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manuel.aparicio@um.es
Instituto de Filosofía-CSIC
†
mario.toboso@csic.es
‡
Instituto de Filosofía-CSIC
txetxu.ausin@cchs.csic.es
§
UPV/EHU
anibal.monasterio@ehu.eus
Universidad de Granada
**
ricardo63@autistici.org
Instituto de Filosofía-CSIC
††
daniel.lopez@csic.es
Resumen
En este trabajo consideramos las bases ético-políticas de una nueva con-
cepción acerca de la vulnerabilidad humana recogida en la Convención so-
bre los Derechos de las Personas con discapacidad (CDPD), proponiendo
su incorporación en los desarrollos de la tecnología emergente robótica.
Reflexionamos sobre la noción de asistencia. En la CDPD se apunta una
nueva concepción basada en el reconocimiento social de la autonomía per-
sonal mediante un conjunto de derechos humanos, sustentados en el valor
de respeto a la diversidad de funcionamientos humanos. El enfoque de las
__________________
* Este trabajo se enmarca en los proyectos europeos INBOTS (780073) y EXTEND (779982),
del Programa H2020, y en el proyecto Capacitismo (FFI2017-88787-R) del Programa Retos del
Plan Estatal Español de I+D+i, del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.
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Manuel Aparicio Payá et al.
Un marco ético-político para la robótica asistencial
Abstract
In this paper we consider the ethical-political basis of a new conception
of human vulnerability in the Convention on the Rights of Persons with
Disabilities (CRPD), proposing its incorporation in the development of
emerging robotic technology.
We reflect on the notion of assistance. The CRPD suggests a new con-
ception based on the social recognition of personal autonomy through a
set of human rights, grounded on the value of respect for the diversity of
human functionings. The capability approach (Martha Nussbaum) provi-
des important theoretical support for this new conception. From this new
perspective of justice, focused on inclusive human development, we argue
that the role of healthcare robotics should be reoriented towards an inclu-
sive robotics: one that, in addition to contributing to care, enables support
for what people can do in different life stages, facilitating their inclusion in
diverse social environments (education, work environment, etc.).
Keywords: roboethics; care; functional diversity; Convention on the Ri-
ghts of Persons with Disabilities; capability approach (Nussbaum); social
inclusion.
1. Introducción
Desde hace algunas décadas vivimos inmersos en un proceso acelerado de
transformación social impulsado por los desarrollos tecnocientíficos y sus aplica-
ciones socio-económicas. Con el surgimiento y la convergencia de las llamadas
tecnologías emergentes1 (biotecnologías, nanotecnologías, tecnologías de la infor-
mación y la comunicación, neurociencias, inteligencia artificial, robótica) se abre
un horizonte tal de innovaciones tecnológicas y de transformaciones en nume-
1
Para una caracterización de las tecnologías emergentes puede verse (De Cózar y Núnez, 2017).
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rosas áreas de la vida social y personal, que se hace difícil hoy imaginar cómo
podrá ser la vida humana en un futuro lejano. No obstante, el reciente comienzo
de la acuñada cuarta revolución industrial (Schwab, 2016), posibilitada por las
tecnologías emergentes, empieza a percibirse ya en algunas de sus consecuencias
incipientes más palpables (aquellas que afectan al sistema económico, a su trasla-
ción a la sociedad, al mundo político o al terreno militar), lo que hace urgente y
necesaria la reflexión sobre tales consecuencias y sobre el modo de reconducirlas.
Uno de los pilares fundamentales sobre los que se levanta esta nueva revolu-
ción industrial es la tecnología emergente robótica. La ingeniería robótica más
reciente está permitiendo paulatinamente el paso de los artefactos automáticos a
los artefactos autónomos2 (Ortega, 2016, 17), capaces de interactuar con el en-
torno sin intervención humana, más allá de su previa programación informática.
Los robots, uno de los principales iconos de la cultura tecnológica contemporá-
nea, fueron introducidos inicialmente para la realización de tareas industriales;
en la actualidad se está extendiendo su uso al campo de los servicios y al ámbito
doméstico. Esta progresiva expansión está dando lugar al surgimiento de diversas
formas de interacción de los artefactos robóticos con los seres humanos, hasta el
punto de que algunos de ellos se fabrican con forma humanoide3. Se abre, pues,
una nueva senda en la relación entre el ser humano y los artefactos inventados
por él; senda que también conlleva la reconfiguración de las relaciones sociales
humanas.
Entre las ramas de la robótica que han experimentado un mayor crecimiento
en los últimos años se encuentra la robótica de asistencia, proyectada tanto para
la realización del trabajo doméstico como para el cuidado de las personas más
vulnerables (niños, ancianos, personas con diversidad funcional). Han surgido
varios tipos de robots asistenciales: educativos, de entretenimiento, terapéuti-
cos, asistentes personales, cuidadores, médicos o sexuales (Domínguez-Alcón,
2017). Países como Japón o Corea, así como otros países occidentales (Estados
Unidos, UE) parecen haber encontrado en la robótica asistencial la solución a los
problemas derivados del mayoritario envejecimiento de la población4. También
se anuncia como respuesta a las necesidades propias de los cuidados asistenciales
requeridos por las personas con diversidad funcional. Entre las realizaciones más
conocidas de artefactos robóticos asistenciales pueden señalarse: a) el robot japo-
2
No obstante, puede resultar inapropiado este uso del término “autonomía” referido a artefactos,
dado el sentido moral que tiene en relación con los seres humanos. Esto es lo que afirma EGE
(2018).
3
Famoso es el ejemplo del catedrático de robótica japonés Hiroshi Ishiguro, quien construyó un
robot idéntico a sí mismo.
4
Moreno y Jiménez (2018) señalan que en Japón, país más longevo del mundo, se estimaba que,
en 2015, habría una carencia de un millón de cuidadores —dado el rechazo cultural de los japo-
neses a contar con cuidadores extranjeros—, lo que incentivó la estrategia nacional de inversión
en robots para el cuidado humano. También Estados Unidos o la Unión Europea, con idéntico
problema social, han adoptado estrategias similares.
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nés Paro, de forma animaloide, construido para facilitar la interacción con niños,
ancianos o personas con diversidad funcional en entornos institucionales; b) el
robot enfermero japonés Riba, también de forma animaloide, asistente para el
transporte de personas con movilidad reducida; c) el robot My Spoon, fabricado
para facilitar la alimentación de personas con impedimentos en la movilidad de
los brazos o d) el robot Nao, usado para la interacción educativa con niños y
niñas autistas.
La finalidad de este trabajo es aportar una reflexión ético-política sobre la ro-
bótica asistencial. Comenzaremos interrogándonos sobre algunos de los posibles
impactos que pueden derivarse de la introducción a gran escala de la robótica
asistencial, en la medida en que, con dicho cambio, pueden alterarse las dimen-
siones del cuidado humano (I). En segundo lugar, analizaremos el nuevo discurso
sobre la vulnerabilidad humana introducida en la CDPD, considerando que los
principios generales sobre los que descansa constituyen valores que han de guiar
los futuros desarrollos de la robótica asistencial (II). Finalmente, recurriremos al
enfoque de las capacidades de Martha Nussbaum, justificando que contribuye a
dar una nueva orientación al papel asistencial de los robots, acorde con el desa-
rrollo humano (III).
El auge de la tecnología robótica exige esta reflexión. Si bien es cierto que la
previsión de las sociedades del futuro es una tarea compleja y abierta a grandes
incertidumbres, sí es necesario asegurar que, en los sucesivos pasos hacia aquellos
escenarios lejanos, continúe siendo central el respeto a la dignidad de todo ser
humano y el mantenimiento de condiciones sociales de su igual inclusión como
ciudadano digital (Cortina, 2018).
5
La robótica tiene repercusión en el ámbito político (recientemente, un candidato a una alcaldía
en Japón dijo que, de ser elegido, gobernaría bajo las indicaciones de un robot provisto de inte-
ligencia artificial; sanitario (hay robots que ya realizan operaciones bajo supervisión de médicos,
Samper (2018)); educativo (puede haber implicaciones en los procesos de enseñanza-aprendizaje,
en la motivación, en los procesos cognitivos, etc.); doméstico (se transformarán las tareas de
producción doméstica de bienes y de cuidado de personas); militar (habrá ejércitos robóticos).
