Caja de herramientas de los Sistemas Locales de Justicia

Contenido

Introducción 5

1. Violencia, seguridad e institucionalidad 7

1.1. Instituciones de justicia y ciudadanía 7
1.2. El cauce real de las necesidades de justicia en Bogotá 9
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

Martín Santiago 2. Los Sistemas Locales de Justicia como política distrital 11

Coordinador Residente de la ONU 2.1. El acceso a la justicia en Bogotá 11
Representante Residente del PNUD
2.2. La justicia en políticas de convivencia y amparo de derechos 12
Arnaud Peral 2.3. Ubicación de los Sistemas Locales de Justicia en la institucionalidad del Distrito 13
Director de País
3. Los Sistemas Locales de Justicia por dentro 17
Inka Mattila
Directora Adjunta de País
3.1. Así se integran 17
3.2. Así se organizan 19
Blanca Cardona 3.3. Estos son los recursos de los Sistemas Locales de Justicia 20
Coordinadora del Área de Gobernabilidad Democrática

Catalina Bello Montes 4. Alianzas para responder mejor: uno más uno es más de dos 23
Jefe de Proyecto de Seguridad Ciudadana, Convivencia y Acceso a la Justicia 4.1. Un Sistema Local de Justicia es una red de alianzas 23
4.2. Iniciativas de los Sistemas Locales de Justicia 23
Liliana Rincón
Profesional especializado en Acceso a la Justicia
4.3. Acuerdos de atención 24
4.4. Protocolos 25
4.5. Hacia una nueva relación institucional con la comunidad 26
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Autor
Avenida 82 N° 10-62, piso 3, Bogotá. Edgar Augusto Ardila Amaya Bibliografía 28
www.co.undp.org
Asistente de investigación
Primera edición: 2015 (convenio de asistencia técnica María Camila Barrera
con la Gobernación del Meta Nº 879 de 2015)
Ilustraciones
Segunda edición: Bogotá, marzo de 2017 Álex Cabrera
Impreso en Colombia
Diseño
ISBN Volumen: 978-958-8971-48-3 Felipe Alejandro Riveros Cendales
ISBN Obra Completa: 978-958-8971-47-6
Arte e Impresión
Chigüiro Estudio

