los colegios y la Universidad de
Bogotá. Hubo épocas en que tuvo cinco de sus ocho hijos encolegios,
y entre tanto él trabajaba con tesón y economizaba cuanto podía. Fre‑
cuentemente decía a sus amigos: tengo ocho hijos y vivo casi solo con
mi esposa; pero vivo contento, porque con la educación les preparo el
mejor capital posible”.
Los liberales aspiraban aun modelo de educación que preparara para la
construcción de una república constitucional. Sus aspiraciones reñían con el m o ‑
delo tradicional y defensor a ultranza del catolicismo que asumían los conservado‑
res. El hogar fue también el espacio de confrontación de ideales contradictorios y
en ese ambiente en que la visión más convencional era asumida por las mujeres, se
educaron muchos de los liberales de la época. En el hogar de don José María
Samper, la madre, doña María Tomasa Agudelo defendía la tradición cristiana
mientras que el padre, representaba la ruptura con ese orden.
Había entre las ideas de mi madre y mi padre una contradicción que
influyó mucho sobre las mías, bien que ella, por prudencia, secallaba
de ordinario cuando él emitía sus opiniones. Mi madre nada tenía de
beata, ni fanática, ni supersticiosa, no obstante la educación que en su
tiempo se dada de ordinario a las mujeres; pero era proñ1ndamente
creyente y muy piadosa. Jamás faltó al cumplimiento de sus deberes
religiosos; rezaba todas las oraciones del día, y de noche y a solas el
rosario silenciosamente; nos enseñó a todos en casa a rezar, y cuidaba
mucho de que todos observásemos lo prescrito por la Iglesia. Pero mi

3” Helen Delpar, Red Against Blue: The Liberal Party in Co/om/¡ían Pali[irr, 1863-1899 (Alabama: University of
Alabama Press, 1981), pág. 47.
21José María Samper Agudelo, Op. cit., pág. 65.

112
La educación de las 571255 y /ajbrmaríán dela nación enel siglo X¡X

padre no era así: era libre pensador, incrédulo o simplemente deísta;


desde que se casó no volvió a confesarse, y murió en su ley con la
firmeza de convicción negativa que deploro en el alma. Se burlaba de
casi todos los sacerdotes, detestaba a los frailes y sostenía que todas las
comunidades religiosas eran funestas.
Provenía esta prevención de la injusta enemiga con que su padre había
sido incomodado y perseguido por un clérigo (muy malo y disoluto, por cierto) y,
de un lance público muy desagradable que él mismo había tenido con un rudo
fraile capellán, asunto que había parado en proceso eclesiástico y excomunión
temporalºº.
Se expresa aquí una visión de los roles de género deseables para la for‑
mación de la nación. Por un lado, la responsabilidad de las mujeres era formar a
los ciudadanos en las buenas costumbres y bajo los preceptos católicos, enel recin‑
to del hogar. El mundo de los sentimientos y la sensibilidad fue pues asignado a
las mujeres. Por otro lado, los varones ‐liberales‐ haciendo rupturas y preparándo‑
seellos, y preparando a los hijos para los debates que tenían que enfrentar en los
espacios políticos. Su mundo en la nación naciente era la elaboración de las leyes
y en esa dirección fueron formados. Se requería sacarlos del hogar y enviarlos a
colegios y universidades. La representación de la madre de la misma manera se
acomodaba con el ideal femenino de pasividad, prudencia, y presencia silenciosa.
Pero Doña lWaría Tomasa no era t a n pasiva ni tan carente de iniciativas como la
describe el hijo. La señora había sido educada “conforme a las antiguas costum‑
bres españolas”. Como era de rigor, le habían enseñado a leer para que pudiera
acceder ala vida de los santos y a las oraciones; pero no a escribir por temor a que
usara mal la destreza, escribiendo cartas o “billeticos de amor”. Doña Tomasa,
cuando sus hijos sefueron a estudiar a Bogotá, y ante la necesidad de comunicarse
con ellos, aprendió a escribir en el tiempo sorpresivamente corto de 36 días“.

Ejemplos de subversión del orden patriarcal


La ideología restrictiva de estos manuales de conducta contrasta con una
realidad más permisiva enla manera como las mujeres entendían la educación de
la prole, seconducían en su vida de casadas y seproyectaban hacia el mundo. Las
mujeres que revelaron suinconformidad con las reglas prescritas no fueron dóci‑
les ni pasivas. Sírvannos de ejemplo algunos pasajes de las vidas de Amalia
Mosquera de Herrán y Agripina Samper de Ancízar; ambas pertenecientes a

ºº 1/)íd., pág. 65.


”Ibid., págs. 68-69.

113
GUIOMAR DUENAS VA R G A S

clanes familiares poderosos que en momentos críticos decidieron los destinos del
país en el siglo X I X .
Me apoyo en esta parte del trabajo en la correspondencia que sostuvo,
Amalia con su padre, Tomás Cipriano de Mosquera, y Agripina con su esposo
Manuel Ancízar, en momentos de mucha importancia enla vida de las dos muje‑
res. No pretendo generalizar la conducta de las mujeres de elite con estos dos
casos; pero ellos sí permiten vislumbrar un cambio decisivo entre los preceptos
deseables de comportamiento femenino y lo que en la dinámica particular de las
relaciones matrimoniales ocurría.
Amalia Mosquera, la hija de Tomás Cipriano de Mosquera, el político
más representativo y controvertido del siglo X I X , sostuvo correspondencia con su
padre durante los años que vivió en Nueva York en compañía de su esposo, el
político conservador, Pedro Alcántara Herrán. El matrimonio de Amalia a todas
luces estaba naufragando y ella busca consuelo y consejo en su padre. Un campo de
constantes disputas era la educación de las hijas. Con relación a los hijos varones no
había divergencia. Ambos opinaban que los hijos debían emprender una educación
formal fuera dela casa. Escribe Amalia aMosquera: “ayer sefueron los muchachos
a su colegio y por primera vez comienzan a andar solos, pues son tan formales que
sin temor sepueden dejar yyo misma indique' a Herrán esta idea porque quiero que
desde temprano comiencen a ser hombres y a tener experiencia”“L.
Con relación a las hijas, Amalia quería formarlas de acuerdo con los
tradicionales cánones educativos para las mujeres de las familias más encumbradas
dela Nueva Granada: con tutores privados que sin salir de casa instruyeran a las
niñas en lectura, escritura, matemáticas, música, costura y bordados. Pedro Alcántara
Herrán, quien durante suadministración enla Nueva Granada había sido el tutor
de muchos de los estudiantes que seformaron en ciencias prácticas enel extranje‑
ro, consideraba insuficiente la educación diseñada por la madre. Quería que sus
hijas aprendieran inglés, y recibieran una educación formal en un internado para
mujeres. Amalia le cuenta a su padre como salvó la situación:
Entonces le hice reflexiones probándole que las hijas no debían sepa‑
rarse de la madre y que yo no me separaba de ninguna de ellas y que
convendríamos en que viniese la maestra. Felizmente la misma me
había ofrecido desde el principio en estos términos y no había conveni‑
do en estos términos porque no me gusta tener en casa ninguna perso‑

“ Cart…“ dr Amalia ¡Wasqzzcm a 7()m¿í; Cipriano ¿le .Uosqucm (enero de 1859), Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá,
Sala de Manuscritos, carta no4, f, 14

