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EL LENGUAJE EN ‘SOBRE SENTIDO Y REFERENCIA’ // GOTTLOB FREGE

Martín Ahualli

Nuestra tema principal de hoy es el fenómeno del lenguaje tal como lo tematiza

Gottlob Frege en su ensayo ‘Sobre sentido y referencia’. Se trata de un escrito de 1892,

que junto con otros dos ensayos clásicos, ‘Función y concepto’ y ‘Concepto y objeto’, pre-

sentan los lineamientos generales que van a estructurar a partir de entonces y hasta nues-

tros días la investigación dominante en filosofía del lenguaje. Pero estos breves ensayos

no han influido únicamente en el estudio filosófico del lenguaje. Por un lado, ellos desarro-

llan aspectos de trabajos anteriores de Frege en el área de lógica y filosofía de la matemá-

tica. Por el otro, elaboran tanto una metafísica u ontología como una teoría del conoci-

miento.

‘Sobre sentido y referencia’, entonces, tanto como los otros ensayos referidos de

principio de la década de 1890, contienen hipótesis muy influyentes tanto en el área de

lógica y filosofía de las matemáticas, de metafísica u ontología, de teoría del conocimiento

o epistemología, y de semántica y pragmática. La tarea que nos va a ocupar consiste en

mirar el ensayo hacia adentro para analizar algunos detalles de las hipótesis que plantea,

pero también en mirar hacia afuera para comprenderlo más acabadamente mediante la

interacción con el contexto en el cual se inscribe. En efecto, varios de los ejemplos que

presenta evocan momentos importantes de la historia alemana contemporánea, de modo

que sin buscarlo nos remiten al contexto histórico que intentaremos recrear.

Al llevar la mirada hacia el interior del texto vamos a concentrar la atención en (1) la

relevancia que el análisis de los enunciados de identidad tiene para reemplazar la noción

de contenido conceptual de las expresiones por otras dos, su sentido y su referencia, (2) el

modo en que Frege caracteriza y aplica estas nociones en el análisis del contenido de los

nombres propios y de los enunciados declarativos, tanto de los enunciados principales

como de los enunciados subordinados, (3) la caracterización de las nociones de

pensamiento, juicio y verdad, (4) las herramientas conceptuales introducidas para analizar

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posibles objeciones, entre ellas: la distinción entre referencia directa e indirecta, referencia

indeterminada, contenido presupuesto, enunciados dobles y pensamientos secundarios, y

(5) las observaciones acerca del funcionamiento del lenguaje natural en contraste con el

diseño y características de un lenguaje simbólico.

Mientras que al ampliar el foco para abarcar los círculos en que se inscribe el ensayo

(1) debemos situarlo en la obra de Frege, precisamente entre su Conceptografía y sus Le-

yes Fundamentales de la Aritmética (2) debemos situar la obra en el contexto de la mate-

mática y la filosofía del siglo XIX, (3) situar la matemática y la filosofía del siglo XIX en el

contexto del asombroso progreso económico-cultural alemán y europeo de ese período1.

CONTEXTO

Comencemos por esto último. La historia contemporánea europea, en la cual se ins-

cribe y a la cual interpreta la filosofía contemporánea, transcurre al compás de dos grandes

acontecimientos: la revolución industrial y la revolución francesa. Ellos inauguran una serie

de profundas transformaciones económicas, sociales y políticas que irán brotando a lo largo

del continente europeo y americano. Si bien ninguna de las dos tiene foco en la actual

Alemania, donde Frege escribe el breve ensayo que estudiamos, encuentran allí a una po-

blación que rápidamente se dispone a asimilar los nuevos tiempos.

Ustedes saben que la Revolución Industrial comenzó en la segunda mitad del siglo

XVIII en Inglaterra con la producción de algodón, cuando los usos y telares reemplazaron

tareas manuales y permitieron de ese modo producir mayores cantidades en menores tiem-

pos. El segundo paso de la Revolución Industrial también comenzó en Inglaterra, en torno

a la extracción y utilización del carbón por la máquina de vapor. Rápidamente Gran Bretaña

obtuvo una posición dominante en el concierto europeo. En 1800 producía el 90 por 100 de

1
Las referencias al contexto histórico provienen en su mayoría Hobsbaum, E. de La Era de la Re-
volución (1789-1848), La Era del Capital (1848-1875) y La Era del Imperio (1875-1914), editado por
Editorial Crítica. Para una breve historia de alemania pueden encontrar online Historia de Alemania,
de Fulbrook, M., editado por Cambridge University Press.
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la producción mundial de carbón, unas 10 millones de toneladas, seguida por Francia con

menos de 1 millón.

Por entonces Alemania, todavía organizada según el esquema del Sacro Imperio

Romano Germánico, no contaba con una estructura jurídico-política que permitiera desple-

gar su potencial económico. Pero dicha estructura comenzó a articularse tras la caída de

Prusia y Austria frente a las fuerzas revolucionarias francesas conducidas por Napoleón.

En ese choque la impermeabilidad del Imperio frente a las fuerzas sociales emergentes y

la ausencia de una estructura administrativa integrada fueron interpretadas como causas

de la caída y principales fisuras del Antiguo Régimen.

Este diagnóstico de la derrota alemana suponía un doble retraso político y social en

el cual se entrelazaban la necesidad de un estado nacional unificado que reuniese las di-

versas regiones y la necesidad de incorporar a la incipiente burguesía en la conducción

estatal, promulgando leyes que dinamizaran su economía.

En el ensayo Frege presenta cuatro ejemplos que reflejan hitos del proceso de uni-

ficación política alemana. Dos de ellos acerca de la batalla de Belle-Alliance en 1815, en la

que Prusia e Inglaterra, junto con otras naciones europeas, logran detener la expansión de

la Francia de Napoleón. Otro remite a la guerra de Schleswig-Holstein de 1864, donde Pru-

sia y Austria vencen a Dinamarca. Se trata de un momento clave para consolidar el dominio

de Prusia sobre la región del norte y limitar la influencia de Austria. El último refiere a la

anexión de Alsacia-Lorena tras la guerra franco-prusiana de 1871, que culmina con la cons-

titución del segundo imperio alemán. Entre 1815, fecha del primer ejemplo y 1871, fecha

del último, se despliega un asombroso y complejo proceso económico-político que instala

a Alemania como una potencia de primer orden en la carrera por el dominio mundial.

La industria del carbón fue el principal estímulo para la invención del ferrocarril, tal

vez el invento con más impacto en la transformación económica y social del siglo y gran

símbolo del triunfo del hombre por medio de la técnica. Las minas requerían medios eficien-

tes para trasladar las grandes cantidades de carbón desde las galerías hasta los puntos de

embarque.

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Poco después de constatarse en Inglaterra en la década de 1820 que este asom-

broso medio de transporte era efectivo, florecieron proyectos para instalarlo en casi todo el

mundo occidental. El transporte de bienes y personas pronto alcanzó una escala descono-

cida. Las primeras líneas llegaron a Alemania en 1835. Jena, reconocida por su universidad

al menos desde el siglo XVI, progresivamente se industrializa y en 1874 pasa a ser la co-

nexión entre las líneas de ferrocarril norte-sur y oste-oeste.

El campesinado comienza a poblar las ciudades en un inmenso proceso migratorio.

El ferrocarril impulsó la demanda de hierro, acero, carbón, maquinaria pesada y fuertes

inversiones de capital, a tal velocidad que para 1880 si bien la potencia de vapor (en miles

de C.V. –caballos de vapor o caballos de fuerza) seguía liderada por Inglaterra con 7.600,

Alemania contaba con 5.100, mientras que Francia contaba tan solo con 3.000 y Austria

con 1.500.

La tasa de crecimiento demográfico de Alemania en el período también destaca

frente a otras regiones. Un año después de la publicación de la Conceptografía y aproxi-

madamente 10 años después de la unificación alemana, la población de la Alemania unifi-

cada por la Prusia de Bismarck era de 42 millones de personas, Francia tenía 37 millones,

Inglaterra casi 33 millones y Austria, incluyendo a Hungría, 37 millones.

Pero si las innovaciones que permitieron encender la mecha del progreso en la in-

dustria del algodón y del carbón eran por lo general aportes de artesanos y mercaderes

ingeniosos que a través de sus inventos se iban transformando en empresarios, durante la

segunda mitad del siglo la evolución a partir de nuevas fuentes de energía como la electri-

cidad y el petróleo, nuevos materiales como aleaciones y metales no férricos y nuevas má-

quinas como las turbinas y los motores de explosión, abrió camino a nuevas industrias que

por primera vez advirtieron la extrema relevancia de las investigaciones científicas para

desarrollar nuevos productos y servicios.

Frege nació en 1848 en la ciudad de Wismar, sobre la costa del mar Báltico, donde

su padre y su madre dirigieron y enseñaron en un colegio de mujeres. Este dato biográfico

permite ilustrar la ventaja que llevaba Alemania cuando el reloj marcó la hora en que la

investigación científica iba a tomar las riendas de la época. Ya hacia 1850, Alemania, Suiza,

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los Países Bajos, los países escandinavos y Escocia, eran las únicas regiones de Europa

donde el analfabetismo había descendido por debajo del 30 % en adultos. Austria, Francia,

Inglaterra, junto con otros países, tenían un índice medio de entre 30 % y 50 %, mientras

que otras regiones de Europa, como Italia, España, Hungría y Rusia, además de casi todo

el resto del mundo, tenían un analfabetismo por encima del 50 %. En 1913, antes del esta-

llido de la Primera Guerra Mundial, en Alemania, Francia e Inglaterra, junto con otros paí-

ses, la tasa había descendido por debajo del 10 %, mientras que en España, Italia, Rusia y

el resto del mundo seguía por encima del 30 %.

Esta profunda transformación educativa de Europa durante el siglo XIX nutrió a las

universidades y las industrias del recurso humano necesario para desarrollar las investiga-

ciones científicas y técnicas, en las cuales la matemática ocupaba un rol cada vez más

destacado. Si bien el número de estudiantes de las disciplinas científicas en Alemania se

multiplicó por ocho entre 1880 y 1910, aún eran relativamente escasos, probablemente

menos de 10.000, sobre todo en matemáticas y física. En 1910, las sociedades de Ciencias

Físicas alemana y británica contaban entre las dos con 700 miembros, mientras que el

número en las sociedades de Química era diez veces mayor.

Tras pasar su niñez y adolescencia en Wismar, Frege se trasladó primero a Jena,

donde cursó estudios universitarios de química, matemática y filosofía y luego a Gotinga,

donde estudió física, matemática y filosofía de la religión; allí obtuvo su doctorado en 1873

con la disertación ‘Sobre una representación geométrica de formas imaginarias en el plano’.

En 1874 volvió a la universidad de Jena donde obtuvo la habilitación para ser docente uni-

versitario con su disertación sobre ‘Métodos de cálculo basados en una extensión del con-

cepto de magnitud’2. Se trata, como pueden ver, de una persona que comienza sus trabajos

de investigación en el campo de las matemáticas.

En el año 1879 aparece su primer libro importante, la Conceptografía. Si bien esta

breve obra inaugura la lógica moderna, su propósito era desarrollar los fundamentos de la

aritmética. El interés por esta tarea solo se comprende en vista de los desarrollos de la

2
Para más datos biográficos sobre Frege y una introducción a su trabajo. Cf. BEANEY, M. The Frege
Reader. Blackwell Publishing, Oxford, 1997.
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matemática durante el siglo XIX en cuatro áreas relacionadas: la geometría, el álgebra, el

análisis matemático y la aritmética o teoría de números.

En geometría aparecen los primeros sistemas no euclideanos, construidos omitiendo

uno de los axiomas de Euclides. Como al principio se creía que estos sistemas iban a re-

sultar contradictorios, generó sorpresa y estimuló la investigación el descubrimiento de mo-

delos que mostraban que si la geometría euclideana era consistente, la geometría no eu-

clideana también lo sería.

David Hilbert, por su parte, había mostrado que si la aritmética era consistente la

geometría euclideana también lo era. Recuerden que sobre la aritmética elemental de los

números naturales se construyen los números racionales y los reales, objeto de estudio del

análisis matemático, otra de las áreas que despegó en la matemática del siglo. Pero esta

rama había introducido incluso los números complejos e hipercomplejos, cuya legitimidad

no estaba exenta de polémica, lo cual suponía que no toda extensión de la aritmética ele-

mental podía asumirse igualmente fundada y confiable. La aritmética elemental misma des-

cansaba sobre axiomas intuitivos donde los números naturales ofrecían pilares para soste-

ner toda esta parte del edificio de las matemáticas. La presión para indagar sus fundamen-

tos era por estos motivos cada vez más intensa.

El álgebra, por último, también había avanzado notablemente y fue tal vez aquí

donde despertó -fundamentalmente gracias a George Boole- el impulso por mostrar sea la

naturaleza algebraica de la lógica o la naturaleza lógica de la matemática. En ambos casos

se advertía una íntima relación cuyo núcleo fundamental consistía en representar las leyes

de la lógica en un LENGUAJE SIMBÓLICO a la manera del cálculo algebraico.

Este proyecto de un lenguaje simbólico tenía uno de sus grandes antecedentes en

la figura de Leibniz, a quien Frege3 apelaba cuando intentaba distinguir su obra de aquellas

que la precedían, como la de Boole. A tal fin echaba mano de la oposición entre una lingua

characterica y un calculus ratiocinator. Dice en un texto de 1882 donde compara su trabajo

justamente con el de Boole:

3
Cf. HEIJENOORT, J.V. From Frege to Godel. A Source Book in Mathematical Logic. London, Harvard
University Press, 1967.
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Mi intención no era representar en fórmulas una lógica abstracta, sino

expresar un contenido mediante signos escritos de un modo más pre-

ciso y claro del que puede lograrse mediante palabras. De hecho, lo

que quería crear no era un mero calculus ratiocinator sino una lingua

characterica en el sentido de Leibniz.

Con esta indicación Frege procura destacar su intención de diseñar un sistema de

notación en el cual tanto la estructura del contenido conceptual de una proposición como la

estructura inferencial que la articula con otras proposiciones, quedara expuesta a simple

vista y, al mostrarse, posibilitaran una evaluación del contenido depurada de los enredos y

opacidades del lenguaje natural. Este contraste entre el lenguaje natural y un lenguaje ideal,

cuyo diseño garantice un uso eficiente para un fin determinado, que no es otro que la ex-

presión y transmisión de conocimiento, es objeto constante del primer período de la obra

de Frege.

En efecto, el desarrollo del sistema lógico, tarea que Frege aborda en su primera

obra importante, responde tanto a una exigencia para desplegar su proyecto de fundamen-

tar la matemática derivándola de la lógica, como al intento de diseñar una plataforma en la

cual expresar la arquitectura y codificar el contenido de la ciencia.

En el plano estrictamente filosófico, el proyecto de Frege dialoga con la tradición

kantiana mediante su oposición a un caso paradigmático de aplicación de uno de sus dise-

ños teóricos más ambiciosos, la idea de juicios sintéticos a priori, que Kant ilustraba habi-

tualmente con ejemplos de la aritmética y la geometría. Recuerden que Kant consideraba

que enunciados como ‘7 +5 = 12’ eran sintéticos a priori. Una de las hipótesis que Frege

trata de probar en la Conceptografía es que las proposiciones de la aritmética, a diferencia

de lo que postulaba Kant, no eran sintéticas a priori, sino analíticas a priori. El modo en que

pretendía probar esto era derivándolas de la lógica. Dado que las proposiciones de la lógica

eran consideradas analíticas por Kant -esto es, verdaderas en virtud de su significado-, si

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las proposiciones de la matemática podían derivarse de las proposiciones de la lógica, de-

bían considerarse analíticas.

Para poder avanzar con la fundamentación de la aritmética, primero debía presentar

los principios lógicos con los cuales construir la derivación. Hay tres elementos claves en

la articulación del sistema de lógica que Frege presenta en la Conceptografía. El primero

es el análisis de la oraciones en términos de FUNCIÓN y ARGUMENTO. El segundo es el

CÁLCULO PROPOSICIONAL VERITATIVO-FUNCIONAL, y el tercero es LA TEORÍA DE

LA CUANTIFICACIÓN, que abrió el camino a la lógica de predicados.

El análisis en términos de función y argumento permitió, entre otras cosas, unificar

el análisis de las oraciones declarativas y de la ecuaciones. En el caso más simple, la ora-

ción ‘Sócrates es mortal’ se analiza del siguiente modo: la función ‘(x) es mortal’ se aplica

al argumento ‘Sócrates’, del mismo modo que en la ecuación ‘1 + 1 = 2’ puede distinguirse

la función ‘(x) + 1 = 2’ aplicada al argumento ‘1’.

FUNCIÓN ARGUMENTO VALOR

(x) + 1 3 4

(x) + 1 7 8

Autor de (x) Crítica de la Razón Pura Kant

Autor de (x) Discurso del método Descartes

(x) = 3 + 3 6 Verdad

(x) = 3 + 3 5 Falsedad

(x) es autor del Discurso del método Descartes Verdad

(x) es autor del Discurso del método Kant Falsedad

El segundo elemento es la introducción y desarrollo del CÁLCULO PROPOSICIO-

NAL VERITATIVO-FUNCIONAL. Éste permite computar el valor de verdad de un enunciado

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complejo a partir del valor de verdad de los enunciados que lo componen. Dichos enuncia-

dos componentes pueden estar articulados según distintas funciones lógicas, como la con-

junción, la disyunción, la negación y el condicional. Es importante visualizar que aquí tam-

bién tenemos un análisis funcional, excepto que a diferencia de lo anterior, donde los argu-

mentos eran objetos o números y los valores podían ser objetos o números, en el cálculo

proposicional la función toma valores de verdad como argumentos y ofrece valores de ver-

dad como valores. Imaginemos que tenemos dos enunciados cualesquiera. Pueden ser

verdaderos o falsos. Las conectivas lógicas toman esos valores veritativos como argumento

y ofrecen otro valor veritativo como valor.

FUNCIÓN ARGUMENTO ARGUMENTO VALOR

conjunción verdad verdad verdad

conjunción verdad falsedad falsedad

disyunción falsedad verdad verdad

disyunción falsedad falsedad Falsedad

condicional verdad falsedad Falsedad

condicional falsedad Falsedad Verdad

negación verdad Falsedad

negación falsedad verdad

Frege utiliza el análisis funcional tanto para analizar y modelar la estructura interna del juicio

como para analizar la estructura inferencial entre juicios. El tercer elemento fundamental es

la creación de la lógica de predicados y la TEORÍA DE LA CUANTIFICACIÓN a través de

la introducción de su notación para representar justamente la cuantificación universal y

existencial.

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Ilustremos brevemente cómo trabajan en conjunto los tres elementos señalados en

el análisis de oraciones como ‘todos los humanos son mortales’. Frege aplica el análisis

FUNCIÓN-ARGUMENTO y distingue dos funciones ‘(x) es humano’ y ‘(x) es mortal’. Luego

aplica la LÓGICA PROPOSICIONAL y señala que estas dos funciones están unidas por la

conectiva proposicional del condicional, y aplica también la TEORÍA DE LA CUANTIFICA-

CIÓN para señalar que las variables de las dos funciones están ligadas por un cuantificador

universal, de modo tal que cualquier objeto que satisfaga la primera satisface también la

segunda. Si la representamos como ‘para todo x, si x es humano entonces x es mortal’

podemos ver aquí funcionando en conjunto el análisis función-argumento, la lógica propo-

sicional y la notación para la teoría de la cuantificación.

Algunos años después de la Conceptografía, en el año 1884, Frege presentó en su

obra Fundamentos de la Aritmética su posición acerca de los enunciados de la aritmética,

sosteniendo que no se trataba, como creía Kant, de enunciados sintéticos a priori, ni de

sintéticos a posteriori, como creía Mill, sino de enunciados analíticos a priori, como había

sostenido Leibniz. La tesis central de este trabajo es que los enunciados numéricos, en los

cuales se dice que hay una tal cantidad de algo, contienen una afirmación acerca de un

concepto. Decir que hay tres dioses, por ejemplo, equivale a decir que el concepto dios

tiene únicamente tres instancias. La importancia de esta hipótesis es que permite formalizar

los enunciados numéricos mediante nociones lógicas. Frege utiliza nociones lógicas, entre

ellas la noción de extensión de un concepto, para definir el concepto de número, la relación

de sucesor y los números individuales. En la obra Frege asumía que la noción de extensión

de un concepto no era problemática y consideraba que había mostrado que probablemente

fuera posible derivar la aritmética de la lógica.

Aproximadamente 10 años después de haber publicado esta demostración informal

de su proyecto, en 1893 publica el primer volumen de sus Leyes Fundamentales de la Arit-

mética con la demostración técnica que había prometido, en la cual las leyes fundamentales

de la aritmética se derivan efectivamente de su sistema lógico. Lamentablemente como

algunos saben el sistema alojaba la conocida paradoja de Russell.

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Pero entre la publicación informal de los Fundamentos de la Aritmética en 1884 y la

presentación técnica de 1893 en las Leyes Fundamentales de la Aritmética, Frege desarro-

lla importantes cambios en su visión, y vuelca estos resultados en los ensayos ‘Función y

Concepto’, ‘Sobre sentido y referencia’ y ‘Concepto y objeto’.

Estos ensayos permitían simplificar la ontología necesaria para desarrollar su pro-

yecto de derivar la aritmética de la lógica, pues incluían a los valores de verdad -la verdad

y la falsedad- entre los objetos, lo cual permitía, entre otras cosas, construir los conceptos

como funciones que toman como argumento a los objetos y ofrecen como valor a uno de

los dos valores de verdad.

Hemos presentado brevemente algunos aspectos de la historia alemana del siglo

XIX, el desarrollo de las matemáticas durante ese período, algunos vínculos de la obra de

Frege con ese desarrollo, y el lugar del ensayo que nos ocupa en el marco de su obra

temprana. Ahora vamos a llevar el foco hacia adentro para trabajar las hipótesis y conse-

cuencias del ensayo ‘Sobre sentido y referencia’.

ENUNCIADOS DE IDENTIDAD

En efecto, si bien los ensayos pueden leerse de manera independiente, Frege los

concibió como herramientas para desarrollar su proyecto lógico-matemático. Y es que en

algunos pasajes la Conceptografía requería de una clarificación del uso y referencia de

algunas de sus expresiones, especialmente del signo de identidad. Tal como refiere en el

comienzo de ‘Sobre Sentido y Referencia’, al momento de escribir la Conceptografía Frege

consideraba que la identidad era una relación entre nombres de objetos. Nos dice en la

página 51 de la traducción de Ulises Moulines:

La igualdad induce a la reflexión a través de preguntas relacionadas

con ella y que no son fáciles de contestar. ¿Es la igualdad una rela-

ción?, ¿es una relación entre objetos?, ¿o bien entre nombres o sig-

nos de objetos? Esto último es lo que supuse en mi Ideografía. Las

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razones que parecen hablar en favor de ello son las siguientes: a = a

y a = b son evidentemente enunciados de diferente valor cognoscitivo:

a = a vale a priori y, siguiendo a Kant, puede denominarse analítico,

mientras que enunciados de la forma a = b contienen frecuentemente

ampliaciones muy valiosas de nuestro conocimiento y no siempre

pueden justificarse a priori.

En este primer pasaje Frege nos remite a la distinción kantiana entre juicios sintéti-

cos y juicios analíticos. Para Kant, en los juicios analíticos el contenido del concepto que

ocupa el lugar del predicado está incluido en el concepto que ocupa el lugar del sujeto, con

lo cual el juicio que expresa la predicación no amplía nuestro conocimiento del objeto en

cuestión. Frege en este caso observa que los enunciados de identidad que tienen dos nom-

bres distintos a los lados del signo de identidad, amplían nuestro conocimiento, y por lo

tanto no pueden considerarse como enunciados analíticos.

A continuación nos explica por qué pensó en la Conceptografía que la identidad era

una relación entre nombres de objetos. Dice:

Ahora bien, si en la igualdad quisiéramos ver una relación entre aque-

llo a lo que los nombres ‘a’ y ‘b’ se refieren, no parecería que a = b

pudiera ser distinto de a = a, siempre que a = b fuera cierto. Se habría

expresado, en tal caso, una relación de una cosa consigo misma, y

además una relación tal, que se da en cada cosa respecto de sí

misma, pero que ninguna cosa tiene respecto de cualquier otra. Pa-

rece que lo que se quiere decir con a = b es que los signos o nombres

‘a’ y ‘b’ se refieren a lo mismo y por lo tanto en la igualdad se trataría

precisamente de estos signos; se afirmaría una relación entre ellos. p.

51-2.

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Pero prontamente advierte los problemas de esa suposición, y aproximadamente

una década después, en el ensayo que estudiamos, ofrece la razón por la cual esa hipó-

tesis ya no le resulta satisfactoria. Dice:

Pero esta relación existiría entre los nombres o signos únicamente en

la medida en que éstos denominan o designan algo. Sería una rela-

ción inducida por la conexión de cada uno de los dos signos con la

misma cosa designada. Esta conexión es arbitraria. No se le puede

prohibir a nadie tomar cualquier suceso u objeto producido

arbitrariamente, como signo para algo. Con ello, el enunciado a = b

no se referiría entonces ya a la cosa misma, sino tan sólo a nuestro

modo de designación; con ella no expresaríamos ningún verdadero

conocimiento. Pero esto es justamente lo que queremos en muchos

casos. Si el signo "a" sólo se diferencia del signo "b" como objeto (en

este caso por su forma), y no como signo (es decir, no por el modo

como designa algo), entonces el valor cognoscitivo de a = a sería

esencialmente el mismo que el de a = b, caso de que a = b fuera

verdadero. Una distinción puede darse únicamente en el caso de que

la diferencia de signos corresponda a una diferencia en el modo de

darse lo designado. p. 52.

E ilustra con un ejemplo de la geometría que dichos enunciados no son analíticos sino que

incrementan el conocimiento. Dice:

Sean a, b, c las rectas que unen los ángulos de un triángulo con el

punto medio de los lados opuestos. El punto de intersección de a y b

es entonces el mismo que el punto de intersección de b y c. Tenemos,

pues, designaciones distintas para el mismo punto, y estos nombres

("intersección de a y b", "intersección de b y c") indican al mismo

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tiempo el modo de darse el punto, y de ahí que en el enunciado esté

contenido auténtico conocimiento. p. 52-3.

Por último, concluye que en el contenido de un signo deben distinguirse dos elementos, el

sentido y la referencia. Dice:

Es natural considerar entonces que a un signo (nombre, unión de pa-

labras, signo escrito), además de lo designado, que podría llamarse

la referencia del signo, va unido lo que yo quisiera denominar el sen-

tido del signo, en el cual se halla contenido el modo de darse. Según

esto, en nuestro ejemplo, la referencia de las expresiones "el punto

de intersección de a y b" y "el punto de intersección de b y c" sería

ciertamente la misma, pero no sería el mismo su sentido. La referen-

cia de "lucero vespertino" y de "lucero matutino" sería la misma, pero

el sentido no sería el mismo. p. 53

SENTIDO Y REFERENCIA DE LOS SIGNOS: NOMBRES PROPIOS

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En apenas dos páginas Frege ha introducido una de las hipótesis fundamentales que

va a estructurar la investigación semántica del siglo XX. Propone reemplazar la noción de

contenido conceptual por las nociones de sentido y referencia. Esta es la hipótesis principal

del ensayo. Comienza por aplicarla a los nombres propios pero más adelante veremos que

también la aplica a los enunciados declarativos o aserciones.

Antes de continuar recordemos que en la Conceptografía la noción de contenido

conceptual en se caracteriza de la siguiente manera. Frege indica que hay dos maneras en

que dos juicios A y B pueden diferir en cuanto a su contenido. Según la primera, toda con-

secuencia derivable de A junto con otros juicios, también es derivable de B junto con esos

juicios, y viceversa –no importa aquí por qué difieren a pesar de esta coincidencia. Otra

manera en que el contenido de dos juicios puede diferir es cuando lo anterior no se cumple,

esto es, cuando no todas las consecuencias derivables de A junto con otros juicios también

son derivables de B junto con esos juicios, o viceversa. Frege introduce la noción de mismo

contenido conceptual como aquello que tienen en común dos juicios cuando difieren del

primer modo. Esto es, cuando dos juicios A y B son tales que coinciden en cuanto a las

consecuencias que se siguen de cada uno de ellos junto con cualquier otro conjunto de

juicios, A y B poseen el mismo contenido conceptual. El caso paradigmático que ofrece es

aquel en el que reemplazamos A y B por ‘los griegos derrotaron a los persas en Platea’ y

‘los persas fueron derrotados por los griegos en Platea’. Como pueden ver, aquí el conte-

nido esta determinado por el rol inferencial del enunciado. Esta noción de contenido se

reemplaza por las nociones de sentido y referencia.

Ustedes deben detenerse en estas nociones para alcanzar una cierta pre-compren-

sión con la cual luego enfrentarse al texto. La noción de referencia no supone demasiados

desafíos, pues en su aplicación –excepto por algunos casos excéntricos que veremos más

adelante- Frege no se aleja demasiado del uso habitual que le damos a este término. La

referencia de un término es el objeto referido. Con la noción de sentido, en cambio, Frege

introduce un término teórico para el cual no tenemos una traducción inmediata en nuestro

uso habitual del lenguaje, a pesar de que obviamente contamos con la palabra ‘sentido’ y

entendemos y podemos responder a la pregunta por el ‘sentido’ de una palabra. Pero Frege

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postula con este término una categoría ontológica y gnoseológica técnica, un tipo de enti-

dad podemos decir, que va a generar apoyos y rechazos en la investigación subsiguiente.

Al avanzar su hipótesis sobre del sentido y la referencia de los nombre propios, Frege

ofrece indicaciones fundamentales acerca de las categorías principales que admite en su

ontología, esto es, de los tipos de cosas bajo los cuales podemos clasificar las cosas que

existen. Al respecto nos dice:

Del presente contexto se desprende que con "signo” y "nombre" he

entendido cualquier designación que presente un nombre propio, cuya

referencia sea, pues, un objeto determinado (tomada esta palabra en

su tensión más amplia), pero no un concepto ni una relación, sobre

los cuales se tratará con más detenimiento en otro ensayo. La desig-

nación de un único objeto puede estar compuesta de varias palabras

u otro tipo de signos. Para abreviar, llamaremos nombre propio a cada

una de tales designaciones. p. 53.

Algunos signos, los nombres propios –hoy los llamaríamos términos singulares- re-

fieren a objetos mientras que los nombres comunes refieren a conceptos. Conviene enton-

ces en este momento vincular las nociones semánticas que estamos introduciendo, el sen-

tido y la referencia, con las principales categorías que componen la ontología de Frege.

Ésta se compone básicamente de OBJETOS y CONCEPTOS. Con más detalle po-

dríamos incluir a las relaciones y a las extensiones de los conceptos, pero las dos catego-

rías ontológicas fundamentales son objeto y concepto. A veces llama a los conceptos ‘ob-

jetos insaturados’. Los lugares, los tiempos y las personas también son categorizados como

objetos, sin menoscabo de que además sean sujetos de conocimiento y por ello le corres-

pondan otras descripciones ontológicas. Veremos a lo largo de este curso otros enfoques

filosóficos que parten de una ontología distinta. Comprender los vínculos, limitaciones y

traducciones posibles entre unos y otros es una tarea ardua, muy distinta al mero enfrenta-

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 16 de 55


miento desde perspectivas externas. Exige, en primer lugar, una gran sensibilidad e inteli-

gencia para identificar los fenómenos que cada aparato teórico procura iluminar. Solo en-

tonces podemos comenzar a evaluar la eficacia de su diseño y organizar una comparación.

Los nombres propios refieren a objetos, los nombres comunes refieren a conceptos.

Es importante no confundir los conceptos con los sentidos. Tanto los nombres propios como

los nombres comunes expresan un sentido. Pero los primeros refieren a objetos mientras

que los segundos refieren a conceptos.

En una carta de Frege a Husserl en mayo de 1891, Frege subraya que en su análisis

los nombres comunes, como ‘caballo’, expresan un sentido y refieren a un concepto. Este

concepto puede o no tener objetos a los cuales se aplique. La relación entre el objeto y el

concepto es por lo tanto ontológica. Ustedes pueden pensar en la relación entre el objeto y

la propiedad. Husserl en cambio, según Frege lo ha entendido, postula que el nombre co-

mún expresa un concepto y refiere a los objetos a los cuales el concepto se aplica. Este

esquema es inadecuado, siempre según Frege, porque si se acepta el principio según el

cual los términos que no tienen referencia no deberían aceptarse en el discurso científico,

la ciencia debería abstenerse de utilizar ningún concepto cuya extensión sea vacía, esto

es, que no se aplique a ningún objeto. Pero esta consecuencia es inaceptable, ya que hay

muchos conceptos legítimos en la ciencia con esta característica. En el análisis de Frege

dichos términos son aceptables porque tienen referencia. Dicha referencia es el concepto,

que es una categoría ontológica distinta a la de objeto. El siguiente cuadro tomado de la

carta referida a Husserl representa la posición de Frege al respecto:

SENTIDO Y REFERENCIA DE DISTINTOS TIPOS DE SIGNOS


Carta Frege a Husserl 24/may/1891

FREGE

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HUSSERL (según FREGE)

Queda claro entonces que los sentidos no son conceptos. Ni tampoco son meras represen-

taciones. Dice:

De la referencia y del sentido de un signo hay que distinguir la repre-

sentación a él asociada. Si la referencia de un signo es un objeto sen-

siblemente perceptible, la representación que yo tengo de él es en-

tonces una imagen interna formada a partir de recuerdos de impresio-

nes sensibles que he tenido, y de actividades que he practicado, tanto

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 18 de 55


internas como externas. Esa imagen está frecuentemente impregnada

de sentimientos; la claridad de cada una de sus partes es diversa y

vacilante. No siempre, ni siquiera en la misma persona, está unida la

misma representación al mismo sentido. La representación es subje-

tiva: la representación de uno no es la del otro. Por ello se dan múlti-

ples diferencias en las representaciones asociadas al mismo sentido.

Un pintor, un jinete y un zoólogo asociarán probablemente represen-

taciones muy distintas al nombre "Bucéfalo". Por eso se diferencia la

representación esencialmente del sentido de un signo, el cual puede

ser propiedad común de muchos y que, por tanto, no es parte o modo

de la mente individual; pues ciertamente no se podrá negar que la

Humanidad tiene un tesoro común de pensamientos, que transmite de

una generación a otra. P. 56.

Los sentidos no son conceptos ni tampoco representaciones, imágenes internas, for-

madas por recuerdos de impresiones y actividades, impregnadas de sentimientos, cuyas

partes no son claras y que oscilan incluso en la misma persona; los sentidos no son parte

de las mentes individuales ni se hallan en ellas. Los sentidos se hallan, por decirlo así,

aunque esta metáfora espacial no debe confundirnos, ‘entre’ la subjetividad de las repre-

sentaciones y la objetividad de los objetos materiales que habitualmente vemos y tocamos

en el mundo. Dice:

La referencia de un nombre propio es el objeto mismo que designa-

mos con él; la representación que tenemos entonces es totalmente

subjetiva; entre ambas se halla el sentido, que ciertamente ya no es

subjetivo como la representación pero, con todo, tampoco es el objeto

mismo. Quizá sea adecuada la siguiente analogía, para ilustrar estas

relaciones. Alguien observa la Luna a través de un telescopio. Com-

paro la Luna con la referencia; es el objeto de observación, que es

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 19 de 55


proporcionado por la imagen real que queda dibujada sobre el cristal

del objetivo del interior del telescopio, y por la imagen en la retina del

observador. La primera imagen la comparo con el sentido; la segunda,

con la representación o intuición. P. 57.

Ustedes saben que el estudio de la relación entre los objetos y nuestras representa-

ciones de ellos ha sido uno de los temas predilectos de la filosofía moderna desde Descar-

tes en adelante, tanto en el racionalismo francés, el empirismo inglés y el idealismo alemán.

En el modelo kantiano, que podemos tomar como un hito a partir del cual se inaugura la

filosofía contemporánea alemana, los objetos empíricos son producto de una síntesis de

datos recolectados y estructurados pasivamente por la sensibilidad y sus formas y activa-

dos con las categorías del entendimiento, bajo las cuales esos datos se ordenan. Frege

trabajó toda su vida en Jena, que desde fines del siglo XVIII vio pasar a Goethe, Schiller,

Schelling, Fichte, Hegel y los hermanos Schlegel entre otros. No puede sorprender que al

presentar su hipótesis acerca de los sentidos responda algunas objeciones que podría diri-

girle el idealismo. Dice en la página 54 (chequear):

De parte idealista o escéptica, a todo esto quizá se habrá objetado

desde hace ya rato lo siguiente: 'Hablas aquí sin más de la Luna como

de un objeto. ¿Pero cómo sabes tú que el nombre «la Luna» tiene

alguna referencia, cómo sabes que hay algo que tenga referencia?"

Respondo que nuestro propósito no es hablar de nuestra representa-

ción de la Luna, y que tampoco nos conformamos con el sentido,

cuando decimos "la Luna", sino que presuponemos una referencia.

Sería perder totalmente el sentido si se quisiera suponer que, en el

enunciado 'la Luna es menor que la Tierra", se está hablando de una

representación de la Luna. Si ésta fuera la intención del que habla,

utilizaría la expresión 'mi representación de la Luna". Desde luego, al

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hacer aquella presuposición podemos equivocarnos, y tales equivo-

caciones se dan ciertamente. Pero aquí no tenemos por qué respon-

der a la cuestión de que quizá siempre cometemos tal equivocación;

de momento basta con señalar nuestro propósito al hablar o al pensar,

para justificar el que hablemos de la referencia de un signo, si bien

con la reserva: caso que exista tal. P. 59

La respuesta de Frege es simple y terminante: con nuestro lenguaje no hablamos acerca

de representaciones sino de objetos externos. No le interesa profundizar en la cuestión de

hasta qué punto dichos objetos externos son construidos por la mente. Incluso si lo estu-

vieran, al hablar de ellos no estaríamos hablando acerca de nuestras representaciones,

sino acerca de esos objetos que están allí fuera. Tampoco le interesa responder al escep-

ticismo. Este fanstasma de la filosofía moderna comienza a perder protagonismo a medida

que la cultura científica extiende su dominio sobre el territorio del conocimiento.

Pero la noción de sentido, como se ve, no cumple un rol meramente semántico.

También ocupa un rol destacado en la teoría del conocimiento que se desprende de este

ensayo y otros textos posteriores. Muchos autores, en efecto, interpretan los resultados de

Frege como importantes aportes para renovar un programa neo-kantiano. Porque el cono-

cimiento de un objeto parece estar siempre mediado por el modo en que éste se presenta.

