Está en la página 1de 7

Principales desigualdades y brechas de género. Análisis regional.

Magdalena
Valdivieso Ide

El desarrollo sostenido, los derechos económicos, sociales y culturales que responden a


los valores de igualdad, solidaridad, universalidad y no discriminación, amplían su
relevancia y vigencia cuando la equidad constituye el objetivo esencial (Ocampo, 2000;
Beyer, 2000). Para crear políticas y planes que compensen las desigualdades existentes
es preciso que estas sean conocidas en toda su magnitud. Ello solo es posible si se hace
un análisis estadístico con indicadores de género que muestren los aspectos clave de
estas desigualdades
En los estudios sociales, el término “brecha” es un vocablo que se refiere, a la distancia
persistente entre distintos grupos de la población, especialmente en torno al acceso a
servicios, al alcance de beneficios o al logro de determinadas metas. Se usa para
destacar que las desigualdades son mayúsculas, y que implican una estratificación con
escasos o nulos puntos intermedios. (Calderón, 2010)
La mayoría de nosotras/os que compartimos este espacio vivimos en la región más
desigual del mundo. 10 de los 15 países más desiguales del mundo pertenecen a ella,
(Gasparini y otros, 2009).
La matriz de la desigualdad social en América Latina está fuertemente condicionada por
la estructura productiva y de mercado y por el entramado de relaciones que sostienen
y reproducen el modelo de dominación moderno, capitalista, colonial, patriarcal.
De modo que el más básico determinante de la desigualdad es la clase social (o estrato
social, no obstante, las desigualdades de género, las étnico-raciales, las relacionadas con
las diferentes etapas del ciclo de vida de las personas y las territoriales también
constituyen ejes estructurantes de esa matriz.
El concepto de interseccionalidad resulta útil para explicar el entrecruzamiento de las
situaciones determinantes antes señaladas en un continuo proceso de desigualdad.
Género+ estrato social +condición étnica+ lugar de vida+ edad+ identidad sexual,
condicionan el nivel de ingresos y el acceso a los recursos productivos, la educación, la
salud, el trabajo decente, la protección social y los espacios de participación, entre otros.
Si bien los países a nivel mundial han mostrado su compromiso político para avanzar
hacia la equidad de género al ratificar los tratados internacionales, como la Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer aprobada
por las Naciones Unidas en 1979, aún persiste el trato desigual hacia las mujeres en cada
región del mundo.
El informe del Índice Global de la Brecha de Género en su última edición (2016), concluye
que los avances hacia la igualdad se han frenado drásticamente y que la brecha actual
(que se sitúa en un 59 %) es mayor que en ningún otro momento desde 2008.

Principales desigualdades y brechas de género. Análisis regional.


Magdalena Valdivieso 2017
Este índice analiza las siguientes áreas:
- Participación económica y oportunidad: salarios, participación y empleo altamente
capacitado
- Educación: acceso a niveles de educación básicos y más elevados
- Participación política: representación en las estructuras de toma de decisiones
- Salud y supervivencia: expectativa de vida y proporción hombres-mujeres.
¿Cuáles son los datos más relevantes que se desprenden de este informe?
• Este reporte destaca que la “paridad económica entre los géneros podría tomar
hasta 170 años después de una dramática disminución en el proceso” debido a
los desequilibrios crónicos tanto en salarios como en la participación de la fuerza
laboral, pese a que, en 95 países, el número de mujeres universitarias es igual o
mayor que el de hombres.
• Las naciones nórdicas se ubican a la cabeza de este ranking, aunque también
lograron posicionarse dentro de los 10 primeros lugares algunos países en vías
de desarrollo, tal es el caso de Eslovenia y Nicaragua.
• De los 144 países que se midieron en el índice, 68 mejoraron en general su
brecha de género comparados con el año pasado y en 74 se observó un
deterioro.
• En el top 10, después de Islandia se ubican tres países nórdicos: Finlandia,
Noruega y Suecia (en ese orden). En quinto lugar, está Ruanda, seguido de
Irlanda, Filipinas, Eslovenia, Nueva Zelanda y Nicaragua.
• Otro desafío persistente es una el estancamiento en la participación en el
mercado de trabajo: una media del 54% de mujeres en todo el mundo frente a
un 81 % de hombres. El número de mujeres en puestos de responsabilidad
también se mantiene bajo: tan solo hay cuatro países en todo el mundo con igual
número de hombres y mujeres en legislación, funcionariado de alto grado y
dirección, a pesar de que 95 países cuentan ahora con tantas mujeres (o más)
como hombres con formación universitaria.
En los últimos años se ha avanzado en la desagregación por sexo de la información
pública como también en la definición de indicadores. Los indicadores de género surgen
a partir de la demanda de información desagregada por sexo y la creación de valores
específicos que muestren las realidades y las necesidades de ambos sexos en diversos
rubros lo que entre otras cosas permite dar cuenta de las necesidades e intereses
prácticos y estratégicos de mujeres y hombres de distintos sectores y las acciones que
responden a los mismos, al tiempo que permiten evaluar la eficacia de los programas de
gobierno.

