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Helen Alejandra Suárez Liévano.

Departamento de Literatura
Programa de Estudios Literarios.
Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá.

Sujetos fragmentados en Jamás el fuego nunca de Diamela Eltit y En


estado de memoria de Tununa Mercado.

Jamás el fuego nunca (2007) es narrada en primera persona por una voz
femenina que nos cuenta algunos de sus días o momentos: unos, en una
pequeña habitación junto a un hombre; y otros, en el bus hacia su trabajo o en
la casa donde labora asistiendo a una anciana. En estado de memoria (1990)
es narrada, de igual forma, por una voz femenina en primera persona, con la
diferencia de que esta nos narra la historia de su exilio a México y su regreso a
Argentina, con algunos acontecimientos sucedidos entre estos dos momentos.

Las protagonistas de estas dos obras son sujetos muy parecidos: ante todo,
son mujeres de una aparente edad similar, que se encuentran en una situación
parecida de aflicción, con un sentimiento abrumador perdurable. Sin embargo,
hay otro aspecto que las une y que será central para este ensayo: su condición
de sujetos fragmentados. Bien.

Para empezar, se debe definir lo considerado como un “sujeto fragmentado”.


Este concepto se refiere a un ser humano que no se siente cómodo con las
condiciones de la sociedad a la que pertenece; que siente que dentro de sí hay
un choque de identidades, gustos, sentimientos: una especie de dualismo; que
tiene una percepción general de su relación con el mundo y sociedad como una
relación insatisfactoria y de no-pertenencia; que ha perdido su individualidad o
identidad por alguna razón; y, que prevalece en su sentir el desasosiego y la
desesperanza. Bien.

Esta condición de los personajes de la literatura latinoamericana como sujetos


fragmentados es bastante recurrente, pues si recordamos lo que decía Cornejo
Polar en su libro, Escribir en el aire (1994), los seres humanos
latinoamericanos crecen, conviven y cargan con un contexto heterogéneo y
conflictivo, que se refleja en ellos de distintas maneras: una de ellas es la
fragmentación, producida por el choque de tantas ideas, sentimientos,
identidades, luchas políticas e individualidades a las que se ven enfrentados.
Por esto, los personajes latinoamericanos tienen como cualidad innata la
heterogeneidad, incluso si el autor no es plenamente consciente de ello.

I. El sujeto fragmentado en Jamás el fuego nunca. (En los títulos y


subtítulos no se ponen puntos finales. Por eso siempre se los
subrayo en rojo y se los tacho así: .)
Desde la primera frase del libro ya podemos evidenciar la condición de
fragmentación: “Estamos, sí, echados en la noche, compartiendo. Siento tu
cuerpo doblado contra mi espalda doblada. Perfectos. La curva es la forma que
mejor nos acomoda porque podemos armonizar y deshacer nuestras
diferencias”[CITATION Dia07 \p 11 \t \l 3082 ], dice la narradora. El hecho de que
otro cuerpo encaje con el suyo da cuenta de que la mujer está incompleta,
desposeída de algo; de lo contrario, no vería al hombre acostado en la cama
como aquella parte que le falta.

Aparte de que visualiza aquel cuerpo junto a ella como un complemento, a lo


largo de la novela vemos cómo debe darle múltiples cuidados, hacerse cargo
de las cuentas de la casa, y verse sometida a los deseos y palabras de aquel
hombre; es así, como la presencia de este otro ser la desplaza casi por
completo de su individualidad. Sobre esta relación dice Eltit en una entrevista
que más que amor, es “una solidaridad que se parece a la dependencia y la
neurosis” [CITATION Dia08 \n \t \l 3082 ]. Una relación amorosa en la que la
mujer debe separarse en dos individuos, vivir y funcionar por ellos; perdiendo
su ser y autonomía. Bien.

Teniendo esto en cuenta, podemos ver que la fragmentación que sufre esta
protagonista es causada en parte internamente, por la relación que mantiene
con el hombre; pero también externamente por la insuficiente relación que tiene
con la sociedad. Una sociedad con la que no se encuentra de acuerdo ni
política ni emocionalmente, pero en la que la mujer busca encajar de cualquier
forma, tener aceptación por parte de cualquier persona: “quería participar
desde un lugar menos opaco o sometido. Lo que buscaba era ocupar un
espacio, aquel que yo misma diseñara” [CITATION Dia07 \p 73 \t \l 3082 ]
(énfasis mío). Interesante esta interpretación que hace usted.

Su fragmentación, su no pertenencia a la sociedad es causada por una lucha


política perdida, una ilusión fallida, “resulta ser una alegoría de la desilusión
causada por la revolución fracasada y derrotada en América Latina” [ CITATION
Dia08 \l 3082 ]. Aunque la ilusión fallida no es solo política, pues por lo que
podemos ver la mujer también ha perdido otra gran ilusión: la del niño.

De esta forma, la protagonista termina por sentirse incómoda en cualquier


lugar, expresando una desilusión general por los seres humanos, que podemos
ver cuando nos habla del cuerpo del pequeño: “observamos lo humano como
una deleznable organización, común, mecánica, una forma primitiva e
incesante, generadora de la peor clase de explotación, una producción
meramente orgánica que estaba allí solo para servir a su propia especie, la
especie humana” [CITATION Dia07 \p 82 \t \l 3082 ] y aparte de una desilusión
permanente, una sensación de desasosiego y desesperanza que no se aleja de
ella en ningún momento: “este es un siglo que no nos pertenece y que, sin
embargo, estamos obligados a experimentar y en este siglo parece todo irreal o
prescindible” (pág. 27). Bien.

II. El sujeto fragmentado en En estado de memoria.

En el caso de la obra de Mercado, claramente podemos ver cómo la


fragmentación ha sido producida por el exilio, que “es una ruptura en la
identidad, en la memoria y en las instalaciones del recuerdo en la mente de la
protagonista”[CITATION Cas \p 84 \l 3082 ]. Esta condición, producida por la
dictadura argentina que tuvo lugar del 1976-1983, ha fraccionado la identidad
de la protagonista.

En ella, también vemos una incomodidad social por la situación que se vive en
su país, pero, además, una incomodidad interna que ha sido causada por un
dualismo que ha nacido en la mujer: “estaba dirigido a mí, prófuga e impródiga
argentina, poseída siempre por la codicia y el deseo irrealizable de ser
mexicana” [CITATION Tun90 \p 99 \l 3082 ] Un dualismo en el que anhela su
patria pasada, pero a la vez, quizás en un intento de olvido o de arraigarse a
prácticas a su parecer menos odiosas, anhela también pertenecer a la nueva
patria. Bien.

Sin embargo, la narradora reconoce que no puede pertenecer a ninguno de


estos dos lugares:

“no aparecía en mí la voluntad de hacerme de una casa o, mejor dicho, de


hacer mía la casa que ocupaba. Este deseo obliterado causaba la sensación
de vivir, desde siempre, en una provisoriedad total, sin arraigo a los sitios, sin
fijación en los objetos, desposeída de esa lógica de la apropiación común en
los humanos” (pág. 117)

Y, que tampoco puede pertenecer a la Argentina del retorno, porque la


identidad que tenía se ha perdido, la gente, las costumbres, los dichos; “a
medida que pasaron las horas después del episodio, me fui dando cuenta de
hasta qué punto era una intrusa, hasta qué grado una extraña en este país”
(pág. 169), el país que era suyo pero que ya ha cambiado demasiado,
convirtiéndose en un lugar completamente diferente, odioso y extraño.

Todo esto la ha llenado, al igual que a la narradora de Eltit, de una sensación


abrumadora, de la consciencia de que algo le ha sido arrebatado, del
desasosiego y la desesperanza por conocer que no puede regresar al tiempo
pasado: “La imposibilidad de llenar hasta el tope venía acompañada de una
sensación de carencia, de despojo y de desnudez” (pág. 48)

III. La marginalidad.

Reconocido ya el estado de fragmentación de ambas protagonistas, me


gustaría evidenciar que, aunque tienen esta condición por razones diferentes
(en una el exilio, en la otra las ilusiones fallidas), ambas razones vienen del
hecho de que estas mujeres son marginalizadas de una u otra manera: por una
idea, por un sentir, por una forma de actuar, etc. En Mercado es una
marginalización geográfica, intelectual y emocional; mientras que en Eltit es
una marginalización emocional, intelectual y física. Esta marginalización que
sienten vivamente en cada momento de su existir se refleja en la forma de
escritura que tienen las obras.

