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Covid-19: fracaso del enfoque occidental

por Thierry Meyssan

La epidemia de Covid-19 está afectando el mundo entero. Pero la mortalidad va de un 0,0003% en


China a un 0,016% en Estados Unidos, o sea 50 veces más que en China. Esta gran diferencia
podría explicarse aduciendo particularidades genéticas, pero la causa fundamental son las
diferencias en el enfoque médico, lo cual demuestra que Occidente ha dejado de ser el “centro”
de la Razón y de la Ciencia.

RED VOLTAIRE | PARIS (FRANCIA) | 30 DE MARZO DE 2021

ace un año ya, la epidemia de Covid-19 alcanzaba el mundo occidental, al llegar a Italia. Hoy
tenemos un poco más de información sobre este virus, pero las naciones occidentales persisten en
su erróneo enfoque inicial.

1- ¿Qué es un virus?

La Ciencia es por definición algo universal, observa los fenómenos y construye hipótesis para
explicarlos. Sin embargo, la Ciencia se expresa en lenguas y culturas diferentes y esto es fuente de
malentendidos y confusión cuando desconocemos las particularidades de esas lenguas y culturas
diversas.

Por ejemplo, según la definición europea de la vida, los virus son seres vivos mientras que según la
definición anglosajona son simples mecanismos. Esta diferencia cultural determina la existencia de
comportamientos diferentes. Los anglosajones consideran que los virus deben ser destruidos
mientras que los europeos estimaban –hasta el año pasado– que hay que adaptarse a ellos.

No quiero decir con esto que los europeos sean superiores a los anglosajones o viceversa, ni
tampoco que unos y otros sean incapaces de actuar de manera diferente a lo que inicialmente les
inducen sus culturas respectivas. Sólo quiero decir que cada cual entiende el mundo a su manera.
El problema es que todos debemos esforzarnos por tratar de entender a los demás y sólo seremos
capaces de hacerlo si mantenemos nuestra mente abierta a esas diferencias.
Occidente es ciertamente un conjunto político más o menos homogéneo, pero también es cierto
que se compone de al menos dos culturas muy diferentes. Aunque los medios masivos de difusión
ignoran sistemáticamente esas diferencias, nosotros –por el contrario– debemos estar conscientes
de ellas.

Si pensamos que los virus son seres vivos, debemos compararlos a los parásitos, que tratan de vivir
de su receptor, sin pretender matarlo ya que ellos mismos también morirían. Más bien se adaptan
a la especie receptora para vivir de ella sin llegar a matarla. Así que las variantes del Covid-19 no
son los «jinetes del Apocalipsis» sino una expresión de la evolución de las especies.

El principio del confinamiento de las poblaciones sanas fue concebido en 2004 por el entonces
secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, y su objetivo no era luchar contra
ninguna enfermedad sino provocar un desempleo masivo para militarizar las sociedades
occidentales [1]. Ese principio de confinamiento de las poblaciones sanas fue difundido en Europa
por el doctor Richard Hatchett, entonces consejero de Salud en el Pentágono y hoy presidente de
la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI, siglas en inglés). Fue
además el doctor Richard Hatchett quien inició la moda de referirse a la epidemia de Covid-19
como si fuese una guerra, imponiendo sencillamente la expresión «¡Estamos en guerra!»,
inmediatamente retomada por el presidente de Francia, Emmanuel Macron.

Simultáneamente, si pensamos que los virus son seres vivos no se puede dar crédito a los modelos
epidémicos del profesor Neil Ferguson, del Imperial College londinense, y sus discípulos, como
Simon Cauchemez, del Consejo Científico del presidente francés, Emmanuel Macron. Por
definición, ninguna especie viviente tiene un crecimiento exponencial ya que cada especie se
autoregula en función de su entorno. Trazar la curva del inicio de la epidemia para acabar
extrapolándola es un disparate intelectual. Por cierto, Neil Ferguson ha vivido prediciendo
catástrofes que finalmente nunca ocurren [2].

