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DAME UN LIKE: REDES SOCIALES VIRTUALES, JÓVENES E

IDENTIDAD.

Autora1: Rocío Sierra Jiménez


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Coautor : José María Valcuende del Río

Resumo: La construcción de la identidad depende del contexto de interacción donde se genere. Las
redes sociales virtuales han dejado de ser una herramienta para pasar a ser un contexto en sí
mismas. Es por esto que se desarrolla un yo distinto, más performativo, un yo online que afecta a la
identidad de las personas que usan la red de forma cotidiana.
Palavras-chave: Redes sociales. Identidad. Jóvenes.

Introducción

Internet y las apps han supuesto una revolución en la vida cotidiana, en cuanto que se han
trasformado las concepciones espacio-temporales, los sistemas de comunicación y las formas de
relación. ¿Pero en qué medida estas transformaciones están incidiendo en las formas de expresar la
identidad? En las páginas siguientes nos interesa reflexionar en torno a esta pregunta, especialmente
haciendo hincapié en las generaciones jóvenes para las que las fronteras entre los espacios online y
offline son más que difusas. Consideramos que las visiones dualistas que diferencian dos tipos de
realidades carecen de sentido para estas generaciones. Ahora bien, las posibilidades de ampliar las
interacciones e incluso el carácter de las propias herramientas son fundamentales para comprender
las nuevas formas de expresión de la identidad de las generaciones que han nacido en la era digital.

Identidades en la intersección entre el mundo online y offline

La identidad no podemos entenderla como una realidad esencial, ni en su vertiente colectiva ni a


nivel individual. Nuestras preocupaciones, nuestras formas de pensar y estar en el mundo son
claramente diferentes a lo largo de nuestra vida, independientemente de que creemos una narrativa

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Estudiante de doctorado de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (España).
2
Profesor Titular del Departamento de Antropología Social, Psicología Básica y Salud Pública de la Universidad Pablo
de Olavide de Sevilla (España).

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argumental que busca dar coherencia a nuestra trayectoria personal, habitualmente en el marco de
comunidades simbólicas, con las que compartimos un territorio real o mítico, una vinculación
emocional, una lengua… entre otros elementos. Es por eso que más que hablar de identidad como
una realidad estática debemos entenderla como procesual: procesos de identificación
(VALCUENDE, JM, 1998). Unos procesos que están mediados de una forma central no sólo por
los contextos de interacción, también por las herramientas que utilizamos en dichos procesos.

Redefinimos nuestra identidad en la interacción con los otros (VYGOTSKI, 1995), pero también a
través de herramientas y objetos concretos, que condicionan las formas de expresar el yo. Un yo
que es resultado de toda una serie de vínculos, tal y como propone LATOUR (2005) cuestionando
las visiones estructuralistas. Los vínculos se generan entre personas, objetos, herramientas,
tecnologías, contextos... Todos estos elementos forman parte de los procesos comunicativos, por lo
que deben ser tomados como un todo, evitando los apriorismos para definir de una forma contextual
y situada los problemas sociales. Un camino complejo que nos permite cuestionar algunas falsas
dicotomías.

Parece claro que para las generaciones que nos hemos incorporado tardíamente a internet y a las
apps la dicotomía entre mundo online y offline ha sido útil. Hay una realidad virtual que en cierta
medida es percibida como un apoyo o complemento de la realidad física. Sin embargo, esta idea de
la realidad virtual como un mero complemento de la realidad física, tal y como señalamos en otros
trabajos ya no es sostenible, ambos mundos se imbrican en un solo mundo (VALCUENDE, JM.,
SIERRA, R., Y MARCOS, M., 2017). Para MORDUCHOWICZ, R. (2012:10) “Los adolescentes
entran y salen de ambos universos permanentemente, sin necesidad de distinguir sus fronteras de
manera explícita”.

Para los jóvenes cada vez es más difícil estar en el mundo, mantener relaciones sociales (amigos,
familia, compañeros de trabajo…) o buscar el reconocimiento social sin estar presentes en el mundo
online y en las apps. La necesidad de inmediatez obliga progresivamente a una constante exposición
ante los otros. El acortamiento de los espacios se traduce, a su vez, en una ampliación de
potenciales interacciones con actores diversos. Esto implica transformaciones a diversos niveles,
desde transformaciones corporales, a cambios en las formas de expresarnos e incluso a la
significación que adquieren las relaciones, en función de las herramientas y elementos tecnológicos
utilizados. Así, por ejemplo, si partimos de la necesidad de tomar en cuenta todos los componentes
que posibilitan la interacción, debemos partir de las características de los propios objetos, en este

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caso del móvil. La relación con el “objeto” pone de manifiesto una vinculación que no es puramente
instrumental: marca, modelo y potencialidades comunicativas definen un estatus social, pero
definen incluso hechos más primarios vinculados con la propia corporalidad.

