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POLICIALES
| “EL MISTERIO DEL COUNTRY CARMEL”

La historia olvidada detrás


del médico que se animó a
contar lo que vio
La vida de Santiago Biasi no fue la misma después de esa noche en la
mansión de los García Belsunce cuando le dijeron que María Marta se había
caído en la bañera
SANTIAGO BIASI, EN LA FOTO CIRCULAR, RODEADO POR OTROS PROTAGONISTAS DEL

Por: Hipólito Sanzone


hsanzone@eldia.com
8 de Noviembre de 2020 | 05:39
Edición impresa

 
-¿Dónde decís que vive este tipo?

-En Berisso, la loma del culo debe ser eso.

-¿Y qué hacía en Pilar un domingo a la noche.

-Trabajar, debe ser un muerto de hambre.

Santiago Biasi fue lo peor que le pudo pasar al Clan García Belsunce.
“Indignación” pero también mucho miedo les provocaban las declaraciones de
ese médico rubión, regordete, de mirada dura y de inquebrantable
determinación que cambiaría el curso de la investigación de una de las muertes
más comentadas en la historia criminal argentina.

Esa noche del 27 de octubre de 2002 Biasi iba y venía en una ambulancia de
EmerNort, la empresa de emergencias médicas en la que trabajaba hasta los
domingos para poder llevar el mango a su casa, a su familia que lo esperaba en
el Barrio Banco, en su querida Berisso, ahí, en la loma de sus afectos donde los
vecinos lo conocen y lo respetan porque saben muy bien quien es.

Biasi tenía una vida y pasó a tener otra hasta que esa tarde-noche un llamado lo
condujo a una mansión en un exclusivo country en Pilar, donde una mujer
yacía en el piso del baño, con las ropas deportivas empapadas, el cabello
revuelto y la cara manchada con su propia sangre. Decían que la mujer se había
resbalado, que se había golpeado con la canilla de la bañera y por eso había
muerto. Pero tenía cinco balazos en el cráneo y un sexto le había rebotado y el
plomo deformado andaba por ahí.

Otro médico, que había llegado un rato antes que el berissense, le estaba
limpiando la cara a la muerta y fue lo primero que encendió en Biasi una
alarma interior.

LA SANGRE EN LA CARA

“Le dije que no le limpiara la cara, que dejara de hacerlo”, diría Biasi más tarde
ante el único investigador del caso que por entonces parecía no “ir al bombo”:
el fiscal Diego Molina Pico y lo repetiría a voz alzada, varias veces, generando
un inquietante murmullo a sus espaldas cuando años después lo llevarían como
testigo en el juicio oral por el asesinato y el encubrimiento del asesinato de la
socióloga y activista de Missing Children, María Marta García Belsunce.

La llave que permitió (más allá de las polémicas instancias judiciales que
vinieron) abrir el misterio de un crimen de repercusión nacional e
internacional estaría en Berisso, en una casa modesta pero bien arreglada como
todas las de ese emblemático Barrio Banco Provincia, en la Montevideo al
fondo, hacia Los Talas.

Desde esa casa, ese domingo, Santiago Biasi saludó a su familia y se fue a
trabajar allá lejos, a Pilar, porque no era “un muerto de hambre” sino un tipo
que amaba su profesión y no le hacía asco al trabajo. Nunca imaginó lo que
vendría.

Después de su testimonio, que desbarataría todos los planes de él o los asesinos


y sus encubridores, Biasi perdería su trabajo, sería amenazado, su auto
baleado. Su vida y la de su familia no sería la misma. Pero aún así no se
quebraría.

“Lo que yo vi, lo vi”, diría al diario EL DIA, en la primera y única entrevista
periodística que daría por entonces.

En tiempos de series sobre casos policiales, la historia particular de Biasi


amerita una propia. Porque, como se dijo, su vida nunca fue la misma después
de haberse animado a contar lo que vio y escuchó aquella noche en la mansión
de los García Belsunce. Lo mal que la pasó Biasi después de haberse animado a
decir que María Marta García Belsunce no se había golpeado con una canilla, es
una historia que, curiosamente o no tanto, ninguna serie o documental han
contado.

“YA ARREGLAMOS CON EL DOCTOR”

Biasi llegó esa noche al Country Carmel en la segunda ambulancia que pudo
entrar al lugar. Un buen rato antes lo había hecho otra, con el médico Gauvry
Gordon, el que le estaba limpiando la sangre a aquella mujer acribillada en el
baño de su casa.