Luego de varios lustros de experiencia y elaboración, los
Sistemas Locales de Justicia (SLJ) se decantan como una
política pública con grandes alcances para el acceso a la
justicia de la mayoría de la población, en los territorios más
diversos. El camino recorrido ha sido creado y transitado
por diferentes actores que han moldeado y definido sus
principales aportes en el amparo de derechos y la solución
de conflictos de la población, incluso en zonas que se en-
cuentran marginalizadas por razones de distancia física y de
inseguridad o por dinámicas de exclusión económica y cul-
tural. El aporte institucional del Distrito Capital de Bogotá
ha sido definitivo en el acumulado con el que cuenta esta
política pública.
Desde las primeras experiencias de las casas de justicia, las
instituciones capitalinas, teniendo en cuenta las necesida-
des específicas que hay en la urbe, se han comprometido a
la generación de estrategias en respuesta a las necesidades
de justicia, especialmente de los sectores que más padecen
la marginalidad. El Distrito ha orientado equipos calificados
y ha destinado importantes rubros presupuestales para el
desarrollo de las más importantes iniciativas nacionales en
el campo de la administración de justicia.
Cuando en 2002 la política de los SLJ adquiría vida propia
a nivel nacional, también la obtenía en Bogotá a través de
lo que se llamó Sistema distrital de justicia. Luego, tras un
largo proceso de maduración, cuando esta estrategia se
consolida en Colombia, se presenta como una herramienta
que cuenta con nervadura para responder por el amparo de
los derechos hasta en los confines de una ciudad en la que,
igual que en el resto del país, la percepción de inseguridad
se debe a la ausencia y a la ineficacia de las instituciones de
justicia donde se les necesita.
Introducción
Los SLJ son hoy una política de Estado en la capital del
país. La administración actual le da un lugar inédito en la
estructura orgánica de la alcaldía y en el plan de desarrollo.
Al mismo tiempo, centenares de operadores de justicia y
otros actores han definido unas alianzas mediante las cua-
les acometen de manera articulada la tarea de ofrecer res-
puestas eficaces y legítimas a las personas que lo requieren.
La experiencia muestra muchos aciertos pero también se
muestra aún precaria y también vulnerable en varios pun-
tos. Sobre todo en el actual periodo, en el que significó la
creación de un andamiaje institucional muy complejo y
cargado de responsabilidades y dinámicas territoriales en la
nueva Secretaría de Seguridad, que pueden haber causado
algún nivel de desazón y frustración entre los actores par-
tícipes del proceso e incluso con muchos operadores que
han venido actuando desde los sistemas.
En este volumen se presenta la experiencia de los Siste-
mas Locales de Justicia en la principal ciudad de Colombia.
Para ello se hace un aproximación tanto al contexto de la
política como al análisis interno de la misma. En la prime-
ra sección se ofrecen elementos para entender la relación
existente entre la problemática de violencia e inseguridad
de la capital y los problemas que tiene la institucionali-
dad para ofrecer respuestas a las necesidades de justicia
de amplios sectores de la ciudad. En el segundo acápite
se presenta el trayecto histórico que ha tenido la política
de los SLJ y su posicionamiento como política del Distrito.
En la tercera sección se hace un recorrido sobre la manera
como está estructurada la estrategia de los SLJ en las diez
localidades en las que ya se está implementando. En la úl-
tima parte se muestra cómo los SLJ están funcionando y
aportando para responder a las necesidades de justicia de
la ciudad.
Introducción • 5
 1. Violencia, seguridad e institucionalidad
1. 1. Instituciones de justicia y ciudadanía
La ausencia de respuestas institucionales a las necesidades
de justicia tiene repercusiones muy negativas en la calidad
de vida de la sociedad bogotana, que impactan en las tasas
de violencia. De un lado, porque los conflictos escalan1 ante
la carencia del Estado en la protección de derechos y la ges-
tión de los conflictos. Es más, hasta el 29 % de los homicidios
se podría evitar si las entidades encargadas atendieran efec-
tivamente las reclamaciones entre particulares por incum-
plimiento de contratos y otro 6 % si las parejas lograran tra-
mitar sus desaveniencias de manera integral (Ceasc, 2015).
En Colombia solo una parte menor de los asuntos en con-
troversia son tramitados ante las instancias judiciales (4 %).
La mayoría de las controversias no son gestionadas2 o se
tramitan directamente por los implicados (muchas veces
de manera violenta) o llegan a gestionarse mediante la ne-
gociación directa (62 %)3. Incluso, una décima parte de los
casos son llevados a trámites consensuales como la concilia-
ción (Dejusticia, 2013).
De modo que, para analizar la institucionalidad mediante la
cual se podría atender las necesidades de justicia en la ciu-
dad, es necesario diferenciar los alcances y la manera como
1. Actualmente se producen 50 lesionados diarios como consecuencia de riñas y un
total (proyectado) de 18 000 víctimas en el año (El Tiempo, 2016).
2. Factiblemente en el caso de Colombia muy buena parte de las conductas conflic-
tivas (lesiones personales, hurtos) no llegan a conocimiento de las autoridades, a la
sombra de las altas tasas de homicidio (Naranjo, 2003).
3. Sin que esté establecido en cuántas de ellas una de las partes simplemente se
impone a la otra desde su propio poder, generando en la otra altos niveles de insa-
tisfacción.
actúan, positiva o negativamente sobre la conflictividad,
cuatro tipos de dinámicas, a saber: (i) los recursos culturales,
(ii) las redes sociales, (iii) las instancias de justicia consen-
sual y (iv) las instancias de justicia adjudicatoria.
Los medios culturales con los que cuenta la ciudadanía para
atender las situaciones controversiales en su vida cotidiana
son muy precarios. Una cultura propicia al incumplimiento
de la norma, a la valoración positiva de la obtención por la
violencia de los propios fines o al abuso de la confianza por
parte de los demás (“Ley de la papaya”), se incrementa en
esta urbe, por el bajo sentido de pertenencia territorial y el
mínimo nivel de confianza en la comunidad y con el Estado.
Frente a todas esas carencias se han desarrollado políticas de
cultura ciudadana a lo largo de los últimos cinco lustros, con
resultados visibles (Mockus, Murraín, & Villa, 2012), al mismo
tiempo que se han producido dinámicas que incrementan la
intolerancia y la valoración positiva de la violencia.
Al mismo tiempo, las dinámicas de articulación y organi-
zación con las que cuenta la ciudad carecen de capacidad
para lograr una mediación en los conflictos que conduzca
a su gestión pacífica. Es muy bajo el nivel de organización
con el que cuentan los ciudadanos capitalinos y una buena
parte de las pocas organizaciones que hay, como algunos
grupos religiosos, medios de comunicación, redes sociales y
actores políticos, propician la polarización, refuerzan las des-
igualdades y favorecen la exclusión social (Mojica, 2009); con
lo cual, las redes sociales contribuyen en poco a la gestión
efectiva y satisfactoria de los conflictos, y a la generación de
confianza entre la ciudadanía y de ella en las instituciones.
Frente a tales carencias, la conflictividad no encuentra po-
sibilidades de atención mediante mecanismos sociales y
Violencia, seguridad e institucionalidad • 7
 culturales. Es altamente factible que, en consecuencia, una
alta proporción de la conflictividad escale y se convierta en
reclamaciones ante el sistema judicial, muchas de las cua-
les, al no encontrar vías efectivas para que la respuesta se
produzca, evolucionan como asuntos de carácter penal. Sin
embargo, la mayor parte de tales situaciones quedan a la
deriva porque a las autoridades judiciales solo llega una dé-
cima parte de los casos en los que las personas se sienten
víctimas y, de ella, una parte mucho menor encuentra una
decisión judicial efectiva.
Los asuntos penales se encuentran con un nuevo proble-
ma: el hacinamiento carcelario superior, dado que el haci-
namiento carcelario se convierte en un condicionante para
las decisiones que tomen los jueces. En diez años se ha du-
plicado la población reclusa (Inpec, 2016) y el hacinamiento
supera un 50 % de la capacidad carcelaria.
Las autoridades administrativas, como inspectores de poli-
cía y comisarios de familia, dan alivio parcial a esa proble-
mática, y la comunidad lo reconoce. Muy buena parte de su
labor se realiza a través de procedimientos consensuales en
los que se emparejan con otras entidades oficiales (como
la personería), privadas (como los centros de conciliación)
y comunitarias (como los jueces de paz y los conciliadores
en equidad). Sin embargo, la ciudad desaprovecha enorme-
mente este recurso. La gran mayoría de la ciudadanía (em-
pezando por muchas entidades públicas) no conoce, no
tiene acceso o no reconoce a estas figuras. De modo que se
desperdicia tanto el aporte que pueden hacer para la ges-
tión satisfactoria de muchos conflictos –aliviando la carga
de otros operadores de justicia–, como en su contribución a
la construcción de capital social y a una cultura proclive a la
gestión pacífica de conflictos.
Adicionalmente, deben tenerse en cuenta las barreras que
limitan y muchas veces impiden el acceso a los operadores
competentes para administrar justicia para una buena parte
8 • ¿Cómo le va a Bogotá con los SLJ?
de la población de la ciudad. Del millar de funcionarios es-
tatales del sector justicia, solo una parte menor, por costos,
por competencias y otras razones institucionales, está al al-
cance de los problemas de la mayor parte de la población.
Solo una minoría de las entidades que admiten la actuación
directa de las partes, sin exigir representación de abogado,
permiten que personas de estratos 1 y 2 (que son más de la
mitad de los bogotanos) se valgan de sus servicios. Aun así,
los costos de prueba y trámite pueden ser también prohi-
bitivos para esa franja poblacional. Queda la Acción de tu-
tela, que goza de buen prestigio para el amparo de ciertos
derechos.
El procedimiento penal, que funciona generalmente de ofi-
cio, llega a verse como destino viable para que el Estado
entre a amparar derechos. Pero las limitaciones son sustan-
tivas. De un lado, porque el pesado aparato de la justicia
penal difícilmente se mueve para investigar asuntos que
consideran menores. Del otro, porque los procedimientos
de la fiscalía solo en uno de cada diez casos avanzan hasta
la condena o la conciliación (Ministerio de Justicia, 2016).
La mayor parte de las oficinas de justicia se concentran en
una parte reducida de la ciudad. Así, la atención a los casos
solo puede efectuarse a grandes distancias y en los mismos
horarios en que las personas afectadas deben atender sus
responsabilidades laborales. Comisarías de familia e inspec-
ciones de policía, desde hace décadas, se han descentrali-
zado, como lo han hecho con posterioridad las unidades de
mediación y conciliación, y los juzgados de pequeñas cau-
sas4. Sin embargo, siguen siendo oficinas muy distantes si se
tiene en cuenta las dimensiones de cada localidad y los pro-
blemas de movilidad que padece la ciudad. Las autoridades
4 . Tal descentralización se ha procurado, no siempre con éxito, en conjunto con to-
das las entidades respondientes, en el contexto institucional de las casas de justicia,
las cuales han tratado de establecer una de ellas en cada localidad.
de justicia de policía también han flexibilizado los horarios,
acercando las instituciones a las personas que las necesitan.
1.2. El cauce real de las necesidades de justicia
en Bogotá
Que las ollas más importantes que ha tenido el microtráfi-
co hayan operado por décadas a unas cuantas cuadras de
los centros del poder nacional y distrital, sirve para hacerse
una idea de los alcances de los dispositivos de seguridad y
de administración de justicia en Bogotá. Cuando se trata de
dar seguridad en los derechos que tienen las personas, la
ausencia del Estado no solo se predica en las zonas remotas
del territorio nacional.
A pesar de ser el centro del país y de concentrar una parte
importante de la oferta institucional y de los recursos para
tramitar las necesidades de justicia, resultan precarios los al-
cances con los que la ciudad cuenta para amparar derechos
y tramitar conflictos. Un bogotano medio se siente sin pro-
tección porque generalmente no es posible movilizar con
oportunidad y pertinencia a las entidades a las que corres-
ponde prodigarla. Ante cualquier amenaza de menoscabo
o confrontación de intereses, el sentimiento corriente es el