Los móviles se han convertido en una extensión más del cuerpo, otro elemento más que desdibuja
las fronteras de lo humano y la máquina tal y como proponía HARAWAY (1984) en su imagen del
ciborg. Hoy el móvil es una extensión del brazo, pero también de la boca y de los ojos. Un hecho
que implica el desarrollo de sistemas de comunicación lingüística cada vez más breves y en el que
va ganando peso lo visual. El cuerpo se extiende y se prolonga, se confunde y se conforma en los
dispositivos, pero también en la acción y en las relaciones generadas. Como señala BUTLER
(2002:13) “Además, ¿por qué 1o construido se entiende como artificial y prescindible? ¿Qué
deberíamos hacer con las construcciones sin las cuales no podríamos pensar, vivir o dar algún
sentido, aquellas que de algún modo se nos hicieron necesarias?”

Esta puerta abierta al mundo diluye otras fronteras ya de por si cuestionadas, como es la separación
entre el mundo privado y público, en cuanto que “lo privado” es accesible a otros. “Scott McNealy,
que es un gran empresario de Silicon Valley, el presidente de Sun Microsystems el año pasado, para
que no le molestaran más con este tema, hizo una declaración espectacular con la que yo y la
mayoría de gente coincidimos: “¿Privacidad en Internet? Olvídese de eso. Usted ya ha perdido su
privacidad para siempre”. ¿Qué significa eso? Significa que cualquier cosa que hagamos en la red
se puede detectar electrónicamente.” (CASTELL, 2000: 15). Pero si lo privado puede pasar al
espacio público (la cuestión tal y como señala Castell es quienes y para qué se puede controlar esa
información), también lo es que lo público se hace presente también en el espacio privado, como se
pone de manifiesto de forma especialmente dramática en las diversas formas de ciberbullying:

“Antes de la existencia de un contacto constante por las redes, el bullying se limitaba al centro de
estudio y a las calles colindantes. En la actualidad, el menor que sufre acoso escolar está sometido
a un bombardeo incesante del que no está protegido ni siquiera en su propia casa”.
(VALCUENDE, JM; SIERRA, R y MARCOS, M, 2017:9)

En la inmediatez de la comunicación se viven como una misma realidad lo virtual y lo físico, pero
también lo lejano y lo próximo en función de un vaciamiento del espacio y del tiempo. Esto implica
asumir roles diferentes y formas de representación también distintas, en cuanto que nuestros
interlocutores también lo son. Las redes online ofrecen la posibilidad de compartir constantemente

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información propia y revisar la información compartida por los demás. Nos encontramos así ante un
constante bombardeo de imágenes, datos, textos y también acciones ajenas y propias que ponen en
jaque nuestras antiguas formas de participación en la sociedad, pero también nuestras formas de
representarnos (VALCUENDE, JM, SIERRA, R y MARCOS, M, 2917); nuestra imagen corporal
está presente y es accesible de una forma constante a otros, independientemente de nuestra
presencia física. Es por ello que las imágenes y textos deben ser preparados, transformadas y
modificados para ser vistos por otros en los términos que nosotros deseamos, ya que nuestras
imágenes y momentos más o menos privados también pueden ser utilizados, transformados,
reelaborados por las personas con las que hemos compartidos momentos concretos de nuestra vida.

La construcción y reconstrucción de nuestra identidad, así como el constante contacto con la


información propia y de los demás nos lleva a lo que GERGEN (2006) define como el yo saturado;
un yo frágil, variable. Esa fragilidad surge precisamente del contacto con realidades que escapan al
control directo de las redes sociales offline. Tradicionalmente la comunidad no se ha entendido
como una elección. Las comunidades de adscripción prevalecían sobre las comunidades de
elección. Hoy el individuo en función de estas herramientas comunicativas tiene la posibilidad de
articular de forma diversa su comunidad de adscripción con las comunidades de elección que
conforma, a lo largo de su vida, a partir de sus intereses individuales. De esta manera el yo puede
representarse de una forma fragmentada a partir de la selección de imágenes que considere más útil
para sus fines en función la comunidad con la que se relacione. Sin embargo, debemos escapar
también de las visiones que inciden en la radical diferenciación entre comunidades online y
comunidades offline, y esto por varias razones:

La primera por cuanto que las formas en las que nos relacionamos con otros en internet no puede
disociarse de las formas en las que nos relacionamos en el mundo offline. De hecho diversas
investigaciones en jóvenes ponen de manifiesto, por ejemplo, que los adolescentes que falsifican
más información en Internet tienen más carencias en habilidades sociales, un autoconcepto
negativo, niveles de ansiedad más elevados y mayor grado de muestras de agresión.” (HARMAN,
HANSEN, COCHRAN Y LINDSEY en RUIZ ET AL, 2013: 162).

