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Casos LoCos
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© Psicolibros Universitario
Tristán Narvaja 1671
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E-mail: paticarretto@adinet.com.uy
ISBN 978-9974-704-07-7
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multipremiado, que tuvo la deferencia de ayudarme con sus apreciaciones, consejos
e ideas, para dotar a los textos de una mayor capacidad narrativa. Horas estupendas
de charlas con una persona que sabe albergar dos de las particularidades más difíciles
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de encontrar en el ser humano: la sabiduría y la sencillez.
Gracias a mi amigo y hermano de la vida Dagoberto Puppo –hombre sabio y
bondadoso, el clínico más brillante que he conocido–, por la enorme generosidad
intelectual que ha puesto a mi disposición desde que nos conocimos, por la amistad
permanente e inquebrantable, por la escucha y la confianza.
Y por último, gracias a mis pacientes, que me han posibilitado la realidad
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clínica en que se fundan estos textos. A ellos les pertenece este libro.
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Los motivos de un asesino ......................................................... 17
El acto ............................................................................................ 18
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Acto loco........................................................................................ 19
Un poco de historia ........................................................................ 20
El después ...................................................................................... 24
El diagnóstico ................................................................................ 27
Historias de duelo y locura... ¿Un delirio compartido? ................. 27
Una loca maternidad ...................................................................... 28
El drama de lo imaginario.............................................................. 29
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El amador ................................................................................... 33
¿Una conversación puede desencadenar un delirio? ..................... 33
El capullo ....................................................................................... 34
La elisión en lo imaginario ............................................................ 35
La elisión de lo simbólico .............................................................. 36
El ocaso de un amor....................................................................... 36
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El difícil arte de sufrir ............................................................... 43
Acto I: Protagonistas...................................................................... 43
Acto II: El caso .............................................................................. 46
Acto III: Autopsia .......................................................................... 48
Acto IV: Finales ............................................................................. 51
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El pianista ................................................................................... 53
Capítulo I: El piano........................................................................ 53
Una historia.................................................................................... 53
La dañada brumosidad ................................................................... 55
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El tormento .................................................................................... 56
El ocaso.......................................................................................... 57
El retorno del hijo escaso............................................................... 58
Una perplejidad.............................................................................. 58
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Sospechosas ................................................................................... 72
La niña oscura: Pauline Parker Rieper........................................... 74
La bella imaginativa: Juliet Hulme ................................................ 75
El informe psiquiátrico .................................................................. 77
El “Cuarto Mundo” ........................................................................ 78
Capítulo II: El juicio, la versión celestial ...................................... 80
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Capítulo VI: el peso del nombre: Pauline-Gina-Nathan ................ 98
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Los fenómenos de franja.............................................................. 108
El desencadenamiento de la psicosis ........................................... 108
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querido lector, estoy prologando mi propio libro escrito hace años, por segunda
vez. Una experiencia extraña, debo confesar. Casos locos fue el primer libro que
escribí en solitario (había escrito otros como compilador o coautor) y le tengo un
cariño especial. Fue en el 2006, tenía treinta y seis años, hoy tengo algunos más,
hasta un hijo más. Han pasado muchas cosas en estos siete años: nacimientos,
muertes, decepciones, alegrías, en fin, la vida misma.
Casos locos marcó un antes y un después en mi vida. El libro tuvo un relativo
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éxito. A partir de este llegaron otros y me abrió las puertas a lugares insospechados
como tener una columna en la radio o tener un espacio fijo en la Televisión, pero
sobre todo a algo que siempre quise hacer: escribir para un público más amplio
que el estrictamente psicoanalítico. Creo que es un estilo que he cultivado con el
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correr de los años pero este libro fue el comienzo.
La experiencia del proceso de escritura me permitió conectarme a los talleres
literarios y sobre todo con el gran Rafael Courtoisie, que me enseñó algunos trucos
de la narrativa, pero sobre todo me alentó a escribir sin miedos. A partir de Casos
locos pude integrar aspectos, como la literatura, la música, el humor, que van más
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y hay cosas que podría haber cambiado del texto, prefiero dejar al que fui. Solamente
agregué solo dos casos sobre la película Cisne Negro y la heroína de la trilogía
Millenium, Lisbeth Salander. Me parece que ambos casos van en la línea de este
libro y suman más que rellenan.
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Montevideo, junio del 2013
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El primero, de mi niñez, conserva hasta el olor particular del mar rocoso
de Punta Fría: sentado en el piso de mi casa de veraneo (cuando aún mi familia
podía darse tales lujos) escuchando las anécdotas de pacientes locos que mi tío
relataba.
Mi tío disponía de esa facilidad que tienen algunos en el arte de la oratoria;
siempre necesitado de un público fascinado, contaba durante horas, historias reales
o inventadas o quizás una mezcolanza de las dos.
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Describía sus vivencias de un asilo psiquiátrico que administraba su familia,
en la zona de Colón, donde se presentaban los más diversos tipos de patología
fantástica que uno pudiera imaginar. Muy tardíamente advertí que los cuentos
eran eso, cuentos, y que mi tío era más fantasioso de lo que yo podía sospechar.
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Igualmente esos recuerdos siempre quedaron intensamente presentes en mí, a través
de la pregunta: ¿Por qué alguien se convierte en “loco”?
El segundo, más cerca de mi juventud, se enlaza con una adolescente que
conocí y que padecía de unas crisis raras, incalificables y horrorosas.
Una representación apocalíptica, un dolor exasperante e inenarrable se
apoderaba de ella y la convertía en otra persona. Su mundo desaparecía y todo se
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transformaba en una pesadilla de la que no podía despertar. Algo terrible para ella,
pero también para quienes la rodeaban, que sólo podían participar como espectadores
sigilosamente estremecidos.
Con el tiempo supe nombrar esto que intimidaba: locuras histéricas. Frag-
mentaciones, despersonalización, parálisis funcionales y paroxismos marcaban la
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tratante de guardia que le aplicara cinco inyecciones de un antipsicótico muy potente.
Era innecesario para el profesional explicarle al colega que el psicofármaco se daba
de a una inyección por mes, ya que su poder persistía por treinta días.
La cuestión es que el médico no entendió, o no era afecto al dios argentino,
por lo que las cinco dosis fueron aplicadas el mismo día. El pobre “Maradona” casi
muere a consecuencia de la terrible experiencia.
Cuando me pidieron que lo viera, su estado, en el mejor de los casos, era
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calamitoso. Le pregunté, luego de escuchar por un rato sonidos casi incomