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El león y el ratón
La fábula 'El león y el ratón' enseña a los niños a que todos, independiente del
tamaño, somos necesarios y podemos colaborar con los demás. Que jamás se debe
despreciar la capacidad ni las promesas de los demás, por más pequeñas que sean. En
algún momento ellos las cumplirán.
-¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte para que
aprendáis la lección!-
El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando:
- ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como tú, ¿de qué forma va
a ayudarme? ¡No me hagas reír!.
Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su tamaño y su
valentía, le dejó marchar.
Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos terribles rugidos
que hacían temblar las hojas de los árboles.
Rápidamente corrió hacia lugar de donde provenía el sonido, y se encontró allí al león,
que había quedado atrapado en una robusta red. El ratón, decidido a pagar su deuda, le
dijo:
- No te preocupes, yo te salvaré.
El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado el león, y el
león pudo salvarse. El ratón le dijo:
Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con nosotros y los demás
padres, estaremos encantados de recibirla.
El joven vuelve a hacerlo una segunda vez, y temiendo el pueblo, volvió. Sin embargo,
nuevamente no era mas que una burla. Luego gritó de nuevo, siendo esta vez verdad
que el lobo estaba atacando, sin embargo el pueblo no creyó en sus gritos, por lo que la
fiera terminó devorándose el rebaño.
La cigarra y la hormiga
La cigarra era feliz disfrutando del verano: El sol brillaba, las flores desprendían su
aroma...y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña
hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.
- ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras
canto algo para ti. – Le decía la cigarra a la hormiga.
Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían
quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por
campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó
a pedirle ayuda.
- Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha
comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.
- Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué
hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?
Moraleja: Quien quiere pasar bien el invierno, mientras es joven debe aprovechar el
tiempo.
Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con nosotros y los demás
padres, estaremos encantados de recibirla.
CRÓNICAS
Salió por la puerta hacia las oficinas de su trabajo que quedaba a pocas calles de su
hogar.
Al cruzar la gran Avenida San Martín, no se percató que un automóvil venía en sentido
contrario y, sin poder esquivar a Ana, el automóvil la atropelló.
Ana fue trasladada al hospital más cercano. Afortunadamente dos días más tarde Ana
fue dada de alta con lesiones menores y controles médicos externos.
En el año 2001, al comenzar las clases, María, con sólo 4 años, le había dicho a su
mamá que no iría a la escuela. Ella se sentía muy pequeña y no quería separarse de
ella.
Lloró toda la noche casi sin poder dormir de la angustia por el primer día de clases. Su
mamá un poco preocupada se levantó ese 4 de marzo un poco más temprano y le
preparó un desayuno que a María le encantaba: tostadas con mantequilla y queso de
cabra.
Cuando ella vio a Rocío entrar en la escuela sin ninguna dificultad, María la siguió.
Juntas ingresaron a la escuela ese primer día y todos los días sucesivos hasta que
finalizaron al escuela primaria.
El 15 de abril del año 1912 tuvo lugar una de las mayores tragedias náuticas de la
historia; el hundimiento del Titanic.
Aquel viaje era el viaje inaugural del reluciente Titanic. El mismo debería atravesar el
océano Atlántico hasta arribar a las costas de América del Norte en Estados Unidos.
Sin embargo otro sería el destino del magnífico barco: la noche anterior, el día 14 de
abril de 1912, cerca de las 23:40 horas, el Titanic chocó contra un gigantesco Iceberg
que rasgó el casco de la embarcación de tal forma que, luego de unas cuantas horas, el
Titanic se hundió en el fondo del mar.
A pesar de los intentos de la tripulación por solicitar ayuda mediante radio, ningún barco
acudió a ellos. Así sin poder ver la madrugada (exactamente a las 02:20 AM) del 15
de abril el Titanic se encontraba ya sepultado en el fondo del mar.
EPOPEYA
FRAGMENTO DE LA ILIADA
"...Dichas estas palabras partió, dejando a Aquiles con el corazón irritado a causa de la
mujer de bella cintura que violentamente y contra su voluntad le habían arrebatado.
En tanto, Ulises llegaba a Crisa con las víctimas para la sagrada hecatombe.
