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Diamante Hope

El Diamante Hope (también conocido como Diamante


Azul o Piedra maldita y Diamante de la esperanza) es
un diamante de color azul marino, con un peso estimado
en 45.52 quilates. Su color es debido a la presencia de
trazas de átomos de boro en su composición.
Con el paso del tiempo, se ha vuelto legendario por la
supuesta maldición que alcanza a sus respectivos
poseedores. Numerosos rumores señalan que es el
culpable de las desgracias que les ocurrieron a cada uno
de sus dueños.
El 10 de noviembre de 1958, fue donado al Museo
Nacional de Historia Natural de la Institución
Smithsoniana por el joyero estadounidense Harry
Winston, quien lo envió, en un sobre de papel de estraza,
por medio del servicio postal nacional. A partir de
entonces, forma parte de la colección nacional de gemas del museo. En el año 2005, el
instituto publicó los resultados de una extensa investigación donde señala que, originalmente,
el diamante había formado parte de la colección de joyas de la Corona de Francia hasta que
fue robado, en 1792, cuando el "Tesoro Nacional" (Garde Meuble, en su término original) fue
tomado por alborotadores que hurtaron algunas importantes joyas de la colección. Además,
concluye que se obtuvo como resultado del corte de la joya Royal French Blue, llevado a
cabo después de la desaparición de la misma.

La maldición atribuida
Jean-Baptiste Tavernier (1689): muerto de frío y medio devorado por las alimañas.

Nicolás Fouquet (1680): en prisión.

Luis XIV (1715): gangrena.

Princesa de Lamballe (1792): linchada.

Luis XVI y María Antonieta (1793): decapitados en la Revolución francesa.

Catalina la Grande (1796): apoplejía/infarto.

Wilhelm Fals: asesinado por su hijo Hendrik.

Hendrik Fals (1830): suicidio.

Jorge IV (1830): locura.

Francis Beaulieu: hambre.

Henry Philip Hope (1839):

Henry Thomas Hope (1862):

Jacques Colot (1904): suicidio por problemas mentales.

Lorens Ladue: asesinada por su amante Iván Kanitowski.


Príncipe Iván Kanitowski: asesinado por revolucionarios.

Subaya Hamid (1908): asesinada por su esposo.

Abdul Hamid II: depuesto en 1909 por la sublevación militar de los Jóvenes Turcos.

Simón Montarides y familia: su carruaje cayó por un precipicio.

Vincent McLean (1938): atropellado.

Ned McLean (1941): locura.

Elizabeth McLean (1946): sobredosis.

Evalyn Walsh McLean (1947): morfinomanía

Harry Winston (1958): ataque de corazón.


El diamante es legendario por todas las supuestas desgracias que ha alcanzado a sus
respectivos poseedores. Dicha maldición es atribuida al hurto de la misma de un templo
edificado en honor a la diosa Sītā. El primer poseedor de la joya fue Jean-Baptiste Tavernier,
quien mostró el diamante original (cuyo peso se estimaba en 115 quilates) al rey Luis XIV de
Francia. Después de venderla, Tavernier cayó en quiebra y huyó a Rusia, en donde sería
hallado muerto de frío, mientras el cadáver había sido devorado por alimañas.
En el año 1691, la madame de Montespan, amante del rey, quiso que Luis XIV le obsequiara
el diamante. Poco después, cayó en desgracia y murió olvidada en 1707.
En el año 1715, con motivo de la visita del embajador del sha de Persia, el rey de Francia le
mostró el diamante, para que viera que el objeto no podía hacerle ningún mal. Luis XIV murió
ese mismo año, de manera inesperada. Con su muerte, muchas personas comenzaron a
creer que el diamante (todavía no había pertenecido a la familia Hope; su nombre en ese
entonces era "diamante azul") causaba desgracias a su poseedor correspondiente. El
siguiente rey, Luis XV de Francia no mostró mayor interés en la gema y ordenó conservarla en
un cofre.
En el año 1774, María Antonieta, esposa del rey Luis XVI de Francia, decidió portar el
diamante y prestarlo a la princesa de Lamballe. Debido a que María Antonieta y su esposo
murieron en la guillotina y la princesa fue brutalmente asesinada a manos de una
muchedumbre enardecida, se ha atribuido también al diamante azul el asesinato de estos.
Durante la Revolución francesa, unos ladrones robaron el diamante de la colección de joyas
reales. Sólo uno de ellos prefirió conservarlo hasta 1820, cuando decidió vendérselo
al holandés Wilhelm Fals para cortar la joya en dos. La primera fue adquirida por Carlos
Federico Guillermo, duque de Brunswick. Más tarde, el duque cayó en quiebra. La segunda la
conservó el holandés. El hijo de Fals optó por robarle la joya a su padre y venderla al francés
Beaulieu. Se atribuye al hurto de la joya, la muerte de Fals y su hijo, quien se suicidó tiempo
después.El rumor de las desgracias atribuidas a la supuesta maldición, concluyó en que
Beaulieu vendiera el diamante a David Eliason, quien también la vendió rápidamente al
rey Jorge IV de Inglaterra. La muerte del rey se atribuye también al uso del diamante, que
había sido incrustado en su corona El siguiente poseedor del diamante (ya había sido portado
por la familia Hope) fue el príncipe Iván Kanitowski. Kanitowski obsequió el diamante a
una vedette, a quien días después asesinaron. Los siguientes propietarios de la joya
(el griego Simón Montarides, Abdul Hamid II y la familia MacLean) también tuvieron muertes
trágicas, la mayoría de ellas aún atribuidas al uso del diamante Hope. A partir de entonces, se
ha vuelto legendario por la presunta maldición que alcanza a sus respectivos poseedores.
Desde el año 1958, es una de las joyas más visitadas en el Museo Nacional de Historia
Natural de la Institución Smithsoniana.8

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