“Ya arreglamos con el doctor”, le dijeron. Y fue como si le hubiesen puesto un


petardo encendido en el bolsillo trasero del pantalón.

Su colega Gauvry Gordon quedaría envuelto en un escándalo judicial y


procesado por lo que la Justicia consideraba una dudosa conducta en aquel
escenario que para la familia era el de una desgracia doméstica pero que
resultaría la escena de un crimen brutal, donde luego se sabría que la víctima
había sido golpeada, arrastrada y ejecutada. La prueba del famoso Luminol
mostraría las marcas de sus dedos arrastrándose en una pared, cerca del marco
de la puerta del baño donde fue baleada, como queriendo aferrarse a la vida
que habían empezado a quitarle.
“Ya arreglamos con el doctor”, contaría Biasi que le dijeron en aquella casa
donde le extrañó que nadie lloraba a los gritos, todos estaban tranquilos y,
además, insistían en tranquilizarlo a él insistiendo en que todo había sido un
accidente doméstico y que ya habían “arreglado” con el doctor que había
llegado antes que él.

Después del crimen, con la víctima enterrada en el cementerio de la Recoleta


porque el fiscal no se había animado a suspender el velatorio y ordenar una
autopsia, según confesaría más tarde, Biasi contó lo que vivió aquella noche. Y
el estupor que causó fue tan grande que fueron a buscar testigos para que
también oyeran lo que estaba diciendo.

“PAPÁ Y LA FAMILIA LA PASÓ MAL”

Y contó todo. Que la mujer tenía la cabeza agujereada a balazos, que uno era
tan profundo que pudo entrar su dedo hasta la primera falange del índice, que
una mujer que le habían dicho que era la masajista estaba limpiando la sangre
y la escena del crimen, que el médico Gauvry Gordon le limpiaba la cara a la
fallecida y que algunos miembros de la familia le insistían en que “no era
necesario” dar parte a la policía.

“Yo estaba cursando mis últimas materias de Derecho y me llama papá y me


cuenta por teléfono lo que había pasado y me pide que lo asesore, que le diga
qué hacer. Recuerdo que estaba muy nervioso y yo le dije que se tranquilice y
que en casa veíamos qué hacíamos. Entonces yo le ayudé a redactar el informe
que presentó en la empresa”, recuerda 18 años después de aquella noche
Fernanda Biasi, que se recibió de abogada, incursionó en la política, fue
concejal y sigue ejerciendo su profesión.

“Papá la pasó mal, todos la pasamos mal después de aquello”, dice hoy la
doctora Biasi.

La empresa EmerNort, según declararía más tarde Biasi, no presentó ese


informe a las autoridades judiciales y policiales donde dejaba sentado que
María Marta García Belsunce había sido víctima de una muerte violenta.

Y lo echaron, pese a que a través de su entonces director médico, Héctor Festa


la empresa diría que Biasi había “hecho lo correcto” y que la responsabilidad de
haber omitido la denuncia por muerte violenta había sido del primer médico en
llegar al lugar, Gauvry Gordon. Dijeron también que “la desvinculación de Biasi
de la empresa” no estaba relacionada con el caso García Belsunce.

Lo cierto es que Biasi se quedó sin trabajo.

La Asociación de Médicos de la República Argentina reaccionó rápidamente.


“El doctor Biasi sólo cumplió con su trabajo y fue despedido sin causa, por eso
apoyamos al colega y a su familia”, indicaría la entidad que en un comunicado
donde pediría “rápido esclarecimiento de los hechos acontecidos y del que
fueran víctimas el doctor Santiago Biasi y los integrantes de su familia”, en
referencia a las amenazas e intimidaciones que sufrían.

Por aquel entonces Ginés González García también era, como ahora, ministro
de Salud de la Nación, en tanto en la Provincia lo era Ismael Passaglia. A ambos
le pidieron por Biasi pero tal parece no tuvieron mucha suerte.

Ese despido laboral fue, acaso el primer cambio brusco en la vida de ese médico
berissense que se animó a contar lo que vio en la casa donde mataron a María
Marta García Belsunce, un caso que más adelante transitaría por diferentes
caminos, algunos novelescos y otros no tanto.

Por caso, el fiscal Molina Pico buscó la forma de probar que el crimen había
tenido un móvil económico “de alta gama” y vinculado nada menos que al
narcotráfico.

