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EL AMO DE LA SUMISA

MICHELLE FRANCOISE DE LA CONDAMINE

Elena se asomó a la puerta del despacho del Jefe de su padre. La había mandado llamar para
hablar sobre la baja médica de este y ella había acudido con todos los papales oficiales.
Cuando vio lo que ocurría dentro de la estancia supo que esos documentos no le servirían
para nada.
- Pasa, pasa. Estoy negociando el aumento con Laura –dijo el hombre haciendo un gesto de
invitación con la mano-
La chica se encontraba arrodillada ante él. Sus grandes y redondas tetas se aplicaban con
fruición contra su entrepierna, manteniendo su enhiesta polla erguida entre ellas. La postura
era tremendamente incómoda para Laura, ya que desde su actitud de total sumisión ante él,
debía elevar con las manos sus pechos y juntarlos prácticamente a la altura del rostro para que
pudieran albergar el miembro de su amo.
Así, le masajeaba la verga moviendo las manos arriba y abajo. El amo la miró repentinamente
y sonrió. Disfrutaba de cada momento de placer que ella le proporcionaba como su esclava y
no estaba dispuesto a dejar que se acomodara. Cuando Laura hubo cogido el ritmo con el que
menear sus tetas él le exigió más.
- Con eso no me basta. Las buenas cubanas han de llevar lengua. La joven le miró implorante,
pero no se atrevió a decir nada contrario a la orden de su dueño.
- Como gustéis mi amo - se limitó a decir mientras agachaba la cabeza, forzando el cuello al
máximo para cumplir la orden.
Casi automáticamente acopló sus labios al glande de la polla que ahora era su dueña y
comenzó a succionar mientras lamía con la lengua. El semen empezó a brotar lentamente y
ella lo deglutió, sabiendo que su dueño no consentiría que derramara ni una gota.
Lo único que quería era que él se sintiera satisfecho de sus servicios para que no descubriera
que le había desobedecido.
Cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo, su amo decidió cambiar el juego otra vez.
Era una de las cosas que más desesperaba a Laura de su nueva situación como ferviente
esclava de su señor. Tenía la capacidad de echarse atrás. Podía llevar una hora entera
satisfaciéndole de una forma y cuando ella creía que todo estaba a punto de terminar, el
frenaba y volvía a empezar.
Mientras sus tetas masajeaban salvajemente la verga de su propietario sintió como su zapato
se introducía entre sus piernas. Por un instante la joven pensó en resistir a presentar su coño a
aquella exploración, pero comprendió que sólo acarrearía problemas.
El hombre disfrutaba de cada momento. Aquel cuerpo espectacular le pertenecía y pretendía
disfrutarlo hasta el final. Cada humillación a la que sometía a Laura era más placentera.
De repente, se levantó de un salto apartando la verga de la boca de su esclava.
- ¿Cómo te atreves a desobedecerme? - espetó airado al tiempo que agarraba de los pechos a
la joven para levantarla.
Ella se arrojó a sus pies y comenzó a besárselos
- Lo siento, amo. No tengo disculpa Laura no sabía qué hacer y siguió arrodillada, lamiendo los
zapatos de su dueño. Este se inclinó hacia adelante y arranco la ceñida minifalda. Las bragas
aparecieron. Una minúscula tanga que apenas cubría la raja de su soberbio culo
- ¿Que te dije, Laura?
- Me ordenó que no me pusiera bragas a menos que me diera su permiso, mi amo?
El la volvió a levantar y la abofeteó. Acto seguido la dio la vuelta y la hizo apoyarse sobre la
mesa Su impresionante culo estaba completamente ofrecido a él cuando arrancó la prenda
íntima. Con ella comenzó a flagelar las nalgas. Laura sabía lo que tenía que hacer y comenzó a
recitar su letanía.
- Lo siento amo, te pertenezco. Castígame decía cada vez que su dueño golpeaba su culo.
Finalmente, él decidió tomar posesión de Laura. La penetró salvajemente por el culo y ella
automáticamente comenzó a moverse adelante y atrás. Su amo no sólo quería su cuerpo,
quería su esfuerzo y era ella la que tenía que mover las caderas para que la tranca de su amo
la penetrara una y otra vez, mientras él sonreía a su espalda.
- No te mereces este premio, mala puta. Me has desobedecido y encima has conseguido que te
encule.
- El amo es muy amable al otorgarme ese honor - dijo ella sin dejar de menear las caderas para
que su culo diera placer al hombre que la poseía.
El dueño comenzó a golpearle las nalgas y en cada golpe ella daba las gracias. Notó que eso le
satisfacía y por eso aumento el ritmo para que el pudiera golpearla más veces. En un instante
él la sujeto ambas tetas y se las estrujó, lo que la obligó a dejar de apoyarse con los brazos en
la mesa y hacerlo directamente con el rostro.
Las bragas aún seguían en la mano de su dueño y él se las introdujo en la boca.
- Te las vas a comer mientras te clavo, pedazo de puta
- A tus órdenes mi señor, farfulló la joven con la tela en la boca.
Así la tuvo hasta que estuvo a punto de correrse. Entonces la dio la vuelta y la obligó a
arrodillarse. Sujetó sus tetas y vertió el semen sobre ellas al tiempo que las estrujaba.
Laura se relajó un poco y su dueño volvió a llamarla a la obediencia pellizcando uno de sus
marrones y enormes pezones.
- Tu trabajo no ha acabado
- Por toda respuesta Laura extrajo las bragas de su boca y comenzó a limpiar con la lengua la
polla del hombre que la seguía golpeando displicentemente las nalgas con los talones.
- Me has ofrecido bien tu culo. Ha sido divertido. Te perdono
- Muchas gracias mi dueño y señor
- Sin dejar de arrastrarse Laura se dirigió hacia la puerta. La joven ofrecía su culo, aun
chorreante a la vista de su amo mientras sus inmensas tetas se arrastraban por el suelo. Así
paso frente a Elena que había contemplado la escena anonadada. Supo que él se la estaba
meneando.
- Un momento -dijo el hombre y Laura temió que tuviera que volver a satisfacerle. Él se acercó
al tiempo que cogía a Elena por la cintura.
- Olvídate del aumento, dijo mientras la pateaba el culo.
Y tu Elenita, harías bien en desnudarte.
Laura se arrastró unos metros más después de escuchar como la puerta se cerraba a sus
espaldas. No habría sido la primera vez en que su amo la sorprendía quedándose en el
vestíbulo de la oficina y volviendo a martirizarla. Esta vez no ocurrió. El amo tenía un nuevo
juguete. Una nueva potranca que domesticar. Así las llamaba él. Sus potrancas
Mientras se ponía la ceñida falda y volvía a abotonar la blusa la joven recordó como había
empezado su adiestramiento.
-¿Qué es lo que querías?
Contemplaba sin tapujos su nueva adquisición. Ella aún no lo sabía, pero cuando acaba con
ella sería incluso más sumisa que Laura.
Elena era lo contrario que su otra esclava. Su cuerpo era delgado, y sus formas relativamente
escasas, pero estaban colocadas de tal forma que cada curva ponía a trempar su polla.
- Señor... - comenzó a decir la joven
- Te lo haré fácil - interrumpió él con un gesto displicente -. Vienes a pedir algo y yo estoy
dispuesto a dártelo a cambio de algo. Es justo, me parece.
- Sí, señor - concedió la joven-
Comenzaba a disfrutar. El cimbreante cuerpo de Elena se contrajo un instante. Eso hizo que
sus tetas, pequeñas pero firmes se enderezaran bajo la blusa. Eso le puso a cien.
- Pide entonces.
Elena no sabía qué hacer. Estaba allí para evitar el horror y la vergüenza y tal vez la muerte de
algún miembro de su familia. Tomo aire y comenzó a hablar.
- Quisiera que usted me aceptara a su servicio para pagar en parte la deuda que ha contraído
mi familia.
El hombre se levantó del sillón que estaba tras su escritorio y se inclinó hacia ella. Elena le
miró de frente y fue entonces cuando recibió la bofetada.
- Tu no quieres nada- la espetó- Será esta la última vez que expreses un deseo. A partir de
ahora sólo cuentan mis deseos.
- Pero...
- No hay pero que valga. A no ser que quieras ver como tu padre muere.
Eso era lo que quería evitar. Aquel hombre podía hacer lo que quisiera. Tenía el poder de un
señor feudal o más. Tras su apariencia de hombre de negocios había un ser que era capaz de
usar su poder para acabar impunemente con quien fuera.
- ¿Y bien?-
- Elena supo en ese momento que debía doblegarse, que al igual que la muchacha que había
salido del despacho. Ella pertenecía a aquel hombre.
Comenzó a desnudarse. Sabía lo que quería. Su cuerpo sintió el frío de la sala. El hombre
sonrió ampliamente y volvió a sentarse en el sillón mientras la hacía un gesto para que se
aproximara.
Casi junto al asiento Elena mostró a su nuevo amo sus excelencias. La curva de sus piernas y su
culo era tan perfecta que el hombre no pudo resistir y la acarició mientras ella se
desabotonaba la blusa. Un botón se enganchó y su amo se apresuró a tirar de él arrancando
media prenda. Elena se desabrochó el sujetador dejando que sus tetas saltaran, lo que motivo
un grito de placer del hombre.
Cuando iba a quitarse las bragas. El jefe la interrumpió.
- Eso es cosa mía. Sólo yo tengo poder sobre tus bragas. Yo digo cuando las llevas y cuando no.
¿Entendido?
- Si, señor.
- Ahora eres mi esclava y me parece que no es así como las esclavas piden las cosas.
Ella capto el mensaje y cayó de rodillas junto a él. Se aferró a su pierna y comenzó a restregar
sus tetas por la tela del pantalón.
- Por favor, señor permitidme que os sirva.
- Eso es lo quieres, ¿Verdad, Zorra?
El hombre lanzó su mano contra los pechos de Elena y los estrujó. Ella sintió la cruel caricia
pero no protesto. Sabía que a partir de ese momento no podía protestar por nada que el
hiciera.
- Las esclavas no piden, suplican.
- Por favor, mi amo. Os lo suplico. Dejadme servíos.
- Bájame la bragueta.
La orden la pilló por sorpresa. Lentamente acercó la mano a la entrepierna del hombre y
comenzó a desabrochar la cremallera.
- Demuestra cuanto la quieres
Elena desabrochó el botón del pantalón, que se mantuvo gracias a los tirantes. Observó el
bulto que hacía el calzoncillo y bajó este lentamente. La verga que desde ese momento
mandaba en su vida la golpeó en la cara.
Sin decir nada la asió y comenzó a besar los huevos de su dueño sin atreverse aún a hacerle
una mamada en toda regla.
- No seas perezosa, putón. Esto es lo que has estado esperando. ¿Qué es lo que realmente
quieres?
Elena no sabía que hacer y miró a su amo. Sus ojos estaban desesperados mientras buscaba la
respuesta que él deseaba.
El la agarró del pelo y acercó su rostro a su polla. Froto el miembro contra la cara de Elena y
luego se agachó un poco para que ella le oyera.
- No te atrevas a mirarme a la cara sin permiso, guarra.
- Perdón, mi amo.
Elena bajó la cabeza que quedó por debajo del nivel de la polla del hombre. sin saber que
hacer siguió masajeando el miembro con ambas manos por encima de su cabeza mientras
permanecía arrodillada.
- Os lo imploro, mi amo. Dejadme complaceos. Por favor folladme.
- Por fin descubres lo quieres. Pero eso hay que ganárselo.
Ella alzo el rostro y se introdujo la polla en la boca. Descubrió que desde ese momento todo lo
que pensara había de estar encaminado a darle placer.
El sujeto la cabeza de Elena por la nuca y comenzó a menearse en la boca de su nueva esclava.
Sabía que podía hacer con ella lo que quisiera.
Cada vez que el apartaba la polla de la boca de su esclava esta le rogaba que le follara y el
disfrutaba con la completa sumisión que Elena le demostraba.
- No te lo mereces guarra - dijo mientras la levantaba y la apoyaba en el sillón.
Su verga jugó durante minutos con el culo y coño de Elena sin llegar a penetrarla. La joven se
estremecía cada vez que sentía el contacto del miembro.
- Acostúmbrate a terminar lo que empiezas- le dijo de nuevo ofreciendo el válano para que lo
chupara, pero sin dejarla arrodillarse para hacerlo.

Así, Elena tuvo que chupar la polla de pie, arqueando la espalda mientras él, sentado en el
sillón jugueteaba con su culo y su coño.
Usaba la lengua y los labios, pero en un momento él estrujó su cabeza y ella sintió como el
glande le rozaba la campanilla, mientras él se meneaba salvajemente en su garganta.

