Está en la página 1de 134

LECCIONES JUANELO TURRIANO DE HISTORIA DE LA INGENIERÍA

Los libros del ingeniero


Alicia Cámara Muñoz y Bernardo Revuelta Pol, coordinadores
LOS LIBROS DEL INGENIERO

Conferencias impartidas en el curso:


«Los libros del ingeniero»,
celebrado en Segovia del 8 al 10 de noviembre de 2019
y organizado conjuntamente por la UNED y la Fundación Juanelo Turriano.
Curso dirigido por Alicia Cámara Muñoz y Bernardo Revuelta Pol y
coordinado por Enrique Gallego Lázaro

2020
Creditos

www.juaneloturriano.com

Coordinación y revisión de textos:


Daniel Crespo Delgado

Diseño, maquetación:
Ediciones Doce Calles S.L.

© De la edición, Fundación Juanelo Turriano


© De los textos, sus autores
© De las fotografías y dibujos, sus autores

ISBN: 978-84-948925-9-2
D.L.: M-13125-2020

La Fundación Juanelo Turriano ha realizado todos los esfuerzos


posibles por conocer a los propietarios de los derechos de todas
las imágenes que aquí aparecen y por conocer los permisos
Cubierta:
de reproducción necesarios. Si se ha producido alguna F. VERANZIO (1551-1617), «Homo volans».
omisión inadvertidamente, el propietario de los derechos o su Lámina 38 de Machinae Novae, Venecia, s.i.,
representante puede dirigirse a la Fundación Juanelo Turriano. s.a. (1595-1616).
FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO

PATRONATO

PRESIDENTE DE HONOR

Francisco Vigueras González

PRESIDENTE

Victoriano Muñoz Cava

VICEPRESIDENTE

Pedro Navascués Palacio

SECRETARIO

José María Goicolea Ruigómez

VOCALES

Inmaculada Aguilar Civera


Alicia Cámara Muñoz
David Fernández-Ordóñez Hernández
José Antonio González Carrión
Fernando Sáenz Ridruejo
José Manuel Sánchez Ron
PRESENTACIÓN

Desde los tiempos de Leonardo da Vinci a los de Francisco Sabatini, el estudio de la ingeniería en la
Edad Moderna parece no agotar los temas en los que indagar para dar respuesta a preguntas que son
claves para entender la historia de la cultura, de la ciencia, de la guerra, del arte o de la arquitectura.
Si Leonardo se ofreció a Ludovico el Moro como ingeniero especializado en máquinas para la guerra y
para la paz, el poder de Sabatini controlando todas las obras públicas durante el reinado de Carlos III se
sustentó en gran medida en su condición de ingeniero. El carácter poliédrico de la ingeniería a lo largo
de esos tres siglos llevó a las bibliotecas de los mejores profesionales libros de tantas materias, que hoy
nos asombran. Denotan una cultura humanista que se suma a los conocimientos científicos, para ex-
plicar unas ambiciones intelectuales y sociales que se tradujeron en unas remuneraciones y un estatus
social no alcanzados por otros profesionales. En este curso se reflexionó en torno a algunas preguntas
sobre las lecturas a las que se refieren sus escritos y bibliotecas: ¿qué intereses científicos y humanísti-
cos tuvieron? ¿cuál fue el peso de los libros de la antigüedad que manejaron? ¿y los de ciencias que hoy
no asociamos a la ingeniería? ¿los arquitectos tuvieron los mismos intereses en sus bibliotecas? ¿y los
nobles? ¿sus libros y la posesión de bibliotecas ayudan a explicar su triunfo en las redes de poder? ¿qué
papel juegan los libros para entender a sus poseedores en la Edad Moderna?
ÍNDICE

1
Juan de Herrera y los libros que debe conocer el ingeniero..................... 11
MARIANO ESTEBAN PIÑEIRO

2
De compases y libros. Jerónimo de Soto y la construcción de la imagen
de un ingeniero cortesano........................................................................... 35
MARGARITA ANA VÁZQUEZ MANASSERO

3
La biblioteca como autobiografía: Los libros de Teodoro Ardemans,
Maestro y Fontanero Mayor de Obras Reales............................................ 57
BEATRIZ BLASCO ESQUIVIAS

4
Los libros de la Academia de Matemáticas de Barcelona......................... 77
JUAN MIGUEL MUÑOZ CORBALÁN

5
El esforzado camino de la Ilustración hacia una biblioteca de historia de
las obras públicas......................................................................................... 93
DANIEL CRESPO DELGADO

6
La formación intelectual de Sabatini......................................................... 109
J. ANTONIO RUIZ HERNANDO

PUBLICACIONES DE LA FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO................................................................. 131


1
Juan de Herrera y los libros que
debe conocer el ingeniero

MARIANO ESTEBAN PIÑEIRO


Academia de Historia de Portugal. Grupo de Historia de la Ciencia y la Técnica

Por San Lucas de 1583 dos jóvenes hidalgos, uno portugués y otro español, inician
sus actividades –como lector de matemáticas el primero y el segundo como ayudante
en dichas lecturas– en las dependencias de unas pequeñas casas contiguas a la Casa
del Tesoro y, por tanto, muy próximas al Palacio Real de Madrid. Ambos habían sido
nombrados para esas tareas por dos Reales Cédulas otorgadas en Lisboa por Felipe II
el 25 de diciembre de 1582. En una de ellas el monarca ordena al Pagador de las Obras
del Alcázar que se paguen 400 ducados anuales a Joan Baptista de Lavaña para que

[…] se ocupe y entienda en mi corte o donde se le ordenare en cosas de cosmografía,


geografía y topografía y en leer matemáticas en la forma y lugar que se le mandare, y en
todas las demás cosas anejas y concernientes a lo sobre dicho y en que pueda servir según
su profesión y suficiencia[…] [FIG. 1].

Así comenzó su servicio a los Austrias este cosmógrafo portugués1, y que prosiguió
sin interrupción durante más de cuarenta años, hasta su fallecimiento en Madrid en
1624. En la otra Real Cédula el monarca fija las obligaciones del otro joven hidalgo,
el manchego Pedro Ambrosio de Ondériz:

[…], que ayude al dicho Juan Bautista a leer las dichas matemáticas y se ocupe en traduzir
de latín en romance algunos libros de aquella facultad y en todo lo demás que fuere
ordenado[…].

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 11


FIG.  1.  Real Cédula por la que Felipe II ordena que se paguen a Juan
Bautista de Labaña 200 ducados anuales por leer las Matemáticas. Lisboa, 25
de diciembre de 1582. Archivo del Palacio Real. A. 1582. T. VI, fol. 210.

Su retribución anual se fijó en 200 ducados, cantidad similar a la de los salarios de


la mayor parte de los catedráticos de las universidades castellanas, lo que muestra la
importancia que Felipe II reconocía a las tareas de sus dos nuevos servidores2. En ambas
Reales Cédulas se establecía que para recibir sus salarios debían presentar al Pagador
Real, al final de cada tercio de año, una certificación de que habían cumplido con sus
obligaciones firmada por Juan de Herrera en su calidad de Aposentador de Palacio.
En la Cédula del nombramiento de Labaña se explicita la intención de Felipe II al
establecer esas lecturas de matemáticas en la Corte:

[…] deseando el provecho de nuestros vasallos y que en mis reynos aya hombres expertos
y que entiendan bien las matemáticas, y el arte de la architetura y las otras sciencias y
facultades a ellas anejas […].

Coincidiendo con el inicio de las lectu- que «en un breve volumen» mostrara a
ras el monarca encargó a Juan de Herrera quien estuviera interesado cuál era el ob-

12 LOS LIBROS DEL INGENIERO


jetivo de la creación de esas lecturas de
matemáticas en la Corte y señalara los libros
que iban a ser objeto de ellas. En enero de
1584 Herrera presentó su trabajo al mo-
narca, quien autorizó en junio de ese año
su impresión. El volumen, efectivamente
pequeño, de 45 páginas en 4º, salió de las
prensas madrileñas de Guillermo Droy unos
pocos meses más tarde con el título:

INSTITUCIÓN de la Academia Real Ma-


thematica en Castellano, que la Magestad
del Rey Don Phelippe II N. S. mandó fun-
dar en su Corte3.

Es el primer documento en que aparece


el término de Academia Real Mathematica4
para referirse a los estudios mandados fun-
dar por Felipe II y, aunque cambió entrado
el siglo XVII a Cátedra de Matemáticas y
Cosmografía, es el que ha sido utilizado
con mayor frecuencia por la historiografía FIG.  2.  
Institución de la Real Academia Mathematica en
[FIG. 2]. castellano, Madrid, Guillermo Droy, 1584.
En la Dedicatoria al rey, firmada por
Juan de Herrera, se resalta;

Porque habiéndose de leer en la Corte la Cathedra de Mathematicas que vuestra Magestad


ha mandado instituir para ennoblecimiento della y bien universal […] he puesto en este
cuaderno brevemente […] los libros y autores que se han de leer en la Academia […].

A continuación, en la Recomendación para que se imprima la obra, Labaña aclara


y completa lo anterior al manifestar que la Institución es muy provechosa por la infor-
mación que proporciona a los interesados en una u otra técnica sobre lo que deben
específicamente estudiar y conocer:

Por mandado de los Señores del Consejo real de su Magestad he visto y examinado este
tratado de la Institución de la Academia Real Mathematica, y me parece muy provechoso y
necesario para que cada uno sepa y entienda lo que debe deprender y estudiar en la sciencia
que destas Mathematicas5 professare y como a obra tan útil se debe dar licencia para que se
imprima.

El «cuaderno» comienza explicando los motivos de la creación de la Academia. Resalta


que, aunque en las Universidades hay dotadas Cátedras de Matemáticas6, hay «muy
pocos que las profesen», por lo que casi no existen personas «capaces de discernir lo falso
de lo cierto en las ciencias». Y en consecuencia: «hay falta en la República de artífices
entendidos y perfectos para muchos usos y ministerios necesarios en la vida política».

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 13


Esta carencia de técnicos, artífices, en la España de la época fue denunciada con
frecuencia7. También las quejas sobre lo perjudicial que era para los intereses de la
«república» el tener que buscar en el extranjero los ingenieros que se precisaban. Para
salir de esa situación, continúa la Institución:

Ha sido Su Magestad servido que en su Corte haya una lección pública de Mathematicas,
trayendo para ello personas eminentes que las lean y enseñen pública y graciosamente
a todos los que las quisieren oir. Y con esto, por medio de su liberalidad y magnificencia
real, sus súbditos se habiliten y ennoblezcan en estas facultades y en sus reinos haya sin
esperarlos de otros.

Se crea así una lección pública y gratuita, abierta a todo aquel, fuera cual fuera su
condición, que tuviera interés en aprender y en ennoblecerse con los conocimiento
recibidos de profesores eminentes llamados a la Corte por el monarca.
Prosigue Herrera enumerando los distintos «artífices» que en la Academia se podrán
formar. Nos detendremos aquí en los de naturaleza más técnica:

[…] Geómetras diestros en medir todo género de superficies, cuerpos, campos y tierras
[…] Pilotos diestros y cursados que naveguen la mar y sepan guiar con seguridad […]
Architectos y fortificadores […] que con sus fábricas magníficas y edificios públicos y par-
ticulares ennoblezcan las ciudades y las fortifiquen y defiendan asegurándolas del ímpetu
de los enemigos. Ingenieros y Machinistas, entendidos en la arte de los pesos […] Arti-
lleros y maestros de instrumentos y aparatos bélicos y fuegos artificiales para las baterías
y otros usos y necesidades de las guerras. Fontaneros y niveladores de las aguas, para los
acueductos y regadíos […] Y Horologiógraphos de reloxes solares y de movimiento.

A continuación explica, apoyándose en la autoridad de los clásicos, que para todas y


cada una de las artes y técnicas citadas, que en su conjunto constituyen las Matemáticas,
el fundamento indispensable y la herramienta imprescindible es la Geometría8, la más
importante de todas las matemáticas, por lo que será la materia cuya lectura gozará de
preferencia en la Academia [FIG. 3].
En apartados específicos para cada tipo de técnicos señala Herrera en la Institución
los respectivos tratados y autores que precisan conocer cada uno de ellos, así como las
partes de esas obras que se leerán en la Academia Real. A modo de ejemplo, vamos a
reproducir en sus aspectos esenciales lo que prescribe para los Geómetras y mensuradores:

GEÓMETRAS Y MENSU[R]ADORES

El Geómetra o Mensurador de tierras, campos y cualquier género de superficies, cuerpos,


alturas, profundidades. Ha de saber los primeros lib. de Euclide; La doctrina de triángulos
de Monte regio; los últimos cinco libros de Euclides, con el 10; Los Sphericos de Theodosio,
los Cónicos de Apolonio Pergeo, las obras de Archimedes de sphera y Cilindro y etc. Y el
mensurador ha de estar exercitado y diestro en la conversión de unas figuras en otras, de más
de esto habrá de saber el uso de algunos instrumentos mensorios de la Geodesia, que como
dicho queda es ciencia de medir distancias […] Se leerá en la Academia los seis libros de

14 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  3.   La Geometría, el conocimiento básico para todas las ciencias y técnicas.

Euclides y para la Stereometría el undécimo y el duodécimo, el primero de los Sphericos de


Theodosio y alguna introducción en Apolonio y la práctica a esto necessaria […]

Hay apartados similares para los «Mechanicos, Gnomónicos, Cosmógraphos y pilotos,


Perspectivos, Architectos, Fortificadores, Niveladores y Artilleros». También existen otros
apartados para actividades de naturaleza menos técnica, como por ejemplo, «Músicos»,
«Pintores» e, incluso, «Astrólogos», que no vamos a estudiar en estas páginas al no
corresponder con lo que entendemos actualmente como técnicos.
Cuando Herrera determina qué autores y obras debe conocer un tipo de artífice o técnico
concreto no se refiere solamente a la necesidad de ese conocimiento específico, sino que lo
establece, al final de la Institución, como una necesidad «legal» para poder ejercer la profesión:

Y para […] los estudiosos dellas se animen y dispongan con determinación al estudio
dellas, Su Magestad será servido que a los que en esta escuela quisieren aprovecharse y
salir examinados della, se les den sus cartas de aprovación y títulos en forma, conforme
a la facultad que profesaren. Con todas las honras, prerrogativas y preheminencias que
las Universidades aprobadas suelen dar, y algunas más, proveyendo (si conviniesse) por
ley y público decreto, que ninguno sin ser examinado por las personas que para ello se
nombrare, use públicamente, ni exercite profesión alguna de las arriba nombradas.

Este último párrafo del «cuaderno» de Herrera tiene particular importancia, pues
plantea la posibilidad de que la Academia, igual que una universidad, emitiese títulos
de todas esas «especialidades técnicas». Para obtenerlos había que pasar un examen
que se probase que se poseía los conocimientos adecuados de los textos específicos y
fijados en la Institución. Pero lo que es aún más relevante y novedoso es que Herrera
defiende la necesidad de poseer esos títulos para desempeñar cualquiera de todas esas
profesiones. Se propone de manera clara y novedosa la «institucionalización» estricta

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 15


del ejercicio profesional de los técnicos en España. Resulta así evidente que se crea
la Academia Real Mathematica con la intención que fuera una «Escuela Politécnica
General», la primera que se proyecta en Europa, cuyos titulados serían técnicos con
formación teórica suficiente para hacer progresar y avanzar las técnicas y artes de las
que eran profesionales, es decir, «ingenieros» en términos actuales.
Para entender mejor la naturaleza de esa «Escuela» que se pretende en la Institución
hay que tener en cuenta lo que Herrera indica sobre los conocimientos prácticos que
deben poseer cada tipo de técnico. En cada apartado específico, a continuación de los
tratados que debe leer el técnico concreto (fortificador, mensurador, artillero, […]) se
citan los instrumentos y procedimientos que cada uno de ellos debe saber manejar,
utilizar y conocer su fundamento matemático, pero en ningún caso se declara que en
la «Academia» se enseñará ni su manejo ni su justificación matemática. Esto aclara
que la finalidad y el objetivo de la Academia Real Mathemática era la de facilitar
la formación teórica de los técnicos, dejando que la parte práctica la aprendiesen
trabajando como ayudantes de otros más expertos, maestros y oficiales, como se venía
haciendo desde la antigüedad.
Dicho de otra manera, la Academia Real Mathematica tenía como objetivo proporcionar
a los técnicos la formación teórica que las universidades no daban, pero a la vez no parece
que Felipe II ni el autor de la Institución pensaran eliminar el sistema de gremios tradicional.
El mismo Herrera en un Memorial9 que en ese mismo año de 1584 remitió al
secretario real Mateo Vázquez, solicitando diversas mercedes al monarca, relaciona
entre sus méritos sus actividades vinculados con la enseñanza de los futuros técnicos:

[…] en todo el tiempo que ha que sirvo a S. M. siempre he procurado enseñar y criar personas
que con el tiempo aprovechen para su real servicio; y en esto y en recoger y regalar a otros que
andan en él, y que veo que son virtuosos y para servir, he gastado parte de mi hacienda […]
todavía me lo ha hecho continuarlo el ver que en casa de S. M. no hay quien lo haga; y muchos
dellos échanlo de ver, y son extrangeros, y algunas veces no van con el gusto que hombre querría
que fuesen.

Denuncia aquí el Aposentador Mayor dos hechos: por un lado, el que él personal-
mente tuviera que cuidarse de la formación de los servidores reales, y a sus propias
expensas; y, por otro, que por ser extranjeros algunos de ellos no ponían demasiado
entusiasmo en su actividad como técnicos al servicio del monarca10. Este rechazo, más
o menos explícito, a la presencia de ingenieros extranjeros ya lo expresó en el inicio de
la Institución, como se ha recogido en páginas anteriores.
Volviendo a los autores y a las obras elegidas por Herrera, y para facilitar su análisis,
presentamos una tabla en cuya primera columna aparecen todos los autores con sus
obras, tal como los cita Herrera. En la segunda columna se facilita noticia sobre las
ediciones que existían de esas obras y el idioma de ellas y en la tercera sus versiones
en castellano, si había11. En la cuarta columna se detalla para cada texto, según el
criterio del Aposentador, qué técnicos debían «saberlo», total o parcialmente, para poder
ejercer la profesión, y en la quinta qué parte de cada obra se leerá en la Academia por
los encargados de las lecturas.

16 LOS LIBROS DEL INGENIERO


AUTOR Y OBRA SEGÚN SE EDICIONES EN ESPAÑOL TÉCNICOS LEER EN LA
CITA EN LA INSTITUCIÓN… ANTERIORES A 1585 «QUE DEBEN ACADEMIA
SABERLA»

ARISTÓTELES Opera Omnia, Lyon, 1580 Fortificadores


(Estagira, 384 a. C. - Calcis, 322) (Latín)

LAS MECHANICAS* Tartaglia, N., Quesiti et Mecánicos «Lo más necesario»


inventioni diverse,
Artilleros Algo
Libro Séptimo, Venecia,
1546 (Italiano)

APOLONIO Conicorum libri quattuor, Traducidos por Geómetras o Una Introducción


(Perga, 262 a. C. - Alejandría, 190 a. C.) Ed. Comandino Bolonia, Ondériz en ms Mensuradores
1566 (Latín)
LOS CÓNICOS DE APOLONIO Gnomónicos
PERGEO

ARQUÍMEDES Archimedis Syracusani Traducidos por Fortificadores


(Siracusa, 288 a. C. -212 a. C.) Opera Basilea, 1544 (Latín) Ondériz en ms
Mecánicos «Lo más necesario»

Artilleros Algo

LOS EQUIPONDERANTES Archimedis Syracusani Geómetras o


Opera Basilea, 1544 (Latín) Mensuradores

DE ESFERA Y CILINDRO Archimedis opera Niveladores Sobre las cosas que


nonnulla, a Federico andan en lo húmido
Commandino Urbinate
«cómo están las cosas en el nuper in latinum conversa
húmido» Venecia, 1558 (Latín)
(sin especificar la obra)
Archimedis De Quae
vehuntur in aqua Libri duo.
Ed. Comandino Bolonia,
1565 (Latín)

EUCLIDES Opus elementorum Zamorano, R. Architetos


(Alejandría) Euclidis Megarensis in Los Seis Libros
geometrían artem. Gerhard primeros de la Fortificadores Todos
LOS LIBROS DE EUCLIDES Ratdolt Venecia, 1482 Geometría de (Libros 1 a 6,
(Latín) Euclides, 7, 11 y 12)
Sevilla, 1576

Euclides Elementa geome- Traducidos por Geómetras o Libros 1 a 6, 11


triae, Vicenza, 1491 (Latín) Ondériz en ms Mensuradores y 12
Libros 11 y 12 (Libros 1 a 6,
10 a 15)

Euclidis megarensis philo- Gnomónicos Libros 1 a 6


sophi…Elementorum Libros (Libros 1 a 6,
XIII, Venecia, 1505 (Latín) 11 y 12)
(Incluye las dos ópticas
atribuidas a Euclides: Pers- Cosmógrafos y
pectiva y Especularia) Pilotos

Mecánicos Algunos capítulos


Euclide Megarense…per (Libros 1 a 6,
il degno professore di tal 7, 11 y 12)
Sciencie Nicolo Tartalea
Brisciano, Venecia, 1543, Artilleros Libros 1 a 7
1569, 1585 (Italiano) (Libros 1 a 6)

Niveladores
(Libros 1 a 7)

Perspectivos
(Libros 1 a 6,
11 y 12)

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 17


AUTOR Y OBRA SEGÚN SE EDICIONES EN ESPAÑOL TÉCNICOS LEER EN LA
CITA EN LA INSTITUCIÓN… ANTERIORES A 1585 «QUE DEBEN ACADEMIA
SABERLA»

PERSPECTIVA Y ESPECULARIA Euclidis megarensis phi- Ondériz, A. Gnomónicos Perspectiva


losophi…Elementorum La Perspectiva
Libros XIII, Venecia, 1505 y Especularia Perspectivos Perspectiva y
(Latín) Madrid, 1585 Especularia
(Incluye las dos ópticas
atribuidas a Euclides: Pers-
pectiva y Especularia)

ATENEO Copias manuscritas en griego Artilleros


Atheneus de Seleucia y latín.
(Seleucia, s. I a. C.) Fortificadores «algunas cosas»
Ninguna edición impresa
DE MACHINAS Mecánicos

TEODOSIO Theodosii Tripolitae Sphae- Traducidos por Geómetras o


(Bitinia s. I a. C.) ricorum libri tres Ondériz en ms Mensuradores
Ed John Penna, París, 1556 El Libro 1º
LOS SPHERICOS DE (Latín) Gnomónicos
THEODOSIO

VITRUVIO Vitruvius Architectura, De Architectu- Architectos Algunos libros de


(Roma 80 a. C. - 15 a. C.) Venecia, 1511 (Latín) ra, por Miguel Edificatoria
Edificatoria Libros 1 a 8, de Urrea, Artilleros
Gnomótica Libro 9, Machi- Alcalá, 1582 (Libro 10) Algo del
LA ARCHITECTURA natoria Libro 10 Libro décimo
EDIFICATORIA Fortificadores
GNOMÓTICA MACHINATORIA Vitruvio De Architectura. (Libro 9 y 10) Edificatoria
Libri Decem.
Ed. Barbarii, Venecia, 1567 Mecánicos Algunas cosas
(Latín) (Libro Octavo)

Niveladores Algunas cosas

HERÓN ALEXANDRINO No se conoce ninguna obra Niveladores


(Alejandría, 10-70) de Heron con ese nombre

LOS HYDRÁULICOS Heronis Alexandrini Spiri-


talium liber
Trad. F. Comandino, 1575
(latín)
Esta obra incluye un órgano
hidráulico

Heronis Mechanici : liber Mecánicos


de machinis bellicis, Vene-
Machinas (No se especifica la cia, 1572 (Latín)
obra) Heron Mechanicus, Estras- Fortificadores
burgo, 1580 (Latín)

PTOLOMEO De analenmate. Gnomónicos Completo


(Alejandría, 100-170) Ed. Comandino. Roma,
1572 (Latín)
LA ANALEMMA

Geographiae Claudii Pto- Cosmógrafos Algunos capítulos


lemaei Alexandrini... libri
LA GEOGRAPHIA VIII, Basilea, 1552 (Latín) Pilotos Algunos capítulos

La Geografia di Claudio
Toloemo Alessandrino
Venecia, 1561

Ptolemaei Alexandrini.
Geographie Libri Octo
Ed G. Mercator, 1584

18 LOS LIBROS DEL INGENIERO


AUTOR Y OBRA SEGÚN SE EDICIONES EN ESPAÑOL TÉCNICOS LEER EN LA
CITA EN LA INSTITUCIÓN… ANTERIORES A 1585 «QUE DEBEN ACADEMIA
SABERLA»

LA PERSPECTIVA Opera Omnia, Basilea, Perspectivos


1541 (Latín)

VEGECIO De Re Militari, París, 1535 Fortificadores


(Roma s. IV-V) (Latín) Alguna cosa
De Re Militari, Lyon, 1584 Mecánicos
DE RE MILITARI (Latín)

ALHAZEN Copias manuscritas en árabe Perspectivos Lo más a propósito


(Basora, 965-El Cairo, 1040) y latín
Alhazen Opticae Thes-
(No especifica la obra) aurus; Vitelio Opticae,
Ed. F. Risnero, Basilea, 1572
(Latín)

JORDANO Liber de Ponderibus, Fortificadores «Lo más necesario»


(Jordanus Nemorarius) Ed. Apiano, Nuremberg,
S. XIII 1533 (Latín) 1ª ed.
De ratione ponderis Mecánicos «Lo más necesario»
DE PONDÉRIBUS Ed. Tartaglia, Venecia, 1565
(Latín)

VITELIÓN Alhazen Opticae Thes- Perspectivos


(Baja Silesia 1237-1290 ca.) aurus; Vitelio Opticae.
Ed. F. Risnero, Basilea, 1572
(No especifica la obra) (Latín) 1ª ed.

ALBERTI De Re edificatoria, Los diez Libros Architectos Algunos libros


(Génova, 1404-Roma,1472) Florencia, 1485 (Latín) de Arquitectura
Trad. Francisco Fortificadores Algunos libros
(No especifica la obra) L´Architettura Lozano, Madrid,
Trad. Bartoli, Venecia, 1565 1582. Niveladores Algunas cosas
(Italiano). 50 grabados Sin grabados

R. VALTURNO De Re Militari, Verona, 1483 Fortificadores


(Rímini, 1405-1475) (Latín) Alguna cosa
Mecánicos
Machinas Les douze livres de Robert
(No se especifica la obra) Valturin touchant la disci- Artilleros
pline militaire, París, 1555
(Francés)

MONTE-REGIO De Triangulis, Geómetras y Lo más a propósito


(Könisberg 1436-Roma, 1476) Nuremberg, 1533 (Latín) Mensuradores

LA DOCTRINA DE TRIÁNGU- Regiomontani De Triangu-


LOS DE MONTEREGIO lis Planis et sphaericum,
Basilea, 1561 (Latín)

N. TARTAGLIA Nova Sciencia, Artilleros Algo


(Brescia, 1499-Venecia, 1557) Venecia, 1537
Fortificadores
Sobre materia bélica Quesiti et inventioni diverse,
(No se especifica la obra) Venecia, 1546 (Italiano) Gnomónicos

Mecánicos

COMANDINO Liber de horologiorum Gnomónicos Lo más a propósito


(Urbino, 1509-1575) descriptione, Roma, 1562
(Latín)
No se especifica la obra

Liber de Centro Gravitatis Fortificadores


DEL CENTRO DE GRAVEDAD solidorum, Bolonia, 1565 Lo más a propósito
(Latín) Mecánicos

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 19


AUTOR Y OBRA SEGÚN SE EDICIONES EN ESPAÑOL TÉCNICOS LEER EN LA
CITA EN LA INSTITUCIÓN… ANTERIORES A 1585 «QUE DEBEN ACADEMIA
SABERLA»

D. BÁRBARO La Práctica della Perspetti- Perspectivos


(Venecia, 1514-1570) va, Venecia, 1568 (Italiano)

LA PRACTICA

CLAVIO Gnomonices Libri Octo, Gnomónicos Lo más a propósito


(Bamberg, 1538-Roma, 1612) Roma, 1581 (Latín)

(No se especifica la obra)

F. MAUROLICO No se conoce una obra de Gnomónicos Lo más a propósito


(Mesina 1494-1575) este autor sobre esa materia

GNOMÓTICA

GUIDOBALDO Mechanicorum Liber, Fortificadores «Lo más necesario»


(Pesaro, 1545-Mombaroccio, 1607) Pessaro, 1577 (Latín)
Mecánicos
LAS MECHANICAS*
Artilleros

El primer dato que se obtiene es que el total de las obras es de veintinueve y que
corresponden a veintidós autores diferentes. Más de la mitad de los tratados son anteriores
al siglo IV y únicamente siete son del siglo XVI, es decir, contemporáneos. También
merece resaltarse que de nueve no se especifica el título (como se puede comprobar
en la columna primera de la tabla) y sólo se dan los datos del autor y de la materia, lo
que puede llevar a pensar que Herrera no tenía conocimiento directo de esos textos y
quizás sólo algunas referencias de ellos a través de otras obras.
En cuanto a los autores, lo que más destaca es la presencia de la mayor parte de los
grandes científicos, ingenieros y arquitectos de la Antigüedad: Aristóteles, Arquímedes,
Ateneo, Teodosio, Euclides [FIG. 4], Apolonio, Vitruvio, Herón, Ptolomeo y el romano
Vegecio [FIG. 5].

ÉPOCA CLÁSICA PERÍODO MEDIEVAL RENACIMIENTO SIGLO XVI TOTAL

AUTORES 10 3 3 6 22
OBRAS 16 3 3 7 29

Bastantes de estos tratados podían encontrarse en Castilla en ediciones latinas,


sobre todo aquellos que eran objeto de estudio en las universidades de Salamanca,
Valladolid y Alcalá. Y en Madrid no sería imposible obtener de alumnos de la cercana
Alcalá al menos fragmentos manuscritos, casi siempre en latín, de algunos de ellos y
también de otros de los citados por Herrera. Pero otras obras eran difíciles de conseguir
y en ocasiones tampoco era fácil conocer si existían ediciones impresas de ellas [FIG. 9].
Una carta12 que Herrera envió a Cristóbal de Salazar, Secretario de la embajada
española en Venecia, el primero de enero de 1584, incluye una relación de obras, sobre
las que pide información acerca de sus posibles ediciones, y le encarga que adquiera un
ejemplar de cada una que esté impresa. En la primera columna de la tabla se marcan
con una estrella las cuatro que figuraban en esa petición de Herrera a Venecia: Las
Mechanicas de Aristóteles, Los Sphericos de Teodosio, un trabajo, sin precisar, sobre
máquinas de Herón y Las Mechanicas de Guidobaldo.

20 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  4.   Primera edición de los Elementos de Euclides, Venecia, 1482.

Como resultado global del examen de esos veintinueve textos hay que decir que
todos, no sólo los escritos por los autores de la época clásica, son de gran calidad
y profundidad y todos están considerados por los historiadores de la ciencia como
obras de particular importancia y relevancia. Pero también hay que hacer notar que
el contenido de la mayoría tiene un enfoque muy teórico y con un nivel muy superior
de lo que podrían necesitar quienes a fines del siglo XVI desearan ser niveladores,
fortificadores, mecánicos, etc. Prueba de ello es que muchos de estos textos, como se
ha dicho más arriba, eran comentados en las universidades, especialmente en la Cátedra
de Matemáticas y Astronomía de Salamanca.

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 21


FIG.  5.   Aristotelis stagiritae Opera Omnia, Lyon, 1580; Archimedis …In aqua libri duo, Bolonia, 1565; Vegetius de Re Militari,
París, 1535; Heron Mechanicus, Estrasburgo, 1580. Ediciones latinas de cuatro obras clásicas.

22 LOS LIBROS DEL INGENIERO


Según se comprueba en la tabla, la mayor parte de los diversos técnicos a los que iba
dirigida la Academia Real debía saber los contenidos, con mayor o menor profundidad, de
cuatro o cinco de los veintinueve textos y sólo uno de estos, Los Elementos de Euclides,
debía ser estudiado por todos, aunque en la mayoría de los casos únicamente los seis
primeros libros. Este planteamiento es coherente con el énfasis con el que Herrera
defiende la importancia de la Geometría en las primeras páginas de la Institución.
Pero al repasar este listado de textos resalta una incoherencia grave con una de las
peculiaridades esenciales de la Academia pues, como se ha señalado más arriba, en el
título de la Institución figura Academia Real Mathematica en Castellano y en su última
página, al reiterar el objetivo de la creación de la Academia, se vuelve a incidir que, a
diferencia de las Universidades, las lecturas se harán en vulgar:

Y porque la intención de Su Magestad en haber mandado fundar esta Academia Mathe-


matica en vulgar ha sido para que en beneficio y ennoblecimiento de sus Reinos haya en
ellos profesores consumados de todas las disciplinas y artes sobredichas.

Y a pesar de que la lengua a emplear en la Academia Real debía ser el castellano, de


la práctica totalidad de los tratados exigidos se disponía únicamente de ediciones latinas
y de unas pocas en italiano y francés [FIGS. 6 y 7]. Sólo existían versiones castellanas de

FIG.  6.   Dos tratados de arte militar. N. TARTAGLIA, Nova Sciencia, Venecia, 1537; Les douze livres de Robert Valturin touchant
la discipline militaire, París, 1555. Las ediciones están en italiano y francés, respectivamente.

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 23


FIG.  7.   D. BARBARO, La pratica della perspettiva, Venecia, 1568; C. CLAVIO, Gnomonices Libri Octo, Roma, 1581;
GUIDOBALDO, Mechanicorum Liber, Pesaro, 1577. Ediciones de tres de las obras del siglo XVI.

24 LOS LIBROS DEL INGENIERO


Los Primeros Seis Libros de Euclides, la edición de Rodrigo Zamorano13, y de los tratados
de Arquitectura de Alberti y de Vitruvio, ediciones de Francisco Lozano y de Miguel de
Urrea respectivamente. Con el gran inconveniente añadido de que la obra Los diez Libros
de Arquitectura de Alberti traducida por Lozano carecía totalmente de figuras, lo que
disminuía grandemente su utilidad. Más aún si se tiene en cuenta que la edición italiana
de 1565 de esa obra contenía cincuenta grabados, que son indispensables para entender
bien su contenido. A estas tres ediciones castellanas se unió en 1585 la traducción realizada
por Ambrosio de Ondériz de La Perspectiva y Especularia de Euclides, cuyo impresión
costeó el propio monarca [FIG. 8]. Hay que resaltar que fue la única obra que consiguió
publicar de todas las que tradujo, en cumplimiento de las obligaciones contenidas en
la Real Cédula de su nombramiento, y que correspondían a tratados que debían leerse
en la Academia: Libros XI y XII Elementos de Euclides, Los Esféricos de Teodosio, Los

FIG.  8.   Los Seis Libros


primeros de La Geometría
de Euclides; Vitruuio Polion
De Architectura; Los Diez
Libros de Architectura de
Leon Baptista Alberto; La
Perspectiva y Especularia
de Euclides. Son las únicas
ediciones en castellano que
existían de los 29 tratados
elegidos por Herrera.

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 25


Equiponderantes de Arquímedes, Las Cónicas de Apolonio y El uso de los globos. Ondériz
así lo afirma en una solicitud de aumento de salario de 30 de diciembre de 1584 y lo
certifica Herrera14, el 16 de marzo de 1585, incidiendo en la importancia de imprimirlos
para las lecturas de la Academia.

Lo que dize Ambrosio de Ondériz de los libros que tiene traducidos en rromançe los quales
es necesario que se impriman para poder pasar adelante con las leciones mathemáticas
que se leen en dicha lengua, es ansí que él los tiene traducidos pero no posibilidad para
los poder imprimir y ansí sería bien ayudarle siquiera para cortar las figuras de los dichos
libros y para los poder imprimir pues es bien común del Reyno.

Felipe II le concedió 200 ducados, parte para la publicación de La Perspectiva y Especu-


laria y parte para ayudarle en su sustento, pero le denegó el aumento de salario solicitado.
La escasez de ediciones en castellano de obras técnicas está motivada principalmente,
aunque no solo, por una pobre demanda debido a una probada15 falta de interés entre
los españoles de la época por los temas científicos y técnicos. Posiblemente debido a que
la burguesía, principal demandante de estos temas, era mucho menos numerosa que en
otros países y quizás menos consciente de los provechos económicos que podían surgir
del progreso científico y técnico16. A este factor se unía también la carencia de papel de
calidad y la escasez de buenos grabadores en España, lo que dificultaba y encarecía la
edición de estas obras, en las que la presencia de figuras, algunas de gran complejidad,
era esencial para su estudio y comprensión. Una prueba de estas carencias se encuentra
en la carta mencionada anteriormente de Herrera al Secretario de la embajada española
en Venecia. En ella solicitaba también el envío desde esa ciudad de papel de calidad para
las estampas del Monasterio del Escorial ya que, afirma «[…] no se ha hallado por acá 
papel a propósito […]».
El papel tardó en llegar y hubo que llamar al francés Perret para que grabara las
estampas, que habían sido trazadas por Herrera17, porque el monarca no encontraba
un grabador español que le satisficiera.
Como muestra del encarecimiento que suponía incluir grabados en las ediciones
impresas podemos citar que la Teórica y Práctica de Fortificación del capitán Cristóbal
de Rojas, que incluía 120 grabados, salió de la imprenta madrileña de Luis Sánchez
al precio de 7 maravedíes el pliego, mientras que El ingenioso Hidalgo don Quijote
de la Mancha, de Cervantes, editada por Juan de la Cuesta con un único grabado,
también en Madrid, en 1605, costaba la mitad, es decir, 3,5 maravedís por pliego. En
esta misma imprenta, y sólo tres meses más tarde, García de Céspedes sacó a la luz su
Libro de Instrumentos Nuevos de Geometría ilustrado con 25 grabados. Su precio fue
de 5 maravedíes el pliego, es decir, casi un 50% más caro que el Quijote.
Pero, a pesar de estos inconvenientes, hay que precisar que aunque no muchos sí
existían tratados en castellano, la mayoría de autores españoles, que en un porcentaje
alto no desmerecían en calidad de algunas de las obras elegidas por Herrera y que,
además, por su contenido y nivel podían ser más útiles para la formación de los técnicos.
Por ejemplo, Pérez de Moya, Tratado de Geometría Práctica y Speculativa, Alcalá, 1573;
Jerónimo Girava, La Cosmographia y la Geographia, Venecia, 1570; La Cosmographia de
Pedro Apiano, comentada y traducida por Gemma Frisius, Amberes, 1575; De Re Metalica

26 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  9.   Tres importantes tratados en castellano publicados en el extranjero y no citados por Juan de Herrera: J. ROJAS,
Comentariorum in Astrolabium quod Planispherium voocant, París, 1550 y 1551; J. GIRAVA, La Cosmographia y la Geographia,
Venecia, 1570; La Cosmographia de Pedro Apiano, comentada y traducida por Gemma Frisio, Amberes, 1575.

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 27


de Pérez de Vargas, Madrid, 1568; Juan Arfe y Villafañe, Quilatador de la plata y oro,
Madrid, 1572; Pedro Roiz, Libro de los reloges solares, Valencia, 1575; Martín Cortés,
Breve compendio de la Esfera y de la arte de navegar, Sevilla, 1556; o las de Pedro de
Medina, Arte de Navegar, Valladolid, 1545, y Regimiento de Navegacion, Sevilla, 1552
y 1563 [FIG. 9].
Es difícil entender los motivos por los que Herrera olvida y no cita ninguno de estos
textos ni cualquier otro de autor español. Ni siquiera el Comentariorum in Astrolabium
quod Planispherium voocant, impreso en París en 1550 y en 1551, considerado uno de
los mejores tratados europeos sobre la utilización y fundamento del astrolabio y sobre
la construcción de relojes solares. Además, el libro estaba dedicado a Carlos V por su
autor, el noble Juan de Rojas Sarmiento, hijo del Marqués de Poza y amigo personal
de Felipe II desde su juventud y también del propio Juan de Herrera18. En relación con
lo expuesto más arriba, tanto este tratado como los citados de Girava y Gemma Frisio
contienen grabados de gran calidad, gracias posiblemente a su impresión en París,
Venecia y Amberes, respectivamente, en donde trabajaban magníficos grabadores.
Aunque estas ausencias resultan sorprendentes, también puede extrañar que falten
entre los elegidos por Juan de Herrera algunas de las obras más importantes relacionadas
con las técnicas y publicadas en Europa en el siglo XVI. Sólo como ejemplo pueden
citarse Gregor Reisch, Margarita philosophica, Friburgo, 1503, y que constituye una
auténtica enciclopedia sobre las técnicas; Georg Bauer (Agricola), De Re Metallica,
Basilea, 1556, considerado el primer gran tratado de la historia sobre minería y fun-
dición de metales; Girolamo Cataneo, Opera del Misure, Brescia, 1572, la obra más
utilizada por los «mensuradores» europeos de la época, o el texto sobre máquinas que
más difusión tuvo durante más de un siglo, Jacob Besson, Theatrum Instrumentorum et
machinarum, Lyon, 1578, traducido a las principales lenguas europeas [FIG. 10]. También
al castellano, aunque con cierto retraso, pues su edición vio la luz en 1602.
El hecho de que en la Institución se aprecie la ausencia de algunos autores y textos
científico-técnicos importantes, principalmente del siglo XVI, y sí estén presentes los
grandes clásicos puede llevar a conjeturar que Herrera pretendía con la Institución
demostrar públicamente, y también al monarca, que no era simplemente un Apo-
sentador, un buen dibujante y un técnico, de prestigio discutido en esos años de los
primeros ochenta, sino que era realmente un matemático19, y lo probaba mostrando
su conocimiento sobre los clásicos. Posiblemente ese deseo de conseguir una mayor
consideración le llevó a arrogarse la idea del proyecto de la Academia Real sin que haya
ninguna prueba documental de ello, salvo sus propias afirmaciones. En la ya varias veces
aludida carta al Secretario de la Embajada en Venecia, Herrera da a este diplomático
la noticia de la creación de la Academia Real en los siguientes términos:

Lo que por acá  tenemos de nuevo es que su Mag. a instancia y suplicación mía a instituy-
do una cátedra de mathemáticas que se lea en la corte, y ansí se va haziendo desde octubre
acá, y créese que a de ser de grande provecho para muchas cosas, y hasta agora no faltan
oyentes, y entendemos que tan poco faltarán.

Así, además de apropiarse de la iniciativa de la creación de «una cátedra de mate-


máticas», que puede ser cierta o no, transmite al receptor de la misiva la idea de su

28 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  10.   Cuatro obras fundamentales europeas del siglo XVI sobre diversas técnicas, omitidas en la Institución: G. REISCH,
Margarita philosophica, Friburgo, 1503; G. BAUER (Agricola), De Re Metallica, Basilea, 1556; G. CATANEO, Opera del Misure,
Brescia, 1572; J. BESSON, Theatrum Instrumentorum et machinarum, Lyon, 1578.

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 29


gran predicamento e influencia sobre el monarca. Algo que siempre le podría ocasionar
beneficios. Pero también en esas pocas líneas facilita información sobre la asistencia
a las lecturas. Según Herrera, cuando apenas Labaña llevaba tres meses como lector,
no faltaban oyentes y esperaba que el futuro no escasearan.
Si volvemos a la tabla, en su quinta columna se recogen lo que Herrera dispone sobre
las lecturas de cada una de las obras. Sólo Los Elementos y la Perspectiva y Especularia,
ambos de Euclides, se leerán completos en la Academia Real y en gran parte los de
arquitectura de Vitruvio y Alberti. De otros tratados se precisa qué partes serán objeto
de lecturas, pero en la mayoría no se concreta nada y se utilizan ambigüedades, como:
«algo», «lo más necesario», «lo más a propósito», etc. Puede interpretarse que quedaba
al criterio de lector definir lo que era lo más necesario o a propósito. Otra posibilidad
es que por la urgencia de presentar la Institución al rey, pues la Academia ya llevaba
en actividad varios meses, Herrera no tuviera tiempo de concretar más el tema de las
lecturas. Pero lo que sí aparece con claridad es que seis de las obras no iban a leerse,
siquiera parcialmente, como puede verse en la tabla.
Sabemos que durante ese curso de 1583 -1584 Labaña sólo leía una hora al día, por
la mañana, y que a partir de octubre de 1584 se añadió otra hora diaria, que impartía
por las tardes Ondériz. Parece obvio que el tiempo dedicado a las lecturas era totalmente
insuficiente para cumplir lo propuesto por Herrera, pero este horario se mantuvo casi
sin alteración20 hasta 1629, cuando la Cátedra de Matemáticas y Cosmografía21 pasó al
Colegio Imperial de Madrid para ser impartida por jesuitas, concluyendo así la existencia
de la Academia Real Mathematica.
Las materias que se leyeron durante sus 46 años de vida fueron fundamentalmente
geometría y cosmografía, aunque también a veces, y según quién fuera el lector, se
trataron la artillería, la navegación y la astronomía, difundiendo los progresos que se
iban alcanzando y empleando los nuevos tratados22 que se publicaban tanto en España
como fuera de ella. Puede afirmarse que, en general, escasamente se cumplieron las
recomendaciones de Herrera en La Institución sobre los tratados a leer en la Academia
Real, y menos según pasaban los años.
Seis matemáticos recibieron hasta 1629 Cédula Real con su nombramiento para
«leer las mathematicas»: los ya citados Labaña y Ondériz, el jesuita Arias de Loyola,
el ingeniero Julián Ferrofino, y los cosmógrafos García de Céspedes y Cedillo Díaz.
Algunos otros, como el capitán Cristóbal de Rojas o el Alférez Muñiz, colaboraron
en las lecturas, pero sin nombramiento ni salario, al tenerlo ya por su profesión de
militares. Todos estos profesores, muy escasos en número, eran matemáticos y técnicos
de alto nivel que intentaron difundir los últimos avances de las ciencias matemáticas,
especialmente, las cosmográficas, al tiempo que resolvían cuantas cuestiones –teóricas
y prácticas– relacionadas con la navegación, la cartografía, la ingeniería o el arte
militar les planteaba el monarca o el Consejo de Indias, tal y como les obligaba la
Cédula Real que habían recibido23. Eran sin duda, y como se prometía en la Institución,
«personas eminentes».
Durante sus casi cincuenta años de existencia en la Academia Real no se realizaron
ningún tipo de exámenes ni se expidieron ningún género de certificados ni títulos. Y
tampoco se exigieron esas titulaciones para poder ejercer los diversos oficios técnicos

30 LOS LIBROS DEL INGENIERO


en la España de la época. En conclusión, no se consiguió en absoluto la instituciona-
lización de las profesiones técnicas pretendida por Herrera. Puede afirmarse que el
magnífico proyecto de crear la primera Escuela Politécnica del mundo resultó fallido,
quizás porque no era aún el momento adecuado.
Pero en un aspecto sí se consiguió uno de los objetivos propuestos en la Institución
herreriana. En su página 4 se detalla otra finalidad de la Real Academia, a parte de la
de formar artífices expertos:

Y finalmente, para que los hijos de los nobles que en la Corte y palacio de Su Magestad
se crían y se instruyen en el lenguaje y trato cortesano tengan, entretanto que salen a la
guerra y cargos del govierno, ocupación loable y virtuosa en que gastar el tiempo honrada-
mente, sin que por falta de conversación larga y de gusto hayan de dar en entretenimientos
derramados y otras faltas que siguen a la mocedad desocupada.

Hay constancia documental de cortesanos y nobles, como el licenciado Sánchez de


Carranza, el secretario Francisco de Garnica, el escritor Lope de Vega, el embajador
don Bernardino de Mendoza, el Conde de Puñonrostro, el Marqués de Moya o el
Marqués de Mirabel, entre otros, que acudieron con más o menos asiduidad a las
lecturas. Posiblemente buscaban obtener, sin demasiado esfuerzo, unos elementales
conocimientos sobre cosmografía, artillería y navegación que les ayudase a conseguir
los altos nombramientos que solicitaban de los monarcas en ejércitos, armadas y Reales
Consejos. Quizás por este motivo ejemplares de algunos de los «tratados que debían
saber los ingenieros» encontraban sitio en sus ricas librerías.

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 31


NOTAS

1. Una breve biografía de Juan Bautista Labaña, escrita por el autor de este trabajo, puede encontrarse en el Diccionario
Biográfico Digital de la Real Academia de Historia. Un estudio mucho más amplio sobre su vida, obras científicas y otras
actividades en ESTEBAN, 2006.
2. Sobre las remuneraciones de los científicos y técnicos en España durante los reinados de Felipe II a Felipe IV ver ESTEBAN,
1993.
3. La Institución de la Academia Real Mathematica de Juan de Herrera fue publicada en facsímil en 1995 por el Instituto de
Estudios Madrileños.
4. Un extenso estudio de esta institución y de las actividades de quienes a ella estuvieron vinculados en VICENTE y ESTEBAN,
1991, pp. 69-214. En la segunda edición de esta obra, VICENTE y ESTEBAN, 2006, pp. 65-219, como resultado de nuevas
investigaciones, se presenta un análisis aún más amplio y detallado.
5. En la época se incluían entre las Matemáticas todas aquellas artes y técnicas que precisaban de la geometría o de la aritmé-
tica. ESTEBAN, 1993.
6. En relación de la enseñanza de las matemáticas y otras ciencias y técnicas ver ESTEBAN, 2000, ESTEBAN, 2003 y ESTEBAN,
2004.
7. GARCÍA, 1993 y ESTEBAN y VICENTE, 2002. En este último artículo se analiza la dificultad de disponer de pilotos experimen-
tados a finales del siglo XVI.
8. ESTEBAN, 1994.
9. Se transcribe parcialmente en ESTEBAN, 1993
10. Algunos aspectos de la presencia de técnicos e ingenieros extranjeros se tratan en GARCÍA, 1997, ESTEBAN y JALÓN, 1998 y
ESTEBAN y VICENTE, 2002
11. Las informaciones de la segunda y la tercera columna no aparecen en absoluto en la Institución herreriana y son aportacio-
nes del autor de este trabajo.
12. Arhivo General de Simancas, GA-165, fol. 249. Esta carta se encuentra transcrita en VICENTE y ESTEBAN, 1991.
13. Sobre las versiones en castellano de las obras de Euclides, ver ESTEBAN y VICENTE, 1989
14. Ambos documentos se hallan en el Archivo General de Simancas, CSR-280, fols. 1244-1245.
15. ESTEBAN, 2007
16. Sobre la indiferencia de la burguesía ante la ciencia y la técnica, ESTEBAN, 1997, pp. 714-719.
17. El conjunto de las estampas Sumario y breue declaración de los diseños y estampas de la Fábrica de San Lorencio el Real del
Escurial se imprimió en Madrid en 1589.
18. Juan de Rojas y Herrera formaron parte del séquito que acompañó durante seis meses a Felipe II en su viaje a los Países
Bajos en 1548
19. Sobre los conocimientos científicos y técnicos de Herrera: ESTEBAN y VICENTE, 1991, GARCÍA, 1997 y VICENTE, 1997
20. Cuando Felipe III junto con sus Consejos se trasladó a Valladolid en 1601 la actividad de la Academia Real se mantuvo con
regularidad hasta el fallecimiento de su catedrático el Dr. Julián Ferrofino en 1604. Posiblemente dejaran en este momento
de leerse las matemáticas, que se reanudó en 1607, al poco de regresar la Corte a Madrid.
21. En los nombramiento de Labaña, Onderíz y Arias de Loyola sólo se indicaba que estaban obligados a «leer matemáticas en
Palacio o donde se les mandara»; en el de Julián Ferrofino de 1595 aparece por primera vez la denominación de Cátedra de
Mathematicas, y en 1607, tras su fallecimiento, en la Real Cédula para cubrir la vacante se nombra «Catedrático de Mathe-
maticas y Cosmografía» a Andrés García de Céspedes, en ese momento Cosmógrafo Mayor de Indias.
22. En relación con los tratados que sirvieron para la formación de los ingenieros artilleros ver ESTEBAN, 2017.
23. Sobre las actividades de estos matemáticos, relacionadas o no con la Academia Real, puede obtenerse información en VICEN-
TE y ESTEBAN, 1991 y VICENTE y ESTEBAN, 2006, tanto en los capítulos III y IV dedicados a esa institución como en otros del
texto

32 LOS LIBROS DEL INGENIERO


BIBLIOGRAFÍA

ESTEBAN PIÑEIRO, M. y JALÓN CALVO, M. (1998), «Juan de Herrera and the Royal Academy of Mathematics», en
Scientifics Instruments in the Sixteenth Century. The Spanish court and the Louvain School, Madrid, Fundación
Carlos de Amberes, pp. 33-42.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (1993), «Los oficios matemáticos en la España del siglo XVI», en V. NAVARRO et al., II Troba-
des d´Historia de la Ciència i de la Tècnica, Barcelona, Institut d´Estudis Catalans, pp. 239-252.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (1994), «La Geometría en la España del Siglo de Oro», en S. GARMA, D. FLAMENT, V. NAVARRO
(ed.), Contra los titanes de la rutina, Madrid, CSIC, pp. 71-90.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (1997), «Juan de Herrera y la formación matemática de los Técnicos», La Ciudad de Dios,
vol. CCX, Núm. 3, pp. 695-719.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2000), «Matemáticas y Academias en el Madrid de los Austrias», en M.C. ESCRIBANO
(Coord.), Matemáticos madrileños, Madrid, Grupo Anaya, pp. 45-105.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2003), «Las Academias Técnicas en la España del siglo XVI», Quaderns d´Historia de L´En-
ginyeria, vol. V, pp. 13-25.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2004), «Instituciones para la formación de los técnicos», en M. SILVA (ed.) Técnica e Inge-
niería en España. El Renacimiento. Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», pp. 165-203.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2006), «Un matemático portugués en la Corte madrileña», en REIS (Coord.), Rumos e escri-
ta da História. Estudos em Homenagem a A. A. Marques de Almeida, Lisboa, Ed. Colibri, pp. 625-642.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2007), «La institucionalización de la ciencia aplicada en la España del siglo XVI. Un mode-
lo cuestionado», en Más allá de la Leyenda Negra. España y la Revolución Científica, Valencia, Universidad de
Valencia-CSIC, pp. 427-442.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2008), «Instituciones para la formación de los técnicos», en M. SILVA (ed.), Técnica e Inge-
niería en España. El Renacimiento, 2º ed., Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», pp. 186-206.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2017), «Los tratados en la formación de los ingenieros artilleros de los siglos XVI y XVII», en A.
CÁMARA y B. REVUELTA (Coord.), La palabra y la imagen. Tratados de Ingeniería entre los siglos XVI y XVIII, Madrid,
Fundación Juanelo Turriano, pp. 69-96.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. y VICENTE MAROTO, M. I. (1988), «Una reflexión sobre la existencia y significado de la Acade-
mia de Matemáticas de Felipe II» en M. ESTEBAN PIÑEIRO et al. (coord.), Estudios sobre Historia de la Ciencia y
de la Técnica, Valladolid, Junta de Castilla y León, vol. 1, pp. 451-459.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. y VICENTE MAROTO, M. I. (1989), «Primeras versiones castellanas (1570-1640) de las obras
de Euclides: Su finalidad y sus autores», Asclepio, vol. XLI, pp. 203-232.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. y VICENTE MAROTO, M. I. (2002), «La casa de la Contratación y la Academia Real Mathe-
matica», en J. M. LÓPEZ PIÑEIRO et al. (Coord.), Historia de la Ciencia y de la Técnica en la Corona de Castilla,
Valladolid, Junta de Castilla y León, vol. 3, pp. 35-52.
GARCÍA TAPIA, N. (1993), «Los ingenieros y la cosmografía en la España de los siglos XVI y XVII», en A. LAFUENTE
et al. (ed.), Mundialización de la ciencia y cultura nacional, Ediciones Doce Calles, Aranjuez, pp. 1331-1340.
GARCÍA TAPIA, N. (1997), «Juan de Herrera: arquitecto e ingeniero», La Ciudad de Dios, vol. CCX, Núm. 3, pp.
721-750.
VICENTE MAROTO, M. I. y ESTEBAN PIÑEIRO, M. (1991), Aspectos de la Ciencia Aplicada en la España del Siglo de
Oro, Valladolid, Junta de Castilla y León.
VICENTE MAROTO, M. I. y ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2006), Aspectos de la Ciencia Aplicada en la España del Siglo de
Oro, 2ª ed. Valladolid, Junta de Castilla y León.
VICENTE MAROTO, M. I. (1997), «Actividad científica de Juan de Herrera», La Ciudad de Dios, vol. CCX, Núm. 3,
pp. 665-693.

Volver al índice

JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO 33


2
De compases y libros. Jerónimo de Soto
y la construcción de la imagen de un
ingeniero cortesano*

MARGARITA ANA VÁZQUEZ MANASSERO


Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

En 1530, al día siguiente del asedio de Florencia que puso fin a la República y restituyó el
poder a los Medici, el papa Clemente VII –Giulio Zanobi di Giuliano de’ Medici– encargó
a Benvenuto della Volpaia la realización de un compás en forma de puñal [FIG. 1]1. Con
anterioridad al fin de la contienda, el propio papa había encomendado a Della Volpaia
una acción de espionaje: realizar una planimetría de la ciudad de Florencia y de las
colinas de Oltrarno para construir una maqueta de madera con la que el pontífice pudiera
seguir el desarrollo del asedio desde Roma; una hazaña que sería recogida por la pluma
de Giorgio Vasari2. En ese contexto, el compás ejecutado por Della Volpaia constituye
un artefacto que aúna distintos niveles de lectura y de significación: además de servir
a una función matemática y militar, la proximidad entre el fin del asedio y el encargo

FIG.  1.   B. DELLA
VOLPAIA, Compás en
forma de puñal, ca. 1530,
Florencia, Museo Galileo
Galilei.

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 35


del instrumento permite intuir que a este objeto se le asoció un valor simbólico y de
trofeo que quedó reflejado en la riqueza del propio material en que fue realizado –el
marfil–, al tiempo que se trataba de un compás camuflado en forma de puñal. Así, la
ciencia se convertía literal y metafóricamente en un arma al servicio del poder político.
La historia apenas narrada permite introducir varios aspectos que serán objeto de
análisis en las líneas que siguen. En primer lugar, pone de manifiesto la importancia de
las relaciones entre la ciencia y el poder, entre técnicos y príncipes. En segundo lugar,
revela la pluralidad de lecturas y matices que encerraban en sí determinados objetos de
ciencia apriorísticamente sencillos como un compás, cuya inserción en el contexto social
e histórico en que fue producido permite enriquecer la interpretación de estos artefactos.
Partiendo de estas premisas, este texto pretende reconstruir la imagen que un
ingeniero como Jerónimo de Soto (ca. 1570 - Madrid, 1629)3 forjó de sí mismo a
través de los objetos que poseía al final de sus días, con particular atención a sus
libros e instrumentos pero sin descuidar la presencia de otro tipo de bienes como
las armas o las joyas. Además, tal análisis se inserta necesariamente en el contexto
político, histórico, social y científico en el que transcurrió la trayectoria de Soto, un
periodo sumamente interesante en lo que a la definición de la profesión del ingeniero
se refiere. Desde finales del siglo XVI el debate en torno a la primacía de la ciencia o
de la experiencia (tanto en la práctica de fortificar como en el campo de batalla) fue
ganando en intensidad entre estos profesionales4. Posteriormente, durante el reinado
de Felipe III se asistió al ascenso de lo que Alicia Cámara ha denominado «ingenieros
cortesanos»5; un momento que, no por casualidad, coincide con el cénit de la carrera
de Soto quien, en 1606 –tras la muerte de su maestro Spannocchi– fue nombrado
ingeniero militar y, en 1613, capitán ordinario de infantería. En este sentido, si algo
caracterizó el cursus honorum de Soto fue su cercanía a los círculos de poder de la
corte6, al rey y a sus ministros, pero también a los principales hombres de ciencia del
momento. Valgan dos ejemplos de tales relaciones. En noviembre de 1603, Spannocchi
y Soto acompañaron a don Juan Fernández de Velasco, VI condestable de Castilla y
miembro del Consejo de Guerra, durante la jornada de Guipúzcoa con el fin de «reco-
nocer las plazas de Fuenterrabía y Sebastián y las demas de aquella costa y avisar de
los reparos de que tienen necesidad, para mandarse proveer»7. No parece casual que
dos años más tarde, ambos ingenieros dieran las trazas para la nueva casa de recreo
que el condestable proyectaba construir en La Ventosilla8. Posteriormente, en 1607
y, a petición del Ayuntamiento de Valladolid, Jerónimo de Soto y el cosmógrafo João
Baptista Lavanha efectuaron un reconocimiento de los ríos Pisuerga, Alarcón y Esgueva,
concluyendo que estos eran navegables9. Cabe preguntarse si en la asignación de este
proyecto de reconocimiento fluvial a Soto y a Lavanha pudo haber influido la voluntad
del duque de Lerma. Si como afirma Cabrera de Córdoba ya mediado el año 1600, el
valido detentaba un poder incontestable en el consistorio vallisoletano como regidor
perpetuo de la institución y, además, había encargado a Spannocchi que proyectara
su palacio en la ciudad del Pisuerga, tal hipótesis sería cuanto menos plausible10. Con
todo, los datos expuestos de manera necesariamente breve sobre la trayectoria de Soto
nos hablan de un ingeniero que supo moverse en el laberinto de la corte y hacerse con
el favor de quienes regían sus designios.

36 LOS LIBROS DEL INGENIERO


La corte española, sin duda, constituye el marco donde insertar el retrato que de
Soto perfilan sus objetos. En este contexto, es significativo destacar que Soto es uno de
los pocos ingenieros –si no el único– que sirvió a la corona española entre los siglos XVI
y XVII de quien en la actualidad se conoce un inventario y tasación postmortem de sus
bienes, fechado en 163011, en el que se registraron 124 cuerpos de libros que confor-
maban su biblioteca donde saberes como la geometría, la arquitectura, la fortificación,
la artillería, el arte militar y la cosmografía estaban ampliamente representados12. Si
bien es significativa la tenencia de tales volúmenes que serán objeto de consideración
en las próximas líneas, la interpretación en torno a los mismos debe plantearse en
estrecha relación con otras partidas de objetos que Soto poseía al final de sus días
lo que, sin duda, permitirá ofrecer un retrato mucho más preciso de este ingeniero.
Así, sus libros encarnarían esa «ciencia teórica» pero también reflejarían otro tipo de
intereses de carácter religioso, literario y, en definitiva, cultural. Además de esto, en
su tasación de bienes se incluye una extensa partida conformada por 76 instrumentos
matemáticos cuyas características, como se verá, nos hablan de la importancia que
revistió la «ciencia aplicada» para Soto. El análisis de ambas categorías de objetos
dista de ser baladí en el periodo mencionado y en el contexto de los referidos debates
que se estaban produciendo en torno a la labor del ingeniero: especialmente durante
el reinado de Felipe III se asistirá a lo que parece ser una paulatina primacía de la
ciencia, en detrimento de la experiencia sobre el terreno13. Ponderar las características
específicas y la posible valoración que un ingeniero como Soto otorgó a sus libros
y a sus instrumentos poniéndolos en relación con su labor profesional contribuirá
a perfilar su posicionamiento en el contexto de tales debates. Un primer indicio de
ello lo encontramos en la valoración económica asignada a cada una de las partidas
referidas: mientras que el cómputo total de la tasación de los libros es de 2.168 reales,
la valoración económica de sus instrumentos matemáticos asciende a la suma de 4.507
reales14. A estos objetos habría que añadir los demás bienes y alhajamiento de su
casa –tapicerías, armas, pinturas, estampas, una larga relación de joyas, etc.– cuyas
características y valoración evidencian el estatus alcanzado por este ingeniero al final
de sus días y constituyen la externalización de una posición social privilegiada entre
los profesionales de la construcción en el contexto de la corte española de la época.

SABERES COMPARTIDOS. LOS LIBROS DE JERÓNIMO DE SOTO EN


EL CONTEXTO DE LA CORTE ESPAÑOLA

Buena parte de los libros que reunió Jerónimo de Soto guardaban estrecha relación con
el ambiente científico que se respiraba en la corte filipina durante las últimas décadas
del siglo XVI15. En este sentido, resultan de interés las informaciones recogidas en el
opúsculo titulado Institución de la Academia Real Matemática (1585) redactado por
Juan de Herrera y que contó con la aprobación del ya referido João Baptista Lavanha16.
Considerado como el escrito fundacional de la Academia Real Matemática creada
por Felipe II, en esta publicación, Herrera establecía una clasificación de los saberes

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 37


matemáticos y asociaba a cada una de esas disciplinas una serie de tratados cuyo estudio
resultaba imprescindible para la formación de técnicos especializados.
Para Herrera, los principios de la geometría y las obras de Euclides constituían el
fundamento teórico común para todos los profesionales cuya instrucción se contem-
plaba en la Academia Real: aritméticos, geómetras, mecánicos, astrólogos, gnómicos,
cosmógrafos y pilotos, arquitectos, fortificadores, pintores, niveladores y artilleros.
En su biblioteca, Soto reunió varias ediciones modernas de la obra de Euclides entre
las que se contaban las de Oronce Finé, Federico Commandino, Giovanni Pomodoro
o Pedro Ambrosio de Ondériz17. La publicación de este último autor –La Perspectiva
y Especularia de Euclides (1585)– estuvo estrechamente vinculada a las enseñanzas
que se impartían, por aquel entonces, en la recién creada Academia y respondía a la
necesidad de contar con textos en romance para que allí, profesores como Lavanha,
«leyessen las Matematicas en lengua castellana»18. A estas ediciones, habría que añadir
la presencia en la biblioteca de Soto de tratados matemáticos de naturaleza afín como
los del bachiller Juan Pérez de Moya con son sus Fragmentos Mathemáticos [FIG. 2] o su
Aritmetica practica y speculativa, entre otras19.
Según Herrera, a partir de esos principios euclidianos cada ciencia debía estudiar
una serie de tratados específicos. Así, en la citada Institución, el arquitecto establece
una relación ciertamente prolija de los libros que debían estudiar los mecánicos o los

FIG.  2.   «Cap. 43. Trata del numero y diffinicion de los cuerpos regulares e irregulares», en J. PÉREZ DE MOYA,
Fragmentos mathematicos, Salamanca, En casa de Iuan de Canoua, 1568, pp. 203-204.

38 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  3.   A. PALLADIO, I quattro libri dell’architettura (frontispicio), Venecia, Appresso
Dominico de’ Franceschi, 1570.

astrólogos, entre otros20. Sin embargo, resultan mucho más escuetas las recomendaciones
que proporciona sobre las lecturas que debían conocer los arquitectos y los «fortificado-
res». En cuanto a los primeros –los arquitectos– los tratados de referencia eran Vitruvio
y Alberti21. Del arquitecto romano, Soto poseía un ejemplar de su De architectura,
mientras que de la obra del genovés, el ingeniero reunió dos; uno de ellos manuscrito22.
Sin embargo, Soto llegó a poseer un número bastante más amplio de lecturas sobre
arquitectura que las estrictamente propuestas por Herrera para la Academia Real. A los
ya citados tratados de Vitruvio y Alberti, hay que añadir I quattro libri dell’architettura
de Palladio [FIG. 3], dos ejemplares de Vignola (uno, grande valorado en 4 ducados y,
otro, en cuerpo pequeño, tasado en 20 reales) y un tratado de arquitectura de Serlio23.

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 39


FIG.  4.    «Come si debbiano fare le cortine», en G. LANTERI, Del modo di fare le fortificationi di terra intorno alle Città, & alle
Castella per fortificarle, Venecia, Appresso Bolognino Zaltieri, 1559, p. 15.

Sobre los segundos –los «fortificadores»– Herrera afirmaba que los buenos profesores
en esta ciencia estaban obligados a saber los principios de la geometría euclidiana,
poseer conocimientos sobre mecánica y artillería, conocer la tratadística básica sobre
arquitectura y aquellos libros inherentes a su propia disciplina (que Herrera no se
detiene a enumerar); quedando así patentes los puntos de contacto entre tales saberes y
proporcionando una visión inclusiva del conocimiento científico-técnico. Si bien Herrera
no indicaba ningún autor ni título específico en materia de fortificación, lo cierto es
que, en la librería de Soto los tratados dedicados a esta disciplina constituían uno de los
conjuntos más numerosos y significativos representados por las obras de Giovan Battista
della Valle, Nicolò Tartaglia, Pietro Cataneo, Giacomo Lanteri [FIG. 4], Carlo Theti [FIG.
5], Diego González de Medina Barba, Cristóbal de Rojas [FIGS. 6 Y 7] o Cristóbal Lechuga,
entre otros24. Asimismo, entre las lecturas de Soto se contaban libros dedicados a la
mecánica –como los tratados de máquinas de Herón de Alejandría o del moderno Jacques
Besson25– y a la artillería –manuscritos o impresos como Lázaro de la Isla, Breve tratado
del arte de artilleria, geometría y artificios de fuego (1595), o Julio César Firrufino, Platica
manual y breue compendio de artilleria (1626)26.
Si Herrera fue parco a la hora de recomendar lecturas en materia de arquitectura
y fortificación en su Institucion de la Academia Real Matemática, otros hombres de
ciencia vinculados a dicha institución como João Baptista Lavanha –con quien Soto

40 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  5.   «Lato di fortezza, gl’angoli della quale son simili à ciascun di quelli del pentagono»,
en C. THETI, Discorsi delle fortificationi di Carlo Tethi, Venecia, Appresso Nicolo Moretti, 1588, pp. 6-7.

FIG.  6.   C. DE ROJAS, Teorica y practica de FIG.  7.   «Instrumento para tomar qualquiera


fortificacion, conforme las medidas y defensas destos planta de fortificacio[n], ò alguna Isla, ò Prouincia
tiempos, repartida en tres partes (frontispicio), (…) del qual dicho instrumento vsa mucho el
Madrid, Por Luis Sánchez, 1598. Comendador Tiburcio [Spannocchi] y aun le ha
puesto en perfecion su fabrica», en C. DE ROJAS,
Teorica y practica de fortificacion, conforme las medidas
y defensas destos tiempos, repartida en tres partes,
Madrid, Por Luis Sánchez, 1598, f. 82r.

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 41


trabajó– resultaron bastante más prolijos a la hora de referir a los principales autores
en tales disciplinas en sus escritos. En este sentido, resulta particularmente interesante
la información que ofrece el cosmógrafo sobre los conocimientos teóricos que un
arquitecto podía adquirir a través de los libros en su manuscrito titulado Livro Primero
da Architectura Naval27. El tratado de Lavanha se abre con la definición que Vitruvio
proporciona de la arquitectura: una ciencia ornada de muchas disciplinas, y de varios
preceptos, que sirven a las obras que las otras artes hacen; siendo la arquitectura
la princesa de las artes, donde confluyen la práctica y la especulación teórica28. A
continuación, Lavanha enumera las cualidades y conocimientos que debía tener el
arquitecto según Leon Battista Alberti:

E para ser tal, qual nesta diffiniçao o forma Liao Baptista Alberti (cuja ella he) he neceßa-
rio q dotado de agudo entenho, de conselho maduro, e de prudencia, seja muy estudioso,
e ornado de grandes singulares partes, das quaes serao as principaes, ò Debuxo, e das
Mathematicas, a Perspectiua, a Arithmetica, a Geometria, a Astronomia, e a Mechanica29.

Todas las ciencias que, según Alberti parafraseado por Lavanha, debía poseer el
arquitecto, estaban presentes en la librería de Soto, tal y como se ha expuesto.
En el tercer capítulo de su manuscrito, Lavanha divide en la arquitectura en tres partes:
la arquitectura militar, la civil y la naval, indica su especificidad y enumera en el caso de
las dos primeras –militar y civil– a las principales autoridades que habían teorizado sobre
el tema para llegar en último lugar a la arquitectura naval y recalcar su primacía como
teórico en esta materia señalando que hasta ese momento ningún autor había escrito sobre
ello ni en griego, ni en latín, ni en vulgar30. Así, según Lavanha, la arquitectura militar, se
ocupaba de las fortificaciones para defensa de los enemigos, edificando muros, baluartes,
torres, bastiones, reparos, estacadas trincheras, etc. Siguiendo al cosmógrafo portugués,
los principales autores sobre arquitectura militar eran: Alberto Durero, Girolamo Maggi,
Carlo Theti, Girolamo Cataneo, Giacomo Lanteri, Giovanni Battista Zanchi «e outros
modernos»31. Hemos visto cómo en la biblioteca de Soto se encontraban los tratados de
Cataneo, Lanteri [FIG. 4] y Theti [FIG. 5], junto con los de «outros modernos»; sin embargo,
no estaban presentes las obras de Durero, Maggi o Zanchi.
En cuanto a la arquitectura civil, Lavanha en su manuscrito afirmaba que esta
parte de la arquitectura se encargaba de edificar templos destinados al culto divino,
pero también edificios para la comodidad pública y privada, así como puertos, plazas,
fuentes, acueductos, teatros, casas, etc. Los principales autores en esta materia fueron,
siempre según Lavanha, en primer lugar, Vitruvio e indica que su singular doctrina
fue comentada por autores modernos como Cesare Cesariano, Daniele Barbaro y Gui-
llaume Philandre. Entre los tratadistas modernos, destaca nuevamente a Alberti y, a
continuación, cita a Serlio, Labacco, Cataneo, Palladio, Vignola, De l’Orme, Androuet
«e outros»32. Nuevamente comprobamos cómo, con la excepción de Antonio Labacco y
los franceses Jacques Androuet y Philibert del’Orme, todos los tratadistas mencionados
por el cosmógrafo portugués aparecen en la librería de Jerónimo de Soto.
Las convergencias que se advierten entre los postulados de Lavanha y los libros
que estuvieron presentes en la biblioteca de Soto distan de ser casuales, antes bien

42 LOS LIBROS DEL INGENIERO


nos hablan de la existencia de una conciencia común y de una tradición compartida
en torno a los tratadistas que, a caballo entre los siglos XVI y XVII, eran considerados
autoridades por los cultivadores de las distintas ramas de la arquitectura. Los escritos de
tales autores se difundieron a través de las ediciones impresas de sus respectivas obras
y, su teoría, vendría a completar la vertiente práctica de la disciplina arquitectónica.
Ahora bien, el Livro Primeiro da Architectura Naval escrito por Lavanha permite
introducir otro aspecto sumamente interesante relacionado con los libros reunidos por
Soto: el novedoso tratado del cosmógrafo portugués nunca llegó a imprimirse y solo
se conserva de forma manuscrita. En este sentido, si bien hasta el momento se han
analizado fundamentalmente aquellos libros impresos que fueron reunidos por Soto,
en su biblioteca también tuvieron cabida una docena de interesantes manuscritos que,
a tenor de su descripción, parecen conformar dos conjuntos afines. El primero, estaría
integrado por libros de dibujos y trazas como por ejemplo «Vn cuerpo de Palacios y
cosas de Flandes» o «Plantas y montias de Palacios aUierto Por lo angosto»33. Con toda
probabilidad, algunas de estas trazas, plantas y monteas de palacios, guardaban relación
con las residencias que Soto proyectó junto con Spannocchi para nobles como el VI
condestable de Castilla y cortesanos como don Juan de Idiáquez34.
El segundo conjunto de manuscritos estaba integrado por tratados de artillería y
mecánica:

Don diego de Prado manoescrito de alojar ejerzitos en ocho Reales.


Lo manual de artillería manoescrito de Don diego de Prado en cinquenta Reales.
Dos libros grandes de los de artillería manoescrito y otras materias en treynta Reales.
Maquinas de mano de don diego de PraDo en treinta Reales35.

De este corpus de manuscritos reunido por Soto destacan las obras atribuidas en
su inventario a Diego de Prado de las cuales únicamente parece haberse conservado
una de ellas, cuya identificación fue señalada someramente por Ángel Laso36. Se trata
de: La obra manual y platica de la artilleria del cap[it]an don diego de prado ten[enien]
te del capitán general de la artill[eri]a en Cataluña, cuya dedicatoria está fechada en
Málaga el 10 de agosto de 159137 [FIG. 8]. El aspecto más conocido y estudiado por la
historiografía sobre el autor de este manuscrito ha sido su participación en diversas
empresas de exploración del Pacífico38. No deja de ser significativo que, en 1607,
estando en Ternate (Indonesia), a Prado se le encargara reconocer la fortificación de
aquel lugar y estudiar cómo hacerla inexpugnable. De ello, daba cuenta el maese de
campo Juan de Esquivel en una carta dirigida al presidente de la Audiencia de Filipinas,
afirmando que Prado era buen ingeniero y gran experto en trabajos de fundición39. Sin
embargo, con anterioridad a 1605 no se conocen apenas datos sobre este personaje de
vida azarosa que acabaría tomando los hábitos y que aparece registrado en 1621 como
monje en el convento de San Basilio de Madrid40. Entonces, cabe preguntarse cuáles
fueron sus actividades en torno a la década 1590 cuando firmó el referido manuscrito
sobre artillería y cómo pudo este libro acabar en la biblioteca de Soto. Un posible punto
de partida para tratar de responder a ambas cuestiones lo encontramos en el personaje
a quien Diego de Prado dedicó su manuscrito: don Juan de Acuña Vela, miembro del
Consejo de Guerra y Capitán General de Artillería. En tal calidad, en 1589 Acuña fue

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 43


FIG.  8.   Escuadra de doble graduación
(letra A) y escuadra que sirve como nivel
(letra B). Ambos instrumentos servían para
calcular los tiros de la artillería, D. DE PRADO,
La obra manual y platica de la artilleria,
Madrid, Biblioteca Nacional de España,
1591, Mss. 9024, f. 196.

el encargado de elaborar un informe sobre Cristóbal de Rojas, quien había solicitado


la plaza de ingeniero41. Seguramente, en la elección de Acuña como destinatario de
su manuscrito, Prado debió valorar no solo los conocimientos del capitán general en
materia de artillería y fortificación sino también la posibilidad de granjearse el favor de
una figura relevante del Consejo de Guerra. Poco tiempo después de firmar la dedicatoria
de su manuscrito, en diciembre de 1592, Diego de Prado dirigió un memorial al rey
donde presentaba «vna ynbençion de artj[lleri]a»42 que acompañaba de un dibujo en el
que aludía nuevamente a Acuña. En la mitad superior del dibujo Prado representó «la
pintura de las medias culebrinas de doze libras de pelota que al presente se hacen en
la ciudad de malaga por horden de don Juº de acuña»43. En la mitad inferior del folio,
Prado dibujó otra media culebrina de su «ynbençion», afirmando que esta última era
más ligera y fácil de manejar para los navíos que la anterior44.
Si Diego de Prado dedicó su manuscrito a don Juan de Acuña en agosto de 1591,
tan solo unos meses después el propio Acuña era el encargado de que se le aumentase
a Jerónimo de Soto «el sueldo de 15 escudos que disfrutaba» sirviendo «cerca de la
persona de Tiburcio Espanochi cinco ducados mas siendo en todo 20 ducados al mes
pagados por el artillería tomándose razón en la contaduría de Burgos»45. A tenor de la
documentación conservada es posible plantear la hipótesis de que, precisamente, don
Juan de Acuña, tal vez hubiera podido ser el punto de contacto entre Diego de Prado
y/o sus obras y el ingeniero Jerónimo de Soto.
La presencia de un manuscrito de estas características entre los libros de Soto pone de
manifiesto varias cuestiones relevantes en torno a la circulación de los saberes técnicos

44 LOS LIBROS DEL INGENIERO


como la artillería en la época. Por un lado, permite constatar que la difusión de este
tipo de tratados al margen de los cauces de la imprenta fue una práctica relativamente
extendida entre los círculos no solo de poder, sino también del saber. No es casual que
el VI condestable de Castilla custodiara en su biblioteca un manuscrito de contenidos
similares al de Diego de Prado, en este caso, escrito por Espinel de Alvarado alrededor
de 1592 y 159846. Por otro lado, estos tratados manuscritos de artillería tenían un
carácter eminentemente práctico y los conocimientos que contenían eran, la mayor
parte de las veces, fruto de la experiencia directa de quienes los escribían47. Todo ello,
explicaría su presencia en las bibliotecas tanto de un ingeniero cortesano como Soto
como de un noble militar, miembro del Consejo de Guerra, como Fernández de Velasco.
Sin embargo, otros títulos de la librería de Soto dedicados a materias a priori científicas
como la cosmografía no debieron servir a una finalidad de carácter eminentemente técnico
o práctico, sino que su presencia debe ser leída más bien en términos de gusto por su
contenido y por el lujo inherente de sus ediciones. En esta dirección debe interpretarse la
tenencia de «dos cuerpos de abrahan ortelio de teatrun Orbis = el vno muy bien yluminado
los taso en veinte ducados» o los dos cuerpos «de Ziuitatis Orbis terrarun»48 valorados

FIG.  9.   A. ORTELIUS, Theatrvm Orbis


Terrarvm (frontispicio), Amberes, Auctoris
are et cura impressum, absbolutumque apud
Christophorum Plantinum.

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 45


FIG.  10.    «Zelandia», en A. ORTELIUS, Theatrvm Orbis Terrarvm, Amberes, Auctoris are et cura impressum, absbolutumque
apud Christophorum Plantinum, 1584, ff. 39r.-v.

en 200 reales; una elevada tasación que contrasta con los escasos seis reales en que se
valoró un tratado de esfera de Sacrobosco o los ocho de la Sphera del Vniverso (1599)
de Rocamora49. Las ediciones iluminadas tanto del Theatrum Orbis Terrarum de Ortelio
[FIGS. 9 y 10] como del Civitates Orbis Terrarum de Braun y Hogenberg constituyeron obras
de lujo que acabarían incorporándose a las principales bibliotecas de la corte española50 e,
incluso, sus mapas acabaron formando parte del alhajamiento de las galerías del monasterio
de El Escorial en tiempos de Felipe II o del Alcázar de Madrid durante el reinado de su
nieto, Felipe IV51. A ello, hay que añadir que son conocidas y notorias las imprecisiones
cartográficas que presentaban algunos de los mapas que conformaron este tipo de atlas;
algo que contrastaba con la precisión y la exacta medida que debía caracterizar el dibujo
de los ingenieros. De ahí que, con toda probabilidad, esos volúmenes de Ortelio o de
Braun y Hogenberg no sirvieran a Soto como un instrumento de conocimiento preciso
del territorio, sino que su tenencia debe ser leída en términos de gusto y lujo e, incluso,
como un signo de distinción social dado su elevado precio.
Los libros religiosos, los escritos de autores clásicos como Virgilio, Tito Livio, Ovidio,
Marco Aurelio, Aquiles Tacio y Herodiano, la historia y la literatura vendrían a completar
el retrato que de Jerónimo de Soto ofrece su librería. Con todo, el conjunto temático
más ampliamente representado en sus anaqueles fueron los tratados científico-técni-
cos, de los cuales un porcentaje muy significativo eran libros con un planteamiento
eminentemente práctico y de clara aplicabilidad en el quehacer de un ingeniero como
Jerónimo de Soto.

46 LOS LIBROS DEL INGENIERO


2. HACIA UNA CIENCIA APLICADA. ALGUNAS NOTAS EN TORNO A
LOS INSTRUMENTOS DE JERÓNIMO DE SOTO

Ese carácter práctico y los intereses hacia una ciencia aplicada de Soto no solo quedaban
patentes en los tratados que adquirió, sino también en la abundante cantidad de instru-
mentos matemáticos que poseyó. Así, libros e instrumentos eran dos caras de una misma
moneda. Si los primeros encarnaban la teoría, los segundos representaban su praxis.
Cabe preguntarse cuál de esos dos aspectos de la ciencia primaba en el caso de Soto.
Basta hojear las páginas de estos libros para percatarse de que sus contenidos se
exponen por medio de demostraciones prácticas. Además, en ellos se concede particular
atención a la descripción de instrumentos matemáticos y su utilización para realizar
todo tipo de mediciones. En este sentido, resulta revelador que la Geometria prattica
tratta dagl’Elementi d’Euclide et Altri Autori da Giovanni Pomodoro (1599), del que
Soto poseía un ejemplar, dé comienzo con un grabado donde aparecen representados
los distintos instrumentos utilizados en la geometría y sus disciplinas afines que debían
estar presentes en los «estuches de matemática» de la época [FIG. 11]. Así, en este
libro antes incluso de exponer los elementos de Euclides y de ir desgranando cómo
tales principios se aplicaban a la medición de superficies de territorios, ciudades o
fortificaciones [FIG. 12], los técnicos debían conocer cuáles eran esas herramientas de
trabajo, cuya declaración pormenorizada se incluye en la primera página del libro.
Siguiendo esa descripción del grabado [FIG. 11], aquellos profesionales que se asomasen
al tratado de Pomodoro para aprender los principios de la geometría aplicada tendrían
como instrumentos diversas tipologías de compases –desde compases ordinarios a
compases con funciones más específicas como los de artillería–, la regla, la escuadra,
el nivel, la pluma, el tiralíneas, cuchillos y limas para afilar la plumilla y diversos tipos
de cuadrantes, como el cuadrante geométrico. Todos y cada uno de los instrumentos y
útiles que debían formar parte del estuche descrito en el tratado de Pomodoro fueron
registrados en el inventario y tasación de bienes de Jerónimo de Soto; eso sí, en un
número mucho mayor que los representados en el grabado del libro y, prácticamente
todos ellos, construidos con materiales nobles como el bronce, el bronce dorado e,
incluso, la plata. La materialidad de estos objetos dista de ser una cuestión menor;
más aún si se tiene en cuenta que, por lo general, los instrumentos matemáticos solían
estar realizados con materiales mucho menos nobles como el latón. A este respecto,
resulta significativo el contraste que se advierte entre los instrumentos reunidos por
Jerónimo de Soto y los de Juan de Herrera. Mientras que los instrumentos del ingeniero
fueron realizados principalmente en bronce e, incluso, en plata; por el contrario, en los
instrumentos del arquitecto cántabro primaba el latón y, en menor medida, el hierro y
la madera52. De este modo, los instrumentos (y la mayor parte de libros) de Soto eran
reflejo de una primacía de la ciencia aplicada pero también encerraban en sí otro tipo
de significados: la nobleza de los materiales inherente a estos objetos debía proyectar
una imagen de similar condición del ingeniero.
Los compases constituían uno de los instrumentos que Soto reunió en mayor profusión.
Así lo demuestran algunos asientos de su tasación de bienes como «Vn estuche entero
de conpases con lo demas necesario […] en vna muy buena caja en trezientos reales»

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 47


FIG.  11.   «Tavola I. In questa prima Tauola hà posto FIG.  12.   «Tavola XXXVI. Si dimostra in questa tauola, come,
l’Autore alcuni disegni d’vn guarnimento d’vno stuccio (...)», che non solo gli Agrimensori, Muratori, Architetti & altri simili,
en G. POMODORO, Geometria prattica tratta Dagl’Elementi ma che ancora gli Soldati, Ingegnieri, & gl’istessi Capitani hanno
d’Euclide et altri Autori Da Giouanni Pomodoro Venetiano bisogno dell’Arithmetica, & Geometria (...) perche quando non
Mathematico eccellentißimo descritta et Dichiarata da solo in figure regolari, ma ancora nelle irregolari facesse bisogno
Giouanni Scala Mathematico, Roma, Apreßo Stefano Paulini, di pigliar la pianta di una fortezza, per saper la superficie di
1599. quella, sarebbe necessario linearui dentro gli scompartimenti,
come qui per questa tauola si vede esser fatto (...)»,
en G. POMODORO, Geometria prattica tratta Dagl’Elementi
d’Euclide et altri Autori Da Giouanni Pomodoro Venetiano
Mathematico eccellentißimo descritta et Dichiarata da Giouanni
Scala Mathematico, Roma, Apreßo Stefano Paulini, 1599.

o «doze conPases diferentes en vna caxa de t[er]cioPelo Por de dentro y Uezero Por de
fvera en dvzientos y cinquenta Reales»53. En otros casos y, aunque de manera lacónica,
en los registros de sus bienes se indica cuál era la tipología y funciones de tales compases
como ocurre con los «Seis ConPases medianos y Pequenos Para traçar de ordinario Con
otros demas en trezientos y setenta Reales», «vn conPas Largo de Uronze Para cosas de
frauryca de media uara de largo» valorado en 5 ducados, «Vn ynstrumento de artilleria a
modo de conpas grande con otros Uisos en vna caja negra» que fue tasado de 20 ducados,
dos compases de bronce de «marear» que se guardaban en una caja «muy curiosa» y
otros dos compases de plata «de marcar con puntas de acero» que valían 10 ducados54.
Es decir, Soto poseía compases ordinarios, de artillería o náuticos.
A estos instrumentos, se sumaban una buena regla, dos escuadras, dos niveles
pequeños –todos ellos de bronce– y otros útiles imprescindibles para la traza como una
«Pluma de Uronze dorada Hecha en milan aderezo de laPiz y otra de la misma manera
de Plata» junto con «vnas tijeras cuchillo y lanceta de muy buenas cuchillas y dorados

48 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  13.   «Nivel de borneo», en Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas, Madrid, Biblioteca Nacional de España,
Mss. 3372-3376, tomo I, f. 60v.

grandes para azer vn estuche Con las demas cosas sveltas»55. Esas «cosas sveltas» a las
que se hace referencia en el último asiento citado, debían corresponderse con ciertos
objetos de naturaleza afín que se registraron en otra partida de la tasación de Soto bajo
el encabezamiento de «Cosas de yerro y azero» entre las que se contaban cuatro docenas
de limas «curiosas para cosas de Plata y Uronce», siete taladros de acero, un soldador
de estañar, siete pares de alicates, tenazas, martillos, sierras grandes y pequeñas o tres
varas de yerro56. Las características de estas herramientas, en estrecha relación con la
partida de objetos precedente, invitan a pensar que el propio Soto tal vez pudo haber
sido quien construyera algunos de los instrumentos que atesoró.
Existía, como se ha dicho, una estrecha relación entre libros e instrumentos que sería
prolijo recoger en este espacio aunque podemos añadir como ejemplo de ello los casos
del astrolabio náutico de bronce de un pie de diámetro o el planisferio grande de bronce
y nogal que poseía Soto, cuyo uso se explicaba en tratados como la Cosmographia de
Pedro Apiano o en las obras de Pérez de Moya57, que formaban parte de su biblioteca.
Sin embargo, algunos de los instrumentos que pertenecieron a Soto no parece
que gozaran de una divulgación tan amplia en los tratados impresos de la época. El
ingeniero poseía un nivel de borneo de bronce y ébano con su pie cuya descripción no
se ha localizado en los libros impresos, sino en dos manuscritos sumamente interesantes
para la historia de la ingeniería: Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas
[FIG. 13] cuya autoría sigue siendo objeto de debate y el códice titulado De las aguas, sus
Calidades propiedad y generación de Tiburzio Spannocchi58. La estrecha vinculación
entre ambos textos ha sido señalada recientemente por Alicia Cámara y resulta más que
evidente al contraponer los dibujos que ilustran el nivel de borneo incluidos en sendos
manuscritos, si bien el trazo de Spannocchi resulta más hábil que el del ignoto autor
de Los veintiún libros de los ingenios y de las maquinas. En este último manuscrito,
tanto el dibujo como la explicación del uso del nivel de borneo se insertan en el «Libro

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 49


Qvarto de los niueles y sus formas»; unos instrumentos para «los que van inuestigando
por donde podrán hallar el agua, ansi para fuentes como para poços»59. Tras describir
varias tipologías de tales instrumentos como el nivel de grados, el nivel de tranco, el
corobate o nivel de agua del que hablaba Vitruvio, el anónimo autor del manuscrito
se refiere al nivel de borneo. Este debía estar conformado por un eje vertical sobre
el que se situaba perpendicularmente la alidada móvil de pínulas que podía bornear
o dar una vuelta completa sobre el pie, leyéndose los ángulos sobre una plancheta60
[FIG. 13]. Por su parte, Spannocchi resulta mucho más parco a la hora de describir ese
mismo instrumento indicando escuetamente que «Otro niuel ay como lo siguiente
co[n] el qual y co[n] el quadrante se puede conocer lo q[ue] por los otros se conocio
y es de borneo»61. A continuación, Spannocchi incluye el dibujo que ilustra el uso del
instrumento y concluye de manera escueta afirmando que «Infinitas son las maneras
con q[ue] se puede niuelar q[ue] por no ser prolixo dexolas de poner»62.
En otros casos, es en los libros de Soto –tanto impresos como manuscritos– donde
encontramos descripciones de instrumentos «nuevos» como sucede con el Libro de
Instrvmentos Nuevos de Geometría (1606) del cosmógrafo Andrés García de Céspedes,
en cuyo primer capítulo «enseña la fabrica de vn Quadrante Geometrico con el qual
se puede medir qualquier distancia, altura y profundidad, sin que sea necesario de que
interuengan los numeros»63 [FIG. 14]. Soto poseía un cuadrante geométrico aunque su
escueta descripción impide dilucidar si este instrumento presentaba alguna particularidad
similar a la del de Céspedes. También en el referido manuscrito de artillería de Diego
de Prado su autor se atribuye la invención de un instrumento denominado radio armado
que servía «para poder enmendar todos y qualquier suerte de tiros que se hiçieren con
mucha facilidad y no perderan el punto de la enmienda» [FIG. 15]64.
En estrecha sintonía con este tipo de instrumentos de artillería se encontraban
otras partidas de bienes de Soto como los que debieron formar parte de su armería en
la que guardaba un par de piezas de artillería, «Dos Jinetas de Capitan vna de Plata
con Uorlas azules y Plata y otra de Uronze dorada con sus Uengalas de la yndia», tres
frascos para pólvora y otras tantas bolsas de munición, entre otros enseres65. Podemos
imaginar al capitán Jerónimo de Soto durante sus viajes portando sus instrumentos,
trazas e, incluso, tal vez libros. Sin duda, su retrato se completaría con alguna de
las valiosas joyas que atesoró como las «dos Uueltas de Cadena de oro de espeJvelo
quadrados» o una sortija de oro con nueve diamantes66, pues sabemos que debió viajar
con ellas: en 1593, cuando llegó al paso de Tortuera –entre el reino de Aragón y el
de Castilla– llevando consigo los modelos de las fortificaciones hacia Madrid, dejó en
prenda al dezmero una cadena de oro para que le dejase pasar y continuar su viaje
hasta la corte67. En 1599, cuando Soto asistió a la jornada de los casamientos reales
en Valencia, llevó consigo «vn cintillo de sombrero de oro, y vna buelta de Cadena, vn
arcabuz y 200 d[ucados] en moneda de oro»68.
Todo ello, revela que Soto abrazó los gustos y los ademanes de un cortesano fruto
de su estrecha relación con el poder; algo que asimismo se reflejaba en el alhajamiento
de su casa conformado por varias series de tapices y suntuosos tejidos, una larga
relación de joyas de oro y plata de gran valor o una galería configurada por algo más
de cien pinturas, estampas, dibujos y mapas, cuyos criterios de selección se ajustaban

50 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  14.   «Capitvlo primero, en que se enseña FIG.  15.    «Radio armado», en D. DE PRADO, La obra manual y platica de
la fabrica de vn Quadrante Geometrico, con la artilleria, Madrid, Biblioteca Nacional de España, 1591, Mss. 9024.
el qual se puede medir qualquiera distancia,
altura, y profundida, sin que sea necesario de que
interuengan numeros», en A. GARCÍA DE CÉSPEDES,
Libro de Instrvmentos Nuevos de Geometría, Madrid,
Por Iuan de la Cuesta, 1606, f. 2r.

plenamente a los gustos de la corte de Felipe III. Así, si bien los orígenes de Jerónimo
de Soto continúan siendo ignotos a día hoy, lo que está claro es que supo asimilar los
modos cortesanos y construir una imagen de sí mismo en tanto que caballero. Por
otra parte, tanto sus objetos como los datos conocidos sobre su trayectoria profesional
ponen de manifiesto que este ingeniero apostó por la seguridad de la corte lejos de los
peligros del campo de batalla, cultivando una ciencia que haría bascular la balanza en
perjuicio de la experiencia sobre el terreno. Frente al plomo se impuso la plata de sus
compases guardados en curiosas cajas de terciopelo.

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 51


NOTAS

* Esta investigación se ha desarrollado en el marco del proyecto I+D HAR2016-78098-P (AEI/FEDER, UE), financiado por la
Agencia Estatal de Investigación (Ministerio de Economía, Industria y Competitividad) y el Fondo Europeo de Desarrollo
Regional (FEDER) y parcialmente gracias a la Ayuda Juan de la Cierva-Formación (FJCI-2017-32961) vinculada al Instituto
Universitario La Corte en Europa de la Universidad Autónoma de Madrid (IULCE-UAM).
1. Un interesante trabajo donde se aborda la progresiva transformación, tanto morfológica como simbólica, de la daga en com-
pás en el contexto de los cambios que se produjeron en el arte de la guerra y de la artillería en el siglo XVI es el de: CAMEROTA,
2012. El referido compás de marfil realizado por Benvenuto della Volpaia ha sido recientemente adquirido por el Museo
Galileo de Florencia. En esa misma institución se conserva otro compás en forma de daga ejecutado en acero por el mismo
artífice (inv. 2515). Este tipo de instrumentos no solo fueron producidos en el contexto florentino o italiano, sino también
en otras áreas geográficas como Francia o Alemania a tenor tanto de las referencias que sobre estos instrumentos hallamos
en las fuentes coetáneas como de los ejemplares que han llegado a nuestros días: D’ORGEIX, 2018, pp. 79-80.
2. VASARI, 1881, pp. 61-63. Para una aproximación biográfica a este constructor de instrumentos y «maestro di levar piante»,
véase: PAGLIARA, 1989.
3. Algunos datos sobre la actividad profesional de Soto fueron publicados por: CÁMARA, 1998, pp. 29, 94, 116, 126, 132, 134,
151-152. Una aproximación biográfica se encuentra en: LASO, 1991, pp. 83-88 y VÁZQUEZ, 2018b.
4. CÁMARA, 2014.
5. CÁMARA, 2016 y 2019.
6. CÁMARA, 2019, pp. 268-271.
7. CABRERA, 1857, p. 195. Archivo Histórico Militar (AHM), Col. Aparici, t. VII, ff. 260r.-261r.
8. ALONSO, 2005, p. 183.
9. PÉREZ, 2002, pp. 71-72.
10. CABRERA, 1857, p. 78 y p. 80.
11. El documento fue dado a conocer por: BARRIO, 1985. Un análisis general de los libros de Soto, junto con la transcripción y
propuesta de identificación y una breve referencia a sus pinturas, se encuentra en: LASO, 1991.
12. Ibíd. En este texto, se citará el documento original conservado en: Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM), Prot.
5599, ff. 696r.-718v.
13. CÁMARA, 2019.
14. AHPM, Prot. 5599, f. 709v. y f. 706v.
15. Si bien no se han hallado evidencias documentales que atestigüen la implicación directa de Soto en la Academia Real, otros
datos apuntarían a su pertenencia a ese ambiente intelectual como su estrecha relación con la corte y con figuras como
Lavanha, plenamente implicado en las actividades docentes y científicas de la institución fundada por Felipe II desde sus
inicios. Además, según recogía Cristóbal de Rojas en su Teorica y practica de fortificacion (1598), Spannocchi habría asistido
a algunas de las lecciones que el propio Rojas impartió en la Academia. Teniendo en cuenta que por aquellos años la labor
de Soto era la de asistir a fray Tiburzio y que a finales del siglo XVI se sabe que Soto estaba en la corte, resulta plausible que
este último también acudiera a las lecturas de la Academia.
16. HERRERA, 2006. Sobre las enseñanzas propuestas por Herrera en este libro, véase: CERVERA, 2006 y el texto de Mariano
Esteban Piñeiro que se incluye en el presente volumen.
17. AHPM, Prot. 5599, ff. 707v. y 708r.
18. ONDÉRIZ, 1585.
19. AHPM, Prot. 5599, ff. 708r.-v.
20. HERRERA, 2006, pp. 215-219.
21. Ibíd., pp. 224-225.
22. AHMP, Prot. 5599, ff. 707r.-v.
23. Ibíd.
24. Ibíd, ff. 707r.-708r.
25. Ibíd.
26. Ibíd., f. 708v.
27. El códice se conserva en la Real Academia de la Historia (RAH), Col. Salazar y Castro, Mss. N-63 y fue publicado en edición
facsímil: LAVANHA, 1996.
28. RAH, Col. Salazar y Castro, f. 41r.
29. Ibíd., f. 42r.
30. Ibíd., ff. 43v.-44v.
31. Ibíd., f. 44r.
32. Ibíd.
33. AHPM, Prot. 5599, f. 707v.
34. SOBRADIEL, 2015, pp. 138-155.
35. AHPM, Prot. 5599, f. 707r.-v. y 709v.
36. LASO, 1991, p. 88, nota 4.
37. PRADO, 1591.
38. Entre la documentación publicada por C. Kelly relativa al viaje de Pedro Fernández de Quirós al Mar del Sur (1605-1606)
abundan las informaciones relativas a Prado. Para la relación completa de estos documentos véase el índice de la obra: KE-
LLY, 1966, pp. 437-438. Un análisis del papel de Prado en el contexto de estas expediciones es el de: BAERT, 2005.

52 LOS LIBROS DEL INGENIERO


39. KELLY, 1966, pp. 352-353.
40. KELLY, 1965, p. 319.
41. CÁMARA, 2014, p. 137.
42. Archivo General de Simancas (AGS), Guerra y Marina (GYM), Leg. 370, 221.
43. AGS, Mapas, Planos y Dibujos (MPD), 34, 59.
44. Ibíd.
45. AHM, Col. Aparici, t. VII, f. 241r. Registro del Consejo, Libro 63, Cédula de 28 de abril de 1592.
46. VÁZQUEZ, 2019, p. 87.
47. Sobre los tratados de artillería, véase: ESTEBAN, 2017.
48. AHPM, Prot. 5599, ff. 707r.-707v.
49. Ibíd., f. 708r.
50. Una interesante aproximación a los usos de la cartografía en España es el de: BOUZA, 1995.
51. Para un análisis en torno a la presencia de la cartografía en las colecciones de la corte española, véase: VÁZQUEZ, 2018, pp.
204-260.
52. El inventario de bienes de Juan de Herrera redactado en 1597 fue publicado por: CERVERA, 1977. En él, se registró una
partida de alrededor de 60 instrumentos matemáticos donde no parece que ninguno de ellos fuera realizado en metales
nobles como el oro, la plata o el bronce sino que, en aquellos asientos en los que se especifica el material, este es de manera
cuasi sistemática el latón. Por ejemplo: «vna caxa de madera con un tapador, cubierta de cuero negro, y dentro della zinco
conpases de hierro y otras siete piezas de hierro y reglas y otras piezas tocantes a trazas», «vn conpás de metal (…)», «vn
radio astronomyco de latón, de la fábrica de Gema Frisio (…)», «vn declinatorio de latón de vna quarta de yámytro con la
discrezion de los vientos (…)», «otro declinatorio de latón (…)», «vn quadrante de latón de dos terçias de semydiametro
(…)», «vn planisferio de Rojas de latón (…)», «vn quadrante de vna sesma de diámytro, de latón, con la fábrica de Oronçio
(…): Ibíd., pp. 153-158.
53. AHPM, Prot. 5599, f. 705v.
54. Ibíd., ff. 706r.-v.
55. Ibíd.
56. Ibíd., ff. 715v.-716r.
57. Sobre la explicación del uso de estos instrumentos que tanto Apiano como Pérez de Moya ofrece en sus obras, véase: VICEN-
TE Y ESTEBAN, 2006, pp. 246-251 y 274-278.
58. CÁMARA, 2018, pp. 182-185, nota 372.
59. Anónimo, f. 46r.
60. Anónimo, ff. 60r.-v.
61. SPANNOCCHI, s. f., f. 12v. Agradezco a Alicia Cámara el haberme facilitado la reproducción de los folios del manuscrito de
Tiburzio Spannocchi donde se refiere al nivel de borneo para su consulta.
62. Ibíd., f. 13r.
63. GARCÍA DE CÉSPEDES, 1606, ff. 1r. y ss. Sobre este tratado, véase: VICENTE Y ESTEBAN, 2006, pp. 308-315.
64. PRADO, 1591, ff. 187-189.
65. AHPM, Prot. 5599, ff. 712r.
66. Ibíd., f. 703r.
67. VÁZQUEZ, 2018b, pp. 274-275.
68. Ibíd.

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 53


BIBLIOGRAFÍA

ANÓNIMO, Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas, Madrid, Biblioteca Nacional de España, Mss.
3372-3376.
ALONSO RUIZ, B. (2005), «Arquitectura y arte al servicio del poder. Una visión sobre la Casa de Velasco durante el
siglo XVI», en B. ALONSO RUIZ, M. C. DE CARLOS VARONA, F. PEREDA (dirs.), Patronos y coleccionistas. Los Condes-
tables de Castilla y el arte (siglos XV-XVII), Valladolid, Universidad de Valladolid, pp. 121-206.
BAERT, A. (2005), «Don Diego de Prado y Tovar en el Mar del Sur», Revista Española del Pacífico, nº 18, pp. 11-26
BARRIO MOYA, J. L. (1985), «La librería y otros bienes del capitán Don Jerónimo de Soto (1630)», Analecta Cala-
santiana, nº 53, pp. 103-121.
BOUZA, F. (1995), «Cultura de lo geográfico y usos de la cartografía entre España y los Países Bajos durante los si-
glos XVI y XVII», en AA.VV., De Mercator a Blaeu: España en la edad de oro de la cartografía en las diecisiete provin-
cias de los Países Bajos, Barcelona, Institut Cartogràfic de Catalunya-Fundación Carlos de Amberes, pp. 53-72.
CABRERA DE CÓRDOBA, L. (1857), Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España, desde 1599 hasta 1614,
Madrid, Imprenta de J. Martín Alegría.
CÁMARA MUÑOZ, A. (1998), Fortificación y ciudad en los reinos de Felipe II, Madrid, Nerea.
CÁMARA MUÑOZ, A. (2014), «Ciencia y experiencia en la descripción del ‘Mayor Imperio del Mundo’», en J. J. RUIZ
IBÁÑEZ, M. CAMPILLO MÉNDEZ (coords.), Felipe II y Almazarrón: la construcción local de un imperio global, Mur-
cia, Universidad de Murcia, vol. 2, pp. 343-362.
CÁMARA MUÑOZ, A. (2014), «Cristóbal de Rojas. De la cantería a la ingeniería», en A. CÁMARA MUÑOZ y B. REVUEL-
TA POL (coords.), Ingenieros del Renacimiento, Madrid, Fundación Juanelo Turriano, pp. 135-161.
CÁMARA MUÑOZ, A. (2016), «El ingeniero cortesano. Tiburzio Spannocchi, de Siena a Madrid», en A. CÁMARA MU-
ÑOZ y B. REVUELTA POL, «Libros, caminos y días». El viaje del ingeniero, Madrid, Fundación Juanelo Turriano,
pp. 11-41.
CÁMARA MUÑOZ, A. (2018) Un reino en la mirada de un ingeniero. Tiburzio Spannocchi en Sicilia, Palermo, Edi-
zioni Torri del Vento.
CÁMARA MUÑOZ, A. (2019), «El triunfo del ingeniero cortesano», en A. CÁMARA MUÑOZ y M. A. VÁZQUEZ MANASSE-
RO, «Ser hechura de»: ingeniería, fidelidades y redes de poder en los siglos XVI y XVII, Madrid, Fundación Juanelo
Turriano, pp. 265-283.
CAMEROTA, F. (2012), «When the Dagger became a Compass. The Science of Arms and Fortifications», en B. MAR-
TEN, U. REINISCH, M. KOREY (eds.), Festungsbau. Geometrie, Technologie, Sublierung, Berlín, Lukas Verlag, pp.
147-158.
CERVERA VERA, L. (1977), Inventario de los bienes de Juan de Herrera, Valencia, Albatros Ediciones.
CERVERA VERA, L. (2006), «Las enseñanzas programadas por Juan de Herrera en la Institución de la Academia Real
Matemática», en J. de HERRERA, Institución de la Academia Real Matemática. Edición de Juan Antonio Yeves
Andrés, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, pp. 81-134.
D’ORGEIX, E. (2018), «Cultura y prácticas del espionaje francés en la Edad Moderna», en A. CÁMARA MUÑOZ y B.
REVUELTA POL (coords.), El ingeniero espía, Madrid, Fundación Juanelo Turriano, pp. 69-89.
ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2017), «Los tratados en la formación de los ingenieros artilleros de los siglos XVI y XVII», en
A. CÁMARA MUÑOZ y B. REVUELTA POL (coords.), La palabra y la imagen. Tratados de ingeniería entre los siglos XVI
y XVIII, Madrid, Fundación Juanelo Turriano, pp. 69-96.
GARCÍA DE CÉSPEDES, A. (1606), Libro de Instrvmentos Nuevos de Geometría, Madrid, Por Iuan de la Cuesta.
HERRERA, J. de (2006), Institución de la Academia Real Matemática. Edición de Juan Antonio Yeves Andrés, Ma-
drid, Instituto de Estudios Madrileños.
KELLY, C. (1965), Calendar of documents Spanish voyages in the South Pacific from Alvaro de Mendaña to Alejandro
Malaspina and the franciscan missionary plan from the peoples of the Austral lands 1617-1634, Madrid, Archivo
Iberoamericano.
KELLY, C. (1966), La Australia del Espíritu Santo. The Journal of Fray Martín de Munilla and other documents relating
to the voyage of Pedro Fernández de Quirós to the South Sea (1605-1606) and the Franciscan Missionary Plan
(1617-1627), vol. 2, Cambridge, The Hakluyt at the University Press.
LASO BALLESTEROS, Á. (1991), «Tradición y necesidad: La cultura de los ingenieros militares en el Siglo de Oro,
la biblioteca y la galería del capitán don Jerónimo de Soto», Cuadernos de Historia Moderna, nº 12, pp. 83-110.
LAVANHA, J. B. (s.a.), Livro Primeiro da Architectvra Naval, Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Cas-
tro, Mss. N-63.
LAVANHA, J. B. (1996), Livro Primeiro da Architectura Naval, Lisboa, Academia de Marinha.
ONDÉRIZ, P. A. (1585), La Perspectiva y Especuliaria de Euclides. Traducidas en vulgar castellano, Madrid, En casa
de la viuda de Alonso Gómez.

54 LOS LIBROS DEL INGENIERO


PAGLIARA, P. N. (1989), «Benvenuto della Volpaia», en Dizionario Biografico degli Italiani, vol. 37, Roma, Istituto
dell’Enciclopedia Italiana. Disponible en: http://www.treccani.it/enciclopedia/benvenuto-della-volpaia_(Diziona-
rio-Biografico) [consultado: 15/01/2020]
PÉREZ GIL, J. (2002), El Palacio de la Ribera. Recreo y boato en el Valladolid cortesano, Valladolid, Ayuntamiento
de Valladolid.
PRADO, D. de (1591), La obra manual y plática de la artillería, 1591, Biblioteca Nacional de España, Mss. 9024.
SOBRADIEL, P. I. (2015), Tiburcio Spanoqui. Ingeniero mayor y arquitecto militar e hidráulico del rey. Aportaciones
sobre su trayectoria profesional, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico».
SPANNOCCHI, T. (s.a.), De las aguas, sus Calidades propiedad y generación, Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze,
Mss. Fondo Panciatichi 200.
VASARI, G. (1881), Le Vite de’ più eccellenti pittori, scultori ed architettori scritte da Giorgio Vasari con nuove anno-
tazioni e commenti di Gaetano Milanesi, tomo VII, Florencia, G. C. Sansoni Editore.
VÁZQUEZ MANASSERO, M. A. (2018a), El «yngenio» en palacio: arte y ciencia en la corte de los Austrias (ca. 1585-
1640), Madrid, Fundación Juanelo Turriano.
VÁZQUEZ MANASSERO, M. A. (2018b), «El legado del ingeniero Jerónimo de Soto: teórica y práctica del arte de
fortificar entre las fronteras y la corte», en A. MAROTTA y R. SPALLONE (eds.), Defensive Architecture of the Medi-
terranean, vol. 7, Turín, Politecnico di Torino, pp. 273-280.
VÁZQUEZ MANASSERO, M. A. (2019), «Juan Fernández de Velasco y los ingenieros. Redes de poder e intercambios
científicos entre España e Italia», en A. CÁMARA MUÑOZ y M. A. VÁZQUEZ MANASSERO, «Ser hechura de»: ingenie-
ría, fidelidades y redes de poder en los siglos XVI y XVII, Madrid, Fundación Juanelo Turriano, pp. 83-100.
VICENTE MAROTO, M. I. y ESTEBAN PIÑEIRO, M. (2006), Aspectos de la ciencia aplicada en la España del Siglo de
Oro, Valladolid, Junta de Castilla y León.

Volver al índice

DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO 55


3
La biblioteca como autobiografía:
Los libros de Teodoro Ardemans,
Maestro y Fontanero Mayor de Obras Reales

BEATRIZ BLASCO ESQUIVIAS


Universidad Complutense de Madrid

UNA BIOGRAFÍA Y UNA LIBRERÍA MODÉLICAS

Cada día se publican y estudian más bibliotecas de artistas, un material de extraordinaria


utilidad para conocer la formación del propietario, sus gustos y anhelos y ciertos rasgos de
su personalidad que apenas afloran en otros documentos. El inventario y tasación de los
libros que atesoró un individuo a lo largo de su vida y que se registran al morir, como parte
de su testamentaría, nos alerta sobre los temas y asuntos que despertaron su interés, sobre
la índole de su cultura y sobre su grado de curiosidad, al tiempo que nos informa sobre sus
ideas artísticas o nos proporciona algunas claves para entender la evolución profesional
del personaje, del que nos ofrecen un perfil desusado. Del mismo modo, el proceso de
formación de una «librería» y sus eventuales modificaciones pueden orientarnos sobre las
circunstancias personales, profesionales y, desde luego, económicas que marcaron la vida
de un artista y quedan reflejadas en los sucesivos inventarios de bienes que pudo realizar al
casarse, enviudar, enfermar o, simplemente, para respaldar con sus pertenencias un contrato
de obra, responder con ellas a una demanda judicial, etc.
Entre todas las librerías conocidas, la del pintor, arquitecto, ingeniero y tratadista
Teodoro Ardemans (1661-1726) es, sin duda, una de las más importantes de su círculo,
tanto por el número de ejemplares como por su contenido, que sirve para conocer las
inquietudes intelectuales del propietario y es, a la vez, un claro exponente de su interés
por suplir con estos libros un modelo ideal de formación colegiada al que no pudo
acceder por sus circunstancias personales1. Hijo único de una napolitana y un Guardia
de Corps luxemburgués, afincados en Madrid en fecha indeterminada, Ardemans se crio

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 57


en una familia humilde y sin relación con las artes, aunque su incipiente destreza en el
dibujo le llevó a entrar como aprendiz en el taller de Antonio de Pereda (1611-1678), un
artista culto de quien Palomino dijo «que tuvo el mayor estudio de la Pintura, que se ha
conocido, no sólo en estampas, papeles, y borroncillos, originales, modelos, y estatuas
excelentes, sino una librería admirable; y especialmente de la Pintura, en varios idiomas,
tenía libros excelentes»2. En enero de 1678 Ardemans actuó como testigo testamentario
de su primer maestro, señal de que sabía firmar y tenía formación en primeras letras.
A la muerte de Pereda, pasó al taller de Claudio Coello (1642-1693), pintor que
dominaba entonces el panorama artístico madrileño gracias a su pintura ornamental
y escenográfica; durante dos años (h. 1679-1681) aprendió con Coello matemáticas,
perspectiva, óptica y otras materias afines que serían decisivas para la instrucción
teórica de Ardemans. En 1683 aprobó el examen de maestro pintor de la Villa de
Madrid y realizó su primera obra para el Hospital de la V.O.T. de San Francisco, que
le encargaría también la pintura de la sacristía de su iglesia de San Francisco de Asís
(vulgo, San Francisquín) en 1694. En 1686, ya casado en primeras nupcias con Isabel
de Aragón, se trasladó a Granada para completar las bóvedas del coro de la catedral,
aún inconclusas, resultando vencedor en el concurso de trazas que convocó el cabildo
catedralicio a tal efecto. Tras las huellas del gran Alonso Cano, el 23 de julio de 1688
solicitó sin éxito que le dieran una habitación dentro del templo, en la torre donde
pintaba Cano, y antes de regresar a Madrid, ese mismo año, pidió que le nombrasen
Maestro Mayor de la Catedral, lo que le concedería finalmente el cabildo con carácter
honorífico. Ya en Madrid, y avalado por este flamante título, logró los empleos de alarife
municipal, en 1689, y teniente del Maestro Mayor de la Villa, en 1692, poco después de
ser nombrado también Maestro Mayor de la catedral de Toledo [FIG. 1]. Comenzaba así
una fulgurante carrera, que le encumbraría a los empleos más codiciados de la Villa y
de la Corte de Madrid, en un momento especialmente difícil por el turbulento reinado
de Carlos II y el ulterior cambio dinástico. Entre 1683 y 1726, Ardemans obtuvo los
siguientes títulos, que desempeñó hasta su muerte, describiendo una trayectoria tan
modélica como su propia biblioteca:

„„ 1683: Maestro pintor de la Villa de Madrid.


„„ 1688: Maestro Mayor de la catedral de Granada, honorífico.
„„ 1689: Alarife de la Villa de Madrid.
„„ 1691: Maestro Mayor de la catedral de Toledo.
„„ 1692: Teniente del Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid.
„„ 1702: Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid y su Fontanero Mayor.
„„ 1702: Maestro y Trazador Mayor de Obras Reales, Fontanero y Veedor Mayor
de Obras Reales.
„„ 1703: Arquitecto Real de Felipe V.
„„ 1704: Pintor de Cámara de Felipe V, «con la llave de furriera, y de la Noble
Guardia de Corps Jubilada»3.

Una vez afianzado en esta posición hegemónica, publicó a su costa dos tratados,
eminentemente técnicos, en los que alardeó de erudición y de referencias bibliográficas,
incluyendo en el primero de ellos una laudatoria autobiografía que confundió a los

58 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  1.   T. ARDEMANS (1661-1726), Proyecto de portada para la Casa de la Villa
de Madrid, ca. 1690. Alzado. Lápiz, carboncillo, tinta negra y aguada sobre papel,
613 x 338 mm. Colección particular.

académicos y contribuyó a difundir la idea de que se había formado en el Colegio


Imperial de Madrid, con los jesuitas4. En 1719 editó su exitosa Declaración y extensión
sobre las Ordenanzas que escribió Juan de Torija (Madrid, Francisco del Hierro), y en
1724 un texto más raro sobre Fluencias de la Tierra y Curso Subterráneo de las Aguas
(Madrid, Francisco del Hierro)5 [FIG. 2]. ¿Formaban parte de su haber los numerosos
libros que citó en estos dos suyos? De no ser así, bien podría haber utilizado los de la

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS… 59


FIG.  2.   T. ARDEMANS (1661-1726), Monte Parnaso, 1701. Fiestas por la entrada en Madrid de Felipe V. Dibujo sobre papel
amarillento verjurado, a pluma, pincel, lápiz negro, tinta parda y aguada de tinta china, 310 x 270 mm. Madrid, Biblioteca
Nacional de España.

Real Biblioteca, a la que tenía acceso en función de sus cargos, o los de otras colec-
ciones de amigos y colegas, pues no era raro que los vínculos familiares con los que se
fortalecían los talleres profesionales reportasen al grupo el considerable beneficio de
nuevas trazas, estampas, herramientas y libros, que pasaban a disposición del colectivo
cuando éste se ampliaba mediante el conveniente matrimonio de uno de sus miembros
con otro perteneciente a un taller afín.

60 LOS LIBROS DEL INGENIERO


ORIGEN Y FORMACIÓN DE LA BIBLIOTECA

No fue éste, sin embargo, el caso de Ardemans, pues ninguno de sus matrimonios le
procuró lazos profesionales con otros obradores ni grandes bienes, así como ninguno
de sus dos hijos varones siguió sus pasos por el camino de la arquitectura u otro oficio
artístico6. En su primera boda no se hicieron cartas de pago ni recibos de dote y se
consideraron gananciales todos los efectos y propiedades que adquiriese el matrimonio
de aquí en adelante. Diez o doce años después, en 1697, la economía de los contrayentes
parecía ir bien, pues Ardemans compró entonces los libros de su colega José de Arroyo,
en la almoneda pública que siguió a su muerte, por un ventajoso precio de 1.800 reales
frente a los 4.000 en que se habían tasado. En 1707, cuando falleció Isabel, tampoco
se inventariaron los bienes de la pareja, aunque la familia vivía desahogadamente
gracias a los empleos de Ardemans, que ganó sumas considerables de dinero e invirtió
en negocios vinícolas, bienes raíces e inmuebles, entre ellos la casa donde vivió hasta
el fin de sus días. Un año después, para su boda con Felipa de la Lastra, además de
otros muchos bienes dotales, Teodoro aportó 300 libros al matrimonio y, aunque no se
hizo un recuento detallado, se especificó que eran «trescientos cuerpos de Libros de
Arquitectura, matemáticas e Historia de diferentes tamaños, tasados todos en cuatro
mil y ochocientos reales de vellón», algo más que el precio en que se tasó la librería de
Arroyo en 1697. Esta segunda unión tampoco amplió el círculo profesional de Ardemans
ni aumentó su biblioteca, basada en la de Arroyo, quien al morir tenía 237 títulos en
249 volúmenes, es decir, 50 menos de los que declaró Ardemans en 1708. Sobre este
punto, no es posible determinar si los tenía antes de comprar la librería de Arroyo o si
los adquirió después, aunque parece improbable que un arquitecto con sus inquietudes
y su trayectoria no dispusiera de una biblioteca básica, que debió ir formando según
lo permitieron sus ingresos [FIG. 3].
Desde 1708, los únicos datos sobre su librería aparecen en el inventario póstumo
de bienes, 1726, y en la tasación que se hizo, en 1733, para adjudicar la herencia,
cuantificando aquí el valor de cada libro y eliminando aquellos que tenía en su poder
cuando murió, pero no eran suyos. Como Maestro Mayor de Obras Reales, Ardemans
tuvo acceso a ciertos libros y útiles de trabajo propiedad de la corona, como los veintiún
libros manuscritos del Pseudo-Juanelo Turriano, que sólo se anotaron en 1726 y luego
se restituyeron a la biblioteca real. Otros registros eliminados en 1733, hasta un total
de 15, se devolverían asimismo a sus dueños antes de la tasación y reparto, aunque su
posesión circunstancial por Ardemans indica un interés específico, que debe tenerse
en cuenta; por ello, en su momento analicé el monto global de autores y títulos, que
sumaban un total de 244 títulos o registros, excluyendo los volúmenes de sus propios
tratados (Ordenanzas y Fluencias) y varias colecciones de estampas y dibujos indeter-
minados. Descontando estos, sólo se contabilizaron en su librería siete entradas más
que en la de Arroyo, aunque ambas colecciones eran distintas entre sí7.
En la librería del arquitecto José de Arroyo –que Ardemans adquirió a buen precio
y le sirvió para formar la suya propia, intercambiando y vendiendo ejemplares para
comprar novedades y libros de su interés– predominaban los de tema literario, histórico
y religioso, con una representación digna de tratados de arquitectura y materias afines,

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 61


FIG.  3.   H. Y P. VREDEMAN DE VRIES (1526-1609), «Dorica Avditvs». Lámina 2 de Les cinq rangs de l’Architecture a scavoir
Tuscane, Dorique, Ionique, Corinthiaque, et Composée, La Haya, Hendrick Hondius, 1606.

que Ardemans, en general, conservó: Arroyo tenía tres ejemplares de Vitruvio, dos
Palladio, un Serlio, Scamozzi, Vignola, Dietterlin, Lorenzo de San Nicolás y los Torija de
bóvedas y ordenanzas; varios tratados de matemáticas, geometría y perspectiva (Euclides,
Oronzio Fineo, Pérez de Moya, Marolois y Zaragoza); los escritos sobre fortificación y
arquitectura militar de Collado, Santans y Tapia, Cassani y tres más sin autor; cuatro
textos sobre ingeniería y máquinas, entre los que destacan el de Fausto Veranzio y el
de Domenico Fontana; las cartografías de Ortelio y media docena más sobre geografía,
navegación, astronomía y cosmografía, que interesaron parcialmente a Ardemans. A partir
de estos libros y asumiendo como propio el ideal del arquitecto moderno descrito por
Leone Battista Alberti, Teodoro formó su propia biblioteca, tratando de cubrir con ella
todas las áreas de conocimiento relacionadas con su actividad artística y profesional, y
supliendo, mediante la lectura y el análisis de textos e imágenes antiguos y modernos,
una formación superior y colegiada que no tuvo y que, sin embargo, insinúa en la
autobiografía intelectual y académica que incluyó en las Ordenanzas8. Su empleo en
la Villa de Madrid le mantenía anclado a la tradición artística local, sumida ahora en
un debate ideológico entre arquitectos especulativos y prácticos en el que Ardemans
participó activamente9, pero su protagonismo en las Obras Reales, donde era Maestro
y Trazador Mayor y Arquitecto Real, le aproximaba también al nuevo gusto artístico
importado por Felipe V de Borbón y por los arquitectos y artistas (primero franceses
y después italianos) que cada día llegaban a la corte de Madrid, lo que le animaría a
adquirir, sin dejar de mirar a la Roma Antigua y Moderna, algunas novedades de Francia

62 LOS LIBROS DEL INGENIERO


y otros países de Europa sobre arquitectura y artes suntuarias, perspectiva, libros de
fiestas y ceremonias y una útil e interesante colección de dibujos y estampas10.

DESCRIPCIÓN DE LA BIBLIOTECA

La biblioteca de Ardemans, muy especializada, puede organizarse en las siguientes


categorías: 1) Tratados de arquitectura. 2) Tratados de geometría, perspectiva y óptica.
Su fundamento matemático y sus implicaciones científicas en ingeniería, fortificación,
astronomía y astrología, geografía, cosmografía y navegación. 3) Las ciencias naturales
y otras materias afines: Tratados sobre las propiedades de las cosas, agricultura, mine-
ralogía y ensayo de metales. Las ciencias médicas y la farmacopea. 4) La seducción de
Roma: Libros y guías de la ciudad. La historia próxima y lejana. Literatura simbólica,
emblemática y trascendente. Repertorios de imágenes, dibujos y estampas. 5) Textos
sobre el Arte de la Pintura. Teoría artística, iconología y repertorios de imágenes. 6)
Estampas y diseños sin catalogar. 7) Libros de devoción, doctrinales, teológicos y
filosóficos. 8) Lecturas de ocio y entretenimiento: novelas, poesía y teatro, y 9) Libros
de carácter jurídico y otros.
Su nutrida biblioteca de arquitectura contenía, desde luego, varios ejemplares de
Vitruvio y todos sus exégetas, incluido su admirado Alberti y los habituales Serlio,
Palladio, Vignola y Scamozzi, algunos procedentes de la librería de Arroyo, aunque
poseyó también (por orden de registro) los más raros de Giovan Antonio Rusconi
(Dell’Architettura... Libri dieci. Venecia, 1590), Ioannes Blum (Quinque columnarum
exacta descriptio atque deliniatio, Zurich, 1550), Dietterlin (del que se hablará después),
Vredeman de Vries (Architectura, Amberes, 1577), profusamente ilustrado y máximo
exponente del vitruvianismo neerlandés, así como los más eruditos y completos de Du
Cerceau (De Architectura opus, París, 1559) y De L’Orme (Le premier tome de l’archi-
tecture, París, 1567)11. Todos ellos fueron divulgadores locales de las modernas teorías
italianas, en especial de Serlio, y estudiosos de las particularidades nacionales de sus
respectivos países, con intención de formar un modelo arquitectónico independiente
del italiano, con la misma base vitruviana pero utilizando procedimientos distintos
en cada caso. L’architecture de Philibert de L’Orme, formado en la cultura de Roma,
era un libro obligado en las librerías especializadas, tanto por su aporte gráfico de
elementos, órdenes y tipologías arquitectónicas antiguas y modernas, como por sus
reflexiones y enseñanzas sobre la formación del arquitecto y la práctica profesional de
esta disciplina, que completaba el camino abierto por Vitruvio y Alberti y se emparejaba
con los textos de Serlio. De l’Orme concedió gran importancia a los problemas que
conllevaba la construcción de un edificio, incluyendo las relaciones del arquitecto con
el comitente, el acopio de materiales, la estimación del coste general de la fábrica, etc.,
lo que no menoscabó el carácter humanista del tratado, bien distinto al libro sobre
tipologías arquitectónicas de su compatriota Du Cerceau, quien siguió los pasos del
Libro VI de Serlio, dedicado a la arquitectura doméstica y por entonces manuscrito,
para formar un repertorio de inmuebles urbanos domésticos o de habitación, de diversa
entidad y categoría. Sobre este asunto en particular, Ardemans había adquirido otros

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 63


FIG.  4.   P. LE MUET (1591-1669), Château, planta y alzado. Manière de bastir, pour touttes sortes de personnes, París, Chez
Melchior Tavernier, 1623.

libros: tras los pasos de Du Cerceau, el «architecte du roi» Pierre Le Muet (Manière de
bastir, pour touttes sortes de personnes, París, 1623) quiso ofrecer distintos modelos de
viviendas urbanas, adecuados en planta y alzado a la categoría social del propietario,
para ofrecer una respuesta adecuada a las circunstancias de cada comitente [FIG. 4].

64 LOS LIBROS DEL INGENIERO


El descenso que emprendió por la escala social constituyó la parte más original de su
obra, pues permitía conocer las soluciones que se estaban ensayando en la Francia de
Enrique IV para incorporar, sin desdoro, las viviendas más sencillas a la trama urbana.
También tuvo Ardemans dos de los libros del tratadista alemán Josef Furttenfach,
subyugado por Roma y más preocupado por la práctica que por la teoría arquitectónica
(Architectura civilis, Architectura universalis, Architectura recreationis y/o Architectura
privata, 1628-1641)12. Al igual que Du Cerceau y Le Muet, Furttenbach quiso dar una
respuesta tipológica adecuada a las construcciones modernas a partir de la Antigüedad
romana; sin embargo, su preocupación rebasó los límites de la edificatoria doméstica
y se extendió también a las construcciones religiosas, recreativas y sociales, por lo que
propuso numerosos modelos de iglesias, monasterios, fuentes, villas, parques, hospitales
y un largo etcétera, con intención de solucionar las necesidades de habitación, devoción
y uso de la sociedad alemana contemporánea. La relación de tratados de influencia
vitruviana se completa aun con el repertorio de estampas de Antonio Labacco sobre
la Antigüedad romana (Roma, 1552) y el más raro y científico de Antoine Desgodetzs
(Les edifices antiques de Rome dessinés et mesurés très exactement, París, 1682), que
desafiaba la autoridad de Serlio, Palladio y Freart de Chambray y cuya publicación
supuso la primera representación minuciosa de la arquitectura de la antigua Roma,
iniciando en Francia una larga tradición de dibujos medidos [FIG. 5].
Con todo, el favorito de Ardemans debió ser el controvertido tratado del alemán
Wendel Grapp «Dietterlin» (1550-1599), pintor, grabador y arquitecto, responsable
del famoso libro sobre la arquitectura de los órdenes Architectura von Ausztheilung,
Symmetria und Proportion der Fünff Seulen, und aller darauss volgender Kunst Arbeit,
(Stuttgart, 1593). En el inventario de 1726 se registra «Un Thomo de Arquitectura
su Autor Viandolino Viatterlin en lattín y en francés», tasado en 75 reales. Este libro
había pertenecido a José de Arroyo, que quiso legárselo a Teodoro en reconocimiento
de su amistad y del interés que había mostrado por esta obra; en su inventario consta
«Otro libro de arquitectura de Diatterlin», en 120 reales, y al margen: «Theodoro».
Por los datos que se ofrecen, Ardemans poseyó un ejemplar de la edición bilingüe,
latín‑francés, del libro de los órdenes, que publicó el autor en 1595. En sólo cinco
años (1593-1598), Dietterlin promovió la impresión parcial o total de su libro siete
veces, cuidando la calidad de las ediciones y traduciendo sus textos al francés y al latín
para garantizar su utilidad y su difusión, procurando que su obra llegase a un número
elevado y diverso de potenciales lectores, entre quienes –según las dedicatorias y el
argumento del tratado– hemos de incluir a príncipes y mecenas, marchantes, arqui-
tectos prácticos, arquitectos inventivos, pintores, artistas en general y hombres cultos
y diletantes interesados en arquitectura. A todos se ofrecía una obra eminentemente
gráfica, con ilustraciones de alta calidad y poco texto, en las que Dietterlin hace gala
de una desbordante fantasía y una portentosa audacia para la invención compositiva y
ornamental13. Todo ello repercutió negativamente en la valoración del tratado, que con
frecuencia ha sido infravalorado por la historiografía artística, si bien la proliferación de
grabados y la complejidad de los mismos, así como su acusado sentido escenográfico,
hace que el libro no sea solamente un repertorio formal sino una obra sugerente que
ofrece múltiples interpretaciones al lector. Cada estampa podía ser, simultáneamente,

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 65


FIG.  5.   A. DESGODETZS (1653-1728), «Du Portique du Pantheon, a Ròme». Lámina 32 de Les edifices antiques de Rome
dessinés et mesurés très exactement, París, Iean Baptiste Coignard Imprimeur du Roy, 1682.

66 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  6.   W. DIETTERLIN (ca. 1550-1599), Estructura arquitectónica con tema de caza. Lámina 74 de Architectura de
constitutione, symmetria, ac proportione quinque columnarum, Nuremberg, Hubert and Balthasar Caymox, 1598.

un diseño arquitectónico, una escenografía teatral o un repertorio decorativo para un


orden arquitectónico14 [FIG. 6].
También reunió Ardemans manuales sobre técnica constructiva, como los de Giovanni
Branca15, concebidos con una finalidad y una concepción eminentemente didácticas, que

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 67


aseguraron su aceptación inmediata y su difusión durante los siglos XVII y XVIII. La claridad
expositiva de Le macchine, su estructura tradicional y las nociones sobre canalización de
ríos justifican su presencia en esta biblioteca. No faltaron tampoco las Nouvelles Inventions
(París, 1561) de Philibert de L’Orme (15 rs.), el popularísimo Arte y Uso de Architectura
(Madrid, 1639) de fray Lorenzo de San Nicolás16, que sólo se valoró en 6 reales, o el
Breve Tratado de todo Género de bobedas (Madrid, 1661), que se tasó en 14 reales cuando
murió Arroyo y ahora sólo en 8, quizá por el deterioro causado por el uso. La obra de De
l’Orme se dedicaba íntegramente a la práctica constructiva de tejados, bóvedas y cubiertas
con estructura de madera, mientras que Torija se ocupaba de la proyección geométrica,
formación y despiece de todo tipo de bóvedas de fábrica, resultando ambos de gran utilidad.
Interesado por las matemáticas y la geometría euclidianas, Ardemans poseyó –por
orden de registro– la traducción de los teoremas euclidianos que hizo en 1585 Pedro
Ambrosio de Ondériz para la Academia de Matemáticas de Madrid; los tratados del
bachiller J. Pérez de Moya, incluida la esencial Aritmética práctica y especulativa
(Alcalá de Henares, 1573), los del jesuita Cristóbal Clavi (Magunzia, 1611-12), las
obras completas del novator, matemático, astrónomo y geógrafo, el también jesuita
José de Zaragoza (1627-1679), y los nueve tomos del Compendio matemático de Tomás
Vicente Tosca (S.I.), publicados en Valencia entre 1707-15. Antes había adquirido
otros muchos libros afines, como el Tercer tomo del general tratatto di numeri e misure
(Venecia, 1556-1560) de Niccolò Tartaglia, traductor al italiano de la obra de Euclides;
la Geometria prattica (Roma, 1603) y euclidiana de Giovanne Scala; las obras sobre
filosofía matemática y geometría descriptiva de Mario Bettino (Bolonia, 1642 y 1648),
también fundada en los teoremas euclidianos; Los seis primeros libros, onze y doze de
los Elementos geométricos del famoso philosopho Euclides (Bruselas, ¿1701?), ampliados
y comentados por el académico militar Sebastián Fernández de Medrano; el Libro
de instrumentos nuevos de Geometría (Madrid, 1606) del cosmógrafo y navegante
Andrés García de Céspedes, interesado fundamentalmente en la medición; el Libro
de Geometría, Práctica y Traça (Madrid, 1580) de Juan de Alcega, que incorporaba
los saberes matemáticos a la práctica artesanal de la sastrería; el tratado elemental
sobre aritmética (Zaragoza, 1559) del «maestro de escribir y contar» Juan de Iciar, y,
por último, la Geometría militar (Nápoles, 1671) de Pedro Antonio Folch de Cardona,
que aplicaba los conocimientos de la ciencia matemática a las fortificaciones regu-
lares e irregulares. Disponía, además, de otro tratado sobre geometría de imposible
identificación y de un manuscrito sobre la fábrica y uso de la pantómetra –o compás
de proporción– cuyo manejo era obligado para los geómetras.
En cuanto a la perspectiva y su aplicación a la delineación objetual y la proyección
arquitectónica, Ardemans reunió los tratados de Vignola/Danti, Barbaro, Du Cerceau,
Sirigatti, Vredeman, Andrea Pozzo y Galli Bibiena, así como un trabajo sobre óptica
del jesuita F. D’Aguilon y el escrito teórico y práctico sobre perspectiva de Samuel
Marolois, matemático y tardío anotador de la obra de Vredeman. De entre todos, los
más apreciados fueron los «Dos Thomos de la Prespectiva del Padre Poza» (tasados en
240 rs.) y el «Primero y segundo tomo de Arquitectura de fernando Galibuna Volonés
en Ydioma toscano» (300 rs.)17, ambos monumentales y con profusión de estampas de
extraordinaria belleza y calidad, que justifican su valoración [FIG. 7].

68 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  7.   F. GALLI BIBIENA (1657-1743), Perspectiva arquitectónica. Lámina 23 de L’Architettura civile preparata sú la
Geometria, e ridotta alle Prospettive, Parma, Paolo Monti, 1711.

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 69


La ingeniería civil y militar también estaba muy presente, con los Veintiún libros
manuscritos en cinco volúmenes del Pseudo-Juanelo Turriano, que anotó Ardemans
en sus márgenes aunque pertenecía a la Real Biblioteca; el Spiritalium liber (Urbino,
1575) de Herón de Alejandría sobre sifones hidráulicos y otros mecanismos relacionados
con la fluencia de los líquidos; el tratado de Domenico Fontana sobre la Trasportazione
dell’obelisco vaticano (Roma, 1590), obra insigne por su contenido técnico y por las
noticias que aporta sobre la arquitectura de Roma en la época de Sixto V, con estampas
de gran belleza y precisión; las Quesiti et inventioni diverse (Venecia, 1546) de N.
Tartaglia, sobre artillería, cálculos de tiro, balística, estrategia militar, fortificación de
ciudades, pesos y medidas, geometría aplicada, almucábala o álgebra y otras materias
afines; las Machina Novae (Venecia, 1595-1616) de Fausto Veranzio, con noticias
sobre construcción y funcionamiento de relojes, muelas de molino, utensilios agrícolas,
puentes, cañones, máquinas para volar y para limpiar los fondos de los mares, sierras
o carros de tracción animal, entre otros, todo ilustrado con espléndidas y pedagógicas
imágenes [FIG. 8]; el también didáctico Teatro de instrumentos y figuras matemáticas (Lyon,
1602) del especialista Jacob Besson, que presentaba aquí los utensilios mecánicos para
la arquitectura, ingeniería y construcción; la Architettura Nova Curiosa (Núremberg,
1664) del alemán A. Böckler, un tratado sobre hidrología, fuentes y organización de
jardines, ricamente ilustrado; y otro más sin identificar que describe el inventario como
«de máquinas bélicas de Francisco Berroquio» (¿otro ejemplar del «teatro de máquinas»
de Veranzio?). Y, en cuanto a fortificación, reunió la Plática manual de artillería (Milán,
1592) de Luis Collado, sobre técnicas militares, artillería, ingenios bélicos y, sobre todo,
balística. El tratado de Rojas sobre Teoría y práctica de fortificación (Madrid, 1598) con
nuevos sistemas defensivos, presentados en la Academia de Matemáticas de Madrid; el
Breve compendio di fortificatione moderna (Bolonia, 1643) de G. Barca y los Avvertimenti
(Milán, 1620) de Pietro Antonio della Barca, que, además de ocuparse de los órdenes
arquitectónicos, escultura y pintura, añadía una cartilla breve sobre fortificación; el
Tratado de fortificación militar (Bruselas, 1644) de Santans y Tapia, donde se disociaba
esta profesión de la del arquitecto; la Arquitectura militar (Mallorca, 1664) de Vicente
Mut, El Architecto Perfecto en el Arte Militar (Bruselas, 1700) de Sebastián Fernández
de Medrano y la Escuela Militar de J. Cassani, publicada en Madrid en 1704.
A todo esto hay que añadir aún varios libros sobre navegación, algunos atlas y mapas
monumentales (incluidos dos ejemplares del Theatrum Orbis Terrarum de A. Ortelio, Amberes,
1588 y 1612) y un grupo interesante y heterogéneo de libros sobre astronomía y cosmografía,
que incluía desde la Summa Astrológica (Lisboa, 1632) de Nájera –una extemporánea
defensa del sistema ptolemaico aplicado a la pronosticación y a la astrología práctica, es
decir, a la relación de los movimientos celestes con los fenómenos físicos–, hasta la más
moderna Esphera en común, celeste y terráquea (Madrid, 1675) de José de Zaragoza, que
supuso una ruptura con los esquemas tradicionales y la asimilación sistemática de la ciencia
moderna sobre astronomía y sobre geografía matemática y física. También le interesaron
las ciencias naturales, por lo que reunió modernos tratados sobre las leyes y propiedades
de los cuerpos, agricultura, mineralogía y ensayo de metales; estos últimos, además de por
sus ilustraciones, debieron servirle para redactar la Descripción de las minas de Almadén,
de la del Pozo y Castillo, Grageras y Almadenejos, y sus Buitrones, donde se benefician las

70 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  8.   F. VERANZIO (1551-1617), «Homo volans». Lámina 38 de Machinae Novae, Venecia, s.i., s.a. (1595-1616).

piedras minerales que se sacan de las minas; previniendo que el humo que de dichas piedras
minerales que se cuecen en los hornos resulta, es el que se coagula en el medio mineral del
azogue…, que hizo en enero de 1718 y hoy se encuentra en paradero desconocido18. Llama
la atención el gran número de libros que tuvo sobre medicina y farmacopea, algunos de
los cuales quedaron en manos de su médico particular tras su muerte; Ardemans pudo

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 71


FIG.  9.   P. FERRERIO (¿?) y G. BATTISTA FALDA (1643-1678), «Parte di dentro del Palazzo di Farnese, disegno di Michelangelo
Buonaroti…». Lámina de Palazzi di Roma de›piú celebri architetti, Roma, Giovanni Giacomo Rossi, s.a. (1655-1670).

servirse de ellos para aliviar una dolencia fastidiosa y satisfacer su curiosidad en el campo
de la medicina práctica, pero también supo encontrar en algunos (Laguna, Semedo, Limón
y Henríquez, etc.) aportaciones interesantes para su tratado sobre Fluencias de la tierra,
en el que incluye un importante plan de saneamiento integral para Madrid, redactado en
1717, y varias noticias sobre el abastecimiento y calidad de las aguas de la Villa y Corte.
Poseía, además, numerosos libros y guías de la Roma antigua y moderna, algunos
monumentales como los de Lafrery, Pittoni, Ferrerio/Falda y Angelis19 [FIG. 9]; muy
pocos sobre pintura, entre los que destaca el tratado de Antonio Palomino, cuyo se-
gundo tomo elogió en un laudatorio prólogo fechado a 20 de septiembre de 172320, y
algunos más sobre literatura emblemática, simbólica y trascendente, así como otros
varios relativos a la filosofía y la historia. Más interesantes son los libros sobre fiestas y
ceremonias, algunos de difícil identificación, pero con una tasación tan alta que alerta
sobre su gran formato y la profusión y calidad de sus imágenes; entre los identificables
destacan las Fiestas de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla (Sevilla,
1671), de Fernando de la Torre Farfán; dos libros de exequias de Felipe IV (Milán
y Madrid, 1666), este último con el famoso y revolucionario catafalco de Sebastián
Herrera Barnuevo; el de las honras fúnebres de María Luisa de Orleans (Juan de Vera
Tassis y Villarroel, Madrid, 1690), con el estremecedor y moderno túmulo de José de
Churriguera, y un ejemplar de Gasperius Gevarius, Pompa introitus honori Serenissimi
Principis Ferdinandi Austriaci (Amberes, 1635), con las fabulosas estampas iluminadas
de Rubens, que sólo mereció en 1733 una insólita tasación en 15 reales21; también

72 LOS LIBROS DEL INGENIERO


se registró el extraordinario e inusual libro de André Felibien, Tapisseries du Roi, ou
sont representez les Quatre Elemens et les Quatre Saisons (París, 1670), que obtuvo la
tasación más alta de la colección, 600 reales, en virtud de su rica encuadernación y
de la extraordinaria calidad de sus estampas de gran formato. Junto a éste aparecían
otros de difícil identificación, asimismo monumentales y encuadernados en piel, que
merecieron también una alta estimación: «Otro libro de diferentes fiestas hechas al
Rey Christianisimo también forrado en tafilete», en 300 rs., y «Otro de Mutaziones de
Comedias francesas, también forrado en tafilete», en 200 rs.
Ardemans, como era habitual entre sus colegas, se procuró un nutrido grupo de
estampas, repertorios y dibujos de otros artistas, no tanto por afán coleccionista como
por disponer de modelos compositivos y ornamentales para sus propias obras de pintura
y de arquitectura. Los amanuenses encargados del registro solían despachar estas
entradas de manera lacónica e imprecisa, sin especificar el autor y realizando «a ojo»
una estimación global, no pormenorizada, de cada conjunto de obras, cuya identidad y
entidad quedaban así ocultas para siempre. Ardemans tuvo una buna colección, formada
por un tomo de «diferentes Estampas de varios autores», en 120 reales; un «libro con zien
retratos de diferentes eroes», en 100 rs; un «diseño de flores su Autor Adriano Colaet»,
en 24; un «libro de Monumentos de esclarecidos varones», también en 24; «Quatro
Libros Grandes, los tres de Estampas de diversos autores en ochenta reales de vellón, y
el otro en veinte y quatro»; «Un libro del mismo tamaño de los antezedentes de Adornos
y tarjettas de los Colonas», en 100 reales; «tres Libros, el uno de Marca Imperial, el
otro de Marca mayor, y el otro de Marquilla, todos tres de Dibujos originales, los más
de Dominico Piola y de Jordán y otros Autores en ochocientos reales»; «Ottro Libro de
Marca Mayor todo de Demostraziones de Arquitectura y Prespectiva, original de Autor
no conocido en treinta reales de vellón»; «Un libro de Marca mayor de estampas con
Demostraziones y templos y variedad de trofeos de Guerra», en 24; «Varias estampas,
Adornos franceses y algunos Dibujos y trazas», en 360; «Más se ponen por cuerpo de
Hazienda Variedad de Dibujos de Diversos Autores y algunas trazas de Máquinas que
se hallaron en un caxón mediano» y se tasaron en 360 reales. Para terminar, se indica
que «En Distintos Caxones y Paraxes se hallaron Arrollados y sueltos muchos Papeles
y trazas de Arquitectura que por su confusión no se expresaron en la tasazión, y todo
se redujo a un cajón y fue tasado en Mil y Quinientos Reales».
La presencia de Adriaen Collaert (1560-1618), prolífico dibujante, grabador y editor
flamenco, dedicado especialmente a temas religiosos y alegóricos, aunque realizó también
compendios de animales y flores, como los que tuvo Ardemans, está más que justificada
por la fama y el prestigio del autor, cuya obra tuvo una difusión extraordinaria. En cam-
bio, los nombres de Michelangelo Colonna (1604-1687), Domenico Piola (1627-1703) y
Luca Giordano (1634-1705), todos ellos fresquistas, nos remiten a la pintura decorativa
de quadratture y arquitecturas fingidas, que triunfó en la corte madrileña de Felipe IV,
por mediación de Diego Velázquez, y fue renovada y modernizada en las postrimerías
del siglo XVII gracias a las audaces perspectivas, el sentido escenográfico y la agilidad
pictórica de Giordano y del madrileño Coello (1642-1693), cuyo estilo aprendió y siguió
Ardemans en sus primeras obras. Y la referencia a «demostraziones y templos y variedad
de trofeos de Guerra» pudiera aludir a los ornamentados dibujos y estampas de Jean

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 73


FIG.  10.   G.-M. OPPENORD (1672-1742), Dibujo ornamental [con triunfos militares] para la letra B, ca. 1720. Lápiz y tinta
negra sobre papel. Cooper Hewitt, Smithsonian Design Museum.

Lepautre (1618-1682) y Gilles-Marie Oppenord (1672-1742) [FIG. 10], con profusión de


trofeos militares y decoraciones con armas, que circularon por Madrid desde finales
del siglo XVII y alcanzaron un inusitado auge tras la llegada de Felipe V, cuando estos
motivos se incorporaron también a los repertorios ornamentales de arquitectos locales
como Churriguera o el propio Ardemans, que los utilizó en alguno de los catafalcos que
trazó para la corte. Los registros de trazas, estampas y dibujos, casi todos inespecíficos,
solían cerrar los inventarios de libros y también pusieron el colofón a este, evidenciando
la actividad y el interés de Ardemans por las Artes hasta el fin de sus días.

74 LOS LIBROS DEL INGENIERO


NOTAS

1. Este estudio deriva de otro, mucho más amplio y publicado en dos partes, donde analicé pormenorizadamente la librería de Ar-
demans, BLASCO, 1994 y 1996-1997, pp. 7-8 y pp. 155-175, en https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=193211. En la
primera parte pueden consultarse todos los registros del inventario de libros y sus respectivas identificaciones. Sobre la cultura
y formación libresca de Teodoro Ardemans, véase también BLASCO, 2013a.
2. AYALA, 1986.
3. Así lo especifica el propio Ardemans en su «Elogio a Don Antonio Palomino y Velasco», en PALOMINO, Antonio, El Museo
pictórico y Escala óptica, t. II, Madrid [1724], 1988, pp. 34-35.
4. CEÁN, 1829, t. IV, p. 111 y RODRÍGUEZ, 1971.
5. BLASCO, 2020.
6. Para la biografía, véase BLASCO, 1991.
7. En BLASCO, 1994, pp. 76-90, se describen las 244 entradas que componían la librería de Ardemans en 1726 y 1733. El
registro –a menudo muy somero y a veces incomprensible– de cada título y su autor dificulta la identificación de algunos
tratados y, mucho más, de la edición que pudo manejar Ardemans, a lo que nos ayuda la tasación del libro, el tamaño y, si
consta, su estado de conservación. La biblioteca de Arroyo fue publicada por BARRIO, 1978.
8. «Habiendo la divina providencia destinado mi inclinación, desde la primera edad, a las Artes Liberales de la Pintura, y
Arquitectura, me hallé de edad de diez y seis años [1677], con no pequeños rasgos de aquella, empezando a estudiar Mate-
máticas, en que proseguí hasta los diez y ocho [1679], y hasta los veinte [1681] en el estudio de la Arquitectura, Perspectiva
y Óptica, continuando en la práctica de varias trazas doctrinales de esta Arte…», Declaración y extensión sobre las ordenanzas
que escrivió Juan de Torija, Madrid, Francisco del Hierro, 1719, «Dedicatoria», s. p.
9. BLASCO, 2013.
10. Sigue siendo muy útil a este respecto, el ya clásico libro de BOTTINEAU, 1986.
11. Por la forma de registrar el título y su tasación: «Otro Thomo de Arquitectura de feliberto del Olmo en francés», en 45 rs.,
el ejemplar de Ardemans podría corresponder a la edición ampliada, Architecture, Rouen, 1648.
12. Dos tomos de Arquitectura de frutembaq, en 90 rs. Obra rara en las bibliotecas españolas.
13. SKELTON, 2007.
14. BLASCO, 2013c, pp. 99-108.
15. Valorados en 15 rs., BRANCA, Giovanni, Le macchine, Roma, 1629 y Manuale d’Architettura, Ascoli, 1629.
16. DÍAZ, 2004, pp. 157-179.
17. POZZO, A., Perspectiva Pictorum et Architectorum, Pars Prima, Romae, Joannis Jacobi Komarek Bohemi, 1693. Pars Seconda.
S.l., s.i., 1700, y GALLI BIBIENA, F., L’Architettura civile preparata sú la Geometria, e ridotta alle Prospettive. In Parma, per
Paolo Monti, 1711.
18. Su contenido fue extractado por sus divulgadores, que alabaron la precisión gráfica y descriptiva del autor mediante estas
palabras: «es tan exacta la opinión que formó Ardemans de las minas de Almadén y Almadenejos, que no podemos menos
de trasladar algún párrafo respecto de este punto...», MAFFEI y RÚA, 1871, 36-37.
19. LAFRERY, A., Speculum Romanae magnificentiae, omnia fere quaecumque in urbe monumenta extant, Roma, s.a. (1575); PITTONI,
B., Praecipus Aliquot Romanae Antiquitatis Ruinarum Monumenta..., Venetia, Girolamo Porro, 1575; FERRERIO, P., Palazzi
di Roma de’piú celebri architetti, disegnate da..., Libro I, e Gio. FALDA, B., Nuovi disegni, architetture, e piante dei Palazzi di
Roma, Libro II, Roma, per Gio. Giacomo Rossi, s.a. (1655); ANGELIS, P., Basilicae Sanctae Mariae Maioris de urbe a Liberio
Papa I usque ad Paulum V Pont. Max, Romae, Bartho­lomai Zancretti, 1621.
20. PALOMINO, 1715 y 1724.
21. En el inventario consta: «Un libro de la Pompa de la entrada del Sr. fernando de Austria Su Autor Solís», en 15 rs. En la
librería de Arroyo había un «libro grande Pompa del ynfante Cardenal con láminas», valorado en 250 reales. Aunque es
lógico que Ardemans conservara esta monumental obra, donde se reproducían los arcos y tramoyas inventados y delineados
por Rubens para festejar la entrada del Cardenal Infante don Fernando, el dato del autor (¿Solís?) y la baja estimación que
merece el libro en 1733 parecen contradecir esta idea, a no ser que se hubiesen desprendido gran parte de las estampas.
Entre los editores, recopiladores, grabadores o demás personas implicadas en las distintas ediciones de la Pompa no aparece
nadie con el nombre mencionado, ni existe ningún otro indicio para relacionar a este incógnito Solís con dicha obra. Cfr. MARTIN,
J. R., The decorations for the Pompa Introitus Ferdinandi, t. XVI del Corpus Rubenianum Ludwig Burchard, Bruselas, 1983.

LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS 75


BIBLIOGRAFIA

ARDEMANS, T. (1988), «Elogio a Don Antonio Palomino y Velasco», en A. PALOMINO, El Museo pictórico y Escala
óptica, t. II, Madrid [1724], pp. 34-35.
AYALA MALLORY, N. (1986), Palomino, Vidas, Madrid, Alianza.
BARRIO MOYA, J. L. (1978), «Los libros del arquitecto José de Arroyo», en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos,
LXXXI, n.º 4, pp. 825-834.
BLASCO ESQUIVIAS, B. (1991), Teodoro Ardemans y su entorno en el cambio de siglo (1661-1761). Aspectos de la
arquitectura y el urbanismo madrileños de Felipe II a Carlos III, Madrid, Universidad Complutense de Madrid.
BLASCO ESQUIVIAS, B. (1994, 1996-1997), «Una biblioteca ‘modélica’. La formación libresca de Teodoro Arde-
mans» (I y II), en Ars longa: cuadernos de arte, n.º 5, pp. 73-97 y pp. 7-8, pp. 155-175.
BLASCO ESQUIVIAS, B. (2013), Arquitectos y tracistas. El triunfo del Barroco en la Corte de los Austrias, Madrid,
CEEH.
BLASCO ESQUIVIAS, B. (2013), «Teodoro Ardemans, pintor, arquitecto y tratadista. La Mantisa de los más insignes
Arquitectos», en A. RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS y A. RODRÍGUEZ REBOLLO (coords.), Carlos II y el arte de su
tiempo, Madrid, FUE, pp. 393-412.
BLASCO ESQUIVIAS, B. (2013), «Wendel Dietterlin y el origen del Barroco en España», en S. PIAZZA (coord.), Testo,
Immagine, Luogo. La circolazione dei modelli a stampa nell’architettura di età moderna, Palermo, pp. 99-108.
BLASCO ESQUIVIAS, B. (2020), «Las Fluencias de la Tierra, y Curso Subterráneo de las Aguas, 1724, de Teodoro
Ardemans», en D. CRESPO DELGADO (dir.), Sueño e ingenio. Libros de ingeniería civil: del Renacimiento a las
Luces, Madrid, Biblioteca Nacional de España y Fundación Juanelo Turriano, pp. 217-224.
BOTTINEAU, Y. (1986), El arte cortesano en la España de Felipe V (1700-1746), Madrid, FUE.
CEÁN BERMÚDEZ, A. (1829), adiciones a la obra de E. LLAGUNO y AMIROLA, Noticias de los Arquitectos y Arquitectura
de España desde su Restauración, Madrid, Imprenta Real.
DÍAZ MORENO, F. (2004), «Fray Lorenzo de san Nicolás (1593-1679). Precisiones en torno a su biografía y obra
escrita», Anales de historia del arte, n.º 14, pp. 157-179.
LLAGUNO Y AMÍROLA, E. (1829), Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España desde su Restauración, Ma-
drid, Imprenta Real.
MAFFEI, E. y RÚA FIGUEROA, R. (1871), Apuntes para una Biblioteca española de libros, folletos y artículos, impresos
y manuscritos, relativos al conocimiento y explotación de las riquezas minerales y a las ciencias auxiliares, vol. I,
Madrid, Imprenta de J. M. Lapuente.
MARTIN, J. R. (1983), The decorations for the Pompa Introitus Ferdinandi, t. XVI del Corpus Rubenianum Ludwig
Burchard, Bruselas.
RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A. (1971), «Las Ordenanzas de Madrid, de don Teodoro Ardemans, y sus ideas sobre
la Arquitectura», en Revista de Ideas Estéticas, n.º 114, pp. 91-110.
PALOMINO DE CASTRO Y VELASCO, A. (1715 y 1724), El Museo Pictórico, y Escala Optica. Tomo I. Theorica de la
Pintura..., Madrid, Lucas Antonio de Bedmar. Tomo Segundo. Práctica de la Pintura..., Madrid, Viuda de Juan
García Infançón.
SKELTON, K. (2007), «Shaping the book and the building: text and image in Dietterlin’s Architectura», Word &
Image, 23, n.º 1, pp. 25-44.

Volver al índice

76 LOS LIBROS DEL INGENIERO


4
Los libros de la Academia de
Matemáticas de Barcelona*

JUAN MIGUEL MUÑOZ CORBALÁN


Universitat de Barcelona

«El ver mucho y el leer mucho avivan


los ingenios de los hombres»
Miguel de Cervantes

DE LOS APUNTES A LOS MANUALES

Una característica común de las iniciativas académicas impulsadas en el último período


de los Austrias hispánicos, tanto en Flandes como en España, fue estimular la edición de
obras impresas que permitieran reglar las enseñanzas y mejorar el nivel educativo de dichos
centros. En la Academia de Matemáticas de Bruselas, su director Sebastián Fernández de
Medrano polarizó esta dinámica pedagógica. Su amplia producción de tratados sobre diversos
temas de geografía, matemáticas, fortificación, artillería, etc., facilitó la formación de los
estudiantes activos en dicha institución. Bajo la prolífica actividad literario-científica del
toledano subyacía el interés de ciertos personajes como los citados gobernadores y virreyes
por impulsar la dignificación de la ciencia y la técnica españolas en torno al arte militar.
El funcionamiento de los cursos impartidos en dichas academias tenía como base las
lecciones dictadas por parte del profesorado mediante sus propios conocimientos sobre
cada materia, los cuales habían sido recopilados normalmente a partir de la bibliografía
más prestigiosa y universalmente reconocida que había sido editada hasta la fecha1.
El esfuerzo de síntesis de Medrano en Bruselas, con sus numerosos tratados, tuvo una
repercusión relevante en la institución flamenca y en la Academia de Barcelona, junto
a las obras de esos otros autores autóctonos referidos por el moracho en su manual El
Ingeniero: Primera parte de la moderna Architectura Militar, aunque sin nombrarlos
explícitamente. Los trabajos de los valencianos Bernardo José Zaragoza2, Tomás Vicente
Tosca3 y José Chafrión4, así como otros clásicos de la talla del ingeniero militar jienense

LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA 77


FIG.  1.   F. LARRANDO DE MAULEÓN, Estoque de la Guerra, y
Arte Militar. Primera, y segunda parte, que cada una contiene quatro
Tratados…, Barcelona, en Casa Cormellas, por Thomas Loriente
Impressor, 1699.

Cristóbal de Rojas5 o del polifacético madrileño Juan Caramuel6, tuvieron un impacto


de relieve en la construcción de esa conciencia nacional para ubicar la ciencia y la
técnica española en el lugar merecido7.
Es muy escasa la documentación conservada de cara a conocer el funcionamiento de las
academias establecidas para la formación militar en los siglos XVI y XVII, por lo que tienen una
especial importancia para su estudio los libros que fueron publicados contemporáneamente
por aquellos profesionales de la ciencia y la ingeniería militar, como es el caso del Estoque
de la Guerra de Larrando de Mauleón [FIG. 1], a quien Francisco de Villarroel, capitán de
Infantería, en su soneto laudatorio que precede el tratado del aragonés señalaba que este,
«A la Escuela de Palas, y a Medrano, Sino exceden, igualan por perítos»8.
La creación del Cuerpo de Ingenieros, llevada a cabo de nueva planta en 1711,
dio pie a reconfigurar la estructura de dicho colectivo, otorgándole una particularidad
dentro del organigrama del Ejército9. Hasta la Real Ordenanza, e Instruccion de 22
de Julio de 1739 para la enseñanza de las Matematicas en la Real, y Militar Academia,

78 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  2.   A. R. DEL VALLE, Tratado VI de la Cosmographia, ms. (copia a partir del curso impartido por Pedro Lucuze en la Academia de
Matemáticas de Barcelona), Orán, 4 de septiembre de 1761. Biblioteca Central Militar, ML-235-A, 1767/M-1, p. 1 y lám. 2ª, fig. 2ª.

que se ha establecido en Barcelona, no se contempló una política reglamentada para


la constitución de una sólida biblioteca de dicho centro formativo, la cual hubo de
nutrirse en un principio de los fondos que habían pertenecido a la Academia de los
Austrias en la misma Ciudad Condal.
Una vez iniciada su actividad en unas dependencias del arsenal de la ciudadela erigida
en Barcelona, la dinámica de la Academia borbónica también fomentó la producción
de material educativo interno, tanto los apuntes de los estudiantes, ordenados a modo
de libros de texto que ya habían sido objeto de evaluación, como los trabajos escritos
por ciertos profesores o miembros del Cuerpo de ingenieros10.
Esté método “endogámico” para abastecerse del material pedagógico destinado a la
impartición de los cursos reglados consistía en un sistema práctico que no dejaba de
ser, aun recibiendo la supervisión de los profesores implicados, un recurso de fuentes
de tercer nivel, como mínimo. Los manuales constituían, sin embargo, un instrumento
a medida para satisfacer las necesidades docentes del centro académico.
La primera fase de la Academia de Matemáticas de Barcelona puesta en funcionamiento
en 1720 bajo la dirección de Mateo Calabro estuvo caracterizada por esa inercia didáctica11.
Cuando éste fue cesado en 1738 bajo el nuevo ministerio del Duque de Montemar,
el asturiano Pedro Lucuze ocupó su lugar al mando del centro, manteniendo grosso
modo la dinámica heredada pero atendiendo mayormente al talante institucional de la
Academia. El nuevo director asumió entonces reforzar sensiblemente la organización
de los estudios mediante una concienzuda estructura del plan académico y la dinámica
de provisión de materiales docentes y bibliográficos, en contraste con el espíritu más
visceralmente personalista que había infundido Calabro [FIG. 2].

LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA 79


LA SOCIEDAD MATEMÁTICA DE INGENIEROS Y ARTILLEROS

Con la entrada del otoño de 1756 el Conde de Aranda lanzaba al secretario de la Guerra
la propuesta de unificar y reorganizar los cuerpos de Artillería e Ingenieros en un misma
entidad bajo su dirección12. Una de las nuevas iniciativas concebidas por el aragonés
para la modernización de los mecanismos de formación disciplinar en las Academias
de ingenieros y de artilleros fue la creación en Madrid de una Sociedad Mathemática
cuya sede sería la denominada Casa de Geografía, en la plazuela de San Francisco. Los
argumentos eran claros y determinantes:

Considerando el Rey que después de los principios tan bien dispuestos que logra la nación
para instruirse en las Mathemáticas en las escuelas establecidas a cargo de los oficiales de
Artillería e Ingenieros, necesitan de los Autores que han escrito en esta ciencia tan noble,
infalible, instructiva, útil al bien común y precisa para la Guerra, cuyas edicciones, sobre
ser antiguas, tampoco se hallan, de modo que carecen los dominios del Rey de las noticias
conducentes a labrar los sujetos que tienen los precisos fundamentos, ha resuelto S. M. Se
nombren cinco oficiales de artillería y otros tantos de ingenieros de los más sobresalientes
en las Mathematicas, y que recogiéndose todas las obras que hay escrito sobre este asunto,
en todas lenguas, se forme un curso matemático extenso y crítico en que se apruebe la
fundado, y repruebe lo falsamente producido, el qual se ha de dividir en tres partes, que
serán la Architectura Civil y Militar, Arte Tormentaria y Maquinaria. Para este efecto,
compra de Libros, instrumentos Mathemáticos y gastos ordinarios ha destinado el Rey
sobre la dotación de Artillería cien mil reales de Vellón más, y manda que con este mismo
coste se forme una Galería Maquinaria con modelos de suficiente magnitud, para benir al
perfecto conocimiento de cada pieza de por sí, destinando la casa que ya corre de quenta
la Real Hazienda con nombre de Geografía13.

El Conde de Aranda propuso a Pedro Lucuze para dirigir la nueva institución, «por
la particular inteligencia que posee en las Mathemáticas, acompañada de no menores
circunstancias». El asturiano tomó inmediatamente las riendas de la Sociedad y se
encargó de coordinar la redacción de los correspondientes cursos que deberían servir
para ordenar las clases en los diferentes centros académicos. Simultáneamente se inició
la compra del material bibliográfico adecuado para la preparación de dichas lecciones,
estructuradas inteligentemente a modo de manuales de cada una de las disciplinas del
plan de estudios. Los libreros establecidos en Madrid que suministraron material para
nutrir la biblioteca de la institución fueron Ángel Corradi, con imprenta en la calle
Carretas; los franceses Joseph Orzel, en su librería de la Puerta del Sol, a la entrada de
la calle de la Montera, y Juan Barthelemy, librero de la Corte, también residente en la
Puerta del Sol; así como Francisco Manuel de Mena, que proporcionó «otra porción
de libros comprados de Authores Españoles» en su establecimiento.
También fue de relieve la misión que llevó a Jorge Juan a Francia e Inglaterra para
realizar labores de información, es decir de espionaje técnico e institucional y de
reclutamiento de personal cualificado que recalara en España para, básicamente, la
mejora de la industria naval. Uno de los menesteres que desempeñó fue encargar «la

80 LOS LIBROS DEL INGENIERO


compra de diferentes Libros Mathematicos» para que fueran enviados a las Academias de
Barcelona y Cádiz14. El propio Lucuze recalcaba la dificultad de obtener con inmediatez
la bibliografía y otros documentos cuya adquisición en Londres y París le fue solicitada
mediante sendas órdenes de 16 de diciembre de 1752 y 27 de mayo de 1753. A finales
de abril de 1754 los materiales bibliográficos

se hallan ya en Cádiz y en esta villa; los primeros en poder del Intendente Don Julián de
Arriaga y los segundos en la casa de la Geographia, aunque estos no se hallen completos;
pues faltan todos los latinos, E ingleses, que creo no abra podido recoger aun el librero,
de quien no tengo aviso, ni tampoco del thessorero del Rey que los recivió, y pagó en
París15.

Otras fuentes sirvieron para aportar material impreso a la biblioteca de la Sociedad


Matemática. Fueron los casos de libros en poder de ingenieros que engrosaron los
fondos de ésta, como el monumental repertorio bibliográfico Bibliotheca Hispana, del
sevillano Nicolás Antonio, comprada al ingeniero ordinario Miguel de Navalcerrada
el 25 de junio de 1757, o varios volúmenes adquiridos a la viuda del recientemente
fallecido ingeniero director Joaquín de Rado16.
Tras unos pocos años de funcionamiento la Sociedad madrileña fue cerrada el 12 de
mayo de 1760. Lucuze regresó a su destino en la dirección de la Academia de Barcelona
y sus fondos bibliográficos, guardados en la Casa de Geografía y consistentes en 249
títulos, fueron distribuidos entre el centro barcelonés (176) y la Academia de Cádiz
(73). Dimitido el Conde de Aranda de su cargo a comienzos de 1758 bajo la presión
del ministro de la Guerra Sebástián de Eslava, el sueño del aragonés llegó a su fin, y
de nuevo ingenieros y artilleros siguieron vías corporativas diferentes.

LA BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA


ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA

Ya ubicada su nueva sede en dependencias del antiguo convento de los Agustinos Cal-
zados de Barcelona, y tras su actividad durante varios años en unas salas del arsenal
de la ciudadela, la Academia de Matemáticas fue ampliando sus fondos bibliográficos
mediante la adquisición de libros apropiados para el plan de estudios consolidado a raíz
de la Ordenanza de academias de 1739 y su confirmación mediante la Ordenanza de 29
de diciembre de 1751.
También se impulsó la edición de algún tratado que fue considerado de necesario uso
para la formación de los aspirantes a ingresar en los cuerpos de Ingenieros y Artillería.
Los títulos más destacados fueron el Tratado de Fortificación de John Muller (1746),
traducido por Miguel Sánchez Taramas y editado en Barcelona en 176917; los Principios
de Fortificación de Pedro de Lucuze18; y las Nociones Militares de José Ignacio de March
[FIG. 3], a modo de suplemento del tratado del asturiano19. Las necesidades de nutrir
este ambiente disciplinar de títulos afines a las principales materias enseñadas en los
centros académicos también movieron a algunos individuos pertenenecientes al Cuerpo
a proponer traducciones de obras extranjeras, como fue el caso de Luis Marqueli,

LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA 81


FIG.  3.   J. I. DE MARCH, Nociones militares, ó Suplemento a los principios de
fortificacion del Excmo. Señor Don Pedro de Lucuze. Escrito para la instrucion
de los Caballeros Cadetes del Regimiento de Dragones de Sagunto, Barcelona,
Bernardo Pla Impresor, en los Algodoneros, 1781.

ingeniero extraordinario destinado en Ceuta, quien, tras realizar una traducción al


castellano del Traité de la sureté et conservation des Etats, par le moyen des Forteresses, del
ingeniero francés Philippe Maigret, propuso su publicación en 176720. Curiosamente,
el ingeniero leridano Ignacio Sala ya había estado trabajando en la traducción de este
clásico francés veintiún años antes, sin tener tampoco éxito editorial. El propio Sala
sí que había logrado publicar en 1743 su versión castellana del tratado de Vauban
sobre la defensa de las plazas fuertes21, igualmente que otros colegas del Cuerpo como
Jaime Conde con su Paralelo de los sistemas de fortificación más acreditados, y Manuel
Centurión, con su Ciencia de Militares22.

82 LOS LIBROS DEL INGENIERO


A lo largo de los años fueron realizándose inventarios del material existente en el centro
educativo barcelonés, los cuales permiten observar el incremento de los fondos de su
biblioteca y la atención a determinados títulos indispensables para nutrir sus armarios.23
La lista de las obras halladas en la biblioteca de la Academia de Matemáticas de Bar-
celona a fecha 16 de enero de 1790 alcanzaba los 2.030 volúmenes, correspondientes
a 768 títulos, algunos de ellos presentes con más de un ejemplar. Agrupados por temas
o disciplinas ésta es la relación efectuada en ese momento:

ÁREA TEMÁTICA DISCIPLINA ESPECÍFICA TÍTULOS PORCENTAJE ~

Pensamiento y cono- Filosofía 26 3,38


cimiento global Teología, moral 1 0,13
Enciclopedias, diccionarios enciclopédicos 59 8 1,04 7,68
Lingüística, gramática, diccionarios de idiomas 21 2,73
Repertorios bibliográficos 3 0,4
Humanidades Biografías 5 0,65
Geografía histórica, diccionarios geográficos e históricos 20 2,61
Antigüedad 5 0,65
Historia de España 57 9 1,17 7,42
Historia de la Corona de Aragón 12 1,56
Historia de Francia 1 0,13
Genealogía, títulos nobiliarios, blasones, heráldica 5 0,65
Conocimiento del Atlas, cartografía, geoestrategia 8 1,04
espacio y del territorio Astronomía, cosmografía 44 31 4,04 5,73
Viajes, expediciones 5 0,65
Ciencias naturales Historia natural 3 0,39
Maderas, botánica 2 0,26
7 0,91
Entomología 1 0,13
Medicina, terapias de salud 1 0,13
Ciencia y técnica Matemáticas (aritmética, geometría, bases numéricas, castra- 155 20,18
metación…)
Física (teoría, mecánica, experimentación, estática, dinámica, 62 8,07
hidráulica, termodinámica, electricidad…)
Trigonometría, logaritmos, tablas 9 1,17
Gnomónica 5 0,65
Óptica, acústica 313 13 1,69 40,75
Química, alquimia 6 0,78
Geología, mineralogía 3 0,39
Metalurgia 19 2,47
Pesas, medidas, cuentas 9 1,17
Instrumental técnico y científico, máquinas 14 1,82
Anales, actas, disertaciones de academias de ciencias 18 2,34
Asuntos de Estado Política 5 0,65
Derecho, leyes 18 3 0,39 2,34
Economía, comercio 10 1,3
Formación militar Organización militar 32 4,16
Táctica y estrategia militar 32 4,16
Historia militar 6 0,78
197 25,65
Ingeniería militar, poliorcética, fortificación 74 9,64
Artillería 30 3,91
Ordenanzas militares 23 2,99

LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA 83


ÁREA TEMÁTICA DISCIPLINA ESPECÍFICA TÍTULOS PORCENTAJE ~

Formación naval Navegación 15 1,95


Táctica naval 18 1 0,13 2,34
Construcción naval 2 0,26
Bellas artes Arquitectura, órdenes arquitectónicos, tipologías y morfologías 13 1,69
arquitectónicas
Arquitectura civil, arquitectura hidráulica 7 0,91
Construcción, estereometría, estereotomía, carpintería 13 1,69
Ornamentación arquitectónica 2 0,26
Arte de tornear 55 2 0,26 7,16
Ingeniería de caminos, canales, puentes, fluvial 8 1,04
Dibujo, delineación 4 0,52
Perspectiva 3 0,39
Grabado 2 0,26
Pintura 1 0,13
Número total 768

Evidentemente, la mayor parte del material bibliográfico corresponde a libros de


carácter científico y técnico, más de un tercio del conjunto de los fondos. Entre ellos,
casi la mitad son obras de carácter matemático, en sus diferentes variedades, mientras
que prácticamente una décima parte del total de la biblioteca corresponde a obras sobre
física, tanto teórica como aplicada.
Una cuarta parte del volumen bibliográfico de la Academia se ajusta a obras de estricta
formación militar, destacando casi un diez por ciento sobre temática directamente
clasificable como ingeniería militar, poliorcética y fortificación.

84 LOS LIBROS DEL INGENIERO


El talante ilustrado que iba afianzándose en sectores influyentes del mundo intelectual
fue calando en la propia estructura de gobierno del reino, y el interés por alcanzar el
ritmo científico y técnico que otras potencias europeas ya venían desarrollando de forma
institucional se vio reflejado en las iniciativas académicas dependientes de la secretaría
de la Guerra. Contrastando el inventario de la Academia de Matemáticas de Barcelona
de 1760 con el realizado en 1790, puede comprobarse cómo en un período de treinta
años, los fondos bibliográficos se ampliaron casi en un cuarenta por ciento por lo que
respecta al número de volúmenes. La política de adquisiciones se basaba en reunir los
títulos más reconocidos en los ambientes académicos.
Sin embargo, aunque su biblioteca era la base para sustentar el trabajo pedagógico
que los profesores debían llevar a cabo mediante la impartición de sus cursos, tanto en las
primeras directrices del Conde de Montemar de 1724, como en el proyecto presentado
por Diego Bordick bajo la dirección de Jorge Próspero Verboom según Real Orden de
18 de enero de 1730, o en el Formulario redactado por Pedro Lucuze en 1737, no se
mencionaba de forma explícita la constitución y el mantenimiento de dicha colección
bibliográfica. Los argumentos de Bordick/Verboom en su Proyecto o Idea sumaria ya
entraban en cuestiones de mayor calado disciplinar, superando la retórica genérica del
Conde de Montemar. Ambos ingenieros, que echaban mano de su experiencia formativa
en la Academia de Bruselas, observaban la necesidad de una conciliación académica
entre teoría y práctica, dándole a cada una su valor en el proceso de aprendizaje, «porque
si la mente del aplicado se ampara de los preceptos especulativos, suele digerirlos tan
confusa e insustancialmente, que faltandole la oportunidad y la practica del modo de
su aplicazion viene, quando no sea a repugugnarlos [sic] del todo por abstractos, a
servirse de ellos a lo mas, para solo oxepto [sic] de entretener la ociosidad»24. De forma
muy sucinta, hacían breves referencias al peso específico del material teórico. En el
capítulo XXV del Proyecto, los ingenieros flamencos se referían al «Tratado lineal y
Geometrico de fortificazion regular e irregular», que debía ser dictado a los estudiantes,

pero de un modo tan sencillo y manual como lo demuestra el pequeño Tratado que corre
bajo el nombre del Mariscal de Vauban, y tambien en el compuesto por el difu [sic] Don Se-
bastian Fernandez de Medrano, para evitar y apartar de las Ideas de los Academistas los so-
ñados inutiles sistemas de los innumerables Autores que tratan desta Materia, a la excepcion
en los menos modernos del Conde de Pagan y del Cavallero de Ville, los quales rectificados
por las maximas y observaciones de aquel Ilustre Mariscal que ostentô la fuerça unida a la
magnificencia del Monarca que sirvió, y a que añadiendo en ocasiones oportunas, y tal vez
desde los principios de la Construccion algunas tan utiles como Cautelosas Invenciones de
Coëhorn se pueden lograr maximas seguras para la devida permanencia y existencia practica
de una fortificacion accomodada a la actual capacidad de los Europeos en la Guerra25.

La citación de otras autoridades reconocidas en las diferentes materias la realizaban


Bordick/Verboom cuando se referían en el capítulo XXXXI [sic] al encargo docente que habría
de recibir un «Ingeniero en Xefe de los Exercitos universalmente inteligente en todas las
partes de la Mathematica, practico en ambas Architecturas, de sufficiente experiencia en las
operaciones de la guerra, Attaque, deffensa y construcción de Plazas, versado en las lenguas

LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA 85


FIG.  4.   S. LE CLERC, Traité d’Architecture, avec
des remarques et des observations tres-utiles Pour les
Jeunes Gens, qui veulent s’appliquer à ce bel Art, 2
tomos, París, Chez Pierre Giffart, 1714.

y erudito en la propia si fuesse posible, docto en la Especulación de las Cosas naturales, de


condición affable, docil, benigna; aplicado y desinteressado de sana constitución y robustez
por quanto se considera como el mobil efficaz desta enseñança»26. Tomando como base los
libros de Euclides para la redacción del curso de matemáticas, «el mas compendioso que sea
posible […], breve, methodico, fácil, practico y demonstrativo», los susodichos ingenieros
remitían como modelos a las obras elaboradas por «los Señores de Port Royal en sus nuevos
Elementos de Geometria, y despues excutado por el Señor Crousaz, Professor de la Academia
de Lausana en su Geometria de las líneas», así como a la brillante aportación del «método
del Curso del Padre Tosca, evitando lo curioso y abstracto de sus priolijas demonstraciones,
las quales deveran conformarse al método de los citados Autores». Eso, en lo referente a
cuestiones mayormente especulativas. En lo relativo a «la Geometria puramente practica,
e Instrucciones practicas del Ingeniero y del Artillero, se servirá dicho Professor Real del
Curso Mathematico del Señor Belidor, Professor Real de una de las cinco Academias
establecidas en Francia al mismo fin». Bordick/Verboom observaban la adecuación del
«breve Methodo del Cavallero Le Clerc, Architecto que fue de S.M. Christianissima» para
lo referente a los temas de arquitectura civil, «por su desembarazo, claridad y fortaleza mas
adequada a la fortificazion y practica execucion que otra alguna» [FIG. 4]27.
El espíritu que subyace en estas indicaciones de la Idea sumaria es la de ofrecer
unos contenidos homogéneos y universales, «para que sea una misma Norma que en
adelante se repita y enmiende successivamente hasta ponerla en su ultima perfeccion
a fin de que se siga para la uniforme Instrucción de las Academias»28. Aparte de otras
consideraciones disciplinares de gran interés sobre la conveniencia de los estudios

86 LOS LIBROS DEL INGENIERO


académicos para la profesión del ingeniero, el mensaje de fondo radicaba en la respon-
sabilidad del personal docente encargado de los cursos en el centro barcelonés para
formar, a partir de los fondos existentes en la biblioteca de la institución,

una selecta y quanto possible sea breve compilación destos Autores, de los quales se pueden
construir un Curso regular y excelente y propio para la practica que se anhela, y la Inteligencia
de todos los demas Autores antiguos y modernos, con la cual se lograran principios Theoricos
breves, y practicos universales al posterior perfecto conocimiento de todo lo referido, persua-
diéndose que por los medios de los citados principios del tiempo y de la Experiencia los Acade-
mistas movidos de la emulacion y del natural curiosa aplicacion se iran de por si perficionando
en las partes a que su genio los inclinasse respecto de que se tiene por impossible en el breve
termino de tres años que durará el Curso la possible entera inteligencia Theorica y practica
(mayormente esta no siendo vivamente exercitada en obras de consideracion como en otras Mo-
narquias) que no sea usando el más efficaz modo de obviar lo inutil por deleitoso (que siempre
llega en tiempo) a favor de lo preciso e inexcusable que requiere la Profession de Ingeniero29.

DIVERGENCIA ENTRE TRADICIÓN Y DESARROLLO TÉCNICO-CIENTÍFICO

La inercia ideológica provocada por el control eclesiástico respecto de la difusión


del saber en España, que en buena medida estaba en manos, paradójicamente, de
los jesuitas, conducía a un perverso ejercicio de autocontrol a la hora de dictaminar
la conveniencia de unas u otras fuentes bibliográficas. La Idea de Bordick/Verboom
propugnaba una prudente posición para evitar enfrentarse a los estamentos fácticos
que, con su ortodoxia teológica y la subsiguiente censura, estigmatizaban y prohibían
aquellos autores y sus obras que se alejaban de lo estrictamente permitido por las
estructuras eclesiásticas. La recomendación al respecto indicaba que «por quanto en
lo que pertenece a las cosas Naturales y físicos Experimentos dellas la variacion de
opiniones permite alguna altercacion en las Escuelas que emula y despierta los Ingenios
se previene a los Professores deveran seguir (despues de las probables por experiencia y
demonstración) en materia a dudosas las más aprobadas en la Santa Iglesia Catholica
Romana, sobre cuias Experiencias y Supuestos podrán instruir los Academistas»30.
La introducción progresiva de un talante ilustrado durante el reinado de Fernando VI
y las primeras décadas del de Carlos III, favoreció la incorporación a la biblioteca de
la Academia de aquellos materiales cuya adquisición, no muchos años atrás, habría
resultado imposible llevar a cabo. Tanto los fondos bibliográficos de la academia de
matemáticas establecida en el cuartel de las Reales Guardias de Corps como los exis-
tentes en la Sociedad de la Casa de Geografía contribuyeron a nutrir las bibliotecas de
las Academias de Barcelona y Cádiz. Desgraciadamente, la involución ideológica que
se produjo durante el reinado de Carlos IV lastró la dinámica del progreso científico
que los ambientes ilustrados habían favorecido. Las directrices inquisitoriales fueron
contundentes para dictaminar la inconveniencia de determinados títulos que hasta
entonces habían sido indiscutiblemente admitidos como obras de referencia internacional.

LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA 87


Agustín Rubín de Ceballos, obispo de Jaén e Inquisidor General de España entre
1780 y 1793, lideró una acción intransigente al respecto de la libre circulación de dicho
material. Su dictamen partió del Índice Expurgatorio de 1747 y se explicitó en 1790
con el Índice Último de los Libros Prohibidos, un verdadero mazazo para el panorama
intelectual y científico nacional de la época31. Con respecto a los fondos de la Academia
de Matemáticas de Barcelona, las autoridades ordenaron, siguiendo sus directrices, que
«aunque los Maestros tenían licencia para leerlos quiere S.M. se recojan no solo los
de aquella escuela sino los que hubiere en las demás del exercito, y Marina, tanto de
España como de las Indias, para precaver de esta suerte todo riesgo de que se esparza
entre los militares la doctrina y maximas perniciosas que contienen semejantes libros en
perjuicio de las buenas costumbres, sana moral, y verdadera religión»32. Pedro Lucuze
intentó, con motivo del desmantelamiento de la Sociedad de Matemáticas de Madrid
y de la Academia de Guardias de Corps, preservar de su pérdida aquellos ejemplares
prohibidos por el Santo Oficio. El asturiano indicaba al secretario de la Guerra Ricardo
Wall que «en el inventario de la Academia de Guardias se halló faltar sesenta y ocho
volúmenes de las Actas de Lepsich, que parece están detenidos por el Tribunal de la
Inquisición, sin cuyo permiso no pueden recogerse, ni conducirse a su destino de la
Academia de Cádiz». Lucuze solicitaba que se mantuvieran las licencias otorgadas
por el Inquisidor General el 20 de febrero de 1758 para que se extendiese la libertad
de consulta, «porque las Academias Militares de Barzelona y Cádiz son de la misma
naturaleza que la Sociedad, y que con los Libros e Instrumentos de esta quiere S.M. se
completen aquellas». Hacía alguna concesión en su demanda al ministro al añadir que
«para evitar todo inconveniente, basta prevenir se custodien separados, y reservados a
los Maestros, sin que los Discípulos ni otra Persona forastera pueda usar de la lectura
de ellos»33. Dos años más tarde, el Inquisidor General y Director de la Biblioteca Real
autorizaba la petición de Pedro Lucuze34.
El endurecimiento de los criterios moralistas que cuajaron en los primeros años del
reinado de Carlos IV condujeron a una actitud más represiva en cuanto a la libertad de
prensa y a la difusión editorial. Así pues, libros como la Historia Civil de España de Belan-
do35, las susodichas Actas de la Academia de Ciencias de Leipzig [FIG. 5]36, la Encyclopédie
de Diderot y D’Alembert37 (la cual, «el Señor Clemente XIII en su Bula, manda que esta
obra se queme»), o de éste último sus Mélanges38, reflexiones ilustradas consideradas
peligrosamente subversivas, fueron estigmatizados y prohibidos irremisiblemente.
Varios de los títulos de la lista salvaron alguna de sus partes, atendiendo a su utilidad
en la formación profesional de los académicos, entre ellos, «los tomos en que está la
colección de Instrumentos» de la Encyclopédie, obra de gran trascendencia universal39.
Con respecto al Cuerpo de Ingenieros militares, su Ordenanza de 1803, bajo el poder
fáctico del ministro universal Manuel Godoy, definía el establecimiento del nuevo centro
académico en Alcalá de Henares e intentaba, dentro de la continuidad, fijar con más detalle las
competencias y responsabilidades de todo el escalafón corporativo. No introducía directrices
novedosas en cuanto a las bibliotecas de las escuelas castrenses y mantenía la usanza de
que «dispondrá el Ingeniero general se formen los tratados que falten para la enseñanza
de las materias indicadas; y que ínterin se concluyen se adopten las obras que sean mas á
propósito de las que en el dia exîsten». Para evitar un exceso en el gasto de constitución

88 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  5.   Acta Eruditorum, Leipzig,
J. Grossii Hæredes, J.F. Gleditschium
& Christophori Guntheri, 1682-1782.
Volumen correspondiente a 1691.

de la colección bibliográfica, «a fin de que no sea costoso su establecimiento se formará


su biblioteca con parte de los libros que exîsten en las de Zamora, Cádiz y Barcelona, de
donde se conducirán también los instrumentos, modelos y demas efectos que no sean
precisos en ellas», y en caso de precisar material complementario, «comprando los demás
que sean necesarios á expensas de los fondos de las dos últimas Escuelas»40. El cierre de la
Academia de Matemáticas de Barcelona supuso el desmantelamiento de su biblioteca, que
fue dispersada básicamente entre la nueva institución alcalaína y la Academia de Artillería
de Segovia, fundada en 1764, aunque algunos de sus fondos permanecieron en la Dirección
General de Ingenieros del Principado41.
La especialización y diversificación de cada una de las ramas de la ingeniería condujo a
una dinámica heterogénea en el devenir formativo del Cuerpo de Ingenieros del Ejército.
Juntamente con los profundos cambios científicos y tecnológicos vinculados principalmen-
te al desarrollo de la pirobalística y de la industria bélica, los sistemas tradicionales de
poliorcética y fortificación fueron deviniendo obsoletos. La producción teórica y práctica
en materia bibliográfica y hemerográfica, con la correspondiente difusión en los ambientes
académicos, fue evolucionando notablemente según fue avanzando el siglo XIX hacia una
mayor tecnificación42. De este modo, una parte importante de los fondos que albergaban
las Academias de Ingenieros –cuya denominación acabó suplantando definitivamente a
la antigua de Academias de Matemáticas– se convirtió en material casi de exclusivo valor
museográfico, adquiriendo un papel más propio de la formación histórica de los profesionales
de la ingeniería militar que de su educación técnica.

LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA 89


NOTAS

* Este texto forma parte de la actividad desarrollada como investigador en el proyecto El Dibujante Ingeniero al servicio de la
Monarquía Hispánica. Siglos XVI-XVIII. II. Ciudad e Ingeniería en el Mediterráneo (DIHMCIM), dirigido por Alicia Cámara
Muñoz (HAR2016-78098-P; AEI/FEDER, EU). Además, dentro del mismo proyecto, esta aportación se integra en un estu-
dio más amplio bajo el título El ingeniero militar y su formación académica en el siglo XVIII, el cual, a su vez, estará incluido
en la iniciativa personal de investigación que inicié con motivo de mi estancia como Visiting Scholar en el Office for History
of Science and Technology de la University of California, Berkeley durante el curso 1992-1993, bajo el título Iconografía,
cartografía, bibliografía científico-estratégica y mecanismos institucionales en la España de la época moderna. Producción y
difusión para la seguridad del reino durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
1. «Para conseguir la enseñanza, segun esta idéa, deberá el Director General elegir los Tratados mas utiles de las Matematicas,
ordenandolos con succesivo método para el pronto aprovechamiento de los Academicos, escribiendo las materias que se
han de dictar, como doctrina suya, que ha de ser quanto en la Academia se explicáre, estendiendose en cada parte, segun lo
halláre por conveniente». Ordenanza e instrucción para la enseñanza de las Mathematicas en la Real, y Militar Academia que
se ha establecido en Barcelona, Barcelona, Francisco Suriá, 1739. PORTUGUÉS, 1764-1768, tomo VI (1765), p. 867.
2. ZARAGOZA, 1674.
3. TOSCA, 1707-1715.
4. CHAFRIÓN, 1693.
5. ROJAS, 1598.
6. CARAMUEL, 1670; CARAMUEL, 1679.
7. José María López Piñero indicó en su momento la existencia de una dicotomía endémica entre «la mentalidad positiva,
progresista y laica», por un lado, y «la ideología conservadora, clerical y clasicista», por otro, a la hora de seguir determinados
criterios de análisis por parte de la historiografía en España (LÓPEZ PIÑERO, 1979, p. 24).
8. LARRANDO, 1699, “Soneto, que dedica el aficionado Don Fernando de Villaroel y Prado, Capitàn de Infanteria Española del
Tercio de que es Maestro de Campo Don Francico Pimienta”.
9. CAPEL, SÁNCHEZ y MONCADA, 1988; MUÑOZ CORBALÁN, 2015.
10. MUÑOZ CORBALÁN, 2012.
11. RODRÍGUEZ de la FLOR, 1991; MUÑOZ CORBALÁN, 2004.
12. Conde de ARANDA a [Sebastián de ESLAVA]; Madrid, 21.9.1756. Archivo General de Simancas (AGS). Secretaría de Guerra
(SGU), leg. 3005, 1-2-0001/0022.
13. [Sebastián de ESLAVA] al Conde de VALPARAÍSO; Buen Retiro, 30.10.1756. AGS.SGU, leg. 3005-1-1-0008/0010.
14. Francisco Ventura de LLOVERA al Marqués de la ENSENADA; París, 18.6.1753. AGS. SGU, leg. 572.
15. Jorge JUAN al Marqués de la ENSENADA; París, 29.4.1754. AGS. SGU, leg. 572.
16. Relacion de los Caudales que se han cobrado de Thesorería en los tres meses de Octubre, Noviembre y Deziembre del presente
año â quenta de la dotación de cien mil Reales de Vellon, consignados por S.M. para gastos de la Sociedad de Mathematicas esta-
blecida en esta Corte, con su distribución por menor, y el caudal existente en caxa. Pedro de LUCUZE (director), Lorenzo LASSO
de la VEGA (comisario extraordinario de artillería) y Juan GARLAND (ingeniero ordinario), con vºbº del Conde de ARANDA;
Madrid, 31.12.1757. AGS. SGU, leg. 3005-2-1-1-0029/0034.
17. MULLER, 1769.
18. LUCUZE, 1772.
19. MARCH, 1781.
20. MAIGRET, 1725. Luis MARQUELI a Juan Gregorio MUNIAÍN; Ceuta, 26 de septiembre de 1767.AGS. SGU, leg. 3003.
21. SALA, 1743; GUTIÉRREZ, 1991.
22. CONDE, 1753; CENTURIÓN, 1757. CÁMARA, 2005, p. 249.
23. RIERA, 1977; RIERA, 2009. Mi intención es realizar un seguimiento exhaustivo y razonado de la biblioteca de la Academia
de Matemáticas de Barcelona y sus fondos bibliográficos dentro del susodicho estudio El ingeniero militar y su formación
académica en el siglo XVIII.
24. Proyecto o Idea sumaria para la formacion, Govierno y permanente establecimiento de Academias Reales y militares de Mathe-
maticas y Fortificaciones en los parages que S.M. destinasse de sus Dominios… Madrid, 7 de agosto de 1730, p. 3. AGS. SGU,
leg. 2994.
25. Ibíd., pp. 21-22.
26. Ibíd., pp. 43-44. Juan Tous Melià realiza un minucioso análisis de toda esta documentación existente en el Archivo Gene-
ral de Simancas. TOUS, 2018.
27. Ibíd., p. 44.
28. Ibíd., p. 45.
29. Ibíd.
30. Ibíd., p. 46.
31. Índice, 1790.
32. Minuta de despacho al Inquisidor General; Aranjuez, 8 de mayo de 1790. AGS. SGU, leg. 3004.
33. Pedro LUCUZE a Ricardo WALL; Madrid, 12 de marzo de 1761. AGS. SGU, leg. 3004.
34. Manuel QUINTANO BONIFAZ a Ricardo WALL; Madrid, 22 de abril de 1763.Ibíd.
35. BELANDO, 1733-1740.
36. Acta, 1682-1782.
37. DIDEROT y D’ALEMBERT, 1751-1772.

90 LOS LIBROS DEL INGENIERO


38. D’ALEMBERT, 1783.
39. Lista de los Libros, que se hallan prohibidos, o mandados expurgar por el Santo Oficio de la Inquisición, entre los que se expresa
la adjunta Relación en 19 foxas útiles, existentes en la Real Academia Militar de Mathemáticas de Barcelona. Agustín, Obispo
de Jaén, Inquisidor General, 1790. AGS. SGU, leg. 5895.
40. Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros, 2 tomos, Palacio Real de Madrid, 11 de julio de 1803 (copia del original por Joseph
Antonio CABALLERO), pp. 371-372.
41. SEGOVIA, 2004.
42. D’ORGEIX, 2013.

BIBLIOGRAFÍA

Acta Eruditorum (1682-1782), Leipzig, J. Grossi Haeredes, J.F. Gleditschium & Christophori Guntheri.
BELANDO, FRAY N. DE J. (1733-1740), Historia civil de España. Sucessos de la guerra, y tratados de paz, desde el año
de mil setecientos, hasta el de mil setecientos y treinta y tres..., Madrid, Imprenta y Librería de Manuel Fernández.
CÁMARA, A. (2005), «La arquitectura militar del padre Tosca y la formación teórica de los ingenieros entre Austrias
y Borbones», en A. CÁMARA (ed.), Los ingenieros militares de la monarquía hispánica en los siglos XVII y XVIII,
Madrid, Ministerio de Defensa; Asociación Española de Amigos de los Castillos; Centro de Estudios Europa
Hispánica, pp. 133-158.
CAPEL SÁEZ, H., SÁNCHEZ, J.E., MONCADA, O. (1988), De Palas a Minerva. La formación científica y la estructura
institucional de los Ingenieros Militares en el siglo XVIII, Barcelona, CSIC; Ediciones del Serbal, 1988.
CARAMUEL y LOBKOWITZ, J. (1670), Ioannis Caramvelis Mathesis Nova, Campaniæ, In Officina Episcopali apud
Sebastianum Aleccia Prostant Lugduni apud Laurentium Anisson.
CARAMUEL y LOBKOWITZ, J. (1679), Architectvra Civil Recta y Obliqva. Considerada y dibuxada en el Templo de
Iervsalen…, Vegeven, Imprenta Obispal por Camillo Corrado.
CERDÁ, T. (1764), Lección de artillería para el uso de la clase, Barcelona, Francisco Suriá.
CHAFRIÓN, J. (1693), Escuela de Palas ò sea Curso mathematico…, Milán, Marcos Antonio Pandulpho Malatesta.
DIDEROT, D. y D’ALEMBERT, J. LE R. (1751-1772), Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et
des métiers…, París, Briasson, David, Le Breton & Durand.
D’ALEMBERT, J. LE R. (1783), Mélanges de litterature, d’histoire et de philosophie, Leiden, chez les Frères Murray.
D’ORGEIX, É. (2012), «Supports d’enseignement et édition militaire en France: du cahier d’exercice manuscrit à
la publication savante (1750-1850)», en I. WARMOES y E. D´ORGEIX (eds.), Les savoirs de l´ingénieur militaire
(1751-1914), París, INHA, pp. 61-70.
Índice último de los libros prohibidos y mandados expurgar para todos los Reynos y Señoríos del Católico Rey de las
Españas, el Señor Don Carlos IV. Contiene en resumen todos los libros puestos en el Índice expurgatorio del año
1747, y en los edictos posteriores, asta fin de diciembre de 1789… (1790), Madrid, Antonio de Sancha.
LARRANDO de MAULEÓN, F. (1699), Estoque de la guerra, y Arte militar. Primera y Segunda Parte, que cada una
contiene quatro Tratados, Barcelona, en casa Cormellas por Tomás Loriente.
LÓPEZ PIÑERO, J. M. (1979), Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII, Barcelona, Labor.
LUCUZE, P. (1772), Principios de Fortificación, que contienen las definiciones de los terminos principales de las obras
de Plaza, y de Campaña, con una idea de la conducta regularmente observada en el Ataque, y Defensa de las Forta-
lezas. dispuestos para la instrucción de la juventud militar, Barcelona, Thomas Piferrer Impresor del Rey.
MAIGRET, P. (1725), Traité de la sureté et conservation des Etats, par le moyen des Forteresses, París, Esprit Billiot.
MARCH, J. I. DE (1781), Nociones militares, ó Suplemento a los principios de fortificacion del Excmo. Señor Don
Pedro de Lucuze. Escrito para la instrucion de los Caballeros Cadetes del Regimiento de Dragones de Sagunto,
Barcelona, Bernardo Pla Impresor, en los Algodoneros.
MULLER, J. (1769), Tratado de fortificacion, ò Arte de construir los Edificios Militares, y Civiles. Escrito en Ingles, por
Juan Muller. Traducido en castellano, dividido en dos Tomos, y aumentado con notas, adiciones y 22 Laminas finas
sobre las 26, que ilustran al Original, por D. Miguel Sanchez Taramas, Capitan de Infanterìa, è Ingeniero Ordina-
rio de los Exercitos de S.M., actualmente empleado en la enseñanza de la Real Academia Militar de Mathematicas
establecida en Barcelona, Barcelona, Thomas Piferrer Impresor del Rey nuestro Señor.
MUÑOZ CORBALÁN, J. M. (coord.) (2004), La Academia de Matemáticas de Barcelona. El legado de los ingenieros
militares, Madrid; Barcelona, Ministerio de Defensa; Novatesa.
MUÑOZ CORBALÁN, J. M. (2012), «Universitas bellica. Les Académies de Mathématiques de la couronne espagnole
au XVIIIe siècle ou Non nisi grandia canto», en I. WARMOES y É. D’ORGEIX (eds.), Les savoirs de l’ingénieur mili-
taire. Manuels, cours et cahiers d’exercices. 1751-1914, París, INHA, pp. 113-126.

LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA 91


MUÑOZ CORBALÁN, J. M. (2015), Jorge próspero Verboom. Ingeniero militar flamenco de la monarquía hispánica,
Madrid, Fundación Juanelo Turriano.
PORTUGUÉS, J. A. (1764-1768), Colección general de las Ordenanzas Militares, sus innovaciones, y aditamentos,
dispuesta en diez tomos con separacion de clases…, Madrid, Antonio Marín.
RIERA PALMERO, J. (1977), «L’Acadèmia de Matemàtiques a la Barcelona il·lustrada (1715-1800)», Actes del II
Congrés Internacional d’Història de la Medicina Catalana, Barcelona, Universitat de Barcelona - Càtedra d’His-
tòria de la Facultat de Medicina; La Caixa, pp. 73-128.
RIERA PALMERO, J. y RIERA CLIMENT, L. (2009), «La Academia de Matemáticas de Barcelona. Iilustración e in-
quisición a finales del siglo XVIII», III Jornada d’Història de la ciència i ensenyament. Nova època / Volum 1 (2) /
2008, Barcelona, Universitat Politècnica de Catalunya, pp.153-159.
RODRÍGUEZ DE LA FLOR, F. (1991), Tratado de fortificación o arquitectura dado por el capitán de Infantería D. Ma-
teo Calabro Ingeniero en Segundo de los Reales Ejércitos de Su Magestad y Director General de esta Academia de
Matemáticas de Barcelona. Abril, 1º de 1733, Salamanca, Universidad Salamanca.
SALA, I. (1743), Tratado de la Defensa de las Plazas que escribió M. de Vauban, Mariscal de Francia, con algunas
reflexiones y adiciones, Cádiz, Pedro Gómez de Requena.
SEGOVIA BARRIENTOS, F. (2004), «Los fondos bibliográficos de la Academia de Matemáticas», en MUÑOZ CORBA-
LÁN, 2004, pp. 77-92.
TOSCA, T. V. (1707-1715), Compendio Mathematico, en que se contienen todas las materias más principales de las
ciencias, que tratan de la cantidad…, Valencia, Antonio Bordázar.
TOUS MELIÀ, J. (2018), Pedro de Lucuce. Tratado VIII de la Arquitectura Civil: Curso Matemático para la Instruc-
ción de los Militares (1739-1779). Según varios manuscritos de 1760 y 1776, San Cristóbal de La Laguna, Juan
Tous Melià.
ZARAGOZA, B. J. (1674), Geometria magna in minimis, in III partes divisa: I De Mininimis in communi: II De planis:
III De Solidis, Toledo, Francisco Calvo.

Volver al índice

92 LOS LIBROS DEL INGENIERO


5
El esforzado camino de la
Ilustración hacia una biblioteca de
historia de las obras públicas*

DANIEL CRESPO DELGADO


Fundación Juanelo Turriano

La Ilustración se mostró preocupada por la falta de una memoria propia, por la ausencia
de un relato histórico que se adaptase a sus principios y horizontes. Todavía emociona
la lectura del inicio de la Filosofía de la Historia (1756), en la que Voltaire, evocando un
paseo a orillas del mar, se refirió a la necesidad de contar con un nuevo relato no sólo de
la creación de la Tierra y sus accidentes, sino también del pasado y la evolución de las
sociedades. Desde tales aspiraciones, se puso en marcha una revolución historiográfica
que aportó renovados discursos, intereses y metodologías. Todo ello también afectó a las
obras públicas, unas disciplinas que precisamente a lo largo del siglo XVIII y principios del
XIX protagonizaron una interesante redefinición de su autonomía profesional e intelectual.
Incluida tradicionalmente la construcción de puentes, caminos, canales, acueductos o
puertos en el genérico ramo de la arquitectura, en el siglo XVIII se produjeron intentos
de especialización que en España y en el caso de la ingeniería civil culminaron con la
creación, en 1799, de la Inspección General de Caminos y Canales. Este fenómeno
no se dio únicamente por un incremento de la complejidad técnica en la realización
de dichas obras, sino también por la creciente importancia de las políticas de fomento.
Esto estimuló un interés por compilar noticias sobre ingeniería civil, puesto que ya
existían grupos profesionales y sectores intelectuales y políticos influyentes interesados
en su promoción, en el prestigio y los contenidos ideológicos que podía aportar el relato
histórico. De hecho, al final de las Luces, se contó con una incipiente biblioteca sobre
historia de las obras públicas.

HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS 93


Estos impresos de la Ilustración no fueron los primeros en recoger noticias de puentes,
acueductos, presas u otras obras públicas. Varios estudiosos han analizado cómo la
literatura de los siglos XVI y XVII, desde un relativamente amplio abanico de fuentes
como crónicas, corografías, tratados o escritos anticuarios, proporcionó referencias de
tales construcciones1. No obstante, a pesar de su interés y del uso que de ellas se hizo
con posterioridad, no hubo intentos de sistematizar dichas noticias y crear un relato
global. Algo que sí se empezó a ensayar durante las Luces2.
Es bien sabido que el ingeniero militar Miguel Sánchez Taramas, en su edición
anotada y aumentada del Tratado de fortificacion, o arte de construir los edficios militares,
y civiles (1769) de John Muller, incluyó un capítulo dedicado a los puentes que se
inició con una relación histórica de los españoles. Movido por la voluntad de demostrar
que en España había muchos puentes y que en todas las épocas se habían levantado
«magníficas» estructuras de este tipo, que «ofrecen admiración e instrucción a los más
hábiles arquitectos»3, Sánchez Taramas describió una serie de ellos, que fueron desde
el de Martorell, que consideró cartaginés, al recientemente erigido en Molins de Rei
(Barcelona). Si bien citó más, los puentes descritos con algo de detalle –de algunos
también proporcionó grabados de su planta y alzado– fueron estos dos y los de Alcántara
(Cáceres), Badajoz, Mérida, Almaraz [FIG.1] y Aranjuez. Con ello, Sánchez Taramas ofreció
información de estructuras de la Antigüedad, otras de la denominada restauración de
las artes y, por último, de actuales. De ahí que podamos decir que ofreció una suerte de
historia de los puentes españoles4. Sin negar la originalidad de este texto, cabría señalar
que en la Histoire des grands chemins de l´Empire Romain, cuya primera edición data de
1622, el francés Nicolas Bergier se refirió a los puentes romanos españoles en uno de
sus capítulos [FIG.2]5. En las primeras décadas del siglo XVIII, el alemán Carl Christian

FIG.  1.   Plano, perfil y elevación del puente de Almaraz, en J. MULLER, Tratado de fortificación… aumentado por Miguel
Sánchez Taramas, Barcelona, t. II, 1769.

94 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  2.  Frontispicio Les grands chemins de l´Empire Romain, en N. BERGIER, Histoire des grands chemins de
l´Empire Romain, Bruselas, 1736.

Schramm, basándose en fuentes tan diversas como eran viajeros, geógrafos o eruditos,
dedicó igualmente varias páginas a los puentes españoles (ya no solo de la Antigüedad
clásica) en su Historischer Schauplatz in welchem die Merkwürdigsten Brüken (1735)6.
La información que Sánchez Taramas manejó provino en ocasiones de fuentes impresas.
Por ejemplo, para el puente de Alcántara citó el Supplement au livre de l´antiquité expliquée
et representée en figures (1724) de Bernard de Montfaucon7. En el caso del puente de
Martorell, la atribución cartaginesa se basó, según apuntó el propio Sánchez Taramas,
en la información contenida en el pie de una lámina estampada en Viena a principios

HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS 95


FIG.  3.   Puente de Martorell, en C. C. SCHRAMM, Historischer Schauplatz in welchem die Merkwürdigsten Brüken, Leipzig, 1735.

del siglo XVIII por Matías Antonio Weiss8 [FIG.3]. No obstante, la mayoría de las noticias
que aportó las debió a informantes. Quien fuera profesor de la Escuela de Matemáticas
de Barcelona, institución que apoyó la impresión del Tratado, no tendría demasiados
problemas para recopilar información sobre los puentes de Martorell y Molins de Rei [FIG.3].
No sólo se encontraban cerca de la Ciudad Condal, sino que el primero fue restaurado
por el ingeniero militar Juan Martín Zermeño, mientras el segundo fue proyectado por su
hijo, el también ingeniero militar Pedro Martín Zermeño. De hecho, el Tratado se publicó
siendo Juan Martín Ingeniero General de Su Majestad, por lo que se incluyó una carta
suya al inicio del libro aprobando sus contenidos. Este apoyo oficial al Tratado facilitó a
Sánchez Taramas tener colaboradores entre sus compañeros de profesión, es decir, entre
los ingenieros militares. De ahí la abundancia de datos sobre puentes extremeños, que se
explicaría por su relevancia constructiva e histórica, pero también porque contó, como el
mismo Sánchez Taramas confesó, con la generosidad del Coronel de Infantería e Ingeniero
Director Pedro Bordán, destinado en las plazas y fronteras de Extremadura. Bordán le
envió noticias de los puentes de Alcántara, Almaraz, Mérida y Badajoz, encomendando a
los también ingenieros Pedro Navas y Pedro Beaumont los diseños, respectivamente, de
las dos primeras obras9. En cuanto al puente de Aranjuez, al haberse levantado en fecha
reciente cerca de la capital y ser una suerte de contra-modelo de Molins, imaginamos
que no le resultaría difícil hacerse con el material que incorporó a su libro. En todo caso,
es interesante subrayar que Sánchez Taramas no estuvo tan interesado en proporcionar
noticias eruditas sobre los puentes, como en las de tipo estructural: medidas, número
y forma de arcos, tipología, materiales, etc. Algo que resulta comprensible en un libro
escrito por un profesor de ingeniería y que aspiraba a convertirse en un libro usado por
los profesionales, como sabemos que así fue10.
Un caso distinto fue el del valenciano Antonio Ponz en el Viaje de España. Compuesta
por dieciocho tomos publicados entre 1772 y 1794, fue una obra que gozó de una

96 LOS LIBROS DEL INGENIERO


extraordinario prestigio y difusión entre un muy diverso público11. Sobrepasó con mucho
el carácter de mera guía práctica para viajeros, proporcionando un completo fresco de
España, tal vez el mayor de la época. En esta decisiva descripción de la España carolina,
Ponz se mostró muy interesado en las noticias referentes a las bellas artes. De hecho,
fue una de las preocupaciones prioritarias de quien llegó a ser secretario de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1776. Pues bien, desde esta perspectiva
entenderíamos que Ponz no sólo describiese multitud de obras públicas (no estaría de
más advertir que el otro gran tema del Viaje fue el fomento económico del país), sino
que indagase en el pasado de las históricas. Su trabajo no fue una historia de las bellas
artes –no podía serlo por el formato que escogió–, pero afirmó que una de sus intenciones
era proporcionar materiales para cuando alguien decidiese abordar este trabajo. De ahí
que respecto a las construcciones de ingeniería civil, recordemos que una rama de la
arquitectura y que por tanto podía ser inscrita en el amplio paraguas de las bellas artes,
Ponz buceó y registró con exhaustividad las fuentes impresas, las epigráficas y, si tuvo
ocasión, las documentales referidas a ellas. Hablo sobre Ponz en singular, pero lo cierto es
que el valenciano también contó con una amplia red de colaboradores. No obstante, los
datos históricos en el Viaje fueron mucho más enjundiosos que los de Sánchez Taramas.
No se redujeron a un puñado de puentes, a una tipología constructiva específica, sino
que a lo largo de sus páginas se citaron presas, canales, acueductos, puertos [FIG.4] y hasta
caminos. Además, aunque sus opiniones y consideraciones se fragmentasen a lo largo del
Viaje, Ponz partió de una bastante bien perfilada idea de la evolución de las bellas artes
españolas, con lo que sin ser una historia del arte propiamente dicha, de su lectura se
deducía un sólido planteamiento sobre su evolución. Esto incluyó a las obras públicas. De
manera genérica, Ponz se refirió a un periodo modélico de las construcciones y políticas
de fomento durante el Imperio Romano; la Edad Media no significó un colapso total
de las obras públicas pues subrayó el interés de las estructuras hidráulicas andalusíes
y algunas construcciones (puentes ante todo) erigidas por las élites cristianas; bajo los
Austrias se emprendieron empresas significativas pero su presunta ambición militar y
conquistadora impidió acabarlas en muchas ocasiones. Según Ponz, la llegada de los
Borbones habría significado la recuperación de este ramo, para el que auguraba, como
para el propio país, un horizonte de optimismo12.

FIG.  4.    Playa artificial de Cádiz, en A. PONZ, Viaje de España, t. XVII, Madrid, 1792.

HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS 97


A pesar del interés del Viaje de Ponz, de sus noticias concretas y de su discurso
historiográfico, sus aportaciones no fueron aisladas. El interés político en promocionar
las obras públicas estimuló su multiplicación en la literatura, que en muchas ocasiones
recurrió al pasado para reforzar sus argumentos. El caso de los canales de navegación
es tal vez el más llamativo. Su construcción fue un objetivo prioritario de la Ilustración
española, pues se confió en ellos para establecer una comunicación y un riego que se
dijo sacarían a muchas regiones de la apatía en la que estaban sumidas. La importancia
predicada de estas obras hizo que aumentasen las publicaciones, de muy diverso tipo,
que las analizaron y defendieron. En no pocas ocasiones incluyeron referencias históricas
más o menos extensas para mostrar que no eran empresas caprichosas, surgidas de las
consideraciones efímeras de una generación, sino que su utilidad estaba sancionada por
la memoria, por una preocupación sostenida en el tiempo13. No sólo la Razón desnuda
sostuvo las Luces. Ya antes de ellas, en publicaciones como el Memorial… tocante a la
proposición… de rendir navegable a Mançanares, desde la otra parte del Pardo hasta Toledo
(1668) de los ingenieros militares Carlos y Fernando de Grunenbergh se incluyeron
apuntes históricos sobre los intentos de llevar a cabo canales de navegación en España14.
Pero como decía, fue durante la Ilustración cuando estas noticias engrosaron de manera
notable. Hubo casos bien reveladores: Por ejemplo, el celebérrimo proyecto para hacer
navegables los ríos peninsulares propuesto por el ingeniero militar italiano Juan Bautista
Antonelli en 1581 a Felipe II, que se había mantenido manuscrito hasta la fecha, se
publicó, respectivamente, por el matemático Benito Bails en su manual de Arquitectura
hidráulica (1790), por el erudito Juan Sempere y Guarinos en el tomo I (1801) de su
Biblioteca española económico-politica, por el ingeniero militar Francisco Xavier de
Cabanes en su significativamente titulada Memoria que tiene por objeto manifestar la
posibilidad y facilidad de hacer navegable el rio Tajo desde Aranjuez hasta el Atlántico
(1829) y, ese mismo año, en las Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España
desde su restauracion de Eugenio Llaguno y Juan Agustín Ceán Bermúdez.
Otro caso destacado fue el del tomo VI, publicado en 1789, de las Memorias políticas
y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España de Eugenio Larruga
[FIG.5]. Este tomo de tan enciclopédica aproximación a la situación económica y comercial
del país (aparecieron 45 tomos entre 1788 y 1800) trató sobre los ríos de la provincia
de Toledo. De un total de 336 páginas, Larruga dedicó más de 230 a proporcionar
noticias de los proyectos de navegación y riego que se habían planteado en los ríos
Tajo, Jarama, Manzanares y Guadarrama desde el siglo XV hasta la actualidad. Tal y
como el propio Larruga advirtió y su extensa relación quería demostrar, «hace muchos
años que en España» se era consciente de los beneficios de la navegabilidad de los ríos,
de manera especial de aquellos que discurrían por el centro peninsular y cerca de la
capital, puesto que además «de las ventajas que producirían sus riegos, facilitarían el
tráfico y comercio a las Castillas, y especialmente a Madrid»15.
El interés por la memoria de los canales de navegación y riego en España hizo que en
gran parte de los discursos más elaborados proponiendo su creación, se incidiese en su
denso pasado. En el magnífico artículo sobre canales del Diccionario geográfico-estadistico
de España y Portugal (1826-1829) de Sebastián Miñano, escrito por José Agustín de
Larramendi, se desgranaron «las primeras ideas y proyectos de la navegación interior de

98 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  5.   E. LARRUGA, Memorias políticas y económicas sobre los
frutos, comercio, fábricas y minas de España, Madrid, t. I, 1787.

España», que el ingeniero Larramendi remontaba al siglo XVI16. Algunos incluso aprove-


charon esta extendida y cada vez más ampliada memoria de los canales para advertir que
si bien en la actualidad la situación de España era deficitaria respecto a los países más
avanzados y envidiados de Europa (léase sobre todo Francia e Inglaterra), aquí siempre
se había sido consciente de sus utilidades. Es más, a España se le podía otorgar un papel
muy temprano en su promoción17. Este argumento se defendió desde un artículo aparecido
en la prensa periódica, lo que revela, una vez más, que el discurso historiográfico de la
Ilustración, también el de las obras públicas, se hizo desde formatos heterogéneos, por
autores de perfil e intereses distintos.

UNA APORTACIÓN EXCEPCIONAL

A pesar de la relevancia de los textos citados anteriormente, el caso de mayor envergadura


de aportación de noticias sobre obras públicas es el de las Noticias de los arquitectos y
arquitectura de España de Eugenio Llaguno y Juan Agustín Ceán Bermúdez. Este libro,
impreso finalmente en 1829 en cuatro tomos, sería el más sobresaliente de la biblioteca
de ingeniería civil histórica que se fue conformado durante la Ilustración.

HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS 99


FIG.  6.   F. HOGENBERG, «Toledo», h. 1566, en Civitates orbis terrarrum. Liber quintus, Colonia, h. 1598.

La intrahistoria de las Noticias ya se ha explicado suficientemente18. Solo apuntaré


que a la muerte de Llaguno en 1799, Ceán Bermúdez se hizo cargo de la continuación
de esta historia de la arquitectura española que se había iniciado unas tres décadas
antes. De hecho, Ceán ya había ido recogiendo noticias por su cuenta sobre los más
importantes edificios antiguos19. Una vez se hizo cargo de esta empresa siguió el trabajo
de manera afanosa, convirtiendo el manuscrito de Llaguno en la primera gran historia
moderna de la arquitectura española. Como revelarán las siguientes líneas esto también
afectó a las obras de ingeniería.
En el amplio abanico temporal durante el cual se fueron conformando las Noticias,
la ingeniería civil española vivió sus primeras manifestaciones de autonomía profesional
e intelectual con la creación de la Inspección de Caminos y Canales en 1799 y la
apertura de la Escuela tres años después. No obstante, la separación entre este ámbito
de la construcción y otros no se había ni mucho menos consumado. Incluso durante los
años de existencia de la Inspección, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
siguió teniendo importantes competencias en cierto tipo de obras públicas que se hacían
en el reino. No por casualidad, en los tratados y discursos de la época la hidráulica
se seguía entendiendo como una parte de la arquitectura. Por este motivo, Ceán no
consideró contradictorio incluir noticias sobre puentes, puertos, presas o caminos
en las Noticias, junto a referidas a iglesias, palacios o castillos. Es más, al referirse a
Juanelo Turriano, incidió en que lo trataría porque aun no siendo arquitecto, fue «uno

100 LOS LIBROS DEL INGENIERO


de los mejores matemáticos de su tiempo» y llevó a cabo el conocido como Artificio de
Toledo, «que tiene tanta analogía con la arquitectura hidráulica» pues era una gran
máquina que servía para subir el agua del río Tajo al Alcázar de la capital manchega20
[FIG. 6]. La realización de una obra hidráulica resultaba por tanto suficiente para sumar
a su autor a las Noticias. Llegó a explicitar este interés en un prólogo manuscrito a
su historia que no llegó a imprimir pero que por fortuna se conserva en la Biblioteca
Nacional de España. En él, Ceán subrayó que deseando abrazar «todos los ramos de
la arquitectura, no se olvidó del hidráulico», recopilando las máximas referencias que
pudo sobre ello. Afirmó que había elaborado un tomo por separado donde recogió «todos
los documentos que pudo haber a las manos relativos a la navegación y riego de ríos,
canales y pantanos proyectados en España»21. Proporcionó incluso un detallado índice
de este tomo que queremos estudiar y publicar con detalle más adelante.
Pero el interés de Ceán por las obras públicas no solo respondía a una determinada
comprensión de la naturaleza de la arquitectura. Reiteró la importancia que la ingeniería
tenía para el desarrollo del país, haciéndose eco de una idea ampliamente extendida en la
literatura de la Ilustración; hasta en su entorno más inmediato, en los círculos ideológicos
en los que se movió, como puede ser el caso de Jovellanos, quien en su Informe sobre la
ley agraria (1795) defendió la necesidad de las iniciativas que permitiesen superar los
obstáculos –tal fue la palabra que utilizó– que la naturaleza imponía al fomento22. Por
ello, según Ceán, dar noticias sobre el pasado de las obras de ingeniería podía ser, como
pensaron otros, un efectivo estímulo para su impulso contemporáneo. Un caso signifi-
cativo lo proporcionaría su referencia a la presa de Arguis, en Huesca, una construcción
finalizada a principios del siglo XVIII. Ceán la puso como ejemplo del tipo de obra que,
por su utilidad e incidencia en la mejora de las condiciones de vida de los individuos, debía
realizarse frente a otras de carácter suntuario como «los grandes palacios»23. Jovellanos
echó mano de un argumento muy similar en su citado Informe24.
A diferencia de otros autores anteriores a él, a algunos de los cuáles hemos citado,
Ceán recogió sistemáticamente noticias de arquitectura (y por extensión de ingeniería)
durante un largo periodo de años. Además, por su posición y por sus relaciones logró
establecer una amplia red de colaboradores e informantes por toda España. De ahí que
el volumen de información que recopiló fue inédito; también en relación a las obras
públicas, extrayendo noticias de muy diversas fuentes, ya fuesen epigráficas, impresas,
manuscritas o documentación de archivo. Conservamos por ejemplo la correspondencia
de Ceán con algunos de estos colaboradores, donde se evidencia que las referencias
a las obras públicas fueron materia de intercambio. Un ejemplo de muestra: el 27 de
enero de 1819 Ceán escribió a Tomás González, comisionado regio en el archivo de
Simancas desde 1815, agradeciéndole el envío de noticias sobre el puente gaditano
de Zuazo [FIG. 7], en concreto sobre un reparo propuesto a principios del siglo XVI por
Alonso Rodríguez, Maestro mayor de la catedral de Sevilla25. Por otras cartas sabemos
que González le facilitó datos sobre arquitectos, pintores y escultores que habían
trabajado en España, en especial bajo los Austrias. Sea como fuere, Ceán incorporó este
apunte sobre Zuazo a las Noticias y transcribió el documento de la visita de Rodríguez al
puente, fechado en 1509 y conservado en Simancas26. De hecho, Ceán llegó a solicitar
a González noticias de las obras de ingeniería llevadas a cabo por los Reyes Católicos

HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS 101


FIG.  7.   M. SÁNCHEZ, Puente de Zuazo, óleo sobre tela, h. 1782, Patrimonio Nacional.

para un elogio que Diego Clemencín se encontraba redactando27. Señalar que en 1820
Clemencín publicó un Elogio de la Reina Católica Doña Isabel donde, entre encendidos
elogios a su tarea de gobierno, subrayó que su «amor ilustrado y sabio del bien público»
le llevó a dictar providencias «sobre construcción de caminos y puentes para facilitar
las comunicaciones interiores y comerciales del reino»28.
Contamos con un par de casos de colaboradores mucho más sustanciosos. El primero
que comentaré es el del marino José de Vargas Ponce [FIG.8]. Su estrecha relación con
Ceán y la colaboración en sus proyectos historiográfico-artísticos es de sobra conocida29.
No por casualidad, en el prólogo del Diccionario histórico de los más ilustres profesores
de las bellas artes en España (1800) Ceán citó a Vargas entre los «amigos y literatos»
que le habían franqueado apuntamientos, en concreto sobre Murcia y Cartagena30. Tras
la publicación del Diccionario, Vargas siguió en contacto con Céan. A principios del
siglo XIX, Vargas fue destinado al País Vasco. Visitó distintas localidades y de muchas
de ellas recogió y mandó a Ceán las noticias artísticas que iba consiguiendo, tanto por
sus propias pesquisas como por las que le facilitaban eruditos o personajes locales.
En una carta firmada en Sevilla el 23 de marzo de 1803, Ceán le comentó a Vargas
que le enviase las noticias arquitectónicas conjuntamente. Al mandárselas de manera
escalonada le resultaba difícil integrarlas en su relato, que no era un diccionario sino un
discurso histórico, siendo «harto difícil entremeter nuevos párrafos»31. A esta petición,
Vargas le contestó que era imposible cumplirla, pues se las iba enviando según iba
visitando pueblos e iba consiguiéndolas: «lo que está en mí… es ir enviando cuantas

102 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  8.   F. DE GOYA, José de Vargas Ponce, óleo sobre tela, 1805, Real Academia
de la Historia.

hay en cada pueblo», lo que hacía «cuando acabo de visitarlo y reconocer sus papeles».
La consulta documental queda probada en algunos casos. Por ejemplo en Motrico,
donde señaló que no podía recoger más referencias sobre sus construcciones pues «en
los libros [parece que se refiere a los del ayuntamiento pues está hablando de empresas
municipales] no se conserva más noticia, porque de ellos se conservan pocos en Motrico,
milenta veces quemado»32. Advertir que de Motrico, a pesar de estas dificultades, Vargas
le remitió referencias sobre la construcción de su muelle y del puente de Mendaro.
Lo cierto es que de la mayoría de pueblos y localidades de las que conservamos cartas
de Vargas informando de sus monumentos a Ceán, se encuentran referencias a obras de
ingeniería civil. Entre otras razones porque la documentación sobre ellas, muchas veces
vinculada a instituciones del gobierno local, no era difícil de localizar, o al menos no tanto
como de otro tipo de construcciones. En Vergara le informaron a Vargas que los cinco
puentes modernos de su jurisdicción fueron dirigidos por Francisco de Ibero33. Sobre

HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS 103


FIG.  9.   F. DE GOYA, Bernardo de Iriarte, óleo sobre tela, 1797, Museo de Bellas
Artes de Estrasburgo.

Deva anotó que Juan Ortiz de Olaeta levantó a principios del siglo XVII un puente de
un solo ojo, volado en 179434. Mayor enjundia tuvieron las noticias sobre Guetaria y su
puerto, del que ofreció copiosas informaciones sobre su construcción en el siglo XVI35.
De hecho, la calzada que unía la isla de San Antón con el muelle de Guetaria, realizada
por Juan Ugarte Velsua, le permitió a Vargas referirse a la trayectoria de este maestro,
a quien calificó de «hidráulico e infanzón vizcaíno»36. También le remitió abundantes
noticias de las obras del arquitecto Manuel Martín Carrera (fallecido en 1804), entre las
que se encontraban distintas obras públicas como el puente de Ibarra o el camino real
en la provincia de Guipúzcoa37.
Ceán hizo buen uso de estas noticias, pues las incluyó en su historia sin prácticamente
variarlas. Es más, en las propias cartas que mandó a Vargas expresó su interés en las
relativas a las obras de ingeniería. Le agradeció las referencias al muelle de Guetaria y
sobre las de Juan Ugarte Velsua le comentó «que producirán un buen artículo» (183). Así
fue y en el tomo II ordenó los apuntamientos que le había facilitado Vargas sobre este
maestro, anotando que «todo consta» en «los libros del ayuntamiento de aquella villa
[Guetaria]»38. También le dedicó un artículo a Martín Carrera, incorporó las noticias

104 LOS LIBROS DEL INGENIERO


sobre las actuaciones en el muelle de Guetaria en la primera mitad del siglo XVI39 o la
construcción del puente de Deva en 1629 por Olaeta40.
La copiosa correspondencia que Ceán cruzó a principios del siglo XIX con otro de sus
más destacados colaboradores, con Bernardo de Iriarte [FIG.9], también desvela su interés
por recoger noticias sobre obras públicas. Político que llegó a ocupar altos cargos en la
administración y gran coleccionista artístico41, se conservan una serie de cartas durante
su estancia en Valencia en las que Ceán, desde Sevilla, le solicitó referencias relativas a
edificaciones hidráulicas del Levante. Evidentemente, Ceán confió en que su amigo le
consiguiese variadas noticias arquitectónicas. No obstante, en marzo de 1807, escribió
a Iriarte diciéndole que al escribir la vida de Antonelli y referirse a su propuesta de na-
vegabilidad de los ríos de España, quería hablar de los «mil proyectos de esta naturaleza
en el reino»42. Contaba con un manuscrito que creía de Bails, pero le faltaban noticias
sobre otras empresas. Por ejemplo de la acequia de Quart en Valencia, de la que le pidió
información de manera expresa. Iriarte se la acabó mandando, en concreto podemos
documentar que le remitió una copia del raro impreso del notario Juan Font Discurso
breve con que se prueba la posibilidad de sacar agua del rio Xúcar para los llanos de Quarte,
Liria, Morviedro y otros (1628), que parece ser tenía Nicolás Rodríguez Laso y copió para
Ceán el arquitecto José Cascant43. Sea como fuere, en la biografía de Antonelli de las
Noticias, Ceán se remitió a otras propuestas de navegación interior y canales artificiales
que se habían ido sucediendo en España desde el siglo XVI hasta su época (incluido
Quart), lamentando no se hubiesen realizado en la mayoría de casos44.
Pero éste no fue ni mucho menos el único envío «hidráulico» de Iriarte a su amigo
asturiano. En abril de 1807, Ceán le comunicó haber recibido una relación del azud y
presa de Muchamiel, también escrita por Cascant45. De hecho, valoró muy positivamente
estas noticias, que le dieron pie a rogar a Iriarte, un mes después, referencias sobre una
de las grandes fábricas hidráulicas españolas: la presa de Tibi. Era tal la importancia
de esta obra erigida en el siglo XVI en las afueras de Alicante, que Ceán apuntó que
teniendo noticias sobre los canales de Castilla, Aragón o sobre la presa de Lorca,
«convendría no carecer del [pantano] de Tibi»46. Iriarte puso en marcha sus contactos
para conseguir los mayores datos fidedignos posibles sobre esta construcción, ya citada
en textos como la Chronica de la muy ilustre y leal ciudad de Alicante (1640) de Vicente
Bendicho. Sabemos que el político canario mandó a Ceán distintos materiales sobre
Tibi como algún impreso (no sabemos cuál), una relación manuscrita de Cascant, otra
de autor desconocido y notas de la crónica de Bendicho. Del mismo modo, se puede
documentar que contactó con José de Villanueva (casado con la viuda del arquitecto
Vicente Gascó), Antonio Ibañez, manejador de las aguas de Tibi, Cayetano de Urbina,
Intendente de Valencia, o Juan Ignacio Goyeneche, con acceso al archivo de los dominicos
de Alicante, para que le facilitasen noticias47. Nunca antes una obra pública moderna
había despertado un interés así por su pasado.
Las Noticias revelan que, acabado el periodo ilustrado, las referencias sobre la historia
de las obras públicas aparecidas en diversos medios se habían multiplicado. Su creciente
importancia política, su predicada necesidad para el fomento, así como las pretensiones
eruditas y profesionales respecto a la arquitectura en general y a la ingeniería en particular,
estimularon el lento desarrollo de una biblioteca cada vez con mayor enjundia.

HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS 105


NOTAS

* Este trabajo se ha desarrollado en el marco del Proyecto de Investigación I+D “La creación de un nuevo relato: críticos
e historiadores del arte (1772-1838). Escritos e imágenes”, ref. PID2019-107170GB-I00, financiado por el Ministerio de
Ciencia e Innovación.
1. CÁMARA, 2000 y 2008; ARCINIEGA, 2019; CRESPO, 2019, pp. 67-71.
2. CRESPO y CERA, 2019.
3. MULLER, 1769, t. II, p. 57.
4. AGUILAR, 2012; CRESPO, 2017.
5. BERGIER, 1736, t. II, pp. 287-291.
6. SCHRAMM, 1735, pp. 188-194.
7. MULLER, 1769, t. II, pp. 62-63. En la segunda parte del tomo IV de L´Antiquité expliquée et representée en figures, Mont-
faucon hizo una breve referencia al puente de Alcántara. Fue en el citado Supplement en el que incluyó una más extensa
descripción (MONTFAUCON, 1724, pp. 91-95).
8. MULLER, 1769, t. II, pp. 58-59.
9. MULLER, 1769, t. II, pp. 65 y 71.
10. CRESPO, 2017; LEÓN, 2019.
11. CRESPO, 2012.
12. CRESPO, 2008.
13. CRESPO, 2019, pp. 103-107.
14. ROMERO, 2015.
15. LARRUGA, 1789, pp. 9-10.
16. MIÑANO, 18126-1829, t. II, pp. 318-326.
17. Gazeta de Madrid, 15 de mayo de 1809.
18. CERA, 2019.
19. CRESPO, 2018.
20. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. II, p. 100.
21. CEÁN, s.a., f. 12v.
22. PERDICES y GOROSTIZA, 2019, pp. 157-158.
23. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. IV, p. 92.
24. JOVELLANOS, 1998.
25. VARGAS, 1900, p. 303.
26. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. I, pp. 139 y 284-285.
27. VARGAS, 1900, p. 281.
28. CLEMENCÍN, 1820, p. 32.
29. ABASCAL y CEBRIÁN, 2010; GARCÍA, 2016 y 2020.
30. CEÁN, 1800, t. I, p. XVI.
31. VARGAS, 1900, p. 227.
32. VARGAS, 1900, p. 204.
33. VARGAS, 1900, p. 140.
34. VARGAS, 1900, pp. 192-193.
35. VARGAS, 1900, pp. 160-161.
36. VARGAS, 1900, p. 164.
37. VARGAS, 1900, pp. 219-220.
38. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. II, p. 96.
39. Respectivamente LLAGUNO y CEÁN, 1829, IV, p. 230 y II, p. 15.
40. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. III, p. 191.
41. JORDÁN, 2007.
42. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 18 de marzo de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13.
43. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 15 de abril de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13.
Advirtamos que este impreso se reeditó en 1818 (Valencia, Benito Monfort).
44. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. III, pp. 10-15.
45. Cartas de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 8 de abril y 6 de mayo 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms.
B-101-A-13.
46. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 27 de mayo de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13.
47. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13.

106 LOS LIBROS DEL INGENIERO


BIBLIOGRAFÍA

ABASCAL PALAZÓN, J. M. y CEBRÍAN, R. (2010), José Vargas Ponce (1760-1821) en la Real Academia de la Historia,
Madrid, Real Academia de la Historia.
AGUILAR CIVERA, I. (2012), El discurso del ingeniero en el siglo XIX. Aportaciones a la Historia de las Obras Públicas,
Madrid, Fundación Juanelo Turriano, Generalitat Valenciana.
ARCINIEGA GARCÍA, L. (2019), «Arcos, puentes, acueductos: palabras, imágenes y memoria», en A. CÁMARA MU-
ÑOZ y B. REVUELTA POL (coord.), Arquitectura hidráulica y forma urbana, Madrid, Fundación Juanelo Turriano,
pp. 65-86.
BERGIER, N. (1736), Histoire des grands chemins de l´Empire Romain, contenant l´origine, progrès et etendüe quasi
incroyable des chemins militaire, pavez dépuis la Ville de Rome jusques aux extremitez de son Empire. Où se voit la
grandeur et la puissance incroyable des Romains: ensemble l´éclaircissement de l´Itineraire d´Antonin et de la Carte
de Peutinger. Par---, avocat au siege Présidial de Reims, Nouvelle Edition, revue avec soin, et enrichie de cartes et
de figures, Bruselas, Jean Leonard.
CÁMARA, A. (2000), «Historia y mito: la ciudad narrada en el Renacimiento español», IV Jornadas de Estudios e
Investigaciones. Imágenes, Palabras, Sonidos, Prácticas y Reflexiones, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.
CÁMARA, A. (2008), «La ciudad en la Literatura del Siglo de Oro», Anales de Historia del Arte, nº 121-123, pp.
121-133.
CEÁN BERMÚDEZ, J. A. (s.a.), Noticia de los arquitectos y arquitectura en España desde su restauración, Biblioteca
Nacional de España, Mss. 21458/6.
CERA BREA, M. (2019), Arquitectura e identidad nacional en la España de las Luces. Las «Noticias de los arquitectos»
de Llaguno y Ceán, Madrid, Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII, Maia Ediciones.
CLEMENCÍN, D. (1829), Elogio de la reina Católica Doña Isabel, leído en la Junta Pública que celebró al Real Aca-
demia de la Historia el día 31 de julio de 1807, Madrid, Imprenta de Sancha.
CRESPO DELGADO, D. (2008), El paisaje del progreso. Las obras públicas en el Viaje de España (1772-1794) de
Antonio Ponz, Valencia, Generalitat Valenciana.
CRESPO DELGADO, D. (2012), Un viaje para la Ilustración. El Viaje de España (1772-1794) de Antonio Ponz, Ma-
drid, Marcial Pons.
CRESPO DELGADO, D. (2017), «Miguel Sánchez Taramas y Benito Bails, dos tratados de ingeniería hidráulica de la
España de la Ilustración», en A. CÁMARA MUÑOZ y B. REVULTA POL (coords.), La palabra y la imagen. Tratados de
ingeniería entre los siglos XVI y XVIII, Madrid, Fundación Juanelo Turriano, pp. 123-145.
CRESPO DELGADO, D. (2018), «Dos cartas de Ceán Bermúdez para el origen de la historia de la arquitectura espa-
ñola», Cuadernos de Estudios del Siglo XVIII, nº 28, pp. 419-428.
CRESPO DELGADO, D. (2019), «Literatura e ingeniería civil en la España del Renacimiento a la Ilustración», en D.
CRESPO DELGADO (com.), Sueño en ingenio. Libros de ingeniería civil en España: del Renacimiento a las Luces,
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Fundación Juanelo Turriano, pp. 21-114.
CRESPO DELGADO, D. y CERA BREA, M. (2019), «Cuando el agua se hizo historia: primeros pasos de la historio-
grafía hidráulica», en A. CÁMARA MUÑOZ y B. REVUELTA POL (coord.), Arquitectura hidráulica y forma urbana,
Madrid, Fundación Juanelo Turriano, pp. 111-130.
GARCÍA LÓPEZ, D. (2016), «Mas parece hecha por una sociedad de lavoriosos individuos que por uno solo. El método
de trabajo de Ceán Bermúdez», en E. SANTIAGO (com.), Ceán Bermúdez, historiador del arte y coleccionista ilus-
trado, Madrid, Biblioteca Nacional de España, CEEH.
GARCÍA LÓPEZ, D. (2020), «Revuelvo Archivos y me lleno de polvo siempre con Vuestra merced en la memoria».
Los estudios sobre bellas artes de José Vargas Ponce y Juan Agustín Ceán Bermúdez. Correspondencia (1795-1813),
Oviedo, Trea.
JORDÁN DE URRÍES Y DE LA COLINA, J. (2007), «El coleccionismo del ilustrado Bernardo Iriarte», Goya, nº 319-
320, pp. 259-280.
JOVELLANOS, G. M. de (1998), Espectáculos y diversiones públicas; Informe sobre la ley agraria, Madrid, Cátedra.
Edición de Guillermo Carnero.
LARRUGA, E. (1789), Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España… tomo
VI, Madrid, Antonio Espinosa.
LEÓN GONZÁLEZ, F. J. (2019), «Construcción y reparación de puentes según cuatro tratadistas españoles de la
Edad Moderna», en D. CRESPO DELGADO (com.), Sueño en ingenio. Libros de ingeniería civil en España: del
Renacimiento a las Luces, Madrid, Biblioteca Nacional de España, Fundación Juanelo Turriano, pp. 167-192.
LLAGUNO Y AMÍROLA, E. y CEÁN BERMÚDEZ, J. A. (1829), Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde
su restauración, por el Excmo. Señor D.----, ilustradas y acrecentadas con notas, adiciones y documentos por D.
Juan Agustín Cean-Bermudez, Madrid, Imprenta Real.

HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS 107


MIÑANO, S. (1826-1829), Diccionario geográfico-estadistico de España y Portugal, Madrid, Imprenta de Pierart-Pe-
ralta.
MONTFAUCON, B. de (1724), Supplement au livre de l´antiquité expliquée et representée en figures. Tome Quatrieme,
qui comprend la Guerre, les Ponts, les Aqueducs, la Navigation, les Phares et les Tours octogones, par--- religeux
bénédictin de la Congrégation de S. Maur, París.
MULLER, J. (1769), Tratado de fortificacion, ó Arte de construir los Edificios Militares, y Civiles. Escrito en ingles
por--- y aumentado con notas, adiciones y laminas… por D. Miguel Sanchez Taramas, Capitan de Infanteria, e
Ingeniero Ordinario de los Exercitos de S.M., actualmente empleado en la enseñanza de la Real Academia Militar
de Mathematicas establecida en Barcelona, Barcelona, Thomas Piferrer.
PERDICES de BLAS, L. y RAMOS GOROSTIZA, J. L. (2019), «Los economistas españoles y el fomento de las infraes-
tructuras civiles en la Edad Moderna», en D. CRESPO DELGADO (com.), Sueño en ingenio. Libros de ingeniería
civil en España: del Renacimiento a las Luces, Madrid, Biblioteca Nacional de España, Fundación Juanelo Tu-
rriano, pp. 141-166.
ROMERO MUÑOZ, D. (2015), La navegación del Manzanares: el proyecto Grunenbergh, Madrid, Fundación Juanelo
Turriano.
SCHRAMM, C. (1735), Historischer Schauplatz in welchem die Merkwürdigsten Brüken…, Leipzig, Bernhard Chris-
toph Breikkopf.
VARGAS PONCE, J. (1900). Correspondencia epistolar de D. José de Vargas y Ponce y otros, en materias de arte… cole-
gida por Cesáreo Fernández Duro, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Volver al índice

108 LOS LIBROS DEL INGENIERO


6
La formación intelectual de Sabatini

J. ANTONIO RUIZ HERNANDO


Profesor emérito Universidad Politécnica de Madrid

En estas líneas, más allá de adentrarnos en su trayectoria como arquitecto e ingeniero


al servicio del rey, intentaré sintetizar la formación cultural de Francisco Sabatini, en
el amplio sentido de la palabra, a través de su biblioteca, constituida por unos 511
títulos en los que hemos de incluir manuscritos, planos y estampas1.
Nació en Palermo en 1721 y murió en Madrid en 1797. Se formó en la Academia
de San Luca (Roma) y con F. Fuga y L. Vanvitelli, (con cuya hija Cecilia se casó, por
poderes, en 1764) en el palacio de Caserta (Nápoles). En 1760 vino a España de manos
de Felix Gazzola di Cereto, militar y noble muy vinculado a Carlos III y fundador del
Real Colegio de Artillería de Segovia (1764)2 [FIG. 1].
Asentado en Madrid, y al servicio del rey, su carrera profesional alcanzaría las más
altas cotas. En 1760 era capitán e ingeniero ordinario. Quince años después Consejero
de Guerra y Comandante de Ingenieros del Ramo de Fortificaciones. A su muerte, Con-
sejero Nato del Supremo Consejo de Guerra y Director de los tres ramos de ingenieros:
Caminos, canales y arquitectura civil; Plazas y Fortificaciones, y Academias Militares.
Tenía en sus manos todo el poder en este campo. Ha de añadirse que, en 1760, recién
llegado, fue nombrado académico de San Fernando.
Llaguno y Amírola, no sin cierta ironía, escribe: «De manera que fue el profesor más
condecorado que se ha conocido en Europa, y en la historia moderna de la arquitectura»3.
Era un hombre rico y vivía confortablemente en una gran casa, con capilla privada,
bien amueblada y decorada con pinturas de M. Nani, Bayeu, Tiépolo, Mengs, Goya y
Maella. El personal de servicio lo constituían varios criados, incluido un cochero, pues
disfrutaba de seis coches.

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 109


FIG.  1.  Vista actual de la Casa de la Química, Segovia.

Su vida social corre pareja a la profesional. Se ha afirmado que Velázquez anhelaba


ser noble. Otro tanto le ocurría a Sabatini, quien conseguiría el hábito de Caballero de
Santiago, en 1773, y ser Gentilhombre de Cámara, en 1775. La pertenencia al círculo
cortesano se confirmaría al casar a su hija Mariana con Jerónimo de Lagrua, hijo del
príncipe de Carini, y a Teresa con el Marqués de Zayas.
Una ojeada a la biblioteca nos produce la sensación de que Sabatini la había ido
formando de una manera aleatoria –sin duda había muchos libros regalados– posible-
mente porque tendemos a pensar en el arquitecto-ingeniero, pero si lo hacemos en
el hombre no ocurre tal. La curiosidad de Sabatini abarcaba todos los campos de la
cultura y la ciencia, si bien con ciertas preferencias. Muchas eran ediciones príncipes.
Reseñaré en primer lugar los libros culturales. Sabatini leía en italiano, en español
y en francés. Tengo mis dudas con respecto al inglés y latín, apenas hay libros en estas
lenguas, y es muy significativo el número de diccionarios registrados, entre los que
descuella el famoso Calepinus Septem Linguarum (Padua, 1752). Este diccionario
en latín, publicado en 1502, fue añadiendo lenguas en las sucesivas ediciones hasta
un total de once, incluidas las clásicas. He de añadir una serie de «diccionarios», se
podría decir enciclopedias, sobre educación, historia, geografía, agricultura, jardinería,
religión, ejército, fabulas, arte y ciencia, como por ejemplo la Cyclopedia or an Universal
Dictionary of Arts and Sciences, de Ephaim Chambers (Londres, 1728).
La religión y la filosofía cuentan con escasos ejemplares, no faltan de San Agustín y
Tomás de Kempis, o el Elogio de la locura de Erasmo, ni Francis Bacon, Opera Omnia
(Leipzig,1694), la obra que abrió los nuevos caminos para la investigación científica. Por
el contrario, son más numerosos los de fisiología y medicina, algunos tan notables como
la fisiología de Albertus Haller, la obra del celebérrimo Herman Boerhaave, profesor en
Leiden y experto botánico, y el muy práctico de Jorge Bucham sobre medicina doméstica.

110 LOS LIBROS DEL INGENIERO


Este acopio de libros tal vez obedezca a la naturaleza enfermiza, o hipocondríaca, de
Sabatini, aquejado de la gota que fue causa de su muerte. En este sentido he de llamar
la atención de un singular manuscrito, sin firmar, sobre el chocolate, producto de moda,
en el que se resaltan sus propiedades medicinales, escrito que concluye: «una jícara
de chocolate concilia las amistades, conserva las correspondencias; gobierna en los
gabinetes; juzga en los tribunales; lee en las cátedras; predica en los púlpitos; canta en
los coros, reza en la iglesia»4.
No debió de apasionarle la literatura; están presentes Virgilio, Horacio, Ovidio, Petrarca,
Bocaccio y Goldoni, o los españoles Feijoo y Guevara, pero brillan por su ausencia los
grandes escritores: Homero, Dante, Shakespeare, Racine o Cervantes. Llama la atención
que estén todos los fabulistas famosos, lo que se puede entender por la preocupación
de la educación de sus hijas, debido al carácter moralizante de la fábula: Esopo, Fedro,
Filelfo, La Fontaine e Iriarte y junto a ellos la Ciropedia (sic), es decir, «Educación de
Ciro», de Jenofonte, Telemaco, de Fenelon y Belisaire de J.F. Marmotel, textos para la
educación en los valores de la virtud en la vida pública y privada.
Sabatini se inclinaba más hacia la historia y la geografía y le atraían los libros de
viajes. De estos, contaba con A. Ponz, Viage de España […] (Madrid, 1772); M. Terracina,
Historia general de los viajes (Madrid, 1763); Bell of Antermony, Voyages despuis St.
Petersbourg en Russie, dans diverses contrées de l´Asie (París, 1766), y los 13 tomos de
Storia de viaggi […] del capitano Cook […] (Nápoles,1784), del que se anota «carece
de láminas» [FIG. 2].
Entre los ejemplares de historia de España
destacan: Mariana, Historiae de Rebus Hispa-
niae y J. F. Isla, Compendio de la Historia de
España. Obviamente abundaban los de Italia:
Tito Livio, Polibio, Salustio, César, Tolomeo,
o Plinio el Viejo, D´histoire naturelle (París,
1771-1782), edición bilingüe de Desaint. Los
clásicos, pero también los modernos, desde
L. Muratori, Annali d´Italia, de consulta aún
hoy día, a F. Guicciardini, Historia d´Italia,
obra clásica en la historiografía del país.
La formación científica, y a la par el amor
por lo clásico, se inició en Pestum. En 1734,
Carlos III inicia la reconquista de Nápoles
en poder de Austria. La victoria de Velletri
(1744) fue decisiva. En ella tomó parte, junto
al rey, el citado Felix Gazzola. Desde enton-
ces, el ilustre militar gozaría de la amistad del
monarca, de la que da testimonio la pintura
conservada en el palacio de Caserta. Cuatro
años después, Gazzola participaba en los
descubrimientos de Pompeya y Herculano.
A diferencia de estas ciudades, Pestum, la FIG.  2.  J. COOK, Troisième voyage de Cook, París, 1785.

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 111


FIG.  3.  P. A.
PAOLI, Rovine
della città di
Pesto, Roma,
Palearinniano,
1784.

antigua Posidonia, colonia griega fundada en el 600 a. C., ofrecía a la vista una serie de
templos muy bien conservados. En 1746, el arquitecto Mario Gioffredo le informaba
de su existencia. Se propuso entonces dibujarlos y medirlos. Fue pues, el primero en
«los trabajos de limpieza, consolidación y salvamento de los templos de Pestum».
Los arquitectos franceses J.G. Souflot y G.P. Dumont viajaron a Nápoles en 1750, para
conocer los edificios y visitaron a Gazzola, quien les dejó los dibujos que se habían obtenido
y que ellos, sin su permiso, editaron con ligeras correcciones5. El abate Barthélemy, ante
la noticia de que Dumont iba publicar un libro sobre Pestum, escribió al conde de Caylus
en los siguientes términos: «Es preciso que sea usted informado [que] Gazola es el primero
que ha tenido conocimiento exacto de estas ruinas», que las visitó y llevo allí arquitectos
que levantaron los planos bajo su dirección. El Padre Paoli amplia la información:

112 LOS LIBROS DEL INGENIERO


Los alzados y las perspectivas fueron dibujados por un arquitecto y pintor [Gian Battista
Natali] Cogió el encargo de medir las plantas y todas las partes el señor Sabatini, arquitecto
entonces de Carlos III Rey de las Dos Sicilias y ahora en el mismo servicio […] en España.

La venida de Carlos III a España, en 1760, forzó la de Gazzola, quien se olvidó del
proyecto de publicar los trabajos sobre Pestum para atender otras obligaciones. Otros
interesados en el tema lo harían, entre ellos Thomas Mayor, The ruins of Paestum, Otherwise
Posidonia, in Magna Grecia (Londres, 1768). Por fin Gazzola, aliviado de sus tareas, y
movido por varias razones, publicaría Rovine de la citta de Pesto ancora Posidoni (Roma,
1784). La edición fue supervisada por el P. Paoli y costeada por Carlos III6 [FIG. 3].
Entiendo que su trabajo en Pestum fue el detonante de su amor hacía la cultura
clásica. Tenía ediciones de los escritores latinos, no de los griegos, curiosamente, y

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 113


FIG.  4.  D. DE RUBEIS, Romanae Magnitudinis Monumenta, Roma, 1699.

numerosos libros de estampas: Joniam antigüedades (Londres, 1769) y Antigüedades de


Atenas (Londres, 1762), así aparecen citados en la testamentaria y que son las obras
famosas de J. Stuart y N. Revett con textos en inglés, libros clave para el conocimiento
de la arquitectura griega y, junto con estos, J. P. Bolzani, De Sacris Aegipciorum Literis,
(Basilea,1556), considerado un diccionario de iconografía. Sin embargo, llama podero-
samente la atención que, enamorado de la cultura clásica, no conste en su biblioteca el
libro de J.J. Winckelmann sobre el arte antiguo, editado por primera vez, en alemán, en
1764, que fue rápidamente traducido al francés, lengua que leía, y de la que Diego A.
Rejón de Silva hiciera una traducción al español en 17847. Un libro crucial que aborda
el arte desde Egipto hasta Roma. Esta ausencia tan significativa me lleva a considerar si
realmente Sabatini «vibraba» con la cultura clásica o tan solo con la arquitectura.
Nacido en Italia, formado culturalmente en Nápoles y Roma, es obvio que ahondara en el
conocimiento del pasado de estas monumentales ciudades en que había vivido. Hizo acopio
de grabados y de libros, desde aquellos más o menos veraces a los que son un derroche de
imaginación. Se trata de Le Antichita di Ercolano esposte (Nápoles, 1757-1792). Se compone
de ocho volúmenes de grabados, de gran calidad, impresos en la Imprenta Real y destinados
a un público selecto, por lo que deduzco que fuera un obsequio, como debió de serlo el
ejemplar dedicado al palacio de Caserta. También tenía ediciones príncipes de F. Maria
Pratilli, Vía Apia (Nápoles, 1745); Pedro Bartoli, Admiranda Romanorum Antiquitatum

114 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  5.  G. B. PIRANESI, De Romanorum Magnificentia et Architectura, Roma, 1761.

(Roma, 1693) y el muy curioso del editor Dominici de Rubeis, Romanae Magnitudinis
Monumenta […] [FIG. 4], con numerosos grabados de desigual calidad, algunos más finos
de P. Bartoli, pero interesante porque reproduce construcciones romanas sorprendentes,
por ejemplo el circo de Nerón con el obelisco que hoy se yergue en la plaza de San Pedro o
una deliciosa interpretación de la isla Tiberina. Del arqueólogo y erudito crítico de pintura
Bellori, Veteres arcus Augustorum, (Roma, 1690), con minuciosos grabados de los relieves
que les exornan. Otra cosa son los magníficos de Piranesi De Romanorum Magnificentia
et Architectura (Roma, 1761) [FIG. 5]. Sabatini adquirió este libro, y no el famoso Carceri
d´invenzione, movido no tanto por la belleza de los grabados –las Prisiones son un paradigma
a este respecto– sino por su valor testimonial, aunque en los edificios reproducidos, frente
a las estampas realistas de Stuart y Revett, haya un tanto de fantasioso.

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 115


La ingente tarea desplegada por Sabatini, en diversos campos, hace que pase desa-
percibida su actuación, durante algún tiempo, en la Real Fábrica de Tapices, que dirigía
Mengs. En el inventario de sus bienes, se anotan pinturas de Maella, Bayeu y Goya,
de las que se dice que estaban destinadas al tapiz, es decir pintura adecuada para la
decoración de residencias. No se precisa si fueron regalos o pintura adquirida, en todo
caso se puede suponer que la intervención en la fábrica propiciaría el conseguirlas.
Las obras de Tiépolo y de Mengs se apartan de este grupo. La relación con Antonio
Rafael Mengs (1728-1779) debía de ser cordial. Sabatini tenía la obra teórica de Mengs
editada por J. Nicolás de Azara en Madrid en 1780 y, además, del célebre pintor que
había retratado a la familia real, el suyo y el de Cecilia Vanvitelli, si bien al pastel, pero
no los de las hijas. Se puede inferir, por tanto, que no era un experto en pintura. Su
retrato por Mengs era una forma de afianzar su posición social, como los libros de arte
lo eran en lo cultural, comenzando por Vasari y concluyendo por su contemporáneo
Hogarth. De Giorgio Vasari, en edición príncipe, Le vite de piu eccellenti pittori scultori
e architettori (Venecia, 1550). Vasari, «el más antiguo historiador de artistas que se haya
propuesto describirlos con cierta amplitud de miras e intereses, ayudado por una buena
cualidad de escritor»8, intentaba relacionar la biografía de los artistas con la teoría del
arte. Muy importante es, en edición príncipe, G. P. Lomazzo, Trattato dell´arte de la
pittura (Milán, 1584) [FIG. 6], sin olvidar C. Ridolfi, Le vite degli illustri Pittori Veneti e
dello Stato (Venecia, 1648). Entre los extranjeros, no una obra de historia de la pintura
al uso, sino la teórica del pintor y grabador contemporáneo inglés W. Hogarth, L´analisi
della bellezza (Livorno, 1761), –para L. Venturi se trata de «un ensayo acerca del tránsito
directo del gusto rococó al romanticismo»– y una traducción al francés, de 1750, del
poeta inglés A. Pope, sobre la moral y el gusto, que había influido en Hogarth.
Y nos vamos acercando al Sabatini arquitecto e ingeniero. En el inventario un
gran porcentaje de los libros corresponde a obras de matemáticas, física, ingeniería y
arquitectura. Empezaré por éstos, pues nos sirven de nexo entre el mundo del Arte y el
de la construcción, de hecho, Vasari escribe sobre pintores y arquitectos indistintamente
y Alberti otro tanto.
Vitruvio inicia la serie tanto en cronología cuanto en el número de ediciones con
que contaba. Vitruvio fue arquitecto, pero ante todo ha pasado a la Historia por su
tratado De Architectura, en 10 libros, publicado, tal vez, entre el 27 y el 23 a. C. Ha
llegado el texto, pero no las imágenes. Para el autor, la arquitectura se compone de
cuatro elementos: orden arquitectónico, disposición, proporción y distribución. Influyó
notablemente en el Renacimiento, y se editó por vez primera en 1486, al cuidado de G.
Sulpicio de Veroli. Francisco Sabatini poseía varias ediciones: Roma, 1486; Roma, 1521;
París, 1547; Venecia, 1567; París, 1673; París,1684; Nápoles, 1758 y Madrid, 1761. Es
decir, desde la edición príncipe a la de Madrid, pasando por la primera traducción al
italiano (1521), debida a Cesare Cesariano, con xilografías; la primera francesa (1547);
la veneciana por Daniel Bárbaro (1567), con excelentes ilustraciones; las de Perrault
(1683 y 1684) –a este arquitecto francés se debe la denominada «triada vitruviana»:
Venustas (Belleza), Firmitas (Firmeza) y Utilitas (Utilidad), conceptos que Vitruvio solo
aplicó en determinados edificios públicos–; la de Nápoles (1758), por el arqueólogo
Berardo Galiani, en edición bilingüe latín e italiano, magníficamente ilustrada; y la de

116 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  6.  G. P. LOMAZZO, Tratatto dell´arte della pittura, scoltura FIG.  7.  ALBERTI, L´architettura, Monte Regale,
et architettura, Milán, Paolo Gottardo Pontio, 1585. Leonardo Torrentino, 1656.

Madrid de 1761, traducción para los estudiantes de la Academia de San Fernando de


la de Perrault, a cargo de José Castañeda, académico de la misma.
El hecho de que Sabatini poseyera ocho ediciones de Vitruvio presupone un conoci-
miento profundo de su obra (consta que la había estudiado), ahora bien, la adquisición
de la edición príncipe, es la confirmación de un hombre que amaba el mundo clásico,
más allá del coleccionista, y que intentaba acercarse a él incluso en lo temporal: el
Vitruvio de 1486 es «más antiguo» que el de 1761 y está en latín.
El libro de Vitruvio era conocido en la Edad Media, pero solo un hombre de la cultura
de Leon Battista Alberti [FIG. 7], sabedor de la arquitectura romana y buen latinista, amén
de otras disciplinas, un «Homo Universalis», era capaz de interpretar correctamente el
texto. Había escrito sobre pintura y escultura, y su libro De re aedificatoria (Venecia,
1565), en diez libros, en homenaje el tratado vitruviano, será la base para todos los
teóricos posteriores.
En opinión de Venturi, los cuatro libros del siglo XVI más importantes sobre arquitectura
son los de Serlio, Vignola, Palladio y Scamozzi, y representan «más que nada, un espejo
de unas necesidades prácticas y sociales». El más interesante es Serlio, por cuanto tiene
de trasgresor de la normativa al uso. Fue muy conocido en España, traducido en 1563
por F. Villalpando. Sabatini poseía los cuatro: Serlio, Sette Libri dell´architettura (Venecia,
1547); Vignola, Regola delle cinque ordini dell´architettura (Venecia,1562). Palladio, I
quatri libri dell´architettura (Venecia, 1616); Scamozzi, Dell idea dell´architettura Universale
(Venecia, 1714), e I Cinque Ordini d´Architettura (Verona, 1735), atribuido falsamente
a Sanmichele, un arquitecto militar.