de que solo se cuenta con el propio poder que, muchas ve-
ces se reduce al de disuadir al eventual adversario.
El primer reclamo que hace la ciudadanía para su seguridad
es la mejoría de la justicia. Como se ha visto, en el Distrito
los datos son positivos en lo relacionado con la protección
de la vida y otros derechos. Sin embargo, la percepción de
inseguridad mantiene una tendencia creciente. Si bien ese
desfase se explica en parte por el manejo mediático que
se le da al tema5, puede ser altamente determinado por el
desamparo de que es objeto la ciudadanía en la mayor par-
te de las situaciones controversiales en las que se requiere la
intervención de la institucionalidad6. Por ello, un 33 % de los
encuestados estiman que es necesario que la justicia mejo-
re, para que haya más seguridad (Cámara de Comercio de
Bogotá, 2016).
También en la capital, como en todo el país, un 80 % de la
población desconfía de los operadores de justicia (Gallup,
2014). La mayoría de la población ve lejanas a las entidades
de justicia. Bajo magistrados, jueces, fiscales, inspectores de
polícia, comisarios de familia y personeros, casi mil despa-
chos, encargados en Bogotá de dar soporte institucional
para atender los conflictos, no logran dar la seguridad re-
querida a las personas en sus derechos. Una alta proporción
de los ciudadanos no cuenta con el amparo de los jueces.;
por ejemplo, la justicia civil se ha ido concentrando en la
atención de los intereses de un grupo reducido de usuarios
con título ejecutivo. Por otra parte, la justicia laboral estre-
cha su capacidad de intervenir en la medida en que los con-
tratos de trabajo rigen menos en la prestación de servicios.
No debiera esperarse lo mismo en lo relacionado con los
jueces de familia.
Se estima que un millón quinientos mil habitantes del Dis-
trito se sintieron víctimas de algún delito7. La mayoría no
acudió a la autoridad. En el 81 % de los casos encontraron
5. Por ejemplo, las noticias sobre seguridad son 92 % sobre delitos, violencia y conflic-
tividades, dejando solo el 8 % restante a políticas y aciertos de las autoridades (Ceasc,
2015). Aunque la inseguridad subjetiva tiene una determinación multifactorial y se
asocia con la recurrencia de eventos de victimización, como el raponazo o el atraco
(Bello, 2006), depende de la manera como se interpreta la realidad y se afecta de
manera constante por: el manejo que dan los formadores de opinión (medios de
comunicación, redes sociales y otros) a los temas de seguridad; el buen o mal estado
de los espacios públicos y; la respuesta de las autoridades (policía y administración de
justicia) a las infracciones (Vidal, 2012).
6. Las personas no denuncian porque no tienen confianza en la justicia, lo que se
evidencia en el hecho de que apenas un 8 % de ciudadanos cree probable que una
persona que haya cometido un delito sea puesta a disposición de las autoridades
competentes, de la misma manera como un 88 % de los bogotanos considera como
baja la posibilidad de que un delito sea sancionado.
7. La encuesta de percepción y victimización de Bogotá arroja que un 18 % de la
población fue víctima directa de un delito en el último año (Cámara de Comercio de
Bogotá, 2016).
Violencia, seguridad e institucionalidad • 9
 limitaciones en los procedimientos (demoras, no se confía
en la autoridad, trámite complicado o no se tienen recursos
para probar), para que la denuncia sirviera de medio para el
logro de su interés (Cámara de Comercio de Bogotá, 2016).
Investigaciones anteriores (Ceasc, 2013) muestran que dos
de cada tres denunciantes perciben que la autoridad no
hace otra cosa que recibir la denuncia de los casos que
se les presentan. Esa percepción negativa se particulariza
en cuanto a carencias sobre los derechos del procesado
(83 %); de la víctima (87 %) o sobre la actuación oportuna
(90 %) (Cámara de Comercio de Bogotá, 2016). Al observar
la estadística de las actuaciones de la fiscalía ante esos casos
se aprecia que, en la gran mayoría de ellos, la decisión final
ha sido la de archivar los casos sin tomar ninguna decisión
sobre los intereses de las personas que llevaron el caso ante
la autoridad (Ministerio de Justicia, 2016).
Aun cuando en general las instituciones son mal calificadas,
los comisarios de familia gozan del mayor reconocimiento
como garantes de la seguridad ciudadana de los capitalinos,
mayor que el que se da la Policía Nacional. La ciudad espera
que las autoridades cumplan su papel en la gestión de la
convivencia ciudadana y lo encuentran mucho mejor des-
empeñado en esas dependencias que en las de la fiscalía
o en las inspecciones de policía (Cámara de Comercio de
Bogotá, 2016).
Tal ausencia del Estado es protuberante en todos los esce-
narios de la urbe. Frente a ellos se ha promovido la gestión
consensual de los conflictos a través de figuras de justicia
comunitaria como jueces de paz y conciliadores en equi-
dad, y mediante las instancias de conciliación en Derecho.
Los resultados, en todos los casos, se han mostrado amplia-
mente satisfactorios para las partes, pero no se conocen o
no se reconocen como mecanismos legalmente eficaces
10 • ¿Cómo le va a Bogotá con los SLJ?
para zanjar los conflictos de más del 90 % de la población
de la ciudad (Dejusticia, 2013).
El vacío institucional extendido por el territorio está en la
base de las dinámicas de inseguridad que aún no logra
superar la ciudad. Cabe considerar que la barrera de los 16
homicidios por cada 100 000 habitantes, que no ha podido
transpasarse desde hace un lustro, esté determinada por
esta situación. La evidencia más visible en esa dirección es la
expansión de los linchamientos callejeros, que se presentan
como respuesta a la percepción generalizada de que la au-
toridad no protegerá a la ciudadanía frente al delito (Flórez,
2016).
El cuadro de impotencia institucional para atender las nece-
sidades de justicia determinaría también la mayor parte de
las agresiones físicas que se producen en Bogotá, muchas
de ellas con desenlace fatal. El 62 % de los casos de homici-
dio en Bogotá se asocian con confictividad social y se cau-
san por actores no profesionales en el uso de la violencia8:
El 32 % del total de los homicidios se causa explícitamente
por conflictos interpersonales no resueltos, como incumpli-
miento en deudas y contratos o conflictos intrafamiliares, y
el otro 30 % se produce en medio de riñas. Estas últimas
se producen en un 88 %, entre residentes de estratos 1 y
2, habitantes del mismo sector y factiblemente conocidas
previamente (Ceasc, 2015).
En Bogotá las necesidades de seguridad y de justicia se dan
la mano. Desarrollar mejores condiciones de convivencia im-
plica un fortalecimiento de las dinámicas de relacionamien-
to ciudadano y una transformación en la manera como las
instituciones interactúan con la comunidad y como impac-
tan en la conflictividad. Allí es donde se sitúan los Sistemas
Locales de Justicia.
8. Solo el 38 por ciento puede atribuirse de manera precisa a delincuentes de los que
se denominan profesionales.
2. Los Sistemas Locales de Justicia como política distrital
2.1. El acceso a la justicia en Bogotá
Durante el último cuarto de siglo la ciudad se ha puesto de
cara a las necesidades de justicia como un área de la reali-
dad que debe ser atendida con organicidad y rigor, también
desde la institucionalidad que tiene, como ente territorial.
El Distrito ha dispuesto de recursos y de capacidad insitu-
tucional que le han dado un liderazgo nacional y, en varios
aspectos, continental, en programas que procuran amparo
a los derechos y gestión de la conflictividad.
Los programas de Casas de justicia (1994), de Fortalecimien-
to de las comisarías de familia (1994) de Justicia en equidad
(1998) y Las unidades de mediación (1998) han contado
con sostenibilidad en las políticas capitalinas. En el mismo
conjunto orbita el SLJ, que procuró la coordinación entre la
totalidad de operadores de justicia administrativa y comuni-
taria desde comienzos del siglo, y que replicó el que se fue
estableciendo a nivel nacional desde 2002.
Desde la primera administración de Antanas Mockus se lo-
gró dar para la ciudad un giro de 180 grados en la tendencia
expansiva de la violencia, que estaba experimentando el
país. Para contrarrestarla, Bogotá pudo definir y sostener sus
prioridades en seguridad ciudadana, más allá de la agenda
de seguridad nacional, que se imponía en todo el país, por
las dinámicas del conflicto armado. En el Distrito, la seguri-
dad ciudadana se orientó hacia la necesidad de cambiar las
dinámicas de convivencia que vivía la ciudad. El programa
de Cultura ciudadana, que ha tenido continuidad en diferen-
tes frentes de los planes de desarrollo que ha tenido el Dis-
trito en lo sucesivo, abrió un camino en esa dirección y fue
fundamental para mejorar de manera sensible la seguridad
y la calidad de vida de los bogotanos.
La presencia de estos programas de acceso a la justicia re-
presentan la cara más institucional de esas estrategias de
convivencia. Los bogotanos debían ganar más capacidad
para tramitar directa y pacíficamente las controversias pero
debía haber herramientas que dieran respuesta institucional
cuando los conflictos rebosaran a las partes. De lo contra-
rio, la estrategia de convivencia sería inviable. Si bien, todos
estos programas han hecho un aporte en la calidad de vida
que viene alcanzando la ciudad, aunque hasta ahora no se
han alcanzado los niveles deseables de desarrollo e impacto
que se esperaba de ellos. Es evidente que se requiere forta-
lecer y remozar algunos de esos programas. Pero el reto es
aún mayor.
Hoy, es necesario y también urgente que el conjunto de la
administración de justicia dé un paso adelante. Es claro, que
buena parte de la baja percepción de seguridad que tiene la
ciudad está causada por las carencias de la institucionalidad
para amparar los derechos y solucionar conflictos. Por esa
causa, los conflictos tienden a escalar en violencia9, reacción
ciudadana ilegal ante el delito (por ejemplo, linchamientos)
y podrían estar motivando exponencialmente la comisión
de otros delitos, ante el bajo riesgo que tienen los actores
de terminar castigados.
En esa dirección apuntan las experiencias de las que se da
cuenta aquí. Bogotá cuenta hoy, en los nueve sistemas lo-
cales de justicia desarrollados hasta ahora, con un proce-
so que le permite a la institucionalidad dar respuesta a las
9. Según el secretario distrital de seguridad la violencia interpersonal es fuente de
inseguridad física. Evaluando sus datos, uno de cada seis bogotanos tuvo una riña en
2016. Las riñas causaron el 86 % de los homicidios y el 94 % de las lesiones persona-
les (La intolerancia, el enemigo público de Bogotá, 2017).
Los SLJ como política distrital • 11
 necesidades de justicia que se están presentando. En cada
una de las localidades impactadas se han puesto en marcha
mecanismos de coordinación entre los operadores y otros
actores estatales y sociales, para dar respuestas pertinentes
y satisfactorias a los requerimientos de la ciudadanía.
Dichos sistemas locales cuentan hoy con la posibilidad de
hacer intervención preventiva de la violencia, de producir
resultados satisfactorios sin intervención de operadores de
justicia, de definir conflictos con actuaciones breves y con-
sensuales de los operadores y, en consecuencia, de facilitar
que los operadores judiciales concentren sus recursos en lo
que exige mayor concentración de la capacidad técnica y
más exige el uso de la fuerza legítima del Estado.
2.2. La justicia en las políticas de convivencia y el
amparo de derechos
La estrategia de convivencia que se viene desarrollando en
Bogotá desde los años 90 fue definitiva en el quiebre de la
tendencia expansiva que tenía la violencia en todo el terri-
torio nacional. En los últimos veinte años, el país había du-
plicado su tasa de homicidio para llegar a 86 por cada cien
mil habitantes (más o menos la misma tenía la capital), una
de las peores del mundo (Martín, 2004, p. 100). Las políticas
contra la violencia en las dos alcaldías de Mockus y la prime-
ra de Peñalosa se mostraban exitosas: en 2003 Bogotá había
reducido la tasa de homicidios en un 62 %, mientras que el
país solo lograba reducir un 24 % (p. 108); mientras, otros
delitos de alto impacto también se redujeron mucho en el
mismo periodo (p. 110 y ss.). En las siguientes administracio-
nes la tendencia continúa y las tasas de inseguridad se han
seguido reduciendo10.
La primera administración Mockus funda una época que
10. Por ejemplo, en la de homicidios, se pasa de 23 por cada cien mil habitantes, en
2003, a la actual, que se ha mantenido por debajo de 17 desde hace cuatro años.
12 • ¿Cómo le va a Bogotá con los SLJ?
