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ArtefaCToS.

Revista de estudios de la ciencia y la tecnología


eISSN: 1989-3612
Vol. 8, No. 1 (2019), 2ª Época, 97-117
DOI: http://dx.doi.org/10.14201/art20198197117

Un marco ético-político para la robótica asistencial*


An Ethical-Political Framework for Assistive Robotics

Manuel APARICIO PAYÁ*; Mario TOBOSO MARTÍN†;


Txetxu AUSÍN DÍEZ‡; Anibal MONASTERIO ASTOBIZA§;
Ricardo MORTE FERRER**; Daniel LÓPEZ CASTRO††

Universidad de Murcia, España


*

manuel.aparicio@um.es
Instituto de Filosofía-CSIC

mario.toboso@csic.es

Instituto de Filosofía-CSIC
txetxu.ausin@cchs.csic.es
§
UPV/EHU
anibal.monasterio@ehu.eus
Universidad de Granada
**

ricardo63@autistici.org
Instituto de Filosofía-CSIC
††

daniel.lopez@csic.es

Recibido: 25/03/2019. Revisado: 03/04/2019. Aceptado: 14/04/2019

Resumen
En este trabajo consideramos las bases ético-políticas de una nueva con-
cepción acerca de la vulnerabilidad humana recogida en la Convención so-
bre los Derechos de las Personas con discapacidad (CDPD), proponiendo
su incorporación en los desarrollos de la tecnología emergente robótica.
Reflexionamos sobre la noción de asistencia. En la CDPD se apunta una
nueva concepción basada en el reconocimiento social de la autonomía per-
sonal mediante un conjunto de derechos humanos, sustentados en el valor
de respeto a la diversidad de funcionamientos humanos. El enfoque de las
__________________
* Este trabajo se enmarca en los proyectos europeos INBOTS (780073) y EXTEND (779982),
del Programa H2020, y en el proyecto Capacitismo (FFI2017-88787-R) del Programa Retos del
Plan Estatal Español de I+D+i, del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.

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capacidades (Martha Nussbaum) proporciona un importante apoyo teóri-


co a esta nueva concepción. Desde esta nueva óptica de justicia, centrada
en un desarrollo humano inclusivo, argumentamos que el papel de la ro-
bótica asistencial debe ser reorientado hacia una robótica inclusiva: aquella
que, además de contribuir al cuidado, posibilita el apoyo a lo que las per-
sonas, en sus diferentes etapas vitales, son capaces de hacer, facilitando su
inclusión en diversos entornos sociales (educación, entorno laboral, etc.).
Palabras clave: roboética; cuidado; diversidad funcional; Convención so-
bre los Derechos de las Personas con discapacidad; enfoque de las capaci-
dades (Nussbaum); inclusión social.

Abstract
In this paper we consider the ethical-political basis of a new conception
of human vulnerability in the Convention on the Rights of Persons with
Disabilities (CRPD), proposing its incorporation in the development of
emerging robotic technology.
We reflect on the notion of assistance. The CRPD suggests a new con-
ception based on the social recognition of personal autonomy through a
set of human rights, grounded on the value of respect for the diversity of
human functionings. The capability approach (Martha Nussbaum) provi-
des important theoretical support for this new conception. From this new
perspective of justice, focused on inclusive human development, we argue
that the role of healthcare robotics should be reoriented towards an inclu-
sive robotics: one that, in addition to contributing to care, enables support
for what people can do in different life stages, facilitating their inclusion in
diverse social environments (education, work environment, etc.).
Keywords: roboethics; care; functional diversity; Convention on the Ri-
ghts of Persons with Disabilities; capability approach (Nussbaum); social
inclusion.

1. Introducción
Desde hace algunas décadas vivimos inmersos en un proceso acelerado de
transformación social impulsado por los desarrollos tecnocientíficos y sus aplica-
ciones socio-económicas. Con el surgimiento y la convergencia de las llamadas
tecnologías emergentes1 (biotecnologías, nanotecnologías, tecnologías de la infor-
mación y la comunicación, neurociencias, inteligencia artificial, robótica) se abre
un horizonte tal de innovaciones tecnológicas y de transformaciones en nume-

1
Para una caracterización de las tecnologías emergentes puede verse (De Cózar y Núnez, 2017).

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rosas áreas de la vida social y personal, que se hace difícil hoy imaginar cómo
podrá ser la vida humana en un futuro lejano. No obstante, el reciente comienzo
de la acuñada cuarta revolución industrial (Schwab, 2016), posibilitada por las
tecnologías emergentes, empieza a percibirse ya en algunas de sus consecuencias
incipientes más palpables (aquellas que afectan al sistema económico, a su trasla-
ción a la sociedad, al mundo político o al terreno militar), lo que hace urgente y
necesaria la reflexión sobre tales consecuencias y sobre el modo de reconducirlas.
Uno de los pilares fundamentales sobre los que se levanta esta nueva revolu-
ción industrial es la tecnología emergente robótica. La ingeniería robótica más
reciente está permitiendo paulatinamente el paso de los artefactos automáticos a
los artefactos autónomos2 (Ortega, 2016, 17), capaces de interactuar con el en-
torno sin intervención humana, más allá de su previa programación informática.
Los robots, uno de los principales iconos de la cultura tecnológica contemporá-
nea, fueron introducidos inicialmente para la realización de tareas industriales;
en la actualidad se está extendiendo su uso al campo de los servicios y al ámbito
doméstico. Esta progresiva expansión está dando lugar al surgimiento de diversas
formas de interacción de los artefactos robóticos con los seres humanos, hasta el
punto de que algunos de ellos se fabrican con forma humanoide3. Se abre, pues,
una nueva senda en la relación entre el ser humano y los artefactos inventados
por él; senda que también conlleva la reconfiguración de las relaciones sociales
humanas.
Entre las ramas de la robótica que han experimentado un mayor crecimiento
en los últimos años se encuentra la robótica de asistencia, proyectada tanto para
la realización del trabajo doméstico como para el cuidado de las personas más
vulnerables (niños, ancianos, personas con diversidad funcional). Han surgido
varios tipos de robots asistenciales: educativos, de entretenimiento, terapéuti-
cos, asistentes personales, cuidadores, médicos o sexuales (Domínguez-Alcón,
2017). Países como Japón o Corea, así como otros países occidentales (Estados
Unidos, UE) parecen haber encontrado en la robótica asistencial la solución a los
problemas derivados del mayoritario envejecimiento de la población4. También
se anuncia como respuesta a las necesidades propias de los cuidados asistenciales
requeridos por las personas con diversidad funcional. Entre las realizaciones más
conocidas de artefactos robóticos asistenciales pueden señalarse: a) el robot japo-

2
No obstante, puede resultar inapropiado este uso del término “autonomía” referido a artefactos,
dado el sentido moral que tiene en relación con los seres humanos. Esto es lo que afirma EGE
(2018).
3
Famoso es el ejemplo del catedrático de robótica japonés Hiroshi Ishiguro, quien construyó un
robot idéntico a sí mismo.
4
Moreno y Jiménez (2018) señalan que en Japón, país más longevo del mundo, se estimaba que,
en 2015, habría una carencia de un millón de cuidadores —dado el rechazo cultural de los japo-
neses a contar con cuidadores extranjeros—, lo que incentivó la estrategia nacional de inversión
en robots para el cuidado humano. También Estados Unidos o la Unión Europea, con idéntico
problema social, han adoptado estrategias similares.

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nés Paro, de forma animaloide, construido para facilitar la interacción con niños,
ancianos o personas con diversidad funcional en entornos institucionales; b) el
robot enfermero japonés Riba, también de forma animaloide, asistente para el
transporte de personas con movilidad reducida; c) el robot My Spoon, fabricado
para facilitar la alimentación de personas con impedimentos en la movilidad de
los brazos o d) el robot Nao, usado para la interacción educativa con niños y
niñas autistas.
La finalidad de este trabajo es aportar una reflexión ético-política sobre la ro-
bótica asistencial. Comenzaremos interrogándonos sobre algunos de los posibles
impactos que pueden derivarse de la introducción a gran escala de la robótica
asistencial, en la medida en que, con dicho cambio, pueden alterarse las dimen-
siones del cuidado humano (I). En segundo lugar, analizaremos el nuevo discurso
sobre la vulnerabilidad humana introducida en la CDPD, considerando que los
principios generales sobre los que descansa constituyen valores que han de guiar
los futuros desarrollos de la robótica asistencial (II). Finalmente, recurriremos al
enfoque de las capacidades de Martha Nussbaum, justificando que contribuye a
dar una nueva orientación al papel asistencial de los robots, acorde con el desa-
rrollo humano (III).
El auge de la tecnología robótica exige esta reflexión. Si bien es cierto que la
previsión de las sociedades del futuro es una tarea compleja y abierta a grandes
incertidumbres, sí es necesario asegurar que, en los sucesivos pasos hacia aquellos
escenarios lejanos, continúe siendo central el respeto a la dignidad de todo ser
humano y el mantenimiento de condiciones sociales de su igual inclusión como
ciudadano digital (Cortina, 2018).

2. Impacto de la robótica en el cuidado humano


La robótica, al igual que ocurre con otras tecnologías emergentes, se caracte-
riza por su poder innovador, la rapidez en su desarrollo, por las posibilidades que
encierra para producir un elevado impacto económico y también por su poten-
cial de transformación social5 (De Cózar, y Núnez, 2017, 54). Desde discursos
reduccionistas, la tecnología robótica puede aparecer como la solución de buena
parte de los problemas sociales (Morozov, 2015). En concreto, puede pretenderse
el impulso de la robótica asistencial bajo un discurso tecnocrático que genere
expectativas de ser una rápida y simple solución al problema demográfico del en-
vejecimiento de la población y, por ello, del aumento de los cuidados personales

5
La robótica tiene repercusión en el ámbito político (recientemente, un candidato a una alcaldía
en Japón dijo que, de ser elegido, gobernaría bajo las indicaciones de un robot provisto de inte-
ligencia artificial; sanitario (hay robots que ya realizan operaciones bajo supervisión de médicos,
Samper (2018)); educativo (puede haber implicaciones en los procesos de enseñanza-aprendizaje,
en la motivación, en los procesos cognitivos, etc.); doméstico (se transformarán las tareas de
producción doméstica de bienes y de cuidado de personas); militar (habrá ejércitos robóticos).

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requeridos (Morozov, 2016). Sin embargo, desde el enfoque de los estudios CTS
se ha puesto de manifiesto tanto la complejidad dimensional (economía, políti-
ca, sociedad, ética, etc.) y la variedad de agentes implicados en las innovaciones
tecnológicas (Estado, empresas, científicos, ingenieros, empleados, consumido-
res, ciudadanos, juristas, etc.), como los riesgos, las incertidumbres, los proble-
mas morales y el impacto social que conllevan las revoluciones tecnocientíficas
(Echeverría, 2003). También desde las éticas aplicadas se ha matizado el discurso
tecnocrático introduciendo la reflexión filosófica sobre la problemática moral y
las consecuencias socio-políticas que acarrean las innovaciones robóticas. En tal
sentido, la denominada Roboética6 o ética de la robótica es una rama reciente
de la ética aplicada que se ocupa del diseño, fabricación y uso de la tecnología
robótica. Entre otras tareas, aborda los interrogantes morales y ético-políticos
que surgen con el desarrollo de esta tecnología; los derechos y las obligaciones
de los agentes implicados en su implantación; el marco de valores presentes en
la sociedad que han de impregnar el diseño y realización de tales artefactos, o las
finalidades legítimas de su uso (EGE, 2018). Recientemente se ha propuesto una
concepción principialista de la roboética, tomando como referencia los princi-
pios bioéticos7. A nuestro juicio, la necesidad y el valor de tal reflexión estriba en
contribuir a la concienciación social para un debate en torno al desarrollo de la
tecnología robótica. Debate que ha de alimentar una legislación que contribuya
a conseguir una implementación socialmente equitativa (Echeverría, 2017) de tal
tecnología, poniéndola al servicio del desarrollo humano.
Abordaremos aquí, dentro de los límites que impone el trabajo, los conteni-
dos concretos de la Roboética en relación a la asistencia. Sería necesario tener en
cuenta la complejidad encerrada en ciertas preguntas básicas: ¿por qué quere-
mos robots de asistencia?, ¿qué tipos de robots asistenciales queremos? (De Asís,
2014), y la cuestión previa: ¿queremos la robótica en la asistencia? Responderlas
requiere, en conjunto, tener en cuenta las perspectivas de los diferentes tipos
de agentes implicados, incluidas las personas asistidas, con especial atención a
las preferencias adaptativas (Nussbaum, 2012, 106) que pueden darse cuando se
carece de una verdadera elección. Nos limitaremos aquí a un breve análisis de las
diferentes dimensiones implicadas en la relación de cuidado, recurriendo en par-
te a algunos trabajos realizados anteriormente en dicha disciplina. El objetivo de
tal análisis es apuntar de forma somera algunos de los posibles impactos que, en
tales dimensiones, podrían darse con la introducción a gran escala de robots para

6
Término introducido por Ginammarco Veruggio en 2002. En enero de 2004, Veruggio organi-
zó, en colaboración con la Scuola Superiore Sant’Anna de Pisa, el primer Simposio Internacional
de Roboética.
7
Floridi y otros proponen como principios éticos unificados de la AI, aplicables también a la
robótica asistencial. Los principios de no maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia, aña-
diendo el principio específico de explicabilidad, “AI4People – An Ethical Framework for a Good
AI Society: Opportunities, Risks, Principles, and Recommendations”, Atomium - European Ins-
titute for Science, Media and Democracy, 2018.

