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Para comenzar, ¿Qué son las emociones?

La emociones no son más que

reacciones fisiológicas que se experimentan diariamente, son las que suelen regir

nuestra conducta. Surgen ante situaciones relevantes que implican peligro,

amenaza, daño, pérdida, éxito o novedad. Nos preparan para poder dar una

respuesta ante un estímulos. La respuesta rápida a estos estímulos ha sido la

clave de nuestra supervivencia durante miles de años. ¿Pero cuál es el impacto de

estas emociones en nuestra salud? La emociones son adaptivas y depende de la

evalución que la persona haga de dicho estímulo, de la respuesta de

afrontamiento que genere. Dependiendo de esa percepción puede sugir una

respuesta, ya sea adaptativa o desadaptativa.

Al experimentar ira, triteza, ansiedad o depresión de manera intensa, pueden

producir cambios en la conducta que hace que se abandonen hábitos saludables

como la alimentación adecuada, el ejercicio físico o la vida social. Y sean

sustituidas por otros como el sedentarismo o las adicciones para eliminar o

contrarestar estas experiencias emocionales. Por otro lado, tenemos que también

las reacciones emocionales prolongadas en tiempo como por ejemplo, la

depresión y el estrés mantienen niveles de activación fisiológica intensos que

pueden ir deteriorando la salud. Provocando: elevación de la frecuencia cardíaca,

hipertensión arterial, aumento de la tensión muscular, pertubación de ritmos

circadianos de cortisol, entre otras.

Las emociones generan notablemente un gran impacto en nuestra salud. Pero

¿Pero que sucede cuando un estímulo determinado provoca un gran impacto a

todo un colectivo?, ¿Cuáles son las emociones que este podría generar en cada
una de las personas? ¿Cuál sería el impacto a la salud de estas?. Un ejemplo de

esto, podría ser lo que se está viviendo con la actual pandemia del COVID-19.

Primeramente, no es la primera pandemia del siglo XXI. En este siglo se ha

registrado la propagación de varios virus que afectaron la salud a nivel mundial: el

SARS o Síndrome de Respiración Aguda entre 2002 y 2003 que acabó con la vida

de cerca 800 personas en Asia; la gripe A-H1N1 con un saldo de 18000 muertes

en el 2009; el brote de Ébola en África y las afecciones trasmitidas por mosquitos

como el dengue, el zika y el chikungunya en América Latina. Pero no hay duda

que ninguno ha provocado la alarma mundial que ha generado el COVID-19 y las

medidas de higiene y de aislamiento obligatorio para detener su propagación.

Toda epidemia supone afectación de la salud y gran cantidad de enfermos y

muertes, pero muy poco se ha hablado de los efectos psicológicos y emocionales

que pueden generar, ocasionando también una pandemia emocional, la cual ha

afectado a muchas personas, a unos más que otros, pero aún este efecto está

muy presente ahora y podría estarlo también a futuro. El COVID-19 ha puesto en

peligro la estabilidad emocional de las personas, pero también de los grupos y de

toda una sociedad.

Como profesionales de enfermería debemos pensar claramente en atender la

vida y la salud de los ciudadanos, podría decirse que es lo principal, pero debido a

que tenemos que pensar en el ser humano como un ser holístico, también

estamos obligados a no dejar de lado las consecuencias emocionales que han

traído consigo la pandemia. El impacto emocional fue mundial. Países a los que

creiamos que serían duros a la hora de atender problemas de salud, han quedado
prácticamente de rodillas antes los efectos del COVID-19. Todos temen por su

salud, por su vida y por sus familiares. Pero específicamente, ¿Cómo esta

situación afectó a Venezuela?

Como venezolanos conocemos muy bien la estructura y funcionamiento de

nuestro actual sistema de salud y los múltiples factores que le quitan tranquilidad

a los venezolanos, como por ejemplo: las sanciones económicas, la hiperinflación,

la inseguridad, el colapso de los servicios públicos, el tema de la gasolina, el

efectivo, entre otros factores que diariamente somenten a nuestro cerebro a

muchas ansiedad y lo ponen a trabajar las 24 horas del día.

Al llegar el COVID-19 al país, y con el anuncio oficial de las medidas de

aislamiento obligatorio para controlar la propagación del virus, comenzaron las

conductas irracionales y el pánico colectivo. ¿De qué forma? Las personas

comenzarón a hacer largas colas, compras exageradas, acaparar todo el producto

de higiene personal que se pudiera. Las personas simplemente corrieron a

protegerse, generando como se había mencionado al principio una respuesta

desadaptativa ante este estímulo, y por lo tanto esas conductas. El miedo

colectivo fue la primera reacción de la pandemia, lo cual también era lo esperado.