conduce a la transformación positiva de los comportamien-
tos ciudadanos, a través de estrategias de pedagogía social
(armonizar la ley, moral y cultura). En esa administración se
pone en marcha algunos dispositivos para fortalecer en las
organizaciones sociales (como las juntas de acción comu-
nal) la disposición para gestionar y tramitar pacíficamente
los conflictos. Se inaugura un esfuerzo pionero de relación
entre la comunidad con la Casa de Justicia de Ciudad Bolí-
var y también se promueve un diseño institucional de las
comisarías de familia que sigue imperando. Con las inspec-
ciones de policía se intentó lo propio pero los logros fueron
mucho menores.
Peñalosa continúa y extiende la estrategia de formación
ciudadana y fortalecimiento organizativo, pero sus innova-
ciones se orientan más al componente institucional, dando
más peso a la prevención y castigo de conductas delictuo-
sas; también desarrolló recursos institucionales consensua-
les que apuntaban lejos, como la conciliación en equidad
y las unidades de mediación y conciliación (UMC). Infortuna-
damente, sus diseños fueron inferiores a las pretensiones.
Al volver Mockus a la Alcaldía, continúa con los programas
de cultura ciudadana y fortalece financiera e institucional-
mente la gestión consensual de conflictos. Además de los
conciliadores en equidad, incorpora un programa de elec-
ción de jueces de paz y genera nuevas figuras. Pero no se
llega a establecer con claridad, para los usuarios, el sentido
de la existencia de tantas figuras, con lo cual estas tendían
a competir y muchas veces a anularse mutuamente. Se am-
plió también el número de UMC, pero nunca se estableció
con claridad suficiente su relación con los operadores de
justicia judicial y administrativa, y tampoco con los de justi-
cia comunitaria, que empezaron a llamarse actores volunta-
rios de convivencia (AVC).
Garzón se definió como un alcalde de transición y ello signi-
ficó la continuidad en todos los programas en marcha, pero
no se ocupó de evaluar y menos de aplicar correctivos. Aun-
que los recursos para esta área se mantuvieron robustos, su
enfoque tuvo grandes parentescos con el concepto de se-
guridad humana (Uncrd, 2009, p. 29), que se abría paso. Así,
declaró preferir la prevención a la represión. Su gran aporte
fue el de proponer recuperar la legitimidad institucional
mediante el desarrollo de una justicia de ciudad que aspira-
ba, por primera vez en Bogotá, a articular a todos los opera-
dores de justicia: judiciales, administrativos y comunitarios
(Alcaldía Mayor de Bogotá, 2006, p. 28 y ss.).
La administración Moreno retoma esta última idea, al esta-
blecer el sistema distrital de justicia (una intención que venía
avanzando desde la administración Peñalosa) como una
política pública, pero ya no englobando todos los opera-
dores de justicia sino escasamente los que orbitaban a la
Secretaría de Gobierno, disminuídos por el traslado de las
comisarías de familia a la Secretaría de Integración Social.
Con reducción de recursos, siguieron operando los progra-
mas ya establecidos. Con la aparente intención de darles
autonomía y liderazgo local a las UMC, se les asignó como
potestad el direccionamiento de la política pública perti-
nente en su respectiva localidad. Se obtuvo el efecto inver-
so: las unidades se aislaron de las dinámicas institucionales
y fueron perdiendo su lugar en el acceso a la justicia.
La administración Petro recoge los acumulados de los go-
biernos anteriores y, en un marco de seguridad humana11 y
a tono con los desarrollos que se vienen dando en el nivel
nacional del Estado, se compromete a fondo con el esta-
blecimiento de nueve sistemas locales de justicia en el que
participan operadores de justicia judicial y consensual, enti-
dades públicas responsables del amparo de derechos, orga-
11. La seguridad humana se encamina a desarrollar el logro efectivo de los derechos
humanos mediante el incremento de la capacidad de actuar por sí mismos y asumir
los riesgos colectivos en forma cooperativa entre sí y con el Estado (Fernández, 2006,
pág. 154 y ss.).
nizaciones sociales, medios de comunicación y de la cultu-
ra. Bajo ese nuevo contexto, retoma y relanza las figuras de
justicia comunitaria para la ciudad, evaluando y rediseñan-
do su papel en sus contextos y su relación con el conjunto
de la administración de justicia. Al mismo tiempo se triplicó
el número de casas de justicia, a través de una versión de la
figura que no logró el reconocimiento respectivo por parte
del Ministerio de Justicia.
El actual gobierno distrital tiene vocación de consolidar la
política de Estado que se viene construyendo durante 25
años, como respuesta a la percepción de inseguridad con la
que se castiga a la ciudad por el sentimiento de desamparo
en las necesidades de justicia. La administración asume el
compromiso de lograr sistemas locales de justicia en la to-
talidad de la ciudad, y su articulación en Sistema distrital de
justicia, que se ha reestructurado y relanzado como un pro-
grama estratégico de la naciente Secretaría de Seguridad
y su Subsecretaría de Justicia. Con este programa se bus-
ca dirigir toda la oferta institucional de los niveles nacional
y distrital, estatal, privado y comunitario, y dar respuestas
efectivas a las necesidades de justicia de la ciudad. Las casas
de justicia y las unidades de mediación se relanzan, e incre-
mentan su protagonismo y visibilidad como equipos que
sustentarán la nueva justicia de ciudad.
2.3. Ubicación de los Sistemas Locales de
Justicia en la institucionalidad del Distrito
Como se ha dicho, los SLJ son el acumulado de un largo
proceso histórico que ahora, por primera vez, se decanta
en una política pública con todos los potenciales institucio-
nales.
Durante la Bogotá Humana la estrategia integró a la mitad
de los actores llamados a hacer parte del sistema, generan-
do las primeras alianzas que ampliaron el acceso a la justicia
y empezaron a mejorar las respuestas a las necesidades de
Los SLJ como política distrital • 13
 justicia en diez de las veinte localidades de la capital. En la
Bogotá Mejor para Todos el Distrito establece las condiciones
institucionales en las que el sistema puede desarrollar todo
su potencial y lo generaliza como estrategia de acceso a la
justicia para todas las localidades.
Durante el periodo 2012-2016 fue claro que el propósito
de superar la segregación y la discriminación significaba
construcción de ciudadanía para una parte amplia de la-
población y ella no se podría hacer efectiva sin el amparo
institucional de quienes tienen necesidades de justicia. La
Subsecretaría de Seguridad, Dirección de Derechos Hu-
manos, de entonces, asociada con el Consejo Seccional de
la Judicatura y la Fiscalía General de la Nación, entre otros
actores, desarrolla un extenso ejercicio de articulación local
del programa denominado Sistema Distrital de Justicia, a fin
de que el conjunto de las entidades diera respuesta articu-
lada e integral a las necesidades de amparo de derechos y
de gestión de conflictos. En el segundo semestre de 2013,
esa dinámica, de honda raíz en la ciudad, se empareja con la
que el Ministerio de Justicia venía consolidando como Siste-
mas Locales de Justicia.
Se buscó, así, construir una política pública de convivencia
y resolución pacífica de conflictos, que se desarrollara me-
diante gestión en red entre todos los operadores de justi-
cia y otros actores concernidos por la conflictividad de las
diferentes zonas de la ciudad. En 2012 se puso en marcha
las Mesas de Concertación por el Acceso a la Justicia, espacios
reunidos alredor de la pregunta de cómo valerse de instan-
cias de justicia en equidad que fueran sostenibles desde las
redes y en articulación con todos los operadores de justicia.
En el año 2013 se lleva a cabo el diplomado Justicia en equi-
dad: norma y poder sociales, que convoca a 150 organizacio-
nes de diferentes campos de la conflictividad de la ciudad,
como el educativo, el vecinal, el de las comunidades de fe
y el juvenil. En ese espacio, mediante un ejercicio partici-
14 • ¿Cómo le va a Bogotá con los SLJ?
pativo, actores destacados de esos campos, operadores de
justicia y representantes de las entidades nacionales y dis-
tritales comprometidas, hacen los primeros trazos de los SLJ
en tres localidades, y se convoca el Primer encuentro distrital
de operadores de justicia.
En el año 2014 se implementa el piloto de la política pública
en tres localidades de la ciudad: Rafael Uribe Uribe, Teusa-
quillo y Fontibón. En cada una, concurrieron actores de jus-
ticia judicial, administrativa y comunitaria, así como líderes
de organizaciones sociales reconocidos en los territorios. El
resultado del proceso formativo Estrategias locales de acceso
a la justicia, fue la comprensión de la teoría que nutre la es-
trategia de los SLJ por parte de los actores y, de esta mane-
ra, se pactaron acuerdos de coordinación, remisión, apoyo
y acción conjunta, que empezaron a dar forma a los SLJ en
las tres localidades.
Posteriormente, para el año 2015, se lleva a cabo la formación
de 200 candidatos12 a conciliadores en equidad, así como la
actualización de operadores de justicia yanombrados, y se
sustenta así la apuesta de SLJ a sus dinámicas. La cohorte
comunitaria para los SLJ se completa con la elección de la
tercera generación de jueces de paz y reconsideración: 114
líderes elegidos por voto popular para resolver conflictos
en las diferentes UPZ de Bogotá. Ese mismo año se instalan
mesas locales en otras siete localidades de la ciudad (Ciudad
Bolívar, Bosa, Kennedy, Santa Fe, Suba, La Candelaria y Usa-
quén), que incluyeron operadores judiciales, administrativos
y comunitarios, organizaciones sociales y redes sociales, y
entidades estatales, académicas y privadas.
Estas labores dieron base a la construcción de los nueve SLJ
con los cuales hoy cuentan diez localidades de Bogotá (por
12. Infortunadamente, por los tiempos que tomaron los avales del Ministerio de Jus-
ticia, el nombramiento de 160 de ellos solo se vino a verificar en 2016 (quedando
pendiente una parte de ellos), con lo que se alcanzó a producir una ralentización de
todo el proceso.
su trayectoria, Santa Fe y Candelaria se articulan en un solo
SLJ). Ello se facilitó en gran medida gracias la voluntad y el
compromiso de todos los integrantes de los sistemas por
renovar la justicia y ampliar el acceso a la misma, expresado
a lo largo del proceso13.
El plan de desarrollo Bogotá Mejor para Todos se propone
como una nueva etapa para la historia de la seguridad en
la ciudad y la consolidación de los SLJ como estrategia para
prodigar de manera generalizada a la ciudadanía. Se eleva
del nivel de subsecretaría y parte de la Secretaría de Go-
bierno al de Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia,
con la responsabilidad de implementar las metas plantea-
das en el Plan de Desarrollo 2016-2019, relacionadas con el
componente de justicia, las cuales se esbozaron en tres ejes
estratégicos: Sistema distrital de justicia, Mejoramiento de los
equipamientos de justicia y Fortalecimiento del sistema de res-
ponsabilidad penal adolescente (SRPA).
El Sistema Distrital de Justicia (SDJ) busca fortalecer los diez
sistemas locales de justicia cuya construcción se inició en
13. Interés que se hizo evidente en la participación e intervenciones en cada uno de
los cuatro Encuentros de operadores y actores de justicia que se realizaron a lo largo
del proceso.
la administración anterior, e implementar esta estrategia en
las diez localidades restantes, de manera que toda la ciudad
cuente con cobertura de Sistemas Locales de Justicia. El SDJ
obra como eje articulador entre las instancias nacionales y
locales de administración de justicia. Para ello, se proyecta la
formación de nuevos conciliadores en equidad que nutran
la propuesta de SDJ en la ciudad de Bogotá.
En este componente (SDJ), ha establecido como meta la
consolidación de una política pública que, a través de ins-
trumentos normativos, oriente la consolidación de esta es-
trategia, así como el desarrollo de metodologías pertinentes
para su seguimiento, monitoreo y evaluación. Para ello, la
recién creada Subsecretaría de acceso a la justicia, se propone,
en primer lugar, identificar los elementos que deben estar
en todas las localidades para que el sistema funcione, y di-
señar una estrategia que dé continuidad a los SLJ ya existen-
tes, así como también oriente la creación de SLJ en las loca-
lidades restantes. Con ese propósito, viene redefiniendo un
completo mapeo de actores con los cuales emprender una
una etapa de alianzas para dar respuesta a la comunidad.
Los SLJ como política distrital • 15
 3. Los Sistemas Locales de Justicia por dentro

3.1. Así se integran Gráfico 1. Actores del Sistema Local de Justicia

Uno de los grandes logros alcanzados por la estrategia es

contar con las voluntades personales e institucionales de
un buena parte de los actores que son necesarios para la
transformación de la justicia en la ciudad. Hoy más de 500
actores se identifican con alguno de los nueve SLJ, en los
cuales centran su radio de acción y se articulan entre sí,
ofreciendo mejores condiciones para amparar derechos y
tramitar conflictos.

Tanto en el Distrito como en el nivel nacional se diferen-

cian los operadores de justicia de otros actores importan-
tes para la gestión de los conflictos. Entre los primeros se
distinguen los operadores que tienen capacidad decisoria
(adjudicatorios) de los que tienen facultad de orientar la
negociación de las partes (consensuales). Hay actores tanto
estatales como sociales que intervienen en la conflictividad
pero sin eficacia directa ante el sistema jurídico nacional:
entre ellos se distinguen las instancias y organizaciones so-
ciales de los actores culturales. De modo que se habla de
cuatro tipos de actores que están llamados a participar de
cada SLJ (gráfico 1).
Entre los actores adjudicatorios la participación varía de una
localidad a otra, siendo todavía predominante la de opera-
dores administrativos. Así, la presencia de las comisarías y
las defensorías de familia es constante en la mayoría de las
localidades. También participan ampliamente los inspec-
tores de policía. En cinco localidades están vinculados de
manera expresa los jueces de pequeñas causas, participan-
do en diferentes iniciativas de sus respectivos sistemas. En
otras localidades, como Suba, los jueces participan median-
te articulación con otros operadores. La fiscalía se ha arti-
culado distritalmente a través de sus instancias de relación
con la comunidad, pero aún no logra establecervínculos
constantes en cada una de las localidades.
La ciudad cuenta con un grueso grupo de operadores de
justicia consensual, muchos de los cuales han hecho explí-
cito su compromiso con los respectivos SLJ. Hacia ellos, falta
implementar mecanismos precisos para que conciliadores
en Derecho se vinculen, pero la mayoría de los conciliado-
res en equidad, jueces de paz y otros administradores de
justicia en equidad se han vinculado al proceso de manera
expresa y mediante diferentes acciones. Esta categoría de
operadores tienen como ventajas la cercanía y confianza de
los actores de los conflictos y un amplio espectro en sus
competencias, que los hace muy versátiles para atender de
manera preventiva y reactiva las controversias.
En los SLJ de Bogotá se encuentran vinculadas diferentes
instancias estatales del orden distrital y nacional, así como

Los SLJ por dentro • 17

 también aquellas que tienen una vocación más vecinal,
como las asociaciones de propiedad horizontal y las juntas
de acción comunal. Todas estas entidades hacen parte de
los SLJ por su naturaleza, lo que les permite aportar recursos
técnicos, humanos o logísticos para la gestión de conflictos
estructurales y directos de diversa índole, así como para el
desarrollo de iniciativas de prevención. Dentro de las enti-
dades y procesos del nivel nacional, se encuentra la Policía
Nacional, mediante la vinculación de comandos de aten-
ción inmediata (CAI) barriales y los respectivos cuadrantes,
estaciones locales y programas como Jóvenes a lo bien. En
localidades como Bosa, Kennedy, Fontibón y Teusaquillo se
vinculó la Defensoría del Pueblo. El Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar (ICBF) se encuentra activo en la mayoría
de los SLJ de Bogotá, participando con iniciativas de carác-
ter proactivo, y a través de la consolidación de acuerdos de
remisión y coordinación, entre otros.
En cuanto a las entidades del orden distrital que se han
asociado al SLJ en las diferentes localidades, se encuentra
la Casa de igualdad de oportunidades para las mujeres (CIO),
la Casa de juventud, de la Secretaría de Integración Social y
la Casa de la Cultura, de la Secretaría de Cultura. Estas enti-
dades funcionan como punto de encuentro de la comuni-
dad. En ellas ingresan algunos conflictos y tienen recursos
para apoyar la gestión de cierto tipo de conflictos relacio-
nados con la población que acogen en sus programas. Por
su parte, las alcaldías locales desempeñaron un rol diferente
en cada localidad. En localidades como Kennedy la alcaldía
local prestó apoyo político y logístico, mientras que en otras
localidades no se involucró este importante actor. Asimis-
mo, en algunos SLJ se encuentra activa la participación de
la Personería de Bogotá.
En el SLJ también se encuentran asociadas las juntas admi-
nistradoras locales (JAL), pues los conciliadores en equidad
socializaron con los ediles la dinámica de los SLJ y la exis-
tencia de nuevos actores de justicia en las localidades. Estos
18 • ¿Cómo le va a Bogotá con los SLJ?
actores son importantes en cuanto al acercamiento de la
administración de justicia a la comunidad, dado que mu-
chas personas de la comunidad suelen acudir a los ediles
para que estos les ayuden con la solución de sus conflictos.
En algunas localidades se vinculó la participación de hospi-
tales locales, pues en muchos casos, los conflictos ingresan
al sistema a través de estas entidades.
Respecto a las entidades de orden comunal y comunitario
que hacen parte de las redes de los SLJ en Bogotá, se pue-
de ver que las juntas de acción comunal (JAC) participan
constantemente de manera proactiva en la realización de
iniciativas conjuntas para mejorar la calidad de vida de los
vecinos. Asimismo, han jugado un papel reactivo en la me-
dida que remiten los casos que reciben a los operadores del
SLJ. En muchos de los casos, prestan sus salones comuna-
les para instalar puntos de atención comunitaria (PAC), en los
cuales los conciliadores en equidad gestionan los conflictos
de las personas en el barrio. Además, con el transcurrir del
tiempo, en Bogotá se han conformado diferentes consejos,
como el de Discapacidad local en Usaquén y el Tutelar para
la protección de infancia y juventud. Estas asociaciones tie-
nen la posibilidad de movilizar recursos y realizar asesorías
en los conflictos que tienen que ver con los temas de los
que se ocupan.
Los medios de comunicación comunitarios14 y privados15
han contribuido a difundir los encuentros y avances que se
desarrollan en el marco de los SLJ. Los medios comunitarios
14. Aun cuando muchas de las acciones o estrategias en red tienen vocación dis-
trital, como es el caso de la resolución de conflictos en una localidad por parte de
un equipo con integrantes de distintas localidades, o de programas radiales como
Pregonero 10, el cual hace parte de una plataforma distrital, y promueve y convoca
a diversos actores de justicia de toda la ciudad a difundir sus iniciativas y hablar de
convivencia y paz.
15. En cuanto a los medios de comunicación privados, algunos como El Tiempo Mi
Zona, que es un diario de circulación local, realizaron reportajes alusivos a los SLJ y la
conciliación en equidad, en Suba y Usaquén.
se encontraban presentes en el territorio y algunos repre-
sentantes de los mismos se formaron como conciliadores
en equidad.
De modo similar, algunos colegios públicos se vincularon a
los SLJ en Bogotá. En Kennedy, por ejemplo, se logró deses-
calar un conflicto de amenazas a personal docente. Por su
parte, algunos centros de educación superior han facilita-
do sus instalaciones para la realización de conversatorios y
otras actividades sobre acceso a la justicia. En algunas de
estas universidades, como la Cooperativa, por ejemplo, se
vinculó el consultorio jurídico, el cual remite casos a conci-
liadores en equidad del SLJ.
En todas las localidades hay presencia de colectivos ciuda-
danos, observatorios culturales y comunidades de fe, con
diferentes intereses y misionalidades. Son los que conocen
e inciden en la conflictividad del territorio y, por su expe-
riencia, proponen alternativas creativas para su gestión en
el plano cultural y psicosocial. Igualmente, los observatorios
desarrollan una labor pedagógica muy importante para los
SLJ. Dentro de este grupo, en los SLJ de Bogotá se encuen-
tran barras futboleras, colectivos artísticos (teatro, fotogra-
fía, etc.), grupos ambientalistas, organizaciones de reciclaje
y activistas por los derechos de la población LBGTI, entre
otros. Además, estas organizaciones también se ubican en
el tercer nivel del SLJ, en la medida que, fundaciones y co-
lectivos tienen la posibilidad de gestionar recursos para la
solución integral de los conflictos.
3.2. Así se organizan
La propuesta organizativa para los SLJ es muy flexible, de
modo que sean las condiciones particulares del contexto
y las necesidades específicas de justicia las que delineen
la manera como los actores se organicen para dar la mejor
respuesta. La base de todo el sistema son los acuerdos de
acción articulada en los que los operadores y otros actores
concurren para elevar su capacidad de atender a la comu-
nidad.
De una localidad a otra, varían los actores que participan de
un acuerdo de atención y las maneras como se articulan. Si
bien hay temas y conflictos que se presentan en todas las
localidades, la idiosincrasia propia de los contextos matiza
la manifestación de los mismos y la respuesta que los acto-
res del SLJ convienen para gestionarlos. Es por esto que, si
bien se encuentran similitudes en los acuerdos que estruc-
turan los diferentes SLJ en cada caso, las rutas de atención
tienen sus particularidades.
Asimismo, los eventos de deliberación, la orientación par-
ticular de las acciones y los aspectos técnicos se organizan
de manera diferente y autónoma en cada SLJ. En algunas
localidades, se dio paso a la estrategia a partir de un espa-
cio general del cual derivaron los diferentes acuerdos y un
mecanismo general de organización16. En otras, la estrate-
gia se ha puesto en marcha a partir de una problemática
en particular o un campo de la conflictividad17. Lo impor-
tante es que todos esos ejercicios de deliberación deben
conducir a recoger la voluntad institucional y personal para
atender algún problema específico en el acceso a la justicia,
16. En algunas localidades se llevó a cabo una mesa de instalación del SLJ en su
conjunto, en la cual se dio a conocer a la ciudadanía la iniciativa, se socializaron los
avances y se plantearon unos retos para dar sostenibilidad al sistema; como por
ejemplo, la mesa de instalación del SLJ de Suba, realizada en noviembre de 2015. El
representante local de este SLJ considera que hay una secretaría técnica de facto,
conformada por los actores que lideraron esta mesa: el representante de Asojuntas,
la representante del ICBF, el representante de propiedad horizontal y el conciliador
en equidad, entre otros.
17. Mientras que en localidades como Usaquén se instaló la mesa de Género, cuya se-
cretaría técnica fue asumida por la Casa de Igualdad de Oportunidades para la Mujer,
la mesa de Propiedad Horizontal tiene a la conciliadora Graciela Forero como secre-
taria técnica; por su parte, el consejo directivo del Colegio Toberín ha hecho las veces
de secretaría técnica de la Mesa Escolar. Según la representante local de Usaquén, los
mismos actores han decidido organizarse de esta manera, pues consideran más útil
ir desarrollando agendas concretas que crear un comité o mesa con objetivos disper-
sos, en los cuales se reúnan los actores, pero se dificulte avanzar.
Los SLJ por dentro • 19
 establecer una política en común y definir las acciones que
correspondan a cada uno. En eso consiste un acuerdo.
Así, si bien puede haber experiencias que sirvan de guía
para su implementación, no es imprescindible seguirlos.
Aunque se recomienda, por ejemplo, que la secretaría téc-
nica sea asumida por un actor que tenga pie en instancias
estatales y sea capaz de convocar y movilizar a los diferentes
actores, no es un lineamiento obligatorio en relación con
cada acuerdo. Lo importante es que cada tipo de conflicto
tenga la coordinación que necesite para ser más eficaz.
Inicialmente, algunas localidades como Kennedy dieron
centralidad a la coordinadora de la casa de justicia y ya se
estableció que en principio cada SLJ debe gravitar alrede-
dor de un equipo técnico, en el que concurran la Casa y la
Unidad de Mediación y Conciliación respectiva.
3.3. Estos son los recursos de los Sistemas Locales
de Justicia
Los SLJ, en Bogotá, han venido articulando recursos huma-
nos, físicos y técnicos que enriquecen su funcionamiento y
la posibilidad de brindar soluciones integrales a los conflic-
tos que entran a cada uno de ellos.
Cada uno de los actores tiene un acumulado de expe-
riencias, una trayectoria, habilidades y, en algunos casos
profesiones y conocimientos técnicos que se ponen a dis-
posición del sistema y se pueden activar en el momento
oportuno, cuando alguno de los actores reciba un caso que
lo requiera18.
18. Por ejemplo, tenemos los acuerdos de apoyo y asesoría que han pactado sistemas
como el de Ciudad Bolívar, en el que el juez de pequeñas causas ha acordado con
los conciliadores en equidad darles guía respecto a la realización de actas y aclararles
dudas respecto a ciertos aspectos de la gestión de conflictos. Por su parte, en algunas
localidades como Bosa, funcionarios del ICBF se comprometieron a dar asesoría a los
nuevos conciliadores en equidad, en cuanto a la atención de casos de familia.
20 • ¿Cómo le va a Bogotá con los SLJ?
De otro lado, los actores del SLJ han desarrollado fortalezas
respecto a la gestión de determinados tipos de casos, cono-
cimientos de los cuales se pueden valer los demás integran-
tes, a partir de asesorías. Todos ellos han venido tejiendo
sus propias relaciones con la comunidad, la administración
pública, entidades privadas y con el territorio en sí mismo.
Así, cada uno de ellos cuenta con su propia red de apoyo
que respalda su actuar y mediante la cual es posible gestio-
nar recursos pertinentes para suplir las demandas y reque-
rimientos de los SLJ19.
Los SLJ cuentan con una riqueza de recursos intangibles,
pues la iniciativa y el compromiso social por parte de acto-
res como los líderes de organizaciones sociales, la actitud
de servicio por parte de conciliadores y jueces de paz, y la
voluntad por parte de algunos actores adjudicatorios de re-
conocer otras instancias de resolución de conflictos como
legítimas, son actitudes y cualidades que han hecho posible
el desarrollo y sostenibilidad de los SLJ en cada una de las
localidades.
La construcción del SLJ ha significado para los integrantes
una clara expansión de los recursos físicos que están a su
alcance. Diferentes actores ponen a disposición espacios
con los que contaban a través de sus redes. En todas las
localidades, el SLJ cuenta con espacios para su funciona-
miento, gracias a la puesta en disposición de las casas de
justicia, algunos salones de juntas comunales en barrios y
en propiedad horizontal, las instalaciones de las CIO, las ca-
sas comunitarias en Santa Fe-La Candelaria –como las de
Belén, Santa Bárbara y Las Aguas–, y sedes de universidades
como la ECCI, la Cooperativa y la Corporación Educativa In-
doamericana, así como la casa de la juventud.
19. Muchos conciliadores que contaban con actores comunales en sus redes hicieron
posible la vinculación de algunas JAC a los sistemas, las cuales no solo aportan insta-
laciones físicas donde se hace posible llevar a cabo actividades e iniciativas propias de
los SLJ, sino que también se convierten en una importante instancia de recepción de
conflictos que acerca geográficamente la justicia a las comunidades barriales.
