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Lagos violetas

Javier se estremeció cuando sintió la explosión del convertidor cuántico; segundos después,
la fuerza de la onda expansiva lo arrojó hacia el otro lado del catalizador de plasma; la alarma empezó
a sonar, el Centurión-4 entró en estado de alerta y su luz escarlata tintó la Sala de Máquinas. El
ingeniero sabe que la nave fallará en cualquier momento, está condenada; sus tripulantes, angustiados,
resisten una tras otra las explosiones internas que la desmembran. Con esfuerzo desmedido, ayuda a
su equipo a ingresar a una de las cápsulas de emergencia. Mira hacia atrás, impotente y angustiado,
cómo la parca quiere alcanzarlo, mientras esta toma para sí la vida de sus amigos y compañeros de
trabajo. Fue el último superviviente que alcanzó a abandonar la nave; tomó una cápsula de escape
ocupada por sus supervisados, un oficial de alto rango y una enfermera.
Una luna de Vulcano-6 recibió el estrepitoso aterrizaje de los supervivientes. La atmósfera del
planeta se asoma, morada y verde por sus inestables gases de fósforo, metano y zinc, concentrados en
altas cantidades. Cualquier chispa desataría el infierno en toda su superficie. La roca que acoge a los
náufragos, todavía en investigación según la AIAT, Administración Intergaláctica de Asuntos
Terrícolas, tenía inusuales condiciones que le permitía desarrollar una flora única. La cápsula cayó en
la orilla de un lago violeta con altos monolitos rústicos que lo circunda, abrazados por enredaderas
moradas hasta sus cimas, coronadas por una extraña fruta ovalada, del tamaño de un huevo de
avestruz. A lo lejos, este se le confunde con un faro por su luz azulada que aparenta vigilar el lago.
Los nuevos habitantes se pusieron los trajes de emergencia. El oficial Gallardo, haciendo gala
de su experiencia militar, ordenó no alejarse de la cápsula. Rebeca, reconocida más por su belleza que
por su experiencia como asistente médica, está en su tercera excursión intergaláctica. Se acerca a
Gabriel, joven ingeniero, y le dice solemne:
—Ingeniero, actualmente, cuál es su sintomatología: mareo, fatiga, angustia, dificultades
respiratorias, dolor de estómago...
Gabriel, aturdido, interrumpe la ráfaga de síntomas:
—Nada de eso. Sólo me meé con el estómago vacío —su chanza se estrella contra el
semblante de la bella asistente, que lo mira confusa.
El oficial Gallardo observó la escena; se identificó con la mueca de la enfermera. Firme e
imperante, exige:
—¡Equipo! Si quieren vivir, acaten mis órdenes. Nos supera el entorno. Estamos solos. La
cápsula emite una señal de socorro, como ya saben por los manuales de inducción —los oyentes
asienten sin recordar el nombre de estos—. La ayuda no tardará en llegar. Javier, necesito que tú y
uno de tus trabajadores revisen los alrededores del lago, nuestra nueva base de operaciones; el otro,
que busque herramientas de medición en los restos de la cápsula para analizar el ambiente. Todavía no
sabemos dónde estamos o qué nos rodea. Me presentarán un informe detallado de nuestra situación
para que yo escoja el plan de acción. Rebeca, por favor, quédate conmigo para que ordenemos los
protocolos de seguridad médica y un cronograma de actividades —vuelve su rostro al resto de la
tripulación y dice—. ¡Que no se repita lo que sucedió con el Centurión-4!
Para el oficial está todo resuelto; siente la seguridad de sus órdenes para guiar la tripulación.
Se reunieron para ejecutar los mandatos, turbados por la última exclamación de Gallardo. Este,
acompañado de Rebeca, espera cerca de la cápsula los reportes y aprovecha para revisar el estado de
las provisiones; calcula que durarán una semana. Mientras tanto, del lago, Tomás analiza muestras del
aire, agua y la tierra. Por su parte, Javier y Gabriel caminan en dirección noreste; desde el lago
visualizaron unas formaciones rocosas, elevadas, desde la cual suponían una visión favorable para
supervisar la zona. A medio camino, Gabriel dice:

Sé que no son soldados, pero pueden ir con sigilo medio kilómetro a la redonda de este
estanque, usen la tecnología de sus trajes para escanear la zona.
—Este paisaje es hermoso; me enamora.
Su compañero, sin alterarse, levanta su pesada cabeza; la gira para mirar, sin observar, la
desértica periferia, y responde:
—Pienso en nuestros amigos muertos; aún no comprendo cómo la nave terminó convertida en
plástico y metal carbonizado.
Gabriel, perplejo por la respuesta de su supervisor, responde:

Javier no podía explicar el hecho de que el re compañeros no sobrevivieron, con su presencia


borrada del universo.

—Sí, fue horrible; pero mira el lado amable: según el militar, en una semana nos rescatarán y
volverás a tu brillante carrera. Hicimos cosas increíbles en la Sala de Máquinas; por tus decisiones,
ese vejestorio no explotó antes.
—Antes o después no hay diferencia; igual explotó —responde severo consigo mismo;
después, se dirige a Gabriel—. No me sorprendería que hagan la investigación de siempre; este modus
operandi nunca cambia: primero, buscar culpables pues la Comisión de Ley sólo es buena para ello;
segundo, exaltar a nuestros heroicos oficiales con medallitas.
—¿No crees que exageras un poco? Hablamos de la comisión, no de verdugos. Muchos
estuvimos contigo y trabajamos en la ‘Sala de la Bestia’.
—El optimismo es amigo de la ingenuidad.
—Y la exageración, amiga de la autocompasión.
Javier sonríe y, pensativo, responde:
—La Sala de Máquinas era una bestia insaciable. No recuerdo la última vez que me acosté
tranquilo, pensando en cómo respondería al trabajo que le hacíamos.
—¿En serio? —Respondió Gabriel sorprendido—. Nos dirigiste con mucho temple, jefe. Eras
el primero en levantarse y el último en acostarse.
—Claro, el trabajo era duro y nuestros comandantes inflexibles. Yo dejaba que ustedes, mi
equipo, hicieran lo que podían —dijo con la mirada baja, resignada.
Gabriel guardó silencio por un momento. Luego comenta:
—Desconocía esta faceta tuya.
—De nada sirven las máscaras ahora. No sé lo que me espera si regresamos.
—¡Vamos! No seas pesimista —exclama Gabriel.
—Ese comentario se lo repetía a Jorge. ¿Recuerdas cuando Gallardo le preguntó si podíamos
sobrepasar la velocidad de la nave para cruzar esa lluvia de asteroides? —Preguntó Javier sonriente.
—¡Claro, cómo olvidarlo! El pobre Jorge, traicionado por sus nervios, hablaba con
tecnicismos; mientras más se esforzaba en explicarle a Gallardo, éste menos le entendía.
Javier suelta una carcajada, hace un guiño a su compañero y le pregunta:
—Sí, ese joven es bueno. Sus nervios lo hacen parecer un niño. ¿Recuerdas lo último que le
explicó a Gallardo?
Llegan a las formaciones rocosas, troncos de pirámides de tamaño monstruoso, cuya sombra
cubría gran extensión que exagera su imponente altura. Consideran que no son tan elevadas como las
divisaron desde el campamento, mas no pudieron calcular el tiempo que tomaría escalarlas. Sin
apuros, empezaron a escalar la más alta. A punto de coronarla, los dos cruzan miradas, señal que los
anima a retomar las remembranzas. Gabriel vocifera como general para satirizar al oficial:
—«¡Crees que leo novelas chinas para entender este sinsentido!».
—«La verdad es que nunca lo he visto leyendo, oficial» —citó Javier, entre carcajadas, a su
compañero Jorge—. Esta respuesta fue genial e involuntaria. Nuestro querido oficial terminó
enfurecido, quería despellejarlo.
—Menos mal tu intervención alivió la situación; con las palabras adecuadas hiciste que
nuestro suspicaz Gallardito se calmara y comprendiera su propia estupidez, sin que se sintiera
ofendido —dijo Gabriel.
—Los hombrecitos tercos están cortados con la misma tijera, no sirve disuadirlos con hechos
porque no dudan de sus convicciones. Nunca se equivocan; piensan que sus ideales los conducen por
el camino del progreso personal, y lo consideran lógico porque «Si cuento con un equipo y recursos,
deberíamos llegar más alto; llévenme más alto. Es su deber». Tienes que insinuarle que es más
probable que su brillante idea le traerá represalias. Por eso lo llamé aparte. Le expuse, con sencillez,
que el 87.4% de las naves que atravesaron una lluvia de asteroides terminaron, mínimo, seis meses en
reparaciones e hice énfasis en que me encantaría que fuéramos la excepción, pero tanto tiempo
parados nos daría una muy mala reputación para conseguir más licitaciones. Y concluí: «Pero, si para
usted el riesgo vale la pena, estamos dispuestos a obedecerle, oficial».
—Osado para exigir pero no para afrontar las consecuencias. ¡Qué tipo! Lo tienes bien
medido.
—No te dejes llevar por lo que ves a simple vista. He conocido muchos hombres de ese
calibre. Su petulancia es sólo producto de la presión, el ego o el miedo. Nosotros somos responsables
del mantenimiento de las máquinas, pero ellos lo son de los rendimientos de todos los profesionales
que operan en las naves, y deben rendir cuentas ante la entidad suprema, la AIAT.
—Eso no justifica ser un. . .
—Claro que no —interrumpe Javier—, pero te ayuda a comprenderlos para que entiendan que
tienen más que perder sin tu ayuda.
—¿Para qué proceder de esta manera?
—¿No ves que nuestro espacio laboral está plagado por la juventud? Las naves de mediana
clase, como el Centurión-4, prefieren carne fresca; podría ser peor. En mi caso, cuando me gradué de
la Academia Intergaláctica de Alfa Centauri, de la Facultad de Ingeniería, me asignaron mi primera
nave; tenía a cargo el Departamento de Ingeniería, constituido sólo por mí; no podía invertir en
materiales y herramientas porque el oficial era un tacaño. Nadie me guio, estuve solo; a las naves de
baja y mediana clase les encanta este tipo de contratación. Para colmo, la administración va a la par
con el imparable crecimiento comercial de la galaxia; además, comercializa y explota los recursos de
los planetas. El AIAT publica sus licitaciones; para ganarlas, las naves buscan nuevas coordenadas de
cuerpos celestes con la esperanza de vendérselas y así obtener ganancias inmediatas, sin medir el
peligro de su integridad en el proceso, pues entre más exóticos los planetas, mejor; mas no saben
cómo encontrarlos y no tiene los recursos para hacerlo. Esta es la belleza de la terquedad humana:
«adentrémonos en el vacío antes de levantar vuelo ». Actualmente, los motores se deben adecuar para
soportar las exigencias de las expediciones comerciales. Justo por ello, he saltado de tripulación en
tripulación hasta llegar a una con capital para invertir. Lo malo es que encuentro las mismas
condiciones laborales; nos ven como simples apéndices de los motores, máquinas, etcétera, mientras
minimizan nuestro esfuerzo. Para mejorar en tu carrera ya no basta con ser el mejor ingeniero; hay
que saber tratar a los oficiales.
Javier reconoce a su yo pretérito en Gabriel, mientras este quiere ser algún día como aquel.
Ya sobre la pirámide, divisan el surrealista horizonte; después, fijan su vista para identificar el
campamento; contemplan otros lagos violetas, concomitantes, rodeados por formaciones rocosas y
vegetación lumbrera, que reproducen las condiciones de la zona en la que está establecida la base;
Javier los compara con pequeños oasis, separados unos de otros como cráteres lunares.
Gabriel rompe el contemplativo silencio:
—Qué sosiego. Espero que el resto de nuestra estadía sea así.
Javier sentía que el paisaje lo llamaba; su alma aceptó, quería fusionarse con la infinitud.

Después de apreciar la hermosa vista, deciden regresar a la base.


Al descender, sin percatarse, rasgan levemente sus trajes; cada uno empieza a respirar los
químicos inodoro de la atmósfera.
Javier advierte una figura oscura a lo lejos que desaparece en un parpadeo.

Dos semanas después


—¡Esto es irracional! Es imposible trabajar con incompetentes —rugió el oficial.
—¡Claro! ¡¿Tú eres el competente?! Sólo eres eficiente en hacernos creer que al seguirte
como perros todo estará bien. Pero, adivine qué oficial, seguimos aquí; tú no haces nada. No tienes ni
la más mínima idea de qué hacer. Estoy harto de ti. No necesito que me humille un niño mimado con
estrellitas en el uniforme. Tan fácil decir: «Tienen que hacer esto…; tienen que hacer lo otro...» pero
no sabes lo que haces y nos sometes por ello ¡Tus estándares superan tus capacidades! —Replica
Gabriel impetuoso.
Gallardo, con mirada altiva y voz calmada, responde:
—Esta no es la manera de comportarse; somos hombres razonables y debemos mantener la
calma; pongo todo de mi parte para mantenerlos a salvo. Me entristece que, como una familia, que
aprende unida, pueda presentarse este tipo de problemas —Gallardo, cual verdugo, observa al
alborotador. Continúa su discurso—. Gracias a cada uno de ustedes seguimos a salvo; los esfuerzos
de Javier, Tomás y la hermosa Rebeca son de gran contribución al grupo. La ayuda puede tardar un
poco más, pero ustedes son mi fuerza, sus acciones son la esperanza que nos mantienen vivos. ¿Acaso
no quieren que mantengamos el orden? ¿No se sienten seguros en esta familia? El trabajo puede ser
incansable, pero nos mantiene a salvo.
Gallardo sonríe y mira a cada uno de los presentes con sus brazos extendidos y manos
abiertas cual padre a sus hijos. Todos quedaron pasmados con su prédica, no sabían si apoyarlo,
pensando que al responder con el silencio el oficial reproduciría, en el futuro, el mismo discurso. Los
ingenieros y la enfermera sabían que Gabriel no tendría forma de replicar al oficial; la atmósfera
ahogaba la realidad de los jóvenes que la padecían.
—¡Qué bien hablas para estar desconectado con la realidad! —Refunfuña Gabriel con
expresión tensa, chocando sus dientes como lijas a la madera. Sus últimas patadas ante olas del verbo
de su contrincante que lo rebasaba en fuerza.
—Pero, Gabriel— Responde Gallardo en tono conciliador —Puede que yo haya sido duro,
pero nunca insultante ¿Qué acaso no hemos rendido más las raciones? ¿Hemos pasado hambre? ¿Nos
hemos atacado entre nosotros? ¿Cuando Javier y tú llegaron con huecos en sus trajes? ¿No me
preocupé como si fueran mis hijos?
—¡Tomas determinó que nada en el planeta es tóxico!— Gritó ofuscado Gabriel para voltear
a mirar a Javier, como esperando respaldo de este.
—¡Sabemos eso gracias a mis órdenes! —Dijo Gallardo con sus máscara ya por caerse.
Javier al notar el sobre salto del militar, no dudo en interponerse entre los dos con mirada a
Gabriel con mano en su hombro le dice:
—Ahora no.
El joven ingeniero que estaba con tez roja, pasa su cara a un color fantasmal con una mirada
de sorpresa que nos logra disipar, se retira lentamente.
—Debería preocuparme por el muchacho. —Le susurra Gallardo a Javier.
—Claro que no, yo hablaré con él. — Con tono de soldado y dirigiéndose enseguida detrás de
su supervisado.
Ya daba su atardecer, lo que en la luna de Vulcano-6 daba a entender que cada integrante del
grupo llevaba 6 horas despierto. En la cima de la formación rocosa que nuestros compañeros
revisaron por primera vez, se observaba la belleza de la gran inmensidad de un amarillo que se
desvanece hacia el profundo negro con la estrella roja más cercana reposando en unfinito horizonte
desertico, alejandoce cada vez más de su cenit, al cielo lo arropan unos tonos morados hacia un verde
que culminaba el dorado con los segundos se desbanecía para cerrar la vista favorita de gabriel, que
sollozando en la cima, se preguntaba si toda su vida seguiría siendo así.
En eso se acerca Javier jadeando.
—Si querías escaparte del trabajo, y no hacer nada no tenías que hacer tal escándalo.—Dijo
Gabriel bromeando.
Gabriel sonríe y se seca las lágrimas con rapidez.
—¿Qué haces aquí? Todavía el jefe supremo nos mandó demasiadas cosas por hacer
—¿Por qué crees que vine? Yo no voy a hacer todo el trabajo, flojo.
—¿La vida siempre será así?, ¿ya no hay nada más?¿Estamos condenados a vivir en malestar?
—Comenta melancólicamente Gabriel son lágrimas que empiezan a brotar de sus ojos.
Javier no está seguro de cómo consolar a su amigo. Ambos en silencio miran el paisaje, que al
acabar la vista favorita de Gabriel, comienza la de su compañero.
—Sabes, el avance en el mundo del viaje interestelar sólo puede
—¿Avanzar estrepitosamente cada segundo? —Interrumpe rápidamente Gabriel. —Ya me sé
ese discurso, era lo que más me gustaba en la academia, las posibilidades, de hacer todo mejor, llegar
más alto.
—Todos nos enamoramos de lo mismo. —Concuerda Javier.
—¿Por qué no dijiste nada? Tu sabes que lo que dice era verdad— responde gabriel con
fuerza
—Sí, tal vez la palabra no eran las adecuadas, pero tienes razón. Ahí no está el problema—
Responde javier.
—¿Por qué habría un problema? ¡Yo no debería callarme para complacer a alguien tan
irracional!—Explota Gabriel.
—El sigue teniendo su cargo, cuando nos rescaten, no nos conviene tenerlo en nuestra contra,
eres bueno en lo que haces, pero debes entender que al mundo no le basta eso. A veces tienes que
bajar la cabeza para no ser una amenaza—
—¿Por qué son ellos los que determinan eso?—
—Tienen el poder, amigos e influencia que si no te cuidas, no conseguirás el crecimiento que
mereces— Responde Javier con melancolía.
—¿Y qué? ¿Debo vivir con la cabeza baja? ¿Cada paso debe tomarse con miedo? ¿Poniendo
lo que le pueda gustar a los demás encima de mí? Si todo lo que haces es complacer a la gente,
¿Cómo puedes saber quién eres? ¿Cómo puedes crecer de verdad? ¿De verdad vale la pena el
esfuerzo?
— “¿Quien eres?” —repite Javier lentamente como si se diera cuenta de algo.
—¡Sí! ¡¿Quien eres?! ¿Eres nuestro líder que se desvelaba con nosotros buscando hacer las
cosas mejor? ¿Eres mi amigo? porque ¿Cómo puedes tener tanta convicción, dar la iniciativa y
liderarnos para después ser el lacayo de cualquiera con un rango mayor? —Responde Gabriel con
rabia
—No es tan fácil como crees, la vida da golpes y si quieres sobrevivir debes ser cauteloso e
inteligente— Responde Javier.
—Yo no veo cautela, veo miedo, no me ayudaste a decir la verdad aunque pudiste porque le
tienes miedo.
— Tal vez tengas razón, para ellos, no somas más que medios para un fin, nada impide que
nos desechen cuando ya no sirvamos, todo eso de amistad y familia es una mentira.
— Si sabes eso ¿Qué te impide decir la verdad? ¿Qué te impide ser quien eres?
—¡No es tan fácil! Puedes hablar y decir esas cosas pero la verdad es que estamos a su
merced. Lo que he podido lograr es gracias a que me he mantenido con la cabeza baja y moviendo
bien con ellos y con mi trabajo.
—¿Vale la pena? Veo todo lo que te esfuerzas todo lo que buscas lograr y aún así hay algo
que te frena, algo que no te deja alcanzar tu potencial, te matas trabajando para seguir y conciliar las
estupideces de gente que no conoce lo que haces, ni sabe hacerlo mejor o lo que es mejor para tu área.
No te engañes el centurión no era el tope del mundo, no era lo máximo a llegar y lo que todos los
ingenieros buscamos alcanzar. Pero aún así, estuviste mucho más tiempo del necesario sin buscar lo
mejor, cómodo en esa incomodidad. Esa no puede ser mi vida, yo no quiero vivir así ¡Yo no quiero
terminar como tú!
—Muchas veces ni yo quiero seguir como voy.
—Pero ¡Qué te impide mejorar! ¡Nunca vi a nadie darlo todo, seguir estudiando hasta el final!
Si alguien como tú, se mantiene en este yugo asqueroso ¿Qué quedará de mí? ¿Esto que amo está
destinado a consumirse? Yo quiero ser mi propia persona sin encadenarme al sueño o las ambiciones
de otro
—¡Claro que no! Somos responsables de nuestra vida. Nada más y nada menos. Nadie nos
manda a esclavizarnos. Todos los días las personas reviven sus luchas, miedos y castigos. Demasiada
gente trata de imponer sus deseos, ambiciones y realidad en los demás. Quieren pintarnos sus metas
como el mejor camino, convencernos de ponernos en cuatro patas para que nos pisen y sigan
escalando, cuando terminemos desechos ellos dirán: “El trabajo se tenía que hacer” pero el que
terminará en pedazos eres tú. Eres mucho más inteligente que eso y has demostrado tu valía más de
una vez, te lo he dicho. Ese miedo que tienes de terminar como yo, es miedo a ser tú mismo, pensar
por ti mismo, ser libre como eres sin miedo al rechazo al desamparo. No te conviertas en tu propio
verdugo, con inseguridades y pensamientos que no eres tú, no marcan tu destino. yo tengo mis penas,
mis errores, pero ellos no te definen y menos deberían definirse a mí. — La oscuridad cayó y ambos
se quedaron callados un buen rato. Cuando Javier se levanta mira a su alrededor y le ofrece la mano a
su compañero para levantarse.
—¿Mejor volvemos para disculparnos por la ausencia? —Pregunta Gabriel en tono sarcástico
—No. Ya no te sentirás mal por no cumplir las expectativas de otro. No sobreviviremos
dejándonos someter en un yugo irracional impuesto más por nosotros mismos que por otros egoístas.
Todo eso acaba hoy. Tenemos el derecho de avanzar y ser mejores. —Responde Javier con una
sonrisa, Gabriel toma su mano con inseguridad y se alza para seguir a su compañero, para bajar del
único sitio confortable pero, irónicamente, incómodo que había descubierto desde que llegó a la luna
de Vulcano-6 y camina detrás de Javier a través de la penumbra de oscuridad infinita que a lo lejos
deslumbraba la luz azulada de la vegetación de su campamento.
Al llegar a la base ya estaban por terminar la jornada impuesta por el oficial. Javier se acerca
para decirle en voz baja que tienen que hablar.
— Claro hermano, acércate. Hablemos a solas, todo lo que necesite. —Dice el oficial
Javier ve a Gabriel y le asiente. Los dos se alejan del grupo dentro de la cápsula, Gallardo se sienta
tenía pocas pertenencia que le quedaban desplegadas en todas partes. Javier las mira pensativo.
Mientras el militar se sienta en la única silla que no tenía cosas encima cómo un trono.
—¿Qué pudiste sacarle al muchacho? ¿Será un problema?— le comenta este al acomodarse.
— No fui con la intención de sacarle nada y mi opinión, al igual que antes, es que él, nunca
será un problema— responde Javier en tono sereno. Gallardo hace una pausa, lo mira y entrecierra los
ojos, aprieta los labios y piensa un momento con mirada fija en Javier mientras este se mantiene firme
pero sereno, sin nada que esconder.
— Excelente, entonces. bueno ya que se aclaro todo lo mejor es que compensemos el tiempo
que estuvieron fuera. Gracias a sus compañeros y a mi persona, pudimos cumplir todas las tareas a
tiempo. Lo mejor es que compensen trabajando unos turnos extras, fácil, se les pasará volando.
—Eso no será así. — le responde Javier.
—¡¿Cómo así?!
—Tenemos que reorganizarnos no sólo, sino mucho más.
—¡Ya va señor! ¿A qué se refiere? ¿No está marchando todo bien? ¿Qué acaso no tenemos
orden?
—No hablo sobre una crisis, no sobre un caos, quiero mejorar las cosas, lograr un balance.
—¿Qué más balance quieres? Todo estamos bien, hemos estado trabajando con sinergia
como un equipo, todo ha fluido, nadie se ha quejado y no habíamos tenido ningún problema hasta que
ese carajito comenzó con su rabieta ¡¿Qué te dijo?! ¿Es que te ha convencido? ¡No te dejes nublar la
mente solo porque te recuerde a ti!
Javier lo mira sin perder la compostura, sonríe y mira a su alrededor pensativo.
—Él no me recuerda tanto a lo que soy, si no lo que quiero ser. No está todo bien, un orden
obligado sólo llevará a un futuro resentimiento. No todos estamos felices, no todos estamos de
acuerdo con tus órdenes, ni la forma en que nos tratas. Nos sobrecargas de trabajo buscando un fin
que no sabes como alcanzar y no podrías, también subestimas nuestros esfuerzos nadie está
acostumbrado a perderse en el espacio, ya ni siquiera sabemos si es seguro que nos rescanten.
—¡Eso es lo que te convenció! ¿A perder la fe y a atacarme? ¡Somos una familia y no podemos
dejar que nos enfrenten entre nosotros por algún rencor! He estado trabajando con ustedes y sé lo que
sienten y te digo que no es tan fuerte lo que les toca a cada uno.
—Solo has hecho una fracción. Una probada no te dará el contexto completo. Tu severidad es
implacable y selectiva, cambia con caprichos y en muchos casos, profesas que la disciplina de
obedecerte es más importante qué bien común, el trabajo en equipo, el bienestar nuestro o sentirnos
escuchados.
—Cuidado niño, no te dejes llevar. recuerda quien soy. Tengo amigos importantes en el
AIAT, una carrera de logros, heridas y esfuerzos ¡Tú que eres un nuevo! No tienes derecho para
expresarte así de mí, ¡Todo lo que he hecho por el centurión-4 para que vengas tú a estropearlo todo!
Pero, estoy dispuesto a que olvidemos esto, has sido un gran trabajador y no tenemos que caer en
estas discusiones porque un niño resentido haya alcanzado tu parte más suave.

—Te encargas de hacer sentir ansioso, culpable, irrespetuoso o denigrar al otro ante los
demás con una moral que no practicas. La nave ya se destruyó, la vida no es lo que era antes y naie
podrá trabajar en lo que nos esforzamos tanto por lograr. Manipulas a mucha gente con tu ingenio, por
tu cargo o contactos. Pero eso, conmigo se acaba hoy, no hay consecuencia que me perturbe.
—No me pongas como el villano, yo no soy un tirano y todo lo he hecho es para que estemos
a salvo, he liderado el camino que nos mantiene ¿Crees que tú lo harás mejor? ¿Con todos tus errores,
miedo y falta de experiencia?
—No busco destronarte, el poder no es mi ambición y no necesito de la abnegación de los
demás.
—No me parece que me estés hablando así.
—Te habló con la verdad, una que tú y mis compañeros van encontrar más a menudo de
ahora en adelante.
— ¿Entonces te pondrás a hablar mal de mi frente de ellos? No ves que eso solo nos hará
peor. Además ¿Cómo sé que no lo has estado haciendo ya?
—Lo que ocurra entre nosotros solo nos importa a nosotros. Con ellos, solo les diré cómo me
siento actualmente y propondré una forma de hacer las cosas diferentes, una donde todos tengamos
voz.
—No me vengas con ideales comunistas, eso me extraña viniendo de ti.
—No es algo político, no es algo de ideales. Yo no soy un salvador, pero soy responsable por
mi y mi bienestar y haré todo lo que pueda por alcanzarlo.
—Te repito que cometes un error, no tienes el liderazgo ni el donde mando.
—Te repito que no te estoy usurpando, pero ya te comuniqué mi verdad. Ya en este punto
sabrás que no voy a retroceder. Si quieres imponer tus ideas, solo lo diré una vez. Tendremos que
acordar en desacordar.
—A bueno hermano, si ya se decidió esta bien, pero veamos que tal piensas los demás de sus
ideas. No quiero que vaya a mis espaldas y me venga con más sorpresas.
—Después de usted. —Responde Javier con la misma serenidad que mantuvo en sus
argumentos. De ahí Gallardo salió estrepitosamente de la cápsula. Javier lo siguió a su ritmo. El
militar iba a paso apresurado, volteaba de forma sorpresiva y con mirada penetrante para ver si Javier
le seguía su paso. Pero este calmadamente solo le sonreía de vuelta y mantenía su ritmo. El oficial
llegó primero y convoca la reunión para cuando llegó al coloquio alcanzó a escuchar, :
—. . . verán ya lo que les va a decir.
—Gracias por tomarse el tiempo. Sé que están todos cansados de las actividades diarias pero
quisiera comentarles algo que me lleva un tiempo guardandome y quisiera sincerarme con ustedes.
Después de la última votación, al verse en desventaja, Gallardo se recluyo en los restos de la cápsula
de emergencia, alegando que necesitaba tiempo para pensar. Después de aquella discusión Gabriel
arremetió contra Rebecca gritando:
—Qué carajos Rebeca, ¿Por qué votaste a favor de Gallardo? Después de todo el abuso que
nos da, la exigencia irracional, la doble moral. —Gabriel se voltea hacia Javier. —Yo he hablado
íntimamente con ella. Dijo que «No estoy de acuerdo con su forma de hacer las cosas. Él no debería
estar a cargo» ¡Esta es la forma en la cual logramos! ¡Dejar que nos atormente! ¿No estás de acuerdo
con eso?
— Yo no tengo que justificar nada. Yo tomo las decisiones ¡No me hables así! — Responde
Rebecca ascendente coraje.
—¡No ves que estás interponiendo en tu propio camino, en algo que tú también quieres!
— ¡Ya basta los dos!— los comanda Javier —Disculpen, me alteré más de lo necesario, ha
sido un día lleno de emociones. Mejor descansemos y hablaremos mañana.— Todos los exploradores
se acostaron con un vórtice de sentimientos que los revolvía en sus sueños y no los dejaron descansar
como debían. A la mañana siguiente cuando todavía seguía la oscuridad y luz azulada cubría todo en
el campamento. Javier se dirige hacia donde descansaba Gabriel para hablar con él. pero como él
esperaba, este seguía despierto.
—No necesitas decirme nada, se que me tengo que disculpar con la señorita. Será la primera
cosa que haga en la mañana. — Responde Gabriel acurrucado, con el cuerpo volteado al lado
contrario de Javier.
—Eso está bien, pero la forma en la que hablaste con ella. No solo fue grosera, existía ira e
impotencia en tu tono ¿Todo bien entre ustedes dos? —Responde Javier tratando de conectar con su
amigo.
—No, no, todo bien solo perdí mi temperamento, es todo me disculparé rápidamente y
volveré a dejar todo como estaba. —responde Gabriel enrollando y presionando su postura en su
lecho como un caracol en contacto con la sal.
—Sabes, a mi también me cuesta relacionarme con las mujeres, mi hermano era bueno con
eso, todo un hombre. Pero por desgracia ese nunca fue mi fuerte. A veces pienso que me controlo y
voy mesurado, pero si eso fuera verdad, no tendría tan poco experiencias con ellas, no estaría
haciendo tanto daño. consciente, inconsciente, sutil, mesurado, controlado o relajado, las espanto. Por
mi ira, por mi frustración contenido. Guardar lo que sientes te lleva a un camino solitario y con un
reconcomio del cual los demás no tienen que ser partícipes.
—¿Cómo no merecerlo? Ella está sobreviviendo con nosotros, se siente igual que nosotros.
¿Por qué nos abandona cuando la necesitamos? ¡Todo el mundo la ampara cuando lo necesita! ¿Por
qué no nos paga con la misma gentileza? — Dice Gabriel con un ímpetu y calor en sus ojos que tal
como la primera vez que discutió con gallardo, pero esta vez con enfrentando a Gabriel con sus ojos
inyectados de sangre.
—¿Por que ella no te paga el cariño que tú le das? ¿Eso es lo que quieres decir?— responde
Javier con tranquilidad.
—No es eso, es sobre calidad humana. — comenta Gabriel tenso y cortando contacto visual.
el calor que se concentraba en sus ojos se transportó a sus mejillas. —Uno trata bien a la gente, la
ayuda le busca hacer el bien ¿Cómo es que cuando uno es el necesitado nadie está para ayudarte?.—
continúa Gabriel.
—Esa bondad que reflejas debe fluir dentro de ti, no esperando a que los demás te ayuden,
porque en esta vida estamos solos y morimos solos. Cuando tenía tu edad vivía molesto con la gente,
con el mundo. En un sentimiento permanente de desamparo, el problema es que cuando estás tan
absorbido por la visión de que todos eran egoístas, a nadie le importaba; no me di cuenta del daño que
hice, crees que te defiendes de la maldad pero lo que buscas es compartir ese dolor con los demás,
transmitiendo a la primera persona que se acerque, porque llevarlo solo es muy duro; nadie merece
esa carga que llevas, ni siquiera tú. Te transformas en un espectro maldito que siempre está enfermo,
nunca satisfecho y solo tambaleas por la vida contagiando el malestar en el peor momento de todos,
cuando eres tú mismo. ¿Crees que eso es digno de ti? ¿De alguien que se busca superar? ¿Estar sano?
¿Conectar con las personas? Esta oscuridad es la peor pared de todas tan alta como tu imaginación la
haga y tan densa como las inseguridades que tienes. Comencé mi futuro hablando de mi pasado, pero,
a medida que sigo hablando, solo me doy cuenta de que esta sombra me sigue a día de hoy. —Ambos
quedan taciturnos en una oscuridad y silencio. El alma de Javier se exponía con cada palabra; más que
guiar a Gabriel, se examinaba y se veía a sí mismo de una forma que jamás había hecho.