Supo que no podía hacer nada salvo obedecer y así esperó a que él se masturbara con su boca
hasta que comenzó a eyacular copiosamente.
Entonces intentó retirar la cara por instinto, pero el insistió y todo el semen salpicó el pelo y el
rostro de la joven.
Ella se encogió esperando un duro castigo, pero este no llegó. El hombre se limitó a reír y
siguió masajeando su culo.
- Aprenderás a tragártelo todo - dijo mientras con su dedo índice jugueteaba dentro del coño
de Elena
- Ahora vas a tener que limpiarlo como una esclava hacendosa.
Ella hizo además de volver a llevar la polla a su boca.
- No te cansas nunca ¿eh?
- No de servirle, amo.
El la obligo a arrodillarse de nuevo y sujetó ambas tetas con las manos frotando todo el semen
contra los pechos de Elena que en esta posición escuchó sus primeras órdenes.
- Ve a trabajar. Desde ahora te dirigirás a mí como mi dueño. Ya soy el amo de Laura.
Ella fue a marcharse pero recordó como había abandonado la estancia Laura y se arrastró
hasta la puerta vestida sólo con las bragas que su nuevo señor no le había quitado en ningún
momento.
El la vio marcharse así y se estremeció de gusto. Elena, la mujer que más le había encendido
en los últimos tiempos era por fin suya. Iba a sacarla todo el partido.
Apenas habían pasado dos horas. Elena estaba en la trastienda cuando escuchó a alguien
entrar en la panadería. Saludó sin asomarse y no recibió respuesta.
El hombre penetró sigilosamente y corrió el cerrojo de la puerta. Mientras giraba el cartel de
cerrado y bajaba las persianas atisbó el cuerpo de Elena en la trastienda. Por encima de sus
curvas y sus esbeltas piernas, resaltadas por la falda negra del uniforme. Algo le llamó la
atención y no pudo evitar echarse mano al paquete.
Esperó apoyado en la pared a que Elena apareciera en la dependencia.
Cuando lo hizo, se sobresaltó de ver la puerta cerrada y miró en todas direcciones hasta que
logro ver al hombre apoyado junto a la pared lateral.
Hoy he venido a cerrar yo. ¿Te importa?
- En absoluto, mi dueño - contestó la joven mientras dejaba escapar un suspiro.
- No está bien que me saludes con tanta frialdad, Elena
El hombre se echó a reír cuando vio a la joven arrodillarse junto al mostrador. Comenzó a
masajearse la entrepierna mientras Elena sin levantar la vista vio como la otra mano penetraba
por el escote de su camisa hasta estrujar una de sus tetas. Su cuerpo se estremeció ante la
caricia, pero permaneció arrodillada.
- Sigue con tu trabajo, me gusta mirarte.
Ella se levantó y escuchó como la camisa se rasgaba con el movimiento, ya que el amo había
mantenido la presa sobre ella.
Sus redondas tetas saltaron del sujetador y así, con los pechos restregándose sobre el frío
mármol del mostrador Elena hubo de comenzar a limpiar expuesta ante la mirada de su
propietario que no dejaba de meneársela.
Finalmente, se la sacó y colocó los huevos encima de la piedra. La verga, completamente tiesa,
estaba a apenas unos centímetros del rostro de la joven que comprendió que se avecinaba
otra sesión de satisfacción para su amo.
- ¿Por qué te has teñido, putón?
Elena había pasado por la peluquería y se había teñido de rubio. Era un intento de cambiar
para ver si de esa forma conseguía excitar menos al hombre que ahora la poseía como un
objeto. No podía decirle eso, así que improvisó.
- Para resultar más atractiva, mi dueño. Todo lo que hago es para que podáis obtener mayor
placer de mí.
Él sonrió y le golpeó el rostro con la polla.
- No son las mentiras cachondas el placer que espero de tu boca, esclava.
Elena comprendió e intentó alcanzar la verga con los labios.
Su amo la apartó un poco y las tetas resbalaron sobre la piedra del mostrador mientras ella
intentaba alcanzar la polla, temerosa de que el amo la reprendiera por su tardanza en
comenzar la mamada.
El seguía retirándose hasta que las tetas de Elena colgaron por el otro lado del mueble. Sus
pies ya no tocaban el suelo y su culo se erguía sobre el mármol. Sin dejarla alcanzar aún el
miembro que debía chupar, su amo alargó el brazo y la agarró la falda tirando de ella hacia
arriba.
- Veo que estas ansiosa por disfrutar otra vez de mi polla en tu boca- le dijo mientras subía la
prenda hasta la cintura. Un culo impresionante le saludó bajo la braga. En esa posición era
completamente accesible a su mano.
- Por favor, señor. Dejadme chuparos la polla suplicó Elena deseando acabar con aquella
situación.
Él se apartó un poco más y ella, a punto de caer hubo de ponerse boca arriba para poder
seguir persiguiendo el válano de su dueño.
Esto le lleno de gusto al amo que la dejó por fin acoplarse mientras comenzaba a pellizcar sus
tetas, lanzadas ahora hacia el techo y a su entera disposición en esa posición.
La joven chupaba rítmicamente, como había aprendido en su primer encuentro y mientras el
miembro penetraba en su garganta, utilizaba la lengua para excitar el glande del hombre.
- Tienes muchos recursos - dijo él acariciando sus tetas y pasando una mano a la entrepierna
de la joven mientras empujaba salvajemente la verga en el interior de la garganta de Elena
que, pese a que apenas podía respirar, se esforzaba por seguir lamiendo el capullo de su
dueño.
Durante un instante el sacó el miembro y lo acomodó entre las tetas de Elena. La joven sabía
que tenía que seguir mostrando su interés para que aquel ser que había pasado a ser su
propietario no se enfadara.
Alzó los brazos y se sujetó ambos pechos para mantener entre ellos la polla y comenzó a
masajearla con fuerza. Tras respirar unos instantes aplicó sus labios a los huevos del hombre y
comenzó a besarlos y a lamerlos.
- Eres muy buena - dijo él entre gemidos. Estaba a punto de correrse y eso le hacía disfrutar
aún más de la humillación a la que estaba sometiendo el maravilloso cuerpo que le pertenecía.
Así que apartó la polla de entre las tetas de la joven y la introdujo de nuevo en su boca.
- No desperdicies nada- la ordeno mientras se corría y Elena, ya a esas horas una esclava
perfecta y completamente sumisa, empezó a deglutir aquel semen caliente que le indicaba que
había dejado a su dueño y señor satisfecho.
Sin permitirle que sacara la verga de la boca le ordenó que la lamiera hasta dejarla limpia. Ella
se aplicó con esmero y en poco tiempo había tragado todos los restos del muy nutrido
esperma de su amo.
En aquella postura indigna Elena tuvo un pensamiento casi fugaz.
¿Por qué aquel hombre, que podía hacer de ella todo cuanto quisiera, aun no la había follado?
Las lágrimas brotaron de sus ojos. Hasta tal punto se había convertido en esclava de ese
miembro que se sentía preocupada por no haber sido penetrada por su amo. Alzo el rostro y la
mano del hombre, posada sobre su garganta la obligó a mantener el cuerpo arqueado sobre el
mostrador y la boca a la altura de sus huevos y polla.
- No te atrevas a levantarte sin permiso - la espetó él mientras volvía a estrujar su rostro con
su polla-
Debes pedirme permiso para todo.
Sus dedos se introdujeron entre la braga y el coño. Elena sintió el ataque en su raja y se
contrajo tumbada encima de la piedra. Ahora el coño estaba completamente exhibido y el, sin
contemplaciones, agarró la braga y la arrancó de un tirón.
- ¿El amo me follará ahora? - preguntó Elena, sorprendida de sus propias palabras.
El hombre jugó con el coño que le servía hasta que comprobó que estaba muy húmedo.
Entonces lo palmeó con las dos manos muy sonoramente.
- Está más que preparado para recibir ese gran honor - contestó mientras daba la vuelta al
mostrador y se colocaba en posición de empalar a la joven.
Elena sabía que ese era su destino y él sabía que ella lo conocía. Disfrutaba de como ella había
reconocido que a partir de ese momento era lo único para lo que servía y para lo que sería
utilizada.
Restregó su polla contra aquel coño anticipando el momento en el que lo haría
definitivamente suyo, luego
Se apartó y se dirigió a su esclava.
- Te he quitado las bragas. No olvides que sólo yo tengo poder para permitirte volver a
ponértelas. Por ahora te dejo
- Si, mi dueño. Elena se contraía cuando los dedos del amo exploraban su vagina.
- Mudaté. Así comprobaré esta propiedad que tanto me ofreces- dijo pellizcando el coño de su
nueva esclava.
- Como gustéis.
Poco o nada tenía que decir Elena con respecto a la orden recibida de su amo.
Volvió a su casa y comenzó a recoger sus cosas. Agradeció que no estuviera su familia. Todos
estaban trabajando y nada sabían de los que estaba la chica haciendo por ellos
Había previsto algo parecido y, desde que comenzara el plazo por el hombre les había
preparado para el abandono del domicilio.
Al colocar la ropa íntima en el interior de la maleta se preguntó en silencio si alguna vez
volvería a utilizarla. Si su amo le daría permiso para ponérsela o pretendería tener siempre el
sexo de su esclava a su entera disposición y no volvería a dejarla taparlo una vez que se lo
hubiera mostrado.
Con la maleta hecha descendió por las escaleras y se encaminó hacia la residencia del hombre
que ahora gobernaba su vida.
Mientras Elena caminaba cansinamente hacia su destino, Laura se afanaba por seguir
manteniendo contento a su amo. Sentada junto a él en el asiento del coche, sus magníficos
pechos se restregaban una y otra vez sobre el tórax del hombre mientras este, ignorando
totalmente los esfuerzos de la chica, hablaba por teléfono.
El vehículo era amplio y la permitía moverse para satisfacer las exigencias del hombre que, en
un momento dado, le indicó que se desnudara.
Ella lo hizo y sus tetas saltaron como misiles buscando la libertad más allá del ajustado top
que su propietario le obligaba a llevar
- Dale marcha a estas domingas, Laura. Están ansiosas de rabo.
- Desde luego, mi amo - contestó la joven sumisa al tiempo que empezaba a aplicar los pechos
en la entrepierna del hombre.

Sabía que su dueño siempre deseaba tener lo más mano posible cualquiera de las
herramientas con las que Laura lograba cumplir con su misión y por ello, en lugar de
arrodillarse frente a él, se colocó a cuatro patas en el asiento de al lado, de modo que su
redondo culo quedaba a disposición del hombre que ocasionalmente lo palmeaba con fuerza
para indicar a la joven que persistiera en el esfuerzo de complacerle. El resto del tiempo lo
acariciaba distraídamente.
Laura intentó desabotonarle el pantalón para comenzar la cubana que estaba segura que
acabaría con una nueva corrida de su insaciable dueño, pero este la retuvo.
- tengo que reservarme para recibir como conviene a tu nueva compañera.
Eso relajó un poco a Laura que cometió el error de apartar sus tetas de la entrepierna del
hombre. Este reaccionó con furia.
La cogió un pecho y estrujó el pezón hasta que la joven gritó. Luego, agarrándola por el cuello,
volvió a encajar sus tetas en la entrepierna y la palmeo varias veces el culo hasta que la joven
empezó a besar el paquete pidiendo perdón.
- aunque no te folle quiero estar caliente.
Elena esperaba con su bolsa en la entrada del edificio. Había llegado hacía más de veinte
minutos y nadie respondía a sus llamadas, así que decidió esperar. Había encendido un
cigarrillo cuando vio aparcar frente a ella un coche grande con los cristales tintados. Supuso
que el amo llegaba dentro.
Una mujer descendió del vehículo por la puerta del conductor y sin prestarle la más mínima
atención lo bordeó para abrir la puerta trasera. Cuando lo hizo se colocó juntó a ella, pegada a
la carrocería y entonces
Elena pudo contemplar la escena que se desarrollaba en el interior.
Laura estaba recostada sobre las piernas del dueño con las tetas incrustadas en su
entrepierna.
Con ambas manos las frotaba contra el paquete del amo, mientras este jugueteaba con la
mano en la raja de su sierva. Tres dedos se introducían en su coño, arrancando gemidos con
cada movimiento de la garganta de la esclava.
Sin dejar de magrear a la joven, el hombre se volvió hacia Elena y esbozó una sonrisa. ¿Es que
aquel hombre no se cansaba nunca de usar a sus hembras?, pensó Elena mientras el hombre
pellizcaba el soberano culo de Laura antes de abandonar el coche.
Iba directo hacia ella, pero un instante antes su mirada se detuvo en la conductora que aún
permanecía quieta ante la puerta con la mirada clavada en el suelo.
- Espero que lleves tu uniforme en regla -, comentó el hombre.
Por toda respuesta la mujer, una hembra escultural, con una melena rubia rizada que le caía
sobre los hombros, comenzó a desabotonar la larga guerrera gris. No llevaba nada en las
piernas, salvo unas largas botas negras que le llegaban hasta los muslos. Allí, en medio de la
calle, mostró al dueño su cuerpo desnudo, acentuado por un corsé que resaltaba sus perfectas
tetas. Así quedó expuesta completamente ante el hombre que se acercó a ella e introdujo la
mano entre sus piernas hasta que esta llegó al culo, que estrujó con fuerza. La mujer se
estremeció ante la arremetida, pero inmediatamente arqueó la espalda para que el hombre
consiguiera un mejor acceso a su parte trasera.
- Esta bien, Gloria. Eres una chica obediente.
El hombre se volvió hacia Elena y la hizo un gesto para que anduviera delante del él. Ella
llevaba una falda corta y una camisa blanca muy parecida al uniforme que utilizaba en la
tienda.
Aún con las tetas al aire, Gloria, sin duda otra esclava de aquel hombre, corrió para abrir la
puerta del portal. Una vez dentro se encaminó hacia el ascensor seguida de Laura. Elena fue a
seguirlas, pero su amo la sujetó por la cintura y de un empeñón la lanzó hacia la escalera.
- Ellas tienen trabajo que hacer. Nosotros subiremos con más tranquilidad. Ponte esto – dijo
arrojándole las bragas
Elena hizo caso y comenzó a subir los peldaños. El hombre veía como su culo se contoneaba
con cada paso y disfrutaba de saber que podía ser suyo en cualquier momento, qué podía
acceder a él cuando quisiera.
- Las perras andan a cuatro patas, Elena.

La frase bastó para que la joven se lanzara sobre la escalera y comenzara a ascender de esa
forma. Su amo la seguía por detrás contemplando el culo que le pertenecía y que ahora se
ocultaba bajo las bragas que él había permitido a Elena ponerse. En esta humillante posición
Elena intentó acelerar el ritmo, pero sintió como la mano de su propietario se clavaba en su
pelo ralentizándola.
-¿Quieres quitarme la diversión, putilla?
- No, si señor.- Elena sabía que tenía que hacer algo para complacer a aquel hombre.
Era lo que se esperaba de ella. Pensó rápidamente. Su amo había demostrado un gran interés
por su culo tanto en la tienda donde había utilizado por primera vez esa parte de su cuerpo
ampliamente para excitarse, como ahora en la escalera. Así que decidió ofrecérselo de nuevo
en mejores condiciones.
Arqueó la espalda hacia arriba y despegó las rodillas del suelo. Apoyada en las manos y los
pies comenzó a menear sus impresionantes cachas. Era una sugerencia de que hiciera con
aquel perfecto trasero lo que se le antojara.
El hombre captó el mensaje y soltó una carcajada al tiempo que palmeaba con fuerza el culo
que su esclava le ofrecía. Ella rompió a llorar, no por el dolor que le produjo el golpe, sino por
la conciencia de que ya no era dueña de su vida, que se había convertido en el objeto que
aquel hombre utilizaría para su diversión.
- Acóplate, Elena, si estás tan ansiosa de ofrecerte. –le dijo su amo a sus espaldas.
Ella buscó furiosamente la entrepierna del hombre con el culo, moviéndolo hacia atrás y hacia
los lados hasta que notó el bulto duro que era su polla. Entonces comenzó a frotarlo mientras
subía los escalones con las manos y los pies en el suelo.
Él observaba los esfuerzos de su nueva adquisición y disfrutaba del espectáculo que era
contemplar como aquel maravilloso culo se frotaba contra su miembro. Era pequeño, pero
redondo y firme y la joven hacía todo lo posible para que su culo siguiera masturbando la polla
que se había convertido en su dueña. Cada error era castigado con un cachete.

El hombre decidió tomar mayor posesión de ella y, mientras subía los escalones deslizó sus
manos bajo la falda de la joven. Sus muslos, firmes y blancos eran un premio para las manos de
su amo, que se dedicó a masajearlos. Elena temía que alguien bajara por la escalera y
contemplara la escena y ese temor, unido al súbito temblor que le produjo el contacto de las
manos de su dueño le hizo perder el equilibrio y caer de nuevo a cuatro patas. El hombre se
enfadó.
- ¡Por favor, mi señor...! –imploró la joven -.
- Nada de por favor –atajó él al tiempo que tiraba de la falda para volver a incorporarla- Tu
existes para servirme y si no me sirves bien no vales para nada. Tienes que aprender que esto
siempre tiene que estar contento- agregó mientras echaba mano al paquete.
- Si, mi señor – aceptó la joven que intentó levantarse.
En ese momento la falda se rasgó y quedó en manos del propietario de Elena, que la arrojó en
la escalera.
Tan sólo le quedaba ahora como protección la minúscula braga blanca. Elena recuperó la
posición y volvió a acoplarse a la entrepierna del hombre. Este comenzó a inspeccionar bajo las
bragas. Las dos manos rodearon los muslos y se introdujeron bajo la elástica hasta alcanzar el
coño de la joven.
La ascensión se hizo más lenta porque Elena debía soportar parte del peso de su amo que se
recostaba sobre su espalda para alcanzar el coño, que ahora masturbaba con un dedo de cada
mano.
Elena no pudo evitar soltar un gemido que coincidió con los primeros jugos que su raja soltó
ante la estimulación.
- ¿Te gusta, verdad? – preguntó el hombre al tiempo que aumentaba el ritmo de penetración
de los dedos.
¿Cómo podía pensar aquel ser que ella disfrutaba siendo humillada de esa manera? Nadie
podía disfrutar siendo un objeto sin opinión y sin capacidad de elección. Su cuerpo
reaccionaba sexualmente por impulsos físicos, pero aquel que se ha había apropiado de su
cuerpo nunca poseería su alma. Nunca iba a conseguir que ella se corriera.
Pese a sus pensamientos, su situación no la dejaba opción. Tenía que ser una puta perfecta,
una esclava sumisa que proporcionara el máximo placer y eso incluía que su amo fuera
consciente de su sumisión, de que le pertenecía en absoluto. Su amo y, por encima de todo, la
polla de su amo.
- Si amo, me gusta complaceos.
El hombre volvió a palmearla las nalgas instándola a reanudar la marcha. Las piernas de Elena
avanzaban un escalón por detrás de su amo, mientras que sus manos lo precedían, un escalón
por delante. Cada vez que el hombre quería ascender un peldaño empujaba con un golpe de
cadera el culo que se frotaba contra su paquete. Así, la ascensión se hacía interminable y
dolorosa, más cuando su amo reanudo la exploración de su húmedo conejo volcando de nuevo
el peso sobre su espalda.
Los dedos de una mano abrieron los labios de su vagina por debajo del encaje de la braga,
mientras que un dedo de la otra comenzó a penetrar en el interior. El delgado cuerpo de Elena
se estremeció y el frotar de su culo contra la entrepierna de su amo comenzó a aclimatarse al
ritmo que imponía el dedo que escrutaba su coño. No podía evitar el calor que emanaba de su
intimidad y se extendía por sus piernas y su vientre hasta hacerla abrir la boca y exhalar otro
gemido. El cansancio se hacía infinito y la tensión que la postura generaba en sus piernas la
otorgaba una firmeza que el nuevo dueño de la vida de la joven estaba disfrutando.

Con cada paso, el hombre le hacía una pregunta.


- ¿Estás dispuesta a servirme?
- Si mi amo
- ¿Me obedecerás?
- Si, mi señor. Siempre
- Mientes
- No, mi señor. Estoy dispuesta a obedecer en todo. Soy vuestra
- Tenlo por seguro
- Si señor
- Disfrutas arrastrándote así, como una mala puta, ¿Verdad?
- Mucho, mi señor. No hay nada que me haga disfrutar más que saber que sirvo para daros
placer.
El hombre se detuvo y Elena temió que esa muestra de lealtad le hubiera parecido demasiado
falsa y acarreara un castigo. El dedo que penetraba su coño se movió con más rapidez y los
flujos comenzaron a manar al tiempo que los gemidos de la joven se transformaban en
aullidos.
- No me mientas, chicas. Ahora crees que es imposible, pero llegarás a arrastrarte pidiendo
cosas como esta. No habrá un momento en el que no sueñes con que te la meta por todos los
agujeros de tu cuerpo y te correrás con sólo pensar en mi polla.
Llegaron a un descansillo. La escalera se hacía más estrecha y angosta y la joven volvió a
resbalar al intentar continuar la ascensión. Se encogió a cuatro patas sobre el primer escalón
esperando un nuevo castigo de su señor.
Este no llego. El hombre dejó de masturbarla, lo que provocó un alivio inesperado, tanto por
el hecho de evitar su excitación, como por el rubor que sentía por experimentarla.
Se situó tras ella, con el rostro debajo del maravilloso culo y volvió a deslizar la mano por
entre las piernas de la joven, que las abrió todo lo posible para que el brazo pasara sin
dificultades. Entonces agarró la elástica de la prenda y tiro de ella hasta que la separó del
cuerpo de la joven con un sonoro ruido de rasgado.
- Ya está –concluyó mientras observaba el coño ahora completamente expuesto a su mirada-
Ya no te las pondrás salvo que te portes bien.
La muchacha estaba agotada del periplo por las escaleras y pensó que si la follaba allí mismo
podría acabar con aquella tortura y la dejaría llegar tranquilamente a su destino. Por eso se
volvió y se sentó en el escalón mostrando la esplendidez de su conejo en toda su extensión al
hombre que la martirizaba y que llevaba jugando con él toda la ascensión. Con ambas manos
apartó los labios y le ofreció el agujero para que dispusiera de él
- Tomadme ya, amo. No puedo resistirlo más –musitó la joven- Necesito que me hagáis
vuestra. Añadió para que no pareciera una queja en lugar de una solicitud ansiosa de cumplir
la función que su propietario la había encomendado.
El hombre se quedó mirándola aún con las bragas en la mano. Se acercó lentamente a ella y
puso su paquete a la altura de su rostro. Era un bulto duro.
-Sácamela –ordenó. Cuando Elena se apretó a obedecer bajando la cremallera, él detuvo la
mano- Con los dientes- volvió a ordenar.
Elena obedeció una vez más y con los dientes bajó la cremallera y luego bajó el elástico de los
calzoncillos.
El miembro, duro y tieso, le golpeó en el rostro y ella se apartó unos centímetros. El hombre
también se retiró y observó atentamente la escena.
Elena, con las piernas completamente abiertas, se acariciaba el coño para excitarle. Cuando
vio que él se llevaba la mano a la verga y comenzaba a meneársela empezó a mover las
caderas para incitarle a clavar su tranca en el húmedo agujero en el que volvía a apreciarse la
excitación causada por la dolorosa masturbación a la que la había sometido hacía unos
instantes.
La misma joven se sorprendió de ser capaz de hacer eso y no podía apartar la mirada del
miembro que se enderezaba a pocos pasos de ella. No era una polla larga en exceso, pero su
grosor era impresionante. La joven estaba convencida de que cuando su propietario decidiera
penetrarla el dolor sería enorme.
Pese a ello, siguió instándole a hacerlo. Todo era preferible a que continuara aquel calvario
que estaba pasando para que el hombre disfrutara de su culo.
- ¿No os apetezco, mi señor? - susurró mientras acariciaba su espléndido coño. Soy vuestra,
hacédmelo ahora.
El amo se acercó sin dejar de masajearse la tranca. La joven arqueó la espalda segura de que
el iba a empalarla allí mismo, pero el hombre introdujo una mano en el interior de su blusa y
comenzó a acariciar una de sus tetas.
Redondas y blancas, las tetas de la joven eran pequeñas pero apetecibles por su firmeza. Ella
intentó resistir la excitación que le producía la caricia, aunque mantenía la postura para estar
disponible en todo momento para la polla de su dueño.

No pudo resistirse y con el suave masaje los pezones comenzaron a ponerse erectos. Elena
gimió y entrecerró los ojos, segura de que el momento en el que iba a ser bautizada como
esclava sexual de aquel hombre se acercaba.
Sin embargo el apartó la mano de su tranca y la deslizó sobre el coño de la joven. Un conejo
perfecto que ahora le pertenecía por entero y que podría follar cuantas veces quisiera. Como
para refrendarlo sujetó un pequeño mechón del castaño vello que lo adornaba, al tiempo que
con la otra mano sujetaba uno de los sensibles y erectos pezones. La verga golpeaba en el
muslo de Elena.
La chica grito de dolor al tiempo que intentó apartarse. La abotonadura de la blusa saltó y
quedó completamente desnuda con las lágrimas producidas por el dolor resbalando por el
rostro.
Su amo la agarro del pelo y volvió su rostro hacia arriba. La tranca, aún fuera de los
pantalones, la golpeó el rostro.
- Ese conejo es mío, mala puta. Nadie te ha dado permiso para tocarlo. Tu cuerpo me
pertenece y sobre todo tu maldito coño. No lo taparás sin mi permiso, no lo lavarás sin mi
permiso y desde luego no te correrás sin que yo te dé permiso. ¿Acaso crees que tienes
derecho a disfrutar por tu cuenta?
- Sólo quería complaceos mi señor - argumentó Elena soportando el tirón del pelo y rozando
con los labios la polla cada vez que hablaba - Sólo quería daros placer y que os sintierais
contento de haberme dado la oportunidad de ser vuestra esclava.
- Querías marcharte de rositas. Yo te diré cuando tienes que tocarte o cuando has de ser
follada. Yo te lo diré todo porque eres mía ¿comprendes? Mía - el hombre arrojó las bragas de
un puntapié escaleras abajo y levantó a la joven de un tirón. Luego la empujó hacia el suelo
haciéndola caer de bruces.
- Arrástrate a por ellas como las perras y tráelas en la boca.
Elena obedeció. En tan sólo unas horas aquel hombre había conseguido que ella ni siquiera
pensara en rebelarse y eso la entristecía. Froto todo su cuerpo contra la fría piedra mientras su
amo a sus espaldas no dejaba de menearse la polla. Recogió la prenda con los dientes y volvió
a arrastrase de igual modo hasta quedar a los pies de su dueño.
- Me habías ofrecido tu culo. Cumple tu ofrecimiento.
La joven se levantó cansinamente apremiada por el manoseo que su amo hacía sobre sus
tetas. Recupero la posición en la que había realizado toda la ascensión.
Ahora estaba completamente desnuda, salvo por los zapatos, y la polla de su amo tocaba con
la carne de sus nalgas.
Cuando dio el primer paso sintió como las manos del hombre se clavaban como garras en sus
cachas y las separaban, dejando el orificio al aire. Tembló al pensar que la fuera a encular allí
mismo con esa enorme polla.
Sin embargo su atormentador uso sus redondas y firmes cachas para envolver su miembro y
comenzar a masajearlo sin descanso.
- Arriba, puta. Y reza porque me haya corrido cuando lleguemos al último piso.
La ascensión se reanudo. Primero las manos, luego el amo subía un escalón y ella adelantaba
los pies.
Todo para mantener la postura que le permitía masturbarse con el culo de Elena. Ella estaba al
borde del desmayo pero proseguía su caminar e incluso apretaba el culo para que el notara la
carne más fuerte y disfrutara más de la paja que se hacía con su trasero.
Era doloroso y apenas pudo llegar al descansillo. Un atroz tirón de su amo la freno y entonces
sintió el caliente semen derramándose por su espalda. El hombre clavó los dedos en aquel culo
antes de dar el último respingo que anunciaba la llegada del orgasmo que Elena tanto había
ansiado. No podía creer que hubiera hecho todo lo posible para que ese hombre sacara placer
de su cuerpo.
Elena sabía lo que su propietario esperaba de ella tras haberse corrido, así que se giró sin
dejar de ofrecer el culo a una posible inspección de su amo y comenzó a lamer el semen que
chorreaba para dejar bien limpio el capullo.

El amo parecía estar satisfecho, porque se limitaba a contemplar el trabajo de su esclava con
una mezcla de desidia y complacencia condescendiente.
Cuando la polla ya relucía por efecto de los chupetazos de su esclava, le ordenó que volviera a
meterla en su sitio y esta alzó de nuevo los calzoncillos con la boca y cerró la cremallera del
pantalón de idéntica manera-
- Yo elijo los servicios y tú haces sin rechistar. Si me tienes contenta la polla nos llevaremos
bien. Le dijo al tiempo que la empujaba lanzándola de nuevo al suelo frente a la puerta de una
de las viviendas del bloque.
- Sí señor.
La puerta se abrió y desde su posición Elena creyó reconocer las botas y el rubio coño de
Gloria intentó entrar gateando o arrastrándose en la casa para acabar ya con aquella
humillación y poder descansar antes de que su dueño volviera a reclamarla para demostrarla
que como podía obtenerse placer de su cuerpo mientras ella no lo hacía.
El zapato de él se posó sobre su espalda y la impidió moverse
- Quédate ahí hasta que considere que estás preparada para entrar. No te preocupes por los
inoportunos.
Todo el edificio es mío. Estamos en casa.
Allí, tumbada sobre la fría piedra, completamente desnuda y habiendo servido de felpudo a
un hombre que Se había masturbado con su culo en una escalera, Elena comprendió que su
tormento no había hecho nada más que empezar.
No sabía cuánto tiempo llevaba sobre el frío suelo de mármol en la entrada de la casa. El
frescor de la piedra le había permitido relajarse del acaloramiento que le había supuesto la
tortura de las escaleras. No quería reconocer la excitación que había experimentado durante
su último servicio, pero su cuerpo mantenía aún los signos de esa excitación.
Permanecía en una semisomnolencia que fue interrumpida por el sonido de la puerta al
abrirse. Apenas distinguió a Laura con un corsé que enmarcaba sus abundantes y redondas
tetas. Unos brazos fuertes la alzaron y la condujeron adentro. Por las ventanas observó que la
luz del estaba ya muy baja. Había llegado a la puerta del edificio alrededor del mediodía, así
que supuso que había pasado varias horas tendida en el descansillo.
Los brazos la dejaron dentro de un baño de agua caliente. El contacto del líquido la despertó
definitivamente y contribuyó a relajar los músculos de sus piernas y de su culo, aún doloridos
del esfuerzo realizado en atención al placer de su amo.
Laura la frotaba rítmicamente la espalda con una esponja sin dirigirla la palabra. La mirada de
la joven dejaba traslucir un resentimiento escondido contra Elena. ¿Estaría enfadada por
haberle quitado su posición de esclava más utilizada?. No era lógico que alguien se sintiera
resentida porque durante un día se había visto libre de someterse a todo lo que se había
sometido Elena para contentar a aquel hombre que no se cansaba de usarla como objeto
sexual.

Lo más probable es que estuviera resentida porque además de complacer a su señor tenía que
ocuparse de la nueva.
- Gracias –se atrevió a musitar -. La chica levantó la vista y sonrió débilmente.
Su impresionante busto rozó la mejilla de Elena y prosiguió con su tarea limpiando
concienzudamente el más reducido busto de su nueva compañera..
- No nos está permitido hablar entre nosotras a menos que tengamos el permiso del amo –
dijo en un susurro.
- Pero él no está aquí.
- Has de obedecer. Podría llegar en cualquier momento. Tú te librarías del castigo por ser
nueva, pero con- migo sería totalmente implacable.
- Lo siento.
- No es culpa tuya.
Durante unos momentos permanecieron en silencio, pero Elena volvió a hablar. Durante todo
el día tan sólo había escuchado la voz de aquel hombre exigiéndole más y más, riéndose de su
dolor y disfrutando de su cuerpo en cada orden que le impartía y que ella se veía obligada a
satisfacer. Necesitaba volver a sentirse una persona.
- Tengo que salir de aquí –se atrevió a decir.
- No tengas esa esperanza, chiquilla. Nunca lo lograrás. Cuando te conviertes en su esclava
dejas de existir.
Todas nosotras somos objetos que él puede utilizar y que le pertenecen legalmente. Él es el
poder. Nadie cuestiona sus actos. La policía, los jueces, todos están a su favor. Sólo podemos
conformarnos con hacer lo que él nos ordena lo mejor posible para que esté contento y no nos
castigue. Te lo digo en serio. Si intentas algo sólo conseguirás acabar en el cuarto de los
muebles o algo peor.
- Tienes toda la razón, Laura, pequeña zorra –La voz del hombre interrumpió la conversación.
Laura se lanzó inmediatamente a sus pies, hundiendo el rostro en el suelo y frotando sus
inmensas tetas contra los zapatos de su amo. Era su forma de pedir perdón por la
desobediencia. El hombre pisó uno de los pechos obligando a lo joven a exhalar un grito. Elena
estaba aterrada y no se atrevía a moverse.
- ¿Qué castigo crees que mereces, mala puta? –preguntó deslizando el pie sobre la teta, de
manera que la joven sintió un terrible dolor.
- El que usted quiera aplicarme, mi amo. Si quiere libaré de su polla durante tres horas. Haré
lo que usted quiera para borrar esta afrenta. Puedo serle muy útil y proporcionarle mucho
placer mientras me castiga. Usted sabe que vivo para servirle.
El hombre apartó el pie, pero Laura permaneció en la misma posición. Se quedó mirando el
soberbio culo que se ofrecía a su vista. Giró alrededor de ella y lo pellizcó. Laura dio las gracias
humildemente.
- Colócate bien. Que voy a acicalar a Elenita.
La chica captó la orden y se arrastró por el suelo hasta colocarse paralela a la bañera. Una vez
así se situó a cuatro patas. El amo se sentó encima de su culo después de masajearlo durante
un rato, introduciendo un dedo en su raja comenzando a moverlo con fuerza. La joven
contenía los movimientos que su cuerpo quería hacer en respuesta a la salvaje estimulación y
con la lengua lamía el talón de los zapatos del hombre.
El amo, después de comenzar a aplicar el castigo a su esclava desobediente y de sentarse
sobre ella descargando todo su peso, centró la atención en su nueva adquisición. Las tetas de
Elena sobresalían por entre la espuma del baño y sus piernas, largas y perfectas se estiraban
sobre el borde del mismo. Introdujo la mano en el agua y extrajo del fondo de la bañera la
esponja.
Elena seguía sin moverse, pero se encogió un poco cuando la mano de su dueño se acercó a
ella. Esperaba el contacto duro con el que él había tomado posesión de sus tetas, su culo y su
coño cada vez que le había apetecido durante aquel día.
Sin embargo, el contacto fue suave. La esponja y los dedos se deslizaron por el contorno de
sus pechos erizando el vello de la joven. Su cuerpo reaccionó como Elena no había esperado.
La excitación era genuina y la joven, agotada de resistirse durante todo el día a los placeres
que aquel hombre exigía de ella, se dejó llevar.
Sus pezones estaban erectos y Elena casi deseaba que el amo volviera a demandar de ella
algún servicio humillante para dejar de sentir aquel frustrante placer. Aquel hombre había
tenido a su disposición tantas hembras serviles que se había convertido en un verdadero
experto en alentar el sexo femenino. Era turbador que aquel hombre pudiera hacerle sentir
verdaderos deseos de ser follada, aún después de lo que la había hecho pasar durante la
mañana.
- Estas en forma –comentó dulcemente mientras sumergía el brazo en el agua y buscaba con
la esponja aquel coño que ya era suyo completamente.
Mientras, seguía jugueteando con el de Laura que, además de soportar el peso debía de
aguantar como su amo la masturbaba ya con dos dedos dentro de su raja. Para Laura no había
piedad y la chica lo sabía y resistía como podía.

Elena experimentó un espasmo de placer cuando la suave caricia llegó a su entrepierna. Se


abandonó definitivamente a la sensación y notó como sus flujos comenzaban a salir. ¿Cómo
aquel hombre era capaz de emplear tanta sutileza y lograr que ella olvidara todo lo que había
tenido que sufrir por su culpa y como él obtenía placer de ella? ¿Cómo era capaz de hacerlo
mientras estaba obteniendo beneficios sexuales de una Laura a la que sometía a una vejación
prácticamente insoportable.
Elena estaba al borde del orgasmo y no pudo ver como su propietario dejaba de hurgar en el
coño de Laura y se sacaba la polla de dentro de los pantalones. En un susurro se dirigió a la
esclava que le servía de asiento
- No voy a hacer yo todo, tetona –le dijo al tiempo que se levantaba para permitirle cambiar
de posición.
La joven se colocó como había estado al principio. Con el rostro apoyado contra es suelo y el
culo elevado. Su cara y sus brazos quedaban ahora bajo su dueño que volvió a sentarse sobre
sus maravillosas cachas. Apoyada sólo sobre los hombros y las rodillas hubo de alzar una mano
para agarrar el miembro del hombre y comenzar a menearlo. Cada vez que él quería que
aumentara el ritmo presionaba con la puntera del zapato sobre alguna de sus tetas.
Elena gimió en pleno orgasmo al mismo tiempo que la sumisa manipulación de Laura lograba
su objetivo. El semen salpicó a Elena en la cara y sólo entonces se dio cuenta de que su dueño
la había dado placer para obtenerlo. Se sorprendió de que no le importara. Se quedó mirando
al hombre como si hubiera cometido algún pecado. El la limpió el semen con la esponja y se
levantó liberando por fin a Laura de su tortura.
- Vas a ser una buena chica y a proporcionarme muchas corridas espléndidas –dijo,
recuperando su tono de mando.
Se volvió hacia Laura y se restregó contra el culo que esta le ofrecía para limpiarse la polla. La
joven se incorporó y, de rodillas, termino de sacar brillo al válano con las tetas y la lengua.
Después, tras besar con reverencia el glande, volvió a colocar la polla dentro del calzoncillo y
cerró la cremallera.
- Termina de prepararla e infórmala de su tarea. La quiero vestida y uniformada en el salón
dentro de media hora.
- Como órdenes, mi amo.
Terminaron de acicalar a Elena y la llevaron a un cuarto. Durante todo el proceso se sintió
como las antiguas esclavas que, después de ser compradas en el mercado eran despiojadas y
rociadas de perfumes y cremas para que cuando fueran poseídas por el señor estuvieran en
perfectas condiciones. ¿Acaso era ella otra cosa?
Laura se quedó con ella y la explicó que debía elegir entre los tres uniformes que se la ofrecían
y luego pre- sentarse en el salón al final del pasillo.
- Elige el que quieras –le aconsejó- si no le gusta simplemente te hará cambiarlo.
La joven se iba a marchar, pero Elena la sujetó del brazo. Al instante, se retiró, temiendo
meter a su compañera en un nuevo apuro.
- No te preocupes, pregunta lo que quieras. Se ha quedado satisfecho como me he
comportado durante el castigo. Se ha corrido muy bien conmigo. Me ha dado permiso para
contestar a tus preguntas.
- ¿Por qué necesito un uniforme?
- Ha decidido que seas una doméstica. Cuando acabes tu trabajo fuera de aquí, vendrás y
estarás a su disposición. Las 24 horas a su entero servicio.
Aquí cada una cumple una función y se encarga de una planta del edificio. Como habrás
comprobado, Gloria es la chofer y portera. Yo soy algo parecido a la chacha. Limpio, barro,
hago las camas y todo eso. Creo que tú serás la nueva camarera y cocinera.
Dicho esto. Laura abandonó la estancia. Elena se quedó desnuda frente al espejo. Su cuerpo
delgado estaba soberbio después del baño y del orgasmo. Recorrió con la mano la curva de sus
pechos, redonda y firme y contempló en el espejo la perfecta forma de sus piernas. Su rostro,
de piel pálida y labios rojos se entristeció a la vez que su mirada verde grisácea.
Ninguno de los modelos le permitía cubrir absolutamente nada. Descartó desde el principio un
delantal con una inmensa cadena de pedrería que caía hasta las rodillas, pero que dejaba todo
su culo a la intemperie.
Iba a ponerse una pequeña faldita de encaje absolutamente trasparente pero pensó que su
amo había demostrado querer tener siempre a mano todos los instrumentos que Elena podía
utilizar para darle placer, así que finalmente optó por un tanga minúsculo rematado en el final
de espalda con un lazo negro. Por si no fuera poco ofrecer completamente el culo a su
propietario, la prenda disponía de una abertura central que la joven dispuso a ambos lados de
los labios de su coño, de forma que los abría un poco y los ofrecía completamente a la vista.
Para la cabeza había una cofia, pera las tetas nada.
Así salió de la habitación. Si su amo quería tenerla expuesta iba a tenerla. El sentimiento de
rebeldía desapareció cuando comprendió que cualquier decisión que tomara favorecía el
placer de aquel hombre que la usaba como un objeto. Su sumisión le excitaba, pero
probablemente su rebeldía se la pondría igual de tiesa.

Vio al hombre sentado en un sofá con Gloria arrodillada a sus pies. La joven se limitaba a
acariciar el paquete del hombre que no se mostraba en absoluto excitado pese a que su polla
estaba dura y tiesa asomando por encima de la cintura del pantalón. En todo el día no había
visto ese miembro que la sometía relajado. Gloria besaba ocasionalmente el glande de su
dueño.
Laura también estaba en la habitación. Arrodillada junto a la puerta, mantenía la cabeza baja y
las tetas sujetas con ambas manos, como ofreciéndolas permanentemente a su señor.
Elena decidió no desentonar y recorrió sobre sus rodillas los últimos metros que la separaban
de su amo.
Una vez frente a él agachó la cabeza hasta el suelo y besó sus zapatos.
- Aquí estoy, mi dueño y señor.
El hombre la contempló e hizo un ademán para que se levantara. Ella obedeció sin levantar la
vista del suelo y por impulso giró sobre si misma para que su dueño contemplara en todo su
esplendor el cuerpo del que llevaba gozando sin descanso todo el día.
- Una buena elección – comentó -. Ven aquí y demuestra lo que vales.
Ella se acercó a él y dobló la espalda sin arrodillarse. Sabía que a él le gustaba así. Comenzó a
besar el glande al igual que había hecho Gloria, que no dejó de masajear los huevos del amo.
Elena se aferro a la polla y comenzó a succionar rítmicamente utilizando la lengua, como su
propietario le había indicado en la primera mamada que le hizo en su oficina. La polla alcanzó
un grosor mayor dentro de la boca de la joven y ella se esforzó por hacer que llegara hasta su
campanilla. Eso volvía loco a su amo.
- Mira Chupa, quiere quitarte el puesto –dijo el hombre.
Elena alzó la cabeza sin dejar de menear el miembro con la mano para evitar que su amo
dejara de sentir placer. Entonces vio arrodillada en otra esquina de la estancia a otra mujer
que hasta ese momento había quedado a sus espaldas. Era joven, rubia con el pelo corto, y
más baja que Elena, aunque con unas tetas impresionantes. Había visto a aquella chica por la
calle en la que se encontraba la tienda. Cuando ella empezó a arrastrarse hacia el hombre
Elena vio que su culo también era abundante, aunque redondeado y firme. No pudo fijarse
más porque la mano de su dueño la agarro por el corto cabello rubio y la obligo a volver a
trajinar con la polla en su boca.
Mientras ella se esforzaba por darle placer comprendió que el no quería correrse en aquel
momento. Su actitud era de relajación y apenas la forzaba a aumentar el ritmo. Simplemente
quería que ella le demostrase lo dispuesta que estaba a servirle y le mantuviera el miembro
tieso. Se concentró en eso, lamiendo la verga desde los huevos, que seguía acariciando y
besando Gloria, hasta la punta e introduciéndose el capullo en la boca para mantenerlo duro
con la lengua. Distraídamente, su amo la premió metiendo mano a su culo y su coño y agitando
un dedo dentro de la raja. Elena mantuvo el ritmo mientras el hombre comenzaba a hablar.
- Laura te habrá explicado cada una de las funciones que desarrollarás aquí. Aparte, claro está
de encargarte de que la maravilla que tienes en la boca esté siempre lo más contenta posible.
La joven aceleró el ritmo de su mamada sólo para demostrar al macho que esa era su más
ferviente intención.. Como respuesta, el hombre sujetó su cabeza y la obligó a recibir el
miembro hasta lo más profundo de su garganta donde se meneó un para de veces antes de
liberarla y dejarla seguir con su empeño de mantenerle empinado sin que se corriera en su
boca.
Gloria también demostró su sumisión sin que se la hubiera exigido, metiendo los dos huevos
en su boca y lamiéndolos con profusión. La chica rubia a la que el amo había llamado Chupa,
frotaba sus tetas contra los pies de su dueño y ofrecía su culo a los palmetazos de la mano que
el hombre no tenía ocupada en masturbar a su sierva más reciente.
Chupando aquella enorme tranca y recibiendo la paja del dedo de su señor, Elena se maravilló
de la capacidad que tenía aquel ser para lograr que tres hembras trabajasen para su
satisfacción y humillarlas al mismo tiempo.
- Lo que no te ha explicado es que cada una de vosotras está aquí por un motivo. Laura, como
podrás ver es la Tetas del grupo. Su especialidad son las cubanas. Las hace en todas posiciones
y he conseguido que sea capaz de hacerme correr hasta con sus hermosos pezones. Todavía no
has visto a Gloria en acción, pero cuando veas lo que hace con esas cachas suyas,
comprenderás porqué es mi Culazo. La puta rastrera que está ahora aquí –aprovechó para
patear con fuerza el culo de la joven rubia. Es una mamona increíble. La encontré en una
farmacia desperdiciando esa boca y ese cuerpo hablando y despachando. ¿Verdad, Chupa?

