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¿Dónde está la inteligencia?

Un misterio que obsesiona a los neurocientíficos es


responder a la pregunta ¿en qué lugar del cerebro reside la inteligencia?
Según parece por recientes investigaciones, la respuesta apunta a todas
sus partes en vez de a una en particular. Richard Haier, de la
Universidad de California en Irvine, y Rex Jung, de la Universidad
de Nuevo México, hicieron una revisión de 37 estudios basados en
escaneos cerebrales relacionados con la inteligencia, incluyendo
estudios efectuados por ellos mismos. Como resultado, encontraron
evidencias de una neurobiología distinta para la inteligencia humana. Su
Teoría de la Integración Parieto-Frontal identifica una red cerebral
relacionada con la inteligencia, que involucra principalmente áreas en los
lóbulos frontales y parietales.
Estudios recientes en el ámbito de la neurociencia sugieren que la
inteligencia está relacionada con el grado de eficiencia del movimiento de
la información a través del cerebro. Esta nueva revisión de estudios
identifica las “estaciones” a lo largo de los trayectos en las que tiene
lugar el procesamiento inteligente de la información. Una vez que los
científicos conozcan bien dónde están todas las estaciones, podrían
estudiar cómo se relacionan con la inteligencia.
Los datos sugieren que algunas de las áreas del cerebro relacionadas
con la inteligencia son también las que se relacionan con la atención, la
memoria, y con funciones más complejas como el lenguaje. Según Haier
y Jung, esta posible integración de funciones cognitivas sugiere que los
niveles de inteligencia podrían estar basados en el grado de eficiencia
con que las redes parieto-frontales procesan la información.
Los estudios por imagenes cerebrales sobre la inteligencia son
relativamente nuevos. El propio Haier hizo algunos de los primeros hace
sólo veinte años. Aunque todavía persiste el debate acerca de cómo
definir y medir la inteligencia, Haier y Jung encontraron concordancias
sorprendentes en los estudios que revisaron, a pesar de que
representaban aproximaciones muy variadas.

Estos dos investigadores han hecho algunos de los hallazgos


fundamentales en los estudios sobre inteligencia. En 2004, descubrieron
que las regiones relacionadas con la inteligencia general están ubicadas
por todo el cerebro y que es improblable pensar en un “centro de
inteligencia” único, como el lóbulo frontal. En 2005, encontraron que, si
bien no hay diferencias apreciables en cuanto a inteligencia general entre
los sexos, como demuestran las puntuaciones en los tests de
inteligencia, las mujeres tienen más materia blanca que los hombres, y
éstos más materia gris que las mujeres. Este hecho sugiere que no
habría una estructura neuroanatómica única que determine la inteligencia
general y que diferentes tipos de “diseños” cerebrales pueden dar lugar a
una eficacia intelectual equivalente.
La investigación genética ha demostrado que los niveles de inteligencia
pueden heredarse, y dado que los genes trabajan a través de lo
biológico, debería haber una base biológica para la inteligencia. Los
científicos tienen un largo trecho por recorrer antes de develar los
detalles. El modelo de redes propuesto por Haier y Jung proporciona un
buen camino para la comprobación de nuevas hipótesis en futuros
experimentos.
"Hemos encontrado que la inteligencia general depende de un sistema neuronal muy
circunscrito", dijo el profesor de neurociencia, Aron Barbey, del Decision Neuroscience Laboratory,
que dirigió el estudio. "Varias regiones del cerebro, y las conexiones entre ellas, eran las más
importantes para la inteligencia general.

Un mapa de la inteligencia cerebral

"Estas estructuras están localizadas principalmente en la corteza prefrontal izquierda (detrás de la


frente), la corteza temporal izquierda (detrás de la oreja), y la corteza parietal izquierda (en la
parte trasera superior de la cabeza) y en los “tractos (conductos) asociados de sustancia blanca"
que los conectan.