Segundo, no sólo las formas de relacionarnos en ambos contextos están profundamente


relacionadas, también los grupos con los que interaccionamos. Es cierto que a veces estos procesos
de interacción online pueden debilitar la comunidad tradicional, al permitir escapar a los individuos
de los controles inmediatos, pero también lo es que la comunidad puede reforzarse a través de estas

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formas de comunicación, tal y como se ha puesto de manifiesto en los procesos migratorios.
Precisamente las redes online posibilitan la continuidad del contacto más allá de las distancias y la
reproducción de contextos de sociabilidad y de los vínculos comunitarios (VALCUENDE, JM.,
SIERRA, R., y MARCO, M, 2017).

La pluralidad de contextos generados en la vida cotidiana influye en las formas de representación


del individuo. Una representación que surge de la interacción social que se crea en la vida diaria; un
proceso en que el “(…) el sujeto adquiere capacidad reflexiva para verse a sí mismo y para dar
sentido a la realidad social que le rodea.” (RIZO GARCÍA 2006 cit en SERRANO-PUCHE,
2012:3). La variedad de temáticas y de redes sociales distintas nos permiten participar en diferentes
comunidades offline y online y establecer posiciones muy diversas según el uso que le demos a
cada una. La finalidad y las propias características de las redes utilizadas inciden en estas formas de
representación, algunos elementos como el carácter más o menos anónimo de las redes podrían
producir una mayor o menor discontinuidad en la representación del yo, y unos márgenes más
flexibles para la performatividad de la identidad.

Una buena parte de las investigaciones sobre esta temática se han centrado en el carácter positivo o
negativo de estas formas de interacción desde el punto de vista psicológico, incidiendo en las líneas
de continuidad o discontinuidad en las representaciones del yo. La expresión de la identidad en el
mundo online favorecería la representación de un yo ideal, es lo que algunos autores entienden
como “yo virtual”. La dinámica de las redes sociales invita a un constante feedback. Siguiendo a
TURKLE (2011) este intercambio de flujos de información a través de las redes sociales genera
actitudes narcisistas, sobre todo en la adolescencia puesto que la conexión incesante expone a los/as
jóvenes a una socialización muy mediada por internet, generando un sentimiento que el autor
denomina ‘’alone together’’. Las consecuencias de este proceso pueden traducirse en ’fenómenos
de autocensura y presión entre iguales en la representación del yo. ’’ (CARO, 2012:12). Una
presión que refuerza una representación idealizada del yo, que intenta un difícil control sobre la
gestión de las interacciones, seleccionando las imágenes y comentarios que mejor se adecúan a su
representación ideal. Y es que la presencia online genera siempre riesgos más o menos percibidos
ante la posibilidad de perder el control de nuestra propia imagen o bien que los diferentes contextos
online y offline se crucen de manera inapropiada, en cuanto que las representaciones en función de
los contextos como amigos, estudiantes, trabajadores no necesariamente tienen que ser
correspondientes. Por todo esto aunque hay continuidad entre el mundo offline y online, la

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aceleración de la comunicación puede significar el reforzamiento de un yo “saturado” (GERGEN ,
2006), un yo ‘’mosaico’’ (CARO, 2012), un yo ‘’performativo’’ (CABALLERO, 1998), un yo que
al mismo tiempo que recibe constantes narraciones de otros comparte las propias, generando en este
entrecruzamiento nuevas narrativas en las que se va conformando la identidad.

Género y sexualidad

Las cuestiones de imbricación de ambos universos (el físico y el virtual) y los dualismos en los que
puede incidir a la hora de la construcción de la identidad de los jóvenes, afectan también a
conceptos como el género y la sexualidad.

Las redes sociales han supuesto la liberación y el conocimiento de muchos colectivos minoritarios y
el acercamiento de estos colectivos a un gran número de jóvenes. Este hecho, sin embargo, puede
ser a la vez positivo y negativo, ya que en internet encontramos el fenómeno ‘’hater’’, es decir, el
hecho de manifestar la opinión propia de forma negativa u hostil en un asunto del que, la mayor
parte de las veces, no se tiene información. La facilidad para opinar sobre internet de aquellos que
abren al público sus redes sociales también puede incidir en la identidad de aquellos que se
exponen, creando perfiles que se alimentan de estos comentarios negativos o, por el contrario,
mermando las ganas de otros usuarios a presentarse al público.

