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La detección temprana de los trastornos del espectro autista (TEA) es importante porque permite iniciar un tratamiento anticipado que puede mejorar significativamente el pronóstico y la calidad de vida de las personas con TEA. La intervención temprana debe ser individualizada, multidimensional y multidisciplinaria, con el objetivo de desarrollar al máximo la independencia funcional. La detección temprana posibilita mejores resultados para el niño, una mejor calidad de vida para la familia y la implementación de políticas públicas efectivas.
La detección temprana de los trastornos del espectro autista (TEA) es importante porque permite iniciar un tratamiento anticipado que puede mejorar significativamente el pronóstico y la calidad de vida de las personas con TEA. La intervención temprana debe ser individualizada, multidimensional y multidisciplinaria, con el objetivo de desarrollar al máximo la independencia funcional. La detección temprana posibilita mejores resultados para el niño, una mejor calidad de vida para la familia y la implementación de políticas públicas efectivas.
La detección temprana de los trastornos del espectro autista (TEA) es importante porque permite iniciar un tratamiento anticipado que puede mejorar significativamente el pronóstico y la calidad de vida de las personas con TEA. La intervención temprana debe ser individualizada, multidimensional y multidisciplinaria, con el objetivo de desarrollar al máximo la independencia funcional. La detección temprana posibilita mejores resultados para el niño, una mejor calidad de vida para la familia y la implementación de políticas públicas efectivas.
Primeramente, hoy en día son considerados a los TEA como un reto importante para la salud pública y la sociedad en general, pues la mayoría de los estudios sobre prevalencia proporcionan estimaciones que están en torno a 6 casos por cada 1.000 (Elsabbagh et al., 2012; Kogan et al., 2009) aunque estudios más recientes sugieren una prevalencia aún mayor, con aproximadamente 11 casos por cada 1.000 niños entre las edades de 3 y 17 años (Kogan et al., 2009). Es por tanto que, en los últimos años, los datos estadísticos con respecto a la incidencia de problemáticas asociadas en las personas con TEA como: la discapacidad intelectual; la ausencia de capacidades lingüísticas; o la dificultad para la inclusión educativa, se han reducido de una manera significativa, como resultado hacia la implementación de sistemas para la detección temprana, además de mecanismos y modelos de tratamiento educativo eficaces, y centrados en las verdaderas necesidades de atención de las personas con estas condiciones de desarrollo. Del mismo modo, la detección y la atención temprana de las personas con TEA, se pueden considerar no solo como un procedimiento capaz de corregir y/o desagraviar el curso del desarrollo infantil, sino al igual puede prever modificaciones de desarrollo severas, o condiciones de discapacidad rigurosa; esto se convierte en un foco principal de atención para quienes dedican a su abordaje y en una necesidad primordial para cerciorar un alto pronóstico y calidad de vida a esas personas Inversamente, los trastornos del espectro autista (TEA) son condiciones en las cuáles el desarrollo cerebral temprano se ve afectado, tanto a nivel estructural como funcional, lo que trae consecuencias en las áreas de la comunicación, la interacción social, la conducta y el procesamiento sensorial. El DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Asociación de Psiquiatría Americana, 2013), establece los siguientes criterios diagnósticos para los TEA: • A. Déficits persistentes en comunicación social e interacción social en diversos contextos (deben estar presentes los 3 subcriterios); déficits en: • Reciprocidad socio-emocional (por ej.: conversación, atención conjunta) • Conductas de comunicación no verbal (por ej.: contacto visual, lenguaje corporal, expresiones faciales, gestos) • Desarrollo y mantenimiento de relaciones (por ej.: juego imaginativo, amistades) • B. Patrones restringidos y repetitivos de conducta, intereses o actividades (deben estar presentes al menos 2 de los 4 subcriterios): • Lenguaje, movimientos o uso de objetos de manera estereotipada/repetitiva • Adherencia excesiva a rutinas/rituales o excesiva resistencia al cambio • Interés fijo altamente restrictivo, anormal en intensidad o en foco • Hiper/hipo reactividad al input sensorial o interés inusual en aspectos sensoriales del ambiente • C. Los síntomas deben estar presentes desde la niñez (pero pueden no manifestarse completamente hasta que las demandas sociales excedan las capacidades que son limitadas) • D. Los síntomas limitan e interfieren en el funcionamiento diario Filipek