Al trabajar con sujetos con daño cerebral, los investigadores también encontraron que las regiones
cerebrales dedicadas a la planificación, el autocontrol y otros aspectos de la función ejecutiva, se
superponen de forma muy significativa con las regiones vitales de la inteligencia general.
El daño cerebral, con frecuencia afecta a varias áreas del cerebro, lo que complica la tarea de
identificar las contribuciones de dichas estructuras cognitivas específicas del cerebro.

Los investigadores captaron tomografías de los cerebros de los participantes y les administraron
una extensa batería de pruebas cognitivas. Agruparon los datos tomográficos para producir un
mapa colectivo de la corteza, que dividieron en más de 3.000 unidades tridimensionales, llamados
voxels.

Mediante el análisis de múltiples pacientes, con daños en un voxel en particular o en un grupo de


voxels, compararon sus habilidades cognitivas otros pacientes con esas mismas estructuras
intactas, los investigadores consiguieron identificar las regiones del cerebro esenciales para las
funciones cognitivas específicas, y también las estructuras que contribuyen significativamente a la
inteligencia.

El estudio ha proporcionado nuevas evidencias de que la inteligencia no está basada en una región
del cerebro, ni tan siquiera en el cerebro como un todo, explicaba Barbey, sino que involucra a las
áreas específicas del cerebro que trabajan juntas de manera coordinada.

"De hecho, las regiones y conexiones que descubrimos apoyan a las evidencias neurocientíficas
que indican que, la inteligencia depende de la capacidad del cerebro para integrar la información
de los procesos verbales, visuales, espaciales y ejecutivos", añadió.

Estos hallazgos "abren la puerta a futuras investigaciones sobre las bases biológicas de la
inteligencia, la exploración del cerebro, los genes, la nutrición y el medio ambiente en su conjunto
y cómo interactúan para dar forma al desarrollo y la evolución continua de las habilidades
intelectuales, tan notables y que nos conforman como seres humanos", señaló Barbey .

¿Dónde reside la inteligencia? Esta es, sin duda, la pregunta del millón. A lo largo de la
historia de la humanidad infinidad de investigadores han tratado de dar respuesta a esta
incógnita sin, lamentablemente, demasiado éxito. Tampoco se ha encontrado una respuesta
satisfactoria a lo que origina que una persona sea más inteligente que otra. Algunos
científicos pensaban que el tamaño de ciertas áreas del cerebro (incluso el de dicho órgano)
era la solución a la ecuación; otros, sin embargo, creían que la clave radicaba en el número
de neuronas. Y así hasta el infinito.

A día de hoy, parece que está claro que ni una cosa ni la otra, en esencia, explicarían
el origen de la inteligencia del ser humano. Durante mucho tiempo se intentó categorizar:
‘tener más neuronas es mejor’, ‘tener más conexiones es mejor’... Pero, posteriormente, se
ha demostrado, por ejemplo, que el cerebro de Einstein, al menos lo poco que se sabe de él,
no tenía más neuronas que los demás.
“De hecho, algunos trabajos mostraron que tenía menos neuronas que células gliales [éstas
se ubican alrededor de las neuronas proporcionándoles soporte estructural y metabólico] en
algunas regiones de la corteza cerebral comparado con personas normales. En términos
cuantitativos, es muy difícil establecer una causa-consecuencia en número de neuronas,
conexiones…”, explica a LaVanguardia.com Mara Dierssen, neurobióloga del Centro de
Regulación Genómica de Barcelona (CRG).

Para empezar, ya plantea serias dificultades encontrar una definición de inteligencia que se
ajuste al término en toda su amplitud. Si tomamos la definición del diccionario, la
inteligencia vendría a ser la capacidad de entender, asimilar, y elaborar la información y
utilizarla para resolver problemas. “En realidad, es como no decir nada”, señala Dierssen,
“porque esa definición está compuesta de muchas funciones subyacentes: la memoria, la
capacidad de abstracción, la capacidad de síntesis, etc.”.