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 117


FIG.  8.  L. VANVITELLI, Dichiarazione dei disegni del Reale Palazzo di Caserta, Nápoles, Reale Stamperia, 1756.

Junto a los tratadistas «clásicos» también encontramos los del momento. Del editor
Domenico de Rossi, Studio d´architettura Civile di Roma[…] (Roma, 1702), con alzados
de iglesias y palacios barrocos9; Guarino Guarini, Architettura Civile […] (Turín, 1737),
tratado en cinco partes; Margaritis, Proposizioni teorico-pratiche d´architettura civile (Milán
1766); y Luigi Vanvitelli, Dichiarazione dei disegni del Reale Palazo di Caserta (Napóles,
1756), un libro sobre el palacio donde el propio Sabatini había intervenido, de gran
tamaño e ilustrado con magníficos grabados de planos, secciones, alzados, etc. [FIG. 8].
Sabatini hubo de conocer a Filippo Juvarra, el prestigioso arquitecto que trabajó en
España y murió en Madrid en 1736. Su obra debió de interesarle, ya que tenía un libro
sobre la iglesia de San Felipe de Turín y un enigmático Casa de recreo del rey de Turín,
folio, pasta (sic), que deduzco pueda tratarse de La Venaria Reale. Palazzo di piacere e
di caccia […] (Turín, 1674), del arquitecto A. Castellamonte, quien había intervenido
en el palacio proyectado por Juvarra.
Esta selecta biblioteca de arquitectura italiana se complementa con dos obras que
se adentran en problemas de técnica y estabilidad, cual son: Domenico Fontana, Della
trasportatione dell´obelisco vaticano et delle fabriche di nostro Signore Papa Sisto V (Roma,
1590), y Carlo Fontana, Il Tempio Vaticano e sua origine (Roma, 1694).
El obelisco egipcio, transportado a Roma desde Egipto hacia el año 40 fue instalado
en el circo de Nerón, en la colina Vaticana, lugar del martirio de San Pedro10. Mide 25

118 LOS LIBROS DEL INGENIERO


metros de altura y pesa 320 toneladas. En 1585, Sixto V ordenó trasladar desde el sitio
en que se alzaba, junto a la antigua basílica de San Pedro, hasta el punto en que hoy
se yergue. El trabajo de traslado y nueva elevación duró un año, finalizando el 10 de
septiembre 1586. La proeza técnica quedó magníficamente ilustrada en el citado libro.
Entre los años 1506 y 1514, Bramante levantó los pilares torales de la basílica de
San Pedro, pero habría de ser Miguel Ángel quien proyectara la cúpula que la corona,
llevada a cabo por Giacomo della Porta y Domenico Fontana (1588-1590). Ya durante su
construcción se hicieron sentir daños en los arcos torales, daños que se manifestaron en
la cúpula en el siglo XVII. Al agravarse el problema, se realizaron trabajos de inspección
y en 1694 Carlo Fontana publica su libro, base para los estudios posteriores. En 1742,
se reavivó la polémica sobre la estabilidad de la cúpula y fue entonces cuando Benedicto
XIV decidió consultar a expertos matemáticos. Francesco Jacquier, Tommaso Le Seur y
Ruggiero Giuseppe Boscovich redactaron un informe conocido por Parere di tre mattematici
sopra i danni que fino sono trovati nella cupola di S. Pietro, sull fine dell’ Anno MDCCXLII.
La profesora Gemma López publicó un interesante estudio sobre dicho informe11.
En su opinión, «supone una contribución muy significativa en el campo de la teoría
de estructuras, el primer ejemplo correcto de la aplicación de la teoría de bóvedas».
Sería G. Poleni, físico y matemático, quien lo solucionaría proponiendo la utilización
de zunchos. El estudio se ilustra con los grabados del libro de Fontana.

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 119


El problema de la estabilidad de la cúpula llamó poderosamente la atención de
Sabatini, pues en el inventario se registran las siguientes obras sobre el tema: el ya
citado Parere di tre mattematici […].; Riflessione di Padri Tommaso Le Soeur, Francesco
Iacquier […] e Ruggiero Giusepe Boscovich […] della cupola (Roma, 1743); P. Dominico
Sante Santini, Parere intorno allí Contraforti, ed altri danni della Cupola Vaticana
(Roma, 1743); G. Poleni, Memorie istoriche della Gran Cupola del Tempio Vaticano
(Padua, 1748); Breve discorso di Gaetano Chiaveri […] circa i danni riconosciuti nella
portentosa Cupula di San Pietro di Roma […] (Pesaro, 1767); C.F. Dotti, Proyecto para
fortalecer la media naranja de San Pedro, manuscrito [sic]12.
El hecho de que se hiciera con todo lo publicado sobre la cúpula demuestra que para
Sabatini la estructura era esencial. A mediados del siglo XVIII se había constituido un
grupo de matemáticos en la corte de Nápoles. Entre otros destaca la figura de Nicola
Martino, maestro de tal materia de Fernando IV, y autor de Nuovi Elementi della teoría
delle mine, con trattato delle misure della volte (Nápoles, 1780), en que se estudia la
bóveda de arista en proyecciones cónicas. También hay que añadir la de B.S. Sgrilli,
Descrizione e studi dell´insigne fabbrica di S. Maria del Fiore (París, 1733), y el tratado
más generalista de A. F. Frezier, La Theorie de la Pratique de la Copupé des Pierres et
des Bois pour la constructión de voutes […] (París,1737)13 [FIG. 9].
El segundo apartado es el constituido por obras de tratadistas franceses. De Ch.
Perrault, Ordonnance des cinq especes de colonnes selon la mèthode des anciens (París,
1687), en que expone la libertad con respecto a las proporciones clásicas de los órdenes.
En 1702, se publicaron las Memoires d´architecture, de M. Fremin y, en 1714, el grabador
S. Le Clerc, el Traité d´Architecture. Ya entrado el siglo, de uno de los teóricos más
notables, J. François Blondel, maestro de arquitectos franceses, el Cours d´architecture
ou traité […] des batiments (París, 1771). En su introducción se puede leer «Ce Cours
d´Architecture n´etant qu´un corps de Leçons que nous les donnons encore dans nos
Ecoles». También De la distribution des maisons de plaisance (París, 1737). De M. J.
Peyre, discípulo de Blondel, Oeuvres d´architecture (París, 1765). De C.A. Jombert,
Architecture moderne (París, 1764) y el ya citado de Frezier.
El influjo del tratado de Blondel fue enorme, se extendió a Inglaterra, tal es el
caso de W. Chambers, A treatise on civil architecture (Londres,1768). De este famoso
arquitecto poseía, así mismo el peculiar y debatido, A dissertation on oriental gardening,
(Londres, 1772), traducido al francés y al alemán.
La tratadística francesa, en especial Blondel, llegó igualmente a España: «Son los
tratadistas franceses los que sostienen la Arquitectura Civil de Bails, comenzando por
el Curso de Arquitectura de Blondel y Patte, siguiendo por el Tratado de Estereotomia
de Frezier…»14. Sabatini poseía ejemplares de Bails (1782), de Blondel (1771), de
Frezier (1789) y de Patte (1769). Así mismo, M. Losada, Compendio de arquitectura
civil (1740); A. Valzania, Instituciones de Arquitectura (1792); Villanueva [sic], Juicio
de la Iglesia de San Francisco de Madrid, y los escritos de Ardemans.
Por lo que respecta a la jardinería contaba con libros sobre Versalles, Marly, las
Tullerías o jardines ingleses.
Como ya vimos, la formación de Francisco Sabatini fue eminentemente italiana en todos
los aspectos. Se inició en Caserta, en el palacio real, y abrió sus ojos a la cultura clásica en

120 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  9.  A. F. FREZIER, La theorie et la pratique coupe des pierres et des bois,
Estrasburgo, Guenin, 1737.

Pestum. Su vida transcurrió en España, al servicio del rey, pero nunca olvidó Italia. Poseía
libros sobre arquitectura veneciana, saboyana, y piamontesa y sobre todo de la ciudad de
Roma, la hacedora del mundo barroco, además de monografías sobre edificios de París o
Ámsterdam. No le eran ajenos los postulados del renacimiento italiano, ni la obra de los
grandes arquitectos barrocos y, como veremos, aunque la cultura en el siglo XVIII se desplace
a Francia y en París se impriman los famosos tratados sobre arquitectura y fortificación,
siempre contará en su biblioteca con algún libro italiano sobre estos temas.
En enero de 1784, el rey, en agradecimiento a los servicios prestados, nombraba a
Francisco Sabatini «director comandante del ramo de Fortificaciones», con las prerroga-
tivas del decreto de 1774, por el que se había establecido «la nueva planta del cuerpo de
ingenieros». Habría de dejar la dirección de las academias y «entregarse a los planos».
El ingeniero Sabatini contaba con una sólida formación en matemáticas y geometría;
conocía a Euclides, Newton [FIG. 10], Euler, etc. Las matemáticas eran necesarias para
entender las nuevas formas de arquitectura militar, pero, además, sabía de física, de
hidráulica y de materias afines. Y, aunque no considerara «necesario» el dibujo para
un ingeniero, tenía libros sobre perspectiva e incluso sobre ornamentación (Berain),
y él mismo dibujó a la aguada los candelabros para el altar mayor de la catedral de

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 121


FIG.  10.  I. NEWTON, Philosophiae naturalis, Principia mathematica,
Ginebra, Barrillot, 1739.

Segovia, amén de los proyectos para éste. Así pues, antes de adentrarnos en el capítulo
de ingeniería y fortificación, detengámonos un momento en los libros de perspectiva.
Durante el siglo XVIII la enseñanza de la perspectiva en las academias militares
tuvo un valor similar a las matemáticas y otras disciplinas15. El dominico y matemático
E. Danti editó Le due regole della prospettiva (Roma, 1583), de Barozzi da Vignola,
en el que se explican los métodos de ejecución de perspectivas mediante teoremas y
demostraciones16. El tratado de A. Pozzo, Perspectiva Pictorum Architectorum (Roma,
1693), tuvo una enorme influencia en la España del siglo XVIII, a través de la enseñanza
en los colegios de La Compañía17. Otros dos tratados, el de F. Galli Bibiena (1753), y
el de S. Jeurat (1750) se abren al mundo de escenografía y de la pintura. Este último
enlaza, sin embargo, con La science des ombres par raport au dessin» (París, 1750), de
Dupain de Montesson [FIG. 11]. Está dedicado a un gran mando del ejército francés, a
quien le dice que le será de gran utilidad. Su objetivo era formar buenos dibujantes,
en el ejército o en el cuerpo de ingenieros, capaces de manejar el color y apreciar la
sombra como generadora del volumen.

122 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  11.  M. DUPAIN DE MONTESSON, La science des ombres, París,
Charles-Antoine Jombert, 1750.

Las matemáticas eran esenciales, –tesis sostenida por Deidier que la consideraba la
más abstracta de las ciencias18– y en menor medida la física –«de todas las ciencias la física
es la más perfeccionada por la experiencia y sus observaciones» (Musschenbroek)– en la
formación del ingeniero. En la biblioteca de Sabatini se registran cerca de un centenar
de publicaciones científicas si añadimos los de hidráulica y otras materias similares. Del
famoso, y mil veces citado Euclides, Euclidis Elementorum (Roma, 1589); del conocido
astrónomo Cristóbal Clavio, La prospettiva di Euclide, (Florencia, 1623), I. Danti, Elementi
d´Euclide (Pesaro, 1619), y A. Tacquet, Elementa euclidea geometriae (Basano, 1781).
Escoger entre este cúmulo de obras científicas es un riesgo, sobre todo si se es ajeno
a estas disciplinas. He seleccionado las siguientes: Isaac Newton, Philosophiae naturalis
principia matemática (Génova, 1739), en latín, y Arithmetica universalis (Lyon, 1732);
Belidor, Nouveau cours de mathematique a l´usage de l´artillerie et du genie (París,1725);
L. Euler, Institutiones calculi differentialis cum eius usu in analisi finitorum (San Pe-
tersburgo, 1755); en latín, C. Wolfii, Elementa matheseos universae, (Génova, 1743)
[FIG. 12], y R. J. Boscovich, Elementorum universae mathesos, (Roma, 1754); M. l´Abbe
Deidier, La mesure des surfaces et de solides […], (París, 1740) y Éléments generaux […]

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 123


necessaires a l´artillerie et au genie (París, 1773) [FIG. 13], y P. Musschenbroek, Cours de
physique experimentale et mathematique (París, 1769) [FIG. 14]; del Director del Colegio
de Artillería de Turín, Alessandro Papacino d´Antoni, Instituciones físico-mecánicas para
el uso de los Reales Colegios de Artillería de Turín (Estrasburgo, 1777). Para concluir
dos españoles: B. Bails, Elementos de matemáticas (Madrid, 1793) y P. Giannini, Curso
matemático […] Real Colegio de Artillería (Madrid, 1779) [FIG. 15].
Si en la tratadística de arquitectura, digamos civil, Francia se pone a la cabeza de
Europa en el siglo XVIII, otro tanto ocurre por lo que respecta a la arquitectura militar,
bien entendido que los escritores sobre esta materia no eluden en sus obras referencias
a aquella, a los tratadistas clásicos, con inserción de láminas en que se reproducen
los tradicionales órdenes, por ejemplo Belidor, quien es, además, un referente para la
teoría de la bóveda. No obstante, la formación de un ingeniero, a cuyo cargo estará
la construcción de plazas fuertes había de sumar a los conocimientos del arquitecto
aquellos exclusivos de la poliorcética, tan unida al desarrollo científico del armamento,
en especial de las bocas de fuego.
La biblioteca científica de Sabatini, de ciencias exactas y física, se complementaba
con numerosos tratados de hidráulica, puentes y caminos, etc. Pero sus cargos en
el cuerpo de ingenieros y en el ejército demandaban una atención especial a los de
fortificación y guerra. Era consejero nato del Supremo Consejo de Guerra y en 1782
redactaba un proyecto, del mayor interés, para atacar Gibraltar, con un plano en que
se disponían las bocas de fuego. Poseía publicaciones sobre las ordenanzas de ejércitos
extranjeros y, por supuesto, sobre el movimiento de tropas y la construcción de plazas.
Sin duda la sombra de Vauban planea sobre toda la tratadística del momento, pero
también Sabatini poseía tratados anteriores de sus compatriotas: P. Cattaneo, I quattro
primi libri di architettura […] (Venecia, 1554), «uno de los primeros estudios sobre las
poligonales de ciudades fortificada con bastiones»; G. Alghisi da Carpi, Delle Fortificazioni
[…] (Venecia, 1570); Lorini, Delle Fortificatione (Venecia, 1609), en que se abordan
temas sobre geometría, diseño de la planta, construcción de murallas y torres, entorno
y alojamiento de los soldados; F. Tensini, Delle fortificazione […], (Venecia, 1624); P.
Sardi, L´artiglieria (Bolonia, 1629), Architettura Militare (Venecia,1638); del francés A.
Fritach, L´architecture militaire (1648). Se puede mencionar el tratado de A. Capras,
La nuova architettura civile e militare (Cremona, 1717), por cuanto pone de manifiesto
el sutil hilo que diferencia una de otra arquitectura.
S. P. de Vauban apenas escribió, sin embargo, su teoría sobre la nueva fortificación,
derivada de la práctica –asistió a bastantes asedios, tomó numerosas plazas, y construyó
o reparó cerca de 300– tuvo una gran respuesta: casi todos los tratados aluden a él.
Sabatini poseía el Traite des sieges et de l´attaque des places (La Haya,1737).
Un seguidor incondicional fue Belidor. Es el autor de La science des ingenieurs,
(París, 1729) [FIG. 16]. Dedicada al rey, escribe en el prefacio:

Si se consideran todos los diferentes trabajos donde los Ingenieros llevan la dirección se
convendrá que no hay profesión que exija más conocimientos que la suya […] en fin, se
puede decir que un buen ingeniero es un hombre universal, que nada honra más a Francia
que tener un gran número capaz de todas las cosas a las que me he referido.

124 LOS LIBROS DEL INGENIERO


FIG.  12.  C. WOLFF, Elementa mathesos universae, Ginebra, FIG.  13.  A. DEIDIER, Le parfait ingenieur françois, París,
Gosse, 1743. Charles-Antoine Jombert, 1742.

FIG.  15.  P. GIANNINI, Curso matemático para la


FIG.  14.  P. VAN MUSSCHENBROEK, Cours de physique enseñanza de los caballeros cadetes del Real Colegio de
experimental et mathematique, París, Bailly, 1769. Artillería, Madrid, Joaquín Ibarra, 1779.

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 125


FIG.  16.  B. FOREST DE BÉLIDOR, La science des ingenieurs dans FIG.  17.  G. LE BLOND, Traité de l´artillerie, París,
la conduite des travaux de fortification et d´architecture civile, Charles-Antoine Jombert, 1743.
La Haya, Pierre Gosse, 1754.

Emplea las matemáticas para calcular el espesor de los muros y expone su teoría
completa de bóvedas con ejemplos de aplicación. De hecho, el libro II de este importante
compendio (el primer manual de ingeniería) está dedicado enteramente a la «Mecánica
de las Bóvedas»19. Pero, así mismo el cap. II «Del conocimiento de los cinco órdenes
en general», con láminas donde se reproducen monumentos de la antigua Roma, con
referencias a Vitruvio, Serlio, Vignola, Scamozzi…, y el Libro V a la decoración. En
suma, un libro para ingenieros y también para arquitectos.
El segundo autor es el matemático Gillaume Le Blond. En el Traité de l´Artillerie
ou des armes[...] (París, 1763) [FIG. 17], trata del cañón, de los morteros, de las balas,
granadas, de las minas; «de las municiones necesarias para formar el asedio o ata-
que de una plaza». Escribe en el prólogo de Elementos de fortificación […] (Madrid,
1776): «Una de las partes más esenciales del Arte Militar es la Fortificación, cuyo
conocimiento no solo interesa a los Ingenieros y Artilleros, sino también a los Oficiales
generales que pueden tener a su cargo el ataque y defensa de las Plazas». El objeto
del tratado es proporcionar ideas exactas sobre la fortificación y mantener sus reglas y
principios fundamentales para que cualquiera, por sí solo, pueda aplicarlas útilmente
a la construcción de toda especie de obra. «Nos parece no haber omitido en esta obra
cosa alguna esencial a los Elementos de Fortificación y aunque se hayan escrito otras

126 LOS LIBROS DEL INGENIERO


muchas más voluminosas sobre la misma materia, en ninguna se explican las reglas y
principios con mayor extensión que en la presente, la cual puede comprenderse con
mucha facilidad, como lo ha manifestado la experiencia. Los que la hayan estudiado
tendrán luces más suficientes para reconocer nuestras mejores Plazas y observar si sus
fortificaciones están bien adaptadas a las máximas generales recibidas». A estos dos
títulos se han de añadir: Tratado de defensa de las plazas […] y Elementos del ataque
de las plazas (Madrid, 1777).
Otros tratadistas franceses: el Abate Deidier, Le parfait ingenieur françois […] ou la
Fortification offensive et defensive (París, 1742); del matemático y profesor de artillería,
D. G Trincano, Élements de Fortificacion […] (París, 1768). Por lo que respecta a la
fortificación de campaña: Chevalier de Clairac, L´ingenieur de campagne ou traité de
la fortificatión passagère (París,1757).
Del matemático y arquitecto alemán Leonhard, C. Sturm, Le veritable Vauban se
montrant au lieu du faux Vauban (La Haya, 1708).
Son contados los autores españoles en la biblioteca de Sabatini, de los que se echa en
falta a Sebastián Fernández de Medrano. Un panorama general de la artillería española
en Vicente de los Ríos, Discurso sobre los ilustres autores e inventores de artillería [...].
(Madrid, 1767).
De Raimundo Sanz, Mariscal de Campo y partícipe en la expedición de Italia de
1734, Principios militares […] guerra subterránea […] para instrucción de la ilustre
juventud del Real Cuerpo de Artillería (Barcelona, 1776,) y del famoso Pedro Lucuze,
Principios de fortificación (Barcelona, 1772). Muy interesante es la traducción hecha
por M. Sánchez Taramas del inglés Muller, Tratado de fortificación o arte de construir
edificios militares y civiles (Barcelona, 1769), con numerosas adiciones.
Como encargado del empedrado y limpieza de Madrid, realizó varios proyectos para
el saneamiento de pozos, alcantarillado y viajes de agua, algo de lo que ya se había
ocupado Teodoro Ardemans, autor de Ordenanzas de Madrid, y del Curso subterráneo de
las aguas de Madrid, publicados en 1720 y 1724. También de J. Alonso de Arce, un libro
de curioso título, Dificultades vencidas (Madrid, 1735), en realidad unas instrucciones
para la limpieza de Madrid.
Había elaborado siete planos del Camino General y Transversal de Galicia. Poseía
de Campomanes, el Itinerario real de postas […] (Madrid,1761), un «dictamen sobre
la anchura de los caminos reales» y el proyecto de J. M. Zermeño para el camino de
Barcelona y dos excelentes libros sobre caminos: Gautier, Traité de la construction des
chemins (París, 1755), y Traité de points et chemins (París, 1765).
Pero, al margen de estas actuaciones prosaicas, Sabatini sentía una gran curiosidad
sobre la naturaleza del agua, con una docena de libros sobre el tema, entre ellos J.T.
Desaguiliers, Hydrostaticks (Londres, 1718), que fue alumno de Newton y experto en
ingeniería hidráulica; M. Belidor, Architecture hydraulique ou l´art de conduire […]
(París, 1737); D. Guglielmini, Della natura de fiumi (Bolonia, 1739), un tratado físico
matemático, y D. Michelotti, Sperimenti idraulici della Parella (Turín, 1767), que recoge
los experimentos hechos por el matemático en el depósito real de aguas de La Parella,
en Turín. Por último, un interesante libro sobre cimentación en el agua: M. Tardif,
Nouvelle methode d´encaissement […] (París, 1757), ingeniero de puentes y caminos.

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 127


Para concluir, unas breves palabras sobre la relación de Sabatini con Segovia. Gazzola
había elegido el Alcázar de la ciudad para sede del futuro Colegio de Artillería. El 18
de mayo de 1764 tuvo lugar la solemne apertura con la lección inaugural por el Padre
Eximeno, jesuita.
El 17 de mayo de 1763, había escrito Eximeno:

Habrá cuatro meses que me encontré con carta de Sabattini con quien no tenía yo más
relación que haberle tratado ahí cuatro o seis veces, en la que me decía, que habiendo el
Rey determinado erigir una nueva Academia de Cadetes en Segovia, y preguntándole el
Conde de Gazzola al mismo Sabattini si tenía noticia de algún sujeto hábil para maestro
de la nueva Academia, le respondió que en España no hallaría otro más a propósito que yo.

Sabatini, a través de Gazzola, participa de algún modo en la fundación del Colegio


de Artillería, al elegir como profesor a un matemático, lo que, a su vez, supone estar
muy al tanto del mundo científico en España. Y hay algo más en esta vinculación con
la ciudad. Sabatini había trabajado en La Granja –allí tenía alquilada una casa, como
buen cortesano, para estar durante la jornada de verano de los reyes en la localidad–,
en la Fábrica de Moneda y en la catedral. Para ésta diseño el retablo principal y seis
blandones de plata para el presbiterio, cincelados por el platero italiano Antonio Ven-
detti, con quien había colaborado en otras ocasiones. Estos diseños vienen a confirmar
el dominio de la línea y de la aguada por parte del ingeniero (tenía algún libro sobre
platería y de adornos, por ejemplo Berain). Además, hemos de atribuirle la Casa de la
Química, edificio construido ex profeso para experimentos químicos –en ella trabajó
L. Proust– porque, al margen de las relaciones meramente formales con otras obras
suyas, Sabatini era el arquitecto del rey y hombre versado en la ciencia, por lo que le
era fácil proyectar un edificio destinado a tal fin [FIG. 1]. No se relacionan los planos
entre aquellos que dejó a su muerte, pero en algún sitio deben de estar.

128 LOS LIBROS DEL INGENIERO


NOTAS

1. En el testamento se registraron los libros. A veces, el escribano no entendía bien el nombre del autor por ejemplo Chambru
por Chambers, o el título, Las Lógicas de Rafael por Las Logias de Rafael, otras no se anotaban el lugar y fecha de edición.
Los títulos abreviados y siempre en castellano. Todo dificulta la búsqueda del libro en el idioma original. En ocasiones, las
menos, no lo he encontrado. Por lo general los títulos son muy largos, por lo que he optado por transcribir las primeras y
últimas palabras. La relación íntegra de los libros en RUIZ, 1993.
2. RODRIGUEZ, 1993.
3. LLAGUNO, 1829.
4. El manuscrito no se registró en el inventario, frente a otros de los que se tomó nota, lo que me hace pensar si no fue escrito
por el propio Sabatini. Afirma que las conversaciones con personas en las cortes de Roma, Nápoles, Ginebra, Turín y Francia
y en los puertos de Marsella, Génova y Livorno, y «por último en nuestra Nación y Corte española y los abusos y defectos
que he notado en algunos facultativos contrarios a más fija experiencia y a lo que nos enseñan diversos autores sobre el
modo de hacer el Chocolate […] me estimuló todo ello a formar esta corta obrita». Narra la procedencia del cacao, que fue
descubierto, en 1520, en Nicaragua, Guatemala y confines de Méjico, por un soldado, llamado Benzu, que le dio el nombre
de Cacavi. Los españoles denominaron a estas regiones «Paraíso de Mahoma», por ser «un país abundante de exquisitos y
regalados árboles, entre los cuales se distinguió como otro leño de la vida el Cacavele y de Mahoma porque no tenía más ley
que la del apetito».
5. DUMONT, G.P.M., Suite des plans. Coupes, profiles […] de Pesto […] mesurés et dessines par J.G. Souflot architecte du roy en
1750, París, 1764.
6. MOLEON, 2002.
7. El manuscrito fue depositado en la Real Academía de Bellas Artes de San Fernando y editado por vez primera en 2014.
8. VENTURI, 1979.
9. RODRÍGUEZ, 2013. Según éste el libro de Rossi fue un verdadero manual para la enseñanza de la arquitectura en la Academia
de San Luca, en Roma, y contó con una amplia difusión en España.
10. Sabatini tenía un ejemplar de Rubeis (1699) en que el grabador P. Bartoli inserta un fino grabado con la reconstitución del
circo presidido por el obelisco.
11. LÓPEZ, 1998.
12. En este sentido de la atracción por la cúpula florentina es interesante recordar que a Sabatini se debe la fachada de San
Francisco el Grande de Madrid (1784), edificio cuya cúpula –la cuarta más grande de Europa- había cerrado en 1770 Plo
y Camín, un «maestro de obras» no reconocido oficialmente como arquitecto, del que poseía un ejemplar de El arquitecto
práctico. Civil, militar y agrimensor, Madrid,1767.
13. LÓPEZ, 1998.
14. BAILS, 1983.
15. GALINDO, 2008.
16. FRÍAS, 2007.
17. FUENTES, 2016.
18. DEIDIER, 1740.
19. HUERTA, 1998.

LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI 129


BIBLIOGRAFÍA

BAILS, B. (1983), De la Arquitectura Civil, Murcia, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, Libre-
ría Yerba, Consejería de Cultura, Caja de Ahorros Provincial, Universidad de Murcia. Estudio crítico de Pedro
Navascués.
DEIDIER, M. L´ABBE (1740), La mesure des surfaces et de solides par l´arithmetique des infinis et les centres de gravité,
París.
DUMONT, G. P. M. (1764), Suite des plans. Coupes, profiles […] de Pesto […] mesurés et dessines par J.G. Souflot ar-
chitecte du roy en 1750, París, 1764.
FRÍAS SAGARDOY, M. A. (2007), Vignola,1507-2007, Pamplona, Universidad de Navarra.
FUENTES LÁZARO, S. (2016), Usos y aplicaciones del tratado de Andrea Pozzo…, Universidad Complutense de Ma-
drid, Tesis Doctoral.
HUERTA, S. (1998), «La teoría de bóvedas en el siglo XVIII. La contribución de Philippe de La Hire», en Actas del
II Congreso Nacional de Historia de la Construcción, La Coruña, Universidad de La Coruña, pp. 233-244.
GALINDO DÍAZ, J. (2008), «La enseñanza de la perspectiva como parte de la fortificación. El caso de la Real Acade-
mia de Matemáticas de Barcelona», Varia histórica, nº 40.
GALINDO DÍAZ, J. (1996), El conocimiento constructivo de los ingenieros militares del siglo XVIII, Universitat Poli-
tècnica de Catalunya, Tesis Doctoral.
LEON TELLO, F. J. y SANZ SANZ, M.ª V. (1994), Estética y teoría de la arquitectura en los tratados españoles del siglo
XVIII, Madrid, CSIC.
LLAGUNO Y AMÍROLA, E. (1829), Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restauración, Madrid,
Imprenta Real.
LÓPEZ MANZANARES, G. (1988), «La estabilidad de la cúpula de San Pedro: el informe de tres matemáticos», en
Actas del II Congreso Nacional de Historia de la Construcción, La Coruña, Universidad de La Coruña, pp. 285-294.
MOLEÓN GAVILANES, P. (2002), «Paestum, las luces y el antiguo», en Rovine della cittá di Pesto, Madrid, Instituto
Juan de Herrera, pp. 1-32.
PÉREZ VILLANUEVA, J. (1987), El conde Félix Gazzola, primer director del Real Colegio de Artillería. Un italiano en
la Ilustración española. Segovia, Patronato del Alcázar de Segovia.
RODRIGUEZ RUIZ, D. (1993), Francisco Sabatini. 1791-1797. La arquitectura como metáfora del poder, Madrid, Electa.
RODRIGUEZ RUIZ, D. (2013), «De viajes de estampas de arquitectura en el siglo XVIII. El “Studio d´Architettura
civile” de Domenico de Rossi y su influencia en España», Boletín de Arte, nº 34, pp. 247-296.
RUIZ HERNANDO, A. (1993), «La testamentaría de Francisco Sabatini», en D. RODRIGUEZ RUIZ (1993), Francisco
Sabatini. 1791-1797. La arquitectura como metáfora del poder, Madrid, Electa.
VENTURI, L. (1979), Historia de la crítica de arte, Barcelona, Gustavo Gili.

Volver al índice

130 LOS LIBROS DEL INGENIERO


PUBLICACIONES DE LA FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO

COLECCIÓN JUANELO TURRIANO DE HISTORIA DE LA INGENIERÍA

2020
LÓPEZ REQUENA, Jesús, El proyecto de navegación del Tajo de Carlos de Simón Pontero.

2019
CRESPO DELGADO, Daniel (ed.), Sueño e ingenio. Libros de ingeniería civil en España: del
Renacimiento a las Luces.
EGÓROVA, Olga, El picadero de Moscú, obra de Agustín de Betancourt.

2018
PÉREZ ÁLVAREZ, Víctor, Técnica y fe: el reloj medieval de la catedral de Toledo.
VÁZQUEZ MANASSERO, Margarita Ana, El «yngenio» en palacio: arte y ciencia en la corte de los
Austrias (ca. 1585-1640).

2017
CRESPO DELGADO, Daniel, Preservar los puentes. Historia de la conservación patrimonial de la
ingeniería civil en España (siglo XVI-1936).

2016
DIÁZ-PAVÓN CUARESMA, Eduardo, El hundimiento del Tercer Depósito del Canal de Isabel II en 1905.
SÁNCHEZ LÓPEZ, Elena y MARTÍNEZ JIMÉNEZ, Javier, Los acueductos de Hispania. Construcción
y abandono.

2015
ZANETTI, Cristiano, Juanelo Turriano, de Cremona a la Corte: formación y red social de un
ingenio del Renacimiento.
ROMERO MUÑOZ, Dolores, La navegación del Manzanares: el proyecto Grunenbergh.
LOPERA, Antonio, Arquitecturas flotantes.
MUÑOZ CORBALÁN, Juan Miguel, Jorge Próspero Verboom: ingeniero militar flamenco de la
monarquía hispánica.

LECCIONES JUANELO TURRIANO DE HISTORIA DE LA INGENIERÍA

2020
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), Los libros del ingeniero.

2019
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), Arquitectura hidráulica y forma
urbana.
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y VÁZQUEZ MANASSERO, Margarita Ana (eds.), «Ser hechura de»: inge-
niería, fidelidades y redes de poder en los siglos XVI y XVII. Edición en inglés: «Ser hechura
de»: engineering, loyalty and power networks in the Sixteenth and Seventeenth Centuries.

131
LEÓN GONZÁLEZ, Francisco Javier y GOICOLEA RUIGÓMEZ, José María (coords.), La Catedral.
Ingenium ut aedificare.

2018
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), El ingeniero espía.

2017
LEÓN GONZÁLEZ, Javier y GOICOLEA RUIGÓMEZ, José María (coords.), Los puentes de piedra (o
ladrillo) antaño y hogaño.
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), La palabra y la imagen. Tratados
de ingeniería entre los siglos XVI y XVIII.

2016
NAVASCUÉS PALACIO, Pedro y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), «De Re Metallica»: Ingenie-
ría, hierro y arquitectura.
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), «Libros, caminos y días». El viaje
del ingeniero.
CÁMARA MUÑOZ, Alicia (ed.), El dibujante ingeniero al servicio de la monarquía hispánica.
Edición en inglés: Draughtsman Engineers Serving the Spanish Monarchy in the Sixteenth
to Eighteenth Centuries.

2015
NAVASCUÉS PALACIO, Pedro y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), Ingenieros Arquitectos.
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), Ingeniería de la Ilustración.

2014
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), Ingenieros del Renacimiento.
Edición en inglés (2016): Renaissance Engineers.

2013
CÁMARA MUÑOZ, Alicia y REVUELTA POL, Bernardo (coords.), Ingeniería romana.
Edición en inglés (2016): Roman Engineering.

OTRAS PUBLICACIONES

2017
NAVASCUÉS PALACIO, Pedro y REVUELTA POL, Bernardo (eds.), Maquetas y Modelos históricos.
Ingeniería y construcción.

2016
SÁNCHEZ RON, José Manuel, José Echegaray (1832-1916): el hombre polifacético: técnica,
ciencia, política y teatro en España.

2014
NAVASCUÉS PALACIO, Pedro y REVUELTA POL, Bernardo (eds.), Una mirada ilustrada.
Los puertos españoles de Mariano Sánchez.

132
2013
CHACÓN BULNES, Juan Ignacio, Submarino Peral: día a día de su construcción, funcionamiento
y pruebas.

2012
AGUILAR CIVERA, Inmaculada, El discurso del ingeniero en el siglo XIX. Aportaciones a la his-
toria de las obras públicas.
CRESPO DELGADO, Daniel, Árboles para una capital. Árboles en el Madrid de la Ilustración.

2011
CASSINELLO, Pepa y REVUELTA POL, Bernardo (eds.), Ildefonso Sánchez del Río Pisón:
el ingenio de un legado.

2010
CÁMARA MUÑOZ, Alicia (ed.), Leonardo Turriano, ingeniero del rey.
CASSINELLO, Pepa (ed.), Félix Candela. La conquista de la esbeltez.

2009
CÓRDOBA DE LA LLAVE, Ricardo, Ciencia y técnica monetarias en la España bajomedieval.
NAVARRO VERA, José Ramón (ed.), Pensar la ingeniería. Antología de textos de
José Antonio Fernández Ordóñez.

2008
RICART CABÚS, Alejandro, Pirámides y obeliscos. Transporte y construcción: una hipótesis.
GONZÁLEZ TASCÓN, Ignacio y NAVASCUÉS PALACIO, Pedro (eds.), Ars Mechanicae. Ingeniería
medieval en España.

2006
MURRAY FANTOM, Glenn; IZAGA REINER, José María y SOLER VALENCIA, Jorge Miguel,
El Real Ingenio de la Moneda de Segovia. Maravilla tecnológica del siglo XVI.

2005
GONZÁLEZ TASCÓN, Ignacio y VELÁZQUEZ SORIANO, Isabel, Ingeniería romana en Hispania.
Historia y técnicas constructivas.

2001
NAVARRO VERA, José Ramón, El puente moderno en España (1850-1950). La cultura técnica y
estética de los ingenieros.

1997
CAMPO Y FRANCÉS, Ángel del, Semblanza iconográfica de Juanelo Turriano.

1996/2009
Los Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas de Juanelo Turriano

1995
MORENO, Roberto, José Rodríguez de Losada. Vida y obra.
Volver al índice

133
Una de las finalidades de Lecciones Juanelo Turriano de
Historia de la Ingeniería es la publicación de conferencias
impartidas por especialistas reconocidos, en el marco de
cursos vinculados al ámbito universitario y que pretenden
contribuir al conocimiento del pasado y el patrimonio de
la ingeniería.

En esta publicación se recogen las conferencias imparti-


das en el curso Los libros del ingeniero, celebrado en 2019
en Segovia. Supone la octava entrega de una serie iniciada
en 2012, fruto de la colaboración del Centro Asociado de
la UNED de Segovia y la Fundación Juanelo Turriano.

Las conferencias reunidas en esta obra analizan los nu-


merosos problemas que se plantean en relación al papel
de los libros y las bibliotecas en la formación, trayectoria
y el estatus social de los ingenieros durante la Edad Mo-
derna. Se aborda así una compleja pero reveladora faceta
del mundo de la ingeniería militar y civil desde el siglo XVI
hasta principios del XIX.

También podría gustarte