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TALLER

LOS TEMAS QUE


"SOCIEDADES DESE
RESISTENCIA:
HISTORIA Y ACTUALIDAD
DESARROLLARÁN SON: DE LA
ORGANIZACIÓN PROLETARIA ANARQUISTA."

- Sans Culottes
- Sociedades de Socorros Mutuos
- Sociedades de Resistencia al Capital
- Sociedades de Resistencia por Oficios
- La Sociedad de Resistencia hoy
Organización:

Es un sistema de actividades conscientemente coordinadas formado por dos o mas personas; la


cooperación entre ellas es esencial para la existencia de la organización. Una organización solo
existe cuando hay personas capaces de comunicarse y que están dispuestas a actuar
conjuntamente para obtener un objetivo común.

Proletariado:

(del latín proles, linaje o descendencia) es un término utilizado para designar a la clase social más
baja de la época de la edad moderna que, en el modo de producción capitalista, se ve obligada a
vender su fuerza de trabajo a la burguesia por carecer de los medios de producción. Un miembro
de tal clase es llamado un proletario. En la Roma imperial, los proletarii eran los ciudadanos de la
clase más baja, que no tenían propiedades y cuya única utilidad para el Estado era generar proles
(hijos) para engrosar los ejércitos del imperio. El término se utilizó inicialmente en un sentido
despectivo. En la teoría marxista, el proletariado es aquella clase social que no tiene la propiedad
de los medios de producción. Por lo tanto, la única fuente de ingresos para los proletarios es la
venta de su fuerza de trabajo. El marxismo ve el proletariado y la burguesía (la clase propietaria)
como inherentemente hostiles, al defender intereses antagónicos, lo que se manifiesta, por
ejemplo, en que los trabajadores de las fábricas desean que los sueldos sean tan altos como sea
posible, mientras que los dueños desean que los costes, y por tanto los sueldos, sean tan bajos
como sea posible. Para Marx, esta contradicción es la concreción en el periodo de producción
hegemónicamente capitalista de lo que él denomina la lucha de clases, y que considera el motor
de la historia. Utilizó el término entonces en un sentido positivo para identificar lo que él llamó la
clase obrera, diferenciando proletariado y lumpenproletariado (en latín, harapiento) y colocándolo
como un grupo antagónico a la clase burguesa.

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Anarquista:

El comunismo anárquico como finalidad

Surge de entender la mutua necesidad de la libertad y la igualdad (anarquía y comunismo), de


entender que no hay verdadera libertad si subsiste la propiedad privada de los medios de
producción (o el control de ella por un@s poc@s) y que no hay igualdad si subsiste la jerarquía, el
mando, la autoridad de un@s sobre otr@s. El comunismo anárquico es, entonces, la sociedad de
libres e iguales libremente asociad@s para el bienestar de tod@s y para un disfrute pleno de la
vida en una verdadera sociedad. Su idea base es “de cada cual según sus posibilidades, a cada
cual según sus necesidades”.

Lucha social:

A diferencia de la lucha de clases la idea de lucha social comprende, además del factor
económico, todos los factores que hacen que un@s poc@s puedan oprimir o explotar a otr@s
(cultura, género, relaciones políticas, etc.). No es, entonces, sólo la condición económica la que
define a los diferentes “bandos en lucha”. Es una lucha en que se enfrentan quienes, pobres o no,
defienden al sistema de la jerarquía y el privilegio contra aquell@s que se enfrentan a la opresión
en todas sus formas. Es una lucha de ideas fuerza, a nivel masivo y a nivel individual (hasta
dentro de un@ mism@), entre la tendencia a buscar la acumulación de riqueza y poder personal
en desmedro de los demás y la tendencia a buscar el bienestar y la libertad de tod@s. Esto
entendiendo que la libertad de cada un@ depende la de l@s demás.
Sans culottes:

La expresión sans-culottes significa literalmente "sin calzones". El término está relacionado con
las modas y costumbres de la época, el siglo XVIII, ya que los sectores sociales más acomodados
vestían con unas calzas cortas y ajustadas (los culottes), mientras que muchos miembros del
Tercer Estado llevaban pantalones largos.

Cuadro representando a un típico sans-culotte de Louis-Léopold Boilly (1761-


1845).

Bajo este mote, usado al principio de forma despectiva y exhibido


posteriormente por ellos mismos con orgullo, se incluía a un grupo
heterogéneo de personas: trabajadores independientes, pequeños
comerciantes y artesanos (carpinteros, sastres, etc.). No se incluían entre
ellos ni a los más pobres ni a la burguesía acomodada.

Los sans-culottes constituían, por su elevado número, una parte importante


del Tercer Estado de la capital francesa. Durante generaciones se hallaron expuestos a
numerosas injusticias y continuas vejaciones por parte de los estamentos privilegiados. Habían,
pues, acumulado odio y rencor hacia quienes disfrutaban de todos los lujos.

El inicio de la Revolución Francesa significó, para muchos de ellos, el momento de su venganza.


Al estallar aquella, los sans-culottes se convirtieron en la fuerza de choque popular que asaltó la
Bastilla y el palacio de las Tullerías. También constituyeron la base fundamental del ejército
francés que se enfrentó a las potencias absolutistas europeas.

Entre 1792 y 1795, los sans-culottes fueron los protagonistas de la escena política revolucionaria.
Asistían a los debates de la Asamblea Nacional, Asamblea Constituyente y la Asamblea
Legislativa y allí alentaban a los representantes radicales que con mayor ardor defendían los
duros castigos para los acaparadores de alimentos o la fijación de un precio máximo para los
productos de primera necesidad.

Por último, hay que señalar que la presión que ejercieron sobre los diputados a la hora de votar
sobre la condena a muerte de Luis XVI resultó decisiva para que el monarca acabase en la
guillotina.

Ideologías de la Revolución Francesa

Durante la Revolución francesa hubo cuatro grupos políticos fundamentales y con diferentes
formas de entender la revolución:

• Los constitucionalistas eran partidarios de una monarquía moderada por una


constitución. Fueron el grupo dominante durante la primera parte de la revolución, la
monarquía constitucional (1789-1792). En este grupo encontramos al marqués de
Mirabeau y La Fayette.

• Los girondinos eran los representantes de la alta burguesía, eran republicanos


moderados . Eran partidarios de realizar la revolución por medio de la ley. Se inclinaban a
dar más importancia a las iniciativas de las provincias frente a las del gobierno de París.
Para ellos las ideas revolucionarias son universales y por lo tanto aplicables en cualquier
parte. Su figura más destacada es Brissot.

• Los jacobinos eran los representantes de la burguesía media y las clases populares
(sans-culottes). Pretenden controlar la revolución y llevarla adelante por medio de los
hechos. Son centralistas, el impulso revolucionario está en París y desde allí ha de
extenderse. Están dispuestos a limitar la propiedad privada y la libertad individual. Sus
figuras más representativas son Danton, más moderado, y Robespierre

• Los cordeliers o demócratas, el sector más exaltado, que ni siquiera está en la


Asamblea. Propugnan el sufragio universal y la soberanía del pueblo. Actúan en la calle
pero nunca tuvieron el poder. Su figura más representativa fue Marat.