Este modo de presentación del objeto -que no necesariamente debe tener por fuente a la

percepción- es captado por el agente como un contenido compuesto por sentidos estructu-

rados, esto es, como un juicio o pensamiento -vamos a ver más adelante la diferencia entre

estos dos. En referencia a este rol de los sentidos en el conocimiento de objetos Frege nos

dice:

El sentido de un nombre propio lo comprende todo aquel que conoce

el lenguaje o el conjunto de designaciones al que pertenece; pero con

ello, la referencia, caso de que exista, queda sólo parcialmente ilumi-

nada. Un conocimiento completo de la referencia implicaría que, de

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cada sentido dado, pudiéramos indicar inmediatamente si le perte-

nece o no. Esto no lo logramos nunca. p. 53-4

En este pasaje Frege hace una observación importante acerca de la comprensión

de los sentidos, y también del conocimiento de la referencia. Para comprender los sentidos

hace falta por lo general conocer el lenguaje en el cual se formulan. Y esos sentidos pueden

aportar información parcial acerca de un objeto. Pero esa información no siempre es útil

para identificar al objeto referido. Incluso nuevos sentidos pueden aportar más información

sin que sea posible identificar al objeto. Piensen por ejemplo en las novelas de detectives,

donde se busca a una persona y progresivamente se va revelando más y más información

acerca de ella, sin que todavía sea suficiente para identificarla. Nótese que ni siquiera saber

cómo se llama el objeto garantiza que podemos identificarlo.

Los signos entonces expresan un sentido. Dicho sentido no es el objeto ni el con-

cepto referido por él ni tampoco está compuesto por las imágenes y recuerdos, por la re-

presentación subjetiva de cada agente.

Pero si bien las representaciones subjetivas son ajenas al sentido de los signos, ellos

sin duda tienen la capacidad de despertarlas y manipularlas mediante el uso de los matices,

énfasis y alusiones propias del lenguaje natural, que hacen tanto a la esencia de la esfera

poética del lenguaje, pero también son el núcleo de otro uso que se expande hacia fin de

siglo como un reguero de pólvora, la propaganda. El terreno de las representaciones sub-

jetivas sobre el cual operan los signos, aún siendo individuales, esto es aún siendo eventos

mentales propios de cada persona, se estructuran colectivamente en torno a una serie de

imágenes, convenciones y rasgos de estilo que conforman la cultura común de los pueblos.

Esta división entre la referencia, el sentido y la representación unida a un signo permite que

Frege apunte distintos niveles en que pueden diferenciarse las palabras. Nos dice:

Podemos ahora distinguir tres niveles de diferenciación entre pala-

bras, expresiones o frases enteras. O bien la diferencia se refiere a lo

sumo a las representaciones, o bien al sentido pero no a la referencia,

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o bien, en fin, también a la referencia. Con respecto al primer nivel,

hay que hacer notar que, debido a la conexión incierta de las repre-

sentaciones con las palabras, para uno puede existir una diferencia

que otro no encuentra. Las diferencias en la traducción de un escrito

original no pasarían de este primer nivel. Entre otras diferencias posi-

bles aquí, están los matices y énfasis con que la poesía [y] la elocuen-

cia tratan de revestir el sentido. Estos matices y énfasis no son obje-

tivos, sino que el oyente o el lector debe dejarse llevar por las alusio-

nes del poeta o del orador. Naturalmente, sin cierto parentesco entre

las representaciones humanas, el arte no sería posible; pero nunca

puede averiguarse exactamente en qué medida nuestras representa-

ciones corresponden a los propósitos del poeta. P. 58.

La referencia, el sentido y la representación permiten distinguir tres modos en que

dos signos pueden diferir: (1) por el objeto al cual refieren, (2) por el sentido que expresan,

(3) o por las representaciones que despiertan en el oyente. Esta tercera diferencia es tan

inoperante para la ciencia como vital para la poesía. Cómo se posicione al lenguaje filosó-

fico frente a esta oposición entre lenguaje científico y lenguaje poético depende

fundamentalmente, según creo, del modo en que interprete el fenómeno del conocimiento

y de la verdad. En el caso de Frege el conocimiento se caracteriza como un conjunto de

juicios articulados inferencialmente. Y dichos juicios son pensamientos cuya verdad el su-

jeto reconoce. Los pensamientos, por su parte, son conjuntos estructurados de sentidos y

dichos sentidos son modos en que las cosas se presentan. A través de los sentidos los

nombres propios refieren a objetos, los nombres comunes a conceptos y los enunciados a

valores de verdad.

Para terminar nuestra exposición de la noción de sentido veamos el modo en que

Frege describe el sentido del nombre ‘Aristóteles’. Recuerden que Frege llama ‘nombres

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propios’ a lo que nosotros hoy llamaríamos términos singulares, donde encontramos nom-

bres como ‘Aristóteles’, descripciones definidas como ‘El maestro de Alejandro oriundo de

Estagira’ y deícticos como ‘él’. En una nota al pie de la página 53 nos dice:

En el caso de un verdadero nombre propio como "Aristóteles", natu-

ralmente pueden dividirse las opiniones en cuanto a su sentido. Por

ejemplo, se podría suponer que este sentido es: el discípulo de Platón

y maestro de Alejandro Magno. Quien suponga esto, atribuirá al enun-

ciado "Aristóteles era originario de Estagira" un sentido distinto de

aquel para quien el sentido de este nombre fuera: el maestro de

Alejandro Magno originario de Estagira. Mientras la referencia siga

siendo la misma, pueden tolerarse estas oscilaciones del sentido, a

pesar de que deben evitarse en el edificio conceptual de una ciencia

demostrativa y de que no deberían aparecer en un lenguaje perfecto.

P. 53-4 (nota al pie).

En este pasaje Frege hace una observación interesante acerca del sentido de los

nombres propios. Nos presenta como uno de los sentidos del nombre ‘Aristóteles’ al mismo

sentido de la descripción definida ‘el maestro de Alejandro oriundo de Estagira’. Esto es

polémico porque para muchos autores posteriores el comportamiento semántico de los

nombres propios y de las descripciones definidas no es el mismo.

Por otra parte, el pasaje señala que las personas puedan asociar legítimamente dis-

tintos sentidos al mismo nombre. Los numerosos ejemplos posteriores del ensayo ilustran

de manera contundente estas oscilaciones del sentido en el lenguaje natural. Ofrecen aná-

lisis de ellas y revelan cuánto depende su interpretación del contexto. Pero la conclusión

de Frege frente a estas oscilaciones de sentido es que no hay modo de desprenderse de

ellas.

Esta característica del lenguaje natural no puede tolerarse en la ciencia. Se identifica

aquí un rasgo propio del lenguaje natural que el lenguaje de la ciencia ha de superar o

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eliminar. Con sus trabajos Frege ilumina un fenómeno de enorme repercusión cultural con-

figurado por la progresiva separación entre el lenguaje de la ciencia y el lenguaje de la vida

cotidiana, paralela a la ruptura y dominancia del enfoque científico frente a otros discursos

que durante la modernidad todavía podían disputarle el control de lo que las sociedades

entienden por conocimiento.

A medida que avanza la comparación entre el lenguaje natural y el lenguaje ideal de

la ciencia, Frege señala no solamente que un mismo sentido puede expresarse en distintas

lenguas e incluso en la misma lengua de distintas maneras, sino que además, en los len-

guajes naturales el sentido de los signos no es estable. Dice:

Es verdad que en un conjunto perfecto de signos, a cada expresión

debería corresponderle un sentido determinado; pero las lenguas na-

turales a menudo no cumplen este requisito, y hay que darse por sa-

tisfecho si, sólo en un mismo contexto, tiene la misma palabra siempre

el mismo sentido. P. 54

Frege insiste aquí en la diferencia entre el lenguaje perfecto de la ciencia y las len-

guas naturales. Hay que darse por satisfecho si en un mismo contexto, la palabra tiene un

sentido estable. Nótese que Frege mantiene todavía la hipótesis de que el sentido de los

enunciados es objetivo. Lo que ha debido concluir a partir de sus análisis es que no hay un

modo general de interpretar el sentido de los nombres y expresiones, pues en el lenguaje

natural el sentido de una expresión es relativo al contexto -ya nos ha dicho que es relativo

al sujeto o intérprete y al tiempo. Pero esta dependencia del sentido respecto a su contexto

no implica que el sentido no sea objetivo. Frege observa más bien que podría no haber un

conjunto de reglas que permita computar automáticamente cuál es el sentido de cada ex-

presión.

Señalemos por último que si bien ese ‘conjunto perfecto de signos’ sin oscilaciones

de sentido al cual la ciencia debería aspirar como herramienta para presentar e incrementar

sus resultados, hoy puede parecernos una suerte de utopismo lingüístico propio de una

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 25 de 55


época todavía exaltada por la contundencia de su desarrollo, al mismo tiempo nos impacta

como una aspiración / antecedente / motor de un proyecto de codificar nuestra información

acerca del mundo en un lenguaje que por su forma misma permita computar y ofrecer re-

sultados a una velocidad cuyo impacto en la cultura recién en la actualidad empezamos

lentamente a vislumbrar. Ese código luminoso purgado de los enredos del lenguaje natural,

que penetró en primera instancia los artefactos y avanza hacia el mundo natural exterior e

interior, sin embargo, resultó ser opaco para el hombre común, pues él habita un mundo

enhebrado por una ciencia que ya no comprende, encriptado en un lenguaje que le resulta

extraño.

SENTIDO Y REFERENCIA DE LOS SIGNOS: ENUNCIADOS

Hasta aquí sólo se han examinado sentido y referencia de las palabras o signos que

hemos llamado nombres propios. Ahora vamos a preguntarnos por el sentido y la referencia

de un enunciado asertivo completo, una aserción o afirmación. Los términos generales o

nombres comunes -que refieren a conceptos- no son tratados en este ensayo.

Al aplicar el análisis sentido-referencia a los enunciados, Frege postula que el sen-

tido de un enunciado es el pensamiento expresado y que su referencia es un valor de ver-

dad, esto es, la verdad o la falsedad. Ésta es su hipótesis principal aplicada al ámbito de

los enunciados. No se refiere a la actividad subjetiva de pensar, sino al contenido objetivo,

que es apto para ser propiedad común de muchos. Desarrolla esta hipótesis para los enun-

ciados afirmativos. Comienza el análisis considerando una alternativa que prontamente va

a descartar, según la cual el pensamiento sería la referencia del enunciado. Dice:

Un tal enunciado [una aserción] contiene un pensamiento. ¿Debe ser

considerado este pensamiento como su sentido o como su referen-

cia? Supongamos que el enunciado tiene una referencia. Si sustitui-

mos en él una palabra por otra de la misma referencia, pero de distinto

sentido, esto no podrá tener ningún efecto sobre la referencia del

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enunciado. Sin embargo, vemos que, en tales casos, el pensamiento

cambia; pues, por ejemplo, el pensamiento del enunciado "el lucero

matutino es un cuerpo iluminado por el sol" es distinto del enunciado

"el lucero vespertino es un cuerpo iluminado por el sol". Alguien que

no supiera que el lucero vespertino es el lucero matutino podría tomar

un pensamiento por verdadero y el otro por falso. El pensamiento no

puede, pues, ser la referencia del enunciado; por el contrario, debere-

mos concebirlo como su sentido. P. 60

En este pasaje Frege argumenta que el pensamiento no es la referencia del enun-

ciado. El argumento descansa sobre (1) un principio de composicionalidad de la referencia,

según el cual la referencia de un enunciado queda determinada por la referencia de sus

partes. (2) Si en el enunciado se cambia un término por otro de igual referencia, la referencia

del enunciado no debería cambiar. Y en consecuencia, (3) si el pensamiento fuese la refe-

rencia (hipótesis absurda), (4) el pensamiento no debería cambiar al cambiar en el enun-

ciado un término por otro de igual referencia. Pero visto que (5) el pensamiento de hecho

cambia cuando se cambia un término por otro, (6) el pensamiento no puede ser la referencia

del enunciado. Podemos recrear el argumento en seis pasos:

1) El pensamiento es la referencia del enunciado. HIPÓTESIS ABSURDA.

2) La referencia del enunciado queda determinada por la referencia de los términos que lo

componen. PRINCIPIO DE COMPOSICIONALIDAD DE LA REFERENCIA.

3) Si se reemplaza en el enunciado un término por otro de igual referencia, la referencia

del enunciado no cambia. De 2.

4) Si se cambia en el enunciado un término por otro de igual referencia, el pensamiento

contenido en el enunciado no cambia. De 1 y 3.

5) Al cambiar en el enunciado un término por otro de igual referencia cambia el pensa-

miento contenido.

6) El pensamiento no es la referencia del enunciado. RECHAZO HIPÓTESIS ABSURDA.

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En el ejemplo de Frege el enunciado ‘el lucero matutino es un cuerpo iluminado por

el sol’ se compone de un término singular ‘el lucero matutino’ del cual se predica un término

general ‘cuerpo iluminado por el sol’. La referencia de estos términos determina la referen-

cia del enunciado. El término singular refiere al objeto Venus. El término general refiere al

concepto expresado por ‘cuerpo iluminado por el sol’. No se trata de un término singular

porque no se aplica únicamente a un objeto. Al reemplazar el término singular ‘el lucero

matutino’ por el término singular ‘el lucero vespertino’, ambos con la misma referencia,

Frege sostiene que el pensamiento expresado ha cambiado.

El argumento para sostener que el pensamiento ha cambiado es que ‘alguien que

no supiera que el lucero vespertino es el lucero matutino podría tomar un pensamiento por

verdadero y el otro por falso’. El valor cognoscitivo de los enunciados no es el mismo, ni

tampoco es la misma la actitud del sujeto frente a ellos, pues en un caso afirma el contenido

y en otro lo niega. El principio aplicado por Frege aquí es que dos pensamientos frente a

los cuales una persona mantiene actitudes distintas no pueden ser el mismo pensamiento.

el mismo principio que presentó al comienzo del ensayo. Se trata de un criterio que Frege

propone para evaluar si dos enunciados pueden tener el mismo significado.

El pensamiento no puede ser la referencia. ¿Cuál es entonces la referencia? Antes

de avanzar su hipótesis, según la cual la referencia de los enunciados es la verdad o la

falsedad, Frege va a señalar, por un lado, que es posible que los enunciados carezcan de

referencia, y por el otro, que existe una conexión entre búsqueda de la referencia y bús-

queda de la verdad. Dice:

El pensamiento no puede, pues, ser la referencia del enunciado; por

el contrario, deberemos concebirlo como su sentido. ¿Pero qué hace-

mos con la referencia? ¿Tenemos derecho a preguntar por ella?

¿Acaso el enunciado entero tiene sólo sentido, pero no referencia? En

todo caso, es de esperar que se den tales enunciados, lo mismo que

hay partes de un enunciado que tienen sentido, pero no referencia. Y

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 28 de 55


los enunciados que contienen nombres propios sin referencia serán

de este tipo. El enunciado "Ulises fue dejado en Itaca profundamente

dormido" tiene evidentemente un sentido. Pero, como es dudoso que

el nombre "Ulises" que aparece en ella tenga una referencia, también

es dudoso que lo tenga el enunciado entero. P. 60.

Y a continuación Frege explica por qué no basta con meros pensamientos. Estas

observaciones nos van a proporcionar indicios para comprender su concepción de la verdad

y del conocimiento, y en consecuencia, como señalé antes, para recrear una concepción

de la filosofía. Dice:

¿Pero por qué queremos que cada nombre propio no tenga única-

mente un sentido, sino también una referencia? ¿Por qué no nos

basta el pensamiento? Porque, y en la medida en que, nos interesa

su valor veritativo. No siempre es éste el caso. Al escuchar un poema

épico, por ejemplo, nos cautivan, además de la eufonía del lenguaje,

el sentido de los enunciados y las representaciones y sentimientos

despertados por ellos. Si nos preguntásemos por su verdad, abando-

naríamos el goce estético y nos dedicaríamos a un examen científico.

De ahí que nos sea indiferente el que el nombre "Ulises", por ejemplo,

se refiera a algo o no, mientras consideremos el poema como obra de

arte. Es la búsqueda de la verdad lo que nos incita a avanzar del sen-

tido a la referencia. Hemos visto que a un enunciado hay que buscarle

una referencia siempre que interesa la referencia de las partes com-

ponentes; y esto es siempre el caso, y sólo entonces, cuando nos pre-

guntamos por los valores veritativos. P. 61-2.

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En este pasaje Frege indica que en su búsqueda de la verdad el hombre de ciencia sus-

pende el goce estético. Existe una suerte de equivalencia entre búsqueda científica y bús-

queda de la verdad. Se ha encomendado al científico esta búsqueda y debe evitar cualquier

distracción estética en su quehacer pero además en su lenguaje. La filosofía también busca

la verdad. Dicho procedimiento, entonces, ¿rige también sobre la filosofía? ¿Existe una

equivalencia entre filosofía y ciencia? ¿También ella es impermeable al goce estético? ¿O

en lo estético, en la imagen, en el resto que deja la palabra una vez descontado el sentido

que se orienta hacia el objeto, encuentra ella un camino hacia la verdad, un terreno en el

cual la verdad se revela? Esta tensión, lejos de extinguirse, se alimenta en las décadas

siguientes, que tal vez en consonancia con un impulso ya presente en el período clásico

del romanticismo alemán, verán a la filosofía en diversas corrientes volver sobre el signifi-

cado, el sentido y el fenómeno de la verdad.

Frege nos dice que cuando nos interrogamos acerca de la verdad de un enunciado,

surge inmediatamente la pregunta acerca de la referencia de nuestro lenguaje y de las

expresiones que lo componen. Para determinar si un enunciado es verdadero o falso, para

determinar su valor veritativo, debemos empezar por conocer a qué refieren los términos

que lo componen. En esta simple observación está esbozado un programa metodológico

construido en torno a la máxima según la cual para comprender el valor cognoscitivo de los

enunciados se debe interrogar el significado de las expresiones, junto a otra que delimita

en los objetos percibidos y los conceptos postulados, o sea en los referentes de las expre-

siones, el territorio contra el cual evaluar la pretensión del lenguaje de expresar la verdad,

o dicho más modestamente, verdades.

Después de haber admitido que algunos enunciados carecen de referencia y enfati-

zado por qué ella es importante, finalmente presenta la hipótesis de que en el caso de los

enunciados la referencia es el valor de verdad. La verdad y la falsedad son los únicos dos

objetos referidos por todas las afirmaciones. Dice:

Por esto nos vemos impulsados a admitir el valor veritativo de un

enunciado como su referencia. Por valor veritativo de un enunciado

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 30 de 55


entiendo la circunstancia de que sea verdadero o de que sea falso.

No hay más valores veritativos. En aras de la brevedad, al uno lo llamo

lo verdadero, al otro lo falso. Cada enunciado asertivo, en el que tenga

importancia la referencia de las palabras, debe ser considerado, pues,

como un nombre propio, y su referencia, caso de que exista, es o bien

lo verdadero o bien lo falso. Estos dos objetos son admitidos, aunque

sólo sea tácitamente, por todo aquel que emita juicios, que tenga algo

por verdadero, o sea, también por el escéptico. El designar los valores

veritativos como objetos puede parecer aquí todavía una ocurrencia

arbitraria y quizás un mero juego de palabras, del que no deberían

sacarse consecuencias fundamentales. Lo que yo llamo objeto, sólo

podrá ser discutido con más precisión teniendo en cuenta el concepto

y la relación. Esto quiero reservarlo para otro ensayo. P. 62.

Para Frege la verdad y la falsedad son objetos. En ‘Sobre Sentido y Referencia’ no

entra en la caracterización de estas nociones. Pero ustedes pueden pensar a los objetos

como aquellas cosas que pueden ser referidas por un nombre propio. Adviertan que si to-

mamos este camino estamos utilizando nociones semánticas -nombre propio, referir- para

caracterizar nociones ontológicas, en este caso la de objeto. Sin duda es excéntrico con-

siderar que la verdad y la falsedad son también objetos. Pero ustedes deben comprender

que se trata en gran medida de un resultado técnico para poder computar las afirmaciones

del lenguaje como fórmulas de un sistema algebraico.

CARACTERIZACIÓN DEL JUICIO

Pasemos ahora a la caracterización de los juicios. Frege ha presentado al pensa-

miento como el sentido del enunciado y al valor de verdad como su referencia. Esto le

permite a su vez caracterizar al juicio como el paso del sentido a la referencia. En otro

pasaje muy bello va a trazar una analogía informal entre el acto de juzgar y el de distinguir

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 31 de 55


partes de la verdad. Como si ese objeto misterioso que ha postulado, la verdad, no fuese

otro que el mundo o la realidad, al cual a través del acto de juzgar descomponemos en

partes que archivamos y expresamos bajo la forma de pensamientos. Pero ahora vamos a

detenernos en algunos detalles de su caracterización del juicio. Nuevamente encontramos

aquí una simbiosis entre semántica y teoría del conocimiento. Como señalamos al co-

mienzo, tanto la noción de contenido conceptual -antecedente de la noción de sentido y

referencia- y la noción de juicio no recibían en la Conceptografía el análisis que van a recibir

en Sobre sentido y referencia. Dice:

Pero, con todo, aquí podría ya quedar claro que en todo juicio - y por

muy evidente que éste sea -se ha dado ya el paso del nivel de los

pensamientos al nivel de las referencias (de lo objetivo). P. 62-3.

Y en una nota al pie hallamos su caracterización canónica del juicio donde sintetiza su

posición en cuanto a la relación que éste mantiene con él:

Un juicio no es para mí la mera concepción de un pensamiento, sino

el reconocimiento de su verdad. P. 63 (nota)

Nos dice que el juicio es el reconocimiento de la verdad del pensamiento. Esta palabra -

annerkennung- ha sido traducida en algunos casos como ‘tener por verdadero’. Pero esto

podría ser inexacto, si atendemos a la relación con el mundo que debe tener todo genuino

conocimiento o reconocimiento. Parece claro que no puede darse simultáneamente que

alguien conozca o sepa que ‘p’ y que ‘p’ no sea verdadero. Saber algo implica que aquello

es verdad, y si no fuera verdad, no habría sido conocimiento. Claro que con ello parece

quedar excluida la posibilidad de juicios falsos. Para mantener la traducción de ‘reconoci-

miento’ en un sentido fuerte, deberíamos interpretar que un juicio falso es un juicio defec-

tuoso. Pero no vamos a profundizar en esto ahora. Otra alternativa, como decía, es tomar

el ‘paso’ como un mero tener por verdadero.

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 32 de 55


Esta articulación entre el juicio y la verdad conduce a Frege hacia otra observación

penetrante respecto de la relación entre juzgar y predicar. Dice también en página 6:

Alguno podría verse tentado a considerar la relación del pensamiento

con lo verdadero no como la que hay entre el sentido y la referencia,

sino como relación del sujeto con el predicado. Verdaderamente

puede decirse: "El pensamiento de que 5 es un número primo es ver-

dadero". Pero si se examina esto más atentamente, se observa que

con ello no se dice realmente nada más de lo que se dice en el simple

enunciado "5 es un número primo". La afirmación de la verdad radica,

en ambos casos, en la forma del enunciado asertivo, y cuando éste

no tiene su fuerza habitual, por ejemplo en boca de un actor en es-

cena, el enunciado 'el pensamiento de que 5 es un número primo es

verdadero" contiene también únicamente un pensamiento, a saber, el

mismo pensamiento que el simple "5 es un número primo'. De aquí

puede desprenderse que la relación del pensamiento con lo verdadero

no debe compararse a la del sujeto con el predicado. Efectivamente,

sujeto y predicado (entendidos en sentido lógico) son partes del pen-

samiento; para el conocimiento, se hallan al mismo nivel. Ensam-

blando sujeto y predicado siempre se consigue únicamente un pensa-

miento, pero no se pasa nunca de un sentido a su referencia, de un

pensamiento a su valor veritativo. Nos movemos en el mismo nivel,

no se pasa de un nivel al siguiente. Un valor veritativo no puede ser

parte de un pensamiento, como no puede serlo el sol, porque no es

un sentido, sino un objeto. P. 63-4.

Tenemos aquí uno de los muchos pasajes en que Frege hace observaciones reveladoras

en torno a la naturaleza del juicio y su relación con la verdad. La primera es que JUZGAR

no es PREDICAR de un contenido que ‘es verdadero’. La segunda es que si tomamos un

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 33 de 55


enunciado como ‘los griegos derrotaron a los persas en Platea’ y predicamos verdad, for-

mando el enunciado ‘es verdad que los griegos derrotaron a los persas en Platea’, no

modificamos con ello el contenido expresado. La tercera es que la relación del sujeto con

el contenido no es ni puede ser parte del contenido. En el caso del acto de habla de la

afirmación esa relación consiste en que el sujeto presenta como verdadero al contenido

que expresa, en vez de preguntar por su verdad, como ocurre en el acto de habla de la

interrogación, o de exigir que se vuelva verdadero, como ocurre en las órdenes. La

determinación del tipo de relación que el sujeto tiene con el contenido que expresa viene

dada, sostiene Frege, por la ‘forma' del enunciado, que en el caso de la afirmación es la

forma declarativa, y seguramente también por diversos elementos del contexto. A partir de

aquí queda establecida una dicotomía entre FUERZA y CONTENIDO, que ustedes van a

encontrar también en otros autores y se ha vuelto clásica en el análisis del lenguaje.

En resumen, las palabras ‘la verdad’ y ‘es verdadero’, tanto como otras expresiones,

tienen un sentido y una referencia. Frege conjetura que el sentido de ‘es verdadero’ no

modifica el contenido expresado por el enunciado del cual se dice que es verdadero. Indica

a su vez que al agregar a un pensamiento el sentido de las palabras ‘es verdadero’ no

obtenemos un juicio, sino que nos mantenemos en el orden del mero pensamiento, sin

determinar la relación que el sujeto mantiene con él. Frege postula también que la verdad

es un objeto que al igual que otros como el sol o la luna, no puede ser parte de un pensa-

miento, ya que estos están compuestos de sentidos estructurados. Dicho objeto es la refe-

rencia del término singular ‘la verdad’ pero también de todos los enunciados verdaderos,

como ‘los griegos derrotaron a los persas en Platea’, ‘7 + 5 = 12’ o ‘yo estoy ahora aquí’.

SENTIDO Y REFERENCIA INDIRECTOS

Hasta aquí el análisis de los enunciados de identidad ha conducido a Frege a pos-

tular dos elementos para explicar el significado. Con ellos ha analizado en primer lugar el

significado de los nombres propios y en segundo lugar aplicó el análisis al caso de los

enunciados de aserción. De aquí en adelante comienza a defender esta hipótesis frente a

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 34 de 55


numerosos casos que al no adecuarse a ella podrían ponerla en duda. Si bien no es la

única herramienta, destaca en su estrategia de defensa la distinción entre sentido y refe-

rencia directos de los signos y sentido y referencia indirectos. Introduce estas nociones en

el siguiente pasaje:

Si se quiere hablar del sentido de la expresión 'A", basta con usar

sencillamente la locución 'el sentido de la expresión «A»". En el estilo

indirecto se habla del sentido, por ejemplo, del discurso de otro. Se ve

claramente que, incluso en este modo de hablar, las palabras no tie-

nen su referencia usual, sino que se refieren a lo que habitualmente

es su sentido. Para utilizar una expresión breve, vamos a decir: las

palabras se usan indirectamente, o tienen su referencia indirecta en

el estilo indirecto. Según esto, distinguimos la referencia habitual de

una palabra de su referencia indirecta, y su sentido habitual de su

sentido indirecto. La referencia indirecta de una palabra es, pues, su

sentido usual. Hay que tener siempre presentes tales excepciones si

se quiere concebir correctamente, en cada caso particular, el modo

de conexión de signo, sentido y referencia. P. 55.

Se introduce entonces en este pasaje la diferencia entre referencia directa e indirecta y

sentido directo e indirecto. El término singular ‘el sentido de la palabra ‘caballo’’, no expresa

el sentido caballo, sino que refiere a él, esto es, toma al sentido como objeto del cual se

puede predicar tal o cual cosa. Veremos a continuación que la introducción del recurso del

modo indirecto del sentido y la referencia es la herramienta fundamental para tratar las

excepciones que podrían obstaculizar la aceptación de la hipótesis principal de Frege.

PRINCIPIO DE COMPOSICIONALIDAD DE LA REFERENCIA

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 35 de 55


Ahora Frege comienza a poner a prueba su hipótesis de que la referencia de un

enunciado es su valor de verdad. El principio de composicionalidad de la referencia, ya

expuesto, ocupa nuevamente un rol preponderante en este proceso de contrastación, en

que Frege se detiene sobre los enunciados como un artesano, atento a cada detalle. Pre-

senta el principio implícitamente en el siguiente pasaje:

Si es correcta nuestra suposición de que la referencia de un enun-

ciado es su valor veritativo, entonces este debe permanecer inmodifi-

cado cuando una parte del enunciado se sustituye por una expresión

de la misma referencia, pero de distinto sentido. P. 64.

Los enunciados verdaderos refieren a la verdad y los falsos a la falsedad. En virtud del

principio de composicionalidad de la referencia, según el cual la referencia del enunciado

se determina por la referencia de sus partes constitutivas, concluye de ello que si en un

enunciado se sustituye una parte por otra de igual referencia, el valor veritativo del enun-

ciado no debe cambiar. Podemos reponer el argumento del siguiente modo:

1) La referencia del enunciado se determina por la referencia de sus partes constitutivas.

PRINCIPIO DE COMPOSICIONALIDAD DE LA REFERENCIA.

2) La referencia del enunciado es su valor veritativo. HIPÓTESIS DE FREGE.

3) Si se modifica una parte del enunciado por otra con la misma referencia el valor veritativo

del enunciado no se modifica. DE 1 y 2.

ANÁLISIS DE ENUNCIADOS SUBORDINADOS CUYO SENTIDO NO ES UN PENSA-

MIENTO O CUYA REFERENCIA NO ES UN VALOR DE VERDAD

Pero al aplicar el principio de composicionalidad de la referencia aparecen una can-

tidad de enunciados que parecen resistir la hipótesis de Frege, y para los cuales se deberá

dar un análisis alternativo a través de diversas estrategias, donde prepondera la ya intro-

ducida (1) distinción entre referencia directa y referencia indirecta. Pero también hay otras,

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 36 de 55


como (2) la distinción entre contenido presupuesto y contenido expresado, (3) el análisis

del contenido indeterminado, (4) la existencia de enunciados dobles o exponibles y (5) la

hipótesis de pensamientos adicionales o secundarios. Frege procura mostrar que los enun-

ciados problemáticos o bien no refieren a un valor de verdad, como en el caso de los enun-

ciados subordinados que refieren a su sentido, de las presuposiciones y de los enunciados

exponibles o dobles, o bien no expresan un pensamiento, como en el caso de los enuncia-

dos con referencia indeterminada y las presuposiciones.

Enunciados subordinados con referencia indirecta

Un primer obstáculo que debe sortear aparece con los enunciados que tienen otros

enunciados como partes subordinadas. Al reemplazar uno de estos subordinados por otro

de igual valor veritativo puede cambiar el valor de verdad del enunciado principal que lo

contiene, con lo cual podría inferirse que la hipótesis de Frege según la cual la referencia

es el valor de verdad, es errónea. Frege deberá mostrar por qué esta interpretación es

adecuada. Dice:

Vamos ahora a seguir comprobando la suposición de que el valor ve-

ritativo de un enunciado es su referencia. Hemos hallado que el valor

veritativo de un enunciado permanece inmodificado cuando en éste

sustituimos una expresión por otra de igual referencia: pero todavía

no hemos considerado el caso en que la expresión a ser sustituida es

ella misma un enunciado. Si nuestro punto de vista es correcto, el va-

lor veritativo de un enunciado, que contiene a otro como parte, debe

permanecer inmodificado si sustituimos el enunciado componente por

otro cuyo valor veritativo es el mismo. Hay que esperar excepciones,

cuando el todo o el enunciado componente están en estilo directo o

indirecto; pues, como hemos visto, la referencia de las palabras no es

entonces la usual. P. 65.

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 37 de 55


En este pasaje Frege anticipa cuál será su principal estrategia para analizar los enunciados

subordinados. Como en el caso del estilo indirecto, la referencia de estos enunciados no es

un valor veritativo sino un pensamiento. Con lo cual cambiar su valor veritativo no equivale

a cambiar la referencia. Dice:

A los enunciados nominales abstractos introducidos por “que", perte-

nece también el estilo indirecto, del cual hemos visto que, en él, las

palabras tienen una referencia indirecta, que coincide con lo que ha-

bitualmente es su sentido. En este caso, pues, el enunciado subordi-

nado tiene por referencia un pensamiento, no un valor veritativo; por

sentido, no un pensamiento, sino el sentido de las palabras "el pensa-

miento de que…” el cual es sólo parte del pensamiento de toda la

estructura enunciativa. Esto sucede después de "decir', 'oír', opinar",

"estar convencido", "concluir", y palabras parecidas. La cuestión apa-

rece distinta, y ciertamente bastante complicada, después de palabras

como "conocer”, “saber", "imaginarse", lo cual será estudiado más

adelante. P. 66-7.

Aquí tenemos un primer grupo de enunciados que refieren a su sentido. Por lo tanto no

expresan su sentido habitual, sino que expresan el sentido de las palabras ‘el pensamiento

de que…’. No vamos a entrar ahora en la cuestión del sentido indirecto de los términos

singulares y los enunciados. Veamos un ejemplo concreto, nos dice:

Igualmente ocurre con expresiones como "alegrarse", 'lamentar",

"aprobar", "censurar", “esperar”, “temer". Cuando, hacia el fin de la

batalla de Belle-Alliance, Wellington se alegró de que los prusianos

vinieran, la razón de su alegría era un convencimiento. Si hubiera es-

tado equivocado, no se habría alegrado menos hasta tanto hubiese

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 38 de 55


durado su ilusión, y antes de adquirir el convencimiento de que venían

los prusianos no podía alegrarse de ello, si bien, en realidad, ya se

acercaban. P. 68.

Es importante que ustedes entiendan que con sus ejemplos Frege va a evaluar si su

hipótesis de que la referencia de los enunciados asertivos es su valor de verdad permite

satisfacer el principio de composicionalidad de la referencia, según el cual, dado que la

referencia del enunciado principal está determinada por la referencia de sus partes, al cam-

biar un signo del enunciado por otro de igual referencia, no debería modificarse la referencia

del enunciado principal. En efecto, si la referencia del enunciado subordinado ‘que los pru-

sianos vinieran’ fuera un valor de verdad, y dicho enunciado subordinado fuera reempla-

zado por otro con la misma referencia, es decir por algún otro enunciado verdadero como

podría ser el enunciado ‘que murieran soldados ingleses’, entonces en el enunciado princi-

pal ‘Wellington se alegró de que los prusianos vinieran’ debería poder reemplazarse ‘que

los prusianos vinieran’ por ‘que murieran soldados ingleses’ sin que se modifique su valor

de verdad. Debería cumplirse que si ‘Wellington se alegró de que los prusianos vinieran’

refiere a la verdad, entonces ‘Wellington se alegró de que murieran soldados ingleses’,

también debería referir a la verdad. Pero esto claramente no es el caso, pues Wellington se

alegró de que los prusianos vinieran pero no se alegró de que murieran soldados ingleses.

Con lo cual si la referencia del enunciado subordinado fuera un valor de verdad, el ejemplo

refutaría la hipótesis de Frege. Para evitar esto, Frege debe apelar a su distinción entre

referencia directa e indirecta y sostener que los enunciados subordinados refieren a su

sentido, ergo para que su reemplazo garantice que el valor de verdad del enunciado princi-

pal no se modifica, deben ser reemplazados por otros con el mismo sentido, no con el

mismo valor de verdad.

Para argumentar a favor de este recurso a la referencia indirecta, nos dice que lo

relevante para establecer en el ejemplo la verdad o falsedad del enunciado completo de-

pende del convencimiento de Wellington. El enunciado completo expresa su actitud frente

a un contenido: lo aprueba, lamenta que haya ocurrido, lo teme o se alegra de ello. El

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 39 de 55


enunciado subordinado, ‘objeto’ de la actitud, no refiere a un hecho ni a un valor de verdad

sino a un pensamiento. Dicho contenido puede ser falso, sin por ello afectar la verdad del

enunciado completo que expresa la actitud de la persona frente a él. En definitiva, como el

enunciado subordinado refiere a su sentido, no es posible cambiarlo por otro con igual valor

veritativo pero distinto sentido y esperar que el valor veritativo del enunciado principal no

se modifique.

También hallamos según Frege un fenómeno de referencia indirecta en enunciados

que contienen dentro de sí otros enunciados unidos mediante una inferencia. Dice Frege:

Así como un convencimiento o una creencia es razón de un senti-

miento, también puede ser razón de otro convencimiento, como ocu-

rre en la inferencia. En el enunciado: 'De la redondez de la Tierra,

Colón infirió que, viajando hacia el oeste, podría alcanzar la India',

tenemos, como referencia de las partes, dos pensamientos: que la

Tierra es redonda, y que Colón puede alcanzar la India viajando hacia

el oeste. Nuevamente, aquí importa tan sólo que Colón estaba con-

vencido de lo uno y de lo otro, y que un convencimiento era la razón

del otro. Que la Tierra sea realmente redonda y que Colón, viajando

hacia el oeste, pudiese realmente alcanzar la India, tal como él pen-

saba, es indiferente para la verdad de nuestro enunciado. P. 68-9.

En este nuevo ejemplo tenemos dos enunciados que refieren a lo que habitualmente

es su sentido, unidos por la creencia en un vínculo inferencial entre ellos. La verdad de

ninguno de los dos es relevante para la verdad del enunciado completo. Si quisiéramos

descomponerlo, tendríamos los siguientes tres enunciados: ‘Colón creía que la tierra es

redonda’, ‘Colón creía que podía llegar a India viajando desde Europa hacia el oeste’ y ‘La

razón por la cual Colón creía que podía llegar a la India viajando hacia el oeste es que creía

que la tierra es redonda’. Lo mismo ocurre con los enunciados que incluyen adverbios de

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 40 de 55


finalidad, tiempo o lugar y con los enunciados calificativos. Hacia el final del ensayo va a

presentar ejemplos que ilustran todos estos casos.

Enunciados subordinados con referencia indeterminada

En un nuevo grupo Frege analiza enunciados donde no puede identificarse un pen-

samiento completo como sentido, lo cual también supone una objeción a su hipótesis

principal. Descarta esta objeción señalando que en ellos hay un signo que sólo refiere in-

determinadamente, como ocurre en aquellos enunciados donde se busca expresar la ge-

neralidad propia de las leyes. Menciono estos casos porque conducen a Frege a formular

otra observación reveladora sobre la relación entre juicios y pensamientos, vinculada a su

desarrollo de la teoría de la cuantificación. Nos dice:

Incluso en los enunciados condicionales puede reconocerse general-

mente, como lo acabamos de ver en el caso de los enunciados nomi-

nales, calificativos y adverbiales, un componente que alude indeter-

minadamente, al que en el enunciado consecuente le corresponde

otro igual. Al aludirse los dos, el uno al otro, se unen ambos enuncia-

dos en una totalidad que, por lo general, expresa solamente un pen-

samiento. En el enunciado:

“si un número es menor que 1 y mayor que 0, también su cuadrado

es menor que 1 y mayor que 0",

este componente es "un número" en el antecedente o condicional y

"su" en el consecuente. Justamente debido a esa indeterminación ob-

tiene el sentido la generalidad que se espera de una ley. Pero preci-

samente así se hace también que el antecedente por sí solo no tenga

por sentido ningún pensamiento completo, y que exprese, junto con el

consecuente un pensamiento y uno solo, cuyas partes ya no son pen-

samientos. En general, es erróneo creer que en un juicio hipotético se

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 41 de 55


interrelacionan dos juicios. Si se dice esto o algo parecido, la palabra

"juicio" se usa en el mismo sentido que yo he asociado a la palabra

"pensamiento”, de modo que yo debería decir: "En un pensamiento

hipotético, se interrelacionan dos pensamientos". Esto podría ser

cierto únicamente en el caso en que faltase un componente que alu-

diese indeterminadamente; pero entonces tampoco se daría

generalidad. P. 75-6.

Encontramos aquí la sutileza del análisis de Frege aplicada a los enunciados condicionales,

que a diferencia de lo que puede creerse, cuando logran la generalidad propia de las leyes

no consisten en la relación entre dos juicios o pensamientos. Pues existe un elemento en

ambos que refiere indeterminadamente y por ese motivo impide que asignemos un pensa-

miento y un valor de verdad determinado a cada uno de los enunciados subordinados uni-

dos en la estructura condicional.

Enunciados subordinados: presuposiciones

Vamos a pasar ahora a otro conjunto de enunciados que conforman un fenómeno

muy interesante que Frege identifica y analiza en el ensayo, se trata de la relación entre el

contenido expresado y el contenido presupuesto. Tal como los enunciados subordinados

con referencia indeterminada, las presuposiciones no refieren a un valor de verdad, ni ex-

presan un pensamiento. Insisto en que es importante que ustedes adviertan que si Frege

los introduce es porque entiende que podrían representar contra-ejemplos contra su hipó-

tesis principal de que el sentido de los enunciados es un pensamiento y su referencia es un

valor de verdad. Nos dice:

Llegamos ahora a otros enunciados subordinados, en los que las pa-

labras tienen ciertamente su referencia usual, pero sin que aparezca

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 42 de 55


un pensamiento como sentido, ni un valor veritativo como referencia.

Cómo es esto posible, se verá claramente con ejemplos.

'El que descubrió la forma elíptica de las órbitas planetarias murió en

la miseria.'

Si en este caso el enunciado subordinado tuviera por sentido un pen-

samiento, tendría que ser posible expresarlo también en un enunciado

principal. Pero esto no puede ser, porque el sujeto gramatical 'el que'

no tiene ningún sentido independiente, sino que proporciona las rela-

ciones con el segundo miembro del enunciado, “murió en la miseria".

De ahí también que el sentido del enunciado subordinado no sea un

pensamiento completo y que su referencia no sea un valor veritativo,

sino Kepler. P. 70.

Frege nos ofrece aquí un ejemplo de un enunciado subordinado que no expresa un

pensamiento ni refiere a un valor de verdad. Debe explicar entonces por qué no representa

una objeción contra su hipótesis. Sostiene que ‘el que descubrió la forma elíptica de las

órbitas planetarias’ no es una afirmación sino una descripción, pues la expresión ‘el que’ no

tiene un sentido independiente, sino que aparece meramente para conectar la descripción

‘descubrió la forma elíptica de las órbitas planetarias’ con el predicado del enunciado prin-

cipal, o sea con ‘murió en la pobreza’. Siendo una descripción, refiere a un objeto, en este

caso una persona, Kepler.

Pero Frege contempla además una objeción a la solución que ha ofrecido, y abre

con ellos otra problemática vinculada con estos casos. Sigue Frege:

Podría objetarse que el sentido del todo contiene, no obstante, un

pensamiento como parte, a saber, el de que existió uno que descubrió

por primera vez la forma elíptica de las órbitas planetarias; pues quien

tuviera por verdadero el todo no podría negar esta parte. Lo último es

indiscutible; pero únicamente debido a que, en caso contrario, la

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 43 de 55


subordinada "el que descubrió la forma elíptica de las órbitas planeta-

rias" no tendría ninguna referencia. Cuando se afirma algo, siempre

es evidente la suposición previa de que los nombres propios utiliza-

dos, ya sean simples o compuestos, tienen una referencia. Así pues,

si se afirma 'Kepler murió en la miseria', se presupone con ello que el

nombre 'Kepler" designa algo; pero por esto, sin embargo, en el sen-

tido del enunciado 'Kepler murió en la miseria" no está contenido el

pensamiento de que el nombre 'Kepler" designa algo. Si éste fuera el

caso, la negación no podría ser

“Kepler no murió en la miseria",

sino

“Kepler no murió en la miseria, o bien el nombre «Kepler» carece de

referencia.”

Que el nombre 'Kepler' designa algo es, por el contrario, presuposi-

ción tanto de la afirmación

“Kepler murió en la miseria”,

como de la opuesta. P. 70-1.

Frege considera en este pasaje una posible objeción a su interpretación de este tipo de

enunciados subordinados, que contienen una descripción de un objeto del cual en el enun-

ciado principal se predica algo. Resulta que del enunciado subordinado ‘el que descubrió

la forma elíptica de las órbitas planetarias’ se desprende de algún modo un pensamiento

que puede ser verdadero o falso. Se trata del pensamiento de que existe alguien que des-

cubrió la forma elíptica de las órbitas planetarias. Todos aceptan esta observación.

Ahora bien, para que sea admisible la objeción a la interpretación de Frege de los

enunciados subordinados que expresan una descripción, el pensamiento que se desprende

de algún modo del enunciado subordinado, el pensamiento de que existió alguien que des-

cubrió la forma elíptica de las órbitas planetarias, debe ser parte de lo expresado por el

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 44 de 55


enunciado completo. La objeción no es admisible, en cambio, si el contenido simplemente

es evocado por la oración, pero no es parte del contenido expresado por ella.

La filosofía de Frege está impregnada de una extrema sensibilidad a este tipo de

fenómenos. Y el campo de investigación por él abierto irá progresivamente articulando esta

nueva y fecunda obsesión por el contenido semántico de las expresiones de nuestro len-

guaje con aquella otra conocida previamente en la modernidad por las experiencias que

dotan de contenido a nuestras creencias.

La razón para pensar que parte del contenido del enunciado ‘el que descubrió la

forma elíptica de las órbitas planetarias murió en la pobreza' es que existe alguien que

descubrió las formas elíptica de las órbitas planetarias, es que la verdad de la primera su-

pone la verdad de la segunda. Si la última no fuera verdadera la primera no podría serlo.

Siguiendo este criterio podríamos conjeturar que el enunciado en cuestión es equivalente

a este otro: ‘Existe alguien que descubrió la forma elíptica de las órbitas planetarias y murió

en la pobreza.

Pero Frege rechaza la hipótesis, señalando que tiene una consecuencia inaceptable

cuando se considera cuál sería la negación del enunciado. Para ilustrar esta consecuencia

indeseada nos propone evaluar cuál sería la negación del enunciado ‘Kepler murió en la

miseria’. Nos dice que bajo la hipótesis sugerida, la negación del enunciado sería ‘Kepler

no murió en la miseria o ‘Kepler’ carece de referencia’.

Frege considera que esto es incorrecto: que el nombre Kepler posea una referencia

no es parte del contenido expresado sino algo presupuesto. Que existe alguien que descu-

brió la forma elíptica de las órbitas planetarias es algo presupuesto por el enunciado, sin

ser parte de lo expresado por él. Esta observación es relevante. Frege nos indica que algu-

nos pensamientos fuertemente vinculados con un enunciado pueden no ser expresados

por él, sino sólo presupuestos. Estamos entrando al terreno de los que Frege va a llamar

pensamientos secundarios, un conjunto de fenómenos que autores posteriores van a llamar

‘implicaturas’, donde se pone el foco en la relación entre lo dicho y lo expresado literal-

mente.

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 45 de 55


Se trata, por otra parte, del problema acerca de la interpretación correcta del conte-

nido de las descripciones definidas, uno de los grandes desafíos en torno a los cuales se

va a estructurar el incipiente nuevo estilo filosófico. Ustedes podrían preguntarse si la sus-

titución en el ejemplo anterior del nombre ‘Kepler’ por la descripción ‘El que descubrió la

forma elíptica…’ es relevante para evaluar la respuesta de Frege.

El fenómeno del contenido presupuesto, por otra parte, profundiza la diferencia entre

el lenguaje natural y el lenguaje simbólico o lenguaje idealizado de la ciencia. Nos dice:

Ahora bien, resulta que las lenguas tienen el defecto de que en ellas

son posibles expresiones que, por su forma gramatical, están destina-

das a designar un objeto, pero que, en casos especiales, no consi-

guen este objetivo suyo, porque esto depende de la verdad de un

enunciado. Por eso depende de la verdad del enunciado

“existió uno que descubrió la forma elíptica de las órbitas planetarias”,

el que la subordinada

“el que descubrió la forma elíptica de las órbitas planetarias”

designe realmente un objeto, o bien que sólo produzca la apariencia

de ello, careciendo de hecho de referencia. Y así es como llega a pa-

recer como si nuestra subordinada contuviera, como parte de su sen-

tido, el pensamiento de que existió uno que descubrió la forma elíptica

de las órbitas planetarias. Si esto fuera correcto, la negación debería

ser:

“el que descubrió por primera vez la forma elíptica de las órbitas pla-

netarias, no murió en la miseria, o bien no hubo nadie que descubriese

la forma elíptica de las órbitas planetarias".

Esto radica, pues, en una imperfección del lenguaje, de la que, por lo

demás, tampoco está completamente libre el lenguaje simbólico del

análisis. P. 71-2.

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El contaste entre el lenguaje natural y el lenguaje lógicamente perfecto continúa en el si-

guiente pasaje donde Frege propone como criterio de adecuación para el segundo que

todos los nombres designen algún objeto. Dice:

De un lenguaje lógicamente perfecto (ideografía [conceptografía]) hay

que exigir que cada expresión, que se haya formado como nombre

propio a partir de signos ya introducidos de manera gramaticalmente

correcta, designe realmente también un objeto, y que no se introduzca

ningún signo como nombre propio sin que antes -no se le haya ase-

gurado una referencia. P. 72.

Esta misma observación se ilustra luego con un ejemplo que de manera imprevista

hasta aquí se dirige abiertamente al campo del discurso político de la época, para ubicar

algunas de sus nociones y enunciados por fuera del territorio demarcado de la ciencia y el

conocimiento. Dice:

En los tratados de Lógica se previene en contra de la multivocidad de

las expresiones como fuente de errores lógicos. Creo que es por lo

menos igualmente oportuna la prevención frente a los nombres pro-

pios aparentes que no tienen ninguna referencia. La historia de las

matemáticas podría narrar todos los errores que han surgido de ahí.

Estos son frecuentes igualmente en el mal uso demagógico, quizá

más todavía que las palabras multívocas. Puede servir de ejemplo "la

voluntad del pueblo", pues es fácil establecer que, por lo menos, no

hay una referencia universalmente aceptada de esta expresión. Por

esto no es en absoluto irrelevante taponar de una vez por todas la

fuente de esos errores, por lo menos para la ciencia. Objeciones como

Martín Ahualli - F. CONTEMP. teórico Frege 16/08/2018 47 de 55


la antes discutida serán entonces imposibles, porque nunca podrá de-

pender de la verdad de un pensamiento el que un nombre propio

tenga una referencia. P. 72-3.

Entre los criterios de adecuación del lenguaje de la ciencia Frege apunta no solamente que

no debe haber multivocidad sino que tampoco debe haber ausencia de referencia en los

términos utilizados. Ilustra esto con el ejemplo del término singular ‘la voluntad del pueblo’,

del cual señala que carece de una referencia estable, y al hacerlo excluye del campo de la

ciencia a aquellos discursos que hagan uso de esta noción.