- Si, mi señor. Yo nací para que os corrierais en mi boca y para que me usarais cuando os
apeteciera. Mi boca sólo tiene un objetivo que es albergar vuestra polla. Lo mismo que todo mi
cuerpo. Folladme cuando os apetezca, mientras os serviré como mejor se.
Elena supo lo que iba a ser ella. Había errado al pensar que era su culo lo que el amo deseaba.
Ciertamente, los culos de Gloria y Laura eran muy superiores al suyo en tamaño y posibilidades
de servicio sexual. Incluso el de Chupa era soberbio. El suyo también era una obra de arte,
pero creía no poder competir con ellas. De igual forma, por más empeño que pusiera en servir
con sus tetas a aquel hombre nunca podría igualar las cubanas de Laura.
Sabía que al amo le gustaban sus mamadas. Lo demostraba el hecho de que llevara casi un
cuarto de hora aplicando sus besos y lametazos sobre el miembro del que era esclava y el
hombre aún le reclamara más. Su boca era un instrumento de placer desmesurado para aquel
hombre. Pero Elena estaba segura de que se iba a convertir en el próximo Coño de su dueño.
Quiso demostrar que estaba preparada para ser una buena chupona. No es que ansiara sentir
el válano de su dueño penetrándola hasta la garganta como lo hacía en ese momento, ni que
quisiera tener que servirle en la incómoda posición en la que él parecía preferir recibir sus
mamadas. Simplemente albergaba la esperanza de que si no se convertía en su coño favorito
tuviera que satisfacerle simplemente de esa forma y no sería continuamente follada por
aquella gruesa tranca que ahora se removía contra su campanilla y que estaba segura que no
podría penetrar en su conejo sin un tremendo dolor.
No había utilizado frecuentemente Elena esta forma de estimular a sus parejas. De hecho, tan
sólo lo había realizado en dos ocasiones. Pero hizo un intento de buscar una nueva forma de
utilizar su boca y su lengua para acrecentar el placer de su propietario que seguía hurgando sin
piedad en su coño. La raja comenzó a manar fluidos y Elena buscó rápidamente una forma de
seguir estimulando a su amo sin necesidad de utilizar el sexo que él sin duda estaba
preparando.
Buscó con la punta de la lengua la raja del glande y la introdujo allí. Casi al instante el hombre
se contrajo de placer y su polla se hizo más gorda en su garganta. Sin dejar de succionar con
los labios continuó jugando de esa forma con el glande de su amo, que parecía querer
incrustarle el miembro en el esófago.
- Eres realmente buena, Elena - comentó al tiempo que sacaba la mano del coño de su esclava.
Pero para ser mi Coñete vas a tener que demostrar que saber usar eso que tienes entre las
piernas.
No era una orden. Pero estaba claro que el quería penetrarla por el coño. Quizá fuera a eso
debido el interés de Chupa en recordar al amo su presencia, frotando sus tetas contra sus pies
y poniendo su culo a su alcance.
Podía ser que él utilizara una parte de cada una y durante todo el día había estado probando
cual de los encantos de su nueva posesión le excitaba más. Ninguna quería ser el Coñete y
todas se esforzaban en complacerle de otra forma.
- El anterior coño que tuve era muy bueno, así que vas a tener que esforzarte.
Por fin Elena separó la polla de su boca y se obligó a besar aquel miembro antes de responder.
- Haré todo lo que pueda para complaceos, mi señor.
La joven maldecía su mala suerte. Ella iba a ser la que habría de soportar ese válano en sus
entrañas. Era posible que se equivocara. Había visto como esa misma mañana el amo usaba a
Laura por la boca y luego la enculaba salvajemente hasta correrse. Pero la estaba castigando.
No se atrevió a dejar sin placer la polla de su dueño por lo que siguió meneándola mientras
pasaba una pierna por delante del pecho del hombre y se colocaba de espaldas a él dispuesta a
introducir el miembro que guiaba su vida en sus entrañas.
Deslizando el culo por el pecho del hombre para aumentar su excitación dirigió la polla hacia
su raja, ahora húmeda por el manejo que el amo había hecho de ella. Las manos de su señor la
detuvieron sujetando ambas cachas a unos milímetros de la tranca.
- Cualquier puta sabe dejarse follar, Elena. Me imagino que tendrás algo mejor que ofrecerme.
¿Qué esperaba aquel hombre?. Ella estaba dispuesta a soportar aquel miembro en su interior
y él no tenía bastante. No era una folladora experta. Sus polvos habían sido como lo son todos
entre adolescentes. Intensos, pero rápidos. Tenía que pensar algo rápidamente. Su dueño
comenzaba a impacientarse y a pellizcar sus cachas urgiéndola a servirle.
Casi por instinto se colocó en cuclillas sobre el borde del sofá. Los labios de su conejo, abiertos
por la raja del tanga se posaron sobre el glande del hombre. Comenzó a deslizarlos arriba y
abajo de la polla hasta llegar a los huevos, flexionando las piernas al tiempo que mantenía una
presa sobre los huevos que masajeaba lentamente.
El miembro volvió a tensarse. El hombre sujetó por debajo el culo de su sierva y la obligó a
aclimatar el ritmo de su frotamiento con el que más placer le producía.
Elena buscaba el lugar de donde había sacado la inspiración para ofrecerle aquel servicio que
parecía satisfacerle tanto y siguió manteniendo el ritmo hasta que un suspiro y varias
contracciones anunciaron el orgasmo.
La joven esperó que el semen le salpicara el rostro, pero no llegó la eyaculación. La polla se
mantuvo tiesa, aunque menos dura y su amo relajaron la presa sobre su culo. Había gozado y
ahora se limitaba a acariciar las magníficas cachas de la joven recompensándola.
- Es la primera vez que me hacen una paja con el coño rió, Te has ganado el puesto, Coñete.
- Es un honor servios con mi coño, mi señor. - contestó la joven acercando sus labios al glande
para besarlo en señal de agradecimiento.
- No te confundas, esclava - le dijo el hombre al tiempo que aprovecha el servil beso de su
juguete para sujetarle un pezón y retorcérselo. Aquí todas me servís con todo. Tu coño, tus
tetas, tu boca, todo tu cuerpo, todo lo que tengas para ofrecerme es mío y lo tomaré cuando
quiera y en la forma en que mejor me parezca.

- Vivo para servirte, mi señor.


- Espero que así sea - el hombre soltó el pezón flagelado y palmeó el culo de Elena- Ve a
preparar la cena.
Laura te ayudará.
La joven bajó del sofá y se retiró de espaldas con la cabeza agachada. Cuando salía por la
puerta Laura se levantó y en la misma sumisa posición abandonó la estancia junto a ella. Gloria
estaba de nuevo acoplada a los huevos de su amo y Chupa seguía restregándose contra sus
pies. Aquel hombre no se cansaba nunca de exprimir sexualmente a las hembras de su
propiedad.
Resultó que los pisos estaban conectados por una escalera interior. La cocina estaba en el
segundo y a ella se encaminaron las dos jóvenes. Laura caminaba en silencio, pero Elena sabía
que mantenía los privilegios de hablar con ella.
- ¿Por qué esos apodos si luego nos tendrá como quiera y nos obligara a servirle de todas las
maneras?
- No son apodos. Nuestros nombres de esclava exigen de nosotras un esfuerzo especial. El nos
ha adquirido porque consideraba que ciertas partes de nuestro cuerpo estaban bien
preparadas para darle servicio, para causarle placer. Él espera, exige, de nosotras no sólo
obediencia y sumisión para cumplir sus deseos en cuanto los pronuncie, sino complacencia,
que nos esforcemos en ofrecerle lo mejor.
Para eso están nuestros nombres de esclavas. Debemos ser obedientes con todo. Si quiere
encularnos, poner el culo, si quiere follarnos abrirnos de piernas al instante, si quiere una
mamada chupar hasta que su polla esté reluciente, si quiere una paja o cualquier otra cosa no
descansar hasta que esté satisfecho y nos permita hacerlo. Si quiere golpearnos lo hará y le
daremos las gracias, pero cuando reclame los servicios de su Culazo, su Coñete, su Chupa o su
Tetazas recibirá más que sumisión, recibirá complacencia.
Exige que seamos originales, que busquemos nuevas maneras de servirle, de provocar sus
corridas. Que pensemos en como usar lo que el considera mejor para darle el mejor servicio. Si
lo hacemos recibimos la recompensa de su esperma en el rostro y una caricia como se gratifica
a una perra, si no lo hacemos recibimos su castigo. Somos sus esclavas, tiene derecho a
exigirnos que pensemos en ello continuamente.
Elena se quedó helada. Su propietario no sólo las consideraba objetos que podía utilizar en la
forma en que quería y sobre las que podía eyacular cuando quisiera. Las consideraba animales
que debían responder a su amaestramiento y además debían comportarse como putas
agradecidas que recompensaran a su amo con el mejor de los servicios posibles. Era una forma
de humillación completa en la que él obtenía todos los placeres y ellas ningún consuelo.
Pasaron por delante de una estancia completamente vacía que ocupaba todo el cuarto piso.
Las paredes y los techos estaban pintados de blanco y tan sólo había un televisor en el centro
de la estancia.
Cuando llegaron a la cocina Laura le indicó donde podía encontrar los útiles principales de
cocina. Todo estaba troceado en la proporción adecuada. Las verduras, las carnes y todos los
alimentos estaban cortados en diferentes formatos para cubrir todos sus posibles usos.

- No hay cuchillos ni objetos punzantes en toda la casa


- respondió Laura a la muda pregunta de Elena
- No es que tenga miedo de que le matemos. Acabaría con cualquiera de nosotras de un golpe,
aunque no lo creas. Tiene miedo de que nos de por estropearnos. Tiene que aprovechar sus
inversiones.
- ¿Por qué el amo no tenía un coño?
Era algo que le daba vueltas en la cabeza desde que había prestado su último servicio. Era raro
que no dispusiera de una esclava que aportara ese elemento tan connatural a la naturaleza del
servicio.
Tuvo su Conejo. Se llamaba Gema. Hasta que escapó.
- Pero dijiste que...
- No lo logró. Ahora está en el sótano, la pobre.
¿Que clase de tortura estaría soportando esa mujer para que otra que tenía que lamer la polla
de su amo en público y servirle con sus tetas en plena calle, se refiriera a ella como "la pobre"?
Laura la dejó en la cocina y le dijo que se iba a poner la mesa para la cena. Como no había
recibido orden de que preparar decidió hacer una comida sencilla. Era buena cocinera y
durante un tiempo se relajó. Olvidó que ahora era una esclava que estaba siendo entrenada
como objeto sexual de un hombre que la obligaría cada poco tiempo a inventar nuevas formas
de darle placer, olvidó que estaba desnuda, olvido todo.
Casi había terminado. Ya era de noche y sólo faltaba sacar la nata batida para verterla encima
de los espárragos. Había decidido preparar una comida en la que todo tuviera una cierta
reminiscencia sexual. Todo al servicio de que la polla de su amo estuviera tiesa el máximo de
tiempo posible.
Él entró sin hacer ruido. Se situó en la pared más alejada de Elena y la observo. Su mirada no
podía apartarse de aquel robusto y prieto culo que ella le ofrecía sin saberlo. Era perfecto. El
tamaño adecuado. Los culos grandes como el de Gloria eran perfectos para ser magreados y
usados. Eran también perfectos para las pajas, pero para follarlos eran mejores los culos
prietos y redondos como el de Elena.
Podía penetrarlo sin necesidad de apartar la carne y toda la excitación provendría del propio
enculamiento, no de la masturbación adicional que aportaban cachas abundantes y firmes
como las de Gloria. Pensando aquello se lanzó sobre la joven que gritó de sorpresa.
- No esperabas que te visitara tan pronto, verdad Elenita. He decidido venir a supervisarte. Sus
manos magreaban el culo de la joven apartando las cachas y buscando el orificio. Ella gritó
cuando lo encontraron.
- Sería demasiado bonito que fueras virgen del culo
- Lo soy, si señor.
Eso le excitó al límite. La empujó contra la encimera hasta que sus pechos se aplastaron
contra la madera.
Arrancó de un sólo tirón el tanga y la obligó, tirando de sus muñeca a lanzar los brazos hacia
atrás.
Elena acarició un poco el paquete del hombre y luego procedió a sacarlo del pantalón. No
sabía si pretendía hacer otra vez lo de la escalera y masturbarse con la polla encajada entre sus
glúteos. Elena sintió como un líquido caliente resbalaba por su espalda hasta chorrear a través
de sus piernas abiertas. El brazo de su dueño la apretaba contra el mueble y sus manos
seguían jugueteando con una de sus tetas.
Cuando vio caer el aceite al suelo comprendió que iba a ser penetrada por primera vez desde
que había sido elegida como esclava.
El convencimiento y el hecho llegaron a la vez. Una barra de carne al rojo la penetró por el
culo y se removió en sus entrañas. Ella gritó y recibió un nuevo empeñón que termino de
acoplar el miembro al interior de su culo.
- ¿Verdad que disfrutas?
- Mucho, mi señor
- Nunca habías soñado que una tranca como la mía te enculara de esta forma
- Os lo agradezco, mi señor.
El seguía meneándose en su interior. Ella ardía por dentro y más desde que el comenzó a
acariciar su conejo. De repente paró de menearse y ella comprendió que era su turno. Aquel
grueso cipote la taladraba y esperaba que ella hiciera su parte. Comenzó a moverse
acompasadamente marcando el ritmo con las caderas.
Su amo la sujetó de las muñecas y la alzó sin sacar el aparato del interior de su culo. Así ella
siguió moviéndose y dando placer a su señor.
- Quisiera tener un mejor culo para daros más placer- Dijo al tiempo que se pegaba contra él
introduciendo toda la verga en su ano y comenzaba a girar. Todo lo hacía por intuición, pero
parecía que siempre había sabido como complacer al amo.
El la cogió por la cintura y volvió a lanzarla contra la encimera. Sus pies no tocaban ya el suelo
y la siguió taladrando una y otra vez. A veces el empujaba a veces era ella la que retrocedía
para mantener el placer. Con un "venga, puta" el amo se corrió mientras la estrujaban ambas
cachas.
De Pronto la soltó y el cuerpo de la joven se relajó sobre la encimera. Aquel miembro cruel
seguía incrustado en su pequeño orificio, pero de repente dejó de sentirlo. Unos labios
ardientes se posaron sobre su espalda y la recorrieron arriba y abajo hasta producirle
escalofríos. Era la primera vez que en todas las veces que la había tomado aquel hombre la
besaba. Era un beso de pasión y deleite por el cuerpo del que estaba gozando.
Una caricia tórrida recorrió suavemente su cuerpo desde las axilas hasta los muslos. Las manos
se deslizaban por su espalda y luego subían por su entrepierna para acariciar su coño. La raja
se había humedecido, no por el continuo vaivén de la tranca dentro de su culo, sino por las dos
muestras inesperadas de pasión, que habían disparado el cuerpo de la joven. Abrió las piernas
para soportar la más que probable paja que su amo deseaba regalarla, pero esta no llego. Las
manos, ardientes y suaves como serpientes, prosiguieron su recorrido rozando su vientre y
acoplándose finalmente a sus pechos, estrujados contra el mueble.
Elena quería morir. La polla de su dueño seguía desgarrándola el culo en arremetidas rítmicas
y constantes, pero sus caricias la hacían soportarlo. Era un experto. La humillaba haciéndola
sentir excitación cuando debía estar sintiendo horror. Los dedos comenzaron a acariciar
suavemente la curva que sus tetas dibujaban contra la encimera y ella quiso gritar, suplicar
que se corriera para que aquella doble sensación de excitación y dolor concluyera. Cuando
tenía los pezones erectos y las caderas agotadas de soportar la cadencia de la polla de su amo,
la corrida llegó suavemente, al tiempo que el hombre volvía a recuperar la presa sobre sus
magníficas cachas y a estrujarlas fuertemente.
No sacó la polla hasta que hubo vaciado bien el miembro. Cuando la saco, el esperma comenzó
a chorrear por el agujero. Elena se apresuró a poner la mano, recogerlo y llevárselo a la boca.
No encontraba una prueba mayor de sumisión que demostrarle que apreciaba cada gota del
semen que el había vertido en su culo durante aquella toma de posesión de su sierva.
Luego, fiel a las órdenes, lamió la polla hasta que estuvo limpia y brillante y se mantuvo de
rodillas esperando instrucciones con el rostro bien cerca del válano dominador de su dueño.
Este la acarició el pelo
- Grandísima perra. Nunca había disfrutado tanto dando por culo a una virgen
Ella besó el glande y los pies del hombre y luego recogió con reverencia la tranca y la introdujo
en los pantalones. Volvió a agachar el rostro hasta pegarlo al suelo.
- Sirve la cena en una hora, Elena - le dijo el hombre al tiempo que palmeaba las ofrecidas
cachas.
Elena, la esclava sexual, había servido por primera vez de forma completa a su señor y recibió
una caricia por recompensa. Su culo ya era propiedad integra de aquel hombre.
Durante las dos horas siguientes Elena pudo disfrutar de un descanso. Decidió posponer la
crema de nata para que no se pasara y se sentó desnuda sobre la encimera. Su cuerpo se
relajó poco a poco, pero su mente seguía dando vueltas. No podía apartar de su mente como
la habían encendido las caricias de su amo en la cocina y en la bañera. Se sentía sucia por
disfrutar con aquellas manos, pero no podía evitar pensar que el hombre lo había hecho para
limitar su sufrimiento, que le daba con una mano lo que le quitaba con el resto del cuerpo.
Otro sentimiento la asaltaba. Su dueño la había enculado salvajemente. Había sido poseída
por primera vez de esa manera y lo había sido por imposición por un hombre que la utilizaba
como un objeto. Pero ahora, recordaba la situación y se excitaba de nuevo. Bajó su mano
hasta la entrepierna pero se contuvo. Recordó que su cuerpo ya no la pertenecía. A lo mejor
no tenía permiso para disfrutar privadamente.
Su uniforme yacía en el suelo. Lo recogió y se dio cuenta de que en realidad no estaba roto.
Una tira de velcro unía la cinta trasera con el resto bajo el lazo. Lo recompuso y volvió a
ponérselo. También se colocó la cofia.
Fue a la sala contigua y descubrió un sofá donde se sentó primero y se tumbó después. En
pocos segundos se quedó dormida.
Había mandado a todas sus domésticas a realizar tareas. Quería estar sólo. Siempre le gustaba
que alguna de sus hembras estuviera junto a él dispuesta a servirle, pero ahora quería atesorar
el recuerdo de Elena. Su polla aún se mantenía tiesa y cuando comenzó a repasar los servicios
que la joven le había proporcionado, cualquiera de ellos era extremadamente satisfactorio,
sobre todo el de la escalera. Recordar ese culo bajo sus huevos era casi mejor que haberlo
frotado con la verga hasta correrse. Pero lo que no podía apartar de su recuerdo, lo que quería
atesorar era la expresión de la joven cuando se corrió en la bañera. Aquella expresión de
placer. Iba a conseguir que la repitiera cada vez que estuviera cerca de él, cada vez que la
tomara, cada vez que la follara.
Hizo sonar el timbre de llamada y casi al instante aparecieron dos de sus esclavas. Gloria y
Chupa se arrodillaron frente a él esperando órdenes.
- ¿Donde está Tetazas? –ninguna de las jóvenes respondió. El avanzó un pie hasta Chupa y
esta lo besó.
Habiendo obtenido el permiso para hablar contestó a la pregunta de su amo.
- Está preparando la mesa para la cena, como le ordenaste, mi señor.

Se dio por satisfecho con la contestación y las indicó que quería vestirse. Chupa se encargó de
bajarle los pantalones y los calzoncillos. En cuanto el miembro de su amo estuvo libre ella lo
protegió con su boca. No succionaba ni chupaba, se limitaba a mantener la polla dentro de su
boca mientras, sin mirar quitaba los pantalones y los calzoncillos a su dueño. Él no hizo
ademán alguno de utilizar a la joven. Su hembra estaba protegiendo el miembro que regía su
vida. De momento era suficiente.
Gloria le quitó la camisa. El pelo de la mujer caía sobre los hombros de su señor. Le besó la
espalda en varias ocasiones y frotó sus pechos contra él, que echo los brazos hacia atrás y la
sujetó por el culo apoyándola contra su cuerpo. Ante el requerimiento de más actividad, ella
frotó el coño contra el culo de su propietario, dejó caer la camisa y deslizó ambas manos por
delante de sus piernas para sujetar sus huevos. Chupa, percibió el movimiento, y comenzó a
lamer el glande de la polla que reposaba dentro de su boca.
- Tranquilas, Tranquilas –concedió, el hombre, dejando a Gloria que se separara.- No sabéis
estar un instante sin servir a mi polla.
- Así es, dueño y señor –respondió Gloria, frotando una vez más sus tetas contra el amo.
Completamente desnudo y con la verga reposando en la garganta de Chupa, el hombre esperó
a que Gloria comenzara a vestirle. Le puso una camisa amplia de seda azul clara. Chupa
comenzó a meter las perneras de los pantalones a juego por los pies sin sacarse la tranca de la
boca. Cuando hubo de subir los pantalones soltó el miembro y lo introdujo dentro de la
prenda. Una vez guardado dio un último beso al paquete.
Permaneció arrodillada y Gloria se situó junto a ella e introdujo en los pies el calzado del
hombre.
- Hoy tenemos visita, así que debe estar todo reluciente.
Las esclavas sabían perfectamente cual era su próximo cometido. Comenzaron a lamer los
zapatos, al tiempo que se sujetaban las tetas y las colocaban alrededor del pie. Los lametazos
se producían de forma sincrónica, fruto de las veces que habían servido así a su señor.

