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La neurociencia y la oración

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4 de septiembre de
2017

Las presiones del mundo actual influyen de forma permanente en nuestra vida
cotidiana. Pareciera como que cada día se nos escapan con mayor facilidad los
momentos en los que sentimos tranquilidad y felicidad, los que aun sin darnos cuenta,
solemos perder en mano de las presiones, el estrés y esa frustración crónica de ir detrás
de algo que nunca llegamos a alcanzar. Incluso en los casos que logramos obtener lo
que buscamos, nos asalta la sensación de que eso no nos llena, impulsándonos así a
continuar con un frenesí que parece que nada ni nadie lo puede detener.

Dios nos ha dejado la práctica de la oración como una forma de armonizar nuestro
espíritu y nuestra mente con lo divino. La oración nos libera de las tensiones y los
pensamientos negativos ayudándonos a ver la realidad con los ojos de la fe. Cuanto más
intensa es nuestra inmersión en el mundo de la oración, más nos alejamos de la
frustración, la ansiedad, el vacío y el malestar interior de continuar arrastrando antiguos
traumas emocionales que habitan en nuestro inconsciente más profundo.

Durante muchos años hemos pensado que la ciencia y la fe estaban enfrentadas: o se


tenía fe o se creía en la ciencia. Hoy los avances en la neurociencia nos permiten
nuevamente acercar estos dos aspectos tan valiosos de la humanidad. La neurociencia
se encarga del estudio del sistema nervioso desde el funcionamiento neuronal hasta el
comportamiento. El propósito principal de la neurociencia es entender cómo el cerebro
produce la individualidad de la acción humana, aportando explicaciones de cómo actúan
millones de neuronas para producir la conducta, los pensamientos, las emociones, la
memoria, la motivación y aun la espiritualidad.

La técnica SPECT (tomografía computarizada por emisión de fotones únicos), entre otras
técnicas, nos provee imágenes sobre las experiencias religiosas o trascendentales como
la oración, la meditación, la alabanza o la adoración, y cómo percibimos la revelación
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desde lo divino hacia lo humano.

Al observar estas imágenes cerebrales parece emerger un patrón común durante las
prácticas espirituales: se activa el área pre frontal de nuestro cerebro que está
relacionado con la atención focalizada en algún objeto, y también se observa algún tipo
de activación en el lóbulo temporal (área que se enciende en los epilépticos con
alucinaciones místicas).

Otra área del cerebro que consistentemente se apaga durante estas sensaciones, es un
área de asociación del cerebro compuesta por un grupo de neuronas en el lóbulo
parietal superior que recibe información de diversas fuentes: el tiempo, el espacio y la
orientación corporal. Esta tiene que ver con los límites del cuerpo y el espacio físico en el
que existimos.

Podemos concluir entonces, que Dios nos creó con un «sustrato neuronal» para orar:
Capacidad de parte de nuestras neuronas de comunicarse con Dios a través de la
oración para bienestar de todo aquel hombre y mujer que le busca para alcanzar la paz
de su alma. Lo que nos lleva a afirmar que ¡Dios nos diseñó con un cerebro para ORAR
SIN CESAR! (1 Tesalonicenses 5:17)

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