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La Evangelizacion de Japon en Los Siglos
La Evangelizacion de Japon en Los Siglos
1. Introducción 3
2. Los inicios 3
4. El éxito inicial 6
6. 3. El cristianismo en la clandestinidad 18
7. Conclusiones 19
Bibliografía 21
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1. INTRODUCCIÓN
En este trabajo abordaremos la historia de la evangelización de Japón desde que el jesuita San
Francisco Javier desembarcara allí en 1549 hasta el cierre definitivo de las fronteras a Occidente en
1638; es decir, lo que algunos autores han denominado “el siglo cristiano de Japón”. Analizaremos
cuáles fueron los métodos empleados por los religiosos y los resultados obtenidos, en medio de un
contexto sociopolítico convulso y cambiante, al principio favorable pero, cada vez más, perjudicial.
El estudio de este tema resulta interesante puesto que la evangelización se desarrolló aquí de una
forma muy especial, diferente al proceso que se había llevado a cabo en otros lugares, como en
América. Dos puntos llaman especialmente la atención en este sentido: la ausencia de cualquier
pretensión de conquista política o militar, y la adaptación de los misioneros a la cultura y usos del
país, separando nítidamente cristianización de europeización. Fue gracias a este doble acierto que la
predicación pudo penetrar y arraigar en una sociedad como la japonesa, de tal modo que incluso
siguió viva tras generaciones de ocultación y aislamiento, sin llegada de misioneros, hasta la
reapertura internacional de Japón a mediados del siglo XIX. Respecto a las fuentes, es un verdadero
privilegio para el estudio de este período el hecho de que se haya conservado una rica
correspondencia entre los misioneros y sus compañeros, superiores y las autoridades políticas y
religiosas. En sus misivas narran su experiencia en primera persona, son testigos y participantes
directos de la realidad que describen. Suelen ser además profusos en detalles. Todos los libros y
artículos consultados para la realización de este trabajo se basan en estas fuentes primarias e
incluyen numerosas citas de las mismas para avalar sus conclusiones.
2. LOS INICIOS
La primera llegada de europeos modernos al Japón se produjo por accidente. Durante la primera
mitad del siglo XVI, los portugueses habían consolidado su presencia en Oriente, monopolizando el
comercio de las especias hacia Europa. A principios de la década de 1540, el mercader portugués
Fernando Mendes Pinto, que acababa de cumplir una condena en China por piratería, fue arrastrado
por un tifón a la isla japonesa de Tanegashima 1 . Allí consiguió impresionar al señor feudal gracias a
los arcabuces que llevaba, arma desconocida en aquellas tierras y que se vio que podría ser muy útil
en las guerras civiles que estaban teniendo lugar entonces. Así lo cuenta en su libro Peregrinación.
Es posible que poco antes de él ya hubiesen pisado Japón otros tres portugueses, Antonio da Mota,
1 BRAVO, A. J. “Primeros encuentros entre España y Japón”, The Journal of Kanda University of
International Studies, vol. 26, 2014. p. 46.
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Francisco Zeimoto y Antonio Peixoto, también a causa de un tifón, pero en cualquier caso fue él
quien lo hizo relevante para nuestra historia. Pocos años después regresó con fines comerciales en
un navío capitaneado por Jorge Álvarez, y cuando se marchó embarcó con él un prófugo llamado
Anjiro (o Yagiro) —que será una figura clave— junto a dos acompañantes.