La pista nació en la computadora de María Marta García Belsunce bajo el


nombre del archivo “Bicho”. Para el fiscal esa era una rendija que le permitía
asomarse a una entidad financiera vinculada a allegados a la familia y una de
las pantallas utilizadas para blanquear dinero del Cartel de Juárez, la
organización narco mexicana creada por Gilberto Ontiveros, alias “El Greñas”,
Rafael Aguilar Guajardo y los hermanos Muñoz Talavera y alguna vez
controlada por Amado Carrillo Fuentes, el “Señor de los Cielos”.

EL LEÓN EMBALSAMADO

La DEA le seguía a Carrillo Fuentes sus pasos en Argentina y sus inversiones a


través de diferentes empresas. Cuando su imperio cayó en desgracia, el
gobierno argentino incautó bienes por varios millones de dólares. Casas,
campos, yates, todo alta gama.

Cuentan que aquel final de los 90 y principios de los 2000 en nuestro país el
Señor de los Cielos encontró tierra fértil y desparramó inversiones en Buenos
Aires, Bahía Blanca y puntos claves de la Costa Atlántica.

En la Recoleta tenía un departamento de casi 200 metros cuadrados y en


medio del enorme living un león embalsamado, una pieza que poco cuesta
imaginar su valor entre la tarea de cazar al pobre animal, disecarlo e ingresarlo
al país.

El fiscal siempre estuvo convencido que el móvil del crimen pudo tener que ver
con una disputa por dinero transferido al exterior ocho días después del
homicidio de María Marta García Belsunce.

En la extensión de esa supuesta pista narco figuraba una reconocida vecina del
Country Carmel y amiga de la familia de la asesinada: Nora “Pichi” Taylor, una
mujer que varias décadas atrás había sido elegida reina en la Fiesta de la Papa,
en su Balcarce natal.

Taylor protagonizaría uno de los capítulos más recordados del juicio oral
realizado tiempo después.

Es que en su declaración original como testigo, Inés Ongay, una entrañable


amiga de María Marta García Belsunce que enterada de su muerte había
viajado desde Bariloche para asistir al entierro en la Recoleta, había dicho que
la Pichi Taylor le había contado que “se había pagado para hacer lo que el
Gordo (por Carrascosa) quería”. Es decir, sin autopsia ni nada que pudiese
mostrar que la muerte de su mujer no tenía que ver con la canilla de la bañera.

A los gritos, casi insultándola y regrefándole su condición de “mujer sola”,


Taylor negó todo.

“Vos no tenés nada que perder. No tenés hijos. No tenés marido”, fue lo que le
espetó Taylor.
Pero Ongay se puso firme: “Hasta el día que me muera voy a afirmar que vos
me dijiste que se pagó para hacer lo que Carrascosa quería”, dijo Ongay, en
absoluta paz.

¿Con esa gente se fue a meter Biasi, el médico del barrio Banco Provincia, ahí
en la Montevideo al fondo, en Berisso?

Cuando empezaron las amenazas, las telefónicas, los autos sospechosos


pasando una y otra vez, la Procuración General bonaerense le ofreció a Biasi
entrar en un programa de protección al testigo. Como en las películas o en las
series donde se evita contar cosas como las que le pasaron a Biasi, le ofrecieron
otra vida para ponerlo a salvo.

Pero Biasi dijo que no con la misma determinación con la que se plantó esa
noche cuando le dijeron “vaya tranquilo que esto fue un accidente”.

A esas intimidaciones se sumaría otro episodio grave en el que su automóvil fue


severamente dañado por desconocidos mientras seguían los raros llamados
telefónicos y los automóviles siguiéndolo.

El doctor Biasi nunca se fue de Berisso ni dejó la profesión. Todavía ejerce y


últimamente lo hace en un lugar del interior que la familia prefiere que no se
revele.

A 18 años de todo aquello los fantasmas o mejor dicho los actores de carne y
hueso detrás de todo lo que le tocó vivir, quizá sigan revoloteando.

Su historia es la historia dentro del caso García Belsunce. Tan estremecedora


que hasta da para su propia serie.

“Lo que yo vi, lo vi”, le dijo Biasi a EL DIA, en la única entrevista


que dio en su momento

En tiempos de series sobre casos policiales, la historia particular


de Biasi amerita una propia

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