• En el ámbito religioso, los sacerdotes se dividieron en dos grupos:

-Juramentados: apoyaban la revolución.

-Refraccionarios: no apoyaban la revolución; la detestaban.

Algunos de los que participaron en la conspiración de los iguales ya tenían según Kropotkin “una
vaga aspiración a lo que lamamos actualmente comunismo anárquico”, como cuando Maréchal
agrega en el Manifiesto del mismo grupo “Desapareced, repulsivas diferencias entre gobernantes
y gobernados”, palabras que desautorizaron públicamente sus mismos compañeros. Éste,
Maréchal, fue quizás el más representativo de muchos que se atrevieron a plantear el ateísmo
militante y la negación a todo poder estatal. Y así el poder y los moderados llamaban “anarquistas”
(peyorativamente, sin duda) a quienes en el terreno de la acción revolucionaria pretendían pasar
por encima de los escrúpulos legalistas de los girondinos y aún del estrecho politicismo de los
jacobinos.

La revolución solidaria. Las Sociedades de Socorros Mutuos de Artesanos y Obreros: 1840-


1887

No es extraño que, habiendo calificado la historiografía del movimiento obrero a las Sociedades
Obreras de Socorros Mutuos como su “pre-historia”, muy poco se haya conocido acerca de ellas.
Su historia en Chile se comienza a dibujar en el desencantado rostro del artesanado chileno
desde la década de 1840, bajo los nublados cielos de una república aristocrática. Podemos
apreciar que la lucha que realizan los artesanos en torno a su organización forma parte del
proceso de transición capitalista, caracterizado por una aguda tensión dada por el proceso de
expropiación de libertad y propiedad: su lucha consiste en evitar la pérdida de sus medios de
producción (su taller y la salud de su cuerpo) y, por consiguiente, en impedir su proletarización.
Lucha –a nuestro juicio- de contenido semejante, aunque a otro nivel productivo-social, que la que
daban, por ejemplo, los peones mineros en este mismo proceso de transición. La derrota de los
revolucionarios de la primera etapa de la Independencia había significado, en efecto, la virtual
desarticulación de los gremios de artesanos. Vivían así, una peculiar forma de proletarización: una
proletarización estatal-militar consistente en dicho reclutamiento forzoso en las milicias o guardia
cívica. Esta proletarización militar se completaba y consumaba en su proletarización estatal-
política. El gobierno de turno forzaba a sus milicianos a votar por el partido oficialista, controlando
estrictamente sus cédulas de votación. Muchos talleres hubieron de cerrarse en aras de un
empleo apatronado en los talleres y fábricas principalmente de extranjeros avecindados. El
periódico artesano comenzó a describir el profundo desencanto republicano del pueblo, cada día
más marginado de los beneficios de la libertad, traicionados sus padres y su clase, la que habría
dado su sangre por la independencia.
Enseguida, si sale a desahogarse y una policía suspicaz y recelosa, desempeñada por agentes sin la
menor moral y educación, sigue sus pasos, termina siempre por mortificarlos en todo sentido y
privarlos hasta de los más inocentes goces, en que siempre el vigilante encuentra crimen para
ostentar su autoridad.
Desde allí algunos jóvenes iniciaron la difusión de los principios de la asociación basándose
en las teorías del anarquismo y del socialismo societario (así denominaremos al llamado “socialismo
utópico”) tan en boga entonces en Europa, vinculándolo al proyecto político de democracia
republicana. Sobre estas bases y principios pensaban una nueva forma de asociación que se
diferenciara de las que entonces existían para fines electorales, tales como la sociedad Demócrata,
Caupolicán, Colo-Colo y Lautaro.
Partiendo de la máxima de que “todos los hombres son hermanos”, establecían que “donde
la igualdad no existe, la libertad es mentira” y la asociación era definida como la “forma necesaria”
del principio de igualdad. Dicha asociación tenía como fin “llegar a la satisfacción de las
necesidades intelectuales, morales y materiales de todos, por medio del empleo de sus aptitudes
diversas y el concurso de sus esfuerzos”. La asociación haría entrar al pueblo en un cuarto
estadio en el desarrollo histórico de la humanidad: “Los trabajadores han sido esclavos, han sido
siervos, hoy son asalariados; es necesario hacerlos llegar al estado de asociados”. Para esta
nueva generación de republicanos este estado de asociados se alcanzaba a través de un
gobierno democrático, basado en los principios de la soberanía popular y la trilogía: igualdad,
libertad, fraternidad 1. Pero era autonomía, como conciencia y como opción política en el seno del
artesanado, el nuevo concepto que estaba llamado a revolucionar históricamente el orden político,
social e ideológico en Chile. En la víspera de las elecciones, en la portada de El Pueblo apareció
dibujada una escena de la revolución francesa y se llamaba a los artesanos a no votar. Que el
pueblo, decía, nada podía esperar de la clase gobernante y se anunciaba el toque de una
campanada, como la señal para reunirse el pueblo en la Alameda, a liberar los presos y darse
todos un abrazo fraternal. Terminaba el periódico con encendidas máximas anarquistas y
republicanas. Este hecho provocó el repudio general de los clase gobernante y se estableció el
estado de sitio. Más allá del suceso mismo, esta disyuntiva: prescindencia/participación político-
electoral no fue mera cuestión de coyuntura. Más bien ella atravesará el movimiento social obrero
durante las décadas siguientes.
Con la Sociedad de la Igualdad se hallaba el punto de partida, incluso el modelo, el ideario y el
proyecto del movimiento societario posterior, es decir, del socorro mutuo, como los mismos
obreros lo reconocen a lo largo de todo el siglo XIX. El proyecto de la Sociedad de la igualdad es,
pues, desde el punto de vista social, el de la transformación del pueblo, de objeto de dominación
en sujeto histórico en tanto actor consciente de su destino. En segundo lugar, constituye el primer
proyecto orgánico de autonomización ideológica, política y social de la clase artesana y popular.
En tercer lugar, constituye un proyecto fundacional en Chile en cuanto osado desafío al sistema
de poder imperante, presionándolo a respetar el negado derecho de asociación de la clase
popular. La lucha que la Sociedad de la Igualdad entablará por hacerse respetar como forma de
asociación, conducirá a su cruel represión y pronto aniquilamiento y, por lo mismo, a su
legitimación histórica como dicho concepto de “asociación”. Esta organización es (a) una
organización de base, de deliberación; (b) una organización para el desarrollo y protección
intelectual y material de la clase trabajadora; (c) centro de formación de referentes sociales
capaces de alzar la voz y predicar la “religión republicana”: libertad, igualdad, fraternidad: (d)
finalmente, se constituye en referente histórico y fuente de inspiración espiritual y doctrinaria para
las futuras asociaciones proletarias.
A principios de 1850 Francisco Bilbao retornaba del destierro a su patria con el espíritu turbado

1
El Pueblo, Santiago, 25 de enero de 1846. Correspondencia: “La Cartilla Republicana”.
por los sangrientos acontecimientos revolucionarios de 1848 que le había tocado presenciar en
Francia. La clase obrera francesa había roto drásticamente con la burguesía liberal, su antigua
aliada. A diferencia del concepto de pueblo -como “masa comprable e ignorante”- que tenían los
aristocráticos personeros de los partidos tradicionales, tanto liberales como conservadores-, los
igualitarios tenían un concepto del obrero chileno radicalmente opuesto: reconocían en éste a un
ser humano, que se demostraba plenamente capaz, inteligente y autónomo para pensar y hacer
de sí mismo su propio proyecto histórico. El 10 de abril de 1850 se reunieron jóvenes republicanos
y artesanos para dar origen a la asociación que se denominó La Igualdad. En sus Estatutos, la
Sociedad de la Igualdad planteaba que “el objeto que nos proponemos es la asociación para
conseguir la vida de la fraternidad en nosotros mismos, en nuestras instituciones políticas y so-
ciales, en nuestras costumbres, en nuestras creencias” 2. Se pensaba que cada núcleo debía
tener veinte miembros, con lo cual se pretendía, al mismo tiempo que darle un carácter de
organización de base democrática a la sociedad, evitar el “susto y el temblor de los poderosos”
cuando veían al pueblo reunido. Su primera y gran lucha consistía en afirmar legal e
históricamente el derecho de asociación para el pueblo, supuestamente garantizado por la
constitución republicana. Lucha, por cierto, muy difícil, pues sabemos que la libertad como ley de
la república, tenía en su práctica, un claro sentido de clase.
“La asociación teniendo un objeto saludable, como es instruirse en común, produce la
moralidad (...). Además, la armonía desarrollada entre las personas que tienen costumbre de
verse reunidas, de expresar sus sentimientos y de discutir para simpatizar con los sentimientos
ajenos, es un lazo de fraternidad que endulza el carácter de los hombres inspirándoles
sentimientos de bienestar común y acostumbrándoles a separarse del pensamiento egoísta de
sí mismos, para interesarse por el bien de aquellos con quienes se reúne y cuya causa es
común.”
Ahora bien, es absurdo pensar que la Sociedad de la Igualdad, habiendo surgido como una
iniciativa de un grupo de la clase dominante -a pesar de su disidencia respecto de ella-, estuviese
exenta de la intencionalidad de esa clase. Es un hecho que la idea de la Sociedad de la Igualdad
estaba lejos de pretender organizar una fuerza revolucionaria al estilo de la Francia de 1848. Se
pensaba como un instrumento para ir logrando paulatinamente y pacíficamente la incorporación
soberana del pueblo al proyecto democrático y republicano.
La Sociedad funcionaba básicamente como un centro de conferencias y debate sobre temas
de filosofía, política o historia, tendientes a despertar la identidad y auto-reconocimiento del
pueblo y su destino histórico. A la vez, se planteaba como una especie de cámara popular de
presentación y discusión de proyectos de bienestar social y material. Entre los proyectos
presentados, discutidos y aprobados por la sociedad, dos de ellos constituían su más caro anhelo:
una “Escuela de Artesanos y Establecimientos de Montes de Piedad -institución de auxilio popular
en caso de enfermedad y desgracia, el cual que además operaba como Caja de Ahorros para
préstamos de corto plazo y bajo garantía de prenda y módico interés-en toda la república”. Dos
elementos que constituyeron la base de las futuras sociedades de obreros. Aprobado el proyecto
de la Escuela de Artesanos, en octubre de 1850, comenzó a funcionar con los siguientes cursos:
lectura y escritura, aritmética, dibujo lineal, música, inglés, baile, historia antigua, historia de Chile.
Se anunciaba que pronto se organizarían cursos de escritura y lectura para niños 3.
La Sociedad de la Igualdad fue creciendo; el compacto desfile por la Alameda de las
Delicias de cientos de miembros, calificados por la elite como “el roterío” santiaguino, con
escarapelas, consignas y estandartes, alarmó histéricamente a la sociedad de poder y enardeció
al mismo Partido Liberal. El Partido Liberal entabló, pues, una tenaz lucha por la apropiación de
esta fuerza social iniciando una pugna con los dirigentes igualitarios sostenedores de la teoría de
la autonomía política de la Sociedad de la Igualdad. Manuel Bilbao se habría opuesto a tal
acuerdo: “Hice ver que el fin de la asociación no era político, sino social”. Después de una
acalorada discusión, había triunfado la tesis de la Sociedad de la Igualdad de Santiago 4.
Bilbao tomó la palabra y pronunció un célebre discurso:
“¿Es la política de la revolución - una política de alcoba? - cambio de hombres - odios

2
Manuel Bilbao, op. cit.
3
La Barra, Santiago, 23 de octubre de 1850.
4
Manuel Bilbao, op.cit.
profundos - pequeñeces sin fin - preocupaciones personales - egoísmo y egoísmo? ¡No!... El
programa de la revolución, ¡sabéis dónde está? - No lo busquéis en la casa de los ricos - ni de las
autoridades y poderes del Estado - ni en el alma de los que no sienten la verdad al no sentirse
pueblo soberano: - el programa está a la vista, vedlo en los campos desiertos y áridos - vedlo en
la usura que devora el trabajo - ved el programa de !a revolución en el roto de nuestras ciudades,
en el inquilino de nuestros campos, en la ignorancia de nuestros deberes y derechos - en la falta
de amor de los fuertes para con los débiles - en el imperio del fanatismo - en nuestro olvido del
araucano, que hace tiempo espera la palabra de amor de una patria y sólo ha recibido la guerra y
el desprecio de nuestro orgullo de civilizados - bello orgullo - bella civilización, ciudadanos”.
Y agregó: “No hay otra política verdadera que aquello que tiene por divisa: “todo por el
pueblo para el pueblo”. Entonces habrá medios de darle una educación gratuita - de darle trabajo
sin que viva explotado por los grandes propietarios. Esta es la política de la justicia y la política
nacional y la política del mayor número. ¿Qué se opone cuando tenemos la justicia y el número? -
Nuestras divisiones - la falta de asociaciones - la falta de hombres precursores que sepan
sacrificarse”. Finalizó diciendo que la verdadera política era la de la libertad y la fraternidad y que
jamás abandonaría al pueblo 5.
Esta autonomía partidaria de la Sociedad de la Igualdad no significaba que prescindía de
un ideario político, en cuyos principios se empapaban los asociados. En efecto, los igualitarios
hacían suyo un proyecto de democracia republicana a inspiración de la revolución francesa, la que
pretendía “la destrucción completa, integra, absoluta de todos los privilegios, de todos los
monopolios, de toda autoridad arbitraria”.
Así los acusaba la aristocracia: “Esos mismos filántropos que ocurren a los desgraciados
para entregarles una cuchilla como si no estuviesen llamados más que para las venganzas y
carnicerías, esos mismos reformadores profetas, hombres de estado, les quitan el derecho de ser
ciudadanos, el derecho de hablar o escribir; ¿dónde está la lógica de la oposición? ¿cómo podéis
explicar ese antagonismo político: represivo, aristocrático, anti-republicano en el parlamento:
anárquico, plebeyo y comunista en vuestras sociedades igualitarias”?
Espías circulaban alrededor de sus reuniones. Se amenazaba con palos y calabozo a los
artesanos que pertenecían a las guardias cívicas que asistían a las sesiones de los igualitarios.
Por su parte, algunos curas desde el púlpito condenaban a pecado mortal a quienes asistiesen a
la Sociedad de la Igualdad o leyesen los periódicos liberales o igualitarios que publicaban
“doctrinas contra la religión cristiana”. El 16 de agosto, tres hombres irrumpieron cuando había
terminado de sesionar uno de los grupos de la sociedad. Sacaron garrotes y sables y golpearon a
los obreros presentes. Era el conocido pretexto para provocar y denunciar “desorden” en la
sociedad, motivo legal de disolución. Al día siguiente del ataque, cien nuevos socios se incor-
poraron a la Sociedad de la Igualdad y así cada noche.