¡Oh Crises! Envíame al rey de hombres, Agamenón, a traerte la hija y ofrecer en favor
de los dánaos una sagrada hecatombe a Febo, para que aplaquemos a este dios que tan
deplorables males ha causado a los argivos.
Habiendo hablado así, puso en sus manos la hija amada, que aquél recibió con alegría.
Acto continuo, ordenaron la sagrada hecatombe en torno del bien construido altar,
laváronse las manos y tomaron la mola. Y Crises oró en alta voz y con las manos
levantadas:
¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila a imperas en
Ténedos poderosamente! Me escuchaste cuando te supliqué, y, para honrarme,
oprimiste duramente al ejército aqueo; pues ahora cúmpleme este voto: ¡Aleja ya de los
dánaos la abominable peste!
Así dijo rogando, y Febo Apolo lo oyó. Hecha la rogativa y esparcida la mola, cogieron
las víctimas por la cabeza, que tiraron hacia atrás, y las degollaron y desollaron; en
seguida cortaron los muslos, y, después de pringarlos con gordura por uno y otro lado y
de cubrirlos con trozos de carne, el anciano los puso sobre la leña encendida y los roció
de vino tinto. Cerca de él, unos jóvenes tenían en las manos asadores de cinco puntas.
Quemados los muslos, probaron las entrañas, y, dividiendo lo restante en pedazos muy
pequeños, lo atravesaron con pinchos, lo asaron cuidadosamente y lo retiraron del
fuego.
Cuando el sol se puso y sobrevino la noche, durmieron cerca de las amarras de la nave.
Mas, así que apareció la hija de la mañana, la Aurora de rosados dedos, hiciéronse a la
mar para volver al espacioso campamento aqueo, y Apolo, el que hiere de lejos, les
envió próspero viento. Izaron el mástil, descogieron las velas, que hinchó el viento, y las
purpúreas olas resonaban en torno de la quilla mientras la nave corría siguiendo su
rumbo. Una vez llegados al vasto campamento de los aqueos, sacaron la negra nave a
sierra firme y la pusieron en alto sobre la arena, sosteniéndola con grandes maderos. Y
luego se dispersaron por las tiendas y los bajeles.
El hijo de Peleo y descendiente de Zeus, Aquiles, el de los pies ligeros, seguía irritado en
las veleras naves, y ni frecuentaba el ágora donde los varones cobran fama, ni
cooperaba a la guerra; sino que consumía su corazón, permaneciendo en las naves, y
echaba de menos la gritería y el combate.
Cuando, después de aquel día, apareció la duodécima aurora, los sempiternos dioses
volvieron al Olimpo con Zeus a la cabeza. Tetis no olvidó entonces el encargo de su hijo:
saliendo de entre las olas del mar, subió muy de mañana al gran cielo y al Olimpo, y
halló al largovidente Cronida sentado aparte de los demás dioses en la más alta de las
muchas cumbres del monte. Acomodóse ante él, abrazó sus rodillas con la mano
izquierda, tocóle la barba con la derecha y dirigió esta súplica al soberano Zeus Cronión:
¡Padre Zeus! Si alguna vez te fui útil entre los inmortales con palabras a obras,
cúmpleme este voto: Honra a mi hijo, el héroe de más breve vida, pues el rey de
hombres, Agamenón, lo ha ultrajado, arrebatándole la recompensa que todavía retiene.
Véngalo tú, próvido Zeus Olímpico, concediendo la victoria a los troyanos hasta que los
aqueos den satisfacción a mi hijo y lo colmen de honores.
Así dijo. Zeus, que amontona las nubes, nada contestó guardando silencio un buen rato.
Pero Tetis, que seguía como cuando abrazó sus rodillas, le suplicó de nuevo:
ENSAYOS LITERARIOS
- Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los
que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos.
Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo más
alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor
vestido para asistir a las fiestas.
Cuando esté en el baile todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a
uno.
Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al
suelo, regando su contenido.
Moraleja:
Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con nosotros y los demás
padres, estaremos encantados de recibirla.
Moraleja: Debemos aceptar la vida tal cual como se presenta, de esta manera nunca se
sentirán infelices.