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requeridos (Morozov, 2016). Sin embargo, desde el enfoque de los estudios CTS
se ha puesto de manifiesto tanto la complejidad dimensional (economía, políti-
ca, sociedad, ética, etc.) y la variedad de agentes implicados en las innovaciones
tecnológicas (Estado, empresas, científicos, ingenieros, empleados, consumido-
res, ciudadanos, juristas, etc.), como los riesgos, las incertidumbres, los proble-
mas morales y el impacto social que conllevan las revoluciones tecnocientíficas
(Echeverría, 2003). También desde las éticas aplicadas se ha matizado el discurso
tecnocrático introduciendo la reflexión filosófica sobre la problemática moral y
las consecuencias socio-políticas que acarrean las innovaciones robóticas. En tal
sentido, la denominada Roboética6 o ética de la robótica es una rama reciente
de la ética aplicada que se ocupa del diseño, fabricación y uso de la tecnología
robótica. Entre otras tareas, aborda los interrogantes morales y ético-políticos
que surgen con el desarrollo de esta tecnología; los derechos y las obligaciones
de los agentes implicados en su implantación; el marco de valores presentes en
la sociedad que han de impregnar el diseño y realización de tales artefactos, o las
finalidades legítimas de su uso (EGE, 2018). Recientemente se ha propuesto una
concepción principialista de la roboética, tomando como referencia los princi-
pios bioéticos7. A nuestro juicio, la necesidad y el valor de tal reflexión estriba en
contribuir a la concienciación social para un debate en torno al desarrollo de la
tecnología robótica. Debate que ha de alimentar una legislación que contribuya
a conseguir una implementación socialmente equitativa (Echeverría, 2017) de tal
tecnología, poniéndola al servicio del desarrollo humano.
Abordaremos aquí, dentro de los límites que impone el trabajo, los conteni-
dos concretos de la Roboética en relación a la asistencia. Sería necesario tener en
cuenta la complejidad encerrada en ciertas preguntas básicas: ¿por qué quere-
mos robots de asistencia?, ¿qué tipos de robots asistenciales queremos? (De Asís,
2014), y la cuestión previa: ¿queremos la robótica en la asistencia? Responderlas
requiere, en conjunto, tener en cuenta las perspectivas de los diferentes tipos
de agentes implicados, incluidas las personas asistidas, con especial atención a
las preferencias adaptativas (Nussbaum, 2012, 106) que pueden darse cuando se
carece de una verdadera elección. Nos limitaremos aquí a un breve análisis de las
diferentes dimensiones implicadas en la relación de cuidado, recurriendo en par-
te a algunos trabajos realizados anteriormente en dicha disciplina. El objetivo de
tal análisis es apuntar de forma somera algunos de los posibles impactos que, en
tales dimensiones, podrían darse con la introducción a gran escala de robots para
6
Término introducido por Ginammarco Veruggio en 2002. En enero de 2004, Veruggio organi-
zó, en colaboración con la Scuola Superiore Sant’Anna de Pisa, el primer Simposio Internacional
de Roboética.
7
Floridi y otros proponen como principios éticos unificados de la AI, aplicables también a la
robótica asistencial. Los principios de no maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia, aña-
diendo el principio específico de explicabilidad, “AI4People – An Ethical Framework for a Good
AI Society: Opportunities, Risks, Principles, and Recommendations”, Atomium - European Ins-
titute for Science, Media and Democracy, 2018.
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X. Etxeberría distingue entre autonomía moral (de decisión racional) y autonomía fáctica (de
ejecución), (Etxeberria, 2008, 28).
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los otros en las relaciones primarias (pareja, hijos, amigos), constituyendo una de
las dimensiones del reconocimiento intersubjetivo, sin la cual no puede generarse
la autoconfianza necesaria para no sufrir daño en la identidad (Honneth, 1997).