Sobre Santiago se impuso el terror. Se acuarteló los guardias cívicos preparándolos para un
ataque y se encarceló y torturó a los cívicos igualitarios. El gobierno decretó la prohibición de
cargar armas y se desarmó a la oposición en las calles.
En medio del ambiente de tensa amenaza, la Sociedad de la Igualdad continuaba
reuniéndose cada vez con mayor cantidad de adherentes. A fines de agosto se hablaba de un
número de más de mil inscritos. El debate ideológico tendía ahora a diferenciar la revuelta
electoral de la revolución social, como revolución de principios, hacia la cual debía encaminarse el
pueblo y la Sociedad de la Igualdad. No obstante, ésta se mantuvo en una posición no provocativa
y preocupada de sus actividades internas de educación y desarrollo, solidarizando con los
encarcelados y perseguidos. En septiembre de 1850 quedó constituida la Sociedad de la Igualdad
de San Felipe, con el apoyo y estímulo de la de Santiago. “Ciudadanos –decía una nota de la
Sociedad- ese soberano (...) es el pueblo que sale del taller, que arroja a los vendedores del
templo y que proclama su santo advenimiento. El advenimiento de la justicia, el advenimiento del
amor (...). He ahí lo que significa nuestra asociación. (...). Después de ver la miseria física y moral
en que vivimos, tenemos derecho para clamar: ¡justicia! Justicia por mi soberanía despojada.
Justicia para el pueblo que enriquece al rico y se embrutece en la miseria. Justicia para la
desigualdad en las cargas, en las contribuciones, en la educación. Justicia porque todo el peso
social aplasta más y más al miserable y sólo eleva y eleva al privilegiado!”. Y los llamaba a

5
Manuel Bilbao, op. cit.
educarse, a unirse y fraternizar y a pedir en un solo grito las reformas sociales y políticas
impostergables para iniciar el camino de la democracia y la justicia 6.
El deseo de la represión se excitaba ante las numerosas reuniones que la Sociedad de la
Igualdad de San Felipe celebraba, y por las manifestaciones públicas que realizaba, donde se
reunía el pueblo bajo su estandarte y se proferían consignas contra la tiranía. Los primeros días
de noviembre el Intendente procedió a disolver los cuerpos cívicos, compuestos en su mayoría por
igualitarios y, por medio de la fuerza, despojó a los igualitarios de su estandarte, tomando presos
a los representantes liberales. Ante esto, la Sociedad se presentó en masa en la plaza pública,
exigiendo su libertad y amenazando al Intendente 7. La Sociedad de la Igualdad de San Felipe,
conjuntamente con la de Santiago, habían aprobado un acuerdo que calificaba de atentatorio al
sistema republicano y a las libertades públicas, todo acto que violase el derecho de asociación e
impidiese su práctica legal y pacífica. Todos los socios habían reconocido “el derecho de resistir,
por medios legales, a semejante atentado” 8. No obstante, los hechos acaecidos fueron tomando
su propia dinámica y fuerza y “el resultado fue el motín en que se encuentra actualmente la
provincia, con indecible escándalo de la república” 9. En éste se combinaron dos elementos: la
práctica de revuelta propia de la tradicional pugna política entre fracciones de la elite republicana,
y un cierto fulgor revolucionario popular inspirado en las revoluciones sociales de París y en los
principios de igualdad, libertad y fraternidad. Los hechos se desencadenaron cuando un sector del
pueblo se apoderó del cuartel y tomó preso al Intendente –quien sufrió heridas- y a otros
personeros del régimen. Otro sector de los igualitarios se dirigió a la cárcel y, rompiendo puertas y
rejas, liberaron a sus dirigentes presos y a todos los reos allí existentes, al estilo del revolucionario
asalto a la Bastilla.
Al cuartel acudió entonces Ramón Lara, el encarcelado editor de El Aconcagüino, quién
procedió a abrir los almacenes de armas y vistió de militares a todos aquellos cívicos igualitarios
que días antes habían sido dados de baja, y asumió la comandancia general de armas.
Seiscientos individuos se aprestaron a cargarlos, aunque estos no pasaban de cuatrocientos
fusiles. Se procedió luego a resguardar los puntos de acceso a la ciudad, a patrullar el pueblo y
hacer tres allanamientos que alarmaron a los vecinos pudientes. Uno de los dirigentes de la
revuelta, don Severo Caldera, se dirigió a la casa del Intendente -que estaba ausente- a rescatar
la bandera de la Sociedad de la Igualdad. Se amenazó al Secretario que en caso de negativa, el
pueblo allí presente, rompería las puertas de la Intendencia, ante lo cual accedió a entregársela.
Se formó una Junta gubernativa, conformada por dirigentes liberales y la ciudad se mantuvo en
poder de los rebeldes durante treinta horas. Finalmente, llegaron refuerzos militares y se produjo
la rendición y el desbande 10. Dirigido a todas luces por el Partido Liberal, este motín estuvo por
primera vez impregnado de espíritu de sublevación popular. Fue también la primera fase de la der-
rota política-militar del pueblo.
Luego con la Sociedad de la Igualdad de La Serena se inaugurará el liderazgo obrero y del
socorro mutuo en la organización popular. En efecto, el día señalado, Muñoz con cincuenta de los
igualitarios asaltaron el cuartel armados de puñales y garrotes. Otros grupos lo apoyaban por
detrás, al mando de su hermano Juan Muñoz, arrestando a los caudillos del régimen. Ambas
operaciones fueron exitosas. Consumada la toma del cuartel, el pueblo gritaba: “¡Viva la
República, viva la Igualdad!”. La insurrección se generalizó en todo el pueblo. Estos tres sucesos
de rebelión -de San Felipe, Santiago y La Serena- gatillados por la represión de las autoridades a
la asociación popular, no fueron sino los prolegómenos de la guerra civil de 1851, la cual va a
terminar por devastar el primer movimiento orgánico del artesanado chileno, el cual ya daba
decididos pasos hacia la autonomía.
Aunque de duración efímera en cuanto asociación, la Sociedad de la Igualdad de La Serena
es el símbolo del entrelazamiento histórico entre la Sociedad de la Igualdad y el Socorro Mutuo.
Fermín Vivaceta: “Uno de los síntomas más evidentes de la regeneración del pueblo obrero es la
marcada tendencia a la asociación de fuerzas que comienza a reinar entre sus diversos gremios.