2 RECONDO, J. M. San Francisco Javier. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1975. p. 176.
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En 1550, Francisco Javier partió hacia Hirado, dejando a Pablo de Santa Fe como cabeza de la
comunidad cristiana de Kagoshima. Tan rápido fue el éxito de la evangelización que apenas un mes
después decidió continuar hacia otro lugar, Yamaguchi, quedando en Hirado el padre Cosme de
Torres. Pero allí sucedió todo lo contrario: la población se burlaba de ellos y el daimio Yoshitaka se
sintió ofendido por la crítica a los vicios carnales de los japoneses que realizaban. Viendo que no
había nada que hacer, en diciembre salieron hacia Meaco, la capital. Mas dada la fría acogida de sus
habitantes, y al no conseguir su objetivo principal de entrevistarse con el emperador, emprendieron
el viaje de regreso a Yamaguchi. Francisco Javier había descubierto que el daimio Yoshitaka era el
noble más poderoso de Japón, y estaba decidido a ganárselo, ahora con una nueva estrategia: su
propio despliegue de poder. Se presentó ante él con ricos vestidos, sus credenciales de embajador de
Portugal y nuncio, y una gran cantidad de regalos, algunos de los cuales estaban orientados a
demostrar la superioridad tecnológica occidental, como relojes y lentes. En efecto, el daimio quedó
fascinado y les otorgó su favor e incluso tierras para construir una iglesia 3 . Poco a poco llegaban
las conversiones, y el nivel intelectual que demostraban los jesuitas en sus discusiones con los
bonzos —no debemos olvidar que San Francisco Javier se había formado en la Sorbona— admiraba
a la población. Otro factor de éxito fue la decisión de los padres, ya en este momento tan temprano,
de acomodarse a las tradiciones e ideas de la sociedad japonesa en lugar de intentar imponer una
cultura europeizante. También actuaba a su favor el ejemplo moral que daban con sus obras de
caridad, atendiendo a pobres y enfermos.
En 1551 Francisco Javier partió al principado de Bungo, en la isla de Kyushu, cuyo soberano estaba
interesado en establecer vínculos comerciales con los portugueses. Después, debía embarcarse
rápidamente hacia la India, pues había recibido noticias de que el padre Gómez estaba abusando de
sus funciones y marginaba a los seminaristas indígenas. Llamó a Cosme de Torres y otros dos
jesuitas desde Hirado para que continuaran su misión en Yamaguchi. El daimio Otomo Yoshishigue
quedó impresionado por el espectáculo de poder del santo, y no solo permitió la libertad religiosa en
sus dominios sino que él mismo se convirtió. Durante su estancia en este lugar, recibió una carta de
Cosme de Torres donde le contaba cómo un poder enemigo había invadido Yamaguchi y parte de la
población les culpaban de este desastre, como si la llegada de extranjeros hubiera traído mala
suerte, por lo que estaban escondidos. Esto se solucionó pronto ya que un hermano del daimio de
3 REYES MANZANO, A. La cruz y la catana: relaciones entre España y Japón (Siglos XVI-XVII).
Tesis doctoral. Director: José Luis Gómez Urdáñez. Universidad de La Rioja, 2014. p. 191.
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Bungo ocupó el puesto de Yoshitaka, que se había suicidado, y todo volvió a la normalidad. En
noviembre de 1551 Francisco Javier abandonaba Japón, donde ya nunca volvería, pues murió un
año después. Tampoco pudo emprender la que ya pensaba que sería su nueva aventura: la
evangelización de China, con la que esperaba conseguir de paso un mayor asentamiento del
cristianismo en Japón por las fuertes influencias culturales que China ejercía sobre este.
4. EL ÉXITO INICIAL
En los años posteriores a la muerte de San Francisco Javier, las misiones jesuitas siguieron
multiplicandos sus frutos en el Japón. Los padres continuaron la línea de resaltar las semejanzas
entre los japoneses y ellos mismos, para que el pueblo no los percibiese como extraños y pensase
que el cristianismo era incompatible con su sociedad. Por ejemplo, las prácticas de disciplina de los
jesuitas y su espíritu de piedad religiosa eran muy bien vistas. Incluso se intentaban establecer
comparaciones entre cristianismo y budismo, aunque había que andar con mucho cuidado para que
no se confundiesen conceptos, por ejemplo, que Dios no era lo mismo que el Buda cósmico, o que
el Cielo no se podía asimilar con la Tierra Pura budista. Tan difícil era a veces asegurarse de evitar
las confusiones que los padres acabaron por pensar que el parecido religioso, en lugar de un
adelanto como punto de partida, era obra del diablo. Pese a todo, aprovecharán ciertos aspectos,
como el ceremonial. Comprendieron la importancia que las formas externas de la liturgia tenían
para los japoneses y las cuidaron especialmente, procurando siempre la mayor solemnidad.
Apreciaban asimismo el carácter general de los japoneses, trabajadores, racionales, educados, y con
un elevado sentido del honor. Como respuesta, los jesuitas por su parte se aplicaron a aprender la
lengua y adoptar todas aquellas costumbres compatibles con su religión, desde la forma de sentarse
hasta la higiene personal, que se cuidaba mucho más que en Europa. Un ejemplo muy significativo
es el de la ceremonia del té (chanoyu) 4 . Esta se celebraba en un espacio llamado chashitsu, al que
se accedía tras pasar por un jardín y purificarse las manos y la boca en una pila, el tsukubai. La
entrada al chashitsu era una puerta muy pequeña, que obligaba a agacharse y a que los guerreros
tuvieran que despojarse de sus armas para pasar; invitaba por tanto al recogimiento y la humildad.
