Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
FENOMENOLOGÍA QUEER:
ORIENTACIONES, OBJETOS, OTROS
edicions bellaterra
Consejo ediioral
impreao en bspaAa
in Sipittüt
ISBN; 9784U-7290.92< 7
Introducción. 11
Encuentra tu camino
5 Juego Uc paUbras coo thair,(ue Mgruíicji silU, pem ui<nbi¿n cáiedn (hl M t i
4 En mocliot coso» «la meM» apiree dmpUmeme como un objeto. Jumo con cHrot
objetoi* nio«óíic<n iin niiigiitvi rcíerrncui prtvtia. fino como eso qnc está «antes» del
niófoío en el momento de ncñbir Tal > como es|x>ndné en el capfudo 1, Huwsetl Itace
una descripcián de la mcMi como la mesa de escñbir que Ueoe ame &í. ames de que la
mesa se convieru en un objeto que le uiitira pan íltiilnr su método íefiomennlógico.
finciMiiramot también ima «lea paicckda en la obra de otros fllósoíoa. t n bnen ejemplo
lo tenatias cu Liu pn/bUma^ tit fiioiájfla de Bertnnd KusscU. quien cotocA a «la
mesa» como su objeto prí murió y comienza coa una descripóóo de una escena de es
critura «Vzt este momento me parece que estoy scniodo en una silla, firnte a una mesa
de í<xma determinada, sobre la cual veo bojas de papel manufcrito» o impresfiis. Si
s ucho la cabeza, observo, por la ventana, edificios, nubes y el wt» (|99>1, p. Ij. Izi
mesa funciona como una forma de iluMrar un tema filnsóTKo «¿dwe el cxsnccimíenlo y
la exigencia de la materia como djr> independiente de la precepcidn (datos senfon»-
lesl. Cuando los mesa» aparecen aa el fin de ilustrar ideas, entonces tienden también
a desaparecer como objetos con m propias tilMorios. Hay que seílalar que cuando los
mesas aparecen en textos fik>s6ficns poco convencionales, entonces los utos sobre su
aparición también cambian Pora Gilíes Ikleuze y Félix (¡uatUn. por ejemplo, la mesa
redonda es mencionado como una meso no filosófica; «Ijis discusiones están muy bien
puro las mesas redondos, pero el filiSsofo echa sus dados cifrados sobre otro tipo de
mesa» (lOíM.p. 28i. i*ara Mu bel Senes, la mean inten iene como unacdUca del urde-
iMjníceio d* las nHHi4k».*iabta«c «írOTile • la m^Mv UibU clamen d« la» conrespondeactas o
equivalencias, el lenguaje como ma economía restringida, tenemos la mesa en la que
tiene lugar la coñudo y la bebida, que excede la oconofiiia» talado en Connoí, 19991
lionui en la dta de Ocleuze como la de Serves se juega con ci doble sentido de «laMe»
en inglés y en íroncés. que signitico airsu pero también tabla, como la labio de los
elcmenUM» una tabla de correspondências, etc juego que se pierde en castellono. V deí
/.| V tal y como anoli/aré en el capftulo 1. la distancia que loma Hetdegger dd méio
du íenunicBológico de Husserl siirufico que coa dirigirse a im tipo de rneva ba*4aiiie
diferente. lu> que sugiero es que lo forma en que aparecen los mesas en la filoaoíia
iTMiesira Id orientación de la íilosnfia. asi como otras formas de escribir, lo cual tam*
biéa ptxino decirnos algo sobre la orientación de este libro. En Banficld. 2000 enson-
16 hcoomcnolc^'a qtieer
1 K Umnaiivo, por cjnrplo. queb obf» de Htiih Slcin wbre b cmputui tonsidcne la
«uwnUu'ión algo crucial l^oponequc la empatb implica oñeiUMtctKs cambiasiies:
«(^Muiidn aflora lo ittirqircU> como un cuerpo vivicnic senúbk y me prmeclo rmpdli
t aUKiMv <i> <1, obtengo una image» nue* a del mundo espucial y un noavo punto eero
de oricntaciócia 4 rW9. p 61). Fjt ü:il recordar el trabajo de eMas primeras mujeres fe
Romendlogac, que de hecho ahonbrofi Ich iiUertMc <lc fcmimenólofm coa Husseri con
ideiiA <pie a rnenudo noise han reconocida, Edith Steln fue aJumna de Hu^i^ert. y loba
fd (.Kwi él en el manuMnio que fue publicodo póMiíniamente como el Mgundo volumen
de Idra^ Siein hace hincapié en les aspectoik intereoqxifalev de la expeucneia vivida
rn ^xxKrcto. inirvxluee la idea del rcocfpo exlraflo» como «viviente» y como »co*da
do* 419Í49. p 571 En muebov áspalos. íemimvu* povieriore* como Gail Weix» y Ro*
«alyn Diprn^. quienc* dcMacan iov dimeniuonev liMetcoiporafes de b evperieixia vi
V (da. pueden lerve como veguidumv del trabajo de Strin. aunque la inflncncia no es
directa
IR t-ecMxnnudogii qucrr
I9W)» y con las escritoras íeminisias negras que han afrontado la difí
cil tarea de pensar en cómo se articulan la raza, el génem y la sexuali
dad, corno líneas que se cruzan y se encuentran en diferentes puntos
(I/srde. 19H4. Brcwer. 1993; Smith, 1998). Mi tarea aquí es basarme
en este trabajo reconsiderando la naturaleza •orientada* de estos pun
tos de punida.
luí fenomenología no es el único material utilizado para formular
un mexielo queer de las orientaciones: además de los estudios queer, la
teoría feminista y la teoría crítica de la raza, este libro también toma
ideas del marxismo y del psicoanálisis por su interés en cómo los ob
jetos y los cuerpos adquieren orientaciones en pune por cómo »apun*
tan* unos a otros. Por medio del uso de Jos estrategias simultáneas
—queerizur la fenomenología y llevar la teoría queer hacia la fenome
nología— el libro quiere mostrar cómo Io4 cuerpi^ son marcados por
el género, sexualizados y racializados en funaón de cómo se disponen
en el espacio, como una disposición que diferencia entre «izquierda»
y «derecha», «delante» y «detrás», «arritx»» y «abajo», así como «cer
ca» y «lejos». Lá> que propongo, en otras palabras, es un modelo de
cómo los cuerpeas llegan a orientarse en función de cómo consideran
el tiempo y el espacio.
Mi objetivo no es decidir qué tipo de fenomenología debería
adoptarse, como si ese encuentro mismo tuviera que tomar la forma de
este libro. Después de lodo, lamo los estucios queer como la fenome
nología implican diversas historias intelectuales y políticas que no
pueden estabilizarse como objetos que putfiemn darse a los demás, fcn
su lugar, mi tarea es trabajar desde el concepto de «orientaciones» tal
y ctxno ha sido elaborado en algunos textos fenixnenológicos, y hacer
de CSC concepto mismo el lugar pura un cicucntio. ¿Y qué ocurre si
empezamos desde este punto?
Puntos de panidu
9, fcsu drfmict6(i csU lotruda <lc MfícqtMrtf .Afif Dicfífmarr. 1 od»* 1» dcriiiicume^
pírtlcnoít^ rUiín õc c*«te libto
InimdutvKW, 29
rocción que lomarnos excluye las cosas para nosotros, incluso antes
de llegar allí."
lun líneas que seguimos también pueden funcionar como rnmtas
de «alineación» o como formas de estar alineados con los demás. Ho
dnamos decir que estamos oríentados cuando estamos alineados. Esta
mos «alineados»» cuando (ornamos la dinxcfOn que ya tuin tomado los
demás. Estar «alineado» permite a los cuerpos desplegarse en espacios
que, por así decirio, ya han tomado su forma. Tales extensiones po
drían redefinirse como una extensión del alcarwe del cuerpo. Un argu
mento clave en este libro es que el cueryo ve dirige hacia algunas di
recciones más que hacia cxras. Solemos estar acostumbrados a pensar
en la diaxción simplemente como hacia dónde giramos, o hacia dónde
nos dirigimos, en este o aquel momento en el tiempo. La dirección
entonces sería un asunto bastante casual. Pero, ¿qué pasaría si la direc
ción. como la forma en que rK’6 giramos o nos movemos, estuviera
organizada en lugar ser algo casual? Ptxkíamos hablar entonces de di
rección colectiva: de las formas en que las naciones u otras comunida
des que imaginemos podrían estar «yendo en una determinada direc
ción*. o tomando el mismo camino, de manera que solo algunas cosas
«captan nuestra atención». Convertirse en miembro de tal comunidad,
entonces, también podría significar seguir esta dirección, lo que podría
describirse como el requisito político de que nos giremos de algunas
maneras y no de otras (ver el capítulo 3). Seguimos la línea seguida
por otn>s: la repetición dcl acto de seguimiento hace que la línea desa
parezca de la vista como el punto desde el cual «nosotros» surgimos
12 Juqio de pabbrrv ctwi irt tum.ntít ugitinoi «a lU > «al girante», que e> el
icriM del que imta el pdnafnten decr. «a tu vcf». > «al girarse»). de/
32 F‘etKnncno4ofm
Qué inSnico resulta que «una línea óc vida»'’ también pueda ser
una expresión de algo que nos salve. Una cuerda de salvamento (línea
de Vidal que nos lanzan es lo que nos da la capacidad de salir de un
mundo imposible o de una vida inviviW:. Esa línea sería un tipo diíe*
reme de regalo: uno que se arroja sin la expectativa de retomo, en la
Inmediatez de una situación de vida o rouerte. Y. sin embargo» no sa
bemos qué sucede cuando llegamos a cuerda |línea| y sobrevivi
mos al agarramos a ella. Si nos sacan» n;> sabemos a dónde nos puede
llevar la fuerza del tirón. No sabemos loque significa seguir el regalo
de la línea inesperada que nos da la opcrtunidad de una nueva direc
ción e incluso una oportunidad de vivir de nuevo.
Una línea dc vida también puede ser algo que expresa nuestra
identidad, como las líneas grabadas en ti piel que se crean por efecto
de la repetición de ciertas expresiones: las arrugas de los ojos al reír»
el pliegue creado por el certo fruncido» etc. luis lincas se convierten
en el rastro externo de un mundo interior como signos de quiénes so
mos en la carne que se pliega y se despliega ante los demás. Lo que
seguimos, lo que hacemos, se «muestra» a través de las líneas que se
acumulan en nuestras caras, como la acumulación dc gestos ai la su
perficie dc la piel a lo largo del tiempo. Si se nos pide que reproduzca
mos lo que heredamos, entonces las lincas que aparecen en la piel se
convienen en signos del ¡Jasado, así como en orientaciones hacia el
futuro, una maneni de enfrentarse y de ser enfrentado por los demás.
Algunas líneas pueden ser marcas de la negativa a repnxiucirse: las
líneas de rebelión y resistencia que se acumulan con el tiempo para
crear nuevas impresiones en la superficie de la piel o en la pid de lo
social.
Es importante recordairque la vida ro siempre es lineaLoque las
líneas que seguimos no siempre nos llevan al mismo lugar. No es cu'
sual que el drama de la vida, esos momentos de crisis que demandan
que lomemos una decisión, estén representados por la siguiente esce
na: te enfrentas a una bifurcación en el camino y tienes que decidir
qué camino tomar, este o aquel. Y tomav una dirección siguiendo su
camino. IVro tal vez no estés tan segum. Cuanto más se avanza en
este camino, más difícil es retrcxxder incluso ante esa incertidumbre.
|7 loefo de puiábnuk con hind <troseroi y à/ztx/uç/ir Uj pos^mori. a U)h> pasado) (,V
dr/n
Introducción 37
sexual, dad<^ que esio ya ha sklo hecho dc forma convincente por filó
sofas fcministxx f\fct fírauvoèr. I9ít9; Young, IWO. 2005: Heinamaa,
2003: Fisher y Embree. 2í»00). En cambio, muesta) cómo la feno«Tie-
ruMogía sc enfrenta a una dirección determinada, que depende de rele
gar otras «cosas* al trasfendo, para analizar cómo la fenomenología
puede estar marcada por el género como una forma de ocupación.
Objetos de percepción
2. Ver nti nxxlclo «icbre esc desluMnieato entre «OMKióa, pctcepción > juicio en La
paíftiva tie tuí emrKiower «ZOtUii. pp 24-25). Aquí pmpungo un repUnlc»-
mienlci de Us «iroprtsiswies» comKkrande çéino lot objeioa» «crean impresiones sobre
los cocfposr y cómo cuas iinpresioneK impliein cornado Icón objclos» e iniencionah-
dad (sobre los objetos), htra un lesamcn más dcuilido. ver la mtmdnecióri de csle li
bro.
.t Jaejode pabbms c»-»»! m nm. que signiGcii «a 'U *ez«, > «giro*. (N tlel T i
I )nen(«cioQet .•wki» Ic» objeto* 47
«en>* el que esuimos, oomo el nundo que tiene lugar a nuestro alrede
dor. *Soy ponsciente dc un mundo, diseminado cn cl espacio intermi
nablemente* (IS>69, p. lOl). tste mundo n<i está simplemente disper
so: más bicn. ya ha tomado cicitas formas, que son Ia forma misma de
Io que es «<más o menos fami iar*: como HusserI afirma: «Para mf
están allí objetos reales, como objetos determinados, más o menos co-
ncKidos. a una con los actuahraite percibidos, sin que ellos mismos
est¿n presentes, ni siquieni inivitivamente presentes. I^iedo dejar pe
regrinar mi atención desde la mesa de escribir en que acabo de fijarla
justamente con la vista, pasando por las pones no vistas del cuarto que
están u mi espalda, hasta el balcón, el jardín, los niíkis que juegan en
el cenador, etc,, hasta Kxlos los objetos de los cuales ju.stamente *sé*
que están acá o allá en el contorno inmediato que entra cn mi campo
de conciencia* (p, 101).
El mundo familiar comieiz,a con la mesa de escritura, que está
en «la habitación*; pixlemois nombrar esta habitación como el estudio
de HusserI o como la habitación en la que escribe. Es desde aquí des
de donde el mundo se despliega. Comienza con la mesa de escritura y
luego se dirige a otras partes de la sala, las que están, por así decirlo,
detrás de él. Para hacer este giro, pixlcmos suponer que tendría que
darse la vuelta para ver lo que esta detrás de él. Pero, por supuesto,
Husseii no necesita darse la vuelta ya que «sabe» lo que está detrás de
él. Y. sin embargo, su nveme peregrina, como si los pensamientos fue
ran acciones que exigieran que él se girara para ver o «atender* lo que
está detrás de éh El verbo «peregrinar* nos ayuda a rastrear el signifi-
cack^ de «atención» como un modo de «girarse hacia*. «Peregrinar*
puede significar vagar sin una dirección precisa, ir sin rumlx). tomar
una dirección sin intención o control, apartarse de un camino, o inclu
so desviarse de una conducta o creencia. Entonces. HusserI. cuando
presta atención a lo que está detrás de él, se está desviando de su curso
El detrás es aquí el xpunto* de de&viación, de modo que
cuando HusserI cvmsidera lo que está detrás de su espalda, está des
viando su atención de lo que tiene enfrente.
Se nos recuerda que lo que podemos ver en primer lugar depende
de qué camino tenemos delante Ixv que llama nuestra atención depen
de también de la dirección que tenemos delante. Las cosa.s que están
detrás de HusserI también están detrás de la mesa que tiene delante: es
«autoevidente* que está de espiildas a lo que está detrás de él. Inclaso
48 Koomcholopâ queer
gin XIX. que está saturada de imágenes dei espacio doméstico. El estu
dio. el salónt la cocina: estas s¿ías proporcionan los escenarios para el
drama: son donde pa.san las cwas.
El hogar familiar piopor^iona, por así dedrio» el fondo sobre el
cual aparece un otéelo (el cscnlorio) en el presente .trente a Husserl.
Por lo tanto, el hctgar familiar udo se a^priribe > le pemtitc al filóso
fo hacer su trabajo. Este lugar familiar» el hogar familiar» también es
un mundo práctico: «En su forma inmediata hay ahí cosas que son
objetos de uso, la ‘mesa* con sus “libros**, “el vaso’, el “florero”, el
“piano**, cto {p. IO5>. Si HusserI está de cara al escritorio, esta
«dirección* también nos muestra la naturaleza del trabajo que hace
para ganarse la vida. Es la mesa, con sus libios, la que pnmero capta
su atención. Como Diana Euss nos nxuerda, «el teatro dc la composi
ción no es un espacio vacío sino un lugar animado por los aparatos,
los momentos, las máquinas, los libros y los muebles que enmarcan
cualquier trabajo intelectual» <2004. p. I).
Los otéelos que aparecer primero como «más y menos conoci
dos* funcionan como signos de orientación: estar orientado hacia lu
mesa de e.scritura puede garaniizar que habites ciertas habitaciones y
no otras, y que hagas algunas cosas y no otras. En las siguientes sec
ciones abordaré d significadodc este ejemplo en términos de «hacer
cosas* y de «habitar espo&cios* Estar orientado hacia la mesa de escri
tura no solo relega otras habitaciones de la casa al fonckK sino que
también puede depender del ír<iha/o rraíizjodo para mantener ei esert-
tono despejado. El escritorio que está despejado está listo para escri
bir. Ptxiríamos incluso considerar el trabtqo doméstico que debe haber
tenido lugar para que HusserI se dirija al escritorio, y escriba sobre la
mesa, y mantenga esa mesa como el objeto de su atención. Ptxicmos
aprender aquí de la larga historia de estudios feministas sobre la polí
tica del trabajo doméstico: sobre cómo las mujeres, como esposas y
sirvienUas, hacen el trabajo requerido pon* que ew.>^ etipacios etitén dis
pon i bles para los hombres y el trabajo que realizan (Gilman. 2002).'*
4 Podrianun Aquí reivindicar tnclmo uim fílosofí» dei iralMiiü óomésiko. que pon
dría en ew trabajo el ceniro dc alcíici<Wi. como una ortcnlación eapeeíTica dei cuidado
de objeu» que >-a eMdn presente» en U um, L1 trabajo doméstico > a aparece en Ia obra
de Hacbelard úi p^hca dei xro en una forma que suspende el «trabajo- dcl
trabajo dom¿Mko: «Lti cuanto »c inCraduce ua fulgor de conciencia en el geslo maqui
nai, en cnanto »e bace fenomendof la ItMiramlo un mueble vie|o« sc sienten nncer. bajo
50 qiacer
tft duke rutitio doméitioi, Impfvstono ourva» l ji c( ik knda Io rvjm enecc lodo Da a
Im acUK mtU f»m»liarr« un valor de inieiación Dcaiíim Ia mcmoíla. IMimbro
> a ser realmente el autor del acto nitinario* Asi t uamlt? un poeu fmta un muc Me
Aunqoe sea valiéndose de lercem personacuando pone con el trapo de lana que
calienta bxfto In que toe», un poco de cera intente cn «u meta, crea un nuevo objeto^
onmenu la dignidad humana de un objeto. iiiKnbe diclio objeto en el estado ch il de la
c»a humana» (I9<M. p 671. Hachelard introduce el trabajo doméstico cn w íenomeno
lofta «do ri;4odú«e en la creatividad que hav «bajo*el trabajo, en vez de prestar «den-
eión a la forma del trabajo Pbdemos imaginar que rOa lectura rtimdatica del trabajo
doméstico es más accpcaMc cuando e^te ao es una iiifta obligatoria. Ver Morles. 2000;
SiWey. I9*)5 y Bowlb)\ IW5 pra las cnticas de lo qur Sibley llama «la alegre feoome
nolográ del bogar de Bochelard» (p. 94)
OñcTitdciaiKi ÍUK -> lew objeto» 51
5 Mi Agnidctinwcau) a Imogcn Tajicr. que roe dio a conocer esta cita > UeHwé* roe
animó a pencar más wbre cómo las iradncs podrían haber tenido una relación dtíeren
te COCI las mcMs de escribir y par tantu con el cuerpo de la fllo^afín.
52 —
está Híío para escriba Mjbrr él), no sería percibir d papel ciwio un
fenomenología, en la formulación dc HusserI. solo puede
llegar a >er una filosofía priocipal si suspcixk iodo lo que se considera
como una actitud naiural. no a través de la duda canesiana sino a tra*
vés de una manera de percilír el mundo «como si» no asumiéramos su
existencia tomando algunas formas en lugar dc otras (I9fi9, pp. Kl?-
110). Si los objetos de la fcttomcnología son tibjetos domesticados, es
decir, objetos que uno imagina como ««accesibles» dentro dcl espacio
familiar pnoptircionaík^ por cl bogar, entonces no se permite que se
revele la domesticidad del entorno. O. si aparecen signos de domesti-
cidad. también desaparecen rápidamente. > aparentemente así debe ser
si lu fenomenología quiere hacer su trabajo.
Kste inunck^ domésticu. que rodea ol filósofo a medida que des>
plaza su atención «hacia airás» desde cl espacio cn cl que escribe,
debe «dejarse dc lado* o incluso «hacerse a un lado», a su vez. cuando
se gira hacia los ^ibjctos como objetos de percepción, fcs este mundo,
que le es familiar, lo que prcce objetivo en forma de familiaridad.
¿Qué significa suponer que poner entre paréntesis puede «trascender»
cl mundt^ familiar de la experiencia? Tal vez poner entre paréntesis no
significa trascender, incluso si dejatnos algo de lado. Scguinuvs dcpcn>
dictulo dc lo que ponemos entre paréntesis; de hecho, la actividad de
pt^ner entra paréntesis puede sustentar la fantasía de que «lo que deja*
mos de lado» puede ser trascendido cn primer lugar.* ti aclo dc «de
jar dc lado» también podria confirmar la fantasía dc un sujeto que es
trascendente, que se coloca por encima dcl mundo contingente dc la
materia social, un mundo que diferencia objetos y sujetos según cómo
van a|>arccicndo. Pudríamos cuestionar no solo los aspectos formales
dcl paréntesis (que crea la fantasía de que podemos actuar sin eso que
dejanu>i a un lado), sino timbién cl contenido de lo que está entra
paréntesis, «lo que» se -deja de lado». Lo que üejsdeja de ladp»,_go-
dríamos decir, es cl propio espaciCLde lo fomihar, que es también lo
que despeja la mesa dcl filósofole permite hacer su trabajo.
6, c* ütiú maocn «Ic rccordxr ia críuca dc Heidcf^r (20011 > (jadomcr 11995)
a Ia fcnvíncflolíif ia dc Hu&vrH wbrr Ia b«Mr dc que esu a^ume que puede percibir
im objeto sin la mediación de pmupnociaoei, o que podemos dmplemefite dejartai
aparte En otras palahnK. abandonar ta faiMaUa dc loa pur^niCMs ilesa la Iroomrmvlo-
fía hacia U bermcMuiiea. con suéftfuais cn ia imerprctacióo como una ínuancia que
da forma a lo que se ha aprrbendiéo en pnmer i ufar.
54 FenomcfKMofiii queer
7. hita aliuiMn críticos e&ta iBvesíigneión wbrt el mundo de l> famíliA es e^ca^
raenie Io que promete li fenomeexMopia. Rourdiei. por e)cniplo. Migiere que Ia íeno*
mconlo^tji •buMn horef expKeiU Ia verdad de U rMpcneocia pnmarui dd mundo m>-
:>ricnl<K)OC<^ hacia k» objcíoi _____ 55
que hacemos cotí los cosas, a cómo la llegada de las cosas puede estar
determinada [xx el trabajo que hacernos, en lugar de dejar de lado lo
que hacemos.
Volvamos a la mesa. Kusserl comienza de nuevo retomando el
tema de la mesa. Ha dejado de lado la mirada de saber de la actitud
naturaL que vena la mesa como un escritorio, en esta habitación, en
esta casa, en este mundo. ¿Cómo aparece el objeto cuando ya no es
familiar? Él lo describe así: «Panamos de un ejemplo Viendo seguido
esta mesa, dando vueltas en tomo a ella, cambiando como quiera que
sea de posición en el espacio, tengo continuamente la conciencia del
estar ahí en persona esta una y misma mesa, como algo que permane
ce de suyo completamente iialterado>* (1969. p. I3O|.
Podemos ver aquí cómo Husserl se gira hacia *la mesa» como
un objeto minmdo hacia ella, en lugar de inspeccionarla detenidamen
te. El escritorio, si queremos seguir esta línea, no se vería (aunque lo
tengamos delante, esuí en el fondo como algo más o menos más fami
liar). I*ara HusserI, ver la mesa significa perda de su fufidán. El
pnréntesis significa que «esta mesa» se convierte en «la mesa». Al
comenzar ctm la mesa, por if sola, el objeto aparece entonces igual a
Cicrrci los ojos. Mis sentidos restantes no cUin en lelación con la mesa.
Ahora no tengo dc ella ninguna |5crtc|Kíón. Abro los ojos 5 tengo de
nuevo la pcrccpcnm. pcrvepcióo ? Seamos más ouurtos. Al retomar,
no es, en ninguna circunstancia, indi vi dual mente la misma, la
mesa a la míirna, en cuanto tengo de ella conciencia como idéntica en
la conciencia sintética (|ue enlaza la nueva percepción awi el recuerdo
l a cosa percibida puede existir sin percibirla, sin ni siquiera tener con
ciencia |MiCencial de ella (en el modo de la inactualidad antes dcscnia):
> pueble existir sin alterarse Pero la percepción misma es lo que es en el
fluir cxinstanie de la conciencia > ella misma es un Puir constante cons
tantemente se cons lerte el ahora de la pcaetKÍón en la coiKiencia de lo
pasadas hace un instante que le sigiw sin solución de continuidad a la
vez que destella un nuevo ahora, etc. (p. 154); énfasis añadido).
Este arguinento sugiere que lu mesa camc objeto se da como «Io mis-
mo*» como uiia entrega que «contiene» oque está conhxmada pc>f el
*flujo» de Ia percepción. L>e hecho, esta es precisamente Ia idea cen
tral dc Husseri: el objeto adquiere una inunción por medio de la per
cepción. Como dice Roben Sokolowski, «cuando percibimos un obje-
nñotucuxie* ñjbcu bft obleu* 57
El fondo se entenderá como locjiic debe existir para que algo aparezxa.
Podernos recordar los diferentes significados de la palabra «fondo*.
Ln fondo puede referirse al «sjclo o a las partes situadas en la parte
ptvsterior* icomo las habitaciones en la parte posterior de la casa), o a
las pttnes dc la imagen representadas en tina distancia, que a su vez
permite que lo que está «en» ti primer plano adquiera la forma que
tiene, como una figura u objeto Ambos lignificados apuntan a la ««es^
pucialidad» del fondo. Tambiái podemos pensar que el fondo tiene
una dimensión temporal.* Cuando contamos una bistona sobre alguien,
por ejemplo, podríamos dar información sobre sus antecedentes: este
significado dc «antecedentes» se refenría a «lo que está atrás», donde
*lo que está atrás» se refiere a lo que está en el pasado o lo que sucedió
«antes». Ptxlríamos hablar también de «antecedentes familiares», que
se referirían no solo al pasado de un individuo, sirKi también a otros
tipos dc historias, que configuran la llegada de un individuo al mundo,
mediante lo cual «la familia» se convierte en un hecho social < véase el
capítulo 2). De hecho, los acomeetmientos pueden tener antecedentes:
un antecedente es lo que explica las condiciones de emergencia o la
llegada dc algo como la cosa qtic aparece para estar en el presente.
Entonces, si la fenomenología es prestar atención al fondo, po
dría hacerlo explicando las condiciones de emergencia de algo, que no
9 lol > como cwnbr Dcletizc. Mpicndo • .SpirxvA: «No nabcj* «k antemuno lo qwr
una menlr o un coerpo puede lueer. en un encuentro dado, en tina di^pOMciiSn dada, en
una combinación dada» (1992. p 627). Yo diría que «mente > cnerpo» clausura las
€0*05 prematuramente: podnamoa reptanlear la formuloción de l)eten/c «ugincndo
que no podenvn ^aber lo que pueden l>aver Us cxjmis cuando w acercan a otra* coxa%«
10 que puede Incluir cucipos) mentes, (le modo que no podemo» Miber aün lo que un
fMnlüf pw«dr »Í lainfK>«<e I» fae»*. waa * e4 qu« nwlwt es-tán lo basUnce ccrea
Sí la euritum pticde producirse. O puede que iw?. No aiempee sabemos lo que ocunirtí
M la e^rnioro nn 5e produce o e<e •n.'*» *e Mente como un Moqueo, o bien proporciona
un opocio vacío que el cuerpo rclicni con otrai* cown PodrfuB hacer farabaiuc. crean
do algunas impresionen mán bien tam/queer. Y m «e produce la cM:nturB. enumeen no
«abenxn qui^ línea» tefin creada» sobre el papel, que quedan M^re la «uperficie de la
meta, entre la piel y la madera, o en cualquier malenal con el que llegue a entrar en
contacto En *u itujavenlo legrecaré il «puede hacer* > propongo que lo que lo« ciier<
pm hacen» rcMtrtnire cupucidade^en el prevente, aunque no decida exactamente lo
que ocurre
10 En írincév en el original hV Jrí T i
62________ - HnnmrnoloipA queer
(2 Esto no qtMcre dcar qur b nntcnn llcfi a molrriali/Bnc m4o por medio dri tr«>
beyo de la acin tdad humatu. E>i(e xrgiunrnio pomiría a lo humano rn rrn/rr? de ta%
i como la piMocia aúnenle ei (oriM) a la cual se concentran lodas las com* < hnn
(ipot de trábalo conforman cóotxi tos «ibjelcn pueden llegar a emerger de una u otra
forma Merleau l\inly uiih/a el ejempto de un eaniu, y qu¿ hace a un canto ter un
rwi __ <íi>ter
canto. Él lo cxprrui así: «nUU allá dc cierto nivel de niK ciimbtos. dejannn de <er este
canto o enu coocha. incluso dejarími de set un cario o una concita» 1196H, p 161). txn
cantos de las pla>av. por ejemplo, me sorprenden cuando ímairino cCmo «e ecUn con
viniendo en arena; pero es una cooverxióci qoc noe« accesible a la coasoeneia. o que
no ha llegado, en el presente. B1 canto se conv ictv en arena por un efecto del tiempo
El canco podría ^erw como «convirtiéndose ea areiu» pero nosotros no podrtaimss ver
esta conversión simplemente en la superAcie del canto. Incluso podríamos ver la arena
como un «habiendo ddo un canto», pero eso también bm lleva ntíb allá de to que es
accesible en el presente. ¿Qué hace el tiempo, siio hacer accesible la posibilidad de
ver lo que no a la vista? El tiempo esU ocupado no solo en el sentido de que hace
mos algo con él. sino porque wIn nos es accesible po< medio de lo que hacemos. C'on
el tiempo, el canto pue<le convertirse en arena; deta de tener las cniaclrtíviicafi que le
hacen rcvonocible como un canto l>em el canto adquiere su forma por medio det con
tacto. y es este contacto el que revonfigura el cania de modo que le hoce cunv ertirse en
algo «otro» de lu que es. £1 tiempo «da forma», loque sugiere que «la matenn» no es
inerte ni viene dada, vino que está siempre en un proceso dc - matenait/ación» (RuUer,
1993. p I'J canto toma su forma por su cuniact^ cint el agua; y las ol» que lu agí
tan. que lo lacen «eso» (> no una roca) también Jan forma a su conversión en algo
diferente a lu qne es en la actualidad. El objeto aume la Exma del contacto, como un
cociULto que se produce en el tiempo, pero también es un efecto del tiempo. El «con
vertirse» o «lu llegada» del objeto lleva tiempo y necesita de un contacto con otros
objetos, y es una llegada que. qvñrá. puede llegar a ser la iipertuni al futuro de las for
mas que adn tienen que emerger Ver la conclusión Je este libro, que trata dc los cantos
volv iendose queer
15 Es importante que cuestionemos la jerarquía aiatenalorma. que coloca lo que es
dinámico en la huma y deja la materia «como muerta» ¡al > conav nos han mostrado
tars filósofos feministas, este binan uno está marcMlu por el género; las mujeres han
sido asociados a la materia, > ios hombres a la forroa, de modo que la mauulimdod ve
convlerte en el regalo de la vida, ol dar forma a la materia tser Ingaray, 1974. p. 172;
Builer, 199.x, p. 29. .51 yGr<M/. 1995 p. 1211
t'MctiUdror* liMt4 kn ____ 67
Hacer cosas
bl objeto ha llegado, Y. una vez que lia llegado, ¿qué hace entonces?
Quiero plantear que los objetos no solo son moldeados por el trabajo,
sino que también loman la forma del trabajo que hacen. I^ra pensar
(ni5 otro dando sueltas en tomo a Ia cosa» (p, 68). Heidegger plantea
que esta descripción cs inexacta no porque sea falsa (Ia mesa podría,
después de uxk). aparecer de esta maDcmi sino porque no descnbe que
el signineado de tales cosas no está simplemenle «en>» Ia c<^sa. sino
que más bien es una «ícaraclerístiea dc ser» (pp. 67-68). Para Hcideg-
ger. k» que luicc que «Ia mesa» sea loque cs, y no otra cosa, es Io que
lu mesa nos permite hacer.
siguientes palabras de Hcidcgger forman una de las desenp-
dones fenomenológicas más ricas de a mesa tal como se experimenta
desde los puntos de vista de quienes comparten su mismo el espacio:
«En ta habitación ésta. aquí, está la mesa (no «una» mesa entre mu
chas otras mesas en otras habitaciorx^s y casas) u lu cual uno se sienta
para cscñbir. para comer, coser o jugar. Es algo que se ve en ella in-
medialamenic. por ejem|>lo,at ir dc visita: es una mesa dc escritorio,
dc comedor, de costura. I mesa en sí misma aprece de primeras así:
no es que se la adjudique esc rasgo de ser «para algo» dc resultas de
una comparación con algo distinto de lo que ella es» (p. 69).^* En otras
palabras, lo que baecmos con la mesa, o lo que la mesa nos permite
hacer, es esencial para la mesa. L¿i mesa proporvionu una superficie
alaxlcdor de la cual se retine una familia: Heidcggcr describe a su es
pedí sentada junto a la mesa y leyendo, y a «los chicos» ocupados en
la mesa.^ El «con el tln dc» estructura la mesa, en otras (wlabras.
significa que las (personas que están «en» la mesa también son parte de
lo que hace a i a mesa misma. Hacer cesus «en» la mesa es lo que hace
que la mesa sea lo qi>e es y no otra co*a.
Quizá podríamos redefinir la mesa cumu una herramienta, como
algo con lo que hacemos algo. En Ser y nempa, Heidcggcr nos ofrece
19 Meirvr la pena cccnenuir laquí I» rrl.u:YÓD entir «rtía* > «U» En mi Icctuia Uc la
mc«i de Huvflçr que el pruEftema cuntí paráihte^t*. > lo qnc xc deja un todo,
es que «eMd mesa- »e uomierie en «la meia». (x*mu iMia mexa que no «ptmtB a I&*
cooüickxncs de cóikm) tas cumx llrgan.o «e t uch :n cercanas Para Hcidegger. «la tueM*
o lu que aiice a I« nxsa «cMa» y no oiral. dc modo que ai un aeoládo iitacwi expe nen
cía de «la meso» (s que «o» esta Fji ulni» polahras. Htídegger e«(A diciendo implíciia
mciMc que el aftícalu detUivu ex pievuuunetitv «esln» donde «esui» se utiliza puro se
AoIm «a uno persiana, com c idea, de . uxnu deunenda. presetite o cercana». De modo
que pora Hekiegfrr. tí «esu» se cunsierte en tí «:a», lo que ugiM; la mixma direevtcVn
que Husxerl pem can tí r>n de lueer una conimpropaieal» wtxv lu que Ui me^a «es»
20 Ver mi dcwnpáór. ea el eupAulo 2 de U nvia de cumedov como un objeto que da
supone a rcirián ÍMnliar. pon ello ate he latpiradü en ta desenptídn que hoce
Hannah. Arvndt de la me vi
(Mcoiaciooei bacia los objcU» 71
como lo que se trajo al mundo para ser: «</{/< botas eampexinas /«a
lleva la labradora cuando trabaja en cl campo y ip/<» en ese mamenta
son precisamente lo que son» ip. 55).
La tecnología no se icficre simplemente a los objetos que usa
mos (Xtra ampliar las capacidades de acción. Ixi tecnología (o
se conviene en cambio en cf proceso de «surgimiento» o. como dice
Hcjdeggcr. «para hacer que algo aparezca, dentro de lo que está pre
sente, como esto o lo otro, de esta o deesa manera» (p. 159). El objeto
es un efecto de «surgimiento», donde cl «surgimiento» es una cues
tión de la determinación de la forma: el objeto mismo ha sido formado
pura algo. /<> que sitonifica guc toma Informa de eso ¡rara lo que sirve.
El objeto no es solo maten al. aunque es material: el objeto es materia
dada de una forma u otra donde la forma «tiende» liacia algo. La mesa
tiene una superficie horizontal, que «da soporte» a la acción fxira la
cual fue diseñada. Este «tender hacia» es lo que configura $u forma,
que luego nos permite recomxer cl objeto como este objeto y no como
otro. Lu forma toma su forma a través de la «dirección» de la materia
hacia una acción. Así que hacemos cosas «sobre la mesa», que es lo
que hace que la mesa sea lo que es y que tome la forma que toma. Im
mesa es ensamblada alrededor del »soporte» que da,
Y, sin embargo, los objetos no solo hacen lo que queremos que
tugan Heidegger diferencia entre usar algo y percibir algo, que des
cribe en términos de captar esc algo temáticamente (p. 98). R ejemplo
que usa es el manillo. Cuando el martillo martilla, entonces está «a-
mano», las cercanía del manillo, cl hecho de que esté disponible para
mí, está relacionado con su utilidad: está cerca ya que me permite
realizar un tipo específico de trabajo. Este «esiar-a-mano» es intere
sante pora Heidegger. en la medida en que el martillo «es» ese algo
con lo que hacer algo. (>e hecho. Heidegger sugiere que el objeto
como práctica, como algo con lo que hocemos algo, implica «.vu pro
pio itpo de vista>* (p. 99) que es uno vista diferente que mirar ol marti
lio como si nc fuera algo que simplemente martilló. Así, Heidegger
sugiere que cuando el estar-a-mano no es «práctico», lo vemos de nu
ñera diferente; *e contiene en «prcscnie-a-mano». Entonces cl marti
llo se rompe, y no es que ya no vea lo que realmente es el objeto
(porque «es* un manillo), sino que lo veo de una manera diferente,
como algo que no se mueve hacia algo: «Cuando la herramienta no
puede ser utilizada, esto implica que la tarea constitutiva del ""con el
(Irtcoiacioort hada l>» iitijeU» 73
25. Pai» una exvtlcou ícuura dci «leguitóa wroeti dc /dnu. ver AbS^ji, 2<MK). que
SC dedica c>pecílicameiilc ol piifc) drl afeeto cn d modde de llu^veti dcl cucqx»
viclHC
< )ncHLak tocir» Iiku 81
24 Ver U iinnulucorto de mi hb-n Srran^e êncownffrj. donde luiali/o cdmo Io» cn-
vuemro% ímpliaio má^ dc un çocrpo (2000, pp. 6-9k ver tambtéo cl captlulo 7 wbec Ia
étua de estov enctrcntroft-
82 l-eoômeBo4ofi« qitecr
25. En cl capítuk» 5 «porRi un «náliMs dcl ctimpanir como umi íomw dc divisiòo o
cxMtc, ttâí como un modo de pantdpAtión
26 bi impórtame leftaltf que en ci »egi>mk> voiumen dc /</mi La mc^a no et demerita
como U mesa de escribir no sabcnxn «qué» tipo de mesa ci. t4i mesa aparece en mi
proximidad eco el cuerpo de Hu^rl como d ob|clo qne ¿t teca. > que tiene ciertas
cualidades En cierto sentido la recrientaCK^a de Husserl Hada laa cuestiones del cticr'
po «i^tniGca que la mesa «se matcfiah¿a> de íoma muy diferente en «u obra posterior
No dcheriaoKn «obres alorar esta diferencto: la mesa sigue íuockmaodo aquí como una
iiuMiadón de una filosofía del cuerpo, que deja xras cosas al fondo. Atender a estas
OfientMKXMs hacia k* obtectn 83
orcnLKiüoeA no e« uoo íorma üc cnuca ne^jx a; máx bien se (nUi dc mostrar có<no I»
euninni cn está •dinpda*. como uaa dirección qiie dn fonrui a 1» «fuc Us coms ba*
ceo «urgir en cl texto escnto. En oiru palid}fii, esunxH leyendo por «ei Angulo» de Ia
etaiittm
84 ícnomeociofiji queer
papel blanco en la mesa, por ejcmpi >). más bien es conformado por
las orientaciones que be tomado, que bace que me oriente en algunas
direcciones más que en otras (hacia e>te tipo de mesa, lo que scAala el
espacio que tiendo a habitar).
La fenomenología nos ayuda a analizar cómo los cuerpos están
determinados por historias, que esto» representan en sus compona-
mienu>s. sus posturas y sus gestos. Después de todo, tanto HusserI
como Merlcau-I^xity describen los horizontes axporales como «his-
lorias sedimentadas^ (ver Steinbock, 19Q5. p. A6). Hste modele de la
histeria como una sedimentación corporal ha sido adoptado por algu
nos lcx5ricos uxriales: para Pierre Bourdieu, por ejemplo, estas histo
rias se pueden describir como el hahiNs, un *sis<ema de disposiciones
duraderas, tnmsferiWes* (1977. p, 72i que integra experiencias pasa
das por medio de una «matriz de percepciones, de apreciaciones y dc
acciones» que son necesarias pnra el cumplimiento de «tareas infiniui-
mente diferenciadas» (p. 83).^’ Para Judíih Buller, es precisamente
cxWno la fenomerKilogiá expone la «sedimentación» de la historia en la
repelicíón de la acción corporal, lo qtr la convierte en un recurso útil
para el feminismo (l99*Si. p, 406). Ix que los cuerpos «tienden a ha
cer» son el efecto de historias, más que algo originario.
Kxiríamos decir que la historia «;uccde» por lu propia repetición
de gestos, que es lo que le da al cuerpo sus tendencias, Pixlemos des
tacar aquí que el trabajo de esta repetición desaparece por medio del
trabajo: si irabajamos duramente cn algo, entonces parece hecho «sin
csfuer/A>». Esta paradoja, que el esfuerzo se convierta en sin esfuerzo,
es precisamente lo que hoce que la bis nria desaparezca en el momen
i<^ <lc su representación. Es la repetición dcl trabojo lo que hace que el
trabajo desaparezca fcs importante que no pensemos solo en ío se
repite, síih) también en cómo la repetición de acciones nos lleva en
ciertas direcciones: también nrjs estamos orienundo hacia algunos ob
jeto* más que hacia otros, incluyendo no solo i>bjcKis físicos líos dife
rentes tipos de mesas) sino también lacia objetos de pensamiento.
2-7 hl lérmiRw hatntuji emplemln por Hii^vd cn d Kgundu libro dc /</rtís, para
ojijLAar cómo «e adqiiicrcri lo» v se comlencii cn «tiabilualo» (tMK9. p 11Kj
Sin emKjitfu. llcjh^ j la leoífa micial princi ful mente por mediode Pjcnc Buurdtcu. lo
cua lu polcndado lo que pxSrinix Ihtnnr una lernimcnologiá aociiU o rcUeumal Ver
AUKins y Skeg^. 2(>CU pura viu excelente cdcccióo iSc artículo» feminiUa» cobre
RM'trdicj.
OiciujM^toets hacia los __ 85
que nene sentido considcrtir cómo lo& cuerpos llegan a «icner» ciertas
orícntaciones con el tiempo, y que van tornando sus formas al adoptar
algunas direcciones más que turas y al dirigirse hacía ciertos objetos
más que a tXros.
El campo de la acción psisiliva, de aquello que este cuerpo o
aqud hace, también define un campo de inacción, de acsiories qt>e son
(KisiMes pero que no son ejecutadas, o incluso de acciones que no son
posibles por lo que ya se ha ejecutado. Estas historias de acción o de
«ejecución» configuran los horizontes corporales dc los cuerpos. l,os
espacias no solo están habitados por cuerpos que «hacen cosas», sino
que lo que los cuerpos «facen» les lleva a habitar algunos espacios
más que otros. Si los espacios amplían los cuerpos, entonces podemos
decir que los espacios también amplían la fvirma de los cuerpos que
«tienden» a habitarlos. Así, por ejemplo, si la acción de escribir está
asociada con el cuerpo muiculino. entonces es este cuerpo el que üen*
de a habitar el espacio de la escritura. Por tanto, el espacio de la escri
tura —por ejemplo, el estudio— tiende a ampliar estos cuer(K>s y puede
incluso lomar su forma, H género se naturaliza como una pnipiedad
dc los cuerpos, los objetos y los espacios en pane por medio del «bu
cle» de esta repetición, que lleva los cuerpos en certas direcciones
más que en otras, como si aquella dirección viniera de dentn> del cuer*
po y explicam en qué dirección se mueve.
Aquí dc nuevo pcxleiios volver a la mesa, más en concreto a la
mesa de escribir En cierto sentido, la mesa de escribir e.spera el cuer-
(XI dcl escritor, Al esperar al escritor la mesa espera a algunos cuerpos
más que a oir)s. Esta espera «orienta» la mesa hacia un tipo específi
co de cuerpo, el cuerpo que «realizará» la escritum. Ya he descrito
antes ese cuerpo como un cuerpo masculino recordando la forma mar
cada por el género de su ocupación. Está claro ahora que el género no
está «cn» la mesa ni necesiriarnenie «en» el cuerpo que se dirige ha
cia la mesa. El género es un efecto dc cómo los cuerpos vKU(xtn k>s
olvjetos, lo que implica cómo ocu(Mn,et_es|)acio al ser ocupados de una
forma o de otra. Podemos seflalar, por ejemplo, cn la obra Ontologia
de Heidegger (1999) que h mesa en tanto cosa sobre la que hacemos
CKHas permite ser ocufiada de diferentes formas. Por ejemplo. Heideg
ger escribe en la mesa, su nujer cose, y sus hijos juegan, Ix) que hace*
inos en la mesa tiene que ver también con que se nos dé un lugar
dentro dcl orden familiar (como analizo en el capítulo siguiente). lx>s
88 ^uecr
cada vez mayor dc que las habitaciones o los espacios del hogar fami
liar no están marcados por cl góncrodc una forma efectiva, aunque
estén diseñados para responder a las necesidades dc hombres y muje-
res 4 por ejemplo, la altura de las endmeras dc las cocinase Vhis bien
son las actividades que son realizadas en c:>tot> espacios en cienos iiu>
meneos y en cienos contextos de relaciones lo que refleja y/o subvier
te las ideas sobre cl género»^ 11999. p 92>- lin otras palabras, aunque
lo que *sí hacemos* afecta lo que *pcxlemos hacer*, otras cosas si
guen siendo posibles. Por ejemplo, les cuerpos pueden ocupar espa
cios que no amplían su forma, lo que a su vez sirve para «rajrienur»
los cuerpos > el es^vacio. En los dos capítulos siguientes analizaré
orientaciones fallidas como el ««cfcctoqucer* de líneas oblicuas o diu-
goruiles. creadas ptv cuerpos fuera dc ugar. Aquí quien) plantear sim
plemente que cuando las mujeres cscñbcn. cuando ocupan el espacio
como escritonts. sus cuerpos a su vez adquieren nuevas íorma.s. aun
que el efecto ya no sea ton queer.
Tal y como nos mostnS Virginia WrxMÍ en Una habifacúinprth
pia. que las mujeres demanden un espacio pani escribir es un acto
político. I\>r supuesto, hay mujeres que escriben. Eso lo sabemos. I
mujeres han (xrupado espacios orientados hacia la escritura. Pero aun
así. la mujer escritora sigue siendo sob eso: la mujer escritora, que se
desvía de la inxma somática de «cl escritor» como tal. También sabe
mos que hay mujeres filósofas, y cóno siguen causando inquietud,
como ^cuerpos fucni dc lugar* en la «casa» de la rilosoTía. que está
configurada asumiendo ciertos cuerpoi y no oinvs como su norma so
mática (Alcoff, 19S>9>. Entonces, ¿qué ocurre cuando la mujer filósofa
coge su pluma? ¿Que ocurre cuande cl estudio no es reproducido
como un ámbito masculirH? por la repetición colectiva de estos mo
mentos de desviación?
Incluso lus mesas pueden aparecer de una forma diferente $i se
guimos esov monKittos dc desviación y las líneas que crean. I\ira Vir
ginia Woolf, lu mesa aparece con ella misma escribiendo en la mesa,
como un mensaje feminista inscrito en el papel: «Os pido que imagi
néis una habitación como millares de tiras, con una ventana que daba,
por encima de los sombreros de la gente, los camiones y los coches, u
cxros ventanas, y encima dc la mesa de la habitación una hoja de pd|X^I
en blanco, que llevaba el encabezamiento /xm mw/errji y la navela es
crito en gnuidcs letras, y nada más* 11991, p. 24k luí mesa no es solo
OtKnLxiooe» lucia lo* objete» ___ 91
lo que está anic Woolf. sino también el *lugar* sotxe el cual ella plan-
lea su idea feminista: que n? podemos abordar la cuestión dc las mu
jeres y la ricción sin plantear la ciK*stión previa dc si las mujeres tie
nen espacio para escribir. Merece la pena recordar aquí la editorial
temtnista que se llamaba Mesa de la Cocina tKitchen lableb Podría
mos decir que la mesa de la codita aporta d tipo de superficie sobre la
que suelen trabajar las mujeres Utilizar la mesa que sostiene el irabu-
jo doméstiett para hacer trabajo político <incluyendo el trabajo que
hace explícito la política dd trabajo doméstico) es un dispositivo de
rcorientación. mesa de la cocina sostiene la escritura feminista, y
libros feministas aparecen con su nombre.
Aunque hacer esta reflexión feininisia nos remite de nuevo a la
mesti, los términos dc su aparición serán diferentes. Kxlria ocurrir que
mesas bastante diferentes se hicieran visibles. En d libro dc Iris Ma
rión Young On Feniale Bod\ Rxperienee la mesa llega a su escritura
de la siguiente manera: <*A(|uí la mella en la mesa se produjo durante
aquella discusión con mi hija* (2()O5, p. 159|. Aquí la mesa registra la
intimidad dc la reladón entre madre e hija: tales intimidades, como el
surgimiento del conflicto, no se «ponen a un lado* ni tienen lugar «en
otro lado* de la mesa.^ ftra las filósofas feministas puede que las
mesas no ptmgan entre paréntesis o dejen a un lado la intimidad de los
vínculos familiares: estas intimidades están en un primer plano: están
«sobre la mesa<>, cn vez dc estar detrás. Podríamos incluso decir que
las mesas feministas son conformadas por estos vírvculos: estos víncu
los dan forma a la superfice de la mesa y a cómo las mesas aparecen
en la escritura feminista.
PtK supuesto, la mujer filósofa aún tiene que llegar allí, tiene que
acercarse lo suficiente a la mesa de escribir. Esta llegada a la «escena»
de la escritura lleva su lienipo, como nos lleva tiempo y trabajo man
tener la atención en la mesa dc escribir. Esta llegada depende del con
tacto con los otros, e incluso acceder a la «ocupación de escribir*,
algo que también viene determinado por economías políticas así como
28 Aquí (TIC estoy rrt iñcndo a lo óc^npción qiK hace Hcidcggcr dc su mu^cr seaui
(lo cn Ib mesa. l>o encube asi: «este lado no es el lado Este, ni este lado «trecho, mu*
ellos ccatímcinM corto que el otro, sino mis bien d lado en el que se sienta mi
mujer por la noche cuando quiere quedarse kvaniMb y leer» r PW9 p 69). Yo plantea*
ria que cala forma de dar una pretencia a la espota en ta mesa es muy diferente a
Aportar los v ínclitos a la superficie de la mesa la apartí f e« otro Aldo
92 Fcmxncnoltt^ú queer
|xir biogrüíías personales. I’tn^ aun así. llega?* L’na vez que ha llega
d(\ ella puede hacer un tipo de trabajo diferente, dudo que puede que
no coloque esos oíros vínculos «detris* de ella.
De m<xlo que sí. podemos recordar que algunos espacios >a es
tán ocupados. Incluso toman la forma de los cuerpos que los ocupan,
cuerpos también toman la forma dc los espacios que ocupan y dcl
trabajo que hacen. Pero a veces llegamos a donde no esperábamos.
Ocurre que un espacio está <wpado pero por otra persona. Cuando
los cuerpos ixrupan espacios qtie no solían tender a habitar, ocurre
algo distinto a la reproducción de los hechos materiales. La esperanza
cn que la nrproducción fracase es la esperanza dc nuevas impresiones,
de que surjan nuevas líneas, nuevos objetos, o incluso nuevos cuerpos,
que se reúnen al juntarse cn tomo a esta mesa. Lo «nuevo» no implica
la pérdida del fondo. Dc hecho, que los cuerpos lleguen a espacios cn
los que ya no están en casa, donde no están «en su lugar», implica un
arduo trabajo; de hecho, a los cuerpos les cuesta un enorme trabajo
habitar espacios que no amplían su forma. Una vez que han llegado
allí, estos cuerpos a su vez pueden udquinr nuevas formas. Y los esp0-
cios a su vez adquieren nuevos cuerp<>s. De m<xlo que sí, deberíamos
celebrar estas llegadas. Lo «nuevo» es lo que es posible cuando lo que
está detrás de noscHros, nuestro espacio dc fondo, no stáo nos respalda
o nos mantiene en el lugar, sino que nos permite movemos y seguir
otras cosas diferentes a las líneas que ya habíamos tomado. Sí, las
mujeres filósofas se reúnen y se han reunido, cacando sus impresio
nes. Nuestra tarea es recordar las hisl<TÍa.s de su llegada, y cómo esta
historia abre espacios para otras mujeres a las que aún hay que despe
jar el camino-
El fondo del objeto, que permite que se le ponga a trabajar, de
pende de un trabajo que es lepetido cn el tiempo y que a menudo está
29. Omícto Aquí que no tv4a> pUntcosdo que la llc^Kb dc la» muiercs a b
ftiosüfm vea tdgu nuevo o rvcietUe, como alguno* lectcxcs han cacsttcnadr* Mi idea es
qae udo mManiiM la llegada <tr cuerpo» que habitan ctpaao» que no amplían %u forma,
h) que ptiede incluir e»paei<» d<«ciplinano% enrao la fliowíía Que la mujer fitówía
MgA vtemio algo reseiUble e» un ladieodor de la cnentación dc la filuaofíu, má> que un
iadreador del trabajo que día haya hecho o no. Nuestra tarea no es aprender a no noui
estas llegadas, uno cooverUr esa coisciencta en an Upo de trab^ diferente que cam
bén rcgtsue la ooentacióa dcl «en su lugar», induso cuando celebra nuevos llegada»
Ver tambtàn el eapílulo 3. que analtza (a llegada ée los cuerp^n negros co<iv> «cuerpos
fuera de tugar* en espocioa onentadkv» aifcdedcx de la Manquilud.
OficniíKicws hxis 1<m objctm 93
l Suaifikí. EkUi pdabra signifivN «recio, dcnxho. directo, en urden», pem Umtxén
«hcccruwxuat». En todo el texto la autora juega con e^e doHc sentido. espnciaJ y se-
xudil. que se pterde eo caitcltano, pero que c« importante como te^i* del libro. Cuando
leamos las paUbras «recto» o «derecho» cn el texto coevicoe recordar que tiene Mcm
pre ese doble sentido (heterosextul recto), lombién juega coa el doble sentido de
qufrr raro, y disidente sexual (marica. btMIcna. trans, etc ) fN, deí T t
96 __ Ftitemcedoiui qixxt
como -cervinos» o «Ictoncn* Min crondir* pMira d ducuno ücl onenuti^nu^ \ Li twcio-
h/ACUSn de) cKpiKto curfKxml
La onentactóA sexual .99
Entre líneas
6 Existen nuDwro^i crílicOí a c%(c uw dc tii palabru queer. porqiw omite las dife
rmcia^rmre K^nalkUaScB no nomuiiiaaEs pcir ejemplo Suice>. 1^'7. AiuiIímt^
lo» límilc*» dc ]o Quecr como una onemacióo «afiLinormaiiva* en ta coacIttMán de e«tc
libro, donde McfUlo la ncccxtdad de coninierar cómo lix diletciitet condicione» de
ouckira llriada como petvona» queer determiiia nuestra relación con tas normas Ver
uunhen el capitulo 7. «Queer herí inga», en política ettititfaf de emneutnrt 4 Ab
med. 2004»)
(.« mirâua<5n scxluü_______ _ 101
que se llene y que se adopta hacia los objetos. Dentro de los estudios
de la sexualidad, «u^rprvndeniímenie ha habido pcxxi debate sobre la
espacial i dad del léninno orientación»» aunque la espaeialidad de
çXnis ténninos. como queer. sí se ha destacado (ver Cleto, 2002. p. 13:
.Scdgwick, 1993, p. xii: l^ob>n. 1996. p, 141. Sin cmhorgo. encontra
mos una excepción cn el trabajo de Kictor Norton, quien analiza el
término «orientación» cn profundidad. Escribe lo siguiente: dado que
el término -orientación’* ahornes algo habitual en los discursos legales
y psiquiálrict*. pensamos que es un término científico. Pero está claro
que es una mera metáfora dirvccional lomada del magnetismo y de la
navegación, que ha sustituido gradualmente las metáforas di rece ¡ona
les utilizadas antes de los añoi 70: inclinación, dcsviado. perverso, in
vertido. gusto, tendencia, lorado.’ pulsión. El amor sexual a menudo
es expresado con metáforas direccionales. Por ejemplo, la flecha de
Cupido vuela en dirección al objeto dcl deseo» (2002. p. I).
¿Qué diferencia supone poner de manifiesto la «direccionalidad»
de la orientación sexual? La inmsformación de la orientación sexual
en «una especie» implica la traducción de la «dirección» en una iden
tidad. Sí entendemos la orientación sexual como algo que uno «tiene»,
de modo que uno «es» lo que «tiene», entonces lo que uno «es» viene
definido según la dirección dcl propio deseo, como una atracción que
lira de urK> hacia los otros. O podemos decir que con la orientación
sexual, la dirección «sigue» la línea dcl deseo, como la dirección de
las flechas hacia el objeto amado. I>e modo que el deseo sexual orien
ta al sujeto hacia ciertos otms (y cn consecuencia, íh) hacia otros
otrosí esiaMeciendo una línea o dirección, l-a orientación sexual im
plica seguir diferentes líneas,cn la medida cn que los otros hacia
que el deseo se dirige ya han sido con.struldos como del «mismo
sexo», o del «otro sexo». No es sdo el objeto lo que determina la «di
rección» del desev) dc la persona: más bien la dirección que uno toma
hace accesibles a algunos otros convo objetos que pueden ser desea
dos. Dirigirse hacia el mismo sexo o hacia el otro sexo llega a verse
como un mov ¡miento que sigue difercnics líneas.
Cuando se es heterosexual, por ejemplo, el deseo de la persona
sigue una línea recta, que se suptvne que conduce al «otro sexo», a^mo
7, ffrnf, lorvido. vnrv ado. doblrnSo Unihién cs itn insulto hnmAfoho pno doèf lur a
lot gais coo pluma, cQuhalente n «nitthcón» (<V dfl TJ
102 hcoomcniMOf » queer
S. Debemos srftabr *qui que esa «invcnuón» <m ijunlN^n «m (¿rmino espacial > difre
douf que den%4 <ld latín «finir». Puede teoet diferemet qfnillcadm. incluyendo
aunblir de posición, dirección o tendencia, fi'ar kacin o/nho. de dentro n nfiiera, o
hacio dentro Como explica Jtidlih Builer «el tndichma) invertido toma ese nombre
porque el dc su deseo se ha salido íuem de la vía de la hetcnMCXualidad»
p 556^
M orimtMión mm uai------ 103
y Io que *no es»> confirna dc cs(e modo lo que *es*. Para EIHs.
Io$ cucrpcH dc cada vexo $c «dingen* hacia cl otro, tziwto f>or un dhe*
ào. Por ejemplo, describe e fluido vaginal como lo que «facilita Ia
entrada dei órgano masculino* (PM(). p, 17). IVKicmos recordar Ia cri
tica feminista a cxSmo los cuerpos de las muieres son percibidos como
«coniencdores* o recipientes que están «listos* para ser llenados por
los hombres (Irigaray, 1985; Dworkin. 1987). El cuerpo dc la mujer se
convierte cn la herramienta donde el hombre «se despliega», luí natu
ralización de la heterosexual dad como una línea que dirige a los cuer
pos depende dc la construcción de los cuerpos de las mujeres como sí
estuvieran «hechos* para los hombres, de modo que la sexualidad de
las mujeres es vista como oigo que se dirige hacia tos hombres. En
otras palabras, las sedales del deseo de las mujeres, como lubricar, son
interpretados como «dirigidiis» hacia los hombres e incluso hacia la
«ocupación» por los hombres. Volveré a este tema cuarnlo analice lo
que significa para la heterosexual idad ser una «orientación obliga-
uxia».
De mcxlo que los deseos queer o invertidos se salen fuera del
desarrollo normal, ya que utilizan el sexo para diferentes objetivos,
sin seguir lo que se ha establecido como el «objetivo» de la disposi
ción sexual, lal y como seóala Elliot, la honKisexualidad «es la defini
ción más clara de todas las desviaciones sexuales, dado que muestra
un impulso que se ha transfermodo completa y fundamentalmente, de
un objeto rHxmal a un objeto que normalmente está fuera dc la esfera
del deseo sexual, pero que aun así posee todos los atributos que en
otros aspectos tiene el afecto humano» í 1940. p 188). Aunque el de
seo por el mismo sexo tiene los atributos del deseo heterosexual, se
dirige hacia un objeto que esta «normalmente fuera de la esfera» de
ese deseo. En oirás palabras.alcanza objetos que no siguen la línea de
la subjetividad sexual normal.
t^ discontinuidad dc los deseos queci puede cxplieaise cii téimi
nos de objetos que no son puntos de la línea recta: el sujeto tiene que
salirse «fuera de la linca» para alcanzar esos objetos. Salirse «fuera de
la línea» es moverse hacia *d propio sexo» y alejarse del «otro sexo».
Alejarse del «txm sexo» también supone abandonar la línea recta.
Pero volverse hacia el propio sexo es interpretado como un tuno que
amenaza con poner el propio sexo cn cuestión. La prí>pia lectura que
hace FJlis 11975, p. 94) de la inversión en las mujeres como producto
104___ _ KcnnmeiHMc^ÍB queer
12. iúi Ib imdictán pAkoanalfUca lo que debe cxptk&fM c< cómo la jo^en vn primer
Iu|t3if apatU» de U midíc, que e« «u primer objeto irnomw «M pregvniB má*
«orprmdeote de todas: ¿cdiao iogm la jenen mitmciar al anxx hacia U madre y dtnsir>
*e a MI podre*'» (Grigg.Hecq y Smilh. I’W. p l>; %ef también Kamafi. 2001, p. I). |ji
pregmits en este cd>o no leHa pix qué »e oporti de él. dno por qué «c upanti dc w
madre y dinge hacia él cn primer lugar Kodemoñ reformular la pregunta psicoanoJf
liCB Bií; ¿por qué rila oc aleja de ta madre y di^igcb ét. u)k> pora dc»piiés akjone de
él dc nuevo^
Lu ¿tncrttaoán til
14 I.A fra%e ongjttal c* «ito k iticc mujer, *c llejpa serlo». (A*, ikt T f
I5 Ver la obra <le Judilli Hotler Câirr/joi lyiir imptman (I993| pam tina excedente
ctphcadóci de cóm-> cl comiructivikna) aociul implica uim erflka del mcdclo volunta*
nvia de b elecclóii.
Li oríracaciôn JKiual 115
|7 tinictav a Hcna Ixiiridnu. qur me animó a ker lo qar Hannah Arcndt díte siibrt
tai meiM
Ia l>e Ivecho. I»< meMM una tunrtón •4.p*c*«l d*nlro <W la* tuMoria* rehgKM*».
pnxiMimcnic |xw eximo ircncnui eipacios pora que loa ctierpot ic rcOnao, y pora que
ocurmn comw alrededor de ellai. Pbr ejemplo, la rveia ex un momenin iimbólieo cru-
vial en (a iradidón re]i|i»ow judeccnUiaiui que »e tma en la Pascua Judía, como te h e
en lu ühima eeaa > tal > como te oclehra cado prmavera en muchos hogare» judíos
l a enmuia se ditlnhute tobre la mesa y *c fc/an omclonet tohrc ella, etc acto de putar
la enmida vincula y acerca a las personas. No sor solo los cuerpos que te resinen en
lomo a evta meta o aquella lot que se t4nculan. uno que cada reunión eMtf t iiKulad» a
ucrat rruntaoes, pu< medtn de esta orientación conparúda hacia la mesa, pora íormor
una reunión mis ampha que se retine <uibre» las metas (iradas a Mimi Sheller por
este optmte. por otras historms de mesas comunales.
M onemacUifi scxisiil 117
'19 hini iHiB exiKMkiói) del tivombro. qtic v «limcnUi <k Osearte* c Irifaniy. ver d
eapíittl» a dc La ptíifttca cttftura^ lat <2017 |2O(U4|). Tmducdón de
Cccihe <)Hviire% Muayy.CiiMbd dc México Pnofnnui t nivcrsiuirio dc Esiudiov Uc
(Wrecro de la t FN AM
Iji anentwióa maiibI 119
mos estar «sorprendidos» por lo que pasa ante noscxros como fami
liar.
Estos dos ejemplos de mi experiencia mc animan a repensar cl
trabajo de In «hnca recta». Eii estas anécdotas tenemos una relación
cniie dos líneas, las líneas vertical y horizontal de la genealogía con’
vcncional. Consideremos d árbol familiar, que está compuesto de lí
neas venicales que «muestran» los lazos de sangre, la lírK*a de la des-
cetKlencia que conecta padres y madres e hijos e hijas, y las líneas
horizontales que «muestran» el vínculo entre marido y mujer, y entre
hermanos y hermanas.*^ I.á -esperanza» del árbol familiar, también
conocida aimo el «deseo» de reproducción, es que lu línea vertical
produzca una línea honzonial, de la que partirán más líneas verticales.
La enunciación «¡mira, hay un pequeño John y un pequeño
Mark!» expresa esta esperanza como un deseo, al trazar una línea dcl
padre al hijo. El niño »a|)arece> en línea al ser visto como el que re
produce la imagen del padre e mcluso es imaginado como un punto en
otra línea, que todavía tiene cuc formarse, en la medida que él puede
«llegar a ser un padie» de futuros hijos. Esta narrativa de «llegar a ser
padre» significa que el futuro del niño ya ha sido imaginado como
continuador de la dirección dcl padre; esta dirección requiere que se
forme una línea horizontal (matrimonio) de la cual se derivarán futu
ras líneas verticales. Podemos pensar en esta enunciación como loque
escenifica el trabajo del alineamiento: las enunciaciones ubican al
niño como el aün-no adulto ai alinear el sexo (el cuerpo masculino) y
el género (el carácter masculino! cem la orientación sexual (el futuro
heterosexual). Por medio de la enunciación, estos aún-no-pero-scrán-
sujetos son «conducidos a la linea» al «darles» un futuro que está «en
línea» con la línea familiar. Loque me intriga aquí no es tanto cómo el
30. Debo M-ãAlof «4W1 que tuy lOM sene <lc «.XMifoi para representar el matrimonto en
lo» Arbtíte» familiares. En ilgumu caios.cl matrimonio n representado por línea» pa
ralela» hocinmUiles (como ct «pm igual 1. y en oUo» por una sota línea KoñzonLal. El
primer código m: utiliza pana diferenciar los vínciUn^ mainm<Miiates de loa relaciones
comanguíneos entre hermanos y henmna* 1 que o imponoMe e» que el moinminrio
e» representado titiuido en el eje horicootal. y como un punco de partida de tas líneas
vehicales Inatas «hacaaM» ayudan a crear e^ miunas forma» de conesión que aparen*
lenienlc tepre^nlan. Tal y carao ba explicado Sarah franktin (ZOOSi, la» •línea»» de la
genealogía uwi performaiiva»; por mc4>o de la repelición.crean lo» nUMUOs vínculos y
concxiioitc» que después son ívido» oonio algo ruimario, Ver tamhién ta tercera parte
del eapaulu j. que anatira las línea» genealógicas en velación con familias raestizos.
120 I ciK^rnôlo^ía querr
25. Dcnida (1992) > Dtprosc (2(K2) plantean crítica» al nwMiclo de Mnim porqiM
sifue ewtando dentro de Ia lófica econórmea de U devolticiòn. AunqiM* eMcn* de acuer'
do con ftUk críliciM, (ambi6i creo qiM el modelo dc Mauis e» extrentadHinefice impor
tiuKe dada Ia (orma cn que cl re^ab puede operar «como S4« ao fuera económico
(como d xe (mura de geaeroMdad soeia >* pcnaonal)« cuando en realidad denuadu extas
devoluciones como formas de obli|x>án El uso del (cjtalo como un lenguaje, como
cugiere Diprove. a menudo puede funcionar pata ocultar Uv mivinax relaaooe* «ocíales
de deuda que estas ejercen Para un anàlisiv alternativo del rególo y dc lo que viene
dado cn ta fennmcnología de Huvvcrt ver Marión. 2(M12
124 FmMncnulofi*
Tal y como explica Judilh Butkr: *los géneros hete rx^sexuaJ i zades se
fonnan renundantk^ a tu posibilidad dc lu hoiTKisexnulidad, a través de
un repudie que pnnJuce un campo de objetos Heterosexuales y el cam
pe de aquellos otros a los que sena imposible amar» (1997b. p. 21; la
cursiva es nuestra). Ptxlemos ver cn este ejemplo que la «cercanía«»
del objeto de amor no es casual: ntv encontramos objetos ahí. así como
así. bl mismo requisito de que la criaiura siga una línea purenul pone
a algunos objetos a su alcance, y otros no. La heterosexualidad oMiga-
loria produce un *campo de objetos heterosexuales» por medio del
requisito mismo dc que el sujeto «abandone-^ la posibilidad de tener
otnvs objetos dc amor.
Us interesante especular sobre que puede significar para Judith
Builer -un campo dc objetos heterosexuales». ¿Cómo ptxlrían llegar a
verse esivs objetos por medio dc actos de repudio? Debemos analizar
el significado del término -campo». Un campo puede definirse como
un terreno abieno o despejado. I\vr tanto, un campo de objetos haría
referencia a cómo cienos objetes se convienen en accesibles por me
dio de una limpieza, por la delimitación del espacio como un espacio
para algunas cosas en lugar de otras, donde -cosas» puede incluir ík-
ciones («haciendo cosas*). 1.a rjcterwexualidad en cierta manera se
convierte en un campo, un espacio que da sopone a, o que iivcluso
fundamenta, la actividad heterosexual por medio de la renuncia a lo
que raí es. y también por la producción dc lo que «es». Tal y como nos
mostró Foucauli de forma tan brillante, «hay una incitación al discur
so» donde los objetos son nomhnidos y convertidos en realidad por
medio dc la propia demanda de darles una forma, en lugar de por me
dio dc una prohibición 11990, pp. 17-35). O podriamos decir que tanto
las demandas como las prohibicones son generativas: crean objetos y
mundos. Pór tanto la hclcrosexitalidad no está simplemente «en» los
objetos como si -eso» pudiera ser una propiedad de los objetos, y
I2imp<x:€'» crmgisie Rimplementc vn lo* objetos de amor o en la delimi
tación de -quién» es accesible para ser amado, aunque estos objetos sí
tienen imp(.>rtancia, Y los -objeKn heterosexuales» tampoco se refie
ren simplcmenie a objetos que describen la heterosexualídad como un
bien social y sexual, aunque estes objetos también tienen importancia.
Más bien la heterosexualidad sería un efecto de cómo los objetos se
reúnen para f ormar un campo, cómo los objetos están dispuestos para
crear un tondo. Siguiendo a Husserl. podemos decir que la helero-
126 hrcciiKoologte quccr
2?. IXidemoi ^cr oquí unn diMinción nurr cl «rooOo* y c) «drtnk- H foodo oo
AfNircce a 1a pero aun euá en ta dirección 4c lo que tenemos delaaie: en el
«nudo de qoe el fondo esU «alrededor» de k) que tehene delame. I£n Hnisctl
eomica/n fijándose en la mesa de cicHbtr qued4 claro que aunque parece que la
mesa de eunbtr ilama tu aiencióa, forma pane del foido l^^demot dear que el detnk
es lo que eitá «en el olm lado* de lo que tieoe delante Aun ati. empujar hacia el
fondo puede ter empujar alfo deuát: en cierto seaiido aunque el fondo está en el lado
de enfrente, uunbrdn se le puede «convenir en detrás». IXxirfa ¡«er la míMiui ilovidn de
que lo leaemco deUnie. lo que mantiene lo que está a fondo «deinb»
2X Laa palabnts pueden estar cerca de otrus palabras. Sabenxn por el psicoanílisH
que la cercanía de Ia5 cosas no es umpocu algo cawal de-pulabru-a-palabra Inneloní-
iiiia) y palttbta*p<.Y-pidabra (metítforal dependen de ki«tonat que te pegiin > que nos
llevan hada aUis > también hac» los lodos Verei carguío 2 de Ím¡Httifna i-wítitrnfdf
l-J ortcnUkri^Si lexiMd 127
30 Sobre Ia naturaleza miuvatla ^Kir tl gênero dc U5 economías dcl dun, ver Làvr
Slrauss. 196i9; Ruhin. I<>75 c trigaray. 19X5 Ivrfot trabajos noí kan mostrado cómo Ia
mufc^ €0<no regulo'mcrcaiKia n intcrvambiada cn^rc Ich hombre» para aMtgurar Ias
nrlavioncs dc poicnicx-o esto bacc dd regalo una cucuido de reproducción dc la s ida.
asi como dc reproducción dc Ia cultura
La vrxntacJAn texaal — 129
51 OeuuToUaT^ está d'Uinciófi cfilir e^ur orientado «alrcdrdix» Ur algii > esur
.xtenudn -rM'ta* «Igt^ m d copayto siguiente
tu oncnueór mkimI 131
.t2 La mirado l>ck;ro(^\(uil pticdc iidtMeomegir e-ue eícclo quccf vicndno lo porr-
ja corax> si dcsplcgim lo fotmo heterasexuol <pi>r ejemplo. > ivndo o b Icsbtono huKh
como «el hombre* de la parejo i Ver el tercer aportado de este capitulo
132 ícenme.ic>45gük q#ntr
Lesbianas ocasionales
55. «npenniM» dcl cixiLaclo está netooocioda con cl «miedo» de U culmni líele*
ronoemolivj « que bu le^biiuias icciuicn a muje^ heleros alcjémlolaik de los hombres
En otras paUbr». el mteda ccwifintiB la esqieranu de que la cercanía a taa lejana*
poedr generar posibiltdades pora otras mujeres Aunque deberoo* cueMiooai cl eMe
rtoíipo de la lesbiana rccluiadota. también puede representar la promesa de una vocia^
btlidad Icsbiami como una sociabilidad basada cn veate afectada por el contacto con
<Mnu penonas.
I ji seiuâl - 135
35. Bh MipuciiQ. rsu fonuua dr fu&ión le^biau or» «c repite wtiínmu cn U lite
raium pMvoimalñtcu. Moo umbi^n tkntm <k Ui cukuni lesbtaiiA. tji míe IJic ¿ Word
por eiempto juega rcpctidantcntc coo eiu ÍAniatía «wno un nesgo uxud lura las pare
jas y |Mni la coenunidad Para algunos, fundirve puede dc hecho ser experímeniudo
como un nesgo autéctico en ta* relaciones íntima* mire mujeres, quienes pueden estar
más cnentuda* kncia la intimidad dado el «irabajo» social que e* asignado a la íemini-
dad lx> que estoy* cnUcandó aquí es cdnto la fantasía de la fusión lesbiana funciona
para patoíogtxar el lesbiani smo como la pérdida de ta diferencia
Lil crttnlAción «cAuaJ 139
56 Al kcr la nbra dc cnirc otras cscntonu rodicaks dc lcnia% qucct > sexua
les. inc ba sorprendide» ver çuânlu poder se atribuye i Ia Hx^ni de b «ícmiaíMa lesbia
na» Kta f tfura ex coastrutda de forma muy similar a como e« veprescatadA cii Ia eul
tura po|*t«lar mavoritaria: como Indopodcrova. n>oniliMa»afuafiesUx. puritana y nada
«cx> Ya cs hora dc eoata* olra hssuina. una historia que al menm apare/ca loo cierto
reconocimiento a nuestra deuda ciw los feminisüiK lesbianas que íucrxm tan v uJicnies
como pura denunctar loa lormaa dcl poder heicroscsuol y masculino en lo«( aftni 64) y
70.1-Mf» au quiere decir que tendamos que ideali/or estos íeminisnxH, sino más bien
que deberiamos evitar dcmociiyarto* Ver Rubín. 1991, p. ¿8. quien deaenbe a los íemi-
nnU» «autiscxo» y «antipurno* como priivipantex dc una •dcmotxdoyin»
Ij| <xirnurià>fi sexual 141
57 Ver Slartiii, 1996. p S6 para una :ni>ca óe (a anolonia enue el coeceplo butch-
íemme y la intimidad IcUxaiM intrmiciúl
142 l-eiKmranl<i(u qu«r
los y hada los demás (ver también capítulo 3). Como tal. el deseo
lesbiano, el contado entre cuerpos Icsbianos. implica diferencias, que
toman su forma por medio del omtacto y que están determinadas por
contados pasados con otros cuerpos. La^ lesbianas además itcnen di*
fercnies puntos de llegada, diferentes formas de habitar el mundo. Fl
deseo lesbiano se dirige hacia otras mujeres, y *dada*» esta dirección,
este deseo encuentra la diferencia. Esa< otras mujeres, sean cuales
sean nuestras diferencias, son otra cosa ^ue una misma: al dirigir el
deseo propio hacia otra mujer, una está dirigiendo su deseo hacia un
cuerpo que es diferente al cuerpo propio. De hecho, tal y como nos
muestra la obra de Luce Irigaray (1985). la idea de los sexos como
«opuestos» es lo que construye la hctcR«sexuaJidad tal y como se la
describe habttualmente. como la negación de la alteridad de (otras)
mujeres. El contacto lesbiano inaugura posibilidades eróticas para las
mujeres al negarse a seguir la línea recta, lo que requiere que «aposte
mos por un lado-, estando en un lado o en otro de una línea divisoria.
Eodemos recordar la distinción dc Teresa de l^urctis (1994.
p. xlv) entre lesbianas que *siempre fueron así» y aquellas que «se
vuelven lesbianas». Esto no significa que las que «siempre fuenxi así»
no tuvieran que «volverse lesbianas»: simplemente se volvíenm les
bianas de una forma diferente. Aunque las lesbianas pueden tener di
ferentes relaciones temporales pura «volverse lesbianas», incluso las
lesbianas que sienten que «siempre fueron así», tienen que «volverse
lesbianas», lo que significa reunir eutx teudencias en formax sexuales
y .sociales ejfpecíficaa. Esta reunión requiere un «cambio-de-costum-
bres», tomando el término de Teresa de Lauretis (199*1. p. .300): requie
re una nroriemación del propio cuerpo dc tal nuxk) que otros objetos,
aquellos que no son accesibles en las líneas verticales y honztmiales
de la cultura heterosexual, pueden alcanzarse.* FJ trabajo de reorien-
Uición debe hacerse vi.slble como una foma dc trabajo.
O podemos decir que las oncniaicioncs también implican trabajo,
un trabajo que está oculto hasta que las orientaciones ya no funcionan.
59 Ver tambidfi Sedfwick pnia uiu inticA «Je lu <qui|uinivió<i cnlrc •nncniiKkHi Ae-
xiaaI» y el •fíeurin de b eleccU>n de otieU>* (1990. p 55).
144 Fcrx’mcnoí i& queer
40. ksiti en *cr<lad en alguno*» a&pccu». perú o> cn ocro^. Mu pnmeras cxpchcocia^
del cspaicio ptiWico hnplKarcxi enífenurme «I racUmo Ver el capñulo siguicnic puní
bi) AfUlíM» 4e hl rM'MiUxiiciófi del cspaviü
Ua txitrtüic ac iuMl - 145
41 Lji erftíçA lednaiia a la idmüficaciófl como muíer y la enhot qtircr a U cnuci 4el
femifUMnn lesbiano dc tas pniebeas sadomosociiutai han sMo ton cxtawtidM que hoy
o dlficU muginar qac hu feminiMot Icdnano^x^ di\ irticroin dc alguna manera m kn
70. Aunque camt>aru> la símód dc que cl IcibMnumo es una onentacióo acxuoI. que
tiene que ^cí con el dcKo mis que coa la idcflifM;ación (o eo<i cl deseo y coa la idcfb
dílcaciófii, >o cocstioMría la distinción enue • prosexo» > «antisexo» que hoce en
algunm tnihnjai^ queet. Lalos trabajos ttenden a plaoteair un nuevo conjunto dc «xlcale*
Kxuaic» basados en la libcracióa de lo que ab^ni se conoce como los Unninos mora
lizaotes del íemimsmo lesbiano radical, como explica Dianc Richardson (2000, p. 64)
De beebü. lev endo harta atrás desde lot estudios queer a las obro» iniciales del femi
nismo nadjcai. me sorprendió descutsrtr que las obras más eróticas y atrevidos, las
obras que mi» me emocionaron, fueron los tc.sUs iniciales. Las otxoM de Las femintsus
lesbianas odkale» me poreelemn erótteav y tanbiCR exigentes iocluu* en la forma dc
criticar la relación entre sexo y poder Estas Icministas lesbianas, ol escñbir sobre el
poder de k» hombres, también buscobun más alá dc tu» criucas un nuevo socobulono
sexual donde el deseo dc las mu/eres hacia las nujeres pudiera ser expresado con otros
paUbfw». Mariisn Fr\e. por ejemplo, deoMicitie wa v<HM»bsdiuno scMual que abierto
a los diferentes posibiltdodcs dc actívidnd cuando loa cuerpos de las mujerev se acer
can «que hayo no concepto abierto, gcucrow > amplio que comptetxia todos los ocun
y aclis idudes con los que generamos unas con otras placeres y emociones, ternura >
éxtasis, pasajes dc carnalidad apasroiiada o dc diversa duocidn o profumlidod Todo
drsde la vainilla al regutu. desde lu )wrt* hiuta la cahuretera. desde cl icrvtupelo bada
el hielo, desde las caricias Itoxta Ich codos, desde las carcajadas hasta las lágnmoss
< 1990. p JI4) Al proponer tin vocabulario para el sexo lesbiano. Eryc v otras fem}i>Í!S-
(aa lesbianas rodiadea asumen que las onenucuiues lesbianas pueden adoptar muchas
formas wciolca y sexuales preetsamenu porque no dependen de kn téraniocn que apa
recen en los vocabulario sexuales existentes
[ji oriratactóo srxiul 147
descrita como *la niAa. Ia amig>. Ia amada»* (p. 503). La novela no nos
ofrece un final feliz, y pnrecc que este es en pane su objetivo: Sicphcn
deja a Mary como una forma de aliviarle dei peM> de su muluo amor.
Sleplien se imagina diciéndole a Mary. «Soy una de esas personas a
las que Dios marcó en la frente. Como Caín, cstor marcada y mancha*
da. Si vienes a mí, Mary. el mundo le aborrecerá, ic perseguirá, te lla
mará sucia. Riede que nuesiivi amor sea fiel incluso basta la muene y
más allá, penv aun así el mundo lo llamará sucio» (p. .W3).
Esta es una hisioria de un amor condenado, dc infelicidad y de
vergüenza. Me impresionó mucho el título. Parece *apuniar» a la so
ledad de la vida lesbiana, donde la lesbiana está «sola», separada de la
familia, y donde su cuerpo es rivido como una herida a los demás, y
es «consciente de sentirlo todo mal» (p. 17). Pero aun así, loque resul
ta conmovedor de este libro es cómo la soledad permite al cuerpo des
plegarse de forma diferente en el mundo, un cuerpo que está solo en
este estrecho espacio de la familia, que coloca algunos objetos a nues
tro alcance y otros no, también es un cuerptv que se estira hacia otros
que pueden atisbarse a lo lejc<s en el horizonte. Cuando Siephen y
Mary llegan a una fiesta, esto es lo que encuentran; es una reunión
queer, con otras personas que comparten los signos de la inversión,
una *compañía muy exiraáo» (p, 356). Estas reuniones no parecen di
vertidas: de hecho, la novela describe un bar como «ese lugar de en
cuentro de los más desgraciados dc los que componen el ejército de
los desgraciados- (p, 393) Pero aun así cc^partir la desgracia produ
ce algo, y esto se contrasui con la «felicidad» de aquella.^ personas del
mundo heterosexual, que ik» piensan en pensar en aquellos que mho
cuentan etm ninguna simpatía- (p. 395). luí felicidad para algunos im
plica la pcrsecuciíSn de otros: nv se trata simplemente de que esta feli
cidad produzca un malesiar social, sino que incluso puede depender
de ello. l>a infelicidad del desviado representa su propia demanda de
justicia. Aunque debemos tener cuidada para no crear un romance a
partir dc esta infelicidad, podemos señalar que no solo muestra injus
ticia. sino que también puede permitir a aquellos que se desvían que
parle, al permitu que connuyaa nueve» mundo» y ntiesm cuerpo». Set aipcutado» de la
feUctdad ptiede ser reescrito como oricnumos hncta <el qué> asi como «el quién» que
esa felicidad niega Es cuc giro bach lo negado lo qtjc determina la evtmdeza del
munde^ donde la» pcrvmas queer w reinen
150 Fencrau-odo^U qiaecf
Inicrcamho, como líneas que son a menudo invisibles pora otros. Los
desees lesbianos crean espacios, a menudo espacios temporales que
van y vienen con el ir y venir de tos cuerpos que los habitan. I jOS pun
tos de esta existencia no se actmulon fácilmente en líneas, o si lo ha
cen, pueden dejar diferentes impresiones en el terreno.
Hay algo que ya es queer en los puntos efímeros de la existencia
lesbiana. De hecho, podemos reflexionar aquí sobre las formas aher-
nativas de crear mundos denla de las culturas queer. Tal y como pro
ponen l.aurenl Berlant y Michael Warner, cl «mundo queer es un es
pacio dc entradas, salidas. I neas no sistemáticas de conocidos,
horizontes que se proyectan, ejemplos representativos, rulas alternati
vas. bloqueos, geografías inconmensurables» (2005» p. I98h Es ím*
portante que no idealicemos lo» mundos queer o que simplemente los
localicemos en un espacio alternativo. Después de todo, si los espa
cios que <Kupamos .son efímeras, si nos siguen cuando vamas y veni
mos. entonces esto es un signe de que la heterosexualidad determina
los contornos de los espacios habitables o vivibles, y también de la
promesa queer. Es un hecho que el mund<^ hctcnvscxual ya está insta
lado. y que los momentos queer. cuando las cosas se salen de la línea,
son efímeros. Nuestra respuesta no necesita ser la búsqueda de la per
manencia, como Berlant y Warner nos muestran cn su obra, sino escu
char el sonido de «ese qué» que Hola,
He mostrado cómo la percepción ordinaria corrige aquello que
no «se alinea», irKluycndo los signos efímeros del deseo lesbiano. Por
eso los descÁis lesbiam^ ya eran, por así decir, queer antes de que lle
gara lo queer: dada la orientación del mundo en tomo a la hetero-
sexualicbd. y dada la hcmosociabilidad de este muixlo (ver Sedgwick.
19851. los mujeres que desean a las mujeres pueden ser una de las
fonnas más oblicuas y queer del contacto social y sexual. Este contac
to queer puede remi tumos a lo que hay de queer en la íeiKxiienología
de Merleau-Ptmty y la «sensibilidad» del cuerpo de su obra y cn su
obra. Ijo que es queer nunca es, después de todo, exterior a su objeto.
Dado que Merleau-I\>nty explica cómo se enderezan tas cosas, tam*
bién explica cómo las cosas se vuelven queer. o cómo «lo recto» po
dría incluso depender dc «inclinaciones queer» para aparecer como
recto. De hecho, en el texto de Merleau Ponty los cuerpos ya s<m más
bien queer. En Lo vhiblg y io ifwisibie nos plantea una reflexión sobre
el tacto y sobre las formas de contacto entre los cuerpos, así como
152 RncmcMiof ta qacrr
Franiz Fanón expone una escena infcKwal que nos lleva de vuelta a la
mesa Mientras especula sobre lo que tendría que hacer si quisiera fu
mar. Fanón describe su cuerpo preparado pora la acción, ti sentimien
to de deseo, cn este caso el deseo de fumar, lleva al cuerpo a estirarse
hacia *el otro lado dc la mesa» para coger un objeto. El cuerpo se
mueve, y se mueve hacia objetos, con el fin dc ejecutar estas acciones.
Esta acción es una orientación hacia el futuro, en la medida que la
acción es también la expresión de un deseo o intención. Tal y como
sugiere Fanón, los cuerpos hacen este trabqjo. o tienen esta capacidad
pura trabajar, solo gracias a la familiaridad con el mundo que liabilan:
fxira decirlo de forma simple, saben dónde encontrar las cosas. «Hacer
cosas» no depende tanto de una capacidad intrínseca ni tampoco de
disposiciones o hábitos, sino de las formas en que cl mundo es accesi
ble como un espacio para la acción, un espacio donde las cosas *<tie-
nen cierto lugar» o están «en su lugar» Ixw cuerpos habitan cl espacio
para pixlcr alcanzar los objetos, y a su vez los objetos amplían lo que
podemos alcanzar. No tenemos que pensar dónde encontrar estos ob
jetos: nuestro conocimiento es implícito, y nos movemos hacia ellos
sin dudar. Por esta razón, perder cosas puede llevamos a momentos dc
crisis existencial: esperamos encontrar «eso» ullí, como una expecta
tiva que dirige una acción, y si »cso» no esuí allí. fKxIcmos incluso
156 - í cmimciKiJoKÍa (|uecr
bién describir los efectos dcl racismo en cuerpos que están identifica
dos como «no blancos*, o incluso como «no lo bastante* blancos.
Más en concreto, analizo cómo las orieniacitmcs mestizas pueden per
mitimos investigar dc nuevo las «alineaciones* entre cuerpo, lugar,
nación y mundo que permiten que se den las líneas raciales El
«lema** de lu nizu tiene mucho más que ver con la realidad corporal:
verse a sí mismo o ser visto como blanco o negro o mestizo, sí que
afecta lo que une «puede hacer*, o incluso a dónde se puede ir. lo que
puede describirse de otro modo como la que e.vrd a nuestro alcance y
lo (fue no. Si empezamos u ctvnsiderar lo que hay dc afectivo en lo
«inalcanzable*, ptxiemos incluso comaizar la larca de hacer de la
«raza* un asunto más bien queer.
deseos y anhelos hacia Onetnc, sino más bien que lo nación «se hace
coherente»* como un electo de la repeticiór de esta difx^ceión*
Lo que el modelo de Hcgel nos muestra es que esta repetición no
es I noce me. sino estratégica: la dirección de estos deseos y anhelos
hace que los otros sean accesibles como recursos, para ser utilizados,
como los malcríales a |wnir de los cuales los coteciivos pueden «es*
cribirve* a sí mismos para existir. El Orientalismo es, al ün y al cabo,
un archivo o un terreno de escritura: Oriene puede ser eso «sobre* lo
que se escribe, y también proporcionar les materiales sobre los que
esa escritura se escribe. I jo$ archives están hechos de papel y de otras
cosas que -inqxjrian*. y cobran «forma»» en la medida que están des
tinados a una acción Y podemos recordar aquí, siguiendo a l>errida,
que los archivos son «residencias*, formas de reunir material, alrede
dor dcl cual los mundr^s se reúnen: «Así es como los archivos tienen
lugar: es esta dontuitiacián^ en esta asignación de residencia. 1 resi
dencia. el lugar donde residen de mexio permanente, marca el paso
institucional de lo privado a lo público* (1995. p. 2; ver también
Hlunt, 2005). Si los archivos permiten que los documentos tengan una
residencia, entonces también son dispositivos de orientación, que al
reunir cosas a su alrededor no son neutrala sino directivos.
Podemos decir incluso que cl Orientalismo implica una forma de
•mirar cl mundo*; es decir, una forma de reunir cosas alrededor de
manera que «miran* en una detenniiiada Jirecciórr Al pensar cn cl
orientalismo como una forma de mirar el mundo, quiero platear que
cl orientalismo también implica el espacio fenomenal; es una cuestióti
de cómo los cuerpos habitan los espados por medio de orientaciones
compartidas. Tal y como planteé en el capitulo 2. colectivos como la
familia así como la noción implican onentaciones compartidas hacia y
alrededor de objetos. El colectivo seria un efecto de la repeticuVn de
está dirección u lo largo del tiempo, una repetición que se consolida
«alrededor* de ciertos cuerpos y que crea d eíecio mismo de la cohe
rencia corporal. Por ejemplo, Freud afirma que cl vínculo dentai de un
grupo .se basa en la transferencia de amcr hacia el líder, donde la
tranvíerencia se convierte en la «cualidad común» del grupív (1922.
p, 66). No es solo «el lidera quien puede .ser el otéelo de lu transferen
cia. Si un acto compartido de transferencia es lo que crea «la cualidad
común*.entonces en cierto sentido no importa «qué» o «quien* sea el
objeto: es el hecho de que la transferencia «ea dirigida hacia «el mis*
Onemt v otro» mm* _ 167
Rcpnxiucir Ia blunquitud
Dkliu bk4r ptai 4m a pod SignificA qiic «Sm com parrccn iguale*, algo
parecido a1 dicbc cn caMetlam» </ct rrAkti dr ajtttft fN dfl T,l
174 hcnomrnülcf £a quccf
10. Eo etlc párrafo l* «otoni utílira fo» ndjcüto* 4e) /amiiiut y ftimiíw/- FJ
prmen) jíc utilun «obre iodo eti fcttétka. Minifica/amihar pero como hcrediiano (una
etifermrdad hrrrdtUina. |«<w cjcmido^ H «cfundo tèmino lietic d mismo sehtido que
cfi cas)dlM>n. flamilior, rdathn o 1a familia Para tlícrenciar esc moll/, traducimen
fiunifittl por familiar hereditario, y /ttfnítíaf p<v familiar íA/ dri
4 ktcfitr \ i<rvH tMn» 175
II Hanmay (2005) hiicc una afirmackVn ailn fná% rcMumUa pn^pooc que Ia
htkUMia ri herencia.
12 Si pemamo» en ta herencia cinno hiatonu, y como Io que recihiau>c (>c o(m.
eiuofice» podemos recomiderar tos aspectos biotóficos y wctutes dc la herencia: el
cuerpo toma ta forma de su hiMcwia Tnido ta hermeta Nolójjica como la social se po
drían describir oo como Umptes líoeac que «elimos, «no como ta cortiafcncia dcl
conlaclo, donde to coaas al entrar eo cottaclo con otra cosa determinan k> que recibí-
iiuH Dc este modo. Us hisionas prnliuai tratar tanto sobre la piel, b rniolofb. > la
sangre como ya lo hacen sobre cMitos, ptbbras» vestimentus y (ecoalogUs 1^ historia
176 FcRomenolof ía ^ucer
nu fc<wk rn r^cn mírtenile*. qiK determina cnrw> llcynn a cxi«<ircn ewt (onnan.
y mo también trauí dc «aqoclln» ctm b* qtie cniran rt cuntaclo
OncBtí j (xnw «tp» . __ 177
14, Pâf» una ktium ikullada dc cjcnuMp* de csu Mnnquitud dcfcauva. *er lo miro
diuxtón > loi capitulo* 2 y 5 de Im pdttictí de lot rmoriíwi (Ahincd, 2017
|2OO4iih
15. fcAlo> íorntutando dc otra forma U idea que planteZ en el 6. «Going
Slnange.CJoinf NjiUve».dc Stran^r Ka<-<iw«/rri t-Mwdifd i^iheri in Pofi'Caíoniailfv
(20001 sobre «volvcrve oim* como una íumui «k «oo lei» por medio de la proximidad
en vez de por U diuancin Ver también el capsulo 5 de La poíitU'o adtnrai de tai emrr*
180 Icfkviwaolo^U qucci
Hábito'"^ y espacios
<20P ptKMap «obre el tcm« tkl lunot ntuJiuaUunü.doiak la nacido ««e *aet
ve» difenrnte por «u agrior a kn otro* q«e «wo» dircftrnei
16. I Ji polobm írnTUMrnr en inglés llene la fníz latina de venido, de ropa que cubre
(-tetf. de «eirlfur). y de hecho ho> en dí/i una de *uh «ecfKtooe^ C5 «eáscara». adenuH
de imersldn íA. de/ M
p tucfo de palabra! cao hMNlo > habitar i/iurbiO. <)uc «c dewirrolla en este
aponado (A\de/ fJ
IK ha caatellano OMirai^b m» «coatumbra* que -tibiio» tmol» coirfttmbrew. etc./,
pea» (raducinuM Mut por bébiio para maotefier tu coherencia léxica «xi la* relereo
CIO* poMeriofta a la* pálabni* «habitual« y «tiabltar» /«V «íe/ T)
Oricrtic V otKM otnH 181
cuerpo nKtaJ)Zd<loMMi Im Ufuimiev Smn/e. IW7; Widtcr. I9Q7, H>gc. 1998; Puwaf,
20(M
(hieoic > otro» otron 183
21. Mertvc ln pendí seAalar aquí que la palabra «hábito» viene <ld lutín, y Mgfiíri»
condici^ ■pancncia y vcuimentn
22 EiKuatnunoit aquí al|^ irúaico. (lado que la froameaologta de MrricJiu-tMiilv
uMime la moMlidad. en la fuerza de lacouitciación. «>o puedo», vu ejemplo eun una
diuapucMÍad es inunKiivo, El «euerpocapaz» ec un efecto de tccnoiofias que. px así
decir, muestran ln movilidad mKitui como im dhpoaitivo
184 FcnomcnoleriJ queer
ción dc pttsar por últo alpinos cuerpos y oíros no. Y aun así. cuerpos
no bhincot» luibilun de hecho e^ipacio» Mancos, f^os cuerpn se awi-
% icrten en invisibles cuando vemos espacios que nos parecen blancos,
al mismo tiempo que se suelven hipervisibles cuando no pasan por
Mancos, lo que signiricu que «destacan» y «quedan apartados* como
la oveja negra de la familia. Aprendes a desaparecer en cl fondo, pero
a veces no puedes. Ij>s moinemos en que los cuerpos parecen «fuera
de lugar» son momenios de penurbación política y personal. Tal y
como muestra Fuwar, cuanio llegan cuerpos que parecen «fuera
de tugar*, eso implica drjíPnen/ur/dn: la gente parpadea y vuelve a
mirar. La proximidad de estos cuerpos hace que los espacios familia
res ptfire¿can exiraftos: «1.a gente se siente ^'desconcenada” porque
toda una visión del mundo se ve alterada» (2004, p. 43), En otras pa
labras, esta proximidad tiene un efecto queer: las anas ya no están
«en línea». O. como sugiere Roderick Ecrguson. la presencia de mir>O'
rías y de otros racializados tiene un efecto «excéntrico», dado que
esos cuerpos son ubicados fuera de la lógica de la blanquitud normati
va (2004. p. 26; ver también Mañoz. 2000, p. 68).’^ Cuando «llegan»
cuerpos que no amplían las líricas que ya están ampliadas por los es
pacios. entonces estos espacios pueden incluso aparecer como «incli
nados» u oblicuos.
Ix>s cuerpos destacan cuando están fuera de tugar, ksta forma de
destacar confirma de nuevo la blanquitud del espacio. 1^ blanquitud
es un efecto de lo que se hace ctberenie. mis que el origen de la cohe
rencia, hl efecto dc la repetición no trata, por tanto, solo de contar
cuerpos: no es simplemente una cuestión de cuántos cuerpos hay
«dentro», hn su lugar, lo que se repute es el estilo mismo de la c<xpo-
ralidad. una forma de habitar el espacio, que reclama el espacio p</r la
aeuniulaeiáft gestas de ^aco.WKÍación^ en eie empurro. Si la blan-
quitud permite a los cuerpos moverse con comodidad a través del es
pacio, y habitar el mundo como si estuvieran en casa, entonces esos
2$. Afirmar que la prvsencui de cuerpos de eotor puede tener ua «efecto queer» ao
%ik|>n<}e pUntei» una equi^aleneia enirv mtí uiu pcrwona de color y «er queer. lo qoe.
ob^ (ámenle, negaría la espcciricidad dr las experieoctos de tas pervKios queer de e<>'
lor MAt ben «e Imta de seAalar que *<iiccr» ao solo ae refiere a I» seMiahdadct ao
oormativa*. >(no a lo* mo<ncni<n en que la«- wirmat frueasati cu *u tettrodueviàti. Ne>
ceMtnmiM anoltrar cómo lo queer y Ia m/a (ntersecetonon en diferentes puntos Ver
Haraurd. 2004
190 qurer
SC tlcnva dc acfias líneas: ser baiKo. aun siendo qiicer, permite acce
der a algunas cosas que no son alcanzables para los que somos de co
lor. Lo que ocurre cn estos «pjntos* dc intersección —aunque nos
saquen dcl camino si no seguimos una línea determinada— puede que
no esté determinado antes de que lleguemos a ese punto, y puede tam
bién depender de qué más hay «detrás* dc nosotros.
En cierto sentido» la Manquitud en sí misma es un dispositivo de
enderezamiento: los cuerpos desaparecen en el «mar de la Manquitud»
cuando se «alinean** con las líneas verticales y horizontales de la rc-
prtxlucción social, que permite a los cuerpos ampliar su alcance, l-os
cuerpos pueden incluso «ascender* si se alinean» lo cual exige que
dejen cl propio cuerpo atrás, algo que es más fácil para unos que para
otros, relación entre movilidad y privilegio implica no solo movi
miento «a través de* (sistemas culturales dc transporte y transmisión),
sino también movimiento «hacia arriba*: no es casualidad que los dis
cursos de la prosperidad s<xriaJ siempre son concebidos cn términos de
«ascender*, mientras que la pérdida soda! se concitie como «un movi
miento hacia abajo». Dc modo que al alinearse, el cuerp€> taniMén
sube. Aquí podemos recordar las formas dc segregación vertical y ho
rizontal que se dan en cl mercado laboral: la forma cn que los cuerpos
están distribuidos indica una jerarquía. Dentro y entre diferentes insti
tuciones algunos cuerpos están sobrerre presen lados en los espacios
que están «arriba» y otros en los espacios «dc abajo». En cierto senti
do, si la blanquitud se convierte en lo que está «arriba*, entonces la
Manquitud es lo que permite a ilgunos cuerpos moverse «hacia arri
ba». Esto no equivale a «natura izar* «el encaje* entre los cuerpos y
los espacios: los cuerpos Mancos <se alinean* con las lincas verticales
y horizontales que dividen los espacios institucionales stáo si pueden
seguir las líneas que heredan. Este seguimiento requiere pasar por
blanco; para ello debemos seguir las líneas de la Manquitud.
Decir que tixKís los cuerpes delxm pasar por Mancos no sufxme
neutralizar la.s diferencias entre los cuerpos: ta Manquitud también es
una cuestión de lo que está detrás dc los cuerpos: su genealogía, que
les permite entrar en diferentes espacios y mundos. Aeumuhanoi
del niuríio modo que h que está ^detrdsf^ ea un efecto de
tícumulaetone^ Algunas personas tenernos más detrás de no
sotras que otras, cn el momento mismo en que venimos al mundo.
Esta es otra forma de descríMr cómo la clase social impliai la lempo-
192 Feao<nrc<>k>f LO qurrr
ral i dad «de las antecedentes)», como algo cue determina las coadieio-
nes de la llegada: si heredas privilegias de clase, entonces tienes más
recursos «detrás» de (i. lo que puede ecxivenirse en un capital que
puede «impulsarle» hada adelante y hacia arriba. Volverse blanco
como una línea institucional está muy reí acunad o con la promesa ver
tical de la movilidad de clase: soto puedes ascender acercándote al
habilus del cuerpo burgués blanco (ver Skcggs. 2005).* «Ascender^
exige habitar ese cuerpo, o al menos acercarse a su estilo, y ahí tu ca
pacidad de habitar ese cuerpo depende de lo que tienes detrás de ti.
Señalar esa conexión entre el •tleirás» y el -arriba* es forma de
descnbir cómo las jerarquías se reproducei a lo largo del tiempo. Por
supuesto, la reproducción fracasa. Hay cuerpos que ascienden aunque
no tengan mucho detrás de sí. lo cual exige el estrés dc «pasar por- cn
líneas específicas. Lo que tienes detrás dc ti no siempre «decide* las
líneas que sigues, incluso cuando determina lo que haces.
Ptxicmos decir que los cuerpos «ascienden» cuando su blanqui
lud no está cn cuestión. Y aun así, la Wancuitud no siempre se queda
atrás en la temporalidad dcl curso vital. Cuando la Munquitud de al
guien se cuestiona, la persona se ve «estresada», lo que a su vez ame
naza la movilidad del cuerpo o lo que este «puede hacer». Podríamos
considerar, por ejemplo, cómo la fenomewlogía de Husserl parece
implicar una facilidad de movimiento, de ser capuz de ocupar el espu-
cio alrededor dc la mesa. Quizá podemos umbién ver este cuerpo mó
vil como un cuerpo que «puede hacer» cosas en términos de blanqui
lud. Sin embargo, esto no supone colocar esa blanquitud en el cuerpo
dcl filósofo. Aquí nos puede ser de utilidad lu biografía de Husserl.
Cuando la Nanquilud de Husserl se vio ctestionada. que fue cuando
se le identificó como judío, perdió su cátedra y con ello. Icmporal-
mente, el reconcxrimienlo público de su posición como filósofo.^ No
es casualidad que este recoiRKimiento se ciorgue de forma simbólica
26. Pnr cMa nuófl lúa curr|xn btaruxn dc la clmc (nbapduta pueden verwe cckqu no
• rvaliDfiMe» blincos. y cuerpos negroíi de clase me4ia pueden ver^ como mv «real
menie» de clax tnedtit Al míMno heinpr). la* claM;^ irabajaduta^ btanea!^ mi están «ea
la mhma linea» que las clames irebajadoreíi negras. > Iv elaaei medüui negras no están
<en b nstsffu línea» que lasda*cs trnhapdnra» negras Lm «ponUH» de inlerMeeciona*
lidad hacen que el mapa social sea muy confuso.
27. t>i> b» gracias a Imogcn T>kr por animarme a pensar sobre el significado de la
pérdida de la eiledni de Hasx*ft para mi rcficxióai siiire b blauquitud. y a Micni She
lie» por sus apoOaciones «obre la política de la mov*il4ad.
Õvicntc > oUt** otro*________ 193
28 Se refterc « la «Uta. ponitic en inpá* «cátedm*» %e dice r^ujir. que lambíén iigfiv
Oca ftiUa En cl origiiuit mulé» la aalant uiiluu |tara referirle a la cátedra dc
Hu*5crt. y maní umbi^n ciie juego de Rlot>nis ciModo *e rcficrsi al «cuerpo que pierde
lu lilla ((.áicdraV», nt d párrafo liguieale fN. del T i
29 La Íenomenotogía dr Mcrieau Rwty. como nwntré cu cl capUulo afiicnor. cMá
liciui de nKNnctUtH quccr.a nkcnudo uiamSo dcicnbc cvpcrimenlo* dc ocuroctentíñem
que se basan en perturbar las fuacieme^ urditiaíta» dc la pcrcepcido. E* imponiuitc »c-
qiK «« ierr el -yo exige cl eiwlcre/BmfeiHo <le la
percepción (la» functonc» espuciatc» »c vuch en a alinear, dc nvudo que cl vuerpo puede
aeitur) y que c* un efecto de la acción «Nos mantciKmo?. dc pie no por la mccánka
del esqueleto, ni liquiera por Ib rcgulición ner^ icna del tono muieular, mdo poique
estamos compromeUdos en un mundo. Si este eompíoiroso se deshace, el cueqx> se
hunde v se * uehe objeto» (2(M>2. p 29í»> Si ccMncnumm a |>cnor sobie la» condicio
nes dcl cóinpromiso. y en cómo el musdo está determinado por algunos «compromi■
sm» más que por otros, entonces podemos comeo/ar a desarrollar una poUtiea de La
dcsorirtilBClón, es decir, una políUca que veo la rrdut dtin de afuuncu < arrpíu a fdf/e’
14» (twfn efet ta de cánai sr e^m/^^nnit ei fnafidtt wuowo Ver las conclusiones de este
libro para una amplitauln de eue piriiiu
Fenofrcnolcgu quecr
Oñcntacíones mestizas
54. Iji UsícreiKia rntrc Ui uitcgod/iKicki nu ial <n hh lM! > cti el Reino t m<lo
iifnitkativ». y |inr topurM<» lui) dikicnirt rwiruiM Hmes haem <b nua»
200 FetipmrnoloiHt queer
AlgBnaH de mi* eJipheackme* pixde que no *e pueani traducir, lo que apunta a la dífi
cullad dc trabajar cod «objeto** que adqiüencn difc’vnics sentidos dependiendo del
«ponto» de *w rcMdetwin, l^x MipcieUo. lodo* to* objeto* *e tran^íonruif) cuand<» te
tniduLcn. o cuando viajan tJn enfoque puede *er ver o que no *e traduce como un re
falo, eo el menudo de que geoera nlfuna* nueva* imprevioncv. Ver Spi^ak. 1995 pam
un anáItMv de loque w denva de aqueltv que im» x trnluee o «m: mueve a trové*».
Oriente > o(ni« «Mn» 201
la ("uando rOAba imbajaiido en este capaulo uoade mis primas pnquisUnh (que
iboni vise ct) me dio uu copia dc nuestra bofrafúi íouiuliar. que había «idn
cscniA por mi lío > mi lía mis ma>nrrs. leyéndota. r leycniío sobre la increíble vida
de mi lía. sentí más que nanea que a menudo be subestimado lo mucho que me ha in^
üuado mi «Lado» puquistiMtí. 1*41 cierto sentido. enai|u que sean tas s Idas y los amores
de mujeres acusas piáAicumenie lu que su-sicfiu ntacoiKxidn mujeres que rechazan
definirse por medio dc loa hombres, y que onenlan sidas de forma creativa con
ow» mujeres Esu coneiidn se solvió especialmente mpxianic t nandú nu padre deyó
de contactar conmifo cuaisdo le babk sobre m: sida queer Ahora cualquier conexión
con mi lamilla pai)iustaní w>lo es posible por medio ce mis tías E.s interésame imagi
nar que la» bictoria» familiares pueden ser contadas dr forma diferente, por medio del
paspiu imbojo aJcciiso de las mujeres que no reprodocen la linea (amihor. que cn un
árbol consencRvnal scrúui solo un «pumo ftiuil». Én uia |rcnealo|tia queer o aitcmansa
pcxkífi ineluw surgir s ida de estos puntos
.W bmuciirainos un manifiesto de la tebación entre la rara mcsii/a y lors HlenilUades
queer cn la pagina *cb de Ijiureii Jade Maruii. una ctcnioru y activista queer de nua
mesiira: <btip ?wwu theyeliou penl com*manifestó hlm> Martin sugiere que las
identidadei. de raza mestiza tmultirracial y birracinl 1 m*!» queer porque no habitan las
categorias rociotev existentes l^ru tambiCn sugiere qae las persooos de roza mestiza o
múltiple ucncti más probabilidades de ser queer. Lo explica om «casi uida^ la» perso
fias que conozco dc raara mestiza son queer. No creo que sea una coindóenaa azarosa
Mu estoy diciendo que baya una correlación directa —que si tus padres son de razas
diferentet entoace» eM> dignifica que estos destinodo a ser alguien claramente bornea
sexual - pero sí creo que hay uno relación aquí que nrereve ser analizada Hay algo en
vis ir una existencia iotersticial — una s ido enlrr linea. - que s rr» una vierta lilierud y
Ontcic y otro* cXfw 213
riencta de lener una genealogía mesdzn C5 msis bien una forma queer
dc comenzar, en lu medida que ello propirdonn un *ánguki» diferente
sobre cómo se reproduce la Manquitud mismu. La blanquitud ccrcu’
na: es una «parte* de tu hisuxia Pero aun así. no hereda^ lu blanqui
tud. no heredas lo que, ul meno*; cn parte. e5U& detrás de ti. Puedes
sentir las categorías que no logras habitar: son una fuente dc incomo
didnd, luí comodidad es un sentimiento que tiende a no sentirse de
forma consciente, como he plinteado anteriormente. En su lugar, te
hundes. Cuando no te hundes, cuando no te quedas quieto y das vuel
tas, entonces lo que está en d fondo aparece frente a ti, como un mun
do que está reunido de una foma específica, luí incomodidad, en otros
palabras, permite que las cosas se muevan. Cada experiencia que he
tenido de placer y excitación scixe un mundo abriéndose ha empezado
con estos sentimientos ordinarios de incomodidad: dc no encajar dcl
todo en una silla, de estar inquieta, de que rne hayan dejado esperando
en el suelo. I>c modo que sí. s empezamos con el cuerpo que perde
su silla, el inundo que describimos será muy diferente.
Una genealogía del ser mc^tizA) nos |xrrmiie ver las mezclas que
están ocultas en las líneas dcl árbol familiar convencional; cuando nos
sentimos incómodos cn ntiestras viviendas, podemos notar cómo los
objetos pueden llevamos a otros lugares. Ptir tanto, quizá la genealo
gía misma se convierte en una cosa más bien queer y también mestiza.
David Eng sugiere que pixiem'vs repensar la diáspora «no en los tér*
minos ccHivencionales de la disxrsión étnica, ia filiación, y la trazabi-
lidad biológica, sino más bien en términos de lo queer. la afiliación, y
la contingencia social* <2(X)3, p. 4k* Del mismo modo que la diáspo
ra puede ser queer, también lo puede ser ia genealogía. La genealogía
queer no trataría sotxe liacer c<ro árbol familiar, que convertiría las
conexiones queer en nuevas líneas, ni tampoco sobre crear una línea
que conectara dos lados. Una genealogía queer tomaría los «afectos»
mismos del mestizaje, o de entrar en contacto con cosas que residen
Algíi me ha luccdióo. itc puok) seguir dudándolo. Vino cornil uiui en
fermedad, no como una certeza ordinann, o una eviderKia. Se iiutoJó
224 Fcoomcoolof ía qucrr
.soiiipiMtameiilt poco â poco: >o me senil algo raro, algo molesto. nad4
más. í\>r ejemplo, en mi^ monos ho> oigo nuevo, cieña manera dc
coger la pipa o el tenedor. O es el tenedev el qtie ahoro liene cierto mo'
ncm de hacerse coger: no sé. Hace un irM^nlc, cuundo iba a entrar en
nii cuarto, me detuve en seco al Mmtir cn (a mano un objeto frío que
retenía mí uicneióti cahi una eM|^M;eie dc perxonahdad. Abrí la mano,
miré: era simplemente el picapcM^lc <p. I3l.
Comenzamos con el -yo- como el lugar d^xidc algo ocurre, una pe
queña exlrañeza o incomodidad que emerge con el tiempo, como si
tuviera vida propia. Esc devenir extraño del cuerpo no coincide «con
migo*. Entonces, son mis manos las que íon extrañas, lo son cuando
se expresan cn un gesto. Estos gestos son el «punto* en el que mis
manos se encuentran con los objetos: donde dejan dc estar aparte;
donde cogen cosos. Entonces, ¿es mi mano o es el tenedor lo que es
diferente? Lo que me interesa Je esta explicación de «volverse queer*
es cómo la extrañeza que parece residir cn alguna parle entre el cuerpo
y sus objetos es también lo que da la vida a esos objetos y les hace
Ixsilar. De tTHxki que «el picapone* cuando está ahí para lo que sirve
< permitirnos abrir la puerta) es «simplemente eso*. Pero cuando el
picapone se siente como otra cosa diferente a lo que se supone que
hace, entonces comienza a tener una cualidad tangible dc «objeto
frío», incluso con una «personalidad». Un objeto fnbes aquel que nos
da una sensación de estar frío. Cuando los objetos adquieren vida,
dejan sus impresiones.
En el pnmer capítulo, mencioné la cniica de Marx al idealismo
alemán por su presuposición de que los objetos simplemente esidn
ante nosotros, como cosas en sí en su «certeza sensorial». No querría
de ningún nxxio describir el objeto queer como algo cn sí. en ese sen
tido. 141 fenomenología existencial nos muestra que los objetos que
están ügrtipudoa» corno agrupaciones de historia (objetos dinnesiiea-
dos, como picapones. bolígrafos, cuchillos y tenedores que se agrupan
alrededor, apoyando las acciones dc los cuerpos) de algún modo nos
«pasan desapercibidos». Lo que les hace históricos es cómo «pasan
desapercibidos-. Ver esos objetos como si fuera la primera vez (antes
de ser un picaporte ¿cómo puedo encontrarne civn él?) implica sorpre
sa. permite que el objeto respire no por el olvido de su historia, .sino
permitiendo que esta histona cobre vida: ^^córno llegaste hasta aquP
< ooclttMÒr QrwncnlMtóo > oiijclot cuccr 225
J. E*or AupurUo, )i«) iihtortin moctio míii qixxr que contar wbrr las maiMn. luí tas
cultura» Iccbbnoi manos aparecen como tugare* cnMum. convirliéndoM; cn signos
det deseo pdbhcm y bambino útiimo* Ver Merck, 2003 para un afwUkls dcl significado
dc La* muñón lesbianas
CiifKlüMÓti Dcv-inentación y qaecr 227
4. Eslo pcMirú inctuw hacer dc Ijw picma* <k l*muM un ejemplo dc uiu mcMi quecr
l«t y como seAnla l>iajui Fowi <2004. pp 11(9 190). houu milizaba %uii pcnviM como
mcMi, y *k) dormiiorio conM> una huhtuicián por* c^nhr, dcbtdo a w viíud cnícfmüa
y a SM inmo^ ihdmi física (''iMirwio Ias propia* pierrut* dnen com*.» mrw, dan vopocie a
difcfcntcwtipos de acción propufcionando aÍKo M4>fr loque b«>cef alfo
(.VTRcIutíón. > ob^ciot ^ixcr 2.n
nio > dtf la famitia. lo cual dejaría a otras perdonas queer, aquellas
cuyas vidas son vividas en puncos diferentes, ^xfuera de la línea>r. Ijce
hdeirnan llama a esta política «futurismo reproductivo», que opera
para «afirmar una estructura, legitimar el orden social, que intenta así
transmitirse al futuro cn la forma de El Niño» (2004. p. 30) Esta ver
sión de lu política LGTB nos pide reproducir aquello que no segui
mos, hablando en nombre de un futuro como una herencia que no
recibimos: intentaremos ser tan heleros como podamos, como si pu
diéramos convertir en una posesión lo que no recibimos.
Es lógtcx) ser críticos con esta política sexual conservadora, que
«apoya»» las mismas líneas que hacen que algunas vidas sean invivi-
bles. Curiosamente, este conservadurismo LGTB nos ha llevado de
nuevo u la mesa. Bruce Bawer explica en A Place at a TaMe {1994)
que gais y lesbianas parecerían desear unirse a la gran mesa cn lugar
dc tener «nuestra propia mesiia».'* En su crítica dcl deseo queer de
aceptar lo no normativo. Bawer afirma lo siguiente: «no quiere ser
asimilado. Disfruta de su exclusi<5n. Se siente cómodo en su mesiui.
ü al menos eso cree. ¿Pero es asf’ ¿Qué es. después de tixio, lo que le
vincula a esa mesita, lo que le Ikva. cn otras palabras, a una existencia
marginal? En última instancia, es el prejuicio. Ubcrado de ese prejui*
cío, ¿seguiría querienck^ sentarse en su mesita? Quizá sí y quizá no.
Sin duda muchos homosexuales no quieren ser relegados a esa mesita.
Crecimos en la mesa grande: nos sentimos en casa allí. Queremos
quedariKis allí* í 1994. p. 70). Bawer también describe el deseo queer
pQir «las mesitas» como el «elhos del multiculturalismo», donde se da
su |xopiw mesa a «cada grupo dc víctimas acreditado* (1994, p. 210).
Es interesante ver aquí que la «mesa grande» recuerda a la mesa fami
liar (donde «crecimos»), y también a la «MKÍedad» misma, como una
«única gran mesa* El rechazo de Bu^ver de las «sulvulturas» queer
por tanto es una llamada a volver a la mesa familiar, como la supuesta
base para la existencia social. Unirse a esa mesa rcpresent4S el dese<^
de asimilación: en el sentido de llegar a Evrmar «parte» de la familia,
pero también de llegar a ser cono ta familia, algo que se allrma con
ese parecido, ¿Qué es lo que estó en juego cn ese deseo dc estar setiia-
do en la mesa?
detríM dc ti limilc tu cápocidxl pum mc^cnr stroleodü la linca (pticdc que cate/cuA dc
lok revurw* qccc^vmm paru acercarte i ími tdciil mkuI y nuiral)
9 Para una %alkiM crílka dc la polí ioi racial dc La «^ergüen/a queer». ver Pcrei,
200$
240 hrmxnrrbdogia
Bcrsajii. Lc(i < 1995h Z/a/wot. Hanaxd Vníveni(> Press, Cambridge, Mass
|ln>d- castz Manantial. Buenos Aires, 2002]
Rluni, Alturn <2005), D<MrHK//r and Diaspora: Ani^lodndian U^^mrn and ihf
Spatiai Pfdíttci of Home, Blackucll. Oxford.
Bohan, Janis S. <|996>. Píye/w/í/gy atui Sema! Qnentaiion: Comintf to
Trrfrta, Koullcdl^c. Nucva Ytrk.
Bordo. Susan < 19^7), Flis^hl to Ob/eerivíty: dn Cartr^tanixm amí Cttb
GcxxJman. Robín Trulb <2001 >, /z:/?^hh’/lrv.‘ ¿Irpionnjç (sf Harr^n Bo’
UnivcrMU <>l .MinncMiU Prr^s, Minnai|X^i».
Gopinalb, Gtiyain l2(X>5>. Imposuhie íkftm: Queer Diafpora^ and Saaíh
Asían Pubite Cuburn, I >uke líniveraty IXirhant, NC
Gordon. Lcwt» R. ÍI995). Bad Fatih and AnthBlack Raehm, Humanities
í*rcss, Highlands^ NJ.
— (IWM), «Hnon. I’hilosophy» Racism», cn ^citifw and Phdaurphy^ edi
tado por Susan H Babbiu > Sue CampbcIL Corncll UiM^cnity Prcíis.
Ithaca^
Gngg. RukmtIL IXiiniiuquc Hrcq y Cniig Srnün (1995). SesuaUry:
The Parh' PiychfKtnal\‘ríc Canfrrnerrtes, Oticr Pres^. Nuc%a York.
Grosz. Elizabclh (1995). Timc and Pet^ftrtan, Alien and ünwjn. St.
Ixonardi.
Hage. Ghassan < 1998), lYhf/e aVo/Jon; Pantasie^ of White Suprefnacy rn a
Multicultural Sat^tety, Miih» Annandafc. NSW,
Halbci^um, Judiih (1997). «Sex Dcbatc!^*. as LcMan and Gay Sludies:
A Criticai Infraduction, edibido por Andy McdhurM y Sally Muni, Cas-
m:IL londrcs.
SíTiaic.Chrii (1997), *N<M Jusi m SocImI Conslnict: ThconMng Race and Elh-
mcily*, Sot'iohgy, 51 < pp ÍO7-327.
Smiih. Neit y Cindi Ka: z (199A>. «Groundin^ Mctaphor louards a Spatiuü
Hcd KMilicw», cn Pííter and thr Paíitics af Idrntity^ cditadn p« Michacl
Kcith > Sicvc Klc» RcniUcdgc. Nuc'^a York
Srnilh. Vttlcnc (1998), Vrx/m<’ Raee, Soi jitU Gendtr: Bíat'k Fmtinifl
Roullcdgc, Nueva York,
Sobel. I>avB (1998). Zzuiii^irudr* The True Starx of a Low Geniut Soh'ed
the Gnateií Sctent(fic Pro^efn af Hh Ttme, Foufth Ktaie. Ixmdrcs,
Soja, Eduard (|989l. /’cíjuwrM/prn Geíff^raphieJi, Verso. Ijondrcs.
Sokido^ ski. Robcrt <20<M)), ¡mroducticn lo F/w7wmrn¿?/</gy. Cambridge Vni
vcn¡il> Press, Cambndgc
Somcr\illc. Siobban B. <20051. «Queer Ixning».GLQ, 113, pp, 355 J70.
Spelmun. hli/abeih V. (1999). «‘•Race” and ihc labor oí ldcn<i<y».cn Raet.Kin
iitul Phih»jkuphi\ editado por Su&on K Bahbitt y Sue Campbell, Cornell
Vniversiiy Press, tihaca. SY.
Spivak, Gayairi Cbaknivorty (1995). «í ranslaior*s l*ireface and AfienMxii».
Imaginary Maps, Roulledge, Londres.
Siaccy. Jackic (1997). «FemiriM Thcory: Capital F, Capital T». en Inirodu^
cing Wifotrn'K SínUies. edãadi> por Victoria Robinson y Dianc Richard*
son. Mocinillan, Londres
Slein, Ldith (1989), ¿In the of Empofhy, traducido por Wahraul
Slcin. tes Publicatums. Washington. DC.
Sieinhock, Anthonx (1995). H we tittd Beyond: Generati\e Phiíojtopfry afier
Northwestern Vnivcrsily Press, Fvnnston. III
Stokes. Masón (2001). Hif Co^or trfSeJí.* Whitenesx, HelerosexuaUiy, and the
Piettonf of Whde Snpremccy» Ihikv ünivcrsitj lYess. Durham. NC.
Tht>mas, Nicholas (1991), tnuinfiled Ob/ei is: Exehanfie» Matertaí Cuiture,
and Calnnlatisw (n ihe Pacifli, Harvard ünitertíly Press. Cambridge.
Mass
Ti/ard, Barbara y Ann Phoenix (1993). S/trrA. \^1íiie tK Mixed-Raee: Race
and RacUm in ihe Urei af Yaunj^ People af Mixed-Parentane. Roulledge,
Ixmdres.
Tofia*Kell>. Divya (2004), «Localing Processes oí Identification: Studying
ihc Prccipilates oí Re-Memory ihrough Arteíacts in thc British Asían
Home», TranMcrionx of tke Imrítute of Rriinb Geofiraphefi, 29. pp. 314*
329.
Tyler, liiM>gen <2005). •’*Whopul the ME in Fcminism?*’ The .Sexual ISMilics
oí Nardssisnt», Peminhl Theory, 6.21. pp. 25*44
Tyler. Kaihenire (2005). <Thc Genetdogical Imagination: The Inheriunce of
Intentkcial ldentities».5¿>i'r>>/r>gá'ü/ Kriiew , 533. pp. 476-494.
260 FciF3encflüloftft queer