6
La Barra, Santiago, 1º de octubre de 1850
7
El Copiapino, Ibid
8
La Barra, Santiago, 25 de septiembre de 1850
9
El Copiapino, Copiapó, 30 de noviembre de 1850.
10
El Copiapino, Copiapó, 29 de noviembre de 1850. Intendencia de Aconcagua a Ministerio del Interior
Los artesanos de la capital se han convencido al fin de que han estado durante muchos años bajo
dos errores capitales, o más bien, bajo dos tutelas funestas: la del patrón y la del fisco.” Cuando
se establecieron nuevamente las libertades públicas se comprometió en la tarea de la sociabilidad
y fundó en 1862 en Santiago con 62 artesanos, la sociedad Unión de Artesanos bajo el lema
“Unión y fraternidad”, consigna que inspiró el movimiento popular asociativo de las décadas
posteriores.
Luego, en la década de 1870 se avanzará en la sociabilidad obrera y en la afirmación de su
identidad de clase. Los artesanos y obreros fueron creando un mundo propio, un micro-mundo, un
hábitat cultural en torno a las distintas sociedades, en la cual participaban indistinta y
simultáneamente. Allí satisfacían sus necesidades ante la desgracia: de ahorro, de trabajo, sus
necesidades culturales, de relación social y de esparcimiento. Tenían sus propios médicos y
practicantes, sus grupos teatrales y musicales, sus profesores, sus charlistas. Algunos tenían
convenios de intercambio de servicios y relaciones entre las sociedades de las distintas provincias
y localidades del país e incluso entre las de los países vecinos.

Las Sociedades de Resistencia (Maxi)


El siglo XIX en Europa se caracterizará por el desarrollo del capitalismo industrial y la agudización
de la situación de los trabajadores que deben cumplir jornadas laborales de 14 y 16 horas, el
trabajo de niños, viviendas en las que no se puede vivir, condiciones de hacinamiento, etc., etc.
Factores económicos, sicológicos y sociales permiten formas de reacción ante estos
condicionamientos impuestos. “El movimiento obrero toma conciencia de sí entre 1830 y 1836 en
Francia, como en Inglaterra. También como en este país tiende a autoorganizarse en las
sociedades obreras, su organización natural. Mas aquí, a diferencias de lo ocurrido en Gran
Bretaña, el movimiento societario desarrollará una ideología revolucionaria que, partiendo de la
autonomía del movimiento obrero llegará a formular teorías de reestructuración de la sociedad
sobre la base del trabajo creador y liberado (...) Muchos obreros formarán parte de grupos
clandestinos o clubs políticos donde se conspira. Más en general, su desenvolvimiento será
autónomo en la mayor parte de este siglo.11 Las asociaciones serán de socorros mutuos y en
ocasiones de resistencia.
En 1864 obreros ingleses y franceses dan origen a la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT) en Saint – Martin´s Hall, la radicalidad que despliega la primera internacional se manifiesta
en su primer congreso de 1866 celebrado en Ginebra, donde se plantean la necesidad de
instrumentar la ayuda mutua en defensa de los salarios, pero además acuerdan “es su deber
reclamar también que existe un fin más elevado que debemos alcanzar; la supresión del salariado.
El congreso recomienda el estudio de los medios económicos basados en la justicia y en la
reciprocidad”.12
La “influencia de las sociedades de resistencia para la emancipación de los trabajadores” es un
punto tratado en el 4° congreso de 1869 en Basilea. Lo acordado de la ponencia de los
internacionalistas franceses dice lo siguiente: “El congreso cree que todos los trabajadores deben
dedicarse activamente a formar sociedades de resistencia en los diversos gremios. A medida que
se vayan formando esas sociedades, invita a las secciones, grupos federales o grupos centrales,
a comunicarlo a las sociedades de la misma formación, a fin de provocar la creación de uniones
internacionales de los gremios. Esas federaciones serán encargadas de reunir todas las
informaciones que interesan a su industria respectiva, de dirigir las medidas que han de tomarse
en común; de regular las huelgas y de trabajar activamente en su éxito, esperando que el
salariado sea reemplazado por la “Federación de los Productores libres”.13
Dos años más tarde la sección francesa de la internacional será aplastada defendiendo las
últimas barricadas de la Comuna de París. Los poderes extraordinarios aprobados para el
Consejo General de Londres en ese mismo 4° congreso son una muestra del conflicto de
tendencias en la AIT. Así es como la tendencia centralista encabezada por Marx, desde el consejo
general, logra la expulsión –mediante la manipulación del congreso- de Guillaume y Bakunin,