Estos significados sin duda recordaban a los padres a la humildad evangélica (ya Jesús había
Cosme de Torres siguió trabajando incansablemente en la misión hasta su muerte en 1570. Fundó
escuelas para educar a los niños en la nueva fe. Su mayor logro será la conversión del poderoso
daimio Omura Sumitada (que adoptó el nombre de Bartolomé), quien en 1580 cederá a la Compañía
de Jesús el puerto de Nagasaki. Con respecto a este asunto se suscitó un debate, pues los padres
temían implicarse en demasía en asuntos terrenales; finalmente se decidió aceptarlo por tres
razones: podía servir de refugio en caso de persecuciones, permitía asegurar su abastecimiento, y
5 Lc 13, 22-30.
6 LÓPEZ GAY, J. La liturgia en la misión del Japón del siglo XVI. Pontificia Universitate
Gregoriana, Roma, 1970. p. 20.
7 SCHIROKAUER, C.; LURIE, D. y GAY, S. Breve historia de la civilización japonesa. Edicions
Bellaterra, Barcelona, 2014. p. 167.
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además les daba buena imagen ante los daimios de la zona. Asimismo, desde 1552 llegaron a Japón
nuevas remesas de jesuitas. La primera estaba encabezada por el padre Baltasar Gago, que tenía
además la misión de presentarse ante el daimio de Bungo como embajador del virrey de la India.
Este concedió a los jesuitas tierras y una renta anual, y comunicó al virrey sus deseos de establecer
contactos comerciales con él, enviando también sus respetos a su señor el rey de Portugal (lo que
algunos malinterpretaron como una declaración de vasallaje). Las conversiones se sucedían con
rapidez, incluyendo las de un respetable número de aristócratas, y con ello llegaban asimismo los
regalos y privilegios para los padres, proporcionándoles medios para expandir su labor. De hecho,
ahora eran los propios daimios quienes en muchas ocasiones solicitaban el envío de misioneros para
sus tierras, como en el caso del señor de Shimabara en 1563.
Eso sí, no todo era idílico: los bonzos estaban cada vez más furiosos al ver recortados sus ingresos y
azuzaban a la población a rebelarse contra los cristianos. Estos, por su parte, a pesar de que su
conversión fuera muy reciente, resistían con valor y casi nunca accedían a la apostasía, lo que
asombraba a los jesuitas y acrecentaba sus previsiones optimistas. Decía el padre Organtino en 1577
que Japón sería completamente cristiano en 10 años 8 . A ello contribuía la actitud favorable que
mantenía hacia ellos el shogun Oda Nobunaga (1573-1582). Además, observaban la gran calidad
espiritual de los neófitos, muy superior incluso a la tónica general de Europa: mostraban una gran
devoción y no les importaba recorrer largas distancias para acudir a la iglesia para escuchar la
Palabra y recibir semanalmente la Eucaristía, y eran propensos a realizar grandes penitencias y
obras de caridad. Se formaron grupos vecinales de laicos dedicados a profundizar en el estudio de la
doctrina cristiana, que se llaman kambo y suponen el germen de las cofradías. Para 1579 el número
de cristianos en Japón se calcula en 150000, con unos 50 padres jesuitas.
En 1593, el padre Valignano presentó un escrito en el que exponía seis razones fundamentales para
oponerse a la penetración de otras órdenes que no fueran la Compañía de Jesús en Japón 12: la
confusión que podían causar ante la población, que quizá los percibiesen como distintas sectas; la
uniformidad de la enseñanza; la experiencia que ya habían adquirido los jesuitas; el hecho de que es
10 LÓPEZ-VERA, J. “Los franciscanos en el Japón del siglo XVI: misioneros vestidos con piel de
embajadores”, Revista Estudios, nº 32, 2016. p. 8.
11 ARIMURA, R. “Trascendencia geográfica e institucional de los métodos de evangelización: una
reconsideración acerca de las empresas apostólicas del Japón moderno temprano”, Revista Grafía,
vol. 10, nº 1, 2013. p. 100.
12 REYES MANZANO, A. Op. cit. p. 245.
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mejor permitir que se desarrolle una Iglesia con jerarquías nativas a que lleguen más extranjeros; la
inconveniencia de que vengan religiosos que viven de las limosnas, lo que estará mal visto; y por
último, las sospechas que provocará entre las autoridades japonesas que ahora no solo se envíen
portugueses sino también españoles. Pero no se tomaron medidas, y en 1594 el gobernador de
Filipinas envió a otros cuatro franciscanos; desde entonces, cada vez se fueron sumando más. No
obstante, hay que señalar que también se dio colaboración entre los grupos, que en ocasiones
lograron coordinarse y llegar a acuerdos, incluso a veces los jesuitas cedieron casas y recursos
económicos a los franciscanos. Además, no siempre existía una brecha tan radical entre los métodos
de ambos: con el tiempo los últimos también se dieron cuenta por ejemplo de la conveniencia de
establecer buenas relaciones con las autoridades locales para conseguir su apoyo y asimismo tierras,
lo que redundaba en beneficio de la labor evangelizadora.
Entre 1592 y 1594, Hideyoshi llevó a cabo un intento de conquistar Corea. Reunió un ejército de
unos 200000 hombres, en el que se incluían la mayoría de los daimios cristianos importantes; esto
levantó mucha preocupación entre los misioneros, que temían que si estos morían se haría un gran
daño entre la comunidad cristiana nipona. El primer enfrentamiento se saldó con una victoria
japonesa, y lograron penetrar hasta la capital; no obstante, los coreanos practicaron una estrategia de
tierra quemada y continuas emboscadas desde las montañas que hacían difícil la supervivencia de
los invasores. En el mar la situación era aún peor: la flota coreana era técnicamente muy superior y
aniquiló a la japonesa. Durante este tiempo Hideyoshi trató bien a los jesuitas, y hasta les concedió
nuevas casas; el comercio con Portugal resultaba en esos momentos especialmente necesario,
teniendo en cuenta que China se había convertido en su enemigo al prestar ayuda a Corea.
Finalmente, Hideyoshi tuvo que ordenar la retirada, pero en 1597 reanudó las hostilidades; a su
muerte las tropas se retirarán inmediatamente.
La sentencia de Hideyoshi, recogida en una “Relación del martirio” que se conserva en el Archivo
General de Indias, dice así: “Teniendo yo proivido los años pasados regurosamente la ley que
predicavan los padres (jesuitas), vinieron estos de los Luzones (los frailes) diciendo que eran
envajadores, y se dexaron quedar en Meaco promulgando esta ley. Por lo cual a hellos y aquéllos
que rezivieron la misma ley mando justiçiar […] Así, de aquí adelante mucho más y más proibo esta
ley. Por lo cual hago saver esto, para que lo proiban muy rigurosamente. Y si por ventura huviere
alguno que quebrante este mi mandado, lo mandarán justiçiar con toda su familia” 16. Los 26
detenidos fueron en primer lugar sometidos a escarnio público. Se les cortó la mitad de la oreja
izquierda y se les hizo recorrer toda la ciudad de Meaco para que los habitantes viesen su ignominia
y quedasen disuadidos de hacerse ellos mismos cristianos; sin embargo, ellos aprovecharon para
predicar. Lo mismo ocurría en todos los lugares por los que fueron pasando en su camino hacia
Nagasaki: eran recibidos como héroes y las multitudes se acercaban a besar sus vestiduras 17.
Se ha especulado mucho sobre las causas que motivaron este martirio, cuando hasta entonces
Hideyoshi no se había preocupado en exceso por el cumplimiento de su decreto anticristiano. Es
conocida la versión según la cual, cuando el gobernador fue a examinar el galeón y sus bienes, el
18 PALACIOS, H. “Los primeros contactos entre el Japón y los españoles: 1543-1612”, Análisis,
vol. 11, nº 31, 2008. p. 48.
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así los mendicantes, que seguían actuando sin el menor recato y cada vez venían en un número
mayor.
