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Universidad de Córdoba

Facultad de Ciencias, Económicas Jurı́dicas


y Administrativas

La escuela de los
Postglosadores: Una revisión
por autores.

Autora:
Rosario Serpa Contreras

Ensayo

Febrero 28, 2021


Con el descubrimiento incidental del Digesto por Irnerio (siglo XI), se
pone fecha a un proceso de regeneración del Derecho. Ası́, en el contexto
económico, polı́tico y social propio de la Edad Media, época habitualmente
catalogada como un perı́odo de la Humanidad “sombrı́o”, reaparece el orde-
namiento jurı́dico de Roma y su Imperio, de una época, en definitiva, que,
en contraposición a la medieval, es considerada por los doctos, como mucho
más avanzada [Merino Roselló et al., 2018].

Con la llegada del Humanismo, se pretendió que el Derecho de Roma ad-


quiriese un cariz histórico, pues, se reclama una atención del, hasta entonces,
denostado contexto en el que se enmarca el Corpus Iuris, y que lleva apareja-
do el alejamiento de la práctica forense. Su escaso alcance práctico revela la
relevancia que, para un jurista, posee la Escuela de Bolonia, donde se fraguó
el método, gracias al cual, se ha construido el actual sistema normativo de
Occidente [Merino Roselló et al., 2018].

A partir del siglo XIV y en la misma Universidad de Bolognia, la Escuela


de los Glosadores va a ser superada por una nueva orientación metodológica
más libre y flexible de interpretación y argumentación, generalmente deno-
minada como mos Italicus. En efecto, la vigorosa adaptación del Derecho
Romano a las necesidades de la práctica se realizó bajo la forma de tratados
monográficos sobre temas concretos (tractatus), en los llamados Commen-
tarium o Lecturae (Comentario o Lecturas) y también bajo el aporte de
dictámenes (Consilia) que se publicaban con finalidad docente. En atención
a este nuevo estilo de trabajos cientı́ficos parece más adecuada la expre-
sión Commentetores o Conciliatores que la más antigua de Postglossatores
[Betancourt, 2007].

Los jurisconsultos que desarrollaron su actividad desde mediados del siglo


XIII hasta finales del siglo XV están agrupados en la escuela de los comen-
taristas, ası́ denominada porque utilizaban el comentario para exponer las
doctrinas jurı́dicas. Los principales exponentes de esta escuela son Cino de
Pistoya, Bártolo de Saxoferrato, Baldo de Ubaldis, Bartolomé de Saliceto,
Juan de Imola, Pablo de Castro, Alejandro Tartagno y Jasón de Mayno.

Cino de Pistoya representa un periodo de transición entre las antiguas


tendencias de los glosadores, ante cuya autoridad a veces se rebela, y las
nuevas perspectivas de los comentaristas, a cuyo principal exponente, Bártolo
de Saxoferrato, tuvo como alumno en Perugia. Su obra más importante, la

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Lectura in Codicem, se separa de la tradición cientı́fica dominante en su
tiempo, sobre todo en cuanto al método: Cino analiza cada fragmento y
después lo incluye en el conjunto con el fin de encontrar la ratio legis, a la
que considera la meta de la actividad del jurista frente a la norma positiva
[De Guereñu, 1997]. La diferencia que Cino establece entre ambos errores es
la manera en que han influı́do en la determinación de la voluntad del testador
y, aunque no se sirve de la categorı́a de la condicio, las expresiones que utiliza
están muy próximas a ella [De Guereñu, 1997].

Con Bártolo de Saxoferrato se inaugura el periodo aúreo de la escuela


de los comentaristas, que marcó una nueva época en el estudio del derecho
romano. Es considerado uno de los mayores juristas de todas las épocas y
de todos los paı́ses, si no, quizá, el mayor. Se le ha considerado el Comen-
tarista por excelencia, debido a sus profundos comentarios sobre todas las
partes de la compilación justinianea. En él sorprende la profundidad del pen-
samiento, la fuerza de penetración y la seguridad con la que identifica el
problema jurı́dico separándolo de cualquier otro elemento extraño. Por eso,
no es de extrañar que se difundiera el famoso adagio que se repitió duran-
te siglos: nullus bonus iurista, nisi sit bartolista, no hay buen jurista si no
es bartolista; ası́ como las numerosas cátedras expresamente constituı́das en
las universidades más famosas y más frecuentadas para ilustrar la obra de
Bártolo [De Guereñu, 1997].