Sin embargo, aunque la diversidad de perfiles es palpable, en el público adolescente hay una
tendencia a la preocupación por la imagen física y el comienzo del despertar sexual (PERIS,
MAGANTO, & KORTABARRIA, 2013) Podemos encontrar dentro de la red, un escaparate
fotográfico que los jóvenes usan para mostrarse, además de una serie de aplicaciones que llevan a
los demás usuarios a hacer o responder preguntas personales sobre ti. Es una nueva forma de cortejo
en la que el espacio físico se diluye completamente incluso en las relaciones sexuales, lo que se
pone especialmente de manifiesto en el fenómeno del sexting. El sexting es un concepto referido a
la acción de mandar y/o enviar contenido erótico o pornográfico a través de las redes sociales, por
lo cual para culminar una relación sexual no se necesita quedar con la persona a la que previamente
se ha cortejado si no se quiere. Este puede ser el mayor exponente de la fusión de ambos espacios,
el físico y el virtual, ya que las relaciones sexuales han estado entendidas como algo meramente de
contacto y ahora pasan a ser algo que podemos disfrutar a distancia.

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Esto también conlleva a un impacto sobre la identidad sexual de los individuos que a la larga
pueden llegar a tener dificultades en integrar y disfrutar de una vida sexual plena (Peris et al., 2013),
ya que el escudo que presenta la condición virtual merma las posibilidades de una relación natural
en el espacio físico.

La articulación del mundo online y offline es fundamental para comprender cómo al mismo tiempo
que estas herramientas y contextos comunicativos facilitan la expansión de nuevos modelos sociales
y la articulación de comunidades que pueden contribuir a transformar el orden heteronormativo,
pero a su vez, en internet se reproducen las desigualdades sexuales y de género, lo que se evidencia
en diversos hechos: mayor incidencia del acoso en las mujeres, menor incorporación de las mujeres
a determinados juegos y aplicaciones, menor consumo de pornografía de las mujeres… La
representación del yo en función del género en el mundo online presenta notables continuidades en
relación al mundo offline.

Reflexiones finales

La utilización de tecnologías y contextos comunicativos evidencia un importante salto generacional,


que en buena medida ha condicionado la visión siempre problematizada del mundo online.
Dependencias, ciberbullying, sexting… son algunas de las preocupaciones fundamentales de las
Ciencias Sociales, que en cierta medida han reproducido una visión dualista que en nada tiene que
ver con la realidad percibida por los jóvenes. Como comentaba el antropólogo Rafael Cáceres
(comunicación oral) esta división entre mundo real y virtual y muchas de las preguntas que nos
planteamos resultarían absurdas para las generaciones más jóvenes, y posiblemente tiene razón.
Para las generaciones que no han conocido otra realidad, la intersección de su mundo cara a cara y
del mundo online es algo incuestionable. Pero entonces qué singularidades presenta el mundo
online a la hora de representar el yo. En las investigaciones que hemos visto hay algunos hechos
fundamentales. El primero es la constante exposición ante los otros. Esto genera un yo saturado
(GERGEN, 2006), pero también un yo frágil, por cuanto que la imagen está siempre presente en
determinadas redes que también usan, transforman y modifican una imagen que se escapa de
nuestro control. Esto nos lleva al segundo elemento y es la ampliación de las posibilidades a la hora
de formar parte de nuevas comunidades en función de los intereses individuales, en lo que parece
un progresivo proceso de individuación. Ahora bien, hay que ser cuidadosos en este sentido, porque

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tal y como señalamos anteriormente, estos medios pueden también contribuir a reforzar las
comunidades tradicionales de pertenencia.

La forma de expresar la identidad está condicionada por varios factores, uno de los que parecen más
significativos es el nivel de anonimato, que posibilita mayores márgenes de performatividad.
Evidentemente no es la misma forma de representarse en un grupo de whatsapp con la familia, que
en un grupo de amigos o incluso en juegos en los que se pueden asumir personajes imaginarios.

Pero si con la gente con la que interaccionamos es clave para comprender los procesos de
identificación, las formas de comunicación también lo son. Entre los aspectos que hemos señalado y
que consideramos que nos puede ayudar a entender estos procesos de identificación, está
relacionada con la centralidad de la imagen. Lo corporal adquiere un plano central, y toda una serie
de prácticas evidencian la importancia de la imagen entendida como “objeto” de representación. Es
este culto a la imagen lo que incide en la forma de relación de los individuos en la red, lo que lleva
a cambiar las formas de presentarse, de interaccionar, de entender la sexualidad. La idealización en
la identidad virtual supone una presión que se sostiene en la identidad personal y que, a veces,
genera situaciones de ansiedad, sobre todo en los más jóvenes.

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de internet. Revista Forum Identidades (en prensa).

Like-me: social networking, youth and identity.

Astract: The construction of identity depends on the context of interaction from where it is
generated. Social networks are no longer a tool to become a context itself. This is why a different,
more performative self is developed, an online self that affects the identity of the people who use
the network on a daily basis.
Keywords: Social networks. Identity. Youth.

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