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el cuidado. Asumimos, en la robótica asistencial, la distinción entre el trabajo de


producción de bienes (alimentación, higiene, salud, etc.) para el cuidado indirecto
de personas y aquel otro dedicado al cuidado directo de personas (Carrasco, Bor-
derías y Torns, 2011). Nos centraremos más bien en el segundo tipo, ya que el
primero puede resultar menos problemático, teniendo en cuenta que viene a ser
una continuación con otras tecnologías ya usadas con la finalidad de aumentar
las opciones para un trabajo menos rutinario, más cómodo, sin desdeñar la ma-
yor calidad o productividad del mismo. Por otra parte, aún a riesgo de ser tajan-
tes, distinguimos entre un uso complementario de la robótica asistencial y un uso
sustitutivo, entendiendo que la supervisión humana, que existe en el primer caso
y que está ausente en el segundo —al menos, físicamente, si tenemos en cuenta
las tecnologías virtuales, limita los problemas éticos en su introducción. Por ello,
abogamos, en lo que sigue, fundamentalmente por el primero de los usos.
Si tenemos en cuenta que el cuidado o asistencia es una relación interpersonal
entre quien cuida y quien es cuidado (aunque puede ser una relación bidirec-
cional), bien en un contexto doméstico o en otro institucional, para atender a
las necesidades de la persona cuidada; que, además de ser una tarea o trabajo,
tiene una dimensión ética, pues tiene que ver con el compromiso con la perso-
na cuidada, anclado en emociones y sentimientos hacia su individualidad; que
dicha relación se produce en un marco sociopolítico determinado (que favorece
su carácter privado o, en mayor o menor medida, lo aborda como una cuestión
social), entonces deben considerarse las siguientes repercusiones:
a) Respecto a las tareas de las personas cuidadoras:
Hay que considerar que, además de una dimensión emocional y de respon-
sabilidad, el cuidado cuenta también con una dimensión de trabajo (Carrasco,
Borderías y Torns, 2011, 26) —remunerado o no remunerado— sustentado en
unos conocimientos y sujeto a normativas. Se ha descrito como un trabajo alta-
mente rutinario, de gran intensidad, que requiere dosis de paciencia, así como
atención variable y empática con las características particulares de la persona
atendida. De ahí el alto grado de rotación existente en dicho empleo. En su
desarrollo histórico, ha llegado a ser, en buena medida, un trabajo feminizado y,
en los países ricos, suele estar realizado por personas inmigrantes. En conjunto,
se ha convertido en un trabajo con escasa valoración social, malas condiciones
laborales y poca remuneración (Carrasco, Borderías y Torns, 2011).
Una robótica asistencial complementaria puede ir en apoyo justo para facilitar
la calidad del empleo doméstico, evitando el desgaste que conlleva. Aunque esto
parece difícil, dado su escaso aprecio social. En todo caso, su introducción puede
depender del estatus económico de los contratantes, puesto que a los gastos labo-
rales se sumarían los derivados de la adquisición de los artefactos robóticos —hoy
por hoy todavía elevados (Fitzpatrick , 2011). Se abre así la brecha robótica en
los hogares, aumentando una desigualdad ya de por sí relevante, lo cual exige, a
nuestro juicio, medidas políticas de corrección. Por otra parte, la complementa-

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ción robótica en empleos institucionales —por ejemplo, en labores de enferme-


ría en hospitales (Domínguez Alcón, 2017)— podría hacer más atractivos tales
empleos, mejorar su productividad y liberar tiempo para el efectivo y necesario
contacto humano (al menos, si no disminuye el número de empleos).
Una robótica asistencial sustitutiva podría contribuir a paliar la falta de perso-
nal dedicado a labores asistenciales o incluso a la reducción de costes laborales, si
bien a costa del aumento del desempleo tecnológico en profesiones asistenciales
y la consiguiente pérdida de ingresos fiscales. Aunque este no parece un escena-
rio posible, al menos a corto plazo (Moreno y Jiménez, 2018, 145), tampoco es
descartable a más largo plazo, lo que afectaría al empleo o a la protección social,
por lo que debería ser regulada tal situación. También podría ayudar a evitar
a aquellos cuidadores humanos que no desempeñan adecuadamente sus tareas
(Hosseini y Goher, 2017). Aunque tampoco convenga idealizar el cuidado hu-
mano, sin embargo, con tal sustitución se plantea el grave problema de qué hacer
en el momento en que se produjesen fallos temporales en el funcionamiento del
robot; también es posible pensar si la realización sustitutiva de las labores asis-
tenciales por los robots no esconde una tendencia que puede terminar en mayor
aislamiento o en abandono de personas vulnerables (Sharkey, 2010), lo cual
resultaría éticamente inaceptable.
Un problema común a las labores asistenciales complementarias o sustitutivas
de los robots son los fallos de seguridad, los errores y la vulnerabilidad informáti-
ca. Aunque los trabajos asistenciales humanos también pueden conllevar errores
que generen inseguridad, en el caso de los robots pueden surgir dudas sobre a
quién corresponde la responsabilidad ante tales fallos (Lin, Abney y Bekey, 2011;
Sullins, 2011). Resulta necesario, pues, fijar claramente, de forma estandarizada,
la cadena de responsabilidades ante tal falibilidad.
b) Respecto a la recepción en la persona cuidada:
La recepción de cuidados en la persona asistida no debe ser entendida como
una imposición pasiva, al margen de la —mayor o menor— autonomía de esta.
Antes bien, ha de ser concebida desde la idea de coordinación entre la autonomía
de la persona cuidada y la autonomía de la persona cuidadora, evitando así el
deterioro de alguna de ellas: “Sin un respeto a la autonomía del otro el cuidado
se convierte en ahogamiento. Al mismo tiempo, el cuidado sin respeto a uno
mismo se convierte en sacrificio y abnegación” (Comins, 2009). Esta coordina-
ción resulta una tarea de mayor dificultad e incertidumbre cuando disminuye
la autonomía de decisión8. En todo caso, tal recepción ha de ser respetuosa con
la dignidad y los derechos de la persona asistida, y ha de estar orientada por los
principios de no maleficencia, de beneficencia y de autonomía (en el grado con-
servado o en función de los valores de la persona, cuando esta no lo sea).

8
X. Etxeberría distingue entre autonomía moral (de decisión racional) y autonomía fáctica (de
ejecución), (Etxeberria, 2008, 28).

