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EL AIRAMPO

Flores de todas las nacionalidades y de todos los colores estaban reunidas en aquel jardín. En una reunión tan
selecta y radiantes de flores exóticas. Posiblemente desentonaba el Airampo nacional. Tosco, cubiertos de
espinas; era como un mendigo que repentinamente hubiera surgido en una fiesta de la aristocracia.

Las demás flores comenzaron a mirarlo con desprecio y apartaban de su lado sus cabezas perfumadas.

¿Qué hace ese Airampo indígena aquí? ¡Qué atrevimiento, pretender rosarse con nosotras que somos
flores de lujo…! (con desprecio)

Dijo la rosa de Francia.

- Pero es intolerable que este aborigen de América se mescle conmigo, que soy un noble de España.

Dijo el Clavel andaluz.

Y así continuaron hablando largo rato las flores, sin que el Airampo dijera esta boca es mía para defenderse.

- Aprovecharemos el golpe del viento para lanzarnos sobre él y sacarlo del jardín a empujones.

Convinieron todas.

En ese instante una Ráfaga hizo inclinar a la multitud de corolas y todas ellas se prendieron furiosas al Airampo
nativo, pero inmediatamente lo soltaron derramado gotas de sangre.

- ¡Ah bruto! ¡Nos has herido! ¡Estas lleno de púas!


- Pero ya Hallaremos la forma de sacarte de aquí, intruso.
- Las intrusas son ustedes que vienen de otros países. Yo estoy en mi tierra.

Y el Airampo, solitario y silencioso siguió viviendo en el jardín en medio de escándalo general. Él no ostentaba
ninguna gala, mientras que las demás flores cada día estrenaban nuevas corolas que luego deshojaban al viento
en un alarde de derroche y fantasía. Cuando los picaflores se acercaban a saludarlas, ellas hacían temblar sus
joyas de rocío y lanzaban sus mejores aromas…

El pobre Airampo no tenía ni una flor para atraer las miradas. Solamente mostraba una especie de Forúnculo
verde, que era uno de los mayores motivos de burla de las demás flores.

Pero el invierno llego a las montañas y cada día surgían en las cumbres, catedrales de hielo, donde sonaban los
órganos del viento. Las pinceladas verdes que aún quedaban en los campos, desaparecieron y las flores
hermosas se sintieron mortalmente enfermas. Sólo el Airampo permanecía erguido y triunfal ante la invasión de
las nieves.

Un día, después de una helada general, todas las flores despertaron en agonía. El Airampo solitario, de alzaba en
medio del jardín levantando una flor colorada como estandarte.

- ¡El Airampo floreció!

Dijeron las rosas con asombro.

- ¡Qué hermosa flor roja! ¡es una flor de sangre indial!


- El florece cuando nosotras morimos.
- A todas nos matan el invierno, menos al Airampo.
- (Deiril) Yo soy inmortal como mi raza.

Dijo entonces el Airampo.

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