El concepto, incluso, tiene una vertiente cultural innegable, lo que vendría a complicar más
la cuestión en lo referente a definir el fenómeno con exactitud. “Para una persona que viva
en un lugar remoto del planeta, quizás su inteligencia consista en saber cazar bien; pero
esto, para un occidental, es algo bastante irrelevante”, recuerda Gustavo Deco, director del
Centro Cognición y Cerebro de la Universitat Pompeu Fabra.

Lo que parece encontrar cierto consenso entre los científicos es que ahora, más que de
inteligencia, se debe hablar de inteligencias múltiples. “Esta teoría viene a decir que cada
proceso puede ser diferente, puede estar sujeto a una variabilidad individual que
seguramente depende de una variabilidad genómica”, recuerda Dierssen. Eso significa que
hay personas que, por ejemplo, pueden ser más hábiles para escribir, pero puede haber otras
con más aptitudes para la música, o para la pintura, o para la arquitectura…

Para ejecutar dichas tareas, además, entrarían en funcionamiento no una, sino varias áreas
cerebrales casi al unísono. “No creo que la inteligencia resida en una parte concreta de
nuestro cerebro, sino que es una función que requiere de una abstracción bastante general”,
esgrime Dierssen. “Para tareas creativas, reclutamos un número muy elevado de áreas. Para
nosotros, por ejemplo, que trabajamos con modelos de alteraciones cognitivas, las regiones
estrella de nuestros estudios son el hipocampo y la corteza cerebral. Eso no quiere decir
que, cuando uno está realizando una tarea compleja, no requiera de la participación de
muchas más regiones”, añade.

“Cuando hablamos de tareas concretas (atención visual, memoria, toma de decisiones)


sabemos, a través de infinidad de trabajos realizados, que éstas van asociadas a la actividad
de ciertas áreas del cerebro, de una red neuronal”, recuerda el director del Centro Cognición
y Cerebro de la UPF. “Y esto pasa tanto en animales como en humanos. Dependiendo de la
tarea, se activan redes totalmente diferentes a lo largo de todo el cerebro. Si son tareas de
memoria se activa, generalmente, la parte frontal; si son tareas más visuales sería la parte
posterior visual; si son de toma de decisiones suelen ser áreas más frontoparietales”,
agrega.

Pero, ¿qué determina que una persona sea más inteligente que otra?
La ciencia, a día de hoy, no tiene una respuesta clara al respecto. Lo que sí tiene son pistas.
“En nuestros estudios, no sabemos qué hace a un ratón mejor. Sabemos que, a lo mejor, hay
unas vías intracelulares, redes moleculares, que cuando se activan producen una mejor
consolidación de la información”, relata Mara Dierssen. “Y de hecho se han creado ratones
más inteligentes capaces de resolver mejor laberintos”, añade la neurobióloga del CRG.
Gustavo Deco, por su parte, ve en las conexiones neuronales la posible explicación. “Si
hablamos de funciones específicas cognitivas (por qué una persona tiene mejor atención
visual que otra; por qué una persona tiene mejor memoria a corto plazo que otra; por qué
una persona hace mejor una tarea de toma de decisiones que otra…) en general se pueden
correlacionar con la actividad cerebral”, esgrime. “Y en general, se puede correlacionar la
actividad cerebral con la estructura subyacente. Es decir, ya sea por cuestiones genéticas o
de entrenamiento, una persona ha podido desarrollar más una red, y las conexiones de
dentro de dicha red, que otro individuo”, señala.

La herencia genética no es definitiva

Es verdad que parte de las capacidades que posee un individuo vienen marcadas por los
genes heredados. Pero no hay que menospreciar, ni mucho menos, lo que la inteligencia de
una persona puede avanzar gracias al entrenamiento. El cerebro, y en concreto la corteza
cerebral, está prácticamente por desarrollar cuando nacemos. Su desarrollo definitivo se va
gestando gracias a los estímulos y la información que una persona va recibiendo
paulatinamente del entorno. Es lo que los científicos identifican con el nombre
de dependiente de actividad.