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Podría ocurrir, en un futuro escenario, que continuase o se acentuase la estig-


matización de las personas ancianas o con diversidad funcional, siendo ahora los
robots la marca externa identificadora de los otros, de quienes muestran necesi-
dades de asistencia. Una comprensión de los robots asistenciales como artefactos
que superan las imperfecciones humanas puede ahondar en una visión de sus
usuarios como seres humanos imperfectos, diferentes a quienes se autoconciben
como adultos independientes y productivos de forma natural, sin necesidad de usar
tales artefactos para ser asistidos (Nussbaum, 2006). Aunque este escenario no
sea producto, per se, de la propia tecnología, exigiría, a nuestro entender, proce-
sos educativos y culturales de concienciación para hacerle frente. No obstante, la
cuestión más recurrente en roboética se refiere a las consecuencias deshumaniza-
doras de la robótica asistencial en las personas receptoras de cuidado. Considera-
mos que, aunque pueden mejorar su autonomía, contar con la única compañía
de los robots es, en realidad, una forma de aislamiento social (Hosseini y Goher,
2017; Sullins, 2011), con el consiguiente daño psicológico en las personas cuida-
das (Lin, Abney y Bekey, 2011; Sharkey, 2008). También se alude a la posibilidad
de que el trato del robot puede conducir a que la persona se sienta manejada
como una especie de objeto y que sea consciente de su pérdida de control (Lin,
Abney y Bekey, 2011; Sharkey, 2010). De ahí que pensemos que los diseños ro-
bóticos deban tener en cuenta siempre la preservación, en último término, de la
autonomía humana.
Por otra parte, el uso de robots para la vigilancia a distancia de las personas,
con el fin de actuar en situaciones de riesgo, o para la monitorización de la salud,
puede afectar a la privacidad, a la confidencialidad e incluso a la libertad de las
personas cuidadas (Lin, Abney y Bekey, 2011; Sharkey, 2010; Sullins, 2011).
En tal caso, las personas más vulnerables podrían ver invadidas sus vidas sin
haber otorgado su consentimiento; o, de haberlo hecho, no siendo plenamente
conscientes del mismo o desconociendo sus implicaciones. Por último, hay que
tener en cuenta que los fallos técnicos de los robots pueden terminar provocando
algún tipo de daño en la integridad física o mental de quien recibe tales cuidados.
Debe garantizarse, por tanto, el derecho al consentimiento informado, así como
la anonimización de los datos personales y la supervisión física de la persona
cuidada.
c) Respecto a la dimensión ética del cuidado:
No puede olvidarse la trascendencia ética que tiene el cuidado humano, com-
plementaria a la búsqueda de la justicia (Gilligan, 1985). Además de ser un tra-
bajo, el buen cuidado constituye una relación intersubjetiva directa que incluye
proyección de afectos sobre la persona cuidada, preocupación y realizaciones res-
ponsables para favorecer su individual bienestar. En la relación interpersonal de
cuidado subyacen obligaciones éticas relacionadas con la entrega incondicional a

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los otros en las relaciones primarias (pareja, hijos, amigos), constituyendo una de
las dimensiones del reconocimiento intersubjetivo, sin la cual no puede generarse
la autoconfianza necesaria para no sufrir daño en la identidad (Honneth, 1997).
Aunque no haya que idealizarlo, el cuidado personal resulta difícilmente
mercantilizable mediante el uso de tecnología, a riesgo de reducir su calidad
(Carrasco, Borderías, y Torns, 2011, 31-32). Trasladando esta idea a la robótica
asistencial, entendemos que el uso tecnológico complementario en la relación de
cuidado (por ejemplo, cuando un padre o una madre introducen un robot-ju-
guete jugando con su infante) tiene carácter secundario. Lo relevante es la rela-
ción interpersonal directa, tenga o no tenga mediación tecnológica. Sin embargo,
la sustitución de dicha relación de cuidado por una mayoritaria interacción ser
humano-artefacto robótico (por ejemplo, si ese padre o esa madre dejasen a su
hijo con el robot-juguete un número bastante elevado de horas diarias, desen-
tendiéndose de la relación interhumana) implicaría una importante pérdida de
calidad en el cuidado, debido a sus negativas implicaciones psicológicas, sociales,
etc. (Sharkey, 2008).
Podemos preguntarnos seriamente si la robotización de la relación asistencial
supone un reforzamiento en la capacidad humana de cuidar o pudiera consti-
tuir, más bien, una especie de embotamiento de la capacidad moral de entrega
gratuita a los otros (Cortina, 2005)9. La robotización sustitutiva de la asistencia
conduciría a la atrofia de esta capacidad de entrega de tiempo y esfuerzo para
el cuidado de los otros. Consecuentemente, cabría preguntar por el tipo de so-
ciedad que estaríamos construyendo si se llegara a externalizar la relación de
cuidado, dejándola en exclusiva a los robots (Sullins, 2011). Hay que tener en
cuenta que el buen cuidado ha de ser personalizado (Hosseini y Goher, 2017;
Sharkey, 2010), lo que exige —si fuese posible conseguirlo— la programación
informática flexible del robot (en robots con algoritmos deterministas) o robots
capaces de adaptarse a las peculiaridades individuales de la persona cuidada (ro-
bots con algoritmos estocásticos de inteligencia artificial). En todo caso, aunque
se pudiesen introducir pautas de trato cuidadoso personalizado, habría que tener
en cuenta que una robótica asistencial sustitutiva presenta, a nuestro juicio, dos
importantes obstáculos:
1) El auténtico cuidado supone interacción interhumana y vinculación emo-
cional que brota de la presencia directa intercorporal. Aunque los robots puedan
identificar y responder a emociones humanas, podemos tener conciencia de que
tales “emociones” son simuladas. Por otra parte, a través del cuidado, aunque
pueda resultar repetitivo y pesado, se produce el contacto humano vinculante,
sin el cual difícilmente tendríamos un buen cuidado (Hosseini y Goher, 2017;
Sharkey, 2010). Por todo ello, en el caso del cuidado robotizado estaríamos ha-

9
Adela Cortina concibe la capacidad moral de cuidado como entrega al otro de bienes de gra-
tuidad, distinguiéndola de aquella otra capacidad moral relacionada con el reconocimiento
de bienes de justicia.