et al. (1999, citado en Cabanyes-Truffino y García-Villamisar, 2004) destaca las siguientes señales de alerta para el autismo, que indicarían la necesidad de una evaluación diagnóstica más amplia: (a) no balbucea, no hace gestos (señalar, decir adiós con la mano) a los 12 meses, (b) no dice palabras sencillas a los 18 meses, (c) no dice frases espontáneas de dos palabras (no ecolálicas) a los 24 meses, (d) cualquier pérdida en el lenguaje o habilidad social. También, hay algunos estudios que comparan intervenciones conductuales intensivas con intervenciones eclécticas con niveles de intensidad similares, encontrando que los niños de ambos grupos logran mejoras significativas, no habiendo diferencias significativas en los logros de los niños de cada grupo (Zachor y Curatolo, 2013). En comparación a los niños pequeños con desarrollo normal, que usualmente son sociables por naturaleza y que biológicamente se encuentran dotados de recursos para desarrollar la interacción y la comunicación social, en edades tempranas los niños con autismo presentan graves dificultades para establecer contacto visual con su progenitores, para iniciar y mantener intercambios comunicativos verbales o no verbales, para imitar las acciones y expresiones comunicativas y sociales de los otros, así como para integrar conducta de mirada, expresiones de afecto y actos comunicativos (Baron- Cohen et al., 2000; Canal, 2001; Canal y Rivière, 1993; Canal y Rivière, 2000, Dawson et al., 1998; 2002a ;2002b; McEvoy et al., 1993). Es por tanto que, la detección temprana no tiene un propósito si no es para iniciar un tratamiento anticipado que incluya acciones con el niño, los padres y el entorno cercano a la familia. Esta intervención temprana debe ser individualizada y, en la medida de las necesidades de cada caso, debe ser multidimensional y multidisciplinar. Los objetivos básicos deben ser regidos a desarrollar al máximo la independencia funcional y la calidad de vida del individuo y de su familia a través del aprendizaje, la mejora de las habilidades sociales y de la comunicación, la reducción de la discapacidad y la comorbilidad, la promoción de la independencia y la prestación de apoyos a la familia. Además, desde la detección los niños con TEA deben recibir apoyo para que puedan desarrollar también las áreas donde tiene mayor potencial. La gran mayoría de los niños con TEA se pueden detectar a edades tempranas, y si esto se logra, trae grandes beneficios a todo nivel. Resulta que, si un niño con un TEA recibe una intervención intensiva temprana, tiene posibilidades de cambiar su trayectoria de desarrollo. Actualmente, se describen en numerosos trabajos científicos “recuperaciones” y mejoras significativas en niños con TEA que han recibido intervenciones intensivas tempranas (Rogers 2008, Reichow 2008). La detección temprana de los TEA posibilita: 1) un mejor pronóstico para el niño mediante la intervención temprana (CI más alto, mejores habilidades socio-comunicacionales y adaptativas) 2) una mejor calidad de vida para la familia 3) una reducción de los costos generales asociados al cuadro 4) la obtención de datos epidemiológicos locales, con el objetivo posterior de implementar políticas públicas acordes, tanto de salud como educativas 5) la toma de conciencia de la población general. Cabanyes-Truffino, J., García-Villamisar, D. (2004). Identificación y diagnóstico precoz de los trastornos del espectro autista. Rev Neurol, 39 (1): 81-90. Recuperado el 03/07/2013 de http://sid.usal.es/idocs/F8/ART11807/ Identiprecoz_trastornos_espectro_autista.pdf Elsabbagh, M., Divan, G., Koh, Y. J., Kim, Y. S., Kauchali, S., Marcín, C.,… Fombonne, E. (2012). Global prevalence of autism and other pervasive developmental disorders. Autism Research: Official Journal of the International Society for Autism Research, 5 (3), 160-179. doi:10.1002/aur.239. Kogan, M. D., Blumberg, S. J., Schieve, L. A., Boyle, C. A., Perrin, J. M., Ghandour, R. M., … Van Dyck, P. C. (2009). Prevalence of parent-reported diagnosis of autism spectrum disorder among children in the US, 2007. Pediatrics, 124 (1098-4275 [Electronic]), 1395- 1403. doi:10.1542/peds.2009-1522. Kogan, M. D., Blumberg, S. J., Schieve, L. A., Boyle, C. A., Perrin, J. M., Ghandour, R. M., … Van Dyck, P. C. (2009). Prevalence of Parent-Reported Diagnosis of Autism Spectrum Disorder Among Children in the US, 2007. Pediatrics, 124 (5), 1395-1403. doi:10.1542/peds.2009-1522. Reichow 2008. EIBI. Alta. Rogers 2008. Intervención temprana. Media. Zachor, D. A. y Curatolo, P. (2013). Recommendations for early diagnosis and intervention in autism spectrum disorders: An Italian-Israeli consensus conference. European Journal of Paediatric Neurology: Official Journal of the European Paediatric Neurology Society