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Anjos: Cavalaria de Deus - Nossa Senhora e a reparação do pecado dos Anjos


Decaídos

Fonte: Fr. Santos Santamarta, O.S.A; AObras de Santo Tomás de Villanueva C


Sermones de la Virgen y obras castellanas@, BAC, Madrid, 1952,

En la concepcion de la Bienaventurada Virgen Maria

Caballería de Dios, pues son como el carro en que Él se


sienta C fueron creados en gracia (Sermón 1)
A mis caballos, dice, uncidos a las carrozas de Faraón, te tengo yo comparada, amiga
1
mía . Llama caballería de Dios a sus ángeles, arcángeles, tronos, que son como el carro en
que El se asienta. Tú que estás sentado sobre los querubines2, dice el Salmista, y repite: La
carroza de Dios va acompañada de muchas decenas de millares de tropas de millones que
hacen fiesta; en medo deellos está el Señor3. (Pág. 129-130).
[...]
Pues el ángel y el hombre fueron crados en gracia,. Y así se dice de Lucifer: Habitabas
en el jardín de Dios4; y del hombre: Dios creó al hombre recto5. Por consiguiente, como el
ángel y Adán fueron creados en gracia, así la virgen fué concebida en gracia. (Pág. 138)

La ambición del poder privó al ángel de su dicha angélica (Sermón 4)


El ángel y el hombre, elevados vanamente sobre sí, pretendieron recorrer los caminhos
de la eternidad. Ambicionó aquél el poder, y éste la sabiduría6, porque la astuta serpiente no
vió probabilidad alguna de que el hombre, tan baja criatura, osara apetecer el poder divino
que ella ambicionó. En efecto, )cómo hubiera podido elhombre, tan insignificante, desde el
lugar más bajo del mundo, señalar su derrotero a los astros, gobernar el cosmos, disponer
todas las cosas? Por eso le persuadió con más facilidad a que apeteciera la sabiduría, que se
muestra más asequible y de la cual siente elcorazón humano un anhelo natural. [...]

1
) Cant. 1, 9.
2
) Ps. 80,2.
3
) Ib., 68, 18.
4
) Ez. 28,13.
5
) Eccl. 7,30.
6
) Santo Tomás, 2-2, q. 153, a. 2 c.
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Dice a este propósito San Bernardo7: La ambición del poder privó al ángel de su dicha
angélica, y el apetito de ciencia despojó al hombre de la gloria de la inmortalidad. )Cómo
caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora? )Dónde está tu gloria, tu esplendor? [...]
Ya lo afirma el profeta: [...] no hubo otra causa quela envidia del maligno, pues por la
envidia del diable entró la muerte en el mundo8: la soberbia le derribó a él, y por su envidia
engañó al hombre. (Pág. 160)

Nossa Senhora propiciou a reparação para o pecado dos Anjos e a redenção para
o pecado dos homens (Sermón 4)
Sucedió, por consiguiente, que aquella obra admirable del Creador, que perdió el
resplandor de la gracia que realzaba la naturaleza, seredujo a inmunda escora, y la imagen que
representaba a Dios en su obra, ennegrecida, se convirtió en sucio carbón. Dice el profeta:
Más denegrido que el carbón está su rostro9 He aquó cómo las preciosas margaritas por la
mancha del pecado se convirtieron en inmundos tizones. Tan poderosa es, hermanos míos, la
corrupción del pecado, que en un momento convierte a una brillante margarita en carbón y al
ángel más resplandeciente en el más espantable diablo. [...] Quedó la angélica margarita en
los ángels buenos, aunque diáfana y pura, debilitada, sin embargo, y disminuída, porque10 al
caer el dragón arrastró en su cola consigo a la tercera parte de las estrellas.
En cambio, la otra margarita, que Dios había revestido de barro, permaneció sin
doblegarse, aunque corrompida, manchada y ofuscada por la pestífera inspiración de la
serpiente. Las dos margaritas reclaman de nuevo la intervención del primer Artífice: aquèlla,
el ángel, necesita de un reparador; ésta, el hombre, de un redentor: aquélla anhela con ansia
quien la restablezca; ésta quien la renueve. (Págs. 160-161) [...]
Conocéis, hermanos, a este gran Merceder y su gran negocio: por qué viene, qué busca
entre nosotros, la causa de su venida, el motivo de tan extraordinario negocio. Vino
comoreparador de los ángeles, como redentor de los hombres; ambas naturalezas le son
deudoras. Reformó a la humana, restableció a la angélica, puesto que ejercerá su juicio en
medio de las naciones11 y consumará la ruina de las naciones justas. Y por eso en su
nacimiento el ángel celestial anunció con toda sabiduría la gloria a los moradores del cielo y
la paz a los hombres12; porque el hombre había de ser reconciliador y la hermosura angélica
restablecida, les llegaba a éstos la gloria y la paz a aquéllos: las dos naturalezas son deudoras,
las dos deben reconocer la deuda. (Pág. 162).