En diciembre de 1600, el papa Clemente VIII promulgó un breve por el que, aunque admitía la
presencia en Japón de religiosos de todas las órdenes, decretaba la obligación de que fueran por la
vía de la India, y no desde Filipinas. Esto disgustó a los mendicantes de Manila, que en 1604
redactaron una larga misiva en forma de preguntas y respuestas para pedir la revocación de dicho
breve. En ella afirmaban que los franciscanos, dominicos y agustinos estaban desarrollando una
labor de gran significación en el Japón, enseñando no solo con palabras sino con obras: tanto con su
atención a los enfermos y moribundos como con su modo de vida austero y mortificado
(indirectamente, acusaban a los jesuitas de no actuar de ese modo). Además, argumentaban la
necesidad de un número cada vez mayor de sacerdotes conforme aumentaban las conversiones; los
cristianos japoneses quedarían huérfanos si ya no podían llegar más padres que los jesuitas, que
sería la consecuencia real de cerrar la vía de Filipinas. No dejaron de señalar que, de producirse una
vuelta hacia atrás en la cristianización, el comercio se vería asimismo perjudicado. Por si esto no
bastase, enviaron todavía otro memorial al Papa y a Felipe III, con doce condenas directas a la
conducta de los jesuitas en Japón, que se pueden agrupar en: ambiciones terrenales (se enriquecen
con el comercio, les gusta que la gente se arrodille a su paso), conversiones forzosas (cuelgan de los
pies a los paganos) y permisividad de prácticas contrarias a la religión cristiana (como el repudio)
19. Por su parte, los jesuitas respondieron remitiéndose a la máxima “por sus frutos los conoceréis”:
los franciscanos, en los 15 años que habían pasado desde que entrasen por primera vez, solo habían
conseguido unas 500 conversiones; los dominicos se habían limitado al reino de Saxuma, y los
agustinos enseguida se habían desalentado y abandonado la misión, volviendo a Manila. Ellos eran
pocos, pero eficaces. En 1608, Paulo V revocó el breve de Clemente VIII, permitiendo al fin que los
religiosos de las órdenes mendicantes pudieran entrar abiertamente en Japón desde Filipinas.
Ieyasu acabó por enterarse de que habían seguido llegando misioneros ocultos en barcos
comerciales o disfrazados de mineros 20; esto no solo le enfadó como una desobediencia, sino que le
alarmó, pues si con tanta facilidad habían conseguido introducir los españoles y portugueses a estos
religiosos, ¿no podrían hacerlo igualmente con soldados, que ayudarían a los daimios que
En 1614, Hideyori y sus partidarios declararon la guerra a los Tokugawa desde Osaka. Muchos
cristianos se unieron a su causa porque habían prometido beneficiarles si salían victoriosos: les
concederían la libertad de profesar abiertamente su fe y también de predicarla, amén de
subvencionar ellos mismos la construcción de iglesias por todo Japón. Pero finalmente fueron
derrotados y masacrados. Este episodio contribuyó a acrecentar la ojeriza de los Tokugawa hacia el
cristianismo, considerado tendente a la sedición. Muchas casas, iglesias y colegios fueron
destruidos. En 1616, tras la muerte de Ieyasu, se excluyó a los españoles del comercio japonés.
Poco después promulgó un decreto por el cual todo aquel que diese asilo a un misionero sería
condenado a la hoguera junto a su familia. En 1622, cincuenta y dos cristianos fueron martirizados
21.
en Nagasaki Por esta época comenzó a aflorar también una literatura fuertemente anticristiana,
de manos de autores como Fabián Fukansai, que anteriormente había sido jesuita, o los bonzos
Shôsan Suzuki y Sessô Sôsai. Según los datos proporcionados por un informe conservado en el
Archivo Franciscano Ibero-Oriental, entre 1613 y 1624 murieron mártires en Japón 528 cristianos,
entre los cuales se cuentan 33 religiosos europeos y otros 17 japoneses 22.
23 FERNÁNDEZ GÓMEZ, M. “La misión Keicho (1613-1620): Cipango en Europa. Una embajada
japonesa en la Sevilla del siglo XVII”, Studia historica. Historia moderna, nº 20, 1999. p. 282.
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24.
conversiones no cejaban y para 1625 había en Japón unos 600000 cristianos Eso sí, solo
quedaban ya unos cuarenta padres, la mayoría jesuitas. Iemitsu reforzó la prohibición de la entrada
de nuevos misioneros, y para asegurar que se cumpliese se examinaban atentamente todas las naves
que arribaban a las costas. Pese a ello los misioneros siguieron intentando entrar, en algunos casos
con éxito. Por ejemplo, en 1634, hasta 34 jesuitas pasaron empleando diversos ardides 25. En 1628
promulgó una ley por la que desterraba a todos los cristianos de Japón, permitiéndoles volver solo si
apostataban.
