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Editorial Andrés Bello

Georgina Gubbins
CARTAS
DEL DESIERTO
¡a ^

/99S
GEORGINA GUBBINS

CARTAS DEL DESIERTO

ILUSTRACIONES DI:
CARLOS ROJAS MAI'TlOLLTTF

EDITORIAL ANDRES BELLO


Barcelona • Huimos Aires • México 1>.K. • Santiago de Cióte
«2 o c i a lm.- ik a u .vk ;

io de los términos, es decir, el conocido por e interlocutor, y


se pasa directamente a nombrar la cosa ce la que se trata
con si nomore del término al cual se esUi campa'ando. Es asi
como el piano embalado es ’ur monje camino a una vida de
retiro'. Irventa alguna metáfora para referirla a una cabellera
rubia y a someto de la lluvia en el rejaco.

• ¿Ouó nombre 'cci&e el géne'o literario que se expresa


por medb do cadas?

IV. A jrrxnlcrtfcs nuestro vocaoulario

Completa las s gu icntes equivalencias según el «¡arroto:


nido • anidar
hospedaje
enterrar
costumbre
arragar
avalar
oído

• ¿A qué se refiere Isabolle cuando dice que en os


montes abundar es gceghhs?
Averigua el s gn ficado de esta palabra y compárala con
petroglifo (sust.)
jeroglífico, a (a d j)
petrografía (sust.)

• Completa las piguiantafc oracíonoa oon la paabra que


consideres más adecuada de las que se te ofrecen:
P a ra C harles
y m is tres b ijas
O livia, ík ir b a r a y E m ilia.
Iqu iqu c, ftt d e o ctu b re d e 1004

Querido Abuela.

Todo €S tan diferente aquí que si no fuera


por Anna, mi querida irv¿litutfi7> y por mi
hermano. me sentiría muy sola. Con James
apenas coivxromos a nuestro padre, pues
pasa muy poco tiempo con nosocros.
Rosa, la cocinera, es gorda, mviy cariñosa y se ríe
mucho. Cuando mi padre se enoja con James, olla le dice.
*No lo rele. patrón”. Siempre lo defiende c insiste que os
porque los hombres nacen m ás débiles que las mujeres,
¿lis cierto, Abuela?
F.lla vino del altiplano, e s de origen español y aunara
Antes trabajaba en una pensión en lluara. un pucbliio de
la pimpa. Su fuerte era la medicina que aprendió con su
abuela. Me cuenta que venían de lejos para pedirle que
sanara a los mineros accidentados y que ayudara en lus
partos difíciles. También tenía remedios para la fiebie,
pero se cansó y decidió venirse a Iquiquc porque ya era
vieja y quería una vida más tranquila.
Jnrm-s no entiende lo que ella habla. Yo sí. Anna dice
que es porque tengo buen oído y no me cuesta aprender
idiomas Lo mismo me pasa con la mfisica. Oigo una
canción y la puedo roear al piano sin partitura. No sé
dónde lo aprendí.
ovilUC*

Abuela, no me gusta que Jam es se ría de mí cuando


escribe mi diario. Él conocería codos mis secretos si no
fuera por Ja llavecita con que lo cierro. La llevo siempre
c o la d a de la cadena que me recaló lía lieliy.
Fl otro día vino un fotógrafo. Era pequeño, sólo un
poco ttós alro que Rosa y usaba una boina negra que lo
hacia verse aun más bajo. Es representante del Iílustratcd
Ixm dor N eu*. Está de visita en Chile acompañando a un
cahallcro muy importante de apellido Elower que es muy
rioo. Tiene muchas “oficinas0 en el desierto y donde quiera
que vaya siempre está acompañado de mucha gente.
Mi padre se hizo amigo do él y lo convidó a alojarse
en casa por varios días. En agradecimiento, ofreció hacer­
nos una fotografía a Jam es y a mí. jam es no quiso y mi
padre se enojó, pero al final logró que los dos nos vistió
ramos con nuestra ropa de domingo.
Su máquina era una caja grande y negra, afirmada
sobre ire.s largas patas. Tuvimos que estar mucho rato
sentados en el salón con la sonrisa pegada igual que una
máscara pintada en la cara. Cuando todo estaba listo,
escondió la cabc7a bajo un rrapo negro mientras nos grita­
ba: *No se muevan*. Entonces explotaba una fuerte luz
que nes dejaba casi ciegos por varios minutos.
A1 principio Rusa se escondía diciendo que la máqui
na nos podía lubax el alma, pero su curiosidad íC-Sulcó
demasiado fuerte y al fin, con una mirada muy seria, se
dejó retratar. Quedó encantada con la fotografía, sobre
lodo p:>rque mi padre le dijo que la podia guardar por si
el papel hubiera absorbido el alma.
N jeslro retrato está sobre el escritorio de mi padre.
A bu ela, ¿¿¡era q u e e¿;tu c o n te n to d e q u e externar; c o n él?
l h abrazo. Su nieta

Isalxdle
hfuique, 4 d e noviem bre d e 1904

Quenda Abuela,

Me pide que le describa nuestra casa.


x W y fc '' Está en una calle laiga y ancha* en la
que todas las lachadas han sidu pintadas
de distintos colores. Construida de roa
dera, la nuestra es blanca y tiene tres
pisos. El lecho protege una gran tenaza* desde donde
podemos ver el horizonte, una curva que separa el nuil
del cielo.
Cuando lo divisé, entendí que el mundo era redon­
do. Aquí una puede pasar horas leyendo, descansando del
sol y mirando pasar a la gente
El primer piso es oscuro, las persianas se mantienen
cerradas todo el día. no sólo porque dan a la calle, sino
para esquivar el calor Subiendo la escalera hay una clara­
boya por donde caen rayos de sol en láminas multicolores
que me bañan en una nube de lentejuelas de polvo cuan­
do me siento debajo de ella
En el segundo piso están los dormitorios. El mío es
el más cercano a la escalera, tiene un espejo un el que
me veo de cuerpo entero, una mesa que me sirve de
escritorio y mi cama cubierta por la colcha que usted me
tejió.
iU GEOaClNAOlIBftlNS

Anna y yo tenemos vista al mar. Mi padre prefiere


ver las dunas que se estiran hacia la pampa detrás de la
ciudad Jam es duerme en una habitación con camarote,
com o la del barco en que viajamos; se encuentra detrás
de la puerta que lleva a la azotea. Rosa y Dina, la emplea
da, comparte otra al lado de la cocina con vista al jardín.
Fl viejo I aiís y Juan vuelven a sus casas al final del día.
Hay des cuartos vacíos, uno mi padre lu transfonnó en su
oficina y el otro es nuestra sala de d ase y liabilación para
alojados. *
Juan es el ayudante de lodos. Acarrea los paquetes,
limpia los vidrios y a veces rni padre lo usa com o mensa­
jero. Si padre, que trabajó duramente en las guaneras, era
chino, poi eso es lampiño y sus ojos se parecen a dos
pequeras almendras.
A veces acompaño al viejo Luis en el jardín. Está
curvado tras tantos años doblado sobre la pala. Habla
poco, pero logra, pese a la falla de agua, que abunden las
flores. Muchas de ellas son desconocidas para mi. Hay
unas moradas de una fragancia que me recuerda a mi
madre Muy frondosas, cuelgan del corredor de la cocina
sin doju que penetre el sol ardiente del desierto. A su
sombra, sentada en una sillita de mimbre, ayudo a Rosa a
pelar porotos y en silencio pienso en usted, en lia Bctty y
los p e ro s y en cóm o día Has día mirábamos caer la lluvia
a través de la ventana.
Aquí el aire es seco y el viento sopla constantemente.
Escríbame pronto.

Su nieta
kfnúfHf, t í d e diciem bre! d e l <
X i/t

Querida Abuela,

■ jfQ W ^ V Gracias por la cinta de raso, bl color va


justo ron el vestido nuevo que me man­
dó a hacer Anua. Me alegro de que roda
vía se acuerde de mi, porque usted está
Siempre en mis pensamientos.
Todas las mañanas tengo clases de español con la
señorita lu d a. Arma me enseña geogtalía, matemáticas y
Iireratuia. leemos la Biblia, igual que en Escocia. Siento
que ella todavía no se acostumbra a vivir aquí, mu días
veces no me contesta cuando le hablo, com o Si su mente
estuviera en otra parle. Pero entiendo que no podría aban­
donamos a mi hermano y a mí después de la muerte de
mi madre, lilla sabe que la necesitamos.
Vemos poco a mi padre
Us.ed estaría fcli7 de ver que practico el piano mu
chas horas, tina niña me acompaña en algunas clases, se
llama María de los Ángeles. Es peruana y muy alegre.
Tiene r?Oá largos y gruesos y se molesta cuando James
rrara de soltarle la cinta que IOS sujeta.
bl otro día conocimos a su madre. No cs¡ muy alta.
Usaba una cruz de brillantes sobre el pecho. Su vestido
era color gruíale y sus enaguas sonaban com o hojas en
CA « . AS í >ZI L>lM !.»fiO >3

oroño. Tiene el mismo pelo que María de tos Angeles,


negro ascuiu. com o la noche, amanado en un mono en la
nuca Sobre su delicada cabeza llevaba un magnífico som­
bren: con dos plumas de avestruz que so movían de un
lado <1 olro al compás de su risa aguda. Me pareció una
princesa.
Anua me comentó que la encontraba demasiado exa
gerada para vestir. Siento que no simpatiza con ella y
cuando le dije a María do los Angeles lo maravillosa que
encontré a su madre, sólo hizo una mueca de desaproba­
ción. A lo mejor es muy estricta con ella. Pienso que mi
padre la encuentra preciosa poique la acompañó a un
concierto. Su marido, don T.uis Felipe, estaba en Lima.
Escríbame pronto. ¿Cómo están las vacas. Frazer y el
cartero? Mándeles mis saludos.
La echo mucho de menos.

Su nieta Isabclle

P.S. Iquiquc se pronuncia cc-kee-koh.


Iqúique. 2.9 d e diciem bre d e l'X)4

Q u erid a A b u ela,

ipc*i7 Navidad a in a d a ! Gracias por Uxs lin-


dos regalos, que fueron una gran sorpresa
porque Anua los guardo liasta Li Ncxche-
íxiena. T.o pasamos bien en la Oficina San
Antonio, ron la familia Biown. Lastima que
ustedes no pudieran estar ron nosotios esos días.
La señora lirown es muy cariñosa y se lia hecho
amiga ce Anna. Tiene dos niños pequeños, Martin y
Thornas, que son unos diablillos. Había muchas visitas
que vinieron de las oficinas m is lejanas y también de
Tquique. cuino nosotros.
Éramos .sesenta personas con codos los niños y niñeras.
FJ señor Broun se vistió de "Vicjito Pascuero* y irajo sacos
de regales que amontonó al lado del árbol. Un tamarugu sirvió
de pino, pero no se notalxi la diferencia por estar cubierto de
decoraciones y velitas que brillaban com o estrellas
En una mesa glande comimos todos pintos pavo relieno y
budín de Navidad que sirvieron flameando como una amor
día. Desalíes abrimos los jegalos y Uxs grandes hallaron
M i p ad re b a iló tre s v e c e s c o n A n n a.
Losdias pasaron volando. Nos lxiñamrxs en los e.sranqués
de agua que almacenan pañi la faena. Son hondos y bastante
helados. TjO mejor de todo es que aprendí a nadar. En la tarde
:* f¡ ASOSl DLS&XIO IS

nos ctsfrazamos. los graneles también, e hicimos una pantomi


n u ituy divertida en que participaron hasta los perros.
Aunque el calor nos quemaba, el aire era muy sano y
dicen que allí los niños crecen más rápido y tienen más
energía poi respirar el polvillo de salitre que arrastra el
viento por todas partes. Es cierto. Abuela, no se nos aca
Ixaba nunca la energía y, aunque era prohibido, jugába­
mos durante huras a la escondida entre los sacos de salitre
que esperaban su traslado al puerto.
Hicimos paseos a caballo y fuimos de picnic. Nos
protegíamos del sol y el viento bajo unos grandes toldos y
quitasoles. T.os hombres llevaban palos para e-Spantar a las
culebras y a las arañas que pudieran aparecer.
Durante un picnic pasamos un gran susto. De repen­
te del cielo se lanzo casi justo sobre nosotros un inmenso
cóndor. Parecía que iba a chocar contra los quitasoles y
todas las mujeres salieron corriendo, disparadas, lira gi­
gantesco. Abuela. Con tanto alboroto se asustó y ensegui­
da volvió a remontar en un vuelo lento y majestuoso. Los
humores nos dijeron que tuvimos suerte porque cuando
los cóndores tienen hambre son capaces de robar un bebé
o un perro. Pero yo nn creo esos cuentos.
Martin y Thomas tienen un loro que anda suelto I.e
enseñaron lodos los nombres de las visitas. F.l primer día
m e lamaba a cada rato y yo pensaba que era la señora
Brown quien me buscaba y me iba corriendo liada ella
para preguntarle qué necesitaba. Todos se reían de mi.
Pasé mucha vergüenza.
Abuela, ¿entiende altura porque no me gustan los loros?
Un abrazo,

Isa bel le

P.S. Aquí a Santa Claus le dicen Viejico Pasajero.


¡(jaique, 13 d e en ero d e 19 0 5

Querida Abuela.

Algunas cardes nos vamos de picnic por


una do osas largas playas que separan
Iquique dol mar Nos mojamos hasta las
rodillas tratando de sacar las machas que
se: asoman en la arena cuando el mar .se
retira. Hay hombres qtie pasan horas adentro, moviendo
sus talones en la arena de un lado a otro, com o que
estuvieran bailando. Cuando saltan las machas de su.s es­
condites se inclinan a recogerlas, y así ra o Llenando las
bolsas ru é se cuelgan del cuello Son deliciosas. Abuela, y
cuando Rosa las pone en el hom o caliente, se vuelven
losadas com o longüilas de gato.
Kl sol brilla codos los días, menos en la mañana,
cuando una neblina espesa, que llaman la acamanckac«r.
se deja caer sob ie la costa. Parece que casi nunca llueve.
llar distinros pájaros: usted gozada mirándolos: unos
con picos negros, otros coleros blancos y otros cbiquiüuxs
que coren en bandadas por la arena mojarla. \ o vuelan
lrasla que una está casi encima de ellos. Luego se posan
todos, unos merro5 más adelante. (Vle entretiene perseguirlos.
A m a se pone muy leliz cuando hacemos estos pa­
seos. James .se aburre, peto a veces nos acompaña v
molesta a Maña de los Ángeles todo el tiempo.
CAWI’Añ DEL

Hacemos castillos grandes que luego decoro con plu


mas y conchas y me encuentro con otras niño* que pa­
sean con sus niñeras u institutrices.
También hacemos paseos por la ciudad, a comprar o
mirar vitrinas. Han llegado muchas rosas lindas de otros
países. Anoa dice que: mucho viene de París, solare todo
los generas, los vestidos, y los .sombreros. Las mujeres se
visten .muy elegantes y los hombres igual que cu la*
revistis que mi papá recibe de londres. A veces tomainas
té en el Gran Hotel. Sueño con alojarme un dia ahí.
'o s sábados hay unas competencias divertidas que se
llaman ¡fym kban a^ Toda la gente joven participa y los
mayores también. Algunas bajan de las oficinas para parli
ciparen estos juegos. Hacen competencias a caballo, como
por ejemplo, recogei una naranja de un balde de agua sin
apearse y luego depositarla a los pies de las .señoras que
adun an. Lilas están sentadas al otro lado de la cancha y
se ven lindas bajo sus quitasoles de encaje. Los ganadores
abren botellas de champaña que rcoaiten entre ellos. Lo
pasan muy bien.
Cuando salimos de paseo con Anna pasamos cerca
del Club ingles y vcm<xs que las canchas de tenis están
siempre ocupadas. Tris jugadores, impecables de blanco,
se ven divertidos persiguiendo la pelota y gntan cuando
logran pegarle, com o que toda su felicidad dependiera de
ella. Alina no sabe jugar, pero piometió pedirle a mi
padre que me deje tomar clases.
Abuela, puede ver que, aunque estemos al -fin del
mundo', no falta qué liacer
Un abrazo.

Su nieta lsahclle
Iquique, 29 dcotero de I<X)5

Querida Abítela,

k* semana piteada conocí Santa Llena, la


“Oficina" de mi padre. Así se llaman las
fábricas donde sacan de las rocas del
desierto el salitre o “el oro blanco”, como
también le dicen.
Le venden en el extranjero para pólvora y fertilizante,
lomamos el tren en la madmgada. cuando todavía
hacía mucho frío. Lsé mi abrigo de invierno rom o si
estuvic-a en Escocia. Me acordaba del viaje que hicimos
de Edimburgo a Portsmouth el día en que nos despedi­
mos de ustedes. La locomotora era igualmente elegante,
de fierro. pintada de verde y su campana de bronce tan
hrilLante que reflejaba a las personas que pasaban por el
andén como un gran espejo.
Me sentía privilegiada. Jame.s no fue.
Mi padre no me dirigió la palabra en todo el Trayecto,
pero me fi|é que me miraba con asombro ruando le seña­
laba codo lo que me llamaba la atención Creo que el
la m b ió n $ « n lía a lg o cv.p ccial p o r e s t e lu g ,n . N v auLftincnU:
me sorprendían las montañas bañadas en tonos suaves
com o a alguien las hubiera salpicado con un revoltijo de
pinturas, sino también las inmensas chimeneas de las dis
CAKI'AN DEL DCMI'MIO i*;

tintas oficinas repartidas por el camino, que vomitaban


humo negro corno barcos perdidos en medio del océano.
Mr. McPhee nos estaba esperando, Es pequeño y
gordo; me trató com o a una persona grande. Fs el admi­
nistrador que manda a los seiscientos hombres que traba­
jan en esta oficina, veinte de ellos son europeos; el resto,
bolivianos púnjanos y chUonos
Fuimos directo a conocer Lo M áqu in a, que es donde
llegan las carretas cargadas de rocas para ser molidas poi
las chancadoras. In o s grandes dientes de dragón las muer­
den y luego las escupen en pedazos chicos Me explicó
Mí McPhee que después las disuelven en agua caliente y,
cuando ésta se evapora, quedan los cristales de salitre. De
estos restos también sacan yodo. Es increíble. Abuela, que
haya tanta riqueza en una piedra seca.
Pasarnos cerca de los "campamentos”, que son las
viviendas de los trabajadores. Hileras de chozas hedías de
calamina, por donde el viento pasa soplando V empuja
con fuerza roclo en su camino. Tuve que sujetarme el
sombrero. Los niños pequeños y sus madrea, pobres y mal
vestidas, detenían sus juegos y labores para miramos. No
SÓnrcian, poro cuando Mr. McPhee les tiraba dulces a los
niño», éstos se abalanzaban, gritando, a recogerlos.
Después de almorzar, mientras mi padre conversaba
con Mr. McPhee y otros señores en la oficina, me senté en
el cunedor que protege la casa del sol constante. No
estuve más de cinco minutas quieta, cuando un niño de
mi porte apareció de repente tirando una muía cargada de
leña Sé detuvo cerra de la escalera que sube a la terraza
y me miró fijamente con sus ojos grises que bollaban
com o du * g lan d e* m onedar,. Tensa puesto » n som brero
de cuero viejo y sucio con un borde ancho y pequeñas
gotas de sudor salpicaban su frente.
Esperé para ver si iba a decirme algo, cuando de
repente un tremendo giito nos apartó la mirada. El niño
aj r.FDMOUtA OCU1HM»

.se dio media vuelta y de lejas vimos a un hombre correr


haría nosotfos. Afilaba sus brazos en el aire y luego cayó
al suelo inmóvil, la hora abierta en un grito de .silencio.
Arte mi espanto, el íliílo me anunció en ingles:
—Murió. Se cayó a una cisterna.
la cisterna. Abuela, es donde hierven las meas moli­
das.
Enríe mi sorpresa de que el niño hablara inglés y la
mueite hoiTorosa de ese hombre, nn oí a mi padre que
me llamaba. ¿1 estaba con Mr. McPhee, y yo traté de
explicares lo que había visto, poro nadie pareció oírme, y
cuando caminamos hacia el estacionamiento, vi que el
niño. SL muía y el hombre muerto habían desaparecido.
Le conté a Rasa lo que había ocurrido y ella sólo me
contesto:
—.lay mucho sufrimiento en las oficinas, no te pue­
des imaginar.
Abuela, escríbame pronto,

Su nieta Isabellc
Iquique, 5 d e feb rero d e 1905

Querida Abuela,

Lástima que nunca recibió mis cartas en


que lo describía nuestro viaje a Chile. Le
contaré algo ahora que no tengo clases.
Anna tuvo que ir al hospital Se le liixi
chó una pierna, hace algunos días, y to­
davía no se le cura. Dicen que podría ser la picadura de
una pequeña araña.
Después de desembarcar en Buenos Aires, tuvimos
que atravesar la pampa argentina y cruzar la cordillera de
los .Andes, que es inmensa.
Ü piano de mi madre llegó bien. Le sacaron las paras
y lo amarraron a una muía. Durante ludo el viaje se movió
de tn lado a otro y no sé cóm o el animal no se cayó con
el peso. Dormíamos en pequeñas chozas y nos cubrían
con mantas para protegemos del frío. Lus arrieros (así so
llanun los hombres que nos guiaban) preparaban la comi­
da ea la noche. Hacían una fogata y cocinaban conejos y
pájaros que mataban durante el día. Fran hombres salva­
je*. J e piel Hura, que hablaban poco, bolo en la noche,
después de que nos íbamos a dormir, se ponían a cantar y
contar cuentos.
Las imponentes montañas de la cordillera parecían
estinrsc por los costados del sendero. Me hacían sentirme
ti i » iw;i.\A GCBBOCS

muy pequeña. Creí que nunca íbamos a llegar a ricira


plana, la travesía de la cordillera duró cinco largos días.
Al fin I egamos a Valparaíso, cansados y molidos.
Después de unos días de descanso en el puerlo.
zarpamos en un barco de carga a Iquique. Me hubiera
gustadu conocer Santiago, la capital, pero mi padie estaba
inquieto por volver a Iquique cuanto antes.
Me acuerdo de que en el barco que n<xs llevó hacia
el norte, los vacunos mugían toda la noche. Dchcn haber
sufrido de marco igual que nosotros. Pobres animales,
cuando llegamos los bajaion en un am es y colgaban en el
aire corto riñeres gigantes. Jam es me trató de tranquilizar
diciendo que no subían. No estoy de acuerdo. Tos hom
bres que manejaban los botes de carga, que aquí llaman
chalupas, eran codos chinos. Me acuerdo que James nos
hizo re í gritando:
7 “iNos equivocamos de país! ¡Estamos en China!
Él ahora se está dejando bigote. Está mas alto y mu<*
apuesto y, aunque usa sombrero, el sol y el mar han
teñido su pelo rubio.
Abuela, hay tanto que contar que a vccc.s pienso que
seria rrejor que usted viniera a visitamos para que vea
lodo por su propia atenta. Se que esto es imposible, pero
no deje de soñar.
Arna llegó. Puede caminar. perx> sé que le duele
todavía, aunque cJJa lo disimula.
Abuela, me acuerdo de nuestro viaje y me dan ganas
de partir de nuevo.
Cuando grande viajaré a países lejanos y tendré mu-
chas aventuras.
Su r|ii«*rirbi n irtíi.

Isabelle
Iquüfue. 24 d a fe b r e ro d e 1905

Querida Abuela,

No tuve clases durante dos dias. Mi pa­


dre hizo una gran fiesta en houor de
unos visitantes ingleses. Uno de ellos es
el dueño fie la Oficina Salitrera Sania
Elena.
Anua ayudaba ¡unto con Ofelia, la costurera, Rosa y
Dina, a preparar la rena y los aperitivos. Las mesas de la
cocina se veían alegres cubiertas por miles de diminutas
redondeles de pan. Zenobia, la lavandera, lavó y almido­
nó lis servilletas y manteles, que luego colgó a secar en la
azotea. Parecían velas de barcos, englobadas por el vien
to.
Juan estuvo ocupado lustrando la platería, también
recibiendo el pedido de champaña y whisky. Abunda el
licor en Iquique porque el agua es escasa y hay que
hervida ames de bebería.
Al ver pasar las cajas de botellas. Anna sacudía la
cabeza.
-Se trastorna la gente cuamlo bebe alcohol. Tu pa
dre está bebiendo demasiado -m e comentó de pasada.
Fila es fiel a su iglesia: The Scottish bree Cliunch. donde
se prohíbe beber.
24 CfiOltl'INA OITUINS

Conté cuarenta invitados desde mi escondite, detras


de la barandilla de la escalera. Arma me dejó acostarme
más tarde esa noche y se sentó conmigo a mirar No
estaba invitada y creo que esto le dio pena, pero ella me
explico que su posición COzno institutriz no le permitía
participar.
L'ís mujeres estaban lindísimas. F.n el espejo del vestí­
bulo ciiban los últimos uxjue.s a sus peinados antes de
enerar v se reían entre ellas; parecían un grupo de maripo­
sas nerviosas aleteando sobre una flor. Los hombres, vesti­
dos de negro, llegaron de sombreros de cofxi y bufandas
de seda. Uno en particular tenía unos zapatos inmensos,
ran bien lustrados, que alcancé a verme reflejada en ellos.
Anna iae hizo reír cuando me susurró al oido que una vo7
ñivo un pretendiente con largos pies y por eso no se casó
con ól. ¿Será cierto?
Sus voces llenaban la casa: a medida que pasaba la
noche, el sonido iba aumentando, hasta que entraron al
comedor y allí, mientras comían los platos que preparó
Rosa sopa, pescado, carne, mariscos y los postres— su$
voces ros llegaron com o un lejano murmullo.
Ama me mandó a acosrai pronto, pero supe al día
siguienre que las visitas habían visto amanecer mientras
Ixiilaban acompañadas por un gramófono, un enorme mue­
ble con un brazo y una trompeta que llegó desde Inglate­
rra días atrás.
Abuela, |Cótno le liabría gustado a mi madre poder
vestirse elegante, bailar y com er cantos platos deliciosos!
Llb habría sido la uiás linda de esa noche.
Su nieta que la quiere tanto.

habelle
Iqu iq u e. 8 d a a b ril dv ¡9 0 5

Querida Abuela,

De repente ]Jovi6. 1lacia dia* que el aire


estaba sofocante. Todo estaba seco, seo
ría la garganta com o si me hubiera tra­
gado una telaraña V hasta Anna estaba
impaciente con nosotros. Nos costaba
concentramos.
María de las Angeles fue la primera en fijarse en que
de lépente el cielo se cubrió con una capa gris oscura y
los pájaros dejaron de cantar. Lnos minutas más tarde
empezó la lluvia; gotas gruesas que cuando eaían sobre
las hojas del plátano hacían un ruido como de miles de
pequeños dedos golpeando un tamlxjr de madeia.
Rosa corrió al jardín; se veía feliz. Nos liada señas
para que saliéiamos de la casa a sentir el alivio que traía
el agua fresca, En seguida estábamos empapadas. Me con­
tó que en su pueblo, en la cordillera, llueve en el verano,
ententes su casa se vuelve blanca bajo la escarcha y la
nobina es tan espesa, que los pastores pierden de vista
sus animales mirante algunas horas.
De la calle se oían grito* de alegría y de repente
Rosa se acordó de las goteras cuyos escondites sólo ella
conocía. La acompañamos a buscar ollas que fuimos re­
X UDUHGCtA GCBBTv S

partiendo. Abuela, la rasa parecía un paraguas lleno de


agujen» y el sonido de las gotas que caían en las ollas
daba los tonos altos a una sinfonía liquida en que los
tonos bajos los dahn el agua que golpeaba contra él le­
cho.
He pronto se acabó y en el silencio sólo quedaron las
últimas gotas, pequeñas lágrimas cayendo del lecbo. lo s
pajatos sacudían sus alas a la espera de las lombrices, con­
fiados cu que pronto se nsomaiían por la tierra húmeda.
Qué alegría nos dio, Abuela, este chubasco milagroso
é inesperado.
Su nieta nostálgica,

isabelle
Iqu iqu et .i d o m ayo d e ¡!X>5

Querida Abuela,
Déjeme contarle, Abuela, de un poseo a la
playa que hicimos la semana pasada Fui-
mus todos: James. Mari) de los Angeles,
luán y vo. No le dijimos nada a Rus*.
Anna no quiso ir poi no sentirse bien.
Fl lugar quedaba muy lejos, parecía que nn flam as a
Ilegal nunca y María de los Angeles .se quejaba ranio que
fue un alivio cuando Juan anunció:
— Esta es la Playa Verde
Se llama así porque las jocas son de un color verde
musgo y a sus pie.s es donde se encuentran cientos de
muirías enterradas en la arena I.as olas rompían lenta­
mente contra ellas. I.os pájaros no volaban cerca y me
imagine que hasta los cangrejos se mantenían alejados.
Pare.ía que todo nos llamaba a respetar este antiguo ce-
mcn*jerk>.
Juan se puso a escarbar de inmediato mostrándonos
coinr> 1u urona que r.ipa a loes muertos se ve distinta, más
fina, com o si alguien la hubiera pasado por un cedazo.
En poco tiempo y con mucho cuidado desenterró a
una mujer en cuclillas, desnuda y rodeada de semillas ya
secas. Estaba igual al día en que la entena ron, sólo que
2r> l i r J )K jlb.\ GLVBDC5

ahora *u piel era cafe oscura y tenía la textura de un


zapxilo de cuero viejo María de kxs Angeles huyó gritando
con hoTor al ver el kugu de .su pelo que le llegaba basta
lo.s tobillos y sus uñas que tenían varios centímetros. Pero
lo 0);is impresionante, Abuela, era que la mujer apretaba
contra su cuerpo a un pequeño bebé. Por la'parre de
atrás, su cráneo estaba hundido. Juan pensó que se había
muerto de un golpe o quizás habría nacido así. Nunca lo
sabremos.
Abuelo, Ja pobre criatura me dio tanta lástima cjue la
traje a casa. Fra preciosa, solo que tenia un extraño olor a
árido. Juan nos contó que en la noche las momias brillan,
y él piensa que es pur un producto químico fuerte que
emana Je los huesos. Me recuerda una noche en Tivilichc
en que no podía dormir y vi desde mi dormitorio que el
cementerio brillaba en la uscuridad com o si miles de lu­
ciérnagas se juntaran a conversar subre la arena. Tivilichc
es un m.si$ que está e n pleno desierto.
r * vuelta a casa. Rusa n<xs estaba esperando. Sospe­
chaba que algo pasaba cuando vio que Juan no había
aparecido en toda la larde y pegó un tremendo alarido ni
ver el bulto que yo llevaba en mis brazos. I.e dio miedo
que el espíritu de la madre nos viniera a molestar. Su
hermano murió en el desierto después de ver un círculo
de luces en el horizoorc y ella pensaba que era el fantas­
ma de ¿u .señora que había venido a penarle.
Traté de explicar a Rosa que no tuviera miedo, que
estaba segura de que la madre sería J'eliz de que alguien
acogiera a su criatura, poro no había caso. No me habló
en dos días.
A Anrra n o le im p o rta b a q u e la m v te fa e n e l p e q u e ñ o
catre de bronce que mi padre encontró en un remate.
Sólo le molestaba el olor, así es que decidí lavarla l*ue
una mala idea Después de que la bañé SC descompuso y
no habh cóm o salvarla; por eso se la entregué a Juan para
c. a k t a s d h d e s ü j t i o í%
i

que la volviera a enterrar con su madre. Me dio demasia­


da pena haceiiu yo misma.
Par suerte d paquete de libios que usted me mandó
llegó ese mismo dia.
Kil gradas, porque me ayudaron a distraerme de esta
gran pérdida.
L o « b ro z o ,

Su nieta Isabdle
Iqu iqu e, ¡6 d e m ayo d e ¡!X)5

Querida Abuela,

Guardo codas sus cartas en la cajita cjue


me mandó. ¿Dónde guarda usted las mías?
¿ün el cajón secreto de su escritorio o co
un baúl debajo de la cama? A veces le
leo las suyas en voz alia a Anna porque
ella no recibe carias. Nos hace sentimos cerca de usted.
tina cjue nos hizo reir mucho e s la que describe a
Titloo, el pajarito que duermo arriba del estanque del
cscusado y que cada vez que se rita la cadena hay que
avisarte antes con un pequeño tirón para que no se caiga
al agu*. Qué atrevido es, quizás esta primavera anide allá
aiTiba.
Anna plantó los bulbos de jacinto que usted le man­
dó para las últimas Navidades, pero a pesar de sus cuida­
dos. n:> dieron flor. Unicamente crecieron hojas grandes y
luego se secaron. Esto le dio mucha pena, porque con su
olor se hubiera sentido de nuevo en Escocia
Fl pedazo de tierra Que me dio Luis, donde me deja
planta: mi huerta, está protegido del sol pux dos palmeras
grandes. Aparecieron las frutillas, pequeñas, duras, pero
muy sabrosas. Tuve que salir temprano en la mañana a
recogerlas porque si no James me las roba. Y o le digo que
CARI A ' IIN . DESIEKIt ¿I

plante un jardín, perú dice que no quiere. Tampoco a


María de los Angeles le gusta la jardinería Y o creo que
hay que ser inglesa o escocesa para querer los jardines.
Aunque Luis no es inglés, pero yo le digo que a lo mejor
su tatarabuela era inglesa. £1 fie bajito y sacude la cabeza
corno >i estuviera diciendo bobadas De alguna paite tie­
nen que haber venido sus antepasados. ¿Poi qué no de
Escocia?
Abuela, cuídese esto invierno de los resfríos. ¿Se acuer­
da el invierno pasado lo enferma que estuvo? Mi padre 110
se enferma nunca, pero tiene un genio tan tremendo que
piense que quizás está enfermo de la cabeza. O será por
las bo.ellas vacías de vino que baja Dina de su escritorio
todas las mañanas. FJ pega unos portazos, que todos se
esconden en sus dormitorios hasta que se le pasa la rabia
y después actúa como si nada hubiera pasado. Si yo pego
un pertazo me castiga. Jam es Lace la misma gracia cuan
do se enoja.
Ahucia, voy a mandar esto al correo para que lo
recibas pronto Ño es culpa mía que mis ranas se cierno
ren tanto. Me gustaría rener una paloma mensajera cjue
fuera nuestro propio correo.
Abrazos para usted y tía Bctty.

Su nieta Isabel le
Jquiqtxe , 7J? d e ju n io d e 1905

Querida Abuela.
Me alegro de que se haya recuperado de
su caída y que tía iietly la esté cuidando
bien. Aquí también el tiempo pasa lenta­
mente y otras veces pasa tan rápido, que
me pregunto a dónde se ha escapado.
Me pasó la semana pasada, cuando decidimos liacer una
representación de títeres Con la ayuda de Anna les fabri­
camos trajes cun trapos, plumas, bolones y retazos de
lana, pieles y mucho más. Gladys, la costurera, también
nos ayudó. Todos contribuían a su manera. Juan consi­
guió palos y armó el escenario. María do los Angeles pintó
las escenografías y James so encargó do las luco.s y los
sonidos. Y o escribí el texto.
Resultó lindo. Cuando hicimos una actuación delante
de mi padie. dé lus padres de María de los Angeles, de
Mi McPhee y su señora, y también de Rosa, todos queda-
ion encantados e impresionados con nuestras dotes artísti­
cas. Pero ya terminó y las dias vuelven a ser lentos.
Ajid¿tnKA'i todos con pix:o ánimo, io n io que iiuesiia t'iieT
gin se nos agotó ron tanta acrividad.
Ahora, Abuela, los títeie* están tirados en una bolsa
de género en mi anuario, docenas de personajes sin vida.
C M T A * IIN . OEüURrc

abandonado«. Durante una semana, imágenes de duen­


des, lu jos mannos y pelícanos vivieron y murieron, por­
que nosotros así lo decidimos. Las luces están apagadas y
el escenario vacio, su pintura pierde el color bajo los
fuelles rayos del sol que enrra pur mi ventana. Un lugar
que ya no tiene .sentido sin sus personajes.
Lo p^rvr <U> todo. Abuela, e s que no se nos ocune
nada más entretenido que hacer. Los grandes siempre
encuentran distracciones. Si vo Juera más valiente, escapa­
ría c o r Maria de los .Angeles a lus lugares que ella conuco,
pero ce los roíales no me quiere contar porque dice que
soy demasiado chira. Lila miento a su madre codu el
tiempo, para "tener aventuras" como ella dire, y cuando la
descubren no le importan los castigos. A James no se le
puede castigar, pero s e que mi padre está preocupado do
qué va y ser de su vida. No está trabajando y no 1c
interesa el negocio del salitre. Nadir sabe que le interesa.
No quiero ser quejumbrosa, pero él está muy pesado
OOnmfcu Me dice fea, liara y a veces me liacc llorar.
Anna me dice q u r no le haga caso y ella lo reprende.
Pero me da pena, él no era así antes.
Abuela, espero con ansias su próxima «u ta y por
favor cuénteme más de lo que usted hacia cuando era
chica.
Su querida niela,

Isabellc
k ju iq u e, 7 d e ju lio d o 1905

Querida Ahucia,

He cs1ac* ° cr^ c - Más dé una semana que


fflffE fc c r La Gioconda no comía. Vo trataba de
^ lentarla con sus platos favorito*. pero no
había caso. Pasaha todo el düi quieta en
un rincón del jardín y cuando le rascaba
el cu e lo apenas se inclinaba para mirarme y nuevamente
dejaba caer la cabeza. Juan le trajo una lagartija enorme,
pero ella oi la miró.
Se me OCoxre que quizás alguien la estaba envene­
nando. Y o sé que nuestro vecino, Mr. Williams, no la
soportaba Siempre cuando ve a Anna le piegunUi con
una voz que suena com o una bisagra oxidada:
—Señorita, ;o6m o soporta a ese horrible pájaro*
Anna .< w íc . Fila estaba con nosotras m ando la en
coniraaias en una cueva en el desierto, flaca y Tiritona
Nadie sabe cóm o llegó hnsra ahí ¡Y lo que gritó Rosa al
vemos llegar con ella!
¡Trae mala suerte!, ¡trae nula suerte! —decía, y
íOCió li casa entera con un agua que olia a plantas. Ahora
la q u eia y decía que La Gioconda ñas había salvado de la
viruela, la pesco que mató a tanta gente durante los meses
de verano. Tal vc7 por oso mi padre la aguantaba. Sé que
C A K IX ' l»H. HhMFRTO

eJJíi era mi mcjoi mascota. Mejor que un perro o un gato;


los loros y los canarios sólo gritan el día entero com o las
indias en la vega.
Kslaba inmensa. Abuela. T.c mando un dibujo de ella
para que vea cóm o había crecido.
AJiom Juan me dice que tenemos que devolverla al
alriplano. Él cree que si sigue con nosotros se puede
morir, dice que tiene que aprender a defenderse poi sí
sola, casarse y tener poliurias y que el calor de Tquique la
está matando.
Se que eDa sospechó que volvería a las montañas
porque volvió a comer cuando ya apenas lo hacía.
1.1 metieron en una caja grande con dos barrotes
para que pudiera respirar y también mirar a sus alrededo­
res.
S.^ fue mi cóndor querido.
Adiós, Abuela. Su nieta abandonada,

Tsabolle
Jq tuque, JO d e septiem bre d e IJX)5

Querida Abuela.

rJP~ escribo una caita en que no tengo nada


que contar. Juego con el placer de escribir
y de e s e modo la convido a mi mundo.
Presiento que algo va a pasar, pero c:n
esros momentos todo esta tranquilo.
Ja n e s sale temprano en las Uudes. Visita las cantinas
donde se junta eon los marineros, Sé que luego va a llegar
>• lo voy a oir subir a tientas, tratando de no hacer ruido.
Vendrá borracho.
Mi padre también salió; me imagino que fue al casino
a jugar. Anna está en su habitación, escribiendo su diario
de vida, com o todas las tardes. No quieiu molestarla.
F-srancta en el pasillo, sentí llegar el .susurro de las conver­
saciones de Rosa y Dina mientras preparan la cena y veo
que la luz del dia ya no entra por la claraboya Ahora se
ve osc.iro. encapotado por el atardecer.
F.a mi pieza enciendo una vela y mi entorno se
transforma eo una cueva. Me imagino en Escocia. una
nina en los brazos de su madre. Me acuerdo de mi dormi­
torio en Ja casita a los pies del cerro donde solíamos
correr descalzos por el pasto, evitando las vacas que nos
miraban con curiosidad, .sin dejar de rumiar. Do.sde la
3* G EO ftC IN * ó u k iin s

cumbre -.e podía ver el pueblo de Tullykctrle y la escuelita


donde aprendí 0 leer Allí una profesora enseñaba a todos
los cursos, en la misma sala, enn el mismo pizarrón. la
iglesia, con su torre delgada y su gran campana monóto­
na. nos llamaba a rezar. Fl olor a lefia quemada de la
Chimenea, que nunca se apagaba. Se me confunde con el
olor que entra por mi ventana abierta, el del salitre, agrio
y sofocante.
Estoy en mi cueva. COmu una alimaña escondida del
mundo. \ la luz de la vela, me veo en el espejo. Una niña
vestida c.e blanco sacude su cabeza soltando su apretada
trenza. Me saco las bolas que me aprietan y siento los
dedos dd pie com o alas que se preparan para volar. Las
murallas me encierran y confunden. Me imagino que u$
ted y da Bctty viven al otro lado del pueblo y que yo me
preparo para ir a visitarlas.
Pern me detengo cuando de lejas oigo el mar chocas
contra las rocas, y luego suspirar sobre la arena. Y veo las
luces de los barros parpadea! en la distancia con el movi­
miento suave de las olas, com o luciérnagas en la oscuri
dad. Algunos están listos para zarpar, sus bodegas repletas
de sacos de salitre y Sus escotillas cerradas. F.scán ansiosos
de volver cuanto anres a su puerto. Otros tocan las sirenas
en su habitual despedida.
Los ruidos de la ciudad se han ensordecido, incluso
el d ip iiy d o f> de las victorias que pasan por la calle a
destinos desconocidos. Fl tiempo se bu detenido.
Abuela, ¿qué va a ser de mí cuando sea grande?

lsalxdle
Icfttüju*?, 2 6 d e octubre d e 1905

Querida Abuela.

# ^
Anna está muy enferma Su tos es muy
fuerte y después <lo los ataques se queda
quieta con lexs ujos cerrados, inmóvil por
i J j ffif r un ^ rS ° rjibj- Aponas nuS p<xlía dar cla­
ses de canto toser y está tan flaca que yo
le oigo que si no come, el viento *o la va «a llevar.
Vino el doctor y después de examinada fue al salón
pan hablar con mi padre.
Al día siguiente la mandaron en tren a Santa Klena.
Me explicaron que el «uro seco V la tranquilidad ia iban a
sanar. No pudimos acompañada porque su enfermedad es
contagiosa. Armela, reex: para que Anoa se mejore. La
echo tanto de menos que le escribo lodos los días.
Tenemos ahora una nueva institutriz que se com e las
uñas. María de los Angeles atiende sus clases, pero pasa
riéndose de ella a sus espaldas. Rosa anda de malas y se
atrasa con las comidas, lo que enfurece a mi padre.
La otra noche me desperté al oír unos nudos extra
ños que venían de la cuenta. Bajé la escalera oon mucho
eudado. más para no despertar a los demás que por
miedo a que me pudiera encontrar con un ladrón. Vi por
la puerta de la cocina, que rstalxi semiabieita. oómo en-
«> f.H O m ; 'M c'.rM h tH '

traba la luz de la luna por la ventana y se desvanecía


dentro de una olla en que Rosa revolvía algo espeso. Al
mismo tiempo ella cantaba bajito en un idioma que yo no
reconocía; era com o un eco lejano. Cuando terminó se
sentó en un piso, so tapó la cabeza eon un delantal y se
balanceaba lentamente de un Indo a otro com o una corti­
na movida por la brisa.
No quise interrumpirla y me volví a acostar. Al día
siguiente le pregunté qué cocinaba tan larde en la nuche.
Me tapó la boca violentamente y me dijo que no dijera
nada, porque mi padre se enojaría si sabía que eslalxt
haciende lo que 61 llama brujerías; Abuela, era un reme­
dio para Anna. ¡Mi querida Rosa! La abracé con toda mi
fuerza y le prometí que nunca le diría nada a nadie,
siempre que siga haciendo su magia para que ¿Arma mejo­
re pronto.
Adiós.
Su niela.

lsabelle
iq u iq u c, 2 9 d e n ov iem bre d e 190 5

Querida Abuela,

Anna murió anoche en el sueño. Llevaba


varios días en eoma. Quise despedirme
de ella, pero todo fue muy rápido.
Siento un dolor en el pecho com o si
entre el ombligo y la garganta tuviera uu
inmenso saco de piedras que me aplasta el corazón y los
pulmones Me cuesta respirar y escribo para que esta carta
aleje mi pena de aquí. Apenas veo lo que escribo y trato
de que mis lágrimas no manchen el papel. lista es la
primera vez que lloro.
Abuela, también lloro de rabia Dios no debió haber­
se llevado a Anna, ru a mi madre, pero ella siempre fue
débil y echaba tanto de menos a mi padre cuando la dejó.
Anna. en cambio, eia fuerte y nos quería tanto. No lo
entiendo. Nos enseñan que Dios es bueno y nos protege:
hoy u e cuesta creerlo, sólu me pone triste.
.Cómo me gustaría qué usted y tía Bcrty se vinieran a
vivir aquí! Sé tjue e s imposible Jam es está muy triste. F.l
también ha llorado con lo que ha pasado, pero slemjuc
trataudo de que nadie se dé cuenta, porque mi padre le
dijo que no me diera un nuil ejemplo. Mi papá no la vio al
Final. Lila no quiso que la viera tan pálida y delgada. £l se
<¿ CFO W iIN A CHIUltNS

quedó en Iqiiíque con Hortensia, su nuevo amor. La ruido


Dina, la empleada. sobrina de Rosa.
Fosa subió a vernos a nuestra habitación ruando
Dina mandó a decir que su patrona estaba agonizando.
Fila iré consuela ahora, aunque sé que también escá muy
triste. Sus remedios no tuvieron efecto y eso la apena,
pero me dire que una fuerza m is grande que la tubercu­
losis la maro. Le pregunto cuál, pero no me quiere dar
explicaciones. No bastó con llevada al altiplano Quizis
vino la Gioconda y se llevó su espíritu entre sus enormes
garras Se me secan las lágrimas atando pienso que ella
quizás tiene suerte de no estar ya más en este mundo.
No se vaya usted todavía. F.spexeme y nos iremos
juntas.
S.i nieta triste.

Isabel le
Titivicbc, fS d e en ero d e ifXK»

Querida Abuela,

JB m á lia r e una .semana q u e estam os en


Tilivíche. Vinimos ron Hortensia, la no
via de mi padre. Nos acompañó también
Manuela y su hijo Max. Manuela es ami­
ga de Hortensia. Max me peisigue lodo
el día com o un perro hambriento Y para colm o. Horten­
sia me repico cada v ez que me ve “Vaya a jugar con Max4.
Klla $vbe que no quiero jugar con él y me da rabia.
Mi padre se quedó en iquique por los rumores de
una huelga.
Abuela, ¿cómo está su salud? Me preocupa cuando
me cuen&i que se está poniendo más sorda y ciega. No
nmv ciega, por favor, porque cómo va <i poder leer mis
carras. No le podría contar tanto si so las leyera tía Bclly.
Lstar sorda debe ser muy incómodo, aunque para mi no
lo sería. no tendría que oír los regaños de Hortensia Rosa
me encarga que le diga que ludos los días se ponga subre
los ojos paños fríos remojados en agua de ajo. F.s una
recen milagrosa de su pueblo. Rosa me sanó una verruga
del pie mientras dormía, liso sí que e s un milagro.
Tuvimos un temblor hace dos días.
44 <;h >vc.in a o u u u in ?

Estaba leyendo en el balcón, escondida de Max. Sé


que iré estaba buscando porque lo vi caminar hada la
laguna y dos veces oí que gritaba mi nombre. Hacía mu­
cho cdor. No había una gota do bri.sa, sólo un silencio
que retumbaba en los oídos. Creo que hasta las hormigas
dejaron de trabajar. No se movía una hoja. Tjo s indios de
la chacra parecían estarnas dobladas sobre sus palas inmó­
viles. lo s huespedes dormían la siesta.
Luego empezó un ru ido com o si codos las motores
de una Oficina se pusieran en marcha repentinamente. Me
imagine que las rocas debajo de la casa chocaban unas
contra otras y sé estiraban sacudiéndose com o un perro
que busca deshacerse de una molesta pulga. Tuve susto,
temí que se cayera la casa y me fui corriendo para adentro
en busca de Rosa.
La casa parecía una jaula de pájaras alocadas. No se
puede imaginar. Abuela, cóm o las señoras y las emplea­
das gritaban y corrían por rodos lados com o que estuvie
ran buscando algo que se le.s podía escapar en cualquier
minute. Lra difícil distinguir en el alboroto quien era quién.
No alcancé a bajar las escaleras cuando todo terminó.
F.l silencio volvió, com o una presencia que se burla de la
histeria que acaba de provocar.
Max entró corriendo, llamándome, y cuando me vio,
exhaló un inmenso suspiro. Creo, Abuela, que estaba pre­
ocupado por mí.
Adiós,

Isahcllc
Icfutque. 2 d e m ay o d e 1906

Querida Ahucia,

Mi padre tuvo que salir temprano para


asistir a un funeral en Sania Plena.
Mfercr WiDiams, nuestro vecino ton voz
de bisagra oxidada, .se había ido a traba
jar allí. Meses después se disparó un tiro
en la boca. Según Rosa, era un hombre triste y bebía
mucho; m i señora había muerto en el parto junto a su
hijo. Imagino que sentía que no cenia para quién vivir.
Auncuo hay mucha gente en las oficinas, parece que
trabajar allí es muy solo y aburrido, pero yo lo paso bien
cuando voy de visto.
Abuela, hay unos bandidos .sueltos en el desierto.
Han estado dos meses macando y robando en distintas
oficinas. Se escaparon de la cárcel por un agujero en el
techo que hicieron con tenedores y cuchillos. No es la
primera vez que hombres desesperados asaltan trenes y
atacan las oficinas para robar. Llegan borrachos y se aire
ven i matar ¿i quien se pone en su camino. Mi padre pidió
ayuda a las tropas para que protejan Santa Llena.
María de los Angeles está enamorada de James. Él se
cnop cviando lo digo, pero yo los vi dándose un beso
mientras ella tocaba el piano. Es tan coqueta cuando está
tí c'. ijt uif rLVA GUB82MS

con el, que lo persigue igual qxie su madre a mi padre.


Pero m papá está enamorado de Hortensia. ¿Tendré una
madrastra igual que Cenicienta o Blancanievcs? A James
no le simpatiza. Camodo viene .a casa no la saluda. Me
dice que es rara. Que tiene una mirada extraña, que es
nerviosa. Yo la encuentro muy bonita y elefante, sólo que
sé que no nos quiere Se abune con nosotros, a ella le
gustan as fiestas, los bailes y salir de compras con mi
padre. Pero yo me pregunto, ¿ella podría estar feliz aquí?
Las hortensias no cuecen en este clima, \eoesitao mucha
agua y nombra. ¿No es cierto. Abuela?
Un gran abrazo.

Su nieta Tsabelle

P.^. Gracias por las estampillas. Cuando se las mostré


a mi padre, me prometió traerme un álbum para pegarlas.
Iqu tqu e. 7 d a ju n io d e ¡ÍM)6

Querida Abuela,

Vi mi primera ópera C arm en , de Puccini,


en el teatro de Pisngua y ahora me con­
sidero una fanática de la ópera. Espero
las funciones en Tquique con ansias. Pero
dudu de que me lleven de nuevo, Hor­
tensia dice que el Municipal está lleno do pulgas.
Mi padre reñía negocios en PLsagua, y com o Horten­
sia irsi.süa. nos llevó con él el jueves. Lila se queja mucho
últimamente de que mi papá no la turna en cuenta como
quisiera. Creo que él tiene problemas en la oficina, o se
ab u re con ella.
Nos fuimos en tren temprano, car. tempranu que la
cam aichaca caía sobre la ciudad com o uu sueño pesado.
Perú la estación estaba despierta. Trabajadores con mira
das lejanas y duras pasaban por nuestro lado, hombres
doblados por enormes sacos de salitre. Un alto capataz,
co n un cuaderno arrugado en la m ano, apuntaba
frenéticamente, mientras les gritaba con impaciencia que
.se apuraran en descargar. Indias envueltas en colas multi­
colores vendían fruías y verduras a lus pies de la reja que
rodeaba la estación. Permanecían en silencio com o si es­
tuvieran esperandu que el amanecer les diera permiso
tt: OIXJBtKNA OVillMVí

para hablar. Otras, cargadas con huiros y canastas, se


empujaban enere ollas en su apuro por repartir su merca­
dería anees do que abrieran los negocios. Luego el inspec­
tor hada sonar lio silbato por el puro gusto de oirlo,
porque bastaba con el ruido de la locomotora rara .saber
que estibamos a punto de partir
Abuela, mis viajes en tren nunca dejan de ser algo
que' vivo con toda mi alma. Aunque estoy encerrada en
una caji ambulante, me siento libie, libro en el gran espa­
cio de la pampa. Aquí la naturaleza no tiene límites, son
millas y millas de colores grises y amarillos donde juegan
el viento y el sol. sin descanso.
Ciando llegamos, la camandulea se había alejado ya
y los rayos del sul iluminaban los muelles que se estiraban
com o brazos hacia el mai b'o la bahía, cientos de barcos
cié altos mástiles, com o una fila de damas elegantes, espe­
raban su cargamento de salitre.
Cuando nos bajamos del eren, un par cíe perras ñacos
ñus olfatearon las faldas, alejándose rápidamente cuando
mi padre los corrió oon su bastón. Algo en su mirada me
recordó a Ta Gioconda.
El teatro es inmenso y está construido a orillas del
mar. 1:1 agua se estrella cuntía las r o c a s por debajo del
escenario y los cantantes tienen que Juchar para que sus
voces no s e ahoguen en el ruido de ias olas. Fl cielo raso
está decorado con nubes dé algodón en que numerosos
querubines rocan en silencio una música celestial.
Adivino quién oseaba entre el público: Max.
Al día .siguiente hicimos una larga caminata por la
playa y los roqueñas acompañadas por él y su madre.
Descubrirnos en la arena un par dé cartucheras que datan
de la Guerra del Pacífico. ¿Se da cuenta? .Hace casi treinta
años! Max me contó que todavía se encuentran cuerpos
do soldadas momificados que reciben un gran funeral y
luego I:*» encierran en las dunas detrás do la ciudad. Inclu­
U W A-w DEL DCVH'lIlVi <r>

so s in o que encontraron en oí bolsillo de Lino de los


soldados, ia hoja de nna caita dirigida a su madre;. Qué
lásliim que ella nunca Ja recibió, Abuela.
Tarece que la guerra no cenia nada de pacífica: mu­
rieron miles do jóvenes Pero fue gloriosa pañi las diiic-
nos.
Abuela nuescra estadía en Plsagua me pareció un
sueñe, me apeno tener que regresar.
la echo mucho de menos,

Su niela lsabelle

P.S. Max me entregó un sobre lleno do estampillas


que me había juntado.
Iqu iqu e. 2 6 d e ag osto d e i 9 0 6

Querida Abuela,

Me entristeció saber que a loe* palos. Dante


y Beatriz, se las comió un zurro.
Harían una linda pareja, él con .su cabe­
za d e plumas color esmeralda y celeste y
ella en comparación lan fea con su colo­
rido cafó. Pero yo se que él no la encontraba fea. Me
acuerdo cuando tuvieron palitos, la primera vez, eran diez
o más. Se veían tan tiernos cuando seguían a sus padres
en fila ¿ndia por la orilla del estero, al fondo del jardín.
Pero por eso no tenga pena. Abuela, tuvieron una vida
feliz y ahora ellus están a salvo en el paraíso de los palos.
Me hace pensar en Anna, que está conmigo lodo él
tiempo. La Siento a mi lado y se que a veces toma formas
extrañan que nadie más ve. Me protege cuando tengo que
subir al segundo piso oscuro con miedo de que algo salte
por la claraboya y me agarre por el cuellu. Por la noche,
cuando no puedo dormir, le liablu y oigo su voz cantando
bajito, consolándome.
Kslo no ocurre únicamente cuando estoy xrlsic. F.n la
ríase de baile, la otra semana practicamos un nuevo paso,
la polc a. Mientras bailaba con Max se apagaron todas las
luces. Yo se que fue ella. Nos estaba aplaudiendo y rfón-
C U IT A S D E L OttíRIfTY) Si
dosc de mi por fxiilar con Max, sabiendo lo que Siento
por d.
Anua se sentía sola en esle lugar. era demasiado seco
y*caluroso para elJa. Tas estacione?» no se notan com o allá,
donde los árboles y las flores anuncian una nueva época.
Aquí os igual lodo el año.
Cuénteme e:i su próxima carta cómo se ve el invier­
no. T/> extraño, aunque aquí me encaman el sol y el cielo
de un color azul lan luminoso, que se parece a los vesti­
dos con que visten a la Virgen María en las iglesias católi­
cas. Trato de imaginar cómo será Iquique cubierto de
blanm y me e.s imposible.
‘ Jn abrazo.

Tsabclle

.■*.S Hortensia partió a Santiago Se despidió de mí


con u i abrazo afectuoso e inesperado. La sentí triste.
Tquiyue. ¡2 d e octubre J e l'XJÓ

Querida Abuela.

¿Se acuerda de) niño que vi en Sanca


Elena, la primera vez que fui con mi
padre? Volví a vedo en el hipódromo
cuando iba a conei Daíiing. el nuevo
caballo de carrera que compró mi padre.
L'l lúpódiumo estaba lleno de gonce ese día, igual
que la estación de tren en las mañanas. Protegidas del sol
en las Tribunas techadas, una leve brisa nos envolvía en
olor a mar Vendedores de bebidas y helados pasaban por
entre el tumulto y mis gritos so confundían con los de l<xs
aposTacoros. Para algunos. Abuela, era un momento festi­
vo; pan otros, inquietante.
Cuando se cierran las apuestas, lodos se preparan
para la carrera. La atmósfera se crispa y desde el mumenlu
en que se oye por el parlante *¡P a rtie ro n !la suerte está
en ruanos del destino.
La carrera en que corría Darling era muy importante
para m. padre, ya que el ganador recibirla una magnífica
suma, lo vimos en un pequeño corral donde muestran los
caballos ante* de la carrera para que la gente decida a
cuál va a apostar. Estaba magnífica. Fl jinete, que no era
más grande que yo, llevaba la chaqueta con !<xs colores
c a m a s iu *i . o f .s ie r t o

que yo le escogí a mi padre: azul, con lunares amarillos,


com o repetidos golpea de sol en el ciclo del desierto.
Mientras admiraba a Darling. se. me acercó un joven.
Me saludó en inglés y me preguntó si me gustaban los
caballos. Se veía más alto que vo y no estaba vestido
pobremente com o lina vez que lo vi en Sanca Llena, sino
muy elegante con una el ui quena y un somhreio ncgio
ñamarte. Me sorprendió tamo vedo, que apenan pude
hablar, me dijo que un día me iba a convidar a cabalgar
por el desierto y me mostraría lugares que jamás pudría
imaginar. Temo que no me darán permiso.
Anees de que .se alejara, me diju que Darling estaba
en buena foima y que iba a ganar.
Mi p ad re me pregunto ron qui£n hablaba. Le dije
que con alguien a quien yo no conocía, era verdad por­
que no alcance a preguntarle su nombre. Además no
quería que £1 supiera. Si estuviera Anna se lo habría con­
tado, pero a mi padre, no.
Abuela, Darling ganó.
Su nieta de la suerte.
Jqu iqu e, 2 2 do. m arzo d e 2907

Querida Ahucia,

Estamos de vuelta después de haber pa


sado una semana en Santa Elena con mi
padre. Los dias se fueron volando,
lodos los mañanas visite la sala de máqui­
nas a la hora de: la colación. Tos trabajado
10 $ cíe punían conienlos de verme. Son distintos a los amigos
de mi padre, más amistosos. Les encantan los chistes y que
les hable de Escocia, de la comida, de la lluvia...
Enere ellos e.sraba el cojo Oírlos, que nació con una
pierna torcida porque su mamá tomó mate duranle lodo
el embarazo, y Peña, que apenas habla. Ll es el más
¿nande y fuerte. Pienso que por cada palabra que no dice,
cíe le a^rej^a un másenlo más. F.s el tínico que no usa
camina y cuando trabaja me gusta mirar cóm o se le estilan
los músculos bajo su piel oscura y sudada F.l más alegre
es Auieliü, aunque se queja mucho. Se casó con Dina,
que trabaja altura de cocinera en la casa patronal.
Yo llevaba los restos de comida que sobraban para
lo* fcauís, i uyo hogai es un itimenso galpón. Aurelio
me coató que Sé juntan tantos de noche en busca del
calor de las calderas, que no dejan entrar a los perros.
É stos $e tienen que conformar con dunuir acurrucados
56 G EORG ICA C.lIBFílN-»

concnt la puerta. No com o Toflfec que dormía .sobre .su


cama.
Abrácelo por mi. Lo echo de menas.
l.'n día mí padre me llevó a ver cóm o .se descubre el
salitre' en la mirad de la pompa. Por un estrecho túnel
mandan a un niño a colocar varias barras de dinamita.
Todo$ ¿e alojan. Minutos más tarde .se oye un fuerte estampi­
do. &ütut piedra* por todos lados* y luego .««*. deva al cielo
una inmensa nube de polvo. F$ tan increíble, Ahucia, que
imaginé que en cualquier momento podría aparecer de la
polvareda el genio de fa s rn tiy u n a noches.
Ciando la Tierra se aquieta, los científicos corren a
ver $\ ban encontrado salitre de alta calidad; parecen ni-
ños que paiten a recoger una pelota
Me gustaría vivir allí, pero mi padre dice que des­
pués de un tiempo el viento y el sol nos volverían locos.
Giras veces, me columpiaba en una hamaca en la
terraza, o miraba a los burros que pasaban cerca e imagi­
naba fi rmas en el humo que salía de las diimeneas. Dina
me llevaba un vaso grande con una deliciosa limonada
hecha J e limones pequeños que se producen en el pue
blu de Pica.
Abuela, el aire del desierto está tan cargado de efec
tricidad que a veces cuando una loca la crin de un caballo
ii acari ía un perro, recibe una fueue sacudirla eléctrica.
Dina me explicó que era n causa de la gran sequedad.
Cuando me eseobillo el polo, mi cabeza .se llena de luceci-
las que me recuerdan un pequeño árbol de Navidad.
Allí, en d día, la temperatura es muy alta; luego, en
la noche, cae un frió que nos obliga a entrar en la casa a
buscar calor. Ahí me quedaba dormida, tendida cerca de
la sa h u .ia u d ja , u y c u d u a j j ií p a d ic y a 1«j s a d u iiu isU a d o ic*
convenar sobre la vida del desierto.
Id jueves es día de compras. Fui con Dina al pueblo
de lloara.
c a ín a s r>Ei d e sc e r io >7

Tomamos el tren temprano en la mañana cardadas de?


canastrxs y bolsexs más los tejidos que Dina hace para sus
hermanos pequeños. £1 día de feria es alegre. Paramos a
mirar a los malabaristas y músicos que actúan en la pía7a.
Uslá repleta de vendedoras de verduras, faltas y legum­
bres que traen del altiplano y también deliciosos quesos
frescas de cabra y oveja que se deshacen en la boca.
tina vez que hu imus U* compran, Dina me llevó a
casa de sus familiares a tomar un refresco. Les gustaba
rocar mi pelo rubio porque decían que les traía suerte.
Antes de subir al tren de regreso, pasarnos por la
iglesia, donde Dina encendió velas a la Virgen de las
Aguas y le deje') naranjas y limones com o ofrenda. Tarn
bien pidió que la protegiera y le cumpliera su más grande
deseo. Nunca me quiere decir cuál es, pero yo sé que
sueña con tener un hijo. También yo encendí una vela
por asted y por Anna y ]>edí para m í un deseo grande No
sé b.en ln que e$. -Sólo espero que sea bueno.
Me pregunto si la Virgen nos oye. p.irada en su
pedestal en ¿i penumbra de la iglesia. Me parece estar tan
lejana.
La abraza su niela del desierto.

Isabel le
Iqu iq u e, 6 d e a b r il d e 2907

Querida Abuela,

Ayer cumplí carcroc años.


Adivine loque me regp 16 James: una merca
y un tomillo envueltos en papel de diario.
Tos sacó del auto de mi padre que llegó de
Europa hace un mes. James goza como un
niño armando y desarmando el motor. Seque seria feliz si fuera
mecánico de autos, pero mi padre se lo prohilx*. Opina que no
es un trabajo para él. Quiere que haga algo en una oficina.
Para m í Jam es es un poeta, iintre el diario con que
envolvió mi regalo venía una poesía escrita para mí. Él ya
no me molesta tanto com o antes y hasta me deja aeompa
ñnrlo cuando sale a dar una vuelta en el auto. Me escribió
en la poesía que estaba orgulloso de mí
Abuela, lo sigo contando de mi cumpleaños o mi no
cumpleaños. Hubiera sido distinto .si pudieran haber esta­
do aquí usted y tía Bctty.
Mi padre volvió en la tarde con un regalo. Era un
sobre co:i dinero para que me comprara algo a mi gusto y
u lf dio un beso en la frente. Nvinca ha tenido mu chut-
aptitudes con las palabras
María de los Ángeles me trajo un pañuelo de seda
que sospecho rolx> del armario de su madre. Tenía olor a
CARTAS U IÜ IX M N i O >y

perfume y los calores do un loro trupiatl. Me contó que lo


cnau gó directo a París para mi, no le creo. Se lo mandaré
con csu caita para que lo vea. No «CO que aquí tenga
oportunidad para usarlo.
Luego me convidó a salir pana ver si encontraba algo
en qué gastar la plata. Supo que había llegado un nuevo
embarque de* París, pero n o logramos ver nada porque me
llevó al Gran Hotel. Me explicó que tenía una cita para
tomar té con un nuevo pretendiente, peio yo no estaba
incluida en la invitación.
Estuve dos horas. Abuela, sentada sola en el gran
hall com o una buba. Dos enormes espejos dorados, a
enda costado de las escaleras, reflejaban mi cuerpo miles
de veces y los ángeles que se columpiaban sobre ellos me
invitaban a pasar Inicia la eternidad.
Cuando María de los Ángeles salió del salón de té.
me advirtió que no se me fuera a ocurrir contar dónde
habíamos estado. Pero lo que ella no supo fue que vi a mi
padre salir del mismo lugar cx>n una mujer desconocida.
No n c vieron. Abuela. La mujer reía fuerte, colgada de su
brazo, igual que el mono que una vez Juan trajo a la casa
y ftcr^i echó enfurecida.
Guando volví a casa, Juan y Kosa me cantaron feliz
cumpleaños y comimos un pedazo de mi torta favonta.
Pedí un deseo al apagar las velas, no se lo puedo contar,
pere ojalá se cumpla
¿ se fue mi cumpleaños.

Isabelle
Iquique, 2S d e muyo d e 1907

Querida Ahucia.

Mi padre nos llevó a mi y a Mana de los


Angeles a vei bailar a Ana Pavlova al
Teatro Municipal. Al licuar nos encorára­
mos con mujeres sentadas en las escalas
del Teatro, con sus bebés en brazos, es­
perando ron la mano estirada que alguien les diera una
moneda. .Niños pequemos y harapientos corrían detrás de
los coches, ansiosos de llamar la atención, también para
recibir algo.
ün.rarnos rápidamente buscando la protección del
vestíbulo. Allí estábamos a salvo de esa otra vida. Me
siento como un pájaro en una jaula, piutegida y privilegia­
da. cuando veo la pobreza que n<xs rodea y con la cual
rara ve* Uupiezo.
I.as damas vestían tan hermosas, que parecía que
iban a lucirse más que a ver el espectáculo. Me llamaba la
atención el ¿pan edificio con sus magníficos cielos pinta
dnr. y lar. ni llar, forrada/: un u n te r c io p e lo ioy O q u e iw lz a b a
U riqueza y el esplendor en que estálximus.
Jamáis hubiera tenido la oportunidad de verlo en L's
cocía
< ACTAS D IX HhvFCTO $1

Hortensia no ha vuelto de ¿anciano, pero a mi padre


no le fallan acompañantes, por suerte, porque la soledad
os triste. Rosa lo niega, dice c|ue está muy feliz sin un
maride, que los hombres solamente Traen problemas. Tai»
bien rué hace saber que el amor es complicado, egobta.
No le exeo, sé que voy a enamorarme y tener muchos
hiios. -Tila dice que James, o Jaimiio com o lo llama, v yo
.somos sus hijos. Quizá# cuando uno es viejo haga me no»
falta el arnur
,,Oué piensa usted. Ahucia? Tuvo suerte de que tía
Heicy no la abandonara cuando murió el Abuelo.
Sil rueta,

Isabel le
Icjuü¡uet 20 deju n io de i 907

Querida Abuela,

Mi deseo se cumplió, ahora .se lo puedo


contar. Fl joven del hipódromo nos hizo
una visita. Se llama N¡cholas Rosa está
convencida de que vino a hablar con mi
padre. Me. reía de ella, porque sé. sólo
xr lo digo a usted, que vino a verme a mi.
Diaba elegante, de chaqueta azul y camisa blanca
com o .as plumas de una gaviota. Parecía nervioso, .se le
cayó ti sombrero y cuando los dos nos inclinamos a
recogerlo, me rozó una mano. Ahucia, todavía recuerdo
lo que sentí. Pequeños escalofríos, suaves com o las alas
de una mariposa que traspasaban tcxlo mi cuerpo.
Cuando Rosa salió de la sala en busca de mi padre,
.Nicholas me pidió que le tocara algo en el piano. Todavía
no entiendo cóm o mis dedos pudieron moverse, sólo me
acuerdo del silencio que nos encenó. Igual al del desierto.
Dejé de mear y me preguntó: "¿Cuándo ram os a
salir a cabalgar?'*
Abuela, estoy profundamente enamorada.
Un abrazo fuerte de su nieta feliz,

Isabclle
(. jU JIX i DEL DESIERTO

K.S. Hortensia ha vucllu y mi padre m? ha cacado ron


ella.
íqu iq u e. 6 d e ju lio d e 1 9 0 ?

Querida Abuela.

J& M j j f * * Mi padre no me dio permiso para .salir


x ffQ v L * oon Xicholas a c a b a la r. Me dijo que las
señoritas no salían solas con un joven,
subre lodo a mi edad. ¿Cómo los hom­
bres pueden hacer lo que quieren? Ls
injusto. No me atrevo a preguntarle de que hablaron ese
día que nos visitó. Sólo sospecho que no era bueno por­
que Hortensia me comentó con su pesadez de costumbre
—Use tilico no llega ni a los talones de Max. til sí
que es un caballero.
lilla no entiendo nada.
Cuando le pedí .1 Juan que me contara algo de él. me dijo
que era irlandas. Ya lo liabia sospecliado por su melódico
arenrn y bis pecas esparcidas como pimienta por la cara. Siguió
relatándome oon admiración que él había venido a este
continente <le polizón. cuando no era más que un niño. en un
bnrooa vela de ires mástiles. Atravesó el estrecho de Magallanes
peleando contra los feroces vientos del orsrc; si no hubiera sido
|xji U dcoüe¿a del capitán, no optada aquí \*x>n noxolrex*.
Pero lo que mas le impresionó a Juan, era que dejó a
su madre viuda y a sos tros hermanas con la promesa de
que la* ilxi a sacar de la miseria. Por eso se tenía qtic ir.
CUTAS 1>LI Pl ' l KlO íti

Ahora entiendo pbr qué mi padre no quiere que me


junte con éJ. ¿Por eso lian decidido mandarme a In^^Lite-
rra?
Pisaron los dias y Juan me trajo una carta en secreto,
que le entregó Nicholas por miedo de que alguien lo
sorprendiera. Sólo decía du$ palabras: “Te esperare" Ve­
nia con un trébol do rm tm hojas. Lo guardo en mi caía
con sus cartas. Abuela. Son dus palabras que reemplazan
a todas la.s carias dé amor escritas en el mundo
^Pensará en mí tanto com o yo en él?
$5 que él es el hombre con quien me voy a casar,
aunque Max está convencido de que me casaré con él.
Adiós,

Isabelle
IquújuC. 29 de julio de l'MJ?

Querida Abuela,

j h m Mi padre me ha castigado y no puedo


salir durante un mes. Lo encuentro injus­
to. Quién es él para imponer reglas. fPer-
donc mi falla de respeto.)
Rosa casi perdió su trabajo. Pero mi pa­
dre no la echó porque él no puede vivir sin ella. lilla lo
sabe Minea lo había visto fuera de sí y por primera ve*
me levantó la mano para pegarme. Rasa me dijo que no
me preocupara, porque se le pasaría en pocos días. Así
espero. Pero me da pena porque no qui.se preocuparlo.
Nunca pensé que se iba a enterar.
Voy a contarle lo que pasó. Rl 16 de julio fuimos con
Rosa a las fiestas religiosas de la Virgen de la Tirana, que
está er. el pueblo del mismo nombre, fila va todos los
arios y com o regalo de cumpleaños me. prometió llevar­
me.
Abuela, era com o que estuviéramos en otro país y en
otro siglo. El jseyueño pueblo en medio del desieito se
despierta durante dos semanas y toda la gente se disfraza
y baila, cubriéndose las caras con magnificas máscaras de
diablo?; eantan y sallan, girando al compás de la música
monótona de los tambores y pitos. Grupos de fieles casa-
t* I H AÑ DEL DESIERTA.»

yail sus bailes Jurante el año y confeccionan trajes multi­


colores que lucen en este carnaval. Acompañan a la ima­
gen de la Virgen, a quien pasean en andas cubiertas J e
llores. Esta tradición recuerda una leyenda de la princesa
inca que abandonó su religión por el amor de un prisiu
neio cristiano y por lo cual murió.
Ispero. Abuela, que yo no tenga que morir por mi
amor por Vichólas
Había grupos de aimaras que liabían bajado del alti­
plano. Con sombreros hongos y faldas gnicsas sentados
jumo a sus llamas, contemplaban la fiesta en silencio.
Rosa llevó comida y mamas para pasar la noche bajo
las estrellas. Comimos 'picante* y empanadas que se pare­
cen a parmclitos doblados de masa que envuelven carne y
cebolla. A pesar del mido, de los cantos ininterrumpidas y
el írí<\ me dio sueno.
Estuvimos dos días. Conocí amigos y parientes de
Rosa, y el diablo que me perseguía, tratando de asustar
me, resultó ser Juan.
Qué distinta es esta demostración de fe comparada
oon la anglicana de nuestra familia. Aqui todo es color,
brincas, olores, donde la alegría y la espontaneidad es
permitida. l a nuestra, sombría, dominada por la austeri­
dad y el deber.
bsmvc desilusionada de no encontrarme a Nicliolas.
Pena igual estoy impaciente por contarle a Max mi aventu­
ra. No lo convidamos porque jamás hubiera podido guar­
dar el secreto y sé que lo asustan las multitudes.
Mi padre todavía no ha levantado el castigo. No me
imperta. Paso los dias enrrrtenida con mis estampillas y
los lin os que usted me manda. Se lo agradezco. Me sien­
to h ijo una palmera al fondo del jardín. Fs la única sobre
viviente de la época —la recuerdo aunque yo era más
pequeña- cuando era el jardín más lindo de la ciudad.
Después de la muerte del viejo Taita, no buho nadie que
(#

lo protegiera com o él del sol. la arena y el viento. Creo


que no le había coñudo, Abuela, que un día encontraron
muerto a Luis. Se fue en .su sueño.
Ahora crecen pastos secos, duros y áspeios com o la
piel de los mineros.
Entremedio se asoman algunas rosas cuyos rallos ra
quilicos han perdido la fuerza para florecer.
Adiós, Ahucia,

Isabelle
Jquitfue, 23 de octubre de 1907

Querida Abuela,

Aunque ganó Dariing y mi padre recibió


la gran suma de dinero, no le es sufi­
ciente. Ya no hay fiestas como antes.
llOITCnsia se queja de CSto y pelean cuan­
do ella le dice que no tiene nada que
ponerse. Luego le grita que es un jugador, un irresponsa­
ble. VII padre la deja sola con su rabia y se encierra en su
r.scri.oiio l os dos se ven tristes.
bl otro día. cuando ordenaba mis estampillas en mi
ruano, Hortensia entró y sin decir nada agarró el libio y
lo tiró lejos y con él cayeron todas las que estaban enci­
ma. Abuela, no podía creer lo que me liahia hecho. Mis
queiidas estampillas con las cuales sueño en viajes lejanos
y mágicos.
Mientras esta lluvia do colur caía lentamente sobre mi
cabeza, me dijo:
“Son todas unas mentiras; las cartas, las estampillas y
las promesas*.
Luego salló cunitaidci con loi ojoo llenos, de líij^risiiiis
Rosa subió y me ayudó a recogerlas. Consolándome
me explicó que Hortensia y su madie habían sido abando­
nadas por su padre arando ella era muy pequeña. Su
.v» t .ft iiii;t \ A r;i

madre ir Jiabía prometido que 61 volvería a m u lo llegara


el otoño. Cada año las dos se preparaban para su vuelta.
Pero él nunca más volvió. A la muerte de su madre,
cuando ella tenía quince años. Hortensia vivió con una ría
hasta que conoció a mi padre.
Me tendrá celus por no haber sido abandonada por
mi padre.
U n a b ia ¿ u ,

lsabelle
Iquique, 2 3 d e diciem bre d e i<XJ?