Principales desigualdades y brechas de género. Análisis regional.


Magdalena Valdivieso 2017
Los indicadores de género tienen la función especial de señalar los cambios sociales en
términos de relaciones de género a lo largo del tiempo. A nivel internacional se utilizan el
(IDG) Índice de Desigualdad de Género, y el (IPG) Índice de Potenciación de Género que
se utilizan en conjunto con (IDH) Índice de Desarrollo Humano · (IDH-D) Índice de
Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad.
Su utilidad se centra en la habilidad de:
· Dar cuenta de la situación relativa de mujeres y hombres ·

Visibilizar los cambios producidos entre las mujeres y de los hombres en distintos
momentos del tiempo y ámbitos sociales.
· Comprobar el cumplimiento de los acuerdos llevados a cabo en el ámbito local,
nacional, regional o internacional y hacer un seguimiento de la situación concreta de
mujeres y hombres. (Dávila,2004)
Cuando se habla de desigualdad de género se refiere al resultado de la producción de
normas culturales diferenciales sobre el comportamiento de los hombres y las mujeres,
mediado por la compleja interacción de un amplio espectro de instituciones
económicas, sociales, políticas y religiosas.
Utilizar la categoría género para referirse a los procesos de diferenciación, dominación
y subordinación entre mujeres y hombres alude obligadamente a la fuerza de lo social,
y abre la posibilidad de la transformación de prácticas y representaciones. Así, la
perspectiva de género se aleja de las argumentaciones funcionalistas y deterministas,
buscando explicar la acción humana como un producto histórico construido con base en
un sentido subjetivo (Lamas, 2003) con el fin de develar el sistema de relaciones sociales
que organiza, legitima y reproduce las jerarquías a partir de la diferencia sexual.
Según datos de la CEPAL (2015), aunque los países de la Alianza del Pacífico están
luchando por apegarse a un nuevo discurso de equidad de género, aún existen claras
desigualdades que enfrentar. Colombia, por ejemplo, aunque ha conseguido bajar su
tasa de mortalidad materna, aún presenta un claro aumento de casos de mujeres que
son asesinadas por sus parejas íntimas (CEPAL, 2015). Además, según datos de la ONU
Mujeres-Colombia (2016), aunque las mujeres son el 53% de la población colombiana,
estas solo representan el 12% de los cargos de elección popular, a pesar de que son más
mujeres que hombres los que se gradúan de educación superior. Un caso parecido se da
en Perú, donde a pesar de que la mortalidad y el homicidio de mujeres es un factor que
va a la baja, la autonomía económica de sus mujeres es una situación que sigue siendo
desigual. En comparación con los hombres, las mujeres peruanas representan el doble
de individuos sin ingresos económicos, tanto en zonas urbanas como en rurales. Chile y
México no se alejan mucho de esta realidad, pues, aunque en los aspectos de autonomía
física parece que se están dando pasos firmes en el mejoramiento de la situación de la
mujer, se sigue teniendo una amplia brecha de desigualdad en la participación política
y la autonomía económica del sexo femenino. En México, de manera específica, la
población femenina sin ingresos propios triplica a la de los hombres (CEPAL, 2015). Lo
Principales desigualdades y brechas de género. Análisis regional.
Magdalena Valdivieso 2017
anterior refleja la dependencia económica, y con ello, una situación de poder del
hombre sobre la mujer.
Esta realidad también es analizada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT,
2015a), la cual señala que a pesar del masivo ingreso de las mujeres al mercado laboral
en Latinoamérica, su mayor nivel educacional y su papel en la manutención de sus
familias, aún persiste un fuerte patrón de desigualdad de género en el trabajo. Según el
informe Trabajo decente e igualdad de género de la CEPAL, la Organización
Internacional del Trabajo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y ONU Mujeres
( CEPAL, OIT, FAO, PNUD y ONU Mujeres, 2013), la tasa de desempleo en mujeres es 1,4
veces mayor a la de los hombres, y si bien la participación en la fuerza laboral aumentó
del 45 al 49,5% en el 2015, esta sigue siendo inferior a la tasa de 71,3% de los hombres.
La OIT reconoce además que «la discriminación de género atenta contra los principios y
derechos fundamentales del trabajo, los derechos humanos y la justicia social, lo que
debilita el crecimiento económico y el óptimo funcionamiento de las empresas y los
mercados de trabajo» (OIT, 2015b, s.n.).
Las mujeres latinoamericanas están sobrerrepresentadas en el sector informal (se
estima que 60 % de las mujeres trabajan en la informalidad, UN Women, 2016) y en
sectores menos productivos; la brecha salarial persiste y aún existen barreras que
dificultan que las mujeres ejerzan cargos directivos: 4.2 % de los directores ejecutivos
en la región son mujeres (IDB, 2016). En toda la región, las mujeres gastan entre dos a
cinco veces más tiempo en trabajos de cuidado no remunerado que los hombres,
señalando la persistente percepción de las mujeres como cuidadoras primarias (OCDE,
2014).
El problema de brecha de género que se debate en diversos foros ha sido, entre otras
causas, el resultado de tradiciones culturales e ideologías, en las que históricamente a
la mujer no se le ha permitido desarrollar las capacidades necesarias para abrirse paso
en la vida, ni tampoco para preservar sus libertades y sus oportunidades como persona
(Nussbaum, 2012)
Para lograr equidad de género hay que eliminar los obstáculos a la igualdad entre los
géneros independientemente de su origen sociocultural. La propuesta teórico
metodológica que aquí se desarrolla busca incentivar la reflexión de la mano de acciones
concretas hacia el empoderamiento de las mujeres a partir de interrogarnos ¿por qué la
diferencia sexual se traduce en desigualdad social?, ¿la pobreza afecta por igual a
hombres y mujeres? ¿la educación tiene similar valor para todas las personas? ¿es lo
mismo ser jefe que jefa de hogar? ¿por qué las mujeres ganan en promedio menos que
los hombres?
Podríamos proponer diversas respuestas a estos interrogantes, las situaciones de
desigualdad de género están enraizadas en la división sexual del trabajo, la adscripción
de las mujeres al espacio privado, los estereotipos de género y las creencias patriarcales.