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blando, a lo sumo, de cuidado simulado. De ahí que la robótica asistencial sus-


titutiva, con carencia de contacto humano directo, podría implicar, más bien,
un trato cruel (Sharkey, 2010). El trato cuidadoso humano se caracteriza por ser
respetuoso con la dignidad humana, y esta exige el derecho a tener contacto hu-
mano, así como el derecho a la elección entre el cuidado humano o el “cuidado”
proporcionado por un artefacto robótico (EGE, 2018).
2) Detrás de la relación interhumana de cuidado no hay únicamente causas
que puedan explicar las labores realizadas. Así, por ejemplo, cuidar a una persona
anciana no obedece solo a causas biológicas (la falta de alimentación o de pautas
de higiene es causa de enfermedades) o sociales (un cuidado negligente puede ser
causa de imputación legal). El cuidado humano también responde a razones, las
cuales permiten comprender el sentido de las acciones realizadas y poder some-
terlas a crítica. En el buen cuidado ha de quedar equilibrada la asimetría fácti-
ca mediante una simetría de derechos, aun cuando esta tenga que ser supuesta
contrafácticamente (Benhabib, 2006, 75). El buen cuidado humano, ajustado
a una coordinación equilibrada entre la autonomía de la persona cuidadora y
la autonomía de la persona cuidada, ha de obedecer a un intercambio fluido de
razones que permita alcanzar dicho equilibrio. Tratándose de una interacción ser
humano-robot hay que tener en cuenta que los algoritmos no permiten incluir
—al menos hoy por hoy— razones (Casacuberta, 2018) en la inteligencia de los
robots, lo cual reduce el cuidado que pueden proporcionar a un mero proceso
en el que únicamente operan causas, distante de lo que es el cuidado humano. Si
en el futuro pudiese realizarse tal posibilidad, esto abriría una problemática rele-
vante, teniendo en cuenta que la inserción en el ámbito de las razones constituye
la base de la conciencia humana de libertad y de responsabilidad (Habermas,
2009): ¿hasta qué punto el ser humano cuidado tendría que coordinar sus razo-
nes con las razones del robot asistencial? En caso de subordinación no querida a
las razones del artefacto, ¿no estaríamos ante una cesión de la libertad humana al
control de un artefacto?
d) Respecto al marco sociopolítico en que se desenvuelven los cuidados:
Tanto los cuidados en el ámbito doméstico como los proporcionados en insti-
tuciones son susceptibles de recibir un mayor o menor apoyo por parte de las po-
líticas públicas. Es relevante, pues, considerar el marco social en el que se inserta-
rá la robótica asistencial (Moreno y Jiménez, 2018). En el contexto del Estado de
Bienestar europeo, ahora en tiempo de crisis, se demandan políticas sociales que
hagan efectivos los derechos económicos, sociales y culturales. Morozov ha seña-
lado el peligro de que detrás de los discursos tecnocráticos sobre la innovación
robótica asistencial pueda esconderse el derrumbe definitivo de las instituciones
sociales que deberían sustentar el cuidado (Morozov, 2016). A su juicio, en tal
caso no debería hablarse de cuidado sino de mera gestión económica de la asis-
tencia, más preocupada por la reducción de costes y la búsqueda de la eficiencia
que por la sustentación social de la autonomía vulnerable de los ciudadanos. La

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introducción equitativa de la robótica en el contexto sociopolítico del Estado de


Bienestar requiere, a nuestro juicio, equilibrar la mercantilización de los cuida-
dos, debida a la introducción de los robots asistenciales, con la protección social,
en especial la de los grupos sociales más vulnerables (Moreno y Jiménez, 2018).
La robotización del cuidado en un marco sociopolítico justo, con los valores de
libertad, igualdad de oportunidades y solidaridad, exige un marco legislativo que
proteja la libertad (frente a los peligros de control de una desregulada robotiza-
ción); que proteja la vida privada y la confidencialidad de datos personales (frente
a la observación panóptica (Foucault, 2003) posibilitada por los componentes
incorporados en los robots); que impulse medidas de política social, con el fin
de conseguir un equilibrio social entre los beneficiados y los perjudicados por la
robotización de la asistencia; que aborde políticas redistributivas que achiquen
la brecha robótica, con el fin de facilitar las tareas de asistencia con calidad. Sin
olvidar el marco global de protección frente a toda otra forma de vulnerabilidad
social que pueda afectar a los seres humanos cuando estos requieran asistencia.

3. Un nuevo discurso para la robótica asistencial


Es necesario tener en cuenta que los artefactos tecnológicos no son simples
instrumentos diseñados, construidos y usados para la mera resolución de ciertos
problemas. Esta concepción simplista ha sido criticada desde el enfoque cultural
de la tecnología (Parente, 2010), de acuerdo con el cual los objetos tecnológicos
son, más bien, mediaciones que emergen en un cierto contexto socio-cultural
y que, a su vez, abren nuevas posibilidades en las actividades humanas, lo cual
conlleva también un cierto potencial transformador de dicho contexto. Como
hemos tratado de mostrar en el apartado anterior, los robots asistenciales no se
limitan a ser meros instrumentos para la asistencia; lo más relevante de su intro-
ducción a gran escala es su potencial redefinición, en varias direcciones posibles,
de lo que es el trabajo de cuidados (Parente, 2010, 226). Por otra parte, también
es necesario tomar conciencia de que los robots son productos sociales y, como
tales, incorporan distintos tipos de valores, procedentes de los diferentes agentes
sociales implicados en su diseño, construcción y uso (Estado, empresas, ingenie-
ros, ciudadanos, usuarios, etc.). Cada uno de los agentes afectados puede tener
un discurso axiológico propio acerca de de los posibles beneficios o perjuicios
de esta tecnología. La confrontación de las diferentes perspectivas discursivas
mediante debates públicos inclusivos constituye una recomendación expresa en
diferentes informes sobre ética de la robótica (UNESCO, 2017; EGE, 2018).
Tales debates han de contribuir a conformar un marco normativo (ético y ju-
rídico) que guie axiológicamente a los profesionales implicados en el diseño y
construcción de los artefactos robóticos para que sean conscientes y se ajusten a
valores vigentes en la sociedad.
En este sentido, proponemos que, en los desarrollos de la robótica asistencial,
cuya finalidad es la asistencia a personas vulnerables (niños, ancianos y personas

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con discapacidad), se tenga en cuenta un reciente marco ético-jurídico inter-