El famoso jurisconsultor de la escuela de los comentaristas Baldo de Ubal-


dis fue discı́pulo de Bártolo de Saxoferrato, por el que cultivó siempre la
máxima veneración, aunque ello no le impidió separarse en algunas ocasiones
de las posiciones de su maestro con actitudes vivamente polémicas, debido
a su carácter independiente y a su afición por la discusión y la dialéctica.
Siendo de temperamento filosófico, trató de buscar la razón de las normas
con una capacidad de abstracción sorprendente entre los antiguos juristas,
más bien desconfiados ante la abstracción pura en materia de leyes. Sin em-
bargo, fue menos produndo que Bártolo y no alcanzó nunca la fama de su
maestro. Promulgó el concepto de causa final en el que afirma que la circuns-
tancia transformada en causa final por la voluntad del disponente pertenece
a la sustancia de la disposición, es intrı́nseca y co-esencial a ella, pero esta
co-esencialidad significa únicamente que el disponente no habrı́a realizado
el acto si hubiese conocido la verdad. En esto se encuentra una contracción
en la afirmación de que este error en la causa final ası́ concebida excluye el

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consentimiento, cuando, en realidad, desde su concepción de la causa final
existe de hecho la voluntad de instituir heredero a esa persona, a pesar del
error aunque no habrı́a existido en el caso de que el testador hubiese conocido
la verdad, pero aquı́ se pretende moverse en el campo de una hipótesis de
pasado que no sucedió, no en el campo de los hechos tal y como sucedieron
[De Guereñu, 1997].

Bartolomé de Saliceto destaca, sobre todo, por un vasto comentario al


Código de Justiniano, la obra mayor de su vida, que es considerada por algu-
nos como la más completa exégesis que esta parte de la compilación justinia-
nea ha recibido por la escuela de los comentaristas. Cuando este expositor de
la escuela comentarista trata de explicar la razón de la nulidad en los casos
que estamos examinando, la mayorı́a de las veces dice, siguiendo a Bártolo y
a Baldo, que la nulidad es consecuencia de la presunción de que el testador
no habrı́a hecho testamento a favor de esas personas ni hubiese sabido que
se encontraba en el error. Este nuevo planteamiento le lleva a utilizar expre-
siones muy cercanas al error que se resuelve en una condición, como que el
testador ”no tuvo intención de instituirlo si no fuera su hijo”, y que, como
no era hijo suyo, .el consencimiento del testador faltó desde el principio”.

Juan de Imola sigue ası́ literalmente la explicación dad por Bártolo y


Baldo a los casos de nulidad de la compilación justinianea que estamos es-
tudiando. Para él, se trata del ”defecto de causa final expresa”lo que hace
que la dispoisición sea nula. Insiste también en la necesidad de la explicación
del error para la nulidad de la disposición, pero, en Baldo, la explicitación es
únicamente un requisito necesario para la prueba del error y, consiguiente-
mente, para que se le reconozcan en el fuero externo los efectos jurı́dicos que
aun implı́cito produce.

Pablo de Castro formula la doctrina del error que no se separa del pen-
samiento de los grandes maestros que le han precedido. Pablo distingue tres
tipos de error en la institución de heredero: el error en la persona del insti-
tuı́do, el error en una cualidad de la persona instituı́da y el error en el nombre
propio, consta claramente a qué persona se refiere el testador. Se encuentran
también en algunas expresiones de Pablo de Castro la misma contradicción
que aparecı́a en Baldo. Pablo dice que en estos casos la nulidad se produce
por defecto de v

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Referencias Bibliográficas
[Betancourt, 2007] Betancourt, F. (2007). Derecho romano clásico, volu-
me 33. Universidad de Sevilla.

[De Guereñu, 1997] De Guereñu, R. S. L. (1997). Error recidens in con-


dicionem sine qua non (can. 126). Estudio histórico-jurı́dico, volume 12.
Gregorian Biblical BookShop.

[Merino Roselló et al., 2018] Merino Roselló, A. et al. (2018). La escuela de


glosadores de bolonia. Universidad de Cádiz.

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