Principales desigualdades y brechas de género. Análisis regional.


Magdalena Valdivieso 2017
Es decir, en la cultura, las tradiciones las normas sociales, las prácticas cotidianas que
tiene su expresión, sustento y espacio de reproducción en la educación, la comunicación
social, en la segmentación laboral, en los sistemas de jerarquización social.
El Índice de Instituciones Sociales y Género1 mide la discriminación de género en
normas sociales, prácticas cotidianas y leyes formales e informales a lo largo de 160
países.
El SIGI clasifica a los países e incluye descripciones detalladas de la discriminación de
género en cada uno de ellos. El índice sirve como una herramienta para la investigación,
el diseño de políticas públicas y la promoción de la igualdad de género.
El SIGI cubre cinco dimensiones que agrupan diferentes áreas de la vida social, política
y económica de las niñas y las mujeres:
• Código de familia discriminatorio captura las restricciones sobre el poder de decisión
de las mujeres y su estatus dentro del entorno familiar.
• Integridad física restringida captura las restricciones impuestas a las mujeres sobre el
control de su cuerpo.
• Preferencia por los varones captura el sesgo intrafamiliar por los varones y la
desvalorización de las hijas.
• Restricción al acceso a bienes y recursos captura las restricciones a las que se enfrenta
las mujeres para acceder, controlar y ser propietarias de recursos y bienes.
• Libertades civiles restringidas captura las restricciones a las que se enfrenta las
mujeres para acceder, participar y dar voz a sus opiniones e ideas en las esferas públicas
y sociales.
Estas dimensiones reflejan las brechas que la legislación, la prevalencia y actitudes crean
entre mujeres y hombres en términos de derechos, oportunidades y resultados.
Analizar estas situaciones permite reflexionar sobre la persistencia de las brechas de
género en la región.

1
AMéRICA LATINA Y EL CARIBE. REPORTE REGIONAL íNDICE DE INSTITUCIONES SOCIALES Y GéNERO
(SIGI) https://www.oecd.org/dev/development-gender/Mini-Brochure_SIGI_AmericaLatinayelCaribe-
web.pdf
Principales desigualdades y brechas de género. Análisis regional.
Magdalena Valdivieso 2017
Bibliografía Consultada:
Abramo, L., M. E. Valenzuela, M. Pollack (2000). Equidad de género en el mundo del
trabajo en América Latina. Avances y desafíos cinco años después de Beijing.
Documento 130, Oficina Internacional del Trabajo, Oficina regional para América
Latina y el Caribe, 83 pp.
Aguirre, R., C. García, C. Carrasco (2005). El tiempo, los tiempos, una vara de
desigualdad. Serie 65 Mujer y Desarrollo CEPAL. Disponible en:
http://www.eclac.cl/cgibin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/7/22367/P22367.xml
&xsl=/mujer/tpl/p9f.xsl&base=/muj er/tpl/top-bottom.xsl
Bourdieu, Pierre, (1988). La distinción: criterio y bases sociales del gusto. Madrid:
Taurus.
CEPAL. Documentos de trabajo
IDB (2016), “Female Corporate Leadership in Latin America and the Caribbean Region:
Representation and Firm-Level Outcomes”, IDB Working Paper Series, No. 655, Banco
Interamericano de Desarrollo, New York, NY.
Kabeer, Naila, (2006). Lugar preponderante del género en la erradicación de la pobreza
y las metas del desarrollo del milenio, México: Centro Internacional de Investigaciones
para el Desarrollo/Plaza y Valdés.
Ocampo, J.A. (2000). Equidad, desarrollo y ciudadanía: Parte I. La visión global.
Publicaciones CEPAL, Santiago, Chile. Disponible en:
http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/5/4425/lcg2071.pdf
Lamas, Marta (comp.)(2003). El género: la construcción cultural de la diferencia
sexual, México: Porrúa.

Principales desigualdades y brechas de género. Análisis regional.


Magdalena Valdivieso 2017
Principales desigualdades y brechas de género. Análisis regional.
Magdalena Valdivieso 2017

También podría gustarte