En Bogotá, además, hay una gran fortaleza de recursos téc-
nicos, pues todas las localidades cuentan con medios de
comunicación internos y de difusión de los cuales pueden
disponer con mucha facilidad. Por un lado, además de la
comunicación formal vía correo electrónico, se han creado
grupos de Whatsapp, Facebook y otras redes sociales virtua-
les que mantienen en contacto a los integrantes de los SLJ.
Estos medios han facilitado enormemente la concertación
de iniciativas y la realización de asesorías que muchas veces
se dan en tiempo real, brindando respuestas oportunas e
inmediatas para la gestión de conflictos.
De otra parte, la variedad de actores comunitarios e insti-
tucionales que respaldan los SLJ han facilitado elementos
logísticos para la realización de iniciativas, como ocurre con
la alcaldía de Kennedy, que ha puesto a disposición del sis-
tema carpas, mesas, sillas y demás elementos necesarios
para la realización de ferias de descongestión.
Por otro lado, los SLJ cuentan con medios de comunicación
comunitarios de carácter local que se han comprometido
con la difusión de iniciativas y promoción del proyecto y de
la conciliación en equidad. La activación de estos recursos
ha permitido aumentar el acceso a la justicia en las localida-
des, en la medida en la que los ciudadanos reconocen otras
20. Asimismo, hay medios de comunicación de carácter privado como El Tiempo Mi
Zona, o públicos como DC Radio, que gracias a la gestión de los integrantes de los
sistemas local y distrital de justicia, han hecho posible difundir el proyecto de Sis-
temas Locales de Justicia y establecer reflexiones en torno de la importancia de la
convivencia y la resolución pacífica de conflictos.
instancias cercanas, accesibles y disponibles para gestionar
sus conflictividades20.
El proceso de consolidación de Sistemas Locales de Justicia
en la ciudad de Bogotá ha logrado contribuir en la supera-
ción de barreras de acceso a la justicia, como la geográfica,
a través de la ampliación espacial en el territorio de la oferta
de justicia, y la ampliación en los modelos de gestión a los
que puede acudir la ciudadanía. De igual modo, se cuenta
con una herramienta fundamental para superar la barrera
cultural, en la medida que se realizan acciones de sensibi-
lización entre los operadores, e iniciativas de difusión para
que más ciudadanos conozcan sus derechos y cómo acce-
der a la garantía de los mismos, por ejemplo. También se ha
logrado la superación de la barrera económica, pues las per-
sonas pueden encontrar solución a sus conflictos a través
de medios gratuitos, como la conciliación, antes de incurrir
en gastos por procesos judiciales.
En el mapa de la página siguiente, vemos cómo, por ejem-
plo, en la localidad de Fontibón, situada al occidente de
Bogotá, la diversidad de operadores y actores del SLJ han
logrado constituirse en una red que tiene condiciones para
responder con proximidad a las necesidades que se presen-
ten en la comunidad.
Los SLJ por dentro • 21
4. Alianzas para responder mejor: uno más uno es más de dos
4.1. Un Sistema Local de Justicia es una red de
alianzas
Un SLJ tiene sentido en la medida en que sirva para dar res-
puestas satisfactorias a las necesidades de justicia. Para lo-
grarlo, los diferentes integrantes se alían para complemen-
tarse y enlazar sus capacidades de respuesta. Así, el avance
de un SLJ solo puede observarse en la medida en que las
alianzas se vayan estableciendo y sus frutos se vayan ver-
tiendo a la comunidad. Cuanto más sólidas y eficaces sean
las primeras y mejores sean los segundos, más avanzado se
encontrará el sistema.
En la base de tales alianzas, que constituyen la estructura
material del sistema, están los acuerdos, que establezcan y
sostengan entre dos o más actores, para amparar derechos
o gestionar conflictos. Gracias a esos acuerdos, entre las en-
tidades concernidas por las controversias establecen dispo-
sitivos de atención a la comunidad, según las condiciones
especificas y los recursos de los que en conjunto dispon-
gan. A partir de la voluntad comprometida, cada instancia y
cada actor precisa su intervención y el aporte a la solución
que se busca.
No hay un número mínimo o máximo de acuerdos para que
exista un SLJ. Se puede empezar con unos pocos acuerdos,
para irlos depurando y mejorando gradualmente. También,
conforme se va desarrollando y consolidando el sistema,
este número se podrá ir modificando. Podrá incrementar-
se en la medida en que se vaya ampliando el espectro de
asuntos a atender desde el sistema. O reducirse en la medi-
da en que se reunan actores y dispositivos de un número
plural de acuerdos en uno. En 2016, la Escuela de Justicia
Comunitaria registró en las diez localidades que ya conta-
ban con SLJ, 212 acuerdos de remisiones, apoyo y acción
conjunta, entre otros.
Los acuerdos, según el objeto de la alianza, pueden ser
proactivos o reactivos. Son proactivos o iniciativas, los
acuerdos que se dirijan a un propósito puntual o a atender
una necesidad específica de justicia, reúnan las voluntades
y las acciones, y se agoten una vez cumplido lo acordado.
Los acuerdos reactivos, en cambio, se generan para esta-
blecer una ruta articulada de intervención en un tipo de
situación en el que se requiera el concurso de diferentes
actores e instancias, desde sus misionalidades particulares,
para lograr satisfacer las necesidades de justicia.
A continuación se enuncia, de manera ilustrativa, cómo los
acuerdos han permitido presentar de manera articulada
la nueva cara y el “nuevo ser” que los SLJ representan hoy
para las personas que los requieren. Estos acuerdos están
registrados en la base de datos que construyó la Escuela de
Justicia Comunitaria, mediante el acompañamiento de la
labor que realizó a instancias de la Dirección de Derechos
Humanos y Acceso a la Justicia de la Secretaría Distrital de
Gobierno, entre 2013 y 2016.
4.2. Iniciativas de los Sistemas Locales de Justicia
Las iniciativas o acuerdos proactivos constituyen un meca-
nismo tanto para posicionar el sistema en la comunidad,
como para actuar de manera articulada frente a problemas
que requieran de la concurrencia de esfuerzos entre dife-
rentes actores. Con ellas se abren rutas desde las que se
construyen confianzas institucionales mutuas, y se produce
conocimiento y reconocimiento en la comunidad. En la me-
dida en que el sistema avance, se podrán escalar los retos y
Alianzas para responder mejor: uno más uno es más de dos • 23
 las pretensiones de nuevas iniciativas y del sistema en su
conjunto. Aquí se presentan algunos tipos de iniciativas de-
sarrolladas en las diferentes localidades:
• Los actores se presentan juntos ante los sectores más
marginalizados, para identificar problemas de acceso a la
justicia, presentar el SLJ y discutir con la comunidad las
rutas de atención que se vayan elaborando21.
• Los actores del SLJ trabajan juntos en la realización de se-
minarios, charlas y talleres de formación comunitaria, para
prevenir, mitigar o desescalar ciertos conflictos recurren-
tes en la comunidad22.
• Los operadores, junto con otros actores del sistema y se-
gún su misionalidad, utilizan sus recursos y el capital so-
cial con el que cuentan, y definen acciones conjuntas que
den respuesta a las problemáticas identificadas23.
También, como ya se ha mencionado, los SLJ se plantean
estrategias conjuntas de comunicación, difusión y promo-
ción de los diferentes actores, así como modelos de ges-
tión y rutas de atención e iniciativas que se produzcan en el
seno del mismo24.
Así mismo, se establecen espacios de atención conjunta y
los actores se apoyan mutuamente, con el fin de generar
proximidad en las instancias de gestión de conflictos en las
comunidades25.
4.3. Acuerdos de atención
Si bien las iniciativas pueden llegar a ser la parte más visible,
los acuerdos de atención son el esqueleto de los SLJ, que
le darán su fortaleza y su sostenibilidad. De su consistencia
y cualificación depende que el trabajo articulado se vaya
estableciendo como dinámica de trabajo institucional y en
la comunidad vaya emergiendo la confianza necesaria para
que los conflictos se canalicen, se atiendan a través del sis-
tema y se produzca un cambio en el lugar que tienen las
24 • ¿Cómo le va a Bogotá con los SLJ?
entidades en las prácticas sociales y en la idiosincracia de
la ciudad.
21. En Bosa, el hospital Pablo VI, El comité de participación comunitaria en salud (Co-
pacos) y conciliadores en equidad, realizan talleres de acceso a la justicia en derechos
de salud y promoción de convivencia periódicamente, en la reunión mensual de Co-
pacos. En Ciudad Bolívar, el colectivo Irr3al y la asociación Madonna y sus divas realiza-
ron talleres en la casa de la cultura, sobre agricultura vertical, en los cuales integraron
el enfoque de derechos humanos, y realizaron actividades orientadas a capacitar a la
población en acceso a la justicia. En la localidad de Suba, por su parte, se llevó a cabo
una jornada de gestión de conflictos con el nombre A lo bien, en la cual se encontra-
ron diferentes operadores de justicia y jóvenes, se realizó un taller de sensibilización
de diálogo intergeneracional y se desarrollaron actividades artísticas. La Casa de igual-
dad de oportunidades para la mujer (CIO) y conciliadores en equidad realizan capaci-
tación en temas de género y política distrital de mujeres en Teusaquillo. El Juzgado
Segundo de Pequeñas Causas, junto con la organización Lgtbi, organizó un taller en
atención a población Lgtbi, en Ciudad Bolívar.
22. En Fontibón, por ejemplo, la Mesa de Propiedad Horizontal y los conciliadores en
equidad realizaron sensibilizaciones en JAC para el uso adecuado de las zonas verdes
y parques públicos del sector. En algunos SLJ, los operadores consensuales, en alian-
za con los líderes de JAC, llevaron a cabo charlas de convivencia y sobre la gestión
de conflictos, en el marco de las asambleas. En Ciudad Bolívar, una jueza de paz y
reconsideración, en alianza con la JAC Bemoral, desarrollaron proyecto para mitigar el
conflicto de basuras que azotaba el territorio.
23. En Usaquén, por ejemplo, la Mesa de Barras y la JAC de Cedros Capri acordaron
desarrollar una iniciativa conjunta para prevenir el consumo de sustancias psicoac-
tivas (SPA) en parques de la localidad, a través de la implementación de escuelas
deportivas con niños y jóvenes del sector de Cedritos. Es así como, según los intereses
y dinámicas de cada uno de los grupos o actores, se realizan iniciativas que contribu-
yen a los objetivos conjuntos de los SLJ.
24. En Bogotá, los SLJ cuentan con la participación activa de medios de comunicación
comunitarios, y también se apoyan en medios privados e institucionales, como el
periódico El Tiempo Mi Zona y la emisora distrital del Instituto de la Participación y Ac-
ción Comunal (Idpac) DC Radio, respectivamente. Emisoras comunitarias como La voz
de mi barrio y Radio rumbo, en Bosa, Teusaradio, en Teusaquillo, La Norte en Usaquén,
Suba al aire y Fortaleza estéreo, en Suba, La calle, su red en Ciudad Bolívar, y Sistema
radio Candelaria, en Santa Fe-La Candelaria, han venido transmitiendo los avances e
información concerniente a sus respectivos Sistemas Locales de Justicia. Asimismo,
se han integrado medios audiovisuales como los canales comunitarios TV Candelaria,
en Ciudad Bolívar y Litemar, en Kennedy. Este último realizó acuerdos con diferentes
actores para transmitir videos cortos en los cuales se presente su misionalidad y pro-
gramas de la corporación Somos Bogotá y Jóvenes a lo bien, por ejemplo. Finalmente,
es destacable la vinculación de actores que utilizan las nuevas tecnologías y redes
sociales como medio para transmitir información a la comunidad, dentro de los cua-
les se encuentran la Agencia Techotiba, en Kennedy, la fundación Afrovisión, en Santa
Fe-La Candelaria, y Tejido de comunicación en Rafael Uribe Uribe.
25. En Teusaquillo, por ejemplo, se articulan los conciliadores en equidad con los con-
sultorios jurídicos de algunas universidades.
Por lo mismo, los acuerdos empiezan siendo muy simples y
deberán ir haciéndose cada vez más complejos, según las
exigencias de los retos que se asuman. Veamos cómo se
han venido desarrollando los acuerdos de atención, a partir
del tipo de acciones dirigidas a incrementar la calidad de la
intervención en las necesidades de justicia, atendiendo los
principios de eficacia, integralidad, simplicidad e inocuidad.
Para el mejoramiento de la atención, los operadores y otros
actores del sistema han construído, en todas las localidades,
acuerdos en los que prima la asesoría mutua. La asesoría
se dirige a incrementar la calidad de la intervención median-
te el respaldo intelectual de personas que tienen saberes,
habilidades y capacidades complementarias26.
La remisión entre operadores de justicia como ruta de aten-
ción busca que cuando una persona acuda a un actor del