PARÁBOLA DE LOS JORNALEROS CONTRATADOS.
El reino de los cielos puede compararse al amo de una finca que salió una mañana
temprano a contratar jornaleros para su viña. Convino con los jornaleros en pagarles el
salario correspondiente a una jornada de trabajo, y los envió a la viña. Hacia las nueve
de la mañana salió de nuevo y vio a otros jornaleros que estaban en la plaza sin hacer
nada. Les dijo: “Id también vosotros a la viña. Os pagaré lo que sea justo”. Y ellos
fueron. Volvió a salir a mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo.
Final- mente, sobre las cinco de la tarde volvió a la plaza y encontró a otro grupo de
desocupados. Les preguntó: “¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada?” Le
contestaron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Pues id también vosotros a
la viña”. Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: “Llama a los jornaleros y
págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros”. Se presentaron,
pues, los que habían comenzado a trabajar sobre las cinco de la tarde y cada uno recibió
el salario correspondiente a una jornada completa. Entonces los que habían estado
trabajando desde la mañana pensaron que recibirían más; pero, cuando llegó su turno,
recibieron el mismo salario. Así que, al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el amo
diciendo: “A estos, que solo han trabajado una hora, les pagas lo mismo que a nosotros,
que hemos trabajado toda la jornada soportando el calor de todo el día”. Pero el amo
contestó a uno de ellos: “Amigo, no te trato injustamente. ¿No te ajustaste conmigo por
esa cantidad? Pues tómala y vete. Si yo quiero pagar a este que llegó a última hora lo
mismo que a ti, ¿no puedo hacer con lo mío lo que quiera? ¿O es que mi generosidad va
a provocar tu envidia?” Así, los que ahora son últimos, serán los primeros, y los que
ahora son primeros, serán los últimos.
Parábola de LA CIZAÑA Y EL TRIGO.
Jesús les contó después esta otra parábola: —El reino de los cielos puede compararse
con un hombre que había sembrado buena semilla en su campo. Pero, mientras to- dos
dormían, llegó su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando el trigo
germinó y se formó la espiga, apareció también la cizaña. Los criados se dirigieron
entonces al amo del campo y le dijeron: “Señor, ¿cómo es que hay cizaña en el cam-
po, si la semilla que sembraste era buena?” El amo les contestó: “Alguien que no me
quiere bien ha hecho esto”. Los criados le propusieron: “Si te parece, iremos a arrancar
la cizaña”. Pero él les dijo: “No lo hagáis ahora, no sea que, por arrancar la cizaña,
arranquéis el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta el tiempo de la siega. Entonces
encargaré a los segadores que corten primero la cizaña y la aten en manojos para
quemarla, y que luego guarden el trigo en mi granero.”
A unos que alardeaban de su propia rectitud y despreciaban a todos los demás, Jesús
les contó esta parábola: —En cierta ocasión, dos hombres fueron al Templo a orar. Uno
de ellos era un fariseo, y el otro un publicano. El fariseo, plan- tado en primera fila,
oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque yo no soy como
los demás: ladrones, malvados y adúlteros. Tampoco soy como ese publicano. Ayuno
dos veces por semana y pago al Templo la décima parte de todas mis ganancias.” En
cambio, el publicano que se mantenía a distancia, ni siquiera se atrevía a levantar la
vista del suelo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios! Ten compasión de mí,
que soy pecador”. Os digo que este publicano volvió a casa con los pecados perdonados;
el fariseo, en cambio, no. Porque Dios humillará a quien se ensalce a sí mismo, pero
ensalzará a quien se humille a sí mismo.
PARÁBOLA DE LA GRAN CENA.