—Siento que nunca me he prestado atención de esa forma en la cual lo haces tú, ni siquiera sé
si esté seguro de quién soy, ¿qué hago?, ¿hacia dónde voy? Ser ingeniero era la mejor opción y me ha
ido bien; pero ¿Es lo que quiero o lo que querían mis padres? ¿Pude hacer otra cosa? “Gabriel no
pienses en estudiar lo que hace tus hermanos, puedes verlos muy tranquilos, pero andan siempre
pelandobola” eso fue el primer comentario cuando comuniqué a mi madre qué quería hacer con mi
vida, tanto esfuerzo, tanto sacrificio ¿para nada? Cómo es que he vivido mi vida sin saber quien soy,
como he podido ser un agente sin sentido en la gran corriente de lo aleatoria, sin nada que me de luz,
meta o objetivo. actuando sin diligencia, sin pensar como sonámbulo, dejándome llevar por un vagos
instintos de la circunstancias que no demuestran quien soy ¿o si lo hacen? Si no conectó con la gente
es mi culpa ¿Soy diferente? ¿Por qué soy diferente? ¿porque los demás deben sufrir o afectarles que
sea diferente? si mis acciones son tomadas por alguien que no se conoce ¿qué me impide evitar el
sufrimiento? ¿el que causó a los demás?
—Esas son preguntas que también debo comenzar a realizarme. Pero, a pesor de eso, te he
visto crecer y fluir de tu naturaleza, tú no tienes gozo al hacer sufrir a los demás, esa forma en la
trataste a Rebecca ¿Ese es Gabriel? ¿Quién quieres ser?
—Claro que no, yo quiero agradarle a la gente, que gente como ella me quiera. Me cuide,
cuente con ellos, me cubran las espalda.
—¿Qué estás dispuesto a darle a ellos? Nadie te va a entregar todo porque sí, todos buscamos
amor, ¿Por que alguien te tomará tanta importancia? Hemos hablado mucho de lo que quieres pero no
de lo que estás dispuesto a dar. ¿Cómo sabes de esa indiferencia de la que hablas? No la has aplicado
a otros, cuando solo buscamos que nos den ciertas personas, puede que no tomemos en cuenta el valor
real que otros están dispuestos a darnos, todo porque no va con tus espectativas.
—Puede que le exiga a ella tanto que no se ha manifestado o fluido, que dentro de mpi surge
una ira, solo pensando en mí, en lo que el otro me puede dar, nunca en lo que el de verdad quiere, esa
persona que tanto quiero, puede que ya sea feliz invirtiendo su tiempo en cosas que la hacen sentir
bien, completa, con bienetar, que obtenga ese cariño o resplado que tanto busco en otra persona, en
otros factores que son ajenos a mí y si optiene lo que yo tanto deseo, debería sentirme bien por ella,
duele pero es como debe fluir, si en el futuro se presentan otras cosas, estarán bien. No puedo
imponerme, dejar a los demás ser, a los que quiero seguir su camino y si se cruzan con el mio el
regocijo sera infinito, simpre tomandolos en cuenta a ellos como personas con sus ideales, gustos y
desiciones.
— Ese es el Gabriel que conozco, y eso muy sano lo que dices, ¿No crees que eso te da una
pista de quien eres? ¿De quien puedes ser? ¿De a donde debes ir?
—Wow, la verdad que me siento muy claro, como su tuviera un peso menos encima, como si
estuviera todo más claro.
— Drenar un sentimiento como el tuyo es liberador. Pero no será la última vez que te dejes
llevar por tus pulsiones, ya me ha pasado antes. Solo quiero que sepas que mucho que te he ignorado
de tí, lo he ignorado de mi. En estos momentos estoy para escucharte.
—Me gusta esto se siente liberardor,—La expreción de Gabriel se vuelve sombría— he
obrado de forma muy egoista, no me gusta ser así.
— No tienes porqué serlo. Te debes el bienestar a ti mismo y ser responsable de tus acciones
¿Qué harás ahora?
— Necesito hablar con la Rebecca, pero no solo por el perdón, por mi responsabilidad, antes
todo era para complacer a los demás, tanto tiempo de mi vida tanto de buscar todo fuera de mí,
externo, pensando que complaciendo a los demás me sentiría mejor, pero ya es momento de
complacerme a mí, buscar dentro de mí a Gabriel, una persona con virtud para el mismo que traiga un
bienestar y pueda transmitirlo, es tiempo de dejar de estar molesto con los demás, como dije antes es
momento de ser más empático conmigo, los demás y dejar que las sombras se disipen para que mi
propio calor y luz me regocijen mis días.
—Que sea por ti, para que seas mejor y no la sigas embarrando, no podemos estar todo el días
hablando, tenemos trabajo que hacer.
—Si como dices, no será la primera vez que me deje llevar por mis pasiones, me esforzaré en
que mis lecciones sean diferentes. — Ambos se levantan para comenzar su jornada.
Después de la última palabra dicha Javier y Gabriel comenzaron sus actividades horas antes
que los demás al levantarse todos. El joven ingeniero se acerca a la señorita para hablarle con una
nueva claridad que tiene mientras Javier, con cada vez mayor conocimiento de sí mismo va a hablar
con Gallardo.

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