sistema y este no sea el competente, en todo caso acoja el
caso, haciéndole ver al usuario que ya su caso se ha enruta-
do dentro de la institucionalidad, para lo cual se encarga de
hacerlo llegar a quien sí es competente, transmitiéndo que
cuenta con el respaldo y la autoridad, de cara a su necesidad
de justicia. Los SLJ de Bogotá han establecido acuerdos de
remisión concretos entre diferentes actores y entidades para
garantizar el amparo que la comunidad espera27.
4.4. Protocolos
Los protocolos expresan el conjunto de acciones que se si-
guen en el SLJ, en un tipo de conflicto determinado. Algu-
nos protocolos se encuentran escritos con cada uno de sus
procedimientos, mientras que otros no se encuentran redac-
tados en ningún documento, pero la suma de los procedi-
mientos que se van realizado de manera repetida y coordi-
nada frente a un conflicto, materializan su existencia precaria.
En los SLJ de Bogotá se han estructurado, por ejemplo, pro-
tocolos de atención a violencia intrafamiliar, algunos orien-
tados especialmente a los conflictos que sufren niños, niñas
y adolescentes; otros, a la violencia contra la mujer, etc. Asi-
mismo, en localidades como Kennedy y Bosa, se construye-
ron protocolos para gestionar conflictos de arriendos, uso
de áreas comunes y otros conflictos que se desarrollan en
el ámbito de la convivencia en materia de propiedad hori-
zontal. Como elementos comunes a los diferentes protoco-
los existentes en cada uno de los SLJ de Bogotá, se puede
señalar que:
En primer lugar, generalmente el conflicto entra al sistema a
través de los actores de justicia comunitaria, por su cercanía
con la comunidad, o a través del Centro de recepción de infor-
mación (CRI) de las casas de justicia. Asimismo, en algunos
26. En Ciudad Bolívar, tenemos como ejemplo los acuerdos de asesoría mutua entre
el Juzgado Segundo de Pequeñas Causas y los conciliadores en equidad. En Bosa, un
defensor de familia acompaña las conciliaciones que realicen los nuevos conciliado-
res en equidad. En Fontibón, un conciliador más experimentado asesora a otros en
la labor que realizan en sus respectivas zonas. En Teusaquillo, la comisaría de familia
acompaña y capacita a conciliadores en equidad en lo referente a la ruta de atención
a conflictos intrafamiliares. Los jueces de paz, igualmente, apoyaron la formación de
los conciliadores con un enfoque práctico, acompañando en muchos casos las au-
diencias de los nuevos jueces de paz.
27. En Ciudad Bolívar y Bosa, los jueces de pequeñas causas remiten casos concilia-
bles a conciliadores en equidad o jueces de paz. Asimismo, los operadores consen-
suales remiten a los jueces ordinarios los casos sobre los cuales no se pueda o no
se logre conciliar o, habiendo concilidado, no se cumplan. De la misma manera, la
fiscalía remite los asuntos conciliables a los operadores consensuales (en Derecho
y en equidad), y estos remiten a los fiscals los conflictos que contengan elementos
penales. En Fontibón, la comisaría de familia remite a los jueces de paz aquellos casos
que se puedan gestionar integralmente de manera conciliada. En Suba, la estación
de policía envía una gran parte de los conflictos a los conciliadores en equidad. En
Usaquén, la defensoría del pueblo se comprometió a entregar un directorio con los
conciliadores en equidad a los defensores presentes en las diferentes localidades, con
la finalidad de que les remitan los casos conciliables de los cuales tengan conoci-
miento. En Rafael Uribe Uribe, los actores consensuales remiten casos de violencia de
género que requieren atención psicosocial, a la CIO. Lo mismo ocurre con los casos
conciliables, por parte del ICBF a los conciliadores. Tal instituto remite a la defensoría
del pueblo los casos que desborden su competencia. Las JAC que reciban casos de
carácter conciliable, en los cuales las partes requieran de acuerdos con mérito ejecu-
tivo, los remiten a los operadores consensuales del SLJ. Por último, los colegios de la
localidad de Kennedy reportan al sistema los casos de vulneración a los derechos de
niños, niñas y adolescentes; en esa localidad, también hay remisiones mutuas con
ONG, para apoyo psicosocial o socioeconómico, según el caso.
Alianzas para responder mejor: uno más uno es más de dos • 25
 conflictos específicos, existen otros receptores recurrentes
como las juntas de acción comunal, en casos de propiedad
horizontal, o las fundaciones, organizaciones de la sociedad
civil y el ICBF, en casos de vulneración de derechos en el ám-
bito intrafamiliar. Si estos actores cuentan con la capacidad
y función de realizar una caracterización del conflicto con
base en el formato preestablecido por el SLJ, de inmediato
lo diligencian y determinan el actor más indicado para ges-
tionar dicho conflicto, o si no buscan apoyo en los actores
pertinentes del SLJ, para dicha función.
En todos los casos, quien recibe examina las necesidades de
justicia existentes en el caso y determina quién es el actor
más indicado para tramitar el asunto y, contando incluso
con asesoría o apoyo de otro actor del sistema, procede a
gestionarlo. En algún caso que no sea de su competencia
y requiera o no logre un resultado satisfactorio, lo remite, a
través de vía telefónica u oficio escrito (como es el caso de
Bosa), a los operadores pertinentes, según el mapa de ofer-
ta de justicia es más cercano y asequible a los ciudadanos.
Es muy importante que todos los actores cuenten con el
directorio y el mapa del SLJ respectivo. Una vez realizada
la remisión, los actores del SLJ diligencian un formato de
seguimiento del protocolo, el cual finalmente se consigna
en la secretaría técnica. Los actores intervinientes depen-
derán de la oferta institucional y de justicia presente en la
localidad, y de la manera como se vivan los conflictos en
cada contexto, el modelo de gestión que se acuerde y las
necesidades de justicia que estén en juego.
En todo caso, cabe insistir en que en esos protocolos caben
actores sociales u oficiales que no son operadores de justi-
cia. Es valioso que los SLJ vinculen a su accionar recursos y
capacidades proporcionadas por el Estado y otras entida-
des que existen en el territorio. Por ejemplo, a nivel distrital
se planteó una ruta de atención a la violencia de género
que se activa a través de una línea telefónica denominada
26 • ¿Cómo le va a Bogotá con los SLJ?
Línea púrpura, a la cual las mujeres que han sido víctimas de
violencia pueden llamar y son escuchadas por las profesio-
nales en psicología y salud de la Secretaría de la Mujer. Estas
tienen la función de dar acompañamiento a las mujeres y
activar las rutas que correspondan, según los casos. En los
SLJ de Bogotá se tuvo presente la articulación de esta estra-
tegia con todos los actores que participan en ellos, para dar
respuesta integral a los conflictos de las mujeres.
4.5. Hacia una nueva relación de la
institucionalidad con la comunidad
La implementación de los SLJ en Bogotá viene haciendo una
transformación estructural en la manera como se administra
justicia en la capital y en el acceso a ella para amplios secto-
res de la sociedad capitalina. Mediante esos cambios se está
posibilitando que la institucionalidad tenga un lugar central
en la convivencia y en la seguridad de la ciudad, en la me-
dida en que ampara los derechos y gestiona los conflictos.
La presencia de doscientos actores que no son propiamen-
te operadores de justicia sino actores sociales o estatales in-
cidentes en la conflictividad, permite la vinculación con en-
foques, recursos de todo tipo y voluntades, para la atención
de la conflictividad, tanto en las dinámicas culturales como
en las redes. Además abre un camino para que la represen-
tación sociológica y antropológica de la diversidad cultural
de la ciudad cuente en la determinación de los sentidos y
los métodos que debe darse a las políticas orientadas al ac-
ceso a la justicia.
Cada acuerdo abre caminos de transparencia institucional,
de participación en lo público y de confianza en las insti-
tuciones. Da más transparencia, porque las actuaciones de
cada entidad o actor podrán ser escrutadas, analizadas y en-
riquecidas con oportunidad, a través de las dinámicas colec-
tivas. Ofrece un escenario de participación en el cual sus ac-
tores estarán directamente concernidos desde la definición
de los objetivos hasta la última de sus ejecutorias. Y produce
más confianza hacia las instituciones, porque podrán mos-
trar su labor y sus aciertos, explicar los problemas y recoger
consensos, gracias al acompañamiento de otros actores ins-
titucionales y, en muchos casos, representantes de la propia
comunidad a la que se dirige el respectivo acuerdo.
Del lado de la comunidad se han producido transformacio-
nes importantes en el tejido social en las diez localidades,
desarrollando confianza mutua entre sectores que carecían
de canales de diálogo y reconocimiento mutuo. El proceso
de construcción de SLJ en diez localidades de Bogotá ha
agrupado a diversos actores comunitarios que tienen dife-
rentes intereses y perspectivas28, y en él se establecen diá-
logos interculturales e intergeneracionales que permiten
fortalecer la convivencia y la manera como los operadores
de justicia que asisten a estos encuentros gestionan las con-
flictividades, pues tienen en cuenta los aspectos sociocultu-
rales que los contienen.
Además, esta estrategia ha fortalecido el ejercicio de la ciu-
dadanía pues, como se evidenció en los encuentros ciuda-
danos que se llevaron a cabo en la primera mitad del 2016,
los actores del SLJ se apoyan mutuamente para posicionar
las demandas de cada comunidad, así como también los
28. Entre ellos se encuentran comunidades de fe, grupos de comunidad Lgbti, actores
comunales, barras futboleras y líderes de colectivos artísticos, teatrales, ambientales.
Los diferentes sectores sociales se han dado cita con un objetivo común que es am-
pliar el acceso a la justicia, razón por la cual, con el desarrollo de este proceso, han
descubierto que es posible tejer puentes respecto a aspectos comunes e importan-
tes para mejorar la calidad de vida de los habitantes en el territorio, aun cuando son
amplias las diferencias entre unos y otros actores.
Lo que es aun más gratificante, es que tales diferencias no se han ignorado, sino que
se han generado diálogos en los cuales las personas se sensibilizan frente a las pers-
pectivas, identidades, costumbres y aspiraciones del otro. Tal es el caso de los talleres
en los que algunas colectividades Lgbti han expresado sus frustraciones frente a una
constante discriminación y segregación por parte de otros ciudadanos y de actores
institucionales, o la realización de jornadas como Jóvenes a lo bien, que se llevó a cabo
en la casa de juventud de la localidad de Suba, en donde hubo participación de jue-
ces de paz, conciliadores en equidad, grupos de breakdance y jóvenes.
temas que conciernen propiamente a los SLJ, como la soli-
citud de recursos para el mejoramiento de los medios y las
condiciones en las cuales los actores consensuales brindan
servicios judiciales a la ciudadanía.
Todo esto ha sido posible, gracias al interés que se ha de-
sarrollado en los diferentes actores por ampliar el acceso a
la justicia en la ciudad y a la concientización respecto a la
importancia de trabajar de manera coordinada con otros
actores para mejorar la gestión, brindando un servicio inte-
gral a los ciudadanos, además de contribuir a la solución de
problemáticas estructurales y al fortalecimiento de la convi-
vencia en la ciudad de Bogotá.
La construcción y consolidación de los SLJ pasa por un pro-
ceso de largo aliento que, reconociendo la naturaleza con-
tingente de la sociedad y sus dinámicas, nunca se puede
dar por acabado. De manera que la motivación y voluntad
de cada uno de los actores resulta clave para la sostenibili-
dad de estos procesos. Si bien se ha evidenciado la impor-
tancia que tienen el apoyo y los esfuerzos que se desarro-
llan desde gobierno y desde la administración pública en
la ciudad, para mantener el interés de los actores en el pro-
ceso, esto debe ser un pilar que cada entidad, organización
u operador integre a su misionalidad, manual de prácticas,
etc. De esta manera, el relevo de funcionarios, los empalmes
en la administración pública y otros factores de cambio en
la sociedad, no deberán afectar el compromiso de cada uno
de los actores que compone el SLJ en cada localidad.
Los actores han realizado acuerdos de carácter reactivo, que
se activan cuando el sistema recibe un caso concreto que
requiere une gestión inmediata. Por otro lado, los integran-
tes del SLJ han realizado acuerdos de carácter proactivo
que pretenden hallar las raíces culturales de los conflictos,
a través de iniciativas pedagógicas, así como también han
concertado iniciativas para difundir y promover la figura en
la comunidad.
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