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La Calle Juan Manuel

En la mayor parte de la
dominación española, las
calles de la ciudad no
tuvieron nombre oficial, se
les llamaba con el nombre de
algún templo, convento,
edificio de importancia o de
algún personaje notable.

La calle que vamos a tratar hoy, tuvo diferentes denominaciones: Alameda,


Palma, Escultura, Campos Elíseos, etc. Al tiempo la gente la comenzó a llamar
de "Don Juan Manuel Caballero" por vivir esta persona en dicha calle, después
se abrevió a "Don Juan Manuel" y hoy simplemente "Juan Manuel".

En la esquina de Santa Mónica y Juan Manuel, está una casa de cantera que
fue donde vivió don Juan Manuel Caballero, considerada por muchos años
como la mejor finca particular de esta ciudad (hoy la parte inferior son locales
comerciales). El señor Caballero vino de España en la segunda mitad del siglo
XVIII, fue comerciante, político, prior del Gran Consulado de Guadalajara,
intervino en la construcción del actual convento franciscano de Zapopan,
cuando falleció en marzo de 1837, dejó toda su fortuna para obras benéficas en
esta ciudad tapatía. Por su generosidad y filantropía esta calle lleva su nombre.

Esta calle comienza en la Calzada Independencia, teniendo por vecino al lado


norte el Parque Morelos y del lado sur las tradicionales neverías, que han
acompañado a los tapatíos por muchísimos años. Caminando de poniente a
oriente y pasando los locales de las nieves raspadas, está el edificio de la Cruz
Roja, le sigue cruzando con la calle Acequia la planta eléctrica que
antiguamente se le denominaba "Receptora número 2" y hoy sirve de bodega y
estacionamiento a la CFE su estilo es del siglo XIX y tiene muchos adornos de
cantera. Pasando la calle Venustiano Carranza que antiguamente se llamaba
"La Muela del Diablo", está la escuela de Artes Plásticas; en una de las
esquinas que hace el cruce con Santa Mónica tenía su tienda de vinos y licores
Ignacio Dávila, padre del licenciado e historiador Ignacio Dávila Garibi que nació
en esta casa en 1888.

A unos pasos después de González Ortega aparece el Teatro Cuauhtémoc, el


cual le pusieron dicho nombre porque la Cervecería Cuauhtémoc pagó el
decorado del teatro. Dejando atrás la calle Contreras Medellín, están los altos
muros de la iglesia de Capuchinas; en esta vieja calle han vivido Juan Manuel
Caballero, el pintor Jorge Martínez, licenciado Alberto Rojas Benítez, el
historiador Victoriano Salado Alvarez, el pintor y fundador del Museo Regional
Ixca Farías, el historiador Ignacio Dávila Garibi, José Cornejo Franco, el doctor
Francisco Ramos Cuervo, el historiador Luis Paez Brotchie, el obispo José
Miguel Gordoa y Barrios, el canónigo Pantaleón Tortolero y Covarrubias, como
entre otros. Ignacio Dávila Garibi en sus "Memorias Tapatías" nos cuenta que,
"a pesar de ser una calle tan céntrica, no muy angosta y con sus casas bien
alineadas, es algo triste y de poco tránsito.

Nunca ha sido ruta ni de tranvías, ni de camiones, si bien antaño lo fue de las


famosas diligencias de Tepic, que semanariamente llegaban a la capital de
Jalisco haciendo al entrar un ruido ensordecedor", pero resulta de que hoy es
de mucho tránsito, pasan muchos camiones y automóviles, y sigue con "un
ruido ensordecedor". Dávila Garibi nos dice que, "enfrente de la casa de la
familia Gordoa (en el cruce con Alcalde del lado norte. Casa que tenía 40
cuartos), y contigua a la antigua imprenta de D. Dionisio Rodríguez, se veía una
casa de antiquísima construcción que durante muchos años fue conocida con el
nombre de "La Casa de la Condenada".
Contaban los viejos que
nadie se atrevía a vivir
en esa casa, porque se
rumoraba que en las
noches se oían ruidos
tétricos misteriosos; que
en uno de sus cuartos
salían chispas, las
puertas de las
habitaciones solas se
abrían y cerraban, pero
lo más impresionante,
de vez en cuando se
veía la imagen de una
mujer pálida y ojeruda
envuelta en una mortaja
y arrastraba pesadas
cadenas, dicen que
subía y bajaba la
escalera leyendo un
libro con sus hojas
quemadas.

"Cuenta la leyenda que una hermosa dama de vida licenciosa, tenida por el
vulgo como endemoniada tanto por su constante lectura de libros prohibidos,
como por sus continuos ataques a la religión, cayó en cama, herida de muerte,
y presintiendo su último fin llamó a una amiga intima que en temporadas más o
menos largas había vivido a su lado y haciendo un postrer alarde de impiedad
le recomendó que no dejara entrar a ningún sacerdote, pues prefería morir en la
impenitencia final mejor que dejar de leer libros prohibidos ya que, por otra
parte, ella nunca había creído que hubiera otra vida después de ésta. Pidió ya
agonizante, le leyeran "Las Ruinas de Palmira" y que en cuanto muriera le
pusieran el libro entre las manos pues quería podrirse juntamente con él en el
sepulcro. Y habiendo muerto la señora renegando de su fe y llamando al diablo
cada vez que se impacientaba, tendiéronla en su catre y amortajáronla según
ella había ordenado poniéndole un ejemplar de la obra citada entre las
manos. ... Por la noche nadie quiso ir al velorio por lo que solamente le hicieron
compañía a la difunta la amiga íntima y dos sirvientas y que a la madrugada
hallándose las tres en el comedor tomando vino y café oyeron un ruido extraño
en la alcoba donde yacía el cadáver de la renegada, advirtieron que se habían
apagado los cirios y que paulatinamente la casa se había llenado de humo
pestilente. Cuando se repusieron del susto se asomaron a la recámara y con
gran azoro vieron que el cadáver de la excomulgada había desaparecido
misteriosamente". Dávila Garibi nos explica esta misteriosa desaparición, según
le platicó Toñita Vallejo amiga de él; resulta que "algunos parientes de la difunta
por ser personas de dinero e influyentes, consiguieron permiso para sacar el
cadáver sigilosamente, en altas horas de la noche, por temor de que la gente lo
apedreara o cometer algún escándalo. Y no habiendo en la casa quien pudiera
estorbarías más que la amiga y las sirvientas procuraron embriagarlas con
pretexto del velorio y poder sacar a la difunta sin que se dieran cuenta de ello".

Joaquín Angulo
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Joaquín Angulo (Cocula, Jalisco) 1811 - 1861) fue un abogado y político mexicano.
Fue nombrado diputado local en 1846, gobernador constitucional de Jalisco de 1848 a
1852 y luego senador. Fue parte del Supremo Tribunal de Justicia y gobernador
sustituto en 1855. En 1857, el voto popular le llevó a la Suprema Corte de Justicia.

En 1846 solicitó a la población su apoyo para mantener al ejército en el contexto de la


guerra contra Estados Unidos declarada ese mismo año, para evitar que la corbeta
estadounidense Cyane con un gran número de soldados en ella pudiera desembarcar en
el puerto de San Blas (Nayarit).

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