114
la ¿duración de lux élites y la ]?)rmacíán dela nación enel siglo X I X

na extraña, pero en este caso, escogí del mal el menor. Hice el arreglo
por $300 al año y convino ‐Herrán- en todo lo que le indiqué”.
La tutora a la que se refiere era francesa, cosa que disgustó a Herrán
pues quería una tutora inglesa para que sus hijas aprendiesen buen inglés.
Las tribulaciones matrimoniales de Amalia no selimitaban a las dispu‑
tas sobre la mejor forma de educar a las hijas. Hubo diferencias de otra índole que
pusieron a Amalia a las puertas de la separación matrimonial. Ella, a la edad de
quince años se había casado con Herrán, el íntimo amigo de su padre. Había
entre la pareja 25 años dediferencia. Al parecer no hubo amor o atracción sexual
en ninguno de los dos. Ella había sido aconsejada por el padre de la conveniencia
del matrimonio con el exitoso político. Herrán esperó hasta la muerte desu ancia‑
na madre para decidirse a darle el sí a Tomás Cipriano. Además, los orígenes
sociales de Herrán, hijo de un comerciante de mediana escala, distaban mucho
del recio abolengo payanés de los Mosquera. A las diferencias de edad sesuma‑
ban pues las diferencias de origen social y cultural que semanifestaron pronta‑
mente y que desataron la crisis de la pareja en Nueva York. Herrán, deseaba
regresar ala Nueva Granadajunto con su familia a proseguir suactividad política.
Amalia según se lo manifestaba a su padre, deseaba separarse de su marido y
quedarse a vivir en los Estados Unidos para educar a las hijas en un medio distin‑
to al neogranadino.
Quiero que mi suerte se decida para con todo valor resistir mi mala
suerte y salvar a mis hijos. En lo que no variará aunque en la miseria
más espantosa me vea esen que mis hijas no se vean obligadas a fijarse
en nuestra tierra, y si esto ellas preñeren escuando puedan pensar por
sí; entretanto haré lo que esté a mi alcance para que tengan facilidad de
trabajar con independencia y honor. Y que mis hijas aunque sean po‑
bres, puedan escoger por marido un hombre que las trate como se trata
a una señora y espero que ninguna se case antes de los 20, para que
sean ellas mismas las que elijan el que les convenga consultando sus
inclinaciones.
Amalia dice a su padre que searrepiente de no haber seguido las incli‑
naciones de su corazón en contra del matrimonio con Herrán, “qué distinta hu‑
biera sido mi suerte sino me hubiese hecho sorda a lo que él ‐el corazón‐ me
indicaba”?

“ Cartas deAmalia. .. (Nueva York, 4 de enero de 1859).


ººlbzd, f. 3.

115
GUIOINIAR DUEX'AS VA R G A S

La situación se resuelve a favor de Amalia quien permanecerá viviendo


en los Estados Unidos. Los hijos varones por influencia del padre seeducarían en
París en ciencias útiles como la metalurgia y la química. Su deseo era volver al
Cauca, solar de la familia Mosquera, a desarrollar la m i n e r í a º Í
El matrimonio de Agripina y Nlanuel celebrado probablemente en 1857,
convino en el mejor de los sentidos a los dos contrayentes. Nlanuel, huérfano de
padre y madre, había sido acogido por la extensa tribu de los Samper Agudelo y
era respetado por su trayectoria intelectual, política, periodística y humana. Ma‑
nuel se casó profundamente enamorado y al parecer era correspondido por Pía.
En su formación e intereses eran almas gemelas. Agripina, como sus hermanos,
había recibido una esmerada educación y ello se refleja en sus cartas, en donde
combina u n a gran capacidad de analizar los hechos políticos con sensatez y cono‑
cimiento de causa, con la descripción amena de los hechos cotidianos, superando
en buena medida la pluma de su marido. Pía escribía poesía intimista y era u n a
constante lectora de historia, de literatura y de política. La correspondencia entre
los esposos tiene lugar a propósito de la participación de Ancízar como delegado
de Cundinamarca ante la Convención de Rionegro (1863), de donde saldría la
república liberal consolidada. Temas candentes como la secularización del país, la
desamortización de los bienes de la Iglesia, la federación de la república y el
cambio de capital a Panamá sediscutieron allí.
Ancízar tuvo un papel central y Agripina, aconsejando a su marido
sobre medidas a tomar a propósito de las monjas de clausura, cumplió un papel
hasta ahora desconocido, en la Convención y en los destinos del liberalismo.
Varios escenarios se pueden construir a través de las cartas: la vida de
pareja, la relación c o n los hijos, y la comunión política de los esposos en asuntos
cruciales para el país. En este orden procedo. El amor de Ancízar, la enorme falta
que le hace Agripina, serepite sin cesar en las cartas.
No quiero pensar en el tiempo que todavía me falta para regresar a tu
lado, porque me desesperará; ite aseguro que si no fuera porque hoi se
cree necesaria mi presencia para pazificar varias cuestiones, me pondría
en marcha para estrecharte contra mi corazón mil vezes, cómo quien
recupera un terreno perdido. ¡Cuánto te amo mi Pía, cuánto te amo!, i
cómo siento el vacío de la vida. Sin verte, sin oír tu dulce voz, sin
tu carita distraída, bondadosa i pensativa. ¿Por
tenerte ahí cerca c o n
qué seré tan necio que cuando estoi cerca de ti guardo en mi corazón i

37Carta de P c h Herrán .Wosqzmu ¿¡su abuelo Tomás Cipriano (París, 2 de octubre de 1866), Biblioteca Luis Ángel
Arango, Bogotá, Sala deManuscritos.

116
La educación de las ¿º'/ite; y [nformación dr la naríán ( ' n el ,víglo X I X

no te dijo todo mi amor, cada día profundo? Sirva siquiera mi


mas
ausencia para que sepas que sin ti yo no podría vivir que eres el centro
de todo mi cariño i que bajo mi aparente frialdad hai para ti un amor
sin límites, sincero, profundo, imposible de esplicar. Sirva también
para que, perdonándome mis defectos, me ames siempre i no me olvi‑
des, seguro de que tu indiferencia sería mi muerte”.
Ancízar le reclama constantemente que le escriba todos los días y con
cartas tan extensas como las de él. Contrasta el contenido de las cartas de Agripina
con las del marido. Ella, ansiosa por conocer los pormenores de la Convención y
por analizar c o n N1anuel los decretos y las posiciones de los liberales, a veces no
tiene tiempo para comentar las actividades de los hijos, “Si hoi no te doi pormeno‑
res de nuestros chinos otro día lo haré: están buenos todos i te piensan. Llega la
hora del correo i tengo que suspender ésta, que continuará el viernes próximo” 2 9 .
Ancízar, quiere noticias detalladas de lo que hacen los hijos, de ella, de
su salud, de su “temperamento”, de sus diversiones. Ella, más parca en la expre‑
sión de sus afectos, a veces los revela pero no desde la sumisión sino desde la
acción, subxirtiendo los roles degénero prescritos enuna mujer desucondición social:
Ya hace dos meses que te Fuiste, i según cálculos tardarás todavía tres!
Pero ya te lo he dicho, cuando vuelvas has de ser mi prisionero, i si te
empeñas en volver a moverte de aquí habrás de cargar también con
petacas i almofrej, o lo que eslo mismo con muchachos, i tía Pilar. No
están los tiempos buenos para separarnos: si fuéramos jóvenes tu i yo,
pase; pero has de convenir en que el tiempo me pertenece, así como yo
te pertenezco también, i nuestros hijitos sin papá se echan a pique”.
Las nostalgias de Agripina por el marido son más bien, de índole inte‑
lectual, “[…] [C] nando estoi sola i no hacen mucho ruido los muchachos leo tu
(Peregrinación'31 que me entretiene principalmente porque trato de conocer por el
lenguaje cuáles eran tus pensamientos i tus esperanzas por entonces”. Pía añoraba
al intelectual, al pensador, a su alma gemela en las aventuras del espíritu.
Los hijos son tema recurrente en las cartas de Manuel. Se ocupa de su
salud, de su formación espiritual y física, de la descripción del carácter de cada
u n o de los cuatro niños que a la sazón conforman su familia.

ºº Carta de41/p/1u u Pía Rz'gan (Rionegro, 31 enero de 1863), Archivo Privado de Isabel Ancízar.
.l/p/1a (Bogotá, 1…de abril de 1863 ), Archivo Privado de Isabel -chízar_
3”Caria dr Pía Rígdn ¿¿
“' (,lzrm dr Pia Rzgan ¿¡:l//>Í1¿z ( 13 de marzo de 1863). Archivo Privado de Isabel Ancizar
“ Se refiere a la obra escrita de ¡ l a n u c l Ancízar, Liz;pfi'rgz'1'nuríomsdf Alp/m.