11
Juan Gómez Casas, Nacional imperialismo y movimiento obrero en Europa, 1985, CNT-AIT, p. 35.
12
Op. Cit. P. 59
13
Op. Cit. P. 68.
ambos representantes del federalismo antiautoritario, en la Haya en 1872. Este será el último
congreso de la Primera Internacional que por este hecho se parte y deja de existir como tal. “Las
secciones (de la AIT) –según la descripción de Max Nettlau- eran sindicatos débiles en miembros
o temporalmente numerosos (secciones varias), ambientes muy diversos, por tanto, activos o
lánguidos, lo que dependía de la calidad de los militantes, del esfuerzo de los centros de
propaganda, de la situación y de las cuestiones agitadas. Las secciones no fueron numerosas
más que en España y allí también, en 1872, en 1873, en Cataluña y en Andalucía solamente, en
el resto raleadas y pequeñas. Además en Ginebra y mucho menos en Bélgica y en el Jura suizo,
también en París, si se cuentan las Cámaras de trabajo de los oficios.
El esfuerzo inicial de agrupar el mundo obrero por millones contra el capital, no se había
realizado. La elaboración en común de las ideas sociales alcanzó límites en el congreso de 1869;
desde ese momento la ruptura teórica trajo también la ruptura personal de las corrientes
autoritaria y libertaria”14
“El movimiento obrero en los países latinos se veía empujado implacablemente a la
clandestinidad, al maximalismo. Ni siquiera era posible en Italia y en España un intento de
aproximación de los obreros a las esferas legales de los gobiernos de la burguesía. A la sazón, el
parlamentarismo era para los obreros de estas áreas una utopía perfectamente inalcanzable. Por
otra parte, su ideología significaba un reto total al poder”.15
“La integración del socialismo marxista en los sistemas parlamentarios de la burguesía europea
llevó a una radicalización de los procedimientos antiparlamentarios, que en algunos países, como
en Italia y en menor cuantía en España, derivaron al insurreccionalismo y, en otros casos, al
terrorismo denominado de propaganda por el hecho. Cuando empezaron a paliarse estos
síntomas de exasperación, el anarquismo empezó a evolucionar, bien hacia formas atomizadas de
anarquismo grupuscular, bien hacia las nuevas prácticas de asociación obrera. La primera forma
pronto rebeló su total inoperancia. La segunda aportó los elementos esenciales al sindicalismo
revolucionario, o si se quiere, anarcosindicalismo.16 Para graficar alguno de éstos aspectos en la
España de finales del siglo XIX es de gran utilidad el trabajo de Miguel Amorós: “los dos
anarquismos”17; allí se puede destacar: “El anarquismo obrero nace en la AIT como corriente
antiautoritaria que defendía la posibilidad inmediata de la revolución social por medio de la
destrucción del Estado y las clases, según el modelo de la Commune. Pronto entró en conflicto
con las corrientes autoritarias, escindiéndose y manteniéndose unida hasta 1878. Después, a
causa de la persecución, del fracaso de las tentativas de insurrección y del reflujo del movimiento
obrero, el anarquismo se volvió minoritario y quedó aislado del medio proletario, mientras los
partidos “obreros”, con frecuencia dirigidos por tránsfugas, experimentaban un auge. El despertar
revolucionario de las masas no se produjo y los anarquistas se replantearon su táctica. La lucha
de los trabajadores por mejoras parciales –“la lucha económica”- fue desestimada por
considerarse una manifestación de egoísmo que desviaba a la clase de los objetivos
revolucionarios. Sin embargo se creía ciegamente en la espontaneidad revolucionaria de las
masas obreras, fácil de alumbrar con unos cuantos hechos ejemplares. Cualquier otro tipo de
propaganda era tenido por ineficaz. La organización, antes elemento fundamental del
internacionalismo, pasó a considerarse una traba de la libertad que, además, conducía a la
moderación y al liderismo. Los pequeños grupos de afinidad debían bastar para la acción;
cualquier intento de organizarse más allá de los grupos se volvía sospechoso de autoritarismo”.
Amorós se permite un balance de las tendencias hacia el individualismo y el agrupacionismo
alejado de la “resistencia al capital”: “Volviendo a la concepción “grupista” sobre la que descansa
la agitación del período1890-97, veremos que la ausencia de controles ideológicos,
responsabilidades y reglas expuso los grupos a delincuentes y vividores atraídos por los
beneficios posibles de la acción ilegal y abrió la puerta a los iluminados y polizontes que usasen
un lenguaje violento (...) Los resultados inmediatos de esta táctica pueril fueron la confusión y el
desastre. Las sociedades obreras se disgregaron, se perdieron vidas inútilmente y una parte de la
población se colocó al lado de los gobernantes. Los grupos y los periódicos, muy numerosos,
desaparecieron sin dejar rastro, despejando el camino a los partidos políticos. Muchos militantes
se alejaron de la anarquía para siempre y los que quedaron eran demasiado pocos para ir solos,

14
Max Nettlau. La anarquía a través de los tiempos. Barcelona. 1978.Júcar. p.102.
15
Op.Cit. p.99.
16
Op. Cit. p.189.
17
Revista Ekintza Zuzena, 2004. p.61-68.
habiendo de confiar en republicanos y burgueses filántropos. La campaña por la revisión de los
procesos de Montjuich, Jeréz y La Mano Negra fué un éxito, pero la revolución quedó más lejos
que nunca. Falto fatalmente de estrategia, el anarquismo había perdido la guerra social a las
primeras escaramuzas. Pudo recuperarse históricamente con la entrada en los sindicatos, pero
jamás del todo. Demasiadas veces la palabra “libertad” sirvió para sabotear los esfuerzos por
concretarla y demasiadas veces las “circunstancias” fueron excusa para la capitulación: el
voluntarismo sin ideas y el oportunismo sin principios fueron siempre sus enfermedades crónicas”.
La Primera Internacional se desarrolla en el Río de la Plata constituida por secciones de
inmigrantes franceses, ingleses, italianos y españoles, ellos constituyen una minoría entre estos y
tuvieron dificultades para lograr una inserción en las capas trabajadoras de Buenos Aires ya que
está “introduce formas organizativas y niveles ideológicos, que hasta cierto punto implicaban un
desfasaje respecto a la evolución que en sus primeros quince años había tenido el incipiente
movimiento obrero argentino”.18
“La AIT Argentina resuelve su disolución en 1876. Algunos militantes anarquistas intentarán con
escaso éxito algunas tentativas de reconstitución en los años siguientes. Muchos militantes
continuarán actuando en las sociedades obreras y estarán detrás de la aparición de periódicos
socialistas. La amnistía para los exiliados de la Comuna, en 1881, favorecerá el retorno de
muchos de los franceses (...) la AIT significó algunos pasos importantes en la estructuración del
incipiente movimiento obrero argentino. Además, sus miembros contribuirán después de 1876 a la
estructuración de las primeras organizaciones con carácter sindical más definido y la
multiplicación de la propaganda socialista”.19 Entre 1880 y 1887 se forman varias sociedades
aunque muchas tienen una corta vida, las que logran mayor duración son la de obreros panaderos
y “La Fraternidad”. Algunas surgen de un conflicto puntual y terminan con este, otros oscilan entre
la resistencia y la mutualidad.20 En el ensayo presentado al congreso de París, en 1900, sobre la
actividad de los anarquistas de Argentina en los gremios durante la década de 1890 se señala:
“...sin soñar siquiera hacer de ello una cuestión de principios, los compañeros creyeron natural
formar parte de esas agrupaciones y aún de algunas sociedades de oficio formadas por
anarquistas, como la de los albañiles, picapedreros, sombrereros, pintores de Rosario, yeseros,
etc. Este movimiento societario (...) fue seguido por huelgas y conflictos que muchas veces
estuvieron coronados por el éxito, gracias a la inteligencia de los asociados, a las ideas y a las
energías de los elementos avanzados, es decir de los anarquistas que se hallaban al frente de las
sociedades”21 Igualmente el anarquismo seguía siendo minoritario en la sociedad argentina.
En este mismo momento Francia experimentaba el surgimiento del sindicalismo revolucionario,
“(...) en 1895, Pelloutier había sido elegido secretario de la Federación de Bolsas de Trabajo, el
más poderoso conjunto de corporaciones entonces existente. El mismo año, discretamente, en
Limoges, fue creada la CGT. En ella se volcaron muchos militantes, conquistando la mayoría.
Lanzaron entonces en las empresas las consignas de boycott y de sabotaje, en la esperanza de
que el fenómeno se extendiera con rapidez. Según ellos, estallaría forzosamente la huelga
general insurreccional, en cuyo transcurso el poder caería por sí mismo como un fruto podrido (...)
pero el gran día tardaba en llegar. Se lo esperaba en vano cada año, en ocasión de cada Primero
de Mayo. A este respecto, una paradoja de Paraf-Javal en El Libertário influyó profundamente
sobre Alexandre. –“¿Qué es un sindicato? Un agrupamiento en el cual los embrutecidos se
clasifican por oficios para tratar de hacer menos intolerables las relaciones entre patrones y
obreros. Una de dos: o no lo consiguen, y entonces la tarea sindicalista es inútil, o lo consiguen, y
entonces la tarea sindicalista es perjudicial, ya que un grupo de hombres habrá hecho menos
intolerable su situación actual y, por consiguiente, habrá hecho durar la sociedad actual.”22 Esta
cita proveniente de la literatura expone esa tensión entre el anarquismo y el sindicalismo que
continuará durante el siglo XX. En este periodo la organización de los trabajadores empieza a
sufrir cambios: “Como consecuencia de la influencia del sindicalismo revolucionario francés, la
palabra societarismo es relegada por una noción nueva: sindicalismo, y la sociedad obrera por
sindicato. José Prat y Anselmo Lorenzo constituyen en España el puente de transición entre las