Mi querida Abuela,

¿Se acuerda <to que le exenté que mi pa­


dre oslaba preocupado por los proble­
ma* en las oficinas, que había repetidas
huelgas en Iquique y en la pampa y por
eso no podíamos salir?
F.l miércoles pasado las autoridades nos prohibieron
salir a la calle. Repartición panfletos para avisar que había
que almacenar agua y víveres. Nos encerramos bajo siete
llavt*. til puerto ceno, dejaron de cargar los barros, los
obreros se unieron con los de la pampa que venian en
camino Se declaró estado de sitio
Como un lejano zumbido. los hombres bajahan de la
pampa. Había muchos: hombres, mujeres y niños, abuelas
y abuelos. También traían sus perros que corrían por
entremedio de sus piernas, com o sabiendo que paitieipa-
ban en un importante acontecimiento. Las mujeres venían
con canaslus. ollas y cucharas, los bebés contra el pecho,
y les hombres con sus hijos mas pequeños sobre los
hombros.
Cantaban levantando tierra al caminar cuino una nube
amarilla ludiente. Yo sé rodo esto. Abuclita. porque me lo
coivñ Juan. Además me escondí en la azotea, donde po-
<. i c <u . i na <. hh ki p <*

di\\ ver un mar de .sombreros que pasaban por el ancho


de la Cale casi a la altura de mis pies, be veían sucios y
cansados, parecían una fila de nunca acabar. No podía
dejar de mirarlos.
Hortensia pasó rodos esos días lamentando su encie­
rro, aleñada de que una de esas ‘'bestias* entrara a la casa
V nos matara a todos. Apenas vi a mi padie.
Las autoridades les dieron aJrxrrgue en el hipódromo
y en la Iscuela Santa María. Allí les tenían agua y bañas y
una carpa grande para que se protegieran del sol. Los
trataron bien porque venían tranquilos, con buenas inten­
ciones. .uau salía a explorar a pesar de los regaños de
Rosa:
“Te^ga cuidado, niño porfiadu". y le pasaba un l>olso
con pan y charqui para .sus amigos pampinos. Pero cuando
yo le pedía que por favor me llevara, me contestaba:
"No, chica, allá fuera hay olor a miedo, cuando los
perros huelen miedo, atacan. l¿$tá$ mejor aquí. Y o prorne
to volver y contarle ludo*.
liad a mucho odor esos días. t.a camancliaca no trajo
.su alivio habitual. bl calor reposaba sobre la ciudad como
una manta pedida. Pasaban los días y a pesar de la canti­
dad de gente, había un aire de esperanza. Según Juan, los
pampinos dijeron que: iban a esperar liasta que sus peti­
ciones lacran aceptadas. Querían cambiar muchas casas.
Abuela, rom o por ejemplo, eliminar las fichas, tener es­
cuelas en la tarde y mejor atención médica.
Pero les fue nuil. Llegaron las tropas, las autoridades
se asustaron, hubo peleas seguidas de gritos y disparos.
Juan hablaba puco y se veía preocupado.
Mi padre volvió y ñas ordenó preparar algunas male­
tas. Teníamos que estar listos para refugiarnos en los bu­
ques si es que los pampinos no volvían a las oficinas.
A bjela. finalmente las pampinos no volvieron a la
pampa. Los mataron con su s escopetas y los gritos que
I
74 <;i i >w ;in a OUDUIKS

aplastaron la ciudad fueron reemplazados pur un llanto


profundo y desesperado com o los* de un perro enjaulado.
Tantos muertas, sólo por querer vivir mejor.
Tedavia el aire huele a pólvora y a miedo. .No se
preocupe por nosotros, estamos bien. Mi padre quiere
que no; vayamos a TiviJjche unos días a descansar y allí
pasaremos el Año Nuevo.
Ac.iós, querida Abuela. Escríbame lue^o.

Su niela Isabel le
TUiiicbe, tjf <le enero de 1908

Querida Abuela.

Dejaron salir a James de la cárcel. Su


encierro fue una amenaza para que no
se mericra más a defender la causa de
los trabajadores. Mi padre estuvo furioso
con él, pero yo se que está más bien
preocupado. Según él, Jam es es un soñador que quiere
cambiar el mundo. Pero yo estoy segura d e que mi padre
está lleno de remordimiento por no haber hecho algo
para evitar la masacre.
Vinimos a Tivilichc unos días con Max y su madie
mientras mi padre soluciona los problemas que hay en
Sania Plena. Me alegro que Jam es viniera con nosotros,
aunque no está de muy buen genio.
Ayer me llevó al cementerio que queda al oüx> lado
del rV>. Abundan las plantas y los árboles en este pequeño
oasis y cantidades de geoglifos que se extienden por los
m onxs que nos ene-ierran. Trozos de hombres, animales,
símbolos geométricos dibujados con piedras en las arenas
describen una épuvü pasada y me hacen preguntarme
sobre la vida de aquella gente.
En el horizonte se divisan algunos bosques de
tamarugos que todavía se han escapado de la sierra. Abuela,
•í. CEOKCINA C.CRBIXS

además del ceibón, usan la leña de estos árbules para


hacer andar h s máquinas. D icen que antiguamente el de
siejto era un busque.
Nunca antes me atreví a visitar el cementerio, allí está
enterrada Anna. Jam es insistió tanto, que acepté a cumpa
ñarlo. Me ayudó a saltar la reja que lo rodea. Sobre olla
hay un Ierrero que dice v<>cmenterio Inglés'.
I’odo estaba quien i. Apiovia hC* el ficseu que dab<* la
sombra de l«:»s tam angos como un abrazo inesperado. Alguien
liabía puesto lloros en las lápidas. \ o eran flores de vendad,
sino dé papel y do lata que gemían como interminables
suspiros. Me puse a leer inscripciones y en una me encontré
con la timba de mister Williams <]uc no tenia llores.
De repente me di cuenta de que Jantes estaba muy
quieto. I.o encontré inmóvil delante de una pequeña nim­
ba escondida detrás de un trunco. Cuando me acerqué,
me hizo señas para que leyera lo que estaba escrito sobre
la lápidi.
‘Arthur McAilister, 18 de enero de l$07 - 4 de junio
de 1907 Que en paz descanse.'
Lo miré sin entender nada.
—Pnr Dios, T.sabcllc. esc es nuestro apellido, lira el
hijo de Hortensia.
Ahucia, casi me caí de espalda al oir esto. ¿Tuvo un
hijo Hortensia?
Me hubiera gustado conocerlo. Cuando le piegunté a
Jam es :x>r qué nadie nus cunto de este niño, se puso
furioso, maldiuéiidula.
Abuela, ¿es poi eso que se fue a Santiago y por eso
que nuestro padre se casó con ella?
¿Cuántos secretos más se esconden en este desierto?
AdiCta,

Isabelle
hjuiquc, 23 de mayo de 1908

Querida Abuela,

Gracias pur tratar de explicarme qué es lo


que paso con el lujo de Hortensia Y o .se­
que usted no supo nada hasta que recibió
nú rana. Ix^be liaber sidu una noticia tan
sorpresiva comu lo fue para mí. Le pre
gvinté ¿i Rosa para ver si ella me podía conrar algo, pero
igual que ajam es, se negó a hablarme del lema.
James se lia ido de nuevo, quién sabe a dónde.
Hortensia se está poniendo rrtis y más rara, llace .serna
ñas que no la veo. Pasa los dias encerrada en su dormitorio
y no deja que nadie le suba la comida si no es Rosa. Paiooc
que tiene miedo de que alguien la trate de envenenar.
Fl oiru dia, durante la larde en que .sólo las ñolas del
piann que yo tocaba traspasaban el pesado, habitual silen­
cio, oí que llegaba alguien por la puerta de servicio. Rosa
hizo pasar, con poca amabilidad, a un joven con aspecto
de Pescador. Tenía una .sombra d e barba; sus ojos
semabiertos bajo gruesas rejas negras no parecían tener
ningún ínteres en su entorno. 3u «u-timd ero raimito, oorno
un animal que va camino al .sacrificio. Subieron a la habí
tacinn de Hortensia y cuando Rusa bajó, dirigiéndose a la
cocina, la oí murmurar: *bsrá mal, muy mal*.
•* UGORGINA GC.'BHIXS

Kscondiéndomc detrás do l<i cortina que separa el


cuarto -1c Hortensia del corredor, espeté hasta que caliera
el joven. Cuando finalmente se íue, dejó la puerta entre­
abierta y alcancé a ver que Hortensia estaba pintando un
inmensa cuadro de un hombre de espalda y desnudo.
Pero lo más increíble, Abuela, era que Hortensia es
la Ira envuelta en un largo paño blancu. Su pelo suelto,
llc n u dr ilu te* maj c h ita * , v-wiia ¿«oble su p e c h o . C o n uiui
sonrisa de profunda tristeza, miraba por la ventana hacia
el mar. Sólo un pincel en su mano se movía lentamente,
hacienco círculos en el aire.
Me pregunto por qué se ha vuelto tan extraña. ¿Será
que el polvo del desierto, penetrando por nuestros poros
año tras año, se ha apropiado de su razón? Siento com o si
nos hubiera visitado un espíritu herido, que busca trasto!
nar a les demás, en revancha por el robo de sus riquezas.
¿L' pérdida de su hijo lúe un desquite más del de­
sierto? Mire lo que le pasó a míster Williams y a Atina Por
suerte María de las Ángeles se vuelve a Luna.
Pienso que no debo escribirle todo esto, peto ca
quién se lo puedo conrar .sino a usted? Rosa está distnnre,
preocupada y sé que no me habla porque ella erre que
no me doy cuenta de lo que está pasando.
Abuela, ¿en todas las familias ocurren cosas extrañas?
Ahora tengo otra institutriz, cuyos ojos le dan vueltas
cuando habla. L’s extraña, y a veces se pone alegre cuan­
do bebe de un pequerto frasco de cristal color naranja que
lleva en su bolsillo escondido en la falda. Me dice que es
un remedio. ¿Pensará que le voy a creer? Se llama miss
Jenny y juicio en la India, de padres misioneros, igual que
Anna.
Ai.itVv

Su nieta Isa bello


U fuiqne. 4 d o ju n io d e JfJOS

Querida Abuela.

Anoche soñé que llovía en mi pieza. L'l


agua entraba a chorros por el techo y
me mojaba tamo, que el pelo y la camba
de dormir se me pecaban al cuerpo, igual
que la piel de una serpiente. Mantenía La
boca abierta y el agua la llenaba com o una pila que se
retasaba en pequeñas cataratas. Luego me paré de la
cama y em pecé a dar vueltas por la pieza en forma ele
remclmo. Mi propio ritmo venía del golpeteo de mis pies
contra el piso mojado, cada vez más rápido, hasta que caí
al sucio. Desperté transpirando.
Ahora que lo pienso, COCO que este suelto vino por­
que me voy a Inglaterra.
Me van a poner interna en un colegio, rxirante dos
años voy a aprender a sor "una señorita*, com o dice
Hortensia. Tcrnu que esto sea idea suya, pero será una
avcrlura. Lo bueno es que voy a poder verla. Abuela,
mmqiic; no tanto com o quisiera, porque el internado que
da caí el sur de Inglaterra.
Max me mandó un* poesía en que describe su pena
porque me voy. Rosa me abraza con los ojos llenos de
lágrinas cada vez que nos encontramos en el pasillo y si
V. i GCBMNS

entro a la cocina me echa a empujones, acusándome <lc:


ser la responsable de que la sopa le quede aguada con
sus lágrimas.
Mi padre se ve más viejo. No liemos sabido nada de
James. Antes Juan me daba noticias de él. pero, desde que
mi padre lo amena7Ó con que lo ecltaba si seguía viéndo­
lo. no me dice nada Aunque yo sé que él salx: dónde
está.
Algo bueno de c-src viaje, Abuela, es que termino con
la tropa de institutrices que he tenido que aguantar todos
estos años. A la única que quise fue a Anna. Ella me
enserió el mundo de ensueños que son los libros y quiso
a mi padre y a ja m e s, a pesar de que se portaba tan mal.
Me tengo que ir. María de los Ángeles me llama.
Te quiero.

Isabelle
¡quique, IX de julio de 1908

Querida Abuela.

María de los Angeles partió, listaba con ­


tenta de poder vivii nuevamente cerca
de sus primas, en su país. La ocho de
menos. No s í si es porque se llevó una
parte mía do rodos esos años que estuvi­
mos con Anna. Años felices, cuando estudiar era enirete
nido y la casa estaba llena de gente.
Rra muy mimada, floja y molestaba a Aúna porque
no p“>nia atención, pero era inteligente, aprendía, aunque
sólo los temas que a ella le inteiesaban. La casa retumba­
ba con sus carcajadas y sus gritos dr *¡IIolaP que daba en
la.s mañanas. Esto lucía que mi padre: se riera, cosa poco
usua en él. Me acuerdo que le decía que el color verde
de sus ojos se parecía al de su madre, que ella era
como una segunda hija para él. F.l color de mis ojos no es
de nadie.
Me acuerdo de cuando Anna, Jam es v yo la íbamos a
deja] a su casa. A veces nos convidaba a tomar un café
helado en un salón de té que quedaba a la pasada. Se me
hace agua la boca cuando pienso en lo ricas que son las
bolitas d r helado Untando en un vaso grande, que llevaba
lechr con sabor a café y una nube de crema chantillí
r;M‘>MT.lNA r.CWMNS

encima. Ia s damas que frecuentaban el lugar nos mira­


ban con desaprobación por los gritos que salían de nues­
tro riucón Hacíamos carrera para ver quién lo terminaba
último.
¡Qué pena que usted nunca la pudo conocer! Max
me acompañó a despedirla al puerto. Estuvimos largo rato
parados en el muelle mirando cóm o el barco se alejaba
hacia c norte. Su pequeña figura agitando su sombrero
desde h cubierta para que la pudiéramos ver lusca que
no era míis que un punto en el horizonte. Max me prestó
su pañuelo para secar mis Ligrimas y después fuimos a
tomar un café helado, en recuerdo de ella. Lo tomamos en
silencio, sin hacer cañera, cada uno envuelto en su* pen­
samientos.
Siento. Abuela, que las personas que mas quiero me
dejan al final.
¿Esto le pasaba a usted también?
IJr abrazo.