Aunque no haya que idealizarlo, el cuidado personal resulta difícilmente
mercantilizable mediante el uso de tecnología, a riesgo de reducir su calidad
(Carrasco, Borderías, y Torns, 2011, 31-32). Trasladando esta idea a la robótica
asistencial, entendemos que el uso tecnológico complementario en la relación de
cuidado (por ejemplo, cuando un padre o una madre introducen un robot-ju-
guete jugando con su infante) tiene carácter secundario. Lo relevante es la rela-
ción interpersonal directa, tenga o no tenga mediación tecnológica. Sin embargo,
la sustitución de dicha relación de cuidado por una mayoritaria interacción ser
humano-artefacto robótico (por ejemplo, si ese padre o esa madre dejasen a su
hijo con el robot-juguete un número bastante elevado de horas diarias, desen-
tendiéndose de la relación interhumana) implicaría una importante pérdida de
calidad en el cuidado, debido a sus negativas implicaciones psicológicas, sociales,
etc. (Sharkey, 2008).
Podemos preguntarnos seriamente si la robotización de la relación asistencial
supone un reforzamiento en la capacidad humana de cuidar o pudiera consti-
tuir, más bien, una especie de embotamiento de la capacidad moral de entrega
gratuita a los otros (Cortina, 2005)9. La robotización sustitutiva de la asistencia
conduciría a la atrofia de esta capacidad de entrega de tiempo y esfuerzo para
el cuidado de los otros. Consecuentemente, cabría preguntar por el tipo de so-
ciedad que estaríamos construyendo si se llegara a externalizar la relación de
cuidado, dejándola en exclusiva a los robots (Sullins, 2011). Hay que tener en
cuenta que el buen cuidado ha de ser personalizado (Hosseini y Goher, 2017;
Sharkey, 2010), lo que exige —si fuese posible conseguirlo— la programación
informática flexible del robot (en robots con algoritmos deterministas) o robots
capaces de adaptarse a las peculiaridades individuales de la persona cuidada (ro-
bots con algoritmos estocásticos de inteligencia artificial). En todo caso, aunque
se pudiesen introducir pautas de trato cuidadoso personalizado, habría que tener
en cuenta que una robótica asistencial sustitutiva presenta, a nuestro juicio, dos
importantes obstáculos:
1) El auténtico cuidado supone interacción interhumana y vinculación emo-
cional que brota de la presencia directa intercorporal. Aunque los robots puedan
identificar y responder a emociones humanas, podemos tener conciencia de que
tales “emociones” son simuladas. Por otra parte, a través del cuidado, aunque
pueda resultar repetitivo y pesado, se produce el contacto humano vinculante,
sin el cual difícilmente tendríamos un buen cuidado (Hosseini y Goher, 2017;
Sharkey, 2010). Por todo ello, en el caso del cuidado robotizado estaríamos ha-
9
Adela Cortina concibe la capacidad moral de cuidado como entrega al otro de bienes de gra-
tuidad, distinguiéndola de aquella otra capacidad moral relacionada con el reconocimiento
de bienes de justicia.
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Es curioso, por ejemplo, como el informe COMEST de la Unesco, en lo que se refiere a la
robótica asistencial, parece anclado en una etapa previa a la Convención de 2006, al concebirla
desde un exclusivo enfoque de salud, olvidando otras dimensiones relevantes recogidas en dicho
documento jurídico internacional. Por otra parte, una excepción en la reflexión roboética la en-
contramos, por ejemplo, en (Carneale, 2015). Aunque este autor incide en el análisis conceptual
de la discapacidad no alude, sin embargo, a los valores recogidos en la Convención de 2006.
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Etxeberria, 2008). En tal sentido, se considera que las personas dependientes son
aquellas que, por su edad o por su discapacidad, son in-capaces (o tienen fuertes
limitaciones) de desenvolverse físicamente en el entorno (carecen de plena au-
tonomía fáctica) o de tomar decisiones racionales (carecen de plena autonomía
moral) (Etxeberria, 2008). En dicha caracterización se toma como modelo el
funcionamiento de los adultos independientes, a quienes sí se atribuye una plena
autonomía y, por tanto, una nula vulnerabilidad corporal/mental y dependencia.
Lo mismo ocurre con la noción de discapacidad. Se trata de una noción que
todavía está impregnada por el tradicional discurso científico del modelo médi-
co-rehabilitador. De acuerdo con este modelo, la discapacidad se concibe como
el déficit físico, sensorial, cognitivo o mental que posee un individuo. Tal déficit
está causado por una patología que le acarrea limitaciones en las actividades que
puede desarrollar en el entorno social. Tales limitaciones, en virtud de las cuales
puede convertirse en una persona dependiente, quedan así circunscritas al ámbi-
to del individuo, de forma que su habilitación o rehabilitación es el único modo
de que pueda aportar a la sociedad (Palacios, 2008).
Pueden destacarse una serie rasgos característicos de esta visión del cuidado,
la vulnerabilidad, la dependencia y la discapacidad, en virtud de los cuales se
muestran como conceptos restringidos e inadecuados:
1) Por una parte, limita el cuidado a ciertos grupos humanos, sin tener en
cuenta que también otros grupos humanos necesitan cuidados (físicos, emocio-
nales, económicos), aunque puedan ser menos intensos o duraderos en el tiempo.
Por otra, parece adoptar un punto de vista sincrónico, ignorando el ciclo vital
que, como característica antropológica, afecta a todos los seres humanos, con los
cambios en las necesidades de cuidado que tal ciclo conlleva. La robotización
ha de tener en cuenta la amplitud que conlleva realmente el cuidado. Ha de en-
marcarse, a su vez, en la tarea social de reforzar el cuidado que todo ciudadano
requiere.
2) Toma como modelo la independencia, olvidando que lo que más se ajusta a
la realidad humana es la inter-dependencia, es decir, la vinculación intersubjetiva
de todo ser humano en distintas redes sociales (familia, amigos, asociaciones,
empresas, etc.). Al subrayar la independencia, parece olvidar que la autonomía
humana —que es variable a lo largo del ciclo vital y que es ejercida en el mar-
co de la inter-dependencia— está atravesada tanto de independencia como de
dependencia, dado que la vulnerabilidad físico/mental afecta a cualquier ser hu-
mano. En consecuencia, olvida también que la vulnerabilidad y la dependencia
no excluyen necesariamente el posible ejercicio de la autonomía. En tal sentido,
en el apartado n) del Preámbulo de la Convención de 2006 se reconoce “la im-
portancia que para las personas con discapacidad reviste su autonomía e inde-
pendencia individual, incluida la libertad de tomar sus propias decisiones”. El
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diseño robótico ha de ser dirigido, pues, hacia el refuerzo de una vida autónoma
en inter-dependencia, es decir, a la facilitación de la autonomía con que cuentan
las personas asistidas en los entornos sociales en los que se desenvuelven.
3) Relaciona la dependencia con la vulnerabilidad corporal/psicológica, sin
tener en cuenta que puede deberse a la vulnerabilidad social que sufren los gru-
pos de personas consideradas dependientes, derivada de la falta de un adecuado
reconocimiento intersubjetivo11 y de una excluyente configuración del entor-
no socio-técnico. Hay que tener en cuenta que es la idea de inclusión existente
en cada sociedad lo que guía la configuración del espacio público (Nussbaum,
2007). Por eso, a la luz de la Convención, una implementación socialmente res-
ponsable de la robotización asistencial, respetuosa con la dignidad de cualquier
persona, ha de quedar inserta en una configuración socio-técnica del entorno
material, respaldada en el conjunto de los derechos humanos, que facilite la ple-
na inclusión social de las personas que tienen algún tipo de vulnerabilidad. No
puede olvidarse que el pleno ejercicio de buena parte de los derechos humanos
requiere de una adecuada base socio-técnica (Winner, 2007)12.