18
Ricardo Falcón. Los orígenes del movimiento obrero(1857-1899).1984.CEAL. p. 42.
19
Op. Cit. p. 52
20
Op. Cit. p. 80.
21
“El congreso revolucionario internacional de París”, Bs. As. 1902. en Iaacov Oved. El anarquismo y el movimiento
obrero en Argentina. Mexico. SigloXXI. 1978. p. 63.
22
Bernard Thomas, “Jacob”. Ediciones de la Flor. Buenos Aires 1971. p. 64-65.
doctrinas de la Internacional con las formulaciones más angulosas y cerradas del sindicalismo
revolucionario. A través de numerosos folletos traducidos del francés y del italiano en gran parte,
aquellos dos veteranos internacionalistas harán circular por el país textos del sindicalismo
revolucionario francés. Pero por otra parte estas corrientes no llegaban a dar al proletariado
español una idea nueva, afirma Anselmo Lorenzo, “sino a devolvernos corregida, aumentada y
perfectamente sistematizada la que los anarquistas españoles inspiramos a los franceses,
discutiendo desde “Acracia”y “El Productor”con “La Révolte” sobre la conveniencia de dar impulso
revolucionario a las sociedades de resistencia...”. Lorenzo se ocupó especialmente de este
problema en su pequeño ensayo: Hacia la emancipación. Asegura Santillán que, aunque no pocos
anarquistas simpatizaron con las nuevas tendencias, persistían fuertes las viejas convicciones
anarquistas un tanto reacias a aceptar el sindicalismo como realidad autosuficiente para la
transformación de la sociedad. El anarquismo criticaba en el sindicalismo una serie de limitaciones
constitutivas: primero que no se dirigiera al hombre en general, sino a los trabajadores, lo que
rebajaba de entrada los horizontes intelectuales y filosóficos de la doctrina; su pretensión de
autosuficiencia para resolver todos los problemas de la transición a la sociedad nueva. Veían los
anarquistas el sindicalismo y los sindicatos como un medio, entre otros posibles, para lograr aquel,
pero no el único. La formulación sindicalista de pretender reorganizar toda la vida social aplicando
la panacea de los sindicatos parecía criticable a los anarquistas que defendían otros tipos posibles
de formulaciones, como la organización libre de ciertas actividades económicas, y sobre todo, de
entidades no económicas, sino políticas y de relaciones humanas en general, los habitats donde
los seres humanos despliegan en un sentido amplio su vida.. Sin embargo, esto no impidió que
desde fines del primer lustro la palabra sindicalismo y sindicato se empleasen para definir al
movimiento obrero libertario español”.23
Volviendo a la Argentina, aquí se dan varios intentos de lograr una federación que nuclee a las
sociedades: en 1891 FTRA (Federación de Trabajadores de la Región Argentina); en 1894 la FOA
(Federación Obrera Argentina) y a comienzos de 1900 la Federación de General de
Organizaciones Obreras de Buenos Aires; esta última no se llegó a concretar y las dos anteriores
se disolvieron por las disensiones entre anarquistas y socialistas ya que éstos últimos les
imprimieron un carácter partidista. Finalmente en 1901 nace la FOA (Federación Obrera
Argentina) que “no tiene compromiso de ninguna clase con el partido socialista ni anarquista, ni
tampoco con otro partido político alguno”. Aclaro que el anarquismo no era un partido, se lo podrá
definir como ideología, tendencia, movimiento, pero no en el sentido estricto de partido político. El
anarquismo se había volcado a los gremios y su influencia crecía en el seno de la sociedad,
dejando de lado las tendencias antiorganizadoras que antes habían prevalecido. Los socialistas,
al constatar la dificultad de utilizar esta organización como su apéndice sindical, toman una
determinación que bien describe Andrés Cabona –dirigente sindicalista de la USA y CGT- “en abril
de 1902, la FOA realiza su II congreso y de él se retiran 19 sindicatos, que serán la base de la
creación, en marzo de 1903, de la Unión General de Trabajadores de inspiración socialista. Con
ella se inicia la serie de centrales obreras que en distintos períodos coexisten en el país y que dan
lugar a reiteradas acciones en favor de la unidad sindical”24 Este parrafito es esclarecedor para
entender la evolución del movimiento obrero en Argentina, podría decir que la unidad nace de la
división o que los que boquean unidad son los primeros en romperla.
En la UGT, dada la división de tendencias entre los socialistas, surgen los sindicalistas
revolucionarios, autodefinidos como marxistas, reconocen que el Estado encarna el poder político
de la burguesía, critican la labor parlamentaria del Partido Socialista por obtener una legislación
obrera denunciándola como una complicidad.25 El sindicalismo revolucionario se resitúa en un
neto terreno de lucha de clases, de denuncia del socialismo parlamentario, utilizando para ello, los
métodos de acción directa y de huelga general como medios de capacitación revolucionaria de la
clase obrera. Sin embargo (...) la introducción de la práctica de acción directa es atribuible a la
FORA anarquista y no será nunca una característica que identifique únicamente a los sindicalistas
revolucionarios. Estos últimos deberán competir constantemente en combatividad con los
anarquistas, buscando diferenciarse de estos en otros aspectos de su accionar.