117
GUIOMAR DUENAS VA R G A S

Ojalá siguieras hablándome, como en la carta nº15, de nuestro hijitos,


de lo que hacen, lo que dicen, de que manera me recuerdan i que
inclinaciones van manifestando. Tú sabes que lo que para los extraños
sería “boberías” como las llamas, para mí son noticias muy gratas e
interesantes, tanto porque me pintan a lo vivo cada u n o de esos peda‑
zos de corazón, cuanto porque esas anecdotillas dejan entrever el futu‑
ro carácter i las futuras vocaciones de ellos, i sirven cual relámpago
para columbiar la índole de los niños al través de las tinieblas que
rodean misteriosamente su alma”.
Se entiende que sea Manuel el que exprese mayores aprehensiones so‑
bre su prole ya que, según se describe, eran frecuentes las epidemias de gripa, de
tifo y de enfermedades gastro-intestinales y él se hallaba lejos. Manuel a veces
dedica cartas enteras para ilustrar a su mujer enla manera como los lugareños de
Rionegro curan las enfermedades de los niños y que considera valiosas por efecti‑
vas. El tono general de las admoniciones para su esposa de cómo prestar atención
alas singularidades de los hijos, de fortalecer sus virtudes y atacar con suavidad los
vicios que ya se observan, de evitar el castigo físico por las consecuencias funestas
enla deformación dela personalidad, sugieren el tránsito a otras formas de pater‑
nidad que serán el tema de futuras exploraciones.
Me interesa especialmente ilustrar la intensa preocupación de Agripina
por los asuntos políticos, en momentos en que seestaba decidiendo el porvenir de
la nación. Pía sigue paso a paso los eventos de la Convención y sus opiniones
ayudan al marido a diseñar y formular proyectos de leyes:
Me hablas de las dos importantes cuestiones de vida o muerte para
Bogotá, la traslación de la capital i la cuestión conventos. En cuanto a
la primera, tengo esperanza de que no saldrá triunfante Panamá; i por
lo que hace a la segunda deseo i espero que con esñaerzos ajenos Bogo‑
tá aun quedará libre a pesar, del cáncer que la carcome. Qué sería de
ella reducida a capital de estado solamente, i agobiada por tantos cuer‑
pos de consumidores improductivos como son los conventos? En ver‑
dad que admira i da lástima que talentos tan claros como los de Camacho,
de Miguel i otros por el estilo, dejen a un lado hasta las verdades de la
ciencia más clara, por atender consideraciones de segundo orden como
son las quejas i lloriqueos de una parte dela población de Bogotá que
ignora ella misma el mal que se hace!33

33Carta deAlp/za ¿¡Pía Rígan (16 de marzo de 1863), Archivo Privado de Isabel Ancízar.
” Carta dePía Rz;gan ¿¡Alp/za (1º de abril de 1863), Archivo Privado de Isabel Ancízar.

118
La educación delar ¿Zi/as )! [afirmación dela nación enel siglo XIX

En la Convención de Rionegro se iba a presentar el proyecto de


exclaustración de las monjas que en el caso de Bogotá iba tener repercusiones
profundas debido al peso enorme dela Iglesia y al conservadurismo general dela
sociedad. Inicialmente, todos los liberales estaban de acuerdo con la medida de
clausura de los conventos de monjas. Pero el 7 de Febrero de 1863 se presentó un
conato de revuelta del clero en contra de la medida y esto dividió a los liberales
tanto en Bogotá como enla Convención. Algunos liberales como Bernardo Herrera
pedían la restitución de las monjas a sus monasterios,lo que enel pensar deAncízar,
devolvería a frailes a sus conventos y terminaría con un concordato con la Curia
Romana. Tomás Cipriano de Mosquera, el gestor del proyecto de desamortiza‑
ción de bienes de la Iglesia y figura central de la Convención se convirtió en
persona non‐grata en la conservadora capital. También Ancízar, seguidor de
Mosquera, segranjeó la enemistad de muchos de los liberales que eran sus ami‑
gos antes de la Convención. Agripina, mujer liberal y aguerrida enemiga del
poder del clero, apoya la secularización del estado, contribuye con un proyecto
que facilitaría la salida de las monjas del país, y resiste, sola en Bogotá, los impro‑
perios en contra de su marido y las ofensas verbales de los enemigos de la secula‑
rización. La propuesta en cuestión era la de devolver a las monjas la dote que sus
familias habían entregado al convento al momento de su ingreso, para disponer
de recursos económicos que garantizaran su salida del país. Ancízar acoge la pro‑
puesta de Agripina y la presenta como proyecto en la Convención. Manuel se
expresa así de la idea de su mujer:
Me complazco, i hasta meheenvanecido, en ver tus sanas i rectas ideas
en esa materia. Tú i el amigo Emeterio Heredia son los únicos que
han visto el lucero por su faz política deLamartine, pero no ala de los
regeneradores de una sociedad apolillada. Todo progreso de lo vicioso
a lo mejor hace víctimas, pasando por encima de los que vivían del
abuso i no pueden seguir viviendo enla reforma […] Al enemigo; i en
ningún caso, tanto como en el presente, conviene facilitar la salida de
esos malos humores sociales. Mientras quede una monja en Santafe,
hai riezgo de que sevuelvan a poblar los Monasterios dentro de cuatro
años i sefrustre lo más importante i esencial de esta cruenta i costosísi‑
ma revolución que nos ha azotado“.
Agripina lee y comenta a su marido las noticias de los dos periódicos
que sehan polarizado en torno ala figura de Mosquera y del rumbo del liberalis‑