El discurso subyacente en la Convención responde a un nuevo paradigma de
la discapacidad, conocido como modelo social. De acuerdo con este paradigma
—que cuestiona la concepción naturalista del modelo médico— la discapaci-
dad es una creación del contexto social, producida por la interacción compleja
entre las personas con impedimentos y unas estructuras sociales excluyentes. El
modelo social de la discapacidad se centra en las barreras económicas, sociales,
políticas o culturales con que tropiezan las personas con alguna diferencia en su
funcionamiento corporal/mental. Tales barreras son las dis-capacitantes, son las
que impiden la inclusión social (Palacios, 2008). En el apartado e) del Preámbulo
se refleja claramente este nuevo paradigma, al reconocer que
11
Axel Honneth (1997) señala la existencia de tres esferas del reconocimiento: cuidado, derechos
y solidaridad social.
12
Para este autor, el bienestar de todos los ciudadanos depende, en gran medida, de las configu-
raciones socio-técnicas que nos rodean.
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Apartado v) del preámbulo de la Convención
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por esta autora (considerando que su enfoque de las capacidades es una buena
guía para orientar el cuidado que ha de ofrecerse y para poder emitir juicios críti-
cos acerca del mismo (Nussbaum, 2002, 324)) tiene interés como apoyo teórico
para la reorientación de la robótica asistencial14. Dicho interés queda reforzado,
además, por la aproximación de su concepción de la justicia al modelo social de
la discapacidad (Aparicio, 2010) y, consecuentemente, por su cercanía y coheren-
cia con el discurso axiológico de la Convención (Palacios, 2008). Otro aspecto
que permite avalar nuestra remisión al enfoque de las capacidades de Nussbaum
es la conexión que establece entre el desarrollo económico y el desarrollo humano
(Nussbaum, 2012). Siguiendo este enfoque, la introducción social de la robótica
asistencial tendría que ser sopesada más por su contribución al fin cualitativo de
un desarrollo humano inclusivo que por su aportación instrumental a la mejora
de las grandes cifras macroeconómicas (PIB), al menos cuando este segundo ob-
jetivo no toma en consideración la exclusión de grupos marginados y el cuidado
de las personas.
Si los avances en la robótica autónoma exigen una reformulación del contrato
social (Ortega, 2016) para que las transformaciones sociales que implica no de-
riven en injusticias y en socavamiento de la dignidad humana, entonces hay que
tener en cuenta la advertencia que lanza Nussbaum acerca de las limitaciones de
la concepción contractualista de la justicia: el contrato social puede dejar fuera
a las personas con diversidad funcional si se concibe como un pacto entre adul-
tos independientes, afectados únicamente por necesidades normales (Nussbaum,
2007). Esta concepción ficticia de los ciudadanos, trasladada al imaginario social,
ha contribuido a ocultar y postergar de modo discriminatorio las necesidades atí-
picas y la dependencia asimétrica, privando a las personas con diversidad funcio-
nal —también a las personas que van envejeciendo15— de su igual derecho a ser
tratadas como ciudadanos para los «que está diseñado el espacio público» (Nuss-
baum, 2006, 353). La aspiración a una sociedad justa exige la inclusión social
de toda persona, usando los medios tecnológicos disponibles para actuar sobre
el entorno, con el fin de que puedan participar en igualdad de oportunidades en
la vida social (Nussbaum, 2007, 99). Puede decirse entonces que la robotización
responsable del espacio público16 constituye, desde la óptica de Nussbaum, una
respuesta moral-política ante la común vulnerabilidad humana. Tal avance no
constituiría una panacea, como parecen pensar los defensores del solucionismo
14
Un trabajo que también destaca la importancia del enfoque de las capacidades de Nussbaum
para la robótica asistencial es el de Borenstein y Pearson (2010).
15
Nussbaum reconoce la amplitud de la noción de discapacidad, dada la similitud con la vulne-
rabilidad física/mental que aparece con el envejecimiento. Desde este punto de vista, el discurso
axiológico de la Convención puede expandirse también para la asistencia a personas ancianas.
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Para Nussbaum (2002) el espacio doméstico tampoco es ajeno a la regulación normativa pú-
blica.
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[...] a veces la idea de que una persona necesita una asistencia (inusual o
asimétrica) nos hace perder de vista que muchas personas con deficiencias
son capaces de una independencia plenamente adulta, en la medida en
que el espacio público estuviera diseñado de un modo adecuado para ellos
(Nussbaum, 2007, 193)
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