23
Juan Gómez Casas. Historia de la FAI. Fundación Anselmo Lorenzo. Madrid. 2002. p. 46-47.
24
“Las Centrales sindicales argentinas” por A. Cabona en. Oscar Troncoso: Los fundadores del gremialismo obrero
/Tomo 1. CEAL. Bs. As. 1983. p. 66.
25
Maricel Bertolo: Una propuesta gremial alternativa: el sindicalismo revolucionario (1904-1916). 1993.Bs. As. CEAL. p.
8.
Es justamente el discurso obrerista que predomina en esta nueva corriente que prioriza la acción
de la organización gremial, rebautizada con el nombre de “sindicato” en vez de “sociedad de
resistencia”, lo que les permitirá atraerse a aquellos militantes más afines a la idea de
“neutralidad” de la organización gremial”.26 Habría que aclarar que este sindicalismo no tenía en
relación al francés sino la forma ya que el modelo europeo desplegó una combatividad y a la vez
un esfuerzo pedagógico y formativo constante entre los trabajadores, que, si bien fueron
derrotados por la “psicosis social-patriota” de la primera guerra mundial, vale destacar la lucha de
ese sindicalismo revolucionario.
Este panorama establece una disputa de tendencias en el movimiento obrero argentino que
comienza a definirse, así es como en el IV congreso, de 1904, la FORA incluye en el pacto de
solidaridad aprobado un acuerdo tomado de un manifiesto del congreso de 1881, de la Federación
de Trabajadores de la Región Española,, celebrado en Barcelona; el punto 6° dice así: “Nuestra
organización, puramente económica, es distinta y opuesta a la de todos los partidos políticos
burgueses y políticos obreros, puesto que así como ellos se organizan para la conquista del poder
político, nosotros nos organizamos para que los estados políticos y jurídicos, actualmente
existentes, queden reducidos a funciones puramente económicas, estableciéndose en su lugar la
libre Federación de libres asociaciones de productores libres”.27 En el V congreso de la FORA en
1905, se dará un posicionamiento finalista manifiesto que así describe Iaácov Oved: “ Antes de la
clausura, se planteó el tema ideológico propuesto por la Federación Regional de Rosario y que,
apoyado también por los panaderos de Lincoln, La Federación Obrera Local de Santa Fé, y la
Federación Obrera Regional Uruguaya, fue plateado con otros dos temas: “Estudiar los métodos
que deben emplear los obreros dentro de las sociedades de resistencia para que éstas no se
detengan ante la conquista de las 8 horas” y “De qué métodos debe valerse el obrero para
conquistar su completa emancipación”. Los promotores del debate elevaron un proyecto de
solución, cuyo texto rezaba: “El V Congreso Obrero Regional Argentino, consecuente con los
principios filosóficos que han dado razón de ser a las organizaciones de federaciones obreras,
declara: Que aprueba y recomienda a todos sus adherentes la propaganda e ilustración más
amplia, con el sentido de inculcar en los obreros los principios económicos y filosóficos del
comunismo anárquico. Esta educación, impidiendo que se detenga en la conquista de las 8 horas,
le llevará a su completa emancipación y por consiguiente a la evolución social que se
persigue”28...al conferirse una orientación ideológica anarco-comunista eminente a la federación
de los sindicatos obreros –es decir, una conjugación de acciones anarco-comunistas y acciones
gremialistas- se hizo un intento singular y sin parangón en el mundo. Una manifestación de esa
índole no era conocida, hasta entonces, en los sindicatos obreros sometidos a la influencia
anarquista. En ese sentido el V congreso de la FORA hizo una contribución muy peculiar a la
historia general del anarquismo.29
Esta resolución y los reiterados intentos de fusión determinan una situación que es brillantemente
descrita por el “esquizofrénico” Alfredo Gómez: “Consideramos que la votación sobre el
comunismo anárquico fue, en lo esencial, el parapeto detrás del cual se atrincheraban diversos
criterios sobre el carácter de la organización y sobre las modalidades de ejercicio de la solidaridad
obrera.
Para los anarcosindicalistas, la necesidad de la unión y de establecer mecanismos de
coordinación con el fin de promover acciones concertadas no implicaba forzosamente la creación
de una nueva organización sindical. Las exigencias de la lucha determinarían en un momento
dado la posibilidad de movilizaciones unitarias, sin perjuicio para la autonomía de cada
organización.
Ahora si admitimos que la diversidad de organizaciones existentes en la sociedad obedece en
gran parte a la multiplicidad de alternativas propuestas, observaremos que las tentativas
encaminadas a obtener la fusión organizativa están inspiradas en un cierto totalitarismo ideológico
y calcan, en cierta forma, la función del Estado sobre la sociedad. Las tesis fusionistas tienden al
monolitismo ideológico, a la desaparición pura y simple de la particularidad de cada cual. El
fusionismo –agenciado por los más fuertes con el fin de absorber a las minorías o por las minorías

26
Edgardo J. Bilsky. La FORA y el movimiento obrero /2 (1900-1910). Bs. As. CEAL.1985. p.133.
27
D. A. de Santillán. La FORA. Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario de la Argentina. Bs. As.
1933. Nervio. p. 130.
28
Op. Cit. p. 421.
29
Op. Cit. p. 423.
con la ilusión de hacerse mayoría- niega el derecho a la diferencia. Entendemos por unidad, al
contrario, la acción conjunta de partes diferentes. Unidad no implica fusión”30¿Qué me Contursi?
Este análisis es válido para entender la acción de las organizaciones anarcosindicalistas en la
actualidad. Para ir cerrando esta parte del trabajo quiero señalar el posicionamiento actual de la
AIT (fundada en Berlín en 1922) que engloba sindicalistas revolucionarios y anarcosindicalistas y
adopta elementos de la crítica forista y anarquista en general al papel de los sindicatos: “El
anarcosindicalismo no pretende ser un fin en sí ni crear una nueva ideología social
preferentemente sindicalista.
Tampoco pretende asumir total y globalmente la representación y administración de la sociedad
nueva ni plasmarla en un sentido uniforme y de esquemas inamovibles. Su concepción del
comunismo anárquico está viva, abierta al porvenir y a las diversas modalidades perfectibles de
aplicación, con tal que sean de base esencialmente libertaria”31 Este recorrido histórico busca
plantear los fundamentos ideológicos que se encarnaron en las sociedades de resistencia, la
orientación que determinaron en diferentes contextos y en relación a las otras formaciones
sociales y políticas. Las causas que determinaron su decadencia como alternativa “cercana” a los
ojos de la sociedad pueden señalarse por un lado como internas: desarrollo de formas de
burocratización; violencias por diferencias ideológicas; expulsiones que contribuían a la
desmoralización y al alejamiento de muchos integrantes de las sociedades obreras (por ejemplo
en la FORA de la década del ´50 había 3 Consejos Federales en disputa); el socavamiento por
parte de la interferencia de partidos políticos y organizaciones específicas que pretendían
utilizarlas como “correa de transmisión” o erigirse en su “columna vertebral”; el, a veces necesario,
repliegue sobre problemas propios y el descuido de cara a la sociedad en general, entre otras.
Como problemas “externos” puedo señalar el crecimiento del Estado en todos los ámbitos de la
vida social y sobre todo en la conciencia colectiva; las guerras mundiales; la represión
(democrática-fascista-socialista); las transformaciones operadas en el capitalismo mundial; el
constante señalamiento y criminalización alentada desde toda forma de poder; y un largo etc.

30
Alfredo Gómez. Anarquismo y anarcosindicalismo en América Latina. Ruedo Ibérico. París. 1980. p.163-164.
31
¿Qué es la AIT? Versión digital en “www.inventati.org/ingobernables/biblio_anarquismo.htm”

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