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El autor de Hebreos continúa con el mismo tema tratado en los textos anteriores.
Su tesis es demostrar que Jesús es mejor que los ángeles.
"Si el juicio de Dios vino sobre los transgresores de la ley dada por los
ángeles, el castigo más severo será dado a aquellos que descuiden el
evangelio dado por el Señor, confirmado por los apóstoles y testificado
por el Padre con señales y prodigios" (2:1-4).
Algo que ya podemos darnos cuenta es que:
Primero, su condición. Cristo se despojó de sí mismo, tomando forma humana, y en ese sentido se
hizo un poco más pequeño que los ángeles.
Tercero, su resultado. Él llevó a muchos hijos a la gloria y fue exaltado por el Padre.
Esta sección esta centrada en la gloria y honor de Cristo, la cual fueron obtenidas por el camino del
sufrimiento y la muerte (V.9). Donde uno de sus grandes propósitos fue traer muchos hijos a la gloria
(V.10). Se presenta la hermosa realidad de que aquellos hijos son llevados desde el mundo del
pecado a la gloria de Dios.
Todo esto es posible porque Jesucristo en su naturaleza divina y humana cumplió el mandato
originalmente dado a Adán, obteniendo dominio sobre lo que se había perdido.
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La Supremacía de Cristo (4) – Hebreos 2:5-18
La necesidad de la encarnación de Jesús
Es evidente que el autor muestra que aunque Cristo fue hecho menor que los ángeles en su
estadía en el mundo, sigue siendo superior a ellos, debido a todo lo que hizo y por el puesto
que ocupa.
El día de hoy entonces vamos a ver el porque era necesario que Jesús se encarnara.
5 Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando;
6 pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo:
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
O el hijo del hombre, para que le visites?
7 Le hiciste un poco menor que los ángeles,
Le coronaste de gloria y de honra,
Y le pusiste sobre las obras de tus manos;
8 Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que
no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas.
9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de
gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios
gustase la muerte por todos.
El autor de Hebreos cita el Salmo 8 para enfatizar la posición de honor que Dios le dio al hombre en
la creación. Dios lo hizo a su imagen y semejanza y lo coronó de gloria y honra.
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La Supremacía de Cristo (4) – Hebreos 2:5-18
La necesidad de la encarnación de Jesús
Este dominio se perdió a causa del pecado, y hoy ya no vemos todas las cosas sujetas a él.
Vemos además un cambio en el corazón del hombre. La voluntad del hombre se ha vuelto perversa,
a lo malo le llama bueno, y a lo bueno le llama malo.
Como dice Romanos 1, hay consecuencias en la vida del hombre debido a los cambios que este
realizó:
- Cambió la verdad de Dios por la mentira (Romanos 1:21-22,25) / Dios los entrega a una mente
reprobada (Romanos 1:28)
- Cambió al Creador por las cosas hechas. (Romanos 1:23,25) / Dios los entrega a los deseos
de sus corazones (Romanos 1:24)
- Cambió el uso natural de sus cuerpos (Romanos 1:22,26-27) / Dios los entrega a pasiones
vergonzosas (Romanos 1:26)
"Pero Dios" envía a Jesús al mundo, el hombre perfecto, el segundo Adán, para restaurar esa
imagen.
Jesús vino no solo para restaurar esa imagen, sino también para apoderarse del mundo, tanto del
presente como del futuro, y para llevar a la humanidad a una posición de dominio nunca antes
experimentada.
El Salmo 8 fue interpretado mesiánicamente por Pablo en 1 Corintios 15:25, mas aunque la promesa
aún no se ha cumplido (2:8b) y, a pesar del fracaso del hombre, la promesa divina no ha fallado:
Hebreos 2:9
9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de
gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios
gustase la muerte por todos.
El segundo Adán, Jesús, recuperó el dominio que el hombre había perdido. Todas las cosas están
debajo de sus pies.
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La Supremacía de Cristo (4) – Hebreos 2:5-18
La necesidad de la encarnación de Jesús
Efesios 1:20-23
20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los
lugares celestiales,
21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra,
no sólo en este siglo, sino también en el venidero;
22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la
iglesia,
23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
5 Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando;
La palabra mundo aquí no es kosmos, "Universo", como en Juan 3:16, ni eón, edades, como en
Mateo 13:49, sino oikonomen, el mundo habitado, “Dispensación”.
El término se refiere a la era venidera, cuando Cristo , a su regreso, establecerá su dominio como el
rey davídico prometido.
Por tanto,
Jesús al mismo tiempo Hijo de Dios e Hijo del Hombre, fue infinitamente superior a los
ángeles, porque al asumir la forma humana, como nuestro representante y sustituto,
experimentó la muerte por nosotros, para alcanzarnos la gloria que Dios le había prometido al
hombre. La muerte que Jesús sufrió por nosotros fue sacrificial, vicaria y sustitutiva. Probó la
muerte no solo bebiendo parte de la copa, sino bebiéndola hasta la última gota.
Cuando Jesús prueba la muerte de todo hombre, Dios lo corona de gloria y honor.
La gloria y el honor otorgados a Jesús son el resultado directo del sufrimiento.
La combinación de las dos ideas, que es ajena al pensamiento natural, es sin embargo central en el
Nuevo Testamento.
Jesús no murió por todos los hombres en el sentido de estar a favor de cada individuo sobre la faz de
la tierra. Esto resultaría en la salvación universal. Debemos recordar que el autor está escribiendo a
los creyentes judíos y enfatizando que Cristo murió por los gentiles así como por los judíos.
