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Revista Investigación y Ciencia

Noticia 1
Microorganismos utilizados como códigos de barras

Una nueva estrategia que emplea bacterias a las que se ha


insertado secuencias cortas de ADN podría ayudar a identificar el
origen de las mercancías.

Las células de la levadura (Saccharomyces cerevisiae) pueden marcarse con secuencias específicas de ADN y utilizarse como
etiquetas para el seguimiento de los bienes de consumo. [iStock-Dr_Microbe]

Un método novedoso que utiliza microorganismos inofensivos como


etiquetas biológicas podría permitir a los consumidores averiguar en qué
granja se cultivaba la ensalada que los enfermó y si los zapatos de diseño
que compraron eran falsos.

Michael Springer, de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston


(Massachusetts), y sus colaboradores han descrito en un reciente estudio
publicado en Science que han insertado secuencias cortas de ADN en los
genomas de las formas inactivas de la bacteria Bacillus subtilis y de la
levadura Saccharomyces cerevisiae. Las secuencias de ADN funcionan
como códigos de barras biológicos que pueden utilizarse en diferentes
combinaciones e identificarse con varias herramientas de detección de
ADN.

Los autores han comprobado que los microrganismos con códigos de


barras que se aplican sobre la arena, el suelo, la alfombra y la madera
siguen siendo detectables durante meses, incluso después de ser
expuestos al viento, la lluvia, o después de barrer o pasar la aspiradora.
También pueden transferirse de las superficies a otros objetos, como los
zapatos usados en un arenero que había sido pulverizado con los
microorganismos.

Mediante el empleo bacterias marcadas con ADN, los investigadores


también han logrado rastrear el origen de una planta frondosa hasta la
maceta concreta en la que creció. Los microbios con código de barras
persistieron en una verdura incluso después de lavarla y cocinarla, por lo
que esta estrategia podría utilizarse para trazar la contaminación de los
alimentos hasta su origen, explican los investigadores.

Nature highlights

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso


de Nature Research Group.

Referencia: «Barcoded microbial system for high-resolution object


provenance». Jason Qian et al. en Science , vol. 368, n.º 6495, págs. 1135-
1140, junio de 2020.

Noticia 2.

Se ha modificado una bacteria para que consuma


dióxido de carbono

El logro podría convertir a Escherichia coli en un sistema biológico de


producción de energía e incluso de alimentos.
La bacteria Escherichia coli ha sido modificada para que crezca consumiendo
dióxido de carbono.[iStock / Claudio Ventrella]

Los investigadores han creado una cepa de la bacteria Escherichia


coli que tiene la capacidad de crecer consumiendo dióxido de carbono
en lugar de azúcares u otras moléculas orgánicas.

El logro es un hito, según los científicos, porque altera drásticamente el


funcionamiento interno de uno de los organismos modelo más
populares de la biología. Y en el futuro, la nueva cepa tal vez permita
producir moléculas de carbono orgánico que podrían ser usadas como
biocombustibles o para obtener alimentos. Los productos generados de
esta manera tendrían menos emisiones en comparación con los
métodos de producción convencionales, e incluso podrían llegar a
eliminar el gas del aire. El trabajo acaba de ser publicado en Cell por
Ron Milo, biólogo de sistemas del Instituto Weizmann de Ciencias, en
Rehovot, y sus colaboradores.

Las plantas y las cianobacterias (microorganismos acuáticos con


capacidad fotosintética) utilizan la energía de la luz para transformar, o
fijar, el CO2 del aire en los componentes básicos de la vida que
contienen carbono, entre ellos el ADN, las proteínas y las grasas. Pero
estos organismos pueden ser difíciles de modificar genéticamente, lo
que ha frenado los esfuerzos para convertirlos en fábricas biológicas.

Por el contrario, E. coli es relativamente fácil de modificar, y su rápido


crecimiento permite ensayar y ajustar los cambios para optimizar las
alteraciones genéticas. No obstante, la bacteria prefiere crecer sobre
azúcares como la glucosa, y en lugar de consumir CO2, emite este gas
como producto residual.

Noticia 3.
 Biocombustibles de microalgas

Los autores han dedicado la última década manipulando la «dieta»


de E. coli. En 2016, crearon una cepa que consumía CO2, pero el
compuesto representaba solo una parte de la ingesta de carbono del
organismo; el resto lo obtenía del piruvato, un compuesto orgánico con
el que se alimentaba a las bacterias.

Dieta a base de gas

Milo y su equipo utilizaron una mezcla de ingeniería genética y de


evolución en el laboratorio para crear una cepa de E. coli que obtuviera
todo el carbono del CO2. Primero, introdujeron en la bacteria genes que
codifican un par de enzimas que permiten a los organismos
fotosintéticos convertir el CO2 en carbono orgánico. Las plantas y las
cianobacterias utilizan la luz como fuente de energía para llevar a cabo
esta conversión, pero E. coli carece de esta capacidad. De modo que los
autores insertaron un gen que permite a la bacteria obtener la energía
de una molécula orgánica denominada formiato.