Al oír esto, uno de los que estaban sentados a la mesa dijo a Jesús: —¡Feliz aquel que
sea invitado a comer en el reino de Dios! Jesús le contestó: —Una vez, un hombre dio
una gran cena e invitó a muchos. Cuando llegó el día de la cena, envió a su criado para
que dijera a los invitados: “Venid, que ya está todo preparado”. Pero todos ellos, uno
por uno, comenzaron a excusarse. El primero dijo: “He comprado unas tierras y tengo
que ir a verlas. Discúlpame, por favor”. Otro dijo: “Acabo de comprar cinco yuntas de
bueyes y tengo que ir a probarlas. Discúlpame, por favor”. El siguiente dijo: “No puedo
ir porque acabo de casarme”. El criado volvió a casa y refirió a su señor lo que había
ocurrido. Entonces el dueño de la casa, muy enojado, ordenó a su criado: “Sal
enseguida por las plazas y las calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, los inválidos,
los ciegos y los cojos”. El criado volvió y le dijo: “Señor, he hecho lo que me ordenaste y
aún quedan lugares vacíos”. El señor le contestó: “Pues sal por los caminos y veredas y
haz entrar a otros hasta que mi casa se llene. Porque os digo que ninguno de los que
estaban invitados llegará a probar mi cena”.
Jesús prosiguió: —Había una vez un hombre rico que vestía de púrpura y finísimo lino, y
que todos los días celebraba grandes fiestas. Y había también un pobre, llamado Lázaro
que, cubierto de llagas, estaba tendido a la puerta del rico. Deseaba llenar su estómago
con lo que caía de la mesa del rico y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.
Cuando el pobre murió, los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Tiempo después
murió también el rico, y fue enterrado. Y sucedió que, estando el rico en el abismo,
levantó los ojos en medio de los tormentos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su
compañía. Entonces exclamó: “¡Padre Abrahán, ten compasión de mí! ¡Envíame a
Lázaro, que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque sufro lo
indecible en medio de estas llamas!”. Abrahán le contestó: “Amigo, recuerda que
durante tu vida terrena recibiste muchos bienes, y que Lázaro, en cambio, solamente
recibió males. Pues bien, ahora él goza aquí de consuelo y a ti te toca sufrir. Además,
entre nosotros y vosotros se abre una sima infranqueable, de modo que nadie puede ir
a vosotros desde aquí, ni desde ahí puede venir nadie hasta nosotros”. El rico dijo:
“Entonces, padre, te suplico que envíes a Lázaro a mi casa paterna para que hable a mis
cinco hermanos, a fin de que no vengan también ellos a este lugar de tormento”. Pero
Abrahán le respondió: “Ellos ya tienen lo que han escrito Moisés y los profetas. Que lo
escuchen”. El rico replicó: “No, padre Abrahán, solo si alguno de los que han muerto va
a hablarles, se con- vertirán”. Abrahán le contestó: “Si no quieren escuchar a Moisés y a
los profetas, tampoco se convencerán aunque resucite uno de los que han muerto”.
LEYENDAS
La llorona es una leyenda que tiene toques prehispánicos y de la colonia, una de las
versiones más resonadas cuenta lo siguiente:
En tiempos de la conquista, cuando las noches no se alumbraban más que por la luna,
se cuenta que existió una mujer que salía por las calles del caído Tenochtitlán para llorar
a sus hijos muertos y conquistados, se dice que ésta alma en pena recorría las calles
gimiendo y llorando en busca de sus hijos desaparecidos, aterrorizando a la gente que
solo se persignaba y se escondía en sus casas.
Se dice que cuando alguien se atrevía a seguirla y ella lograba verlo éste enloquecía,
perdiendo la razón, y cuando la seguían sin que los viera se perdía de vista en la
obscuridad cerca del lago.
Muchos creían que ésta mujer ahogó a sus hijos para evitar verlos conquistados o
civilizados por los conquistadores y arrepentida de ello se volvió loca y peno el resto de
su vida buscándolos.
La mojana
La Mojana es una mujer diminuta, de cabellos dorados, tan largos que le llegan a hasta
los pies volteados.
Vive en una casa de piedra construida debajo del agua, donde cría diversos animales
domésticos y donde se baña con una totuma de oro. Antes se le veía con frecuencia por
el cerro de Juanché, donde era muy fácil percibir sus huellas después de los
aguaceros. Rapta a los niños que se van a bañar en sus dominios y los lleva a su
morada subacuática. Para evitar la acción de la Mojana sobre los niños, es necesario
amarrarles un cordón especial,
Poema
RESPIRA
Me inclino ante tus lamentos
son de goce ante la vida
abre tus pupilas y respira