Su nieta Tsabclle
fqu iqu e ; 7 ¿te septiem bre J e ¡9 0 8

Querida Abuela.

Demoró lauro SU tilcima caria que pensó


que se podía haber hundido en él viaje
igual que el barco a vela que naufragó
liace dos semanas al atravesar el cabo de
Hornos. Juan me contó qué dos espíta­
nos coman carreja entre la salida del canal dé la Mancha
e Iquique para romper el record de los cincuenta y siete
dias. llu b o grandes apuestas a ambos lados dél Atlántico;
se trataba de demostrar que los veleros todavía pueden
competir con los barcos de vapor.
Alzaron demasiada vela, Abuela, y una ola mas alta
que una montaña los dio vuelta. En el cabo, las olas
llegan a tener hasta seis metros de altura, el agua es can
fría que endurece los huesos al tocarla y los vientos so­
plan con luna. Se ahogaron cuarenta y ocho hombres, dos
cerdos y seis gallinas. El capitán del baiCO, que sobrevi­
vió. no sale de la cantina.
Mi padre también está mal. Sólo aparece para gritar a
Rosa que le suba una botella de whisky. No sé de qué va
a vivir ahora que tiene tanta* deudas. Ha perdido su
interés en trabajar y apenas visita Sanra Elena. Miste: McFhéC
se ha encargado de lodo.
■w 0 1 XHKK.VA(H1IU¿>B

Estos últimos días ha estado nublado y el viento nu


deja de soplar, J a ciudad estará de luto porque me voy?
La casa también parece que se despide, las escalera; cru­
jen más fuerte cuando piso y mi cuarto me devuelve gritos
de adió* en un e c o que retumba en los rincone.s.
Estoy junrando mis cosas para empacar Llevo el baúl
grande que era de mi madre. Todos estos años ha estado
guardado en el sótano. Fs una caja de Pandora: encontró
cosas ncaravillosas, pero muchas de las cuales me dieron
pena. Había Corografías de mi madre con Jam es en los
bxazos. dé ustedes dos. d e la casa en TulleykéUlé; un oso
de pekelte tuerto; dos chales de colores desvanecidos,
fotos J e mi padre arando joven Csc parecía a Jam es) y
dibujos que bram os atan d o chicas. También estaba el
diario de vida do Anna que llevo para leer en el barco.
Max me dijo que iría al puerto a despedirse lo voy a
echar de menos, aunque me promete visitarme en Inglate­
rra cuando termine sus estudios.
Ja n e s todavía no aparece y le dije a Juan que le
avisara que me voy. pero se hace el sordo porque no
quiere decirme dónde esta. Ojalá que venga. Rosa va a
an d ar a mi garita, se llama lielty. es tricolor. Mfstcr
Me Phe^ me la trajo de Santa hiena. Tem o que Hortensia
le haga algo.
Hasta pronto.

Isabel le

F.¡>. .\o he recibido noticias de Nieholas.


fqu iqn et 6 da octubre d e 1<X)S

Querida Abuela.

incluyo en esta caita una ficha de Santa


FJena. t Jn último recuerdo que le mando do
mi vida en la pampa. lispero que el am ero
no la guarde porque es para usted. Está
hedía di' ébano, una madera nejara y dura
;Sc acuerda de que le conté que loe» trabajadoras so
quejaban del sistema de pago que usan en las oficinas?
Sólo pueden usar las Helias para comprar lo que necesitan
en las pulperías o tiendas que pertenecen a la oficina
donde trabajan. Altura entiendo cuando Aurelio se queja­
ba tanto de que los dueños no SC hacían ricos solamente
con el ¿alilrc.
Le pregunté a mi padre por qué no les dan plata
normal, pexu me dijo que era la tínica manera de evitar
que gastaran sus sueldos en alcohol. Rosa puso cara de
enojo cuando se la mostré y me dijo que el sistema de
fichas rra muy malo y que los patrones iban a tener
problemas si no pagaban a sus empleados correctamente.
Ya nos llegaron los problemas a nosotros. Pareciera
que siempre estuvieron cerca. Mi padre fue rico, pero el
desierlu lo trastornó igual com o él lo temía, ¿\ltora no le
queda nada.
C A tfA S D EL D ESER T O Xf

LOS empacadores (mejor dicho “llevadores", porque


eso es lo que luiccn) temprano por la mañana entraron a
empujones a la casa. Vinieron a embargar todo lo que
podrí) tener valor para pagar las deudas de mi padre.
Lus muebles, envueltos en pliegos grandes de cartón,
se fueron a remate. Lo único que se salva, según la ley.
son lis camas. Mire* cóm o embalaron el piano. Se v c b
encapuchado, un monje camino a una vida de retiro.
la casa esta llena de dolor. Hortensia, que no ha
salido de .su habitación, gritaba cuando los hombres se
Ilevaion sus cosas. Rosa miraba desde la cocina sin decir
una palabra.
Sentada en la escalera, bajo la luz tenue que caía
desde la claraboya, vi cóm o en unas horas se vaciaba la
casa, com o si hubiera llegado el viento de la pampa, que
sin piedad barre todo en su camino.
Adiós, Iquique, y adiós, Abuela.
Nos veremos pronto,

Su nieta tsabelle
GUÍA DE TRABAJO

I. C onverseaxts so b re fa s cartas d e Isab elle

• Aún en la actualidad Iquiquc y las viejas salitreras aban-


donedas conservan recuerdos de la presencia inglesa La familia
McAlister la familia Brown, Mr. McPhee y otros cersenajes de
estas cartas así o aernuestran. Averigua por qué razón estas
minas fueron en su mayoría explotadas por les británicos.

• ¿Cual es el proceso para extraer y elaborar el salitro?


En las cartas de os días 29 de enero de I90f> y 22 de marzo
oe 1927. Isabel« describe parte de este proceso. Complétalo
mecíante tus averiguaciones.

• ¿Cómo onrwrc¡ali7aba Chile este mineral?

• En a actualidad 'as salitreras se encuentran en el más


completo abandono. El salitre dejó de explotarse por oample
to hvestiga par qué ya ne se comerciali7a este mineral que
en otros tiempos constituyó la gran riqueza de Ch'-le.

• ¿Cuál fue ei principal uso que se le d o a' salitre en


aquellos tempos? ¿Para quó se usa en \a actualidad?•

• ¿Cómo se ¡lama el pueblo originara de esta zona al


CUf i en pade pertenece la cocinera Rosa?
Y .- ÜCÍAlXfJKAll.\.K>

• Isabelle acude con Rosa a la fiesta de La Tirana y al


relatar esta aventura a su abuela le explica el origen de esla
tradición Averigua y narra a tus compañeros a hermosa le­
yenda de La Tirana.

11. fíc c o fJe m o s y an alicem os

• Como toda po*sona do vida rural, ñeca ccnocc secretos de


la naturabza (caria cíol 1 8 de enero de 1 906) y croo en superstieio
nes (cartas de: 1B de octubre do 1504 y 26 de octubre de 1905)
Relee estas cartas y describe estas creencias de a cocine'a ¿Qué
scc/ctos de la naturaleza conoces tú? ¿Cuáles has practicado?
Memora algunas supersticiones que te haya locado oir.

• Per lo que se desprende, el padre de Isabelle cebe-


bastante En lou¡que abunda el licor. ¿Qué efectos percibe la
nna en su padre a causa de la bebida?

• Fn Jarres se orodneen grandes cambios desde el prin­


cipio de estas cartas hasta las últimas y la n ña se siente
afectada y dolida por esto. Describe la transformación riel
hermano de Isaoelie relacionándola con la edao del mucha­
cho. Si pidieras oablarle ¿qué le dirías?

• AJ sacar el baúl que había sido c e su madre. Isabelle


se encuentra con cosas maravillosas. Esto le tiace llamarlo
"caía de Pandora". ¿Sabes qué significa esla expresión do
origen mitológico y por qué so relaciona con el baúí?•

• ¿Udé animales propios c e esta zona del aire, la tierra


y el mar- se nombran en estas cartas? ¿Qué plantas del lu­
gar?
OI 1a l)E TH.VE.MO <>l

• Al dirigirse a su Abue'a, Isabelie hace (recuentes alu­


siones al clima de Iquiquc y alrededores, ya que aprecia las
diferencias con el de su tierra natal A partir de estas referen­
cias. describe el clima del desierto en cuanto a precipitado
ncs. temperatura diferencias entre estaciones y día y noche,
neblina, etc. (canas de tos dias 4 de noviemore de 19fM: 13 y
20 «Je ©vero y O de abril d« 1300; 20 de agosto de 1006 y 22
de marzo de 1907).

III ü u seu cm os com p aracion es y m olátoras

• La comparadón e s un recurso estilístico que relaciona


des elementos; el que se quiere describir, desconocido por el
interlocutor, y otro conocido por él De este modo se intenta
conseguir una mejor comprensión de algún hecho, cosa, per­
sona. situación, etc. A la vez. este recurso proporciona gracia
y agilidad a la descripción y pone en juego la capacidad de
¡magiradón y observación del emisor. Isabel e usa frecuente­
mente este recurso y dice que Mr. Williams tiene una voz que
suena 'nomo una bisagra oxidada". Busca otras ccmpH'ucio-
nes usadas para describí' una camisa blanca, pequeños e s ­
calofríos (4 de junio dC lüüb); pecas en la cara da Nicholas (6
de .uliede 1907); gcmdCS de las flores de papa' (13 de cn c'0
de 190D); actitud sumisa (23 de mayo de 1908) inventa algu
ñas comparaciones para descrih r:
el cachorro se quejaba c o m o ...........................................
- sus ronquidos parecían......................................................
- Fl muchacno se reía como . . . . ....................................
- Fl llanto efe la niña parecía ............................................... •

• .a metáfora es también un recurso est.lfstico oue se


oasa en una comparación, sóto que en ella se omite el prime-
91 •¿i 14 D E TVAUAJO

ro de los tóiminos, es decir, el conocida por el interlocutor, y


se pasa d iv a m e n te a nombrar la cosa oe la que se trata
con el nombre del término al cua' se está comparardo. Es asi
como el picro embalado es "un rronje camino a una vida de
retiro', inventa alguna metáfora oara referirte a una cabellera
rubia y hI sonido dH la lluvia en el tejado.

• ¿Que nombra recibe el géne'O literario que se expresa


por medio de cartas?

IV. Aurr.entenvs nuestro vccdbu teao

Completa las siguientes equivalencias segúr el ejemplo:


nido - anidar
le s pedaje - ____ —
_____ - - enterrar
costumbre - _____ ____
____ — - arreglar
____ ___ • avalar
oído - ____ ___

• 6A qué se ref-are Isabel'e cuando dice que en les


montes abjndan los geoyiifoíf?
Averigua el significado de esta palabra y compárala CCO
- petioglifo (sust.)
- le'cglifico, -a (adj.)
pet ografía (sust.)

- Completa las aiguicntoo oraciones con le pnlatva que


consideres más adecuada de las que se te ofrecen:
GUU 1» ' yi

- S no huOie'a sido por l a ___________ del capltár.


N¡cholas no estaría aquí con nosotros (sabiduría, valor, ngc
nio, destra/a. imaginación).
Fn a barco que los llevó al norte, los vacunos
__________ toda la nocnc (rugían, rr.jgían. bramaban, rebuz­
naban. relinctiaban).
La pctore criatu ra m e Oto ta r to qu o la traja
a casa (vergüenza susto, lástima, impresión, exlrañeza).
- Rasa nos hacía señas oara que saliéramos de la casa
a se rl r e! ________ que traía el agua fresca (frió, gusto.
alivio, descanso).

• Sustituye las solientes expresiones por una palabra


equivalente:
- Isabclle e c h a d a m en os a su Abuela
Isabelle __ a su Abuela
James parecía andar en la luna
Jam es parecía —
los últimos días Rosa me nacía e l quita cuando me veía
Los últimos dias Rosa m e ______ cuantío me veía
Editorial Andrés Bello
1 4 8

"Q uerida a b u e la ''... Isabelle escribe


desde el puerto de Iquique y el d e ­
sierto de A ta ca m a , entre 1904 y 1908.
En sus cartas va describiendo su vida
de niña inglesa en el norte chileno en
los tiem pos del auge del salitre.
Sus ilusiones, sus sueños, sus aventu­
ras, su visión del desierto, su primer amor,
sus penas, su soledad... todo va quedan­
do plasmado en esas cartas que ella
envía a su abuela en Escocia.
Las em ociones, las alegrías y triste­
zas de Isabelle podrían ser las mismas
de una niña de hoy.

DE 1 $
9 ^
NIVEL 5

9 i o7 jo i j I 3835

mi iii niaiiii■■!

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