nacional: la Convención de los derechos humanos de las personas con disca-
pacidad, aprobada por la ONU en 2006. Pese a ser un documento bastante
desconocido y con importantes lagunas en su implementación, su importancia
radica en que el discurso teórico subyacente en dicho documento normativo
redefine el concepto de vulnerabilidad y otros conceptos adyacentes, tales como
autonomía, dependencia, capacidad y discapacidad. Tales conceptos no se aplican
solo a las personas con discapacidad; también al resto de las consideradas perso-
nas vulnerables. Tanto los desarrollos actuales de la robótica asistencial como la
mayor parte de las reflexiones roboéticas parecen no tener en cuenta tal análisis
conceptual ni tampoco aluden expresamente a la Convención de 200610. No
obstante, tratándose de un marco normativo internacional, es necesario tomar en
consideración tal discurso y atender su dimensión axiológica, ya que puede servir
de orientación prospectiva para los agentes implicados en la implementación
social de la robótica. En definitiva, es necesario que los profesionales implicados
en la robótica incorporen la perspectiva de la diversidad funcional, respondiendo
al trato justo debido a dichas personas.
A continuación, nos ocupamos brevemente de: i) introducir el análisis de los
conceptos relacionados con la asistencia, teniendo en cuenta el discurso subya-
cente en la Convención de 2006 y ii) señalar algunos de los valores fundamenta-
les incluidos en ella, por su relevancia prospectiva en los diseños robóticos.
i) La noción de cuidado (o asistencia), por su carácter nuclear en una reflexión
sobre la robótica asistencial, es una noción que encierra gran complejidad, si
tenemos en cuenta la pluralidad de agentes intervinientes (familia, mercado, Es-
tado), las diferentes dimensiones que encierra (la dimensión de trabajo, la di-
mensión ética de obligación y responsabilidad, la dimensión de costes financieros
y emocionales) o su fragmentación analítica (entorno formal o entorno infor-
mal; trabajo remunerado o no remunerado; cuidado de niños, de ancianos o de
personas con discapacidad) (Daly y Lewis, 2011). En términos generales, hace
referencia al conjunto de actividades y relaciones enfocadas en la satisfacción de
las necesidades físicas y emocionales de niños y niñas y de las personas adultas a
las que se considera como físicamente vulnerables y dependientes (Daly y Lewis,
2011, 231). Hay que tener en cuenta, no obstante, que la noción de dependencia
es un constructo social que se usa en la identificación de ciertos grupos sociales
(niños, ancianos, personas con discapacidad), los cuales se contraponen al gru-
po formado por los definidos como adultos independientes (Nussbaum, 2007;

10
Es curioso, por ejemplo, como el informe COMEST de la Unesco, en lo que se refiere a la
robótica asistencial, parece anclado en una etapa previa a la Convención de 2006, al concebirla
desde un exclusivo enfoque de salud, olvidando otras dimensiones relevantes recogidas en dicho
documento jurídico internacional. Por otra parte, una excepción en la reflexión roboética la en-
contramos, por ejemplo, en (Carneale, 2015). Aunque este autor incide en el análisis conceptual
de la discapacidad no alude, sin embargo, a los valores recogidos en la Convención de 2006.

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Etxeberria, 2008). En tal sentido, se considera que las personas dependientes son
aquellas que, por su edad o por su discapacidad, son in-capaces (o tienen fuertes
limitaciones) de desenvolverse físicamente en el entorno (carecen de plena au-
tonomía fáctica) o de tomar decisiones racionales (carecen de plena autonomía
moral) (Etxeberria, 2008). En dicha caracterización se toma como modelo el
funcionamiento de los adultos independientes, a quienes sí se atribuye una plena
autonomía y, por tanto, una nula vulnerabilidad corporal/mental y dependencia.
Lo mismo ocurre con la noción de discapacidad. Se trata de una noción que
todavía está impregnada por el tradicional discurso científico del modelo médi-
co-rehabilitador. De acuerdo con este modelo, la discapacidad se concibe como
el déficit físico, sensorial, cognitivo o mental que posee un individuo. Tal déficit
está causado por una patología que le acarrea limitaciones en las actividades que
puede desarrollar en el entorno social. Tales limitaciones, en virtud de las cuales
puede convertirse en una persona dependiente, quedan así circunscritas al ámbi-
to del individuo, de forma que su habilitación o rehabilitación es el único modo
de que pueda aportar a la sociedad (Palacios, 2008).
Pueden destacarse una serie rasgos característicos de esta visión del cuidado,
la vulnerabilidad, la dependencia y la discapacidad, en virtud de los cuales se
muestran como conceptos restringidos e inadecuados:
1) Por una parte, limita el cuidado a ciertos grupos humanos, sin tener en
cuenta que también otros grupos humanos necesitan cuidados (físicos, emocio-
nales, económicos), aunque puedan ser menos intensos o duraderos en el tiempo.
Por otra, parece adoptar un punto de vista sincrónico, ignorando el ciclo vital
que, como característica antropológica, afecta a todos los seres humanos, con los
cambios en las necesidades de cuidado que tal ciclo conlleva. La robotización
ha de tener en cuenta la amplitud que conlleva realmente el cuidado. Ha de en-
marcarse, a su vez, en la tarea social de reforzar el cuidado que todo ciudadano
requiere.
2) Toma como modelo la independencia, olvidando que lo que más se ajusta a
la realidad humana es la inter-dependencia, es decir, la vinculación intersubjetiva
de todo ser humano en distintas redes sociales (familia, amigos, asociaciones,
empresas, etc.). Al subrayar la independencia, parece olvidar que la autonomía
humana —que es variable a lo largo del ciclo vital y que es ejercida en el mar-
co de la inter-dependencia— está atravesada tanto de independencia como de
dependencia, dado que la vulnerabilidad físico/mental afecta a cualquier ser hu-
mano. En consecuencia, olvida también que la vulnerabilidad y la dependencia
no excluyen necesariamente el posible ejercicio de la autonomía. En tal sentido,
en el apartado n) del Preámbulo de la Convención de 2006 se reconoce “la im-
portancia que para las personas con discapacidad reviste su autonomía e inde-
pendencia individual, incluida la libertad de tomar sus propias decisiones”. El

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diseño robótico ha de ser dirigido, pues, hacia el refuerzo de una vida autónoma
en inter-dependencia, es decir, a la facilitación de la autonomía con que cuentan
las personas asistidas en los entornos sociales en los que se desenvuelven.
3) Relaciona la dependencia con la vulnerabilidad corporal/psicológica, sin
tener en cuenta que puede deberse a la vulnerabilidad social que sufren los gru-
pos de personas consideradas dependientes, derivada de la falta de un adecuado
reconocimiento intersubjetivo11 y de una excluyente configuración del entor-
no socio-técnico. Hay que tener en cuenta que es la idea de inclusión existente
en cada sociedad lo que guía la configuración del espacio público (Nussbaum,
2007). Por eso, a la luz de la Convención, una implementación socialmente res-
ponsable de la robotización asistencial, respetuosa con la dignidad de cualquier
persona, ha de quedar inserta en una configuración socio-técnica del entorno
material, respaldada en el conjunto de los derechos humanos, que facilite la ple-
na inclusión social de las personas que tienen algún tipo de vulnerabilidad. No
puede olvidarse que el pleno ejercicio de buena parte de los derechos humanos
requiere de una adecuada base socio-técnica (Winner, 2007)12.
El discurso subyacente en la Convención responde a un nuevo paradigma de
la discapacidad, conocido como modelo social. De acuerdo con este paradigma
—que cuestiona la concepción naturalista del modelo médico— la discapaci-
dad es una creación del contexto social, producida por la interacción compleja
entre las personas con impedimentos y unas estructuras sociales excluyentes. El
modelo social de la discapacidad se centra en las barreras económicas, sociales,
políticas o culturales con que tropiezan las personas con alguna diferencia en su
funcionamiento corporal/mental. Tales barreras son las dis-capacitantes, son las
que impiden la inclusión social (Palacios, 2008). En el apartado e) del Preámbulo
se refleja claramente este nuevo paradigma, al reconocer que

[...] la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la inte-


racción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud
y al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en
igualdad de condiciones con las demás.