En la Anunciación de la bienaventurada Virgen María (Sermón I)

7
) Sermón 4 de la Ascensión del Señor, 5.
8
) Sap, 2,24.
9
) Lam. 4,8.
10
) Apoc. 12, 9.
11
) Ps. 109, 6.
12
) Lc. 2, 16.
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Es corriente la presencia de los ángeles donde reina la soledad de los hombres (Pág.
235) Una diferencia13 sobre todo suelen notar acerca de estos dos espíritus los varones doctos:
el ángel al principio causa temor y luego dulzura, y el diablo todo lo contrario. Y lo vemos
también en esta aparición del ángel, pues a la vista del mismo se espantó la virgen, y al
marcharse él se quedó llena de dulce satisfacción. Por eso le dijo el ángel: No temas, María:
porque has hallado gracia en los ojos de Dios14; puescomprendió, que con su presencia la
había atemorizado y trata inmediatamente de apaciguarla con la blandura de sus palabras.
También más tarde las mujeres, sobresaltadas junto al sepulcro por la presencia del ángel, son
consoladas por el mismo ángel, que les dice: No tenéis que asustaros15. (Págs. 238 e 239).

13
) Viene bien aquí lo que leemos en la vida de San Antonio Abad escrita por San Atanasio, n. 35 y 36. Véase también a
Santo Tomás (3 q. 30, a. 3):
AA lo tercero se ha de decir que, como afirma San Ambrosio, sobre aquello del capítulo 1 de San Lucas: Le apareció un
ángel, somos perturbados y privados de nuestra disposición cuando nos vemos apretados por el encunetro de algún poder
superior. Y esto ocurre no sólo en la visión corporal, sino también en la imaginaria. Por eso se dice en el Genesis (15,12)
que, al poner del sol, un pesado sueño sorprendió a Abraham, y apoderóse de él un pavor grande de tinieblas.
ASin embargo, semejante pertgurbación del hombre no le perjudica tanto que por ella deba ser rechazada la aparición
angélica: en primer lugar, porque por lo mismo que el hombre es elevado sobre sí mismo, lo cual cede en su dignidad, se
debilita su parte inferior, de donde procede la sobredicha perturbación, a la manera que, recogido el calor de las partes
interiores del hombre, se estremecen las exteriores.
AEn segundo lugar, porque, como dice Orígenes sobre San Lucas (hom. 4 al principio), el ángel, al aparecer,
conociendo la naturaleza humana, lo primero que hace es remediar la perturbación; por eso tanto a Zacarías como a María
les dijo después de la perturbación: No temas. Y por esto, como se lee en la vida de San Antonio (Vidas de los Padres, I.
1, c. 18),no es difícil el discernir los buenos de los malos espíirtus; pues si después del temor sucede el gozo, sabemos que
nos viene el auxílio de parte del Señor, porque la seguridad del alma es indicio de la presencia de su majestad; pero si
persevera el temor primero, se convence ser el enemigo.
La turbación de la virgen fué conveniente aun para el pudor virginal; porque, como dice San Ambrosio sobre aquello del
capítulo de San Lucas: Y habiento entrado el ángel, es propio de las vírgenes temblar y estremecerse a toda proximidad
del varón, temer todas las conversaciones del mismo. Algunos, sin embargo, dicen que, como la Virgen estaba
acostumbrada a las visiones de los ángeles, su turbación no obedeció a la visión del ángel, sino a la admiración en que le
pusieron las cosas que el ánges decía, ya que no podía pensar cosas tan magníficas de si misma. Y por eso el evangelista
no dice que se turbó con la visión del ángel, sino al oír tales palabras@.
No se ha de pasar tampoco por alto la sentencia de San Bernardo en el Serm. 24 de divers., n. 2, donde dice, tratando de
la palabra de Dios: AAl sonar de pronto en los oídos del alma la voz divina, la turba, la espanta; pero a la seguida, sí no se
aparta el oído, la vivifica, la ablanda, la afervora, la ilumina, la limpia.@
14
) Lc. 1, 30.
15
) Mc. 16, 6.

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