Al unísono se alzaron y comenzaron a cabalgar con sus coños sobre ambos pies para sacar
brillo al calzado. El hombre lanzó sus manos hacia abajo y sujetó una teta de cada una,
estrujándolas con fuerza. Ellas prosiguieron su labor, con los rostros pegados al paquete de su
propietario. A lo mejor quería una mamada y era mejor estar prevenidas. Alternativamente
besaban el paquete siempre duro que las oprimía y que las utilizaba sin descanso.
- Tú vete –dijo a Gloria- será mejor que vayas preparándote para la cena -.
La muchacha obedeció y se marchó arrastrándose por el suelo hasta que desapareció de la
vista de su amo. Chupa se quedó en la misma posición, aunque se apretó contra la pierna del
hombre que agradeció la muestra de sumisión retorciendo brutalmente uno de sus pezones.
- ¿Tienes ganas de tenerla en tu garganta?
La chica no respondió. Se limitó a sujetar la cinta del pantalón con los dientes y tirar hasta que
se desató.
La vestidura cayó a los pies del hombre y el miembro golpeó a Chupa en la cara. La joven,
sometida aún a la férrea presa de las manos de su señor sobre su espléndida teta, comenzó a
excitar la polla del hombre. Chupa era la única de las domesticas cuyo uniforme escondía
parcialmente sus pechos. Incluso Laura era obligada por el amo a llevar un corsé que sujetaba
sus tetas sin esconderlas, pero Chupa lucía una especie de top ceñido que mantenía su busto
firme y cubierto hasta la mitad. Era la forma en la que su propietario quería "rediseñar" las
tetas de su esclava, como él decía. En los meses que llevaba a su servicio lo había logrado
parcial- mente, dotándolas de una redondez que no habían tenido antes, como precio a
agradar a su señor, la joven sufría la constante presión de la prenda que en muchos momentos
la cortaba la respiración, especialmente cuando estaba dando servicio al hombre.
La muchacha llevó las manos a su espalda y comenzó a desabrochar la prenda. La presión del
hombre sobre su teta había pasado a una dolorosa pinza sobre el pezón debajo de la ropa.
Estaba claro que el amo quería libre acceso a las tetas de Chupa, para complementar su
trabajo con la boca. Había adquirido una práctica inaudita en llevar a cabo esa operación sin
dejar de dar gusto a su dueño. Desde que cayera en manos de aquel hombre, había pasado
media vida con su tranca en la boca, tragando su semen.
El amo miró hacia abajo y sonrió mientras la joven comenzaba a aplicar, ya sin el top, sus tetas
a los huevos de su señor para completar el servicio.
En muchos aspectos ella era su mejor creación. Había conseguido con el cúmulo de
humillaciones que había arrojado sobre ella una sumisión absoluta. Todas sus siervas eran
iguales en ese sentido. En ningún momento pasaba por su cabeza desobedecer, pero Chupa
había alcanzado un grado más de refinamiento. Ella intentaba agradar para sentirse mujer.
Había limitado mucho la utilización de su coño y de su culo. No es que no le parecieran
atractivos, muy al contrario, le resultaban hermosos y apetecibles, pero había realizado con
ella un experimento.
Chupa se había llegado a sentir en constante peligro porque creía lo que, sin duda, consideró
al principio como una suerte, se había vuelto contra ella. Era poco follada y raras veces la
tranca de su amo se albergaba en su redondo y hermoso culo. Al principio era una bendición,
pero cuando empezó a ver cual era el destino de las que no lograban excitar
permanentemente esa exigente polla comenzó a temer por su destino.
Además, las otras domésticas, la consideraban una privilegiada. Para ellas, cuya boca era sólo
uno de los puntos de entrada de la tranca de su amo antes de servicios mucho más completos,
que Chupa sólo sirviera de esa forma al dueño la colocaba en una situación de privilegio.
Así, el hombre que ahora comenzaba a menear rítmicamente la verga dentro de la boca de la
joven, había conseguido que cada servicio de su mamona favorita fuera una súplica. Una
suplica de que la penetrara, de que la follara por delante y por detrás. La chica había ideado
formas realmente impresionantes de excitar a su amo con la boca en un intento de lograr que
no pudiera resistirse a poseerla de otra forma. Así ganaría la comprensión de sus compañeras y
aseguraría su futura supervivencia al estar segura de que su amo se sentía completamente
satisfecho cada vez que la utilizaba.
El hombre volvió a sonreír al encontrar los ojos de Chupa atisbando hacía arriba para ver si el
amo se excitaba con su trabajo. Había iniciado una de las mamadas que más gustaban a su
señor. Con los dientes sujetaba débilmente el glande dentro de sus labios, mientras la lengua
paseaba una y otra vez por la piel del prepucio. Con las tetas masajeaba los huevos y el resto
del cipote. Era perfecto para él, que sentía varios puntos de placer a la vez en esta forma de
mamada. Estuvo a punto de correrse cuando la joven llevaba diez minutos realizando su
chupar rítmico y constante, pero se contuvo. Tuvo un ligero sentimiento de lástima por aquella
muchacha que tanto hacía por complacerle sin recibir el premio ansiado, que no era otro que
darle más satisfacción.
Sacó la tranca de la boca de su sierva y esta la persiguió con avidez arrastrándose por el suelo
y con las tetas aún sujetas con las manos para volver a albergar el paquete de su amo.
Puedo hacerlo de otra forma que os reportara mucho placer. Por favor, no me castiguéis. Haré
que os corráis en mi boca. Os lo prometo.
El hombre se inclinó sobre ella y le acarició las tetas que le ofrecía. Restregó la verga contra
ellas y luego ordenó a su hembra que le guardara de nuevo la polla. Mientras lo hacía, varias
lagrimas resbalaron por sus mejillas- Ella las enjugó en el pantalón al tiempo que besaba el
paquete, ya recogido en el pantalón, pero aún duro.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó el amo -
La pregunta pilló por sorpresa a la joven que dudó un instante antes de contestar. A lo mejor
su dueño pretendía castigarla por haber hablado. Hacía tiempo que había dejado muy claro a
la joven que ella tenía la boca para chuparle la polla y no para otra cosa. No sabía que
contestar. Era posible que realmente la pregunta fuera sólo eso y no escondiera una promesa
de un nuevo castigo y una humillación más.
Soy Chupa - dijo, al fin - Tengo la boca para daros placer y lo único que puede entrar en ella es
el miembro de mi amo.
Eso ya lo sé - dijo el hombre sin alterarse - Quiero saber tu nombre.
- Inmaculada
- Parece apropiado. No te preocupes Inma. Dentro de un rato, cuando me bañe.
Recompensaré tus esfuerzos. Ahora vete y dile a Gloria que prepare el baño.
- Sí señor.
Elena recibió de labios de Gloria la orden de presentarse ante su amo en el baño. La palabra le
hizo recordar de nuevo lo que no había podido quitarse de la cabeza en todo el día: El orgasmo
alcanzado cuando su amo la masturbó en la bañera. Subió los dos pisos con una presteza que
la asustó. ¿Era posible que acudiera con tanta velocidad a someterse a las humillaciones que
aquel hombre tenía pensada para ella?. Aún tenía el culo dolorido de la brutal toma de
posesión que de él había hecho su propietario y ahora corría para él la tuviera de nuevo a su
entera disposición para volver a satisfacer su insaciable polla. Mientras subía los escalones
contempló su reflejo en varios espejos. La exigua prenda que lucía estaba pensada para
resaltar al máximo sus encantos. Sus tetas eran firmes y por ello no hacía falta sujetarlas con
nada y la tira del tanga se instalaba en la raja haciendo que su culo pareciera más redondo y
apetecible al tiempo que las cintas que iban por encima de sus caderas hacían sus piernas más
largas y esbeltas.
Llegó a la puerta del cuarto de baño y se arrodilló para traspasar el umbral, se quedó en la
entrada en esa manera sin alzar en ningún momento la vista. Un solo día de sometimiento a
aquel hombre cruel e insaciable había bastado para que Elena asimilara sus leyes de sumisión.
- Levántate y ven aquí. Ahora te toca a ti lavarme a mí.
Elena obedeció y entonces contempló la escena completa del aseo. Un perfecto culo asomaba
por entre la espuma entre las piernas del hombre. Era evidente que Chupa estaba llevando a
cabo su trabajo con la cabeza dentro del agua. Gloria, arrodillada junto a la bañera tendió a
Elena una esponja y se retiró. En ese momento la cabeza de Inma asomó por encima del agua.
Apenas tardó un instante en tomar aire y volver a sumergirse para seguir complaciendo a su
dueño. Elena no sabía muy bien que hacer, así que comenzó a frotar suavemente el pecho del
hombre que cerró los ojos. Se inclinó sobre el borde de la bañera para que sus pechos
acariciaran el cuerpo de su amo. Elena se había acostumbrado en esas pocas horas a que
cualquier servicio que hiciera para su nuevo señor tenía que producirle excitación y placer.
Para eso quería a sus domésticas. La cabeza de Chupa volvió a emerger y Elena aprovechó para
deslizar la esponja bajo los huevos de su amo y restregar suavemente subiendo hacia la cabeza
de la polla.
De repente sintió un pinchazo en un dedo. Chupa la había mordido para que se alejara del
paquete del amo.
Ahora era ella la que estaba ocupándose de él y no quería interferencias. Elena no sabía si
había sido esa reacción o su caricia lo que había hecho trempar más aún el válano del hombre,
pero lo cierto es que este surgió casi en su mitad por encima del agua, lo que permitió a Chupa
seguir mamándolo sin necesidad de sumergir la cabeza..
El hombre parecía gozar del servicio de Chupa, pues se estiraba y encogía rítmicamente en la
bañera.
- Ven chica, toma tu premio –dijo el hombre al tiempo que extraía su tranca, completamente
tiesa, de la boca de su sierva -.
Chupa se puso de pie en el baño y su pequeño aunque explosivo cuerpo apareció en toda su
extensión. El amo la hizo girar y colocarse de espaldas a él. Ella le ofreció el culo para que lo
penetrara, pero el se limitó a encajar sus manos en cada glúteo y apartarlos para que asomara
el impresionante conejo rubio. Luego la sujetó por las caderas y la hizo agacharse hasta que la
tranca entró de golpe en el conejo, húmedo por el agua y la ansiedad.
La chica soltó un gemido de placer y se apoyó en el borde de la bañera con las manos para
poder empujar e introducir la verga hasta lo más profundo de su ser. Una vez allí comenzó a
contraer las caderas para dar gusto a su amo. Elena seguía frotando la esponja y la reacción de
su amo la pilló por sorpresa. El hombre la agarró del cabello y la obligó a meter medio cuerpo
en el baño.
Comenzó a estrujar sus tetas mientras Chupa seguía meneándose como una anguila con la
polla en su coño. Una de las manos de la joven se deslizó hasta los huevos y comenzó a
estrujarlos.
- Deja eso para Elena, Chupa. Tu concéntrate en el coño Elena supo lo que tenía que hacer y
alargó el cuello para alcanzar con los labios el paquete de su señor. La posición era incómoda
porque él no quiso deshacerse de sus tetas que seguía masajeando. De vez en cuando
pellizcaba los rosados pezones.
Elena tenía el rostro pocos centímetros por debajo del culo y el coño de Chupa que subía y
bajaba con la polla del dueño golpeando como un martillo. El agua le salpicaba la cara, pero
ella obvio la sensación de ahogo y se introdujo los huevos de su propietario en la boca. Sus
pies ya no tocaban el suelo. Estaba apoyada sobre el vientre en el borde de la bañera y una de
las del hombre abandonó sus pezones para concentrarse en el orificio recientemente
estrenado para su placer y en sus cachas.
Con los duros huevos en la boca, Elena comenzó a lamerlos firmemente y utilizó las manos
para lograr que permanecieran fuera del agua. La chica veía subir y bajar rítmicamente el coño
de Chupa mientras mantenía los huevos del hombre excitados.
En aquella posición sintió el deseo de acabar con todo, de que fuera su coño el que el que
fuera desgarrado por aquel miembro.
Mientras uno de los dedos de su dueño seguía martirizando su irritado orificio otros dos
comenzaron a acariciar los labios de su conejo. Chupa seguía empujando hacia atrás para
clavarse completamente la polla del amo en las entrañas.
Elena aplicaba los labios con esmero a al extremo inferior del válano y comenzó a notar como
cada vez que el coño de Chupa descendía dejaba sus fluidos justo al lado de sus labios.
Su almeja ya estaba excitada por el manoseo del hombre y aún permanecía en la incómoda
postura que le exigía el tener que mantener los huevos dentro de su boca.
Así deseo sustituir a Chupa para que todo acabara, para que aquel ser la poseyera
definitivamente y la dejara descansar. Entonces comprendió la diabólica situación en que se
encontraban sus tres compañeras y ella.
El amo había conseguido que cuanto más grande fuera las humillaciones más agradecidas se
sintieran. Ahora ella envidiaba a Chupa porque iba a acabar en cuanto el amo se corriera en
ella y era posible que la dejara descansar un tiempo, como había hecho con ella en la cocina.
Sin embargo, Elena estaba siendo humillada, forzada a satisfacerle y aún podría pedirle más y
más.
Por eso forzaba siempre a una de sus domésticas a contemplar sus disfrutes sin participar. Esa
acumulaba resentimiento contra las dos que estaban siendo utilizadas en ese momento. Gloria
pensaría que Chupa era afortunada porque este servicio la exoneraba durante un espacio de
tiempo de estar disponible y era posible que pensara que Elena se iba a librar con una simple
comida de los huevos de su señor. Mientras, ella, todavía fresca y sin usar se convertiría en el
próximo objetivo de los deseos incansables del amo y no tendría sosiego.
La envidia no era porque las otras disfrutaran del grueso miembro, sino porque acababan
antes de ser humilladas por él. Elena, sometida al magreo de su dueño, pensó que Laura debía
estar comiéndose las uñas mientras ella lamía los huevos del amo.
En esas estaba cuando sintió los huevos escaparse de su boca. Quiso perseguirlos y cayó de
bruces al agua. El amo se había puesto de pie en la bañera y esperaba con la polla
absolutamente tiesa a que Chupa se diera la vuelta.
La joven le ofreció su maravilloso culo, mientras Elena se arrodillaba bajo él volvía a introducir
las bolas, pesadas y repletas, en la boca.
El hombre introdujo sus pulgares en la raja del culo de Inma y separó las nalgas, dejando al
descubierto el agujero. La joven, apoyada con una mano en el bordillo se frotaba el agujero
con jabón, preparándolo para la inminente penetración.
Elena quiso colaborar y sin dejar de lamer los huevos masajeó la tiesa verga con jabón. El amo
esperaba pacientemente. Con ella no había sido tan misericordioso. La había enculado de
golpe y sin preparación. La joven se sintió confundida cuando descubrió en ella un punto de
orgullo al descubrir que su propietario deseaba tanto su culo que no había podido contenerse
ni un instante, como hacía ahora con Chupa.
Finalmente la esclava fue enculada y el amo la sujetó por las caderas para obligarla a
acoplarse para que su polla penetrara hasta el más hondo. Inma comenzó a gemir y agradecer
cada embestida del amo al tiempo que utilizaba una mano para separar las cachas y permitir
los movimientos del miembro que la taladraba.
Elena se aplicaba con la boca a los huevos y comenzó a notar los fluidos del miembro
resbalando hasta sus labios. Besó los huevos y lamió con sumisión todo lo que la llegaba. Sus
manos contribuyeron a mantener abierto el culo de la esclava, mientras el hombre le exigía
más ritmo con continuos cachetes en las nalgas.
Cuando se estaba corriendo dentro del culo de Chupa, sacó la polla y la introdujo sin previo
aviso en la boca de Elena. Ella la recibió sin protestar y deglutió el semen que restaba al tiempo
que estrujaba los huevos con las manos, para compensar a su señor por haberlos abandonado
en sus besos.
Limpió la verga y permaneció arrodillada entre las piernas del hombre, esperando que el
dispusiera de ella como mejor le conviniera. El acarició ligeramente a sus dos esclavas y se
sentó de nuevo en la bañera. La verga asomaba por encima de la espuma y Elena y Chupa se
tumbaron junto a él con sus bocas a escasos centímetros del miembro. Siempre era posible
que el amo deseara otro servicio.
Parecía satisfecho y se limitó a acariciar ambos culos que emergían por encima del agua y la
espuma.
- Gloria - dijo al fin- Llévate a esta putita y prepararme la cena. El baño siempre me da
hambre.
A sus órdenes, mi señor - contestó la joven mientras abandonaba a cuatro patas el cuarto de
baño.
Elena se entristeció mientras su amo la recompensaba acariciándola el culo y dejándola
descansar junto a él. Sabía que en su nueva función situaciones como aquellas serían sus
únicos momentos de paz. La humillación de ser sobada por un hombre que la consideraba un
objeto de su propiedad era una recompensa de la que tenía que aprender a disfrutar.
Trabajaría día y noche para mantenerle excitado, para darle placer. Usaría tetas, culo, coño y
todo su cuerpo para servirle y luego habría de conformarse con descansar en la satisfacción de
su amo. Comprendió que nunca abandonaría ya esa vida como objeto de placer y esclava
sexual. Se resignó y besó débilmente el miembro que la tiranizaba antes de abandonar la
bañera.
Pasó cerca de media hora antes de que todo estuviera dispuesto para la cena. Elena puso la
mesa sobre una que le indicó Laura. Era una pieza de metal y cristal cuadrada con un extraño
diseño que consistía en una barra de metal ondulada que unía las patas por todos los lados
menos por uno. En ese lado fue donde colocó un servicio completo de comida. Luego se retiró
a la cocina y esperó pacientemente la llamada del amo.
Cuando esta se produjo acudió con la fuente de espárragos al salón y pudo por fin contemplar
como Gloria servía plenamente a su dueño.
No en vano era denominada culazo porque sus cachas eran impresionantes. Ahora se
encontraba bajo la mesa con la espalda doblada hacia adelante tocando el cristal por debajo.
Su blanca piel se apretaba contra el mueble.
Elena intentó no mirar mientras servía la comida. El hombre no prestaba la más mínima
atención a ninguna de ellas, ni siquiera a Gloria que le ofrecía su culo bajo la mesa. Cuando el
plato estuvo sobre la mesa Elena se retiró tras la silla del amo, como Laura le había indicado
que hiciera. El hombre alzó un pie por entre las piernas de Gloria que se encontraban abiertas
y algo dobladas para poder permanecer bajo la mesa sin arrodillarse.
La posición debía ser dolorosísima, pues los músculos de la joven se mostraban tensos. La
masa de pelo rizado rubio caía sobre sus hombros.
Aquello debía ser la señal para que comenzara a dar placer a su propietario porque la chica
besó el pie e inmediatamente reculó hasta que la carne de su culo contactó con el paquete del
amo. La piel chirrió contra el cristal. Apoyada con una mano en la barra bajo el cristal, utilizó la
otra para buscar a tientas el paquete y extraer la verga. El hombre seguía comiendo los
espárragos, aparentemente ajeno a todos los esfuerzos de su servidora por facilitar el
enculamiento.
Durante un instante la mujer hubo de mantenerse en aquella posición sin ayuda de las manos
ya que las utilizó para abrirse bien las nalgas y ofrecer el agujero de su culo a la tiesa polla del
hombre. Sólo entonces al amo, que lo contemplaba todo a través del cristal de la mesa, dejó
de comer, deslizó los brazos bajo la mesa y la sujetó con fuerzas las cachas.
Inmediatamente, Laura, que esperaba junto a Elena, se arrojó al suelo, reptó hasta colocarse
tumbada bajo la mesa con la cabeza entre las piernas de Gloria y alzó los brazos para mantener
la tranca en posición horizontal. Con la polla reposando sobre las manos de su otra esclava, el
hombre volvió a dedicarse a la comida mientras Gloria, haciendo fuerza con los brazos
apoyados en la barra frontal se introdujo el miembro de su propietario en su espléndido culo.
Durante toda la cena la joven mantuvo el vaivén de su cuerpo para dar placer al hombre con
su culo. Ocasionalmente, él utilizaba las manos para pellizcar, acariciar o golpear las cachas de
su sierva que gemía con cada viaje de aquella polla monumental al interior más profundo de su
culo. Bajo ellos, desde el suelo, Laura aplicaba sus labios y lengua a los colgantes huevos del
hombre.
Gloria parecía agotada, pero no cejaba en su empeño de menear la polla dentro de su culo.
Comenzó a mover las caderas en círculos en lugar de llevarlas adelante y atrás cuando Elena
sirvió el segundo plato. El amo levantaba el pie de vez en cuando y lo apoyaba en alguna de las
barras, momento que la esclava utilizada aprovechaba para besarlo o lamerlo como prueba de
sometimiento, como si ser enculada en aquellas condiciones no fuera una muestra suficiente