Una pandemia de gran magnitud implica una perturbación psicosocial que puede

exceder nuestra capacidad de calma y racionalidad.

Durante las semanas de aislamiento han predominado la ansiedad, el

aburrimiento, el hastío por el encierro, por la ruptura de las rutina y por el deseo de

volver a la “normalidad”, aun cuando sabemos que no tenemos un espacio de vida

normal y que nos espera un mundo diferente. Por otro lado, el estar en casa con
todos los miembros de la familia todos los días o en la soledad absoluta también

ha movido a las personas emocionalmente. Familias con conflictos y grietas que

deben ser atendidas, parejas con problemas que terminan por confrontarse.

Comportamientos violentos y adictivos se hacen evidentes, victímas de la

ansiedad. El sueño de muchos de igual forma ha sido afectado, es agitado y han

aumentado las frecuencias de las pesadillas referente al virus. Y es así como el

COVID-19 ha generado un gran impacto emocional a todo un colectivo.

Por eso es importante que la atención de salud también se enfoque en esas

consecuencias a nivel psicológico que ha tenido la pandemia, tomando en cuenta

de igual forma las consecuencias que esas emociones podrían traer para la salud

las personas. ¿Cuál sería la actuación de enfermería en todo ese proceso? Sería

a través de lo que dictan algunos modelos de enfermería. Como los planteados

por Virginia Henderson y Nola Pendel.

Según el modelo de Virginia Henderson y su teoría de 14 necesidades básicas,

dice que el trabajo de enfermería consiste principalmente en atender tanto a la

persona sana como enferma, ejecutando aquellas actividades que contribuyan a

su adecuado estado de salud. Por otro lado tenemos el modelo de Promoción de

la Salud de Nola Pender, en el que establece en modificar aquellas variables que

podrían llegar a afectar su salud. En modificar hábitos no saludables por unos más

saludables, y que esto puede lograrse mediante las acciones de enfermería.

¿Cómo podrían aplicarse ambos modelos? En primer lugar, evaluando todas las

necesidades dictadas en la teoria de Henderson, ya que estos pueden ser

aplicados tanto en la persona sana o enfermera y en base las respuestas


obtenidas sacar los diagnósticos pertinentes y realizar los planes de cuidado para

atender estas necesidades. En el caso del Modelo de Nola Pender, brindar toda la

información acerca del COVID-19, el cómo y la importancia de protegerse, qué

hábitos adquirir para mejorar la salud durante el aislamiento social y que otros

evitar. Y enseñar la importancia de la salud mental y el cómo las emociones

pueden afectar la salud en general. E informar acerca de a donde acudir ante

situaciones de emergencia. Estas acciones son parte también de la atención

primaria de salud, especificamente en el nivel de promoción de la salud. El rol de

enfermería de atención primaria de salud y comunitaria debe orientarse a

capacitar a las personas, familias y comunidades para que puedan tener un mayor

control de su propia salud.

Todo esto tiene el fin de dismunir el miedo colectivo, y que poco a poco las

personas se vayan adaptando a la nueva situación, que aprovechen la cuarentena

como una oportunidad de relajarse como también de hacer cosas productivas que

ayuden a mejorar su salud, y de esta manera hacer de esta situación más

llevadera, una situación que nos ha traído un gran impacto emocional y que

significará una nueva normalidad para todos en el futuro.


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:

Acosta, Y. (2020) Covid19 y la pandemia emocional. Recuperado el 5 de junio de

2020 de: https://prodavinci.com/covid19-y-la-pandemia-emocional/

Millán, L. (2017) ¿Cómo influyen las emociones en nuestra salud?. Recuperado el

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Ramirez, J. (2018) Virginia Henderson: Biografía y 14 Necesidades (Modelo).

Recuperado el 6 de junio de 2020 de: https://www.lifeder.com/necesidades-

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Arrechedora, I. (sin fecha) Nola Pender: Biografía y Teoría. Recuperado el 6 de

junio de 2020 de : https://www.lifeder.com/nola-pender/

Selma, O. (2020) El impacto del Covid-19 en la salud mental. Recuperado el 6 de

junio de 2020 de: https://www.65ymas.com/salud/impacto-covid-19-en-salud-

mental_15394_102.html

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