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Tema REFLEJOS DE DEGLUCIÓN Y DEFECACIÓN.

TRASTORNO DEL VÓMITO

Nombres y Apellidos

ASCONA VERA, RUTH ELIZABETH

Autor/es CANDIA TIÑINI, RONAL


CHIPANA MAMANI, ALVARO
RAMOS SEBASTIAN, DANIELA JHOSELYN
ROCHA ANZALDO, MARA LUJAN

Fecha 28 de marzo del 2018

Carrera MEDICINA
Asignatura FISIOLOGÍA II

Grupo “ATP” del PARALELO “A2”


REFLEJOS DE DEGLUCIÓN Y DEFECACIÓN, TRASTORNO DEL VÓMITO

1. FISIOLOGÍA DE LA DEGLUCIÓN

La deglución es una función muscular compleja, en la que actúan músculos de la


respiración y del aparato gastrointestinal cuyo objetivo es el transporte del bolo
alimenticio y también la limpieza del tracto respiratorio. Está presente desde la octava
semana de la gestación, siendo una función vital, pues es necesaria para garantizar la
supervivencia del individuo.

La deglución normal consta de tres fases (oral, faríngea y esofágica), que suelen
repetirse más de 600 veces al cabo del día y en las que intervienen más de 30
músculos. Tras el inicio de la deglución, el bolo alimenticio tarda entre 11 y 16
segundos en completarla.

Los niños degluten menos que los adultos. Su promedio es de 600 a 1.000 veces por
día, cuando los adultos degluten de 2.400 a 2.600 veces. No hay acuerdo sobre estos
valores, variando entre los diferentes autores. Las personas de más edad tienen
menos saliva, deglutiendo menos veces. Deglutimos menos por la noche y más al
hablar y al masticar, por ser funciones que requieren más producción de saliva.
Producimos aproximadamente entre un litro y un litro y medio de saliva por día. En ella
intervienen diversas estructuras anatómicas como son, la cavidad oral, la faringe, la
laringe y el esófago.

El bolo alimenticio, a su paso por la cavidad orofaríngea, activa unos receptores que
inician el reflejo de la deglución, controlado por el sistema nervioso central (SNC). El
reflejo deglutorio da lugar a una compleja sucesión de eventos involuntarios, cuya
función consiste tanto en empujar la comida a través de la faringe y del esófago como
en evitar su entrada en la vía aérea.

1.1. FASES DE LA DEGLUCIÓN


A. FASE ORAL
Fase bajo control cortical voluntario. En la fase oral distinguimos una fase
preparatoria en la que se manipula el alimento para obtener la consistencia
necesaria para la deglución y una fase propulsiva en la que el bolo alimenticio es
empujado hacia a atrás.
a) Fase preparatoria: Se llevan a cabo una serie de
movimientos coordinados en la mandíbula y maxilar (que permiten la apertura
de la boca), labios, lengua, mejillas y paladar blando (se desplaza hacia abajo
y hacia delante en dirección a la base de la lengua impidiendo el paso
prematuro del alimento a la faringe durante esta fase). Esta fase incluye la
salivación, la masticación, el sellado labial (que evita la salida del alimento) y
el trasporte oral. Los músculos que participan son los músculos maseteros,
temporales, pterigoideos laterales y mediales, entre otros.
b) Fase propulsiva o de transferencia: El bolo es recogido
por la lengua cuya parte media se eleva para presionar el bolo contra el
paladar duro para desplazar el bolo hacia atrás. La contracción de los
músculos milohioideos provoca la elevación de la porción posterior de la
lengua, lo que hace que el paladar blando ascienda, con lo que la nasofaringe
queda sellada y se previene la aspiración nasal. Esta fase finaliza cuando se
dispara el reflejo deglutorio que en condiciones normales, su duración no
sobrepasa un segundo o uno y medio.

B. FASE FARÍNGEA

Bajo control automático reflejo, involuntario. Se inicia cuando se desencadena el


reflejo deglutorio y el paso del bolo por la faringe. Cuando el bolo pasa a la faringe,
la contracción del músculo constrictor faríngeo superior contra el paladar blando,
que a su vez se encuentra contraído, inicia una contracción peristáltica que
progresa rápidamente en sentido distal para mover el bolo a través de la faringe y
el esófago. Simultáneamente, la laringe y el hioides son retraídos hacia arriba y
adelante, provocando la relajación del músculo cricofaríngeo, que forma parte del
esfínter esofágico superior (EES).