Poco más adelante Frege ofrece ejemplos de un enunciado que admite más de una

lectura en cuanto al contenido expresado, porque una parte suya podría interpretarse como

contenido presupuesto. Dice en una nota::

Por lo demás, respecto de estos enunciados, son posibles concepcio-

nes ligeramente distintas. El sentido del enunciado "después de que

Schleswig-Holstein se hubo separado de Dinamarca, se enemistaron

Prusia y Austria" podemos volver a darlo bajo la forma "después de la

separación de Schleswig-Holstein de Dinamarca, se enemistaron Pru-

sia y Austria". Bajo esta concepción, está suficientemente claro que

no debe ser considerado parte de este sentido el pensamiento de que

Schleswig-Holstein se separó alguna vez de Dinamarca, sino que esto

es la condición necesaria para que la expresión "después de la sepa-

ración de Schleswig-Holstein de Dinamarca" tenga alguna referencia.

Naturalmente, nuestro enunciado puede concebirse de tal manera

que con él se diga que Schleswig-Holstein se separó una vez de Di-

namarca. P. 75 (NOTA).

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Es importante advertir que estas observaciones no deben considerarse como meros resul-

tados negativos. Pues la progresión de ejemplos va mostrando cuán complejo es el entra-

mado del lenguaje natural, al punto que la ausencia de un modo único de computar el con-

tenido de los enunciados comienza a vislumbrarse como un rasgo esencial del lenguaje en

su uso ‘natural’ cotidiano, pero también de otros.

En efecto, el análisis de Frege del lenguaje natural revela al mismo tiempo la cons-

trucción de la trama del discurso histórico, otra disciplina que por ese entonces adoptaba

un conjunto de pautas de investigación que la acercan al modo en que hoy se la practica.

A través de su trabajo artesanal sobre los enunciados pone en evidencia la necesidad de

una exégesis de este discurso mucho más detenida y minuciosa de lo que un lector no

precavido podría suponer.

Enunciados subordinados ‘dobles’ o exponibles

Encontramos en los enunciados ‘dobles’ o exponibles otro conjunto muy interesante

que tampoco permite reemplazar un subordinado por otro con el mismo valor de verdad sin

modificar el valor de verdad del enunciado general, y presentan por lo tanto un desafío a la

hipótesis principal. Nuevamente Frege ilustra con un ejemplo del ámbito del discurso histó-

rico. Se trata de los enunciados en los cuales la referencia de los signos que componen un

enunciado subordinado tienen al mismo tiempo un uso directo y otro indirecto. Nos dice:

Consideremos ahora algunos casos en los que esto sucede regular-

mente. En el enunciado

“Bebel se imagina que, por medio de la devolución de Alsacia-Lorena,

se podrán acallar los deseos de venganza de Francia",

se expresan dos pensamientos, de los cuales, no obstante, no perte-

nece el uno al enunciado principal y el otro al subordinado, a saber:

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1. Bebel cree que, por medio de la devolución de Alsacia-Lorena,

se podrán acallar los deseos de venganza de Francia;

2. por medio de la devolución de Alsacia-Lorena no podrán aca-

llarse los deseos de venganza de Francia.

En la expresión del primer pensamiento, las palabras de la subordi-

nada tienen su referencia indirecta, mientras que esas mismas pala-

bras, en la expresión del segundo pensamiento, tienen su referencia

usual. Vemos, pues, que en nuestra estructura enunciativa originaria,

la subordinada debe tomarse como doble, con distintas referencias,

de las cuales una es un pensamiento y la otra un valor veritativo.

Ahora bien, puesto que el valor veritativo no es toda la referencia del

enunciado subordinado, no podemos sustituir sin más este por otro

del mismo valor veritativo. Análogamente ocurre con expresiones

como "saber", "reconocer” (VER TRADUCCIÓN), “es sabido". P. 82-

3.

En fin, este ejemplo muestra nuevamente el celo con que Frege desarrolla su hipótesis

recolectando nuevos casos y obstáculos que deberá enfrentar. Así hallamos estos casos

en que un enunciado subordinado dentro de un enunciado principal ¡funciona al mismo

tiempo de los dos modos! Así de sutil y complejo es el discurso natural, pero también el

discurso sobre la historia.

En este caso Frege menciona la polémica por los territorios de Alsacia-Lorena y la

posición de Auguste Bebel al respecto. Alsacia y Lorena habían sido anexadas al reciente-

mente creado segundo imperio alemán de Bismarck y Guillermo 1º tras su victoria sobre

Francia en la guerra franco-prusiana de 1871. La justificación esgrimida para respaldar la

demarcación territorial adoptada responde en parte a criterios geo-linguísticos entre los dia-

lectos romances y germánicos. Esta relación entre lenguaje y nacionalismo cultural, que no

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podemos tratar aquí pero que representa un fenómeno clave de la historia contemporánea,

tendrá profundos impactos en el desarrollo de la política europea, en un contexto en que

las fuerzas productivas desatadas por la economía se han estructurado en torno a grandes

actores que compiten por expandir su dominio imperial sobre la totalidad de mercados y

territorios, mientras en muchos de esos territorios crece la idea de tomar la unidad nacional

como criterio de unidad política, esto es, de construir estados-naciones, en vez de optar por

estructuras que agrupen múltiples nacionalidades en una misma unidad político-adminis-

trativa, como ocurría de modo paradigmático en el imperio austro-húngaro de los Habs-

burgo.

August Bebel, a quien Frege se refiere en el ejemplo, fue un miembro destacado del

socialismo alemán, opuesto tanto a las políticas de Bismarck como a la anexión alemana

de Alsacia-Lorena. En el ejemplo Frege indica que Bebel creía -incorrectamente según in-

dica el enunciado- que la devolución de Alsacia-Lorena podía acallar los deseos de ven-

ganza de Francia. Estos ‘deseos de venganza’, por su parte, que muchas veces lograron

aglutinar tendencias diversas bajo un proyecto común reivindicando algún tipo de realiza-

ción nacional a venir mediante una revancha o reconquista, eran con frecuencia invocados

para plantear o explicar estrategias políticas, y podrían aplicarse también a la guerra

Schleswig-Holstein.

Pero más allá de esta breve descripción del contexto y de cuán equivocado estuviera

Bebel sobre los riesgos que ocultaba la anexión de Alsacia-Lorena, aquí yo quisiera desta-

car principalmente el modo en que el análisis de Frege permite una comprensión y discu-

sión más acabada del discurso histórico como político, porque revela la sutil complejidad

que anida en el entramado de su lenguaje.

Pero además, nos dice:

En todo esto, debe tenerse siempre en cuenta que resuenan pensa-

mientos adicionales, que, sin embargo, en realidad no están expresa-

dos y que por esto no deben ser incluidos en el sentido del enunciado,

no interesándonos, por lo tanto, su valor veritativo. P. 79.

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Aquí tenemos nuevamente resaltado un rasgo típico del lenguaje natural; al proferir un

enunciado resuenan muchas veces otros pensamientos que, sin ser expresados, pueden

tener un valor comunicativo determinante. Si al encontrarme con alguien me pregunta ‘por

qué estás contento’ y respondo ‘tenía ganas de verte’, comunico que estoy contento debido

al encuentro con esa persona, a pesar de que esto no sea parte de lo expresado. Esta

diferencia entre lo dicho y lo comunicado ha sido objeto de estudio reciente en las últimas

décadas.

PENSAMIENTOS SECUNDARIOS

Justamente poco más adelante, al concluir su análisis de los enunciados subordina-

dos y explicar por qué incluso después de introducir al análisis las consideraciones acerca

de la referencia indirecta, acerca de las presuposiciones y de la referencia indeterminada,

no todos los enunciados subordinados podrán analizarse fácilmente aplicando el esquema

propuesto, Frege atribuye esta incapacidad a la existencia de otro fenómeno ampliamente

difundido en el lenguaje natural, que es el de los pensamientos secundarios evocados al

proferir un enunciado. Nos dice, nuevamente ilustrando el caso con un ejemplo histórico:

Si, después de lo dicho, se examinan todas las subordinadas espe-

ciales, se encontrarán pronto algunas que no podrán meterse en esas

casillas. Por lo que alcanzo a ver, la razón de ello provendrá de que

estas subordinadas tendrán un sentido nada simple. Parece que casi

siempre a un pensamiento principal, que expresamos, asociamos

pensamientos secundarios que también el oyente, a pesar de que no

son expresados, une a nuestras palabras según leyes psicológicas. Y

dado que así aparecen por sí mismos asociados a nuestras palabras,

casi tanto como el propio pensamiento principal, también nosotros

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queremos expresar conjuntamente un pensamiento secundario seme-

jante. Por ello se hace más rico el sentido del enunciado, y puede muy

bien ocurrir que tengamos más pensamientos simples que enuncia-

dos. En algunos casos, el enunciado debe ser entendido de este

modo, mientras que en otros puede ser dudoso que el pensamiento

secundario pertenezca realmente al sentido del enunciado, o bien sólo

lo acompañe. Así, podría quizás encontrarse que en el enunciado

“Napoleón, que se dio cuenta del peligro para su flanco derecho, diri-

gió él mismo sus guardias de corps contra la posición enemiga",

no se han expresado únicamente los dos pensamientos antes men-

cionados, sino también el de que el darse cuenta del peligro fue la

razón por la cual dirigió sus guardias de corps contra la posición

enemiga. De hecho, puede dudarse de si este pensamiento sólo está

ligeramente sugerido, o bien está realmente expresado. Se nos plan-

tea la pregunta de si nuestro enunciado sería falso en el caso de que

Napoleón hubiese tomado su decisión ya antes de percibir el peligro.

Si, a pesar de esto, nuestro enunciado fuera verdadero, entonces

nuestro pensamiento secundario no debería considerarse parte del

sentido de nuestro enunciado. Probablemente nos decidiríamos por

esto último. En el primer caso, la situación estaría bastante embro-

llada: tendríamos más pensamientos simples que enunciados. P. 80-

1.

Se trata de un fenómeno casi omnipresente de nuestra comunicación cotidiana. Por un

lado, Frege sugiere que habrían leyes psicológicas que permitirían explicar los vínculos

entre los pensamientos expresados y los pensamientos secundarios que ellos suscitan se-

gún el contexto. Por el otro, nos ofrece un criterio para determinar si un pensamiento debe

ser considerado como expresado o meramente como sugerido por la proferencia de un

enunciado. Nos dice que si la falsedad de dicho pensamiento nos lleva a concluir que el

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enunciado proferido es falso, entonces lo estamos considerando como parte del contenido

expresado, mientras que si su falsedad no nos conduce a atribuirle falsedad al enunciado

proferido, se trataría de un pensamiento secundario, meramente sugerido pero no expre-

sado por la proferencia. Este método tan simple será extremadamente importante en el

desarrollo del análisis del lenguaje, ya que nuestras intuiciones respecto del valor de verdad

de los enunciados oficiarán de guía para analizar el significado que poseen.

Cuando finalmente acaba con el análisis de toda la batería de ejemplos que ha con-

templado, procede a resumir los resultados de su investigación de los enunciados subordi-

nados. A diferencia de lo que Frege postula en su hipótesis principal, estos por lo general

no tienen por referencia un valor de verdad y a veces no tienen por sentido un pensamiento.

La explicación de esto es que se trata de casos (1) en que las palabras tienen una referencia

indirecta o bien (2) en que la subordinada es incompleta debido a que hay en ella un com-

ponente que alude indeterminadamente, o en que (3) la subordinada se refiere ciertamente

a un valor veritativo, pero no se limita a esto, al comprender su sentido, además de un

pensamiento, una parte de otro pensamiento, con lo cual la subordinada deba tomarse

como doble. Con esto Frege cierra su análisis del principio de composicionalidad de la re-

ferencia en los enunciados subordinados, y concluye que de todo eso resulta con suficiente

probabilidad que los casos en que una subordinada no es sustituible por otra del mismo

valor veritativo, no demuestran nada en contra de su idea de que el valor veritativo es la

referencia del enunciado, el sentido del cual es un pensamiento.

Tras enfrentar todos los obstáculos apelando a consideraciones en torno a la refe-

rencia indirecta, a las descripciones y presuposiciones, a la referencia indeterminada y a

los pensamientos adicionales o secundarios, Frege considera que su hipótesis principal

acerca del sentido y la referencia aplicada no solamente a los nombres propios sino también

a los enunciados, ha salido victoriosa. El sentido de los enunciados es un pensamiento y

su referencia un valor de verdad. Frege considera que ha logrado aplicar el mismo análisis

del significado a dos áreas del lenguaje, los nombres propios y los enunciados.

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Hacia el final del ensayo encontramos una nueva reflexión acerca del valor cognos-

citivo de los enunciados. Esto es importante para no perder de vista que las observaciones

acerca del significado, acerca de la semántica del lenguaje, conllevan al mismo tiempo con-

clusiones relevantes para la teoría del conocimiento. Frege nos recuerda que del mismo

modo que el significado de los enunciados está compuesto tanto por la referencia como por

el sentido, nuestros conocimientos también deben analizarse según este doble factor: el de

los atributos o relaciones de las cosas tanto como el modo en que éstas se presentan. De

modo que aún cuando nuestros juicios acerca del mundo atribuyan los mismos conceptos

a los mismos objetos, podrán diferir entre sí e incrementar nuestro conocimiento según el

modo en que los presenten.

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