IV. El reflejo en la escritura.

En estado de memoria escapa de todo tipo de clasificación, ¿en qué grupo


podríamos encasillarla? ¿en la novela, en el cuento, en la novela corta, en el
diario, etc.? Es realmente difícil decidirlo, porque su estructura y la forma que
ha elegido Mercado para desarrollarla no sigue ningún esquema. Bien. La obra
es

“Un juego de cajas chinas ya que los relatos, aunque independientes en sí, se
entrelazan el uno con el otro, encerrándose en espacios confinados cada vez
mas íntimos: casas, condominios, departamentos, habitaciones, contenedores,
baúles, cajas, ataúdes y el recinto mas privado de todos, el cuerpo.” [CITATION
Rho02 \p 13 \l 3082 ]

La misma protagonista reconoce que su escritura es un tanto compleja:


“escribía sin escribirlo el primer párrafo de un largo escrito que siempre sentí
como un desencadenamiento, pero muy pronto la cadena se enredaba o
simplemente quedaba truncada” [CITATION Tun90 \p 40 \l 3082 ]; revelándonos
que no es solo una intuición del lector, sino un hecho. Además, nos muestra
que este carácter complejo es producto de que la escritura es usada como un
refugio en medio de una situación abrumadora para el personaje: “mi decisión
había sido hacer de este relato una catarsis despojada de toda vanidad” (pág.
161), una catarsis que desemboca en un abandono lúcido, un fluir de
pensamientos, sentires y sensaciones sobre el papel.

El hecho de que la escritora deje que sus pensamientos se desencadenen y el


proceso de rememoración que hace, acerca la escritura a un tono mucho más
oral que el normalmente visto en los textos escritos. Por esto mismo, saltamos
de una imagen a otra, de un pensamiento a otro, o vemos cómo algunas
palabras o frases se repiten casi ilógicamente.

En la escritura de Jamás el fuego nunca también podemos ver un carácter


complejo y enredado. En este caso, una de las razones son los lugares físicos
desde los que se enuncia la narradora: una habitación tremendamente cerrada
y pequeña, un bus, una pequeña casa de dos ancianas, y su propio cuerpo;
que provocan que la escritura sea estrecha, frenética, arrinconada a lo oral y en
ciertos casos ilógica. Bien.

Además de todo, los hechos narrados son poco claros, no sabemos en realidad
qué pasó, porque las sensaciones que tiene la narradora podrían tergiversar lo
que está contando, ya que “Como en el poema de Vallejo, el dolor de la
narradora es continuo, sin pausa, y su monólogo insiste en el
sufrimiento”[CITATION Lag \p 105 \l 3082 ].

Además, hay una clara confusión del tiempo: “Ha transcurrido más de un siglo,
¿te das cuenta?, te digo, un siglo entero y quebrado, mil años” [CITATION
Tun90 \p 21 \l 3082 ], la narradora confunde constantemente siglos, décadas,
milenios, etc. producto y reflejo tal vez de la ilusión política perdida, y por
consiguiente del tiempo utópico perdido, “es decir, la autora nos viene a
enseñar el vértigo sombrío, borroso, de atestiguar que el tiempo utópico que
guiaba un número importante de hombres y mujeres, ha muerto” [CITATION
Jos09 \p 129 \l 3082 ]

Todos estos aspectos convierten la narración en algo abrumador, donde el


lector puede ir siguiendo por medio de la escritura, cómo la identidad e
individualidad de la protagonista se va fragmentando y el dolor que ella siente
por esto.

“Ciertamente no es fácil leer el obsesivo relato de la narradora de Jamás el


fuego nunca, quien, encerrada en un espacio reducido, sobre la superficie de
una cama que más bien parece una tumba, recuerda que el mundo que con
esfuerzo ha tratado de construir se derrumba”[CITATION Lag \p 104 \l 3082 ]

junto a sus ilusiones políticas, sus relaciones con la sociedad y con el hombre
que también está allí acostado, la ilusión del niño, la ilusión de pertenecer a
algún lugar, etc.