Pero incluso con esas innovaciones, la bacteria continuaba sin sustituir


el consumo de azúcar por el de CO2. Para modificar aún más la cepa, los
investigadores cultivaron sucesivas generaciones de E. coli modificada
durante un año y le ofrecieron solo cantidades mínimas de azúcar
y CO2 en concentraciones unas 250 veces superiores a las de la
atmósfera terrestre. Esperaban que desarrollaran mutaciones para
adaptarse a esta nueva dieta. Después de unos 200 días, surgieron las
primeras células capaces de utilizar CO2 como única fuente de carbono.
Y después de 300 días, estas bacterias crecieron más rápido en las
condiciones de laboratorio que aquellas que no podían aprovechar el
CO2.
Las cepas de E. coli que consumen CO2, o autotróficas, siguen
manteniendo la capacidad de crecer con azúcar, y se decantarían por
esa fuente de energía, antes que el CO2, si tuvieran la opción, comenta
Milo. En comparación con las bacterias no modificadas, cuyo número
se duplica cada 20 minutos, las E. coli autotróficas quedan rezagadas y
se dividen cada 18 horas, cuando crecen en una atmósfera del 10 por
ciento en CO2. Y con los niveles atmosféricos actuales, del 0,041 por
ciento, no pueden subsistir sin azúcar.

Milo y su equipo esperan hacer que sus bacterias crezcan más rápido y
vivan con niveles más bajos de CO2. También están tratando de
entender cómo evolucionó, con solo modificar 11 genes, E. coli hasta
conseguir consumir CO2.

El trabajo muestra el poder conjunto de la ingeniería y de la evolución


para mejorar los procesos naturales, opina Cheryl Kerfeld, bioingeniero
de la Universidad Estatal de Michigan y del Laboratorio Nacional
Lawrence Berkeley, en California.

La bacteria E. coli ya se utiliza para fabricar versiones sintéticas de


sustancias útiles, como la insulina y la hormona de crecimiento
humano. Milo explica que su trabajo podría ampliar el número de
productos que podrían fabricar, como combustibles renovables,
alimentos y otras sustancias. Sin embargo, no cree que estos avances
sucedan pronto. Todavía llevará algunos años hasta que veamos la
aplicación de este microorganismo.

Ewen Callaway

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con


permiso de Nature Research Group.

Referencia: «Conversion of Escherichia coli to generate all biomass carbon from CO2». Shmuel
Gleizer et al. en Cell, vol. 179, n.º 6, págs. 1255-1263, noviembre de
2019.
Noticia 4:

Lámparas hechas con microbios

Mediante el cultivo de ciertas bacterias se crean lámparas con variados dibujos y colores.

El arte se encuentra con la ciencia en estas lámparas hechas con coloridas colonias bacterianas
de Serratia marcescens y Escherichia coli (izquierda y centro) y otras especies (derecha). [Sandy
Haggart (izquierda y centro); Michal Mazur (derecha)]

La mayoría de las personas piensan en las bacterias como en


organismos transmisores de enfermedades y simplemente se lavan las
manos para dehacerse de ellas. Pero el diseñador industrial Jan
Klingler, de Estocolmo, las está utilizando para fabricar unas coloridas
lámparas. «Cada ser vivo y cada lugar tienen una "huella" microbiana
que es única», comenta Klingler. Al capturar tales huellas pretende
embotellar los recuerdos.

Los clientes que soliciten una de las lámparas de Klingler, que él espera
empezar a vender pronto, recibirán un kit con un hisopo estéril que
podrán frotar sobre la piel de un ser querido o mascota o sobre la
superficie de algún objeto. (El mismo Klingler lo hizo sobre la columna
de la estación de metro donde conoció a su pareja.) El cliente devolverá
la muestra a Klingler, quien la cultivará en una placa de Petri.
Las colonias bacterianas proliferan y dan lugar a diferentes colores, que
Klingler puede personalizar modificando las especies y el medio de
cultivo. Con anterioridad ya se ha investigado la modificación genética
de bacterias, como Escherichia coli y Flavobacterium, para que
sinteticen distintos pigmentos que podrían emplearse para fabricar
pinturas biodegradables o producir fotografías en color.

Según Klingler, su método da lugar a formas extravagantes «que crecen


una dentro de la otra, se mezclan y originan dibujos interesantes»,
comenta. Él y su colaborador Volkan Özenci, microbiólogo del Instituto
Karolinska, están experimentando ahora con cambios en la velocidad y
la duración del cultivo. «Resulta imposible prever lo que crecerá
exactamente», explica Klingler.

Después de dejar proliferar las bacterias durante uno o dos días, las fija
en resina y las convierte en lo que él denomina «fósiles modernos». Los
discos de resina se integran luego en estructuras de vidrio soplado que
se asemejan a frascos de laboratorio. Finalmente, ledes brillantes dan
vida a los colores y dibujos microbianos.

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