de reconocer su absoluta sumisión a los deseos de su dueño y señor.
Las hermosas tetas de la joven apuntaban hacia el suelo y se bamboleaban sin control ante las
embestidas que Gloria provocaba. Los huevos del amo habían desaparecido hacía tiempo en la
boca de Laura.
Cuando llegó la hora del postre el amo sujetó a Elena del brazo antes de que se alejara
- Espero que no sea esto lo único que me has preparado para comer.
La joven no sabía que hacer pero reaccionó enseguida. El amo quería comerla el coño, eso
estaba claro.
Entró en los estudios de TV del brazo de su amo. Gloria se había quedado en el coche
esperando y durante el trayecto el hombre apenas había reclamado sus servicios. Nunca
descansaba completamente, pero en el tiempo que duró el viaje se limitó a acariciar
suavemente los cojones de su dueño, mientras él jugueteaba con su cuerpo. Había sido un
camino relajado.
Fueron recibidos por un hombre cetrino y con traje oscuro que se identificó como el director
de la cadena de televisión. Estrechó fuertemente la mano de su señor y se llevó la suya
levemente a los labios. Elena se preparó para algún comentario de menosprecio de su amo
que dejara clara su condición, como había hecho en otras ocasiones, pero este no llegó. El
hombre se limitó a rodearla la cintura con el brazo y atraerla hacia si.
- Todo estará preparado en unos minutos - anunció el hombre
- Mientras pueden esperar aquí. Desean algo.
Su amo negó con la cabeza. Elena se sorprendió cuando el director se dirigió a ella.
- ¿La señorita quiere un café?
Miró a su dueño que se encogió de hombros.
- De acuerdo. La joven no estaba acostumbrada a ser tratada en los últimos días como un ser
humano y mucho menos como alguien que mereciera atención.
- Carmen, la redactora se lo traerá y aprovechará para explicarles un poco como va esto.
Les dejó solos en una estancia amueblada con una mesa baja, varios sillones y un sofá. Dos
mesitas de rinconera estaban llenas de revistas con la programación de la emisora y en un
especie de atril reposaba un televisor sintonizado en la cadena y con el volumen bajo. Elena
temió que en aquel momento de intimidad su amo le reclamara algún entretenimiento. El
hombre se limitó a sentarse en uno de los sillones y a hojear una de las revistas. Elena se
acomodó en el sofá.
Sabía que estaban allí para una entrevista o algo parecido de la que iba a ser protagonista su
propietario. Al parecer, por lo que había comentado en el coche, había comprado la emisora y
era una especie de programa promocional de la nueva programación.
La puerta se abrió y una joven entró en la estancia. Era pelirroja y tenía ese caminar rápido de
las personas que están trabajando.
- Soy Carmen, la redactora - se presentó al tiempo que dejaba un vaso con café en la mesa
frente a Elena-
Creo que esto es para usted.
La muchacha comenzó a explicar una letanía sobre tiempos, cortes publicitarios y descansos y
sobre el guión en el que se basaría la entrevista. Elena se dio cuenta de que su amo no
escuchaba. Estaba pendiente de las curvas de la joven. Tenía un cuerpo robusto. Sus piernas,
mucho menos esbeltas que las de Elena eran sin embargo apetecibles y hacían presagiar un
robusto culo. Lucía una falda corta negra, medias negras y botines y sus tetas, abundantes sin
llegar a ser grandes, se dibujaban redondas y firmes debajo de un ajustado jersey blanco de
lana fina.
La joven no parecía darse cuenta del deseo que despertaba en el hombre y se movía adelante
y atrás balanceando una pierna. Ella se podía permitir ese lujo, pensó Elena estaba fuera del
alcance de aquel temible macho.
El director volvió a entrar en la sala y esbozó una sonrisa nerviosa.
- Parece que hay un problema con las cámaras- Habrá un pequeño retraso. Carmen se ocupará
de que no les falte de nada.
- Espero que así sea - fueron las primeras palabras que dijo el amo- Supongo que nada quiere
decir nada.
El hombre palideció un instante. La muchacha dejó de hablar y volvió una mirada implorante
al director de la cadena. Este abrió la boca para hablar pero la volvió a cerrar.
Elena comprendió lo que pasaba antes de que el hombre respondiera. Carmen era esclava del
director como ella pertenecía a su amo. Ahora su dueño la pedía en préstamo para
entretenerse en la espera.
- Por supuesto - dijo el hombre. Chica intentó hablar, pero el director lo repitió dirigiéndola
una mirada fría y saliendo a continuación.
Con Carmen parada frente a su dueño Elena pensó en cuántas mujeres compartirían esa
situación de sumisión. Ella había creído que era única junto con sus compañeras pero por lo
que parecía todos los hombres con poder se hacían con cuerpos femeninos que les sirvieran.
Cómo habría conseguido el director esclavizar a la periodista. Habría sido tan cruel como su
propietario había sido con ella.
- Una buena periodista debe saber usar la boca, supongo.
La frase del hombre fue suficiente. Carmen se arrodilló entre sus piernas y comenzó a bajar la
cremallera del pantalón. Hurgó con ambas manos en el calzoncillo hasta que extrajo el
miembro erecto y lo introdujo directamente en su boca. No comenzó a succionar y se limitó a
mantenerlo dentro de su garganta lo que hizo que el amo se impacientara.
Con una mano sujetó a la joven de la cabeza y la hizo hundirse la polla en la boca
- ¿Qué pasa? ¿Acaso tu amo no te utiliza?
La joven comenzó a succionar y Elena se levantó y se colocó tras su dueño. Empezó a
masajearle los hombros. Él se recostó en el respaldo disfrutando a la vez de las manos de Elena
y la boca de la esclava prestada.
- Contesta - exigió a la joven-
Ella lo intentó y farfulló algo con la tranca del hombre creciéndole en la boca. Luego la sacó y
comenzó a lamerla y besarla para poder responder sin dejar de darle placer
- No así.
- ¿Que quieres decir?
La muchacha deslizó su lengua desde los huevos hasta el glande al tiempo que mantenía las
pelotas reposando sobres sus manos.
- No en público.
Elena se dio cuenta de que la puerta de la estancia había quedado entornada. Varias personas
cruzaron por delante sin reparar en la escena, pero cualquiera podría volver la vista
ocasionalmente y contemplar la mamada que Carmen estaba dedicando a su señor.
Entonces comprendió el porqué de su presencia allí. El porqué del servicio que la periodista
estaba ofreciendo a su amo. Era una demostración de poder, pero no sobre la joven, sino
sobre el dueño de la emisora.
Ahora mandaba él y estaba en condiciones de exigir todo lo que hasta ahora pertenecía al
dueño de la emisora y por eso le había exigido que su posesión más privada, la esclava que le
daba placer y a la que probablemente hubiera entrenado para su exclusivo disfrute, le sirviera
mientras el otro estaba obligado a tratar con cortes de referencia a la esclava que le
pertenecía.
Carmen siguió aplicándose en cuerpo y alma al disfrute del hombre. Su boca volvió a devorar
la verga. El hombre, sentado y relajado, no hacía nada y era ella la que tenía que mover el
cuello adelante y atrás para satisfacerle. Sus labios presionaban sobre la piel de la tranca y
levantaba sus tetas para frotarlas, a través de la vestimenta, con los huevos del hombre que
milagrosamente, según la experiencia de Elena, aún no la había exigido que se desnudara.
En un momento el hombre apartó la verga de la boca de Carmen que la persiguió ávida.
- Quiero ver ese culo -exigió-
La joven se levantó y se dio la vuelta. Comenzó a levantarse la falda. Su condición de esclava
quedó clara en ese momento. No llevaba bragas y sus dos espléndidas nalgas estaban
resaltadas por el borde de las medias de liga que llevaba.
El amo comenzó a acariciar suavemente las chachas con una mano deslizando en cada pasada
un dedo por la raja del culo de Carmen que, bien adiestrada, permanecía quieta en espera de
que su ocasional amo ordenara algo o decidiera cual era la forma más placentera de utilizarla.
En ese momento entró el director de la cadena que contempló la escena y fingió no inmutarse
- Veo que ha encontrado entretenimiento - comentó con una sonrisa demasiado amplia para
ser cierta y mirando de reojo a su esclava como pidiéndole perdón de alguna forma.
Ya está todo arreglado. Puede pasar a maquillaje.
- Se ha buscado usted un buen culo- comentó el amo levantándose- No querría perdérmelo.
- El maquillaje es un proceso tedioso. Puede seguir entreteniéndole allí.
- Buena idea. Vamos Elena
Estaba claro que Carmen era una esclava domada porque en cuanto los hombres empezaron a
andar ella se aparejó al paso del amo y metió la mano en su cremallera para seguir
manteniendo estimulada la verga. Así recorrieron el pasillo, mientras el hombre apretaba el
culo de la periodista por debajo de la falda ante la mirada cada vez más cariacontecida del
director de la cadena.
Una vez en la sala de maquillaje, el director hizo salir al maquillador y llamó a una
maquilladora. Elena pensó que se trataba de otra esclava. El director quería dejar aquella
situación en familia.
Carmen volvió a colocarse en la misma posición que antes, ofreciendo el culo al amo. En esta
ocasión Elena se dispuso junto al brazo del sillón para no molestar el trabajo de la
maquilladora.
- Veamos que sabe hacer con eso- dijo mientras desataba la cinta que mantenía sujeta la falda
y la hacía caer al suelo
Carmen comenzó a menear las caderas delante del hombre. Elena extendió una mano y
comenzó a menear la polla para que al amo no tuviera que hacerlo. Poco a poco la esclava del
director acerco sus soberbias cachas a la verga del hombre hasta que comenzó a frotarlas
contra él.
El amo extendió una mano y la obligó a doblar la espalda hacia adelante. Ella lo hizo, pero en el
intento de mantener el culo pegado a aquella polla que le exigía placer hubo de apoyar las
manos en el suelo y abrió un poco más las piernas. Esa posición le resultaba a Elena dolorosa y
excitantemente conocida.
- Haz los honores, pequeña - le dijo su propietario.
Ella colocó el miembro que masturbaba en posición horizontal y comenzó a acariciar con la
otra mano el coño de Carmen, completamente ofrecido a la penetración del invitado de su
dueño. La raja estaba húmeda, como lo estaba la de Elena siempre que su amo la poseía.
Apoyándose en los brazos del sillón el hombre cogió fuerza y la empaló de un sólo empeñón.
La joven comenzó a mover el culo adelante y atrás apoyada aún con las manos en el suelo. El
amo palmeaba ambas cachas y las estrujaba a conveniencia mientras su verga entraba y salía
de la raja de la redactora.
Esta reunió fuerzas para incorporarse entre clavada y clavada de la tranca y con ambas manos
se sujetó las nalgas para apretarlas contra la polla que la perforaba la vagina. El director volvió.
El amo sujeto a la joven por su melena pelirroja y se incorporó. De pie, su impulso se hizo más
fuerte y la joven hubo de apoyarse en el mostrador en el que se apilaban los efectos de
maquillaje. La maquilladora salió de la estancia dando por concluido su trabajo.
Sin dejar de penetrar a Carmen, que hacía todos los esfuerzos posibles para que la verga se
alojara lo más hondo posible en su coño, mientras con la mano libre estrujaba los huevos.
- No me gustan los retrasos- se dirigió al director mientras acrecentaba el ritmo con el que se
follaba a su esclava- ¿Entendido?
- Todos deben ser igual de diligentes que este culo que me estoy tirando.
Sin decir más sujetó por las caderas a la mujer y la obligó a detener su vaivén. Sujeto el cuello
del jersey con ambas manos y los desgarró. Las tetas surgieron y las sujeto apretándolas con
fuerza con una mano. La otra fue a la melena de la joven a la cual obligo a alzar la cabeza. La
mano de la joven estrujó con fuerza los cojones a los que prestaba servicio cuando notó que se
iban a descargar dentro de ella.
Así fue y luego el hombre la empujó hacia adelante lo que la hizo caer de rodillas. Ella alzó el
culo hacia él desde el suelo en un acto reflejo de sumisión y ofrecimiento.
El amo puso el zapato sobre ese maravilloso trasero, mientras el coño comenzaba a rezumar
el semen que había vaciado en él. Con una mano Carmen lo recogía y se lo llevaba a la boca.
Elena, conociendo su misión, dobló la espalda y limpió con la lengua la polla de su amo. Sabía
que eso era lo que él esperaba de ella. Le encantaba sentir sus labios y su lengua en el
miembro con ella de pie en esa posición y teniendo acceso a su culo que, en esa ocasión,
acarició suavemente.
- Aquí todo el mundo sabe su posición. Hasta este coño cachondo que tienes por esclava. No
la olvides tú.
- No señor - contestó el director
Se volvió a sentar después de que Elena demostrara su pericia en dejar su polla limpia de
semen y la devolviera dentro del pantalón tras adorarla con el beso de sumisión en el glande.
Comenzó a juguetear con el pie en el coño de Carmen que aún se ofrecía desde el suelo
completamente desnuda salvo por las medias. La joven se estremecía cada vez que la puntera
se restregaba contra su raja.
- Este culo, dijo pateándolo con el otro pie, te ha salvado el puesto. Quizás merezca tener un
amo más digno.
Se levantó y la joven, sin decir una palabra comenzó a limpiar sus zapatos con las tetas para
eliminar los fluidos que había depositado sobre ellos su conejo con la paja que aquel hombre
le había dispensado.
- Vamos a esa entrevista y cuando esté editada mándame una copia a casa con personal
dispuesto a trabajar.
En aquella ocasión habían acudido a un lujoso edificio de oficinas en el centro de la ciudad.
Como siempre, Gloria conducía el vehículo y también como siempre el resto de las esclavas
acompañantes entretenían durante el trayecto la polla de su amo. En esta ocasión le había
tocado a Chupa, que se había esmerado en mantener caliente y erecto el miembro del hombre
recogiéndolo entre sus tetas y frotándolo rítmicamente. Elena había recibido las atenciones
del escrutador dedo de su propietario en el coño que, ocasionalmente, también le había
magreado el culo con suavidad.
Cuando llegaron a su destino el coche desapareció llevándose a Gloria y Chupa.
Elena y el amo se quedaron de pie ante la puerta. La joven llevaba una escueta minifalda de
vuelo y un top ajustado que juntaba y realzaba sus pequeños y redondos senos. Tenía que
hacer verdaderos esfuerzos al caminar para que la falda no dejara al descubierto por completo
su conejo y sus nalgas.
Un portero uniformado acudió a recibirles y les condujo hacia el interior. Cuando llegaron a las
escaleras Elena se adelantó a su propietario. Sabía que a él le excitaba verla subir las escaleras,
ver sus piernas largas, realzadas por los altos tacones, y sus caderas en movimiento, ver como
en cada peldaño el culo y el coño que era de su propiedad se dejaban ver fugazmente.
Probablemente le recordaba aquella primera ascensión en el que las prietas nalgas de la joven
sirvieron para masturbarle ampliamente.
Llegaron al segundo piso y el portero se paró ante una puerta. El amo sujetó a Elena por la
cintura y la atrajo hacia sí. La besó en el cuello con unos labios tórridos que hicieron arder la
piel de la esclava y la estrujó contra sí hasta que la joven sintió el miembro tieso contra su
cadera.
- Ahí dentro tienes que impresionar a nuestro anfitrión
- Lo intentaré, mi dueño - dijo la joven sumisa, bajando la mano hasta la entrepierna del
hombre para acariciar el paquete
- No basta con eso. Has de hacerlo como nunca para mi placer
- Para su placer, mi señor
El portero abrió la puerta y Elena pudo contemplar a un hombre sentado en un sillón de
reuniones. Entre sus piernas había una mujer rubia aplicándose con la boca a su tranca.
- Pasa buen amigo, pasa - saludó jovialmente al amo
El dueño de Elena entró en la sala y se acercó a estrechar la mano que su anfitrión le tendía
por encima de la mujer que se la estaba mamando. Luego se sentó en un sillón junto a él.
Elena ocupó su puesto de sometimiento tras el sillón.
- Espero que no te importe - dijo señalando vagamente a la mujer- Me aburría y siempre es
bueno que alguien te relaje de la tensión en las reuniones de negocios. Por eso me he traído a
esta vieja puta.
Elena miró a la mujer. Era cierto que ya no era una jovencita. Rondaría los 35, pero aún
conservaba un buen cuerpo sin que este llegara a ser espléndido. Su culo parecía todavía firme
y apetitoso.
- Yo me he traído a la mía - respondió el amo.
Como guiada por un resorte Elena comprendió que había llegado el momento de dar servicio
a la polla que mandaba en su vida. Esta era una reunión entre iguales, no como la cita en la
cadena de televisión, y se trataba de impresionar al otro con tus posesiones.
La joven arqueó la espalda sin doblar las piernas, como le gustaba a su amo y desabrochó la
bragueta. Con las manos sujetó los huevos por debajo del calzoncillo y comenzó a masajearlos
mientras con los dientes bajaba el elástico hasta que la tranca la golpeó en la cara.
Sin hacer caso a las dos mujeres que se esforzaban en conseguir su placer, los dos hombres
comenzaron a hablar de negocios. Elena utilizaba la punta de la lengua para lamer el glande de
su amo y masajeaba los huevos. La otra mujer, menos adiestrada, deglutía salvajemente la
tranca de su propietario intentando mantenerla constantemente introducida en su garganta.
Distraídamente el amo echó mano a su culo. Introdujo dos dedos en su conejo y comenzó a
frotar mientras con el resto de la mano sujetaba una de las cachas que Elena ofrecía blancas y
duras bajo la falda. Desde allí dirigiría la mamada de su esclava.
La conversación continuaba y el amo estrujó la cacha. Elena cambió de servicio y sujetó con
los dientes el glande, introduciendo la lengua en la raja del mismo. Sus dedos corrieron por la
verga arriba y abajo. Luego beso cada una de las pelotas de su propietario y finalmente se
introdujo el miembro en la boca. Lo saboreo como el que paladea un manjar y lo lamió antes
de comenzar a succionarlo lentamente. Satisfecho, el amo la recompensó masturbando su
conejo ampliamente.
Así continuó durante toda la conversación. Cada vez que el amo lo requería con un cachete en
el culo o un pellizco en la raja, ella aceleraba el ritmo de la mamada y cambiaba el masaje
interno. Con la lengua, los dientes, la campanilla o los labios. Se había convertido en un
instrumento sexual que su amo podía dirigir sin ni siquiera hablarla.
Estuvo a punto de perder la concentración en su servicio cuando escuchó el chasquido. Abrió
los ojos sin dejar de mamar la verga de su amo y vio como el otro hombre golpeaba a su
servidora.
- Has acabado demasiado pronto - se quejó mientras impedía que la mujer, que perseguía
desesperada el miembro con la boca, volviera a introducir la polla en su garganta ahora llena
de semen de la reciente corrida de su amo.
- Apenas hemos llegado a un trato, mala puta.
Elena no desistió de su servicio ni lo aceleró. Su amo estaba demostrando que era capaz de
controlar los cuerpos que le servían para el placer.
- Estará perdiendo facultades - comentó su propietario.
- Tú siempre la has adiestrado muy bien
- Me dan ganas de meterla en el lote
Al escuchar eso, la mujer se lanzó a los pies de su dueño y comenzó a besárselos. Al principio
el hombre la pisó el culo impidiéndola moverse, pero finalmente sucumbió ante la sumisión y
permitió que su hembra le limpiara la verga con las tetas.
- Da igual - dijo el dueño de Elena- Yo también quiero acabar.
Era la señal. Elena cerró las piernas sobre los dedos de su amo y comenzó a comer polla con
todas sus ganas. Su lengua perforaba el glande y sus labios succionaban con fruición. Cuando la
verga estaba a punto de estallar. La sujetó con las manos y posó sus labios sobre el glande.
- Por favor, amo - dijo con un tono de súplica absoluta- correos dentro. Dejad que me lo
trague.
- No
Ella meneó tan sólo dos veces el miembro sin apartar los labios del capullo y el semen de su
dueño bañó su rostro. Había cumplido su misión. Había dado placer hasta que el amo le había
requerido una corrida, que había sabido propiciar para satisfacción de su dueño. Se sintió
extrañamente satisfecha.
- Se trata de que siempre busquen una recompensa. A veces se las da y a veces no.
- dijo su amo mientras se levantaba.
Elena, sabiendo que no podía usar la boca para limpiar a su amo, le ofreció el culo.
Se giró y, de nuevo con la espalda arqueada, le ofreció las cachas que ahora estaban libres de
la breve ocultación que propiciaba la falda. El otro hombre contemplaba, aún con el pie sobre
su sierva, aquel ofrecimiento, asombrado a la vez por el maravilloso culo que veía por primera
vez y por la muestra de sumisión total de Elena, que empleó las manos para apartar las cachas
y permitir que la tranca que mandaba en su vida se

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