En definitiva, este nuevo modelo de la discapacidad sustituye el discurso cien-


tificista del modelo médico, centrado en el impedimento individual, por un dis-
curso ético-político que hace hincapié en las ideas de justicia, inclusión social y
cumplimiento efectivo de los derechos humanos.

11
Axel Honneth (1997) señala la existencia de tres esferas del reconocimiento: cuidado, derechos
y solidaridad social.
12
Para este autor, el bienestar de todos los ciudadanos depende, en gran medida, de las configu-
raciones socio-técnicas que nos rodean.

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ii) El discurso axiológico de la Convención queda sintetizado en los principios


jurídicos que quedan apuntados en el artículo 3. Aunque son importantes todos
los valores fundamentales allí reflejados, destacaremos los siguientes:
1) Dignidad en la diversidad. Los seres humanos se caracterizan por su di-
versidad, siendo la diversidad funcional una de sus dimensiones. El respeto a la
diversidad, incluyendo aquí también los diversos tipos de diversidad funcional
—apartado i) del Preámbulo de la Convención—, forma parte también del res-
peto a la dignidad que debemos a todas las personas, con independencia de sus
diferencias fácticas. Incorporando este valor, la asistencia robotizada ha de ser
respetuosa con la dignidad de cada persona, en la amplia diversidad de funcio-
namientos humanos.
2) Accesibilidad universal para la inclusión social. Este es un principio de
enorme importancia para el ejercicio de la autonomía personal, el cumplimiento
del conjunto de los derechos humanos y la inclusión, no solo en el entorno físico,
también en el social, el económico o el cultural13. El artículo 9 de la Convención
concreta la accesibilidad como un derecho, haciendo referencia a los productos,
entornos, programas y servicios que han de ser accesibles, lo que requiere de un
diseño universal (artículo 2), es decir, que pueda ser usado por todas —o, al me-
nos, la gran mayoría— de las personas. Teniendo en cuenta este valor, los robots
y los entornos robotizados inclusivos han de poder ser accesibles y han de con-
tribuir —más allá de la salud— a facilitar la inclusión en los diferentes entornos
sociales en que se desenvuelven las personas.
3) Participación social.
En el apartado o) del Preámbulo se indica que “las personas con discapaci-
dad deben tener la oportunidad de participar activamente en los procesos de
adopción de decisiones sobre políticas y programas, incluidos los que les afectan
directamente”. Tal es el caso de la robótica asistencial, aunque también de otros
usos de dicha tecnología. Las personas con diversidad funcional —directamente,
con asistencia o por medio de representación— han de poder participar en todas
las fases de la implementación de la robótica, así como tener voz en los debates
públicos que se realicen acerca de la misma.

4. Robótica asistencial y desarrollo humano


El enfoque de las capacidades, iniciado por Amartya Sen y continuado por
Martha Nussbaum constituye uno de los enfoques actuales de la justicia más
fructíferos. Nos centraremos aquí en algunos aspectos de la reflexión sobre la
justicia con las personas con diversidad funcional desarrollada por Nussbaum.
Entendemos que el encuadre del cuidado en el marco de la justicia llevado a cabo

13
Apartado v) del preámbulo de la Convención

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por esta autora (considerando que su enfoque de las capacidades es una buena
guía para orientar el cuidado que ha de ofrecerse y para poder emitir juicios críti-
cos acerca del mismo (Nussbaum, 2002, 324)) tiene interés como apoyo teórico
para la reorientación de la robótica asistencial14. Dicho interés queda reforzado,
además, por la aproximación de su concepción de la justicia al modelo social de
la discapacidad (Aparicio, 2010) y, consecuentemente, por su cercanía y coheren-
cia con el discurso axiológico de la Convención (Palacios, 2008). Otro aspecto
que permite avalar nuestra remisión al enfoque de las capacidades de Nussbaum
es la conexión que establece entre el desarrollo económico y el desarrollo humano
(Nussbaum, 2012). Siguiendo este enfoque, la introducción social de la robótica
asistencial tendría que ser sopesada más por su contribución al fin cualitativo de
un desarrollo humano inclusivo que por su aportación instrumental a la mejora
de las grandes cifras macroeconómicas (PIB), al menos cuando este segundo ob-
jetivo no toma en consideración la exclusión de grupos marginados y el cuidado
de las personas.
Si los avances en la robótica autónoma exigen una reformulación del contrato
social (Ortega, 2016) para que las transformaciones sociales que implica no de-
riven en injusticias y en socavamiento de la dignidad humana, entonces hay que
tener en cuenta la advertencia que lanza Nussbaum acerca de las limitaciones de
la concepción contractualista de la justicia: el contrato social puede dejar fuera
a las personas con diversidad funcional si se concibe como un pacto entre adul-
tos independientes, afectados únicamente por necesidades normales (Nussbaum,
2007). Esta concepción ficticia de los ciudadanos, trasladada al imaginario social,
ha contribuido a ocultar y postergar de modo discriminatorio las necesidades atí-
picas y la dependencia asimétrica, privando a las personas con diversidad funcio-
nal —también a las personas que van envejeciendo15— de su igual derecho a ser
tratadas como ciudadanos para los «que está diseñado el espacio público» (Nuss-
baum, 2006, 353). La aspiración a una sociedad justa exige la inclusión social
de toda persona, usando los medios tecnológicos disponibles para actuar sobre
el entorno, con el fin de que puedan participar en igualdad de oportunidades en
la vida social (Nussbaum, 2007, 99). Puede decirse entonces que la robotización
responsable del espacio público16 constituye, desde la óptica de Nussbaum, una
respuesta moral-política ante la común vulnerabilidad humana. Tal avance no
constituiría una panacea, como parecen pensar los defensores del solucionismo

14
Un trabajo que también destaca la importancia del enfoque de las capacidades de Nussbaum
para la robótica asistencial es el de Borenstein y Pearson (2010).
15
Nussbaum reconoce la amplitud de la noción de discapacidad, dada la similitud con la vulne-
rabilidad física/mental que aparece con el envejecimiento. Desde este punto de vista, el discurso
axiológico de la Convención puede expandirse también para la asistencia a personas ancianas.
16
Para Nussbaum (2002) el espacio doméstico tampoco es ajeno a la regulación normativa pú-
blica.