Entre 1637 y 1638 se produjo una rebelión en Shimabara en la que se entremezclaron motivos
económicos y religiosos: el daimio sangraba a la población a impuestos, y además perseguía el
cristianismo. Por ello, los insurrectos portaban símbolos cristianos en su lucha; murieron unos
37000 26 . Esto no hizo sino convencer más a Iemitsu de que el cristianismo era un elemento
potencialmente subversivo del orden social, y por tanto un peligro que debía ser extirpado.
Sospechaba además, aunque nunca logró reunir pruebas que apuntaran a ello, que los rebeldes
habían actuado inducidos por las autoridades españolas o portuguesas, por lo que decidió cortar
toda relación diplomática con estas naciones, sin importarle ya las pérdidas que ello supusiera a
nivel comercial. Así pues, en este año se decreta el cierre definitivo a Occidente y a todo lo que
venga de allí, incluida la religión cristiana. Los comerciantes europeos ya no podrán acceder a
Japón; los pocos que consiguieron una excepción a esta regla serán obligados antes a hacer escarnio
público del crucifijo y una imagen de la Virgen. Tampoco a los japoneses les estaba permitido salir
al exterior. Los intercambios regulares solo se mantuvieron con los holandeses, confinados en una
pequeña isla artificial. A nivel interno, se institucionalizó el budismo: cada familia fue adscrita a un
templo budista y el padre debía repetir anualmente un juramento de que no había cristianos en su
casa.
6. 3. El cristianismo en la clandestinidad
Las comunidades cristianas no desaparecieron del todo en Japón a pesar de la persecución a la que
se vieron sometidas y las dificultades para vivir su fe, tanto por el hecho de tener que reunirse y
24 LORTZ, J. Historia de la Iglesia en la perspectiva de la historia del pensamiento. Tomo II: Edad
Moderna y Contemporánea. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1982. p. 258.
25 SANTOS, Á. Op. cit. p. 624.
26 SCHIROKAUER, C.; LURIE, D. y GAY, S. Op. cit. p. 169.
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realizar todos sus ritos y celebraciones en secreto, jugándose la vida, como por la ausencia de
padres. Ciertamente algunos se quedaron a escondidas, y las diversas órdenes siguieron durante
bastante tiempo intentando introducir religiosos, pero la situación cada vez era peor y la mayoría de
las veces eran detenidos y ejecutados. Las cofradías desempeñaron en este sentido un papel muy
relevante, sobresaliendo las dos de Nagasaki: la del Rosario y la del Nombre de Jesús 27 , con miles
de miembros. Estas organizaciones se encargaron de mantener viva la llama de la fe en su área, de
custodiar las reliquias de los que morían mártires, y de reevangelizar aquellas zonas donde las
comunidades se estaban disolviendo y los cristianos apostataban. Conocemos a estos cristianos que
perseveraron en su fe de forma oculta durante dos siglos como kakure-kirishitan.
La ruptura del aislamiento internacional de Japón se produjo a partir de la llegada de las naves del
estadounidense Matthew Perry en 1853. Un año después, impuso al shogun Tokugawa Iesada el
Tratado de Kanagawa, que obligaba a abrir los puertos al comercio estadounidense (y más tarde
también ruso, francés y británico). En 1865, el vicario francés Petitjean 28 entró en contacto con un
grupo de kakure-kirishitan, que le informaron de que, aunque durante mucho tiempo habían estado
sin sacerdotes y por tanto privados de los sacramentos (excepto el Bautismo), eran católicos,
reconocían al Papa y veneraban a la Virgen. En todo el país serían unos 30000. En 1868 cayó el
shogunato Tokugawa, y el nuevo gobierno estableció la libertad religiosa en 1875. Desde entonces
se pusieron en marcha nuevamente las labores apostólicas a gran escala y el número de cristianos
comenzó a crecer, llegando a 54000 en 1898. Según los datos oficiales, en 2014 había 1951000
cristianos en Japón 29.
7. CONCLUSIONES
La empresa de la evangelización de Japón fue dura desde el principio. Los primeros jesuitas que
llegaron, liderados por San Francisco Javier, se encontraron con una sociedad muy distinta a todo lo
que habían visto en su recorrido por Oriente. Sus elevados niveles de civilización, educación y
estructura religiosa eran por un lado prometedores, pero por otro amenazadores, ya que había que
desarrollar nuevos métodos que permitiesen la discusión intelectual —para lo cual era necesario
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BIBLIOGRAFÍA
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