Pero a la vez, estas características convierten la narración en un discurso


apegado a la oralidad: el frenetismo, la confusión, el dolor evidente, los hechos
que se cuentan de diferentes maneras, las frases que se repiten, las frases que
se corrigen, etc. Dan la ilusión de que el monólogo de la narradora fue
estrictamente copiado en el papel, en el mismo instante en el que se iba
desarrollando.

V. Conclusión.

A modo de conclusión, me gustaría resaltar que los sujetos de estas dos


novelas son ejemplificaciones perfectas de los sujetos decoloniales, pues en
ellas y en su escritura podemos ver muchos de los rasgos que resaltaba
Cornejo Polar en Escribir en el aire: la heterogeneidad, la conflictividad, la
aflicción, el dualismo, la lucha interna, el anhelo de la oralidad, la insatisfacción
con las relaciones de dominante-dominado, etc. (Esto es cierto, pero es un
poco una lástima que usted solamente enumere esas características o
condiciones sin vincularlas directamente con las novelas que analiza. Porque le
pasa al lector una tarea que usted es más competente para hacer y, sobre
todo, que le corresponde.) Y aunque no fuera plena intención de las autoras
plantar en ellas el modelo de la crítica decolonial, son un muy buen ejemplo de
lo que somos como seres latinoamericanos; y, de que, aunque no lo
reconozcamos, está en nuestro interior y en nuestra esencia, al igual que en la
esencia de los personajes de nuestra literatura.

Bibliografía
Castellanos, R. C. (s.f.). En estado de memoria, de Tununa Mercado: la identidad
fragmentada por el exilio. Cuadernos del Hipogrifo. Revista de literatura
hispanoamericana y comparada, 81-93.
Buchanan, R. D. (2002). La casas del exilio: "En estado de memoria" de Tununa
Mercado. Letras femeninas, 11-34.
Giordano, A. (2001). Tiempo del exilio y escitura de los recuerdos: "En estado de
memoria" de Tununa Mercado. Iberoamericana, 113-120.
Eltit, D. (Abril de 2008). La novela del nuevo milenio: "Jamás el fuego nunca" de
Diamela Eltit, alegoría del cuerpo moribundo de la utopía revolucionaria de
América Latina. (A. Leskinen, Entrevistador)
Soto, J. A. (2009). La muerte del tiempo utópico en "Jamás el fuego nunca" de Dimaela
Eltit. Universidad San Sebastián. Santiago, Chile, 125-130.
Lagos, M. I. (s.f.). Subjetividades corporalizadas: "Maldito amor" de Rosario Ferré y
"Jamás el fue nunca" de Diamela Eltit. Obtenido de
https://core.ac.uk/download/pdf/46547858.pdf
Mercado, T. (1990). En estado de memoria. Buenos Aires: Ada Korn Editora S.A.
Eltit, D. (2007). Jamás el fuego nunca. Cáceres: Editorial Periférica.

Muy bien. Su ejercicio es interesante de leer. Puedo hacer desde ya dos


críticas: podría ser más ambicioso y más extenso, yo creo que usted puede
ganar más confianza y que ese “crecimiento” del texto lo veremos el próximo
semestre. La segunda crítica es que hace falta un vínculo más evidente y
explícito con lo que denominamos crítica decolonial. Usted lo hace, pero a
modo de constatación o de declaración. Dice por ejemplo: estos sujetos son
decoloniales como lo planteaba Cornejo Polar… lo declara, pero no lo prueba
con su análisis.
Lo que sí prueba, es mi interpretación del análisis como debería ser, es la
condición fragmentaria de estas mujeres y voces de mujer que protagonizan las
novelas. También la condición de marginalidad. Pero estos factores, que
coinciden en la caracterización del sujeto explotado de Cornejo, están aquí
reseñados más desde otras fuentes críticas que desde Cornejo mismo.
Por lo demás, también destaco sus lecturas propias que parecen ser bastante
pertinentes.
Calificación: 4.7

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