La fase faríngea la podemos desglosar en los siguientes pasos:


a. Cierre velofaríngeo. El velo del paladar se eleva para prevenir la entrada del
alimento en la nariz.
b. Cierre laríngeo. La vía respiratoria es protegida al descender la epiglotis.
c. Elevación y desplazamiento anterior de la laringe para proteger la tráquea
d. Peristaltismo faríngeo
e. Relajación del esfínter esofágico superior para permitir que el bolo pase de la
faringe al esófago

C. FASE ESOFÁGICA

Bajo control automático reflejo, involuntario también. El bolo es conducido desde la


faringe al estómago a través del esófago.
La contracción peristáltica que tiene lugar como reacción a la deglución recibe el
nombre de peristalsis primaria. Comprende la llamada “inhibición deglutoria”,
seguida de la contracción progresiva de la musculatura a lo largo del esófago.

El esfínter esofágico inferior (EEI) se abre cuando la comida entra en el esófago, y


permanece abierto hasta que la contracción peristáltica desliza el bolo en el
estómago. El remanente de comida que no progresa hasta el estómago provoca la
dilatación local del esófago, lo que activa la peristalsis secundaria, que sólo afecta
al esófago torácico.

1.2. CONTROL NEUROLÓGICO DE LA DEGLUCIÓN

Los centros del SNC que intervienen en el control de la deglución son bilaterales y
actúan de manera interdependiente.

La musculatura de la cavidad oral, faringe, EES y la porción cervical del esófago es


estriada y está directamente inervada por motoneuronas de los nervios craneales.
Sin embargo, la musculatura de la porción torácica del esófago y el EEI está
compuesta por fibras musculares lisas, inervadas por neuronas inhibidoras y
activadoras del plexo mientérico esofágico. Durante la deglución, la respiración es
inhibida por el SNC.

Los músculos de la cavidad oral están inervados por los pares craneales trigémino
(V) y facial (VII), y los de la lengua por el hipogloso (XII). Los músculos de la faringe
están inervados por el glosofaríngeo (IX) y vago (X), y la porción cervical del
esófago por motoneuronas vagales del núcleo ambiguo (ver Tabla. Inervación de los
principales músculos que intervienen en la deglución.jpg).

Formando parte del EES se encuentran tanto músculos constrictores (inervados por
el par craneal X) como dilatadores (inervados por los pares V, VII y XII).

Los constrictores incluyen el músculo cricofaríngeo y el constrictor faríngeo inferior.

Los neurotransmisores de las neuronas activadoras del plexo mientérico esofágico


son la acetilcolina y la sustancia P, y los de las neuronas inhibidoras son el péptido
intestinal vasoactivo (VIP) y el óxido nítrico. Desde el núcleo motor dorsal del par
craneal X se proyectan grupos de fibras nerviosas preganglionares hacia las
neuronas mientéricas postganglionares inhibitorias y activadoras.

El EEI permanece cerrado gracias a su tono miogénico intrínseco, sobre el que


actúan los nervios inhibidores y activadores. La función del EEI se suplementa con
la musculatura estriada del diafragma, que rodea al EEI y actúa como un esfínter
externo.
2. FISIOLOGÍA DE LA CONTINENCIA Y LA DEFECACIÓN

Defecación y continencia anal son dos funciones trascendentales del aparato


digestivo: expulsión del contenido fecal y regulación de dicha expulsión para que se
produzca en el momento deseado.

Aunque aparentemente contrapuestos, comparten estructuras anatómicas, si bien con


una respuesta fisiológica diferente para poder cumplir con sus cometidos que, en
esencia, podemos concretarlos en transporte de la materia fecal al recto,
desencadenamiento del deseo defecatorio, capacidad de retrasar la defecación hasta
el momento adecuado mediante una correcta continencia y, finalmente, evacuación.