“ Carta deAlp/za ¡¿Pía Rigan (27 de febrero de 1863), Archivo Privado de Isabel Ancízar.

119
GUIOMAR DI”EX*AS VA R G A S

mo, El Tiempo y La Opinión; analiza los editoriales, los artículos de los principales
columnistas, habla con los hombres que en ese momento forman la opinión pú‑
blica y mantiene informado a su marido de todo lo que acontece enla polarizada
Bogotá.
En lo relacionado a la educación, las opiniones de Agripina estaban en
consonancia con las ideas liberales que tan intensamente profesaba. Consideraba
necesario suprimir de los colegios las enseñanzas religiosas, dejando éstas adiscre‑
ción de las familias. Opina que las pretensiones del clero católico severían coarta‑
das si la educación saliese de sus manos, y que éste sería el modo más seguro de
tumbar el romanismo (la influencia del papa) sin apelar a las armas que tanto
malestar habían producido en el país“ .
Como hemos visto en esta presentación las mujeres fueron parte consti‑
tutiva de los proyectos de la construcción del estado neogranadino en las primeras
décadas del siglo XIX. La educación reflejó el sistema particular de valores, y las
aspiraciones sociales y políticas de los grupos dirigentes, y estuvo deliberadamente
arraigada en una concepción de género que atribuyó responsabilidades diferen‑
ciadas a hombres y mujeres en la tarea común de configuración de la patria en
ciernes. La educación servía a los fines de preparar a los varones para la ciudada‑
nía y para la dirección de estado. Los criterios en la educación masculina solo
variaban en relación c o n el peso dela enseñanza religiosa enel currículo. Forma‑
lizar la educación, renovando los planes de enseñanza, abriendo nuevos planteles,
secularizando los colegios en manos de comunidades católicas, fue la tarea de los
dirigentes liberales. A su vez, cuando los conservadores asumían la dirección del
estado, reformaban el currículo, y reinstauraban la fe católica c o m o eje desu idea‑
rio educativo.
Las mujeres eran imaginadas como parte integrante de la aventura na‑
cional, formando a los varones en las virtudes que convertían a los hombres en
buenos ciudadanos. En el hogar seresolvían los problemas ideológicos en torno a
la educación católica, que dividía aliberales y conservadores. Allí la adhesión ala
fe religiosa era incuestionable. Las mujeres por ser “naturalmente” más religiosas,
más dóciles, más temerosas de la ley de Dios, eran más susceptibles que los varo‑
nes alas exhortaciones del clero. En el hogar ellas ejercían la función social que les
era vedada en los escenarios políticos. La influencia de las mujeres era considera‑
ble ya que el hogar era el cruce de caminos entre lo público y lo privado. Era allí
donde se forjaban en las virtudes morales a los futuros ciudadanos.

*“ Cm"lu de Pía Rígan ¿¡Alp/¿¿¿ (4 de mayo de l863)_ Archivo Privado de Isabel Anci'zar.

120
[,a educación de las í/íles )“ /a_/b77nzzciá¡1 de la nurio'n m el siglo X I X

La familia era la escuela de las mujeres, en donde las esposas aprendían


el arte de la sumisión. Allí las mujeres adquirían los atributos de la feminidad que
eran la humildad, la obediencia, el silencio, la subyugación del yo, el arte de
cuidar c o n abnegación y generosidad. Pero el discurso distaba de la práctica. Al‑
gunas mujeres de la elite que no se conformaban con el patrón de sumisión y
obediencia, serebelaron contra sus esposos, enel caso de Amalia, y contribuyeron
en decisiones políticas decisivas en la conformación de la nación liberal, como
Agripina Samper de Ancízar.

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