2- ¿Qué hacer ante una epidemia?

Históricamente, todas las epidemias se han combatido con éxito conjugando medidas de
aislamiento de las personas contagiadas y el fortalecimiento de la higiene.
Tratándose de una epidemia de origen viral, la higiene no tiene como objetivo la eliminación del
virus sino luchar contra las enfermedades bacterianas que se desarrollan en el organismo del
enfermo. Por ejemplo, la llamada «gripe española», que asoló numerosos países desde 1918 hasta
1920, es una enfermedad viral. En realidad era un virus benigno pero, en el contexto de la Primera
Guerra Mundial, las malas condiciones de higiene permitieron el desarrollo de enfermedades
bacterianas oportunistas que mataban grandes cantidades de pacientes.

Desde el punto de vista médico, el aislamiento se aplica únicamente a las personas contagiadas.
En toda la historia mundial de la medicina nunca se confinó la población sana como medio de
luchar contra una enfermedad. Usted, estimado lector, no podrá encontrar, en ningun país del
mundo, ni un solo tratado médico escrito hace más de un año que plantee la adopción de tal
medida.

Los confinamientos actuales de poblaciones sanas no son medidas de carácter médico o político
sino de orden administrativo. No apuntan a hacer disminuir la cantidad de personas contagiadas
sino sólo a evitar que todos se contagien al mismo tiempo para que no se congestionen los
hospitales. El verdadero objetivo de estos confinamientos es compensar las carencias debidas a la
mala gestión de los servicios de salud. La mayoría de las epidemias virales suelen durar 3 años.
Pero la epidemia de Covid-19 se verá prolongada por los confinamientos administrativos.

Los confinamientos practicados en China tampoco eran de naturaleza médica. Fueron la


intervención del poder central frente a los errores de los poderes locales y estaban vinculados más
bien a la tradición china del «mandato celestial» [3].

Nunca ha sido eficaz el uso de mascarillas quirúrgicas por las personas sanas para protegerse de
un virus que se adquiere a través de las vías respiratorias. Antes del Covid-19, ninguno de los virus
respiratorios conocidos se transmitía a través de las microproyecciones de saliva sino por
aerosoles. Lo único realmente eficaz serían las máscaras antigases. Por supuesto, es posible que el
Covid-19 sea el primero de un nuevo tipo de gérmenes, pero esa hipótesis puramente racional
resulta poco razonable [4]. Esa precisamente fue la hipótesis que se planteó con la aparición del
Covid-2, el virus del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, siglas en inglés), pero ya fue
abandonada.

Es importante recordar el Covid-2 no afectó solamente Asia en 2003-2004 sino que también se
extendió a Occidente. El SARS fue una epidemia similar a la actual y las personas que se contagian
con el Covid-2 hoy reciben tratamientos a base de interferón alfa e inhibidores de proteasas. No
hay vacuna contra el virus que provoca el SARS.
3- ¿Es posible dar tratamiento médico a personas afectadas por una enfermedad desconocida?

Enfrentar un virus desconocido no impide dar tratamiento médico a los síntomas que esta
provoca. Sólo así se aprende a conocer la enfermedad.

Los responsables políticos occidentales han optado por no investigar los posibles tratamientos
curativos para las personas ya contagiadas con el Covid-19. Han apostado todo [los presupuestos
de salud de sus países] a las vacunas. Esa decisión va en contra del juramento de Hipócrates, que
supuestamente rige la labor de todo médico en Occidente. Por supuesto, son numerosos los
médicos occidentales que siguen trabajando en la búsqueda de medicamentos y tratamientos
para las personas que ya han contraído el Covid-19, pero lo hacen con la mayor discreción, sin lo
cual serían objeto de sanciones en el seno de la profesión o en el plano administrativo.

Pero en los países no occidentales ya se habla de medicamentos utilizados con éxito para tratar los
casos de Covid-19.