Para que ambas funciones se lleven a cabo de manera plenamente satisfactoria han
de reunirse unos condicionamientos anatómicos y fisiológicos que permitan la
transformación del contenido intestinal en heces pastosas, un adecuado transporte a
través del colon hasta el recto, que éste posea una oportuna capacidad de reservorio
o almacenamiento y que se desencadene el deseo defecatorio a través de los
mecanismos sensitivos y reflejos pertinentes para que, si la situación socioambiental
lo permite, llevar a cabo la defecación; en caso contrario, deben existir las
correspondientes estructuras anatómicas que faciliten una perfecta continencia y
pospongan la evacuación hasta el momento oportuno.

La alteración de los múltiples y complejos factores anatomofisiológicos conducirá al


desencadenamiento de dos situaciones sumamente molestas y de una importancia
trascendental, en muchos sentidos, pero sobre todo con relación a la calidad de vida
de la persona que las sufre: estreñimiento en cualquiera de sus múltiples formas e
incontinencia fecal.

2.1. Defecación

Los mecanismos que facilitan la defecación se desencadenan en el recto y los


esfínteres anales, es indudable que para que se desarrollen correctamente, las
heces deben ser transportadas en calidad y cantidad por el colon; en este
segmento del intestino grueso se efectúan las funciones de absorción,
almacenamiento y transporte.

En efecto, los alimentos ingeridos, junto con los productos secretados a lo largo
del tubo digestivo, llegan al colon derecho en un volumen aproximado de 1.500 ml
diarios, aunque su capacidad absortiva puede verse incrementada hasta los 5-6 L
en 24 h. En esta zona se producirá, fundamentalmente, la absorción de agua y
electrolitos, lo que producirá unos 100-150 g de heces pastosas, preparadas para
la evacuación una vez llegadas al recto. Para que tenga lugar dicho transporte,
deben desarrollarse correctamente los 2 tipos de movimientos del intestino grueso.

a) Contracciones segmentarias o haustrales. Consistentes en movimientos


lentos y aislados que provocan constricciones anulares de la musculatura
circular, que en ocasiones reducen de forma importante la luz, hasta
ocluirla por completo. Una vez iniciadas, alcanzan su máxima intensidad en
unos 30 s; desaparecen después para volver a manifestarse transcurridos
unos minutos en otras zonas. La mayoría de estas contracciones se
producen en el ciego y el colon ascendente, y se precisan de 10 a 15 h
para desplazar el quimo desde la válvula ileocecal hasta el colon
transverso.
Estas contracciones segmentarias o haustrales también producen
movimientos antiperistálticos y en el colon transverso, “desplazamientos
pendulares” que desplazan unos pocos centímetros el contenido intestinal
tanto en sentido proximal como distal. Los resultados son una especie de
“amasamiento” o mezcla del contenido intestinal y un aumento de su
tiempo de contacto con la mucosa intestinal. De esta manera se favorece la
reabsorción de agua y electrolitos y el quimo se vuelve semisólido.
b) Contracciones masivas, propulsivas o movimientos “de masa”. Se
producen desde el comienzo del colon transverso hasta el sigma; consisten
en la contracción a todo lo largo de un segmento cólico, que puede
alcanzar 20-35 cm, mientras el segmento adyacente se relaja. El segmento
contraído pierde los haustros y empuja el contenido fecal en sentido distal a
una velocidad de 8-10 cm por hora. La contracción permanece,
incrementando su fuerza, durante unos 30 s, tras cuyo período se produce
una relajación que dura 2 o 3 min, al cabo de los cuales se desencadena
otro movimiento “de masa”. Estos movimientos tienen lugar de 2 a 4 veces
al día, desplazando el contenido intestinal del colon al sigma y de éste al
recto. Para evitar el paso masivo de las heces del colon al recto, Shafik
describe una zona de alta presión en la unión rectosigmoidea, que actuaría
a modo de esfínter. Este esfínter, mediante un reflejo inhibitorio, permitiría
el paso de las heces del sigma al recto. Por otra parte, ante una
contracción rectal, se provocaría un reflejo excitatorio que impide el
retroceso de las heces del recto al sigma y el colon descendente. Se ven
facilitados o desencadenados fundamentalmente por los reflejos
gastrocólico y duodenocólico; la intensidad de la respuesta cólica parece
relacionada con la carga calórica y composición de los alimentos ingeridos.

Neurotransmisores, hormonas y otras sustancias circulantes pueden influir en la


actividad miogénica para cambiar la magnitud y la frecuencia de las contracciones
o el patrón de la actividad motora. Entre las capas musculares y los plexos
nerviosos intrínsecos existen reflejos neurales para inhibir o incrementar la
actividad muscular, de tal manera que, en el acto de la defecación existe una
estrecha relación entre actividad miogénica y actividad neural, intrínseca y
extrínseca.

En contraste con otros segmentos del tubo digestivo, su contenido permanece


horas o días, o se desplaza en minutos o segundos, lo que requiere para su
valoración controles muy prolongados. Llegadas las heces al recto, puede
producirse una adaptación y actuar a modo de reservorio hasta que la distensión
alcanza la suficiente intensidad para desencadenar el “reflejo defecatorio”. Si los
condicionamientos socioambientales son adecuados, se producirá el acto de la
defecación.

La defecación no es algo espontáneo, instantáneo e inconsciente, sino que implica


cierta voluntariedad. En esencia, dicha voluntariedad lleva consigo vencer los
mecanismos de la continencia. Si el momento no es oportuno, serán estos
mecanismos los que se impongan y retrasarán la evacuación hasta el momento
pertinente. Así, estrictamente hablando, el acto de la defecación existe si funciona
correctamente el factor de la “continencia”; de lo contrario se producirá una pérdida
inconsciente y descontrolada de heces. Se confirma, así, la estrecha relación entre
la defecación y la continencia, en el “terreno” de las mismas estructuras
anatómicas, aunque con condicionamientos funcionales diferentes.

A. ASPECTO ANATÓMICO
a. Recto y canal anal

Comprende los últimos 15 cm del intestino grueso y sirve para almacenar


las heces que llegan desde el sigma. La parte terminal, denominada canal
anal, desempeña un papel fundamental. Constituye los últimos 3-4 cm,
zona de alta presión formada por el esfínter interno por dentro, rodeado por
el esfínter externo; la parte superior de este canal anal, denominada anillo
anorrectal, está ocupada por el puborrectal, parte más medial del músculo
elevador del ano. Sus características más importantes son:

Esfínter interno (EI). Representa un engrosamiento (entre 0,5 y 1,5


mm) de los 3-4 cm finales de la capa circular de la musculatura
rectal; se trata, por tanto, de fibra muscular lisa. Inervado por el
sistema nervioso autónomo, se mantiene de forma permanente en
estado de casi máxima contracción. Desarrolla una actividad cíclica,
en forma de ondas lentas y ultralentas, con una frecuencia entre 15
y 35 ciclos por minuto, variable de unas personas a otras y cuyo
significado exacto no está bien definido.

Por fuera del esfínter anal interno (y por dentro del externo),
desciende un músculo denominado músculo longitudinal conjunto,
que se forma a partir del músculo elevador del ano y que se inserta,
por abajo, en la piel perianal.

Esfínter externo (EE). Estructura de fibra muscular estriada que, a


modo de cilindro, envuelve al EI. Aunque se considera dividido en 3
partes, superficial, media y profunda, esta división no es admitida de
manera categórica. Mediante el mantenimiento de una acción tónica
constante contribuye con un 20-30% a la presión de reposo del
canal anal. Sin embargo, de él depende la contracción voluntaria,
que puede mantenerse durante un período de 50-60 s y duplica la
presión de reposo, lo que representa una acción fundamental para
el mecanismo de la continencia. Está inervado por los nervios
pudendos.

Elevador del ano. Este gran músculo, ancho y delgado, de la parte


ventral del periné es trascendental en el mecanismo de la
continencia anal.

Tradicionalmente, el elevador del ano se ha dividido en 3 partes:


músculos puborrectal, pubococcígeo e ileococcígeo. El músculo
puborrectal es el de mayor relevancia para la continencia, ya que se
localiza en la parte más anteromedial del elevador del ano, tiene
forma de “U”, rodea el recto a modo de un lazo y tira de éste hacia
delante. De esta manera, provoca un ángulo agudo entre el recto y
el canal anal, mantenido por su contracción tónica constante.
Inervado directamente por las ramas S3 y S4, el puborrectal, con la
porción más profunda del EE, el músculo longitudinal y la parte
adyacente del EI, constituirá el denominado anillo anorrectal.

B. INERVACION
Representa una serie compleja de actividades neurales y musculares integradas
en las que tanto el sistema nervioso central como el autónomo intervienen de
forma combinada sobre el músculo liso y estriado.

El complejo sistema descrito, ante la llegada de heces al recto, tiene tres misiones
fundamentales: acomodación, discriminación del estímulo y defecación.

En efecto, el recto tiene capacidad de distensión y adaptación, sin experimentar un


incremento de la presión; es decir, puede estar lleno de heces sin provocar deseo
de defecar. Cuando la distensión alcanza una determinada proporción, se
desencadena el reflejo defecatorio, cuya primera consecuencia es la relajación del
EI mediante el reflejo rectoanal inhibitorio, transmitido a través del plexo
mientérico. De forma inmediata, el EE se contrae. Si las circunstancias
socioambientales no son favorables, se mantiene de forma voluntaria la
contracción del EE hasta que, por adaptación de los receptores de la pared rectal,
cesa el estímulo, se desencadena un reflejo inhibidor anosigmoideo, cesa la
propulsión del contenido fecal, se recupera el tono del EI y desaparece el deseo de
defecar. Es decir, se genera el proceso de la continencia; se trata de un
mecanismo anatómico y funcional en el que participan numerosos factores:
correcta función mental, volumen y consistencia de las heces, motilidad cólica,
sensibilidad y distensibilidad rectal, función esfinteriana y reflejos rectoanales.

A la relajación involuntaria del EI, sigue una relajación voluntaria del EE, una
inspiración profunda acompañada del cierre de la glotis, un aumento de la presión
intratorácica seguida de un descenso del diafragma, una contracción de la
musculatura abdominal y un incre mento de la presión intraabdominal. De manera
simultánea, desciende el suelo pélvico con relajación del puborrectal y
desaparición de la angulación rectal, que se sitúa en ángulo obtuso, lo que facilita
la expulsión fecal. En el desencadenamiento del deseo defecatorio no sólo
participa el reflejo mientérico intrínseco, sino que se ve reforzado con el
denominado “reflejo parasimpático de la defecación”, en el que intervienen los
segmentos sacros de la médula espinal.

Estas señales parasimpáticas incrementan la intensidad de las ondas peristálticas


y relajan el EI, con lo que el reflejo mientérico intrínseco se ve significativamente
potenciado, y llega a vaciar de una sola vez desde el ángulo esplénico al ano.
3. TRASTORNO DEL VÓMITO.

El término vómito o emesis se define como la expulsión vigorosa del contenido


gástrico a través de la boca, como resultado de la contracción coordinada de los
músculos abdominales, intercostales, laríngeos y faríngeos; la actividad
gastrointestinal incluye fuerte contracción retrógrada de los intestinos y relajación del
fondo gástrico con cierre de la glotis (para proteger la vía respiratoria) y elevación del
velo del paladar. Es diferente a regurgitación, que consiste en el paso fácil del
contenido gástrico a la boca.

La náusea es la sensación subjetiva de malestar general con necesidad inminente de


vomitar, en ésta, por lo tanto, no hay actividad muscular expulsiva y cuando es grave
hay aumento en la secreción salival, alteraciones vasomotoras y sudoración.

Es importante definir arqueo o arcada, con la finalidad de diferenciar cada una de


estas entidades. En éste se producen contracciones rítmicas y violentas de la
musculatura gastrointestinal que semejan al vómito sin expulsión de contenido
gástrico.

El reflejo del vómito es un mecanismo de defensa involuntario, regido por el llamado


«centro del vómito». Este mecanismo implica un complejo proceso de tres pasos:

 Estímulos iniciadores, centrales y periféricos.


 Interpretación de estos estímulos por un centro integrador.
 La respuesta motora que expulsa el contenido gastrointestinal.

