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LA MUERTE Y EL MIEDO A ELLA

La muerte es como muchos filósofos argumentarían el pináculo de la existencia en si misma, al


serlo el ser humano le ha temido, con el paso de cada vida esta siempre sera el miedo sin nombre,
a lo desconocido, una interrogante con una respuesta cuestionable que late en el fondo de
nuestra conciencia. según la perspectiva que veamos si la miramos desde un punto existencialista
la muerte es solo el final innegable de la vida, y si se analisa desde el punto de vista espiritual,
nuestra alma es eterna y reencarna o llega a ir a un paraíso donde no se conoce las sensaciones
negativa y se goza la “feliciada absoluta”. Pero con la muerte corpórea, ¿realmente termina
eternamente la vida humana? Angustiosa pregunta que nos hacemos los mortales desde el
comienzo de nuestro uso de razón. Declaraciones de esa desazonaste inquietud se encuentran en
muchos utópicos y muy remotos ritos funerarios y en los escritos sagrados más arcaicos.

El pensar sobre la muerte, nos hace recordar que hay un día parar los fallecidos recordados y
olvidados, un libro de los muertos, la Biblia del poblado egipcio en los tiempos de las dinastias
faraónicos y una ciencia que trata sobre el análisis y entendimiento del paso de esta vida a la otra
después de la muerte, la tanatología. La vida es quizá el más estimado legado que se le ha dado al
hombre, pero tiene un corolario obligado, triste y doloroso: la muerte. Bíblicamente se instituye
una vez que el espíritu deja el cuerpo humano.
A partir de su origen, la filosofía se ha basado en una meditación sobre los inicios de la verdad, sin
embargo además se ha ocupado de pensar sobre los últimos instantes de la naturaleza humana.
Según Montiel, a partir de que el ser humano es tal, la muerte es objeto de miedo y de ritualidad.
Pensar sobre nuestra muerte es pensar sobre nuestra vida. La muerte es una magnitud de la vida;
ella es nuestra compañera más fiel, la exclusiva que jamás nos deja pues puede sobrevenir en
cualquier instante. Rechazar el deceso, hasta el extremo, es negarse a vivir. Para vivir plenamente
se debe tener el coraje de integrar a el deceso en la vida.
El muerte de Sócrates, relatada por Platón en el diálogo Fedón, da prueba de la manera en que
aquél asumió su injusta sentencia a muerte y la entereza con la cual se comportó. En el diálogo
dicho, Fedón le expresa a Equecrates que, una vez que él habló con Sócrates anterior a su muerte,
le pareció un hombre dichoso y que creía que no dejaba este planeta, sino bajo la custodia de los
dioses; que se le tenían reservada, en el otro mundo, una felicidad tan enorme, que ningún otro
mortal había disfrutado nunca. En Sócrates, además debería considerarse la probabilidad que
Sócrates no únicamente haya aludido a la muerte corporal como tal, sino al tener en cuenta a éste
como un estorbo para que el alma logre entrar al entendimiento.
El cuerpo humano de las personas, sin embargo, está regido por las imperfecciones y los cambios
de todo el mundo sensible y, aun cuando Platón preserva la concepción órfica de la interacción
psyché. sôma, estima que, el alma, al participar de lo divino, es conciencia cognoscente llamada
racional y, sin embargo, el cuerpo humano no es sino la fuente de la irracionalidad, por sus
solicitudes biológicas, sus pasiones y sus fantasías sensoriales.
Para Aristóteles, el alma no existe por un lado y el cuerpo humano sin embargo, sino que los dos
hay exclusivamente en la sustancia llamada hombre. De esta forma, en cuanto que acto, el alma es
forma y, en cuanto que forma, es sustancia, en el sentido de la manera de un cuerpo humano que
tiene la potencialidad de la vida. Si el ser humano no falleciera, si el deceso no fuera una fuente
de malestar, no existiría la independencia y, por supuesto, no existiría el ser humano mismo.
En conclucion la forma en que los filósofos consideran o sienten hacia la muerte propia o la de
otros y el modo en que los individuos con quienes convivimos en la vida diaria consideran la
muerte propia o sienten el deceso de un ser estimado, es el resultado de la manera en que, todos
ellos, tiene organizada su conciencia y esto sugiere que no es que el deceso sea distinta para los
filósofos o para el ser humano ordinario, sino que sugiere que todos ellos la ve de una forma
correspondiente a la manera en que han vivido, del sitio donde han vivido, de lo cual han leído, de
lo cual han comprendido y de lo cual han pensado, o sea, la concepción del deceso está
relacionada de forma directa con la concepción ontológica que se tenga.
La muerte en si misma será una ausencia de sensaciones donde al final no sentiremos dolor pues
la vida es sentir emociones y sentimiento constantemente.

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