- Ya a principios de 2020 –o sea antes de que el Covid-19 llegara a Occidente–, Cuba mostró casos
de Covid-19 curados con pequeñas dosis de Interferón Alfa 2B recombinante (IFNrec). En 2021,
China construyó una fábrica para garantizar la producción a gran escala de ese medicamento
cubano y desde entonces lo utiliza en ciertos tipos de enfermos [5].

- China utilizó un medicamento ya conocido por su eficacia contra el paludismo: el fosfato de


cloroquina.

Basándose en la experiencia china, el profesor francés Didier Raoult comenzó a utilizar la


hidroxicloroquina –medicamento del cual este científico francés es una de los mayores
conocedores a nivel mundial. En numerosos países la hidroxicloroquina está siendo utilizada con
éxito para los casos de Covid-19, a pesar de las fake news publicadas en The Lancet en los medios
de la prensa dominante, los cuales se empeñan en presentar ese medicamento, que ya era
utilizado corrientemente en miles de millones de pacientes, como un veneno mortal.

- Los países que han adoptado la opción inversa a la de los países occidentales, o sea que han
optado por la búsqueda de tratamientos en vez de apostar todo a las vacunas, han ido perfilando
un coctel de medicamentos poco onerosos (como la hidroxicloroquina y la ivermectina) para dar
tratamiento a los enfermos de Covid-19 (ver la imagen al final de este párrafo). Los resultados han
sido tan espectaculares que en Occidente prefieren poner en duda las cifras que esos países –con
China en primera línea– han dado a conocer.
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Imagen de un documento confidencial suizo. Los medicamentos que aparecen en esta lista se
venden a menudo bajo apelaciones diferentes, en dependencia de las firmas que los producen y
los países donde se comercializan.

- Y finalmente, Venezuela ya inició la distribución masiva del Carvativir, un medicamento


elaborado a base de tomillo (Thymus), que también ha dado resultados espectaculares en el
tratamiento de casos de Covid-19. Google y Facebook (también lo estuvo haciendo Twitter)
censuran toda información sobre el Carvativir, con el mismo celo que puso The Lancet en
desacreditar la hidroxicloroquina.

4- ¿Cómo terminará est epidemia?

En los países que han optado por las respuestas médicas aquí mencionadas, el Covid-19 sigue
estando presente pero el número de casos es sensiblemente menor a las proporciones que la
epidemia ha alcanzado en Occidente y las vacunas se reservan para las personas más expuestas al
contagio.

Pero en Occidente, donde se esconden las posibilidades de tratamiento, médico, se actúa como si
la única solución fuese vacunar a toda la población. Poderosos grupos de presión de las grandes
transnacionales farmacéuticas estimulan el uso masivo de costosas vacunas y se silencian las
posibilidades de medicamentos muchísimo menos caros, a los que podría recurrir prácticamente
cualquier enfermo. Incluso estamos viendo la aparición de graves rivalidades entre los Estados
occidentales, que se disputan la posesión de cargamentos de vacunas en detrimento de sus
“aliados”.

Se supone que Occidente dedicó al menos 400 años a la búsqueda de la Razón. Se supone también
que Occidente era el portavoz de la Ciencia. Pero, actualmente Occidente ha dejado de ser
razonable. Todavía tiene grandes científicos, como el profesor Didier Raoult, y conserva una
importante ventaja en el campo técnico –así lo demuestran las vacunas de ARN mensajero.
Pero Occidente ha perdido el rigor necesario para razonar científicamente. Y en cuanto a la
ventaja en el plano técnico, lo cierto es que hay regiones de Occidente que simplemente la han
perdido ya que los países anglosajones –Reino Unido y Estados Unidos– han logrado desarrollar y
fabricar vacunas con ARN mensajero, pero la Unión Europea ha sido incapaz de hacerlo, lo cual
indica que ha perdido su inventiva.

El centro del mundo ya no está en el mismo lugar.

Thierry Meyssan

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