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tecnológico, sino que quedaría englobado dentro del marco ético-político de la


Convención, con repercusiones tanto en las personas asistidas como en las perso-
nas que les asistan (Nussbaum, 2012, 180).
En su conocida propuesta del enfoque de las capacidades como una teoría
parcial de la justicia subyace una idea moral de dignidad concebida como la dig-
nidad de un ser abierto a la vulnerabilidad físico/mental. Tal idea de justicia, que
pretende poner fin a la vulnerabilidad social de las personas asistidas, remite a
una lista de capacidades básicas u oportunidades reales de las que disponen para
hacer o ser lo que puedan (Nussbaum, 2012, 14). Se trata de una única lista he-
terogénea de oportunidades, común a todas las personas, independientemente de
la diversidad que presenten, ya que todas cuentan con igual dignidad, y, en con-
secuencia, deben ser tratadas con igual respeto. En cada una de las capacidades
de la lista (salud física, integridad, educación, desarrollo emocional, sociabilidad
y reconocimiento, participación política, trabajo, etc.) existe un nivel mínimo,
por debajo del cual queda señalado que una persona no tiene una vida de cali-
dad, carece de una vida digna (Nussbaum, 2007, 184-185). Constituye, pues,
una evaluación normativa de la justicia existente en una sociedad, una métrica
que señala cuándo una persona es tratada injustamente. En tal sentido, la lista de
capacidades propugnada por Nussbaum constituye una guía para todos los usos
que puedan darse a una robotización socialmente responsable y justa. En lo que
respecta a los concretos avances en la robótica asistencial, cuando se ajustan a un
trato a las personas asistidas con igual dignidad e igual respeto, pueden incluirse
en el umbral mínimo requerido en dichas capacidades, en tanto que para Nuss-
baum, la asistencia constituye una obligación moral-política.
Una importante aportación del enfoque de las capacidades de Nussbaum a
una reorientación de la robótica asistencial radica, a nuestro juicio, en su defensa
de una concepción amplia de la asistencia, puesta al servicio de la lista de capaci-
dades básicas. Tal amplitud desborda una concepción restringida de la asistencia
que parece impregnar el actual discurso de la robótica asistencial, limitada al
ámbito médico y centrada exclusivamente en el mantenimiento de la vida, la sa-
lud y la integridad física. Su concepción de la asistencia mantiene tales objetivos,
pero los incluye dentro del marco general de un desarrollo humano (Nussbaum,
2012, 217) justo, de forma que tanto las personas asistidas como las personas
asistentes puedan disponer de un amplio abanico de oportunidades que les per-
mitan alcanzar vidas dignas y significativas (Nussbaum, 2012, 19). La adopción
del discurso normativo de justicia exige, pues, una reorientación de la robótica
asistencial para adoptar una perspectiva de uso ampliada, acorde con esta visión
extensa de la asistencia, que Nussbaum incluye en los diferentes factores que
afectan a la calidad de vida de las personas.
El trato justo a las personas que necesitan asistencia, que deben ser consi-
deradas desde el punto de vista de una igual ciudadanía, requiere de la previa
configuración de un entorno facilitador (Nussbaum, 2006). En su dimensión téc-

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nico-instrumental, este tipo de entorno es un entorno universalmente accesible,


diseñado para el amplio y diverso espectro de necesidades que tiene el conjunto
de ciudadanos, con el fin de facilitar la autonomía personal:

[...] a veces la idea de que una persona necesita una asistencia (inusual o
asimétrica) nos hace perder de vista que muchas personas con deficiencias
son capaces de una independencia plenamente adulta, en la medida en
que el espacio público estuviera diseñado de un modo adecuado para ellos
(Nussbaum, 2007, 193)

Nussbaum proporciona una fundamentación ético-política del derecho a la


accesibilidad universal recogido en la Convención de 2006 al concebirlo como
el conjunto de condiciones sociales y materiales que tienen las distintas capaci-
dades, necesarias para el respeto a la dignidad de las personas vulnerables y para
que puedan lograr su autorrespeto. Una sociedad que avance justamente en las
mediaciones técnicas robóticas habrá de aplicarlas en la construcción de entornos
accesibles, facilitando así iguales oportunidades e iguales condiciones de acceso a
las mismas a los ciudadanos capaces y necesitados. Podría decirse que, desde el en-
foque de las capacidades de Nussbaum, los entornos robotizados universalmente
accesibles proporcionan igual apoyo a las vidas de todos los ciudadanos.
No obstante, de modo secundario, hay ciudadanos que requieren trabajos
de cuidado o asistencia para alcanzar los diferentes funcionamientos humanos.
Proporcionar asistencia constituye uno de los rasgos característicos de una socie-
dad justa. Una buena asistencia es aquella que se distribuye en todas y cada una
de las capacidades básicas, es decir, proporciona oportunidades de muy diverso
tipo (además de vida, salud e integridad, también educación, sociabilidad, ocio,
participación política, trabajo, etc.) para una vida de calidad (Nussbaum, 2007,
175). También es aquella que proporciona una asistencia individualizada, acorde
con los impedimentos que una persona tiene. Las mediaciones robóticas han de
facilitar la asistencia en este sentido amplio, así como la labor de los asistentes.
En cierto modo, esta perspectiva ampliada de la robótica asistencial diluye sus
fronteras en una robotización general de los entornos materiales e institucionales
de la sociedad.

5. Conclusión: hacia una robótica inclusiva


La introducción del discurso axiológico de la Convención de 2006 como nue-
va perspectiva para el debate sobre los avances en la robotización de la sociedad,
junto con la adopción del enfoque de las capacidades, en tanto que base teórica
compatible con dicho discurso, permiten alumbrar una reorientación en la tec-
nología robótica asistencial. Se trata de redirigir dicha tecnología para contribuir
al desarrollo humano, dando apoyo y empoderando la vulnerable autonomía de

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las personas, contribuyendo a facilitar, en concomitancia con un conjunto am-


plio de medidas sociales, la plena inclusión social de las personas con diversidad
funcional y de los ancianos.
Podemos introducir los siguientes principios para una robótica inclusiva:
a. La robótica asistencial ha de estar ajustada al principio de versatilidad tem-
poral, contribuyendo a la atención de las diversas necesidades que van
surgiendo en las distintas fases del ciclo vital humano.
b. Los diseños robóticos han de ser pensados para facilitar las relaciones de
interdependencia que se dan en distintos contextos y con funcionamien-
tos humanos variados (principio de versatilidad funcional).
c. Los robots deberían ser concebidos como artefactos mediadores de una
autonomía vulnerable, es decir, han de contar con diseños que atiendan
tanto a las situaciones particulares de dependencia (que, en muchas oca-
siones, resulta progresiva), como a los funcionamientos independientes.
Es lo que podemos denominar como principio de intervención individua-
lizada.
d. Los robots deberían ser diseñados bajo el principio de accesibilidad univer-
sal: por un lado, su uso ha de resultar accesible a personas con diferentes
impedimentos; por otro, ha de ser posible contar con entornos robotiza-
dos que faciliten la inclusión social de personas con impedimentos.

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