“Según la información que tú introduzcas en el sistema, éste modifica incluso su


estructura”, apunta Mara Dierssen. “Yo siempre les digo a mis alumnos, ‘en este momento
estáis aprendiendo algo en clase y vuestro cerebro está cambiando un poco su mapa de
conexiones’. Esta capacidad de cambio depende de una propiedad que se llama plasticidad
neuronal. Y ésta la podemos favorecer mediante el entrenamiento”, añade.

Eso quiere decir que uno no está sentenciado (hablamos de casos que no sean extremos) por
la herencia genética que haya recibido. Ni al contrario: uno no se tiene que sentir un
privilegiado, en toda la extensión de la palabra, por los genes heredados.
“La suerte que tenemos es que la influencia genética sobre las capacidades cognitivas no
suele ser global, salvo en el caso de la discapacidad intelectual, e incluso en esos casos es
más pronunciada en algunos dominios cognitivos”, señala Dierssen. “De igual manera, la
ventaja genética suele estar concentrada en un determinado dominio cognitivo. Hay gente
que tiene muy buena memoria, hay gente que tiene muy buena capacidad de abstracción…
Cada uno tiene sus habilidades, sus dominios de competencia”, agrega.

¿Tiene sentido cuantificar la inteligencia?

Teniendo en cuenta que ahora hablamos más de inteligencias múltiples que no de un


concepto global del término, quizás las herramientas convencionales de medición del
intelecto de una persona no tengan actualmente mucha razón de ser. “El problema que
presentan los test psicométricos para medir el coeficiente intelectual, o incluso algunos test
neuropsicológicos, es que se basan en medidas excesivamente sustentadas en conocimiento
adquirido”, advierte la neurobióloga del CRG.
“Nosotros, que trabajamos con discapacidad intelectual, nos encontramos con el problema
de que estamos con personas con los dominios cognitivos muy bien conservados, pero que
no son capaces de mostrarlo en los test porque éstos son demasiado dependientes del
lenguaje, que es justamente el dominio que tienen menos desarrollado”, concluye.
Lo que más usan los científicos en la actualidad son baterías de pruebas neuropsicológicas
que tienen como objetivo evitar o sortear esos elementos de confusión.

La respuesta definitiva, más cerca

Lo que parece evidente es que, cada vez más, los avances en el campo de la neurobiología
permiten a los científicos estar cada día más cerca de obtener una respuesta definitiva a la
pregunta: ¿dónde reside la inteligencia? Sabemos que parte es heredada, que parte viene
dada por el entrenamiento del individuo y que, quizás, ciertas redes moleculares, como
apuntaba Mara Dierssen, tengan también algo que decir. Lo que sí parece claro es que la
cuenta atrás para la detección definitiva del origen de la inteligencia humana ya ha
empezado.

La inteligencia, está determinada por la capacidad del individuo en la resolución de problemas de


forma creativa e innovadora. No se trata de resolver una situación por tanto como n personas lo
han realizado, sino resolver el problema por como NINGUNA persona antes lo ha realizado. La
capacidad creativa está indefectiblemente unida al concepto de Inteligencia.

La experiencia, es la fuente de datos con la que la inteligencia se alimenta, y allí donde entrena sus
posibilidades de desarrollo y crecimiento. La experiencia es el resultante de la relación entre el
individuo y su mundo externo. Esta consecuencia, deja inscripciones (huellas mnémicas) que van
constituyendo la raíz de todo aprendizaje.

La inteligencia, es un mecanismo de adaptación al medio. Aquello por lo que el hombre ha


conseguido transformarse y transformar el medio que lo rodea. Así como los camaleones cambian
de color, los seres humanos, piensan con palabras.

Un buen ejemplo, sería pensar un mismo niño, con iguales capacidades a otro con condición de
desigualdad social. Los dos serán inteligentes, pero el primero tendrá más posibilidades de ser
inteligente que el segundo, aunque este último, desarrolle la "viveza", esa hija enana de la
inteligencia.

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