Es importante mencionar que múltiples tipos de receptores participan en la generación


de la NVPO, destacando los receptores de dopamina tipo 2 (D2), receptores de
serotonina tipo 3 (5-HT3), histamina tipo I (H1) y colinérgicos muscarínicos tipo I (M1).
La mayor parte de los fármacos antieméticos ejercen su acción por bloqueo de uno o
más de estos receptores.

Se conocen cinco diferentes tipos de receptores de 5-HT3 en humanos: 5-HT3A, 5-


HT3B, 5-HT3C, 5-HT3D y 5-HT3E; los A, B y C se expresan en el sistema nervioso
central, así como en las terminaciones nerviosas del vago, mientras que el 5-HT3D
predomina y el 5-HT3E está exclusivamente en el tracto gastrointestinal. La zona
gatillo quimiorreceptora (ZGQ) es rica en receptores D2 y 5-HT3. El núcleo del tracto
solitario posee múltiples receptores D2, H1, M1, receptores μ del sistema opioide
endógeno y receptores del sistema neuroquinina.

a) Los estímulos periféricos provienen de la orofaringe (IX par craneal), de las


vísceras abdominales (estímulos químicos y mecánicos conducidos por el X
par craneal), del mediastino, peritoneo y pelvis renal, entre otros. La irritación
de la mucosa gastrointestinal por quimioterapia, radiación, distensión o
gastroenteritis infecciosa aguda activa los receptores 5-HT3 de este sistema.
Los estímulos centrales provienen de la corteza cerebral, la propia ZGQ,
núcleos del tallo cerebral, núcleos vestibulares (VIII par craneal), del centro
visual, olfatorio y límbico. Si bien el principal neurotransmisor de las fibras del
nervio vestibular es el glutamato, estas neuronas contienen gran cantidad de
receptores de histamina H1 y H2, lo que explica las náuseas y vómito
desencadenados por olores, sabores, movimiento y en ocasiones por lo que se
observa.
b) El centro integrador es el «centro del vómito», localizado en la formación
reticular ascendente del bulbo raquídeo. Se relaciona estrechamente con el
núcleo del tracto solitario y el área postrema. Recibe las aferencias centrales y
periféricas, ya sea directa o indirectamente a través de la ZGQ. La otra zona
integradora es precisamente la ZGQ, localizada en el piso del cuarto ventrículo.
Carece de barrera hematoencefálica, por lo que recibe estímulos químicos
presentes en la sangre o en el líquido cefalorraquídeo. Probablemente el
núcleo del tracto solitario localizado en las cercanías del área postrema, sea la
estructura encargada de integrar la información procedente de las fibras
aferentes viscerales, en donde terminan las fibras sensoriales del trigémino y
del vago, lo que explica algunas de las reacciones asociadas al vómito como la
salivación, diaforesis, taquicardia y arritmias.
c) Al ser estimulado alguno o algunos de los receptores arriba mencionados,
reenvían la señal al centro del vómito, en donde se origina la respuesta
eferente conducida a través de vías eferentes vegetativas (pares craneales V,
VII, IX, X y XII) y somáticas (nervios frénicos, intercostales y
abdominogenitales), para finalmente dar lugar al reflejo del vómito.
Una vez que el centro del vómito ha recibido los estímulos suficientes y se ha iniciado
el acto de vomitar, los efectos son:

- Inspiración profunda
- Ascenso del hueso hioides y de la laringe para mantener abierto el esfínter
esofágico superior.
- El cierre de la glotis para evitar el paso del vómito a los pulmones.
- La elevación del paladar blando para cerrar la entrada posterior a las fosas nasales.
- Poderosa contracción descendente del diafragma y contracción simultánea de los
músculos de la pared abdominal.
- El esfínter gastroesofágico inferior se relaja por completo, lo cual permite la
expulsión del contenido gástrico hacia arriba a través del esófago.

BIBLIOGRAFIA

1. Hall, J. TRATADO DE FISIOLOGÍA MÉDICA. Decimo tercera edición. 2016. Editorial


ELSEVIER España.
2. Torres, B. ANATOMOFISIOLÓGIA DE LA DEGLUCIÓN. Artículo de revisión.
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