Se refiere a:
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La Supremacía de Cristo (4) – Hebreos 2:5-18
La necesidad de la encarnación de Jesús
Esto es lo que nos da el alcance y la referencia de "todos" por quienes Cristo experimentó la muerte.
De hecho, Cristo sufrió la muerte en lugar de cada uno de los hijos que vendrán a la gloria y por todos
los hijos que Dios le dio, tal y como el mismo lo dice en:
Juan 6:37-40
37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió.
39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo
nada, sino que lo resucite en el día postrero.
40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él,
tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Juan 10:27-29
27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi
Padre.
Ahora Jesús es llamado "el Autor de la salvación" para su pueblo, el pionero que abrió el camino para
que Dios llevara a muchos hijos a la gloria.
Cristo vino en carne y entiende lo que significa eso, pero no vino solo para tener compasión de
nosotros, sino para transformarnos y llevarnos a su gloria.
El capitán de nuestra salvación lleva a muchos hijos a la gloria mediante la santificación (2.11).
El Dios santo no recibirá a los malvados. No admitirá miembros muertos, ni conducirá a la posesión
de la gloria, a aquellos que le aman, ni le agradan.
Aleluya!!!
14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo
mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al
diablo,
15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre.
Era necesario convertir a los hombres en sus hermanos (2:14a). Su propósito era aniquilar la
autoridad de quien tenía dominio sobre la muerte (2:14b) y liberar a sus cautivos (2:15).
- Jesús, para identificarse con el pecador y ocupar su lugar, como su representante, garante y
sustituto, tuvo que morir, porque la paga del pecado es muerte.
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La Supremacía de Cristo (4) – Hebreos 2:5-18
La necesidad de la encarnación de Jesús
- Pero cuando murió, Jesús mató a la muerte, porque sacó su aguijón. Cuando murió, Jesús destruyó,
es decir, desarmó al que tiene el poder de la muerte, es decir, al diablo. El verbo "destruir" no significa
"aniquilar", porque Satanás todavía está vivo y activo. Significa "dejar inoperante, sin efecto". Satanás
no es destruido, sino desarmado.
Es obvio que la autoridad final sobre la muerte no está en manos de Satanás, sino en las manos de
Dios y su Cristo (Deuteronomio 32:39; Mateo 10:28; Apocalipsis 1:8).
Satanás no puede hacer nada a menos que Dios lo permita (Job 1:12; 2:6).
Sin embargo, dado que Satanás es el autor del pecado (Juan 8:44), y que el pecado lleva a la
muerte (Romanos 6:23), en este sentido Satanás ejerce poder sobre la muerte.
1 Corintios 15:55
55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
Hoy sabemos que nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Dios que es en Cristo
Jesús (Romanos 8:38-39).
Entonces Jesús vino a destruir al diablo (2:14) y sus obras (1 Juan 3.8).
También vino a liberar de la esclavitud a los prisioneros del diablo.
La muerte de Jesús no fue una derrota, sino una victoria rotunda, porque fue en la cruz donde aplastó
la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15), despojó a los principados y potestades y los expuso
públicamente al desprecio, triunfando sobre ellos en la cruz (Colosenses 2:15).
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La Supremacía de Cristo (4) – Hebreos 2:5-18
La necesidad de la encarnación de Jesús
Jesús no murió para ayudar a los ángeles caídos. Para ellos, no hay esperanza ni redención.
El hecho de que Jesús pudo ayudarnos se debe no solo a su divinidad como Hijo de Dios, sino
también a su humanidad, por lo que obtuvo la condición de compadecerse de nosotros (2:17)
Los descendientes de Abraham no son los que tienen la sangre de Abraham corriendo por sus venas,
sino los que tienen la fe de Abraham morando en sus corazones (Gálatas 3:6-7,29).
Primero, Jesús murió para ayudar a la descendencia de Abraham (2:16). No hay redención para
los ángeles caídos, sino para la descendencia de Abraham. Jesús vino a buscar y salvar lo perdido.
Vino a salvar a los pecadores. Vino para sacarnos de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida.
Raymond
Es muy singular y precioso que en ningún otro libro del Nuevo Testamento se describe a Jesús como
Sumo Sacerdote. Esta doctrina está completamente desarrollada en esta epístola (2:17-18; 3:1; 4:14-
16; 5:1-10; 6:20; 7:14-19,26-28; 8:1-6; 9:11-28; 10).
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La Supremacía de Cristo (4) – Hebreos 2:5-18
La necesidad de la encarnación de Jesús
En tercer lugar, Jesús murió para ayudar a los que son tentados (2:18). Al encarnar, Jesús se
identificó con nosotros. Al asumir la naturaleza humana, fue tentado como nosotros y, por lo tanto,
puede comprender nuestras debilidades y ayudarnos cuando somos tentados.
La palabra socorro es muy expresiva, ya que se deriva del griego boe, "un grito", y thesai,
"correr". El significado completo entonces es "correr en respuesta a un grito”.
El creyente clama a Dios por ayuda, y Dios le responde, corriendo para ayudarlo.
Amados, en las noches mas oscuras, en los momentos mas tristes, en las crisis de tentación
mas poderosas, en la crisis de fe mas radical que enfrentemos, Dios responderá al grito de
clamor por ayuda.
Ningún clamor dejará de ser escuchado, ninguna tentación dejará de ser aliviada por nuestro buen
Dios que socorre a los que están en terribles necesidades y claman al Dios de los cielos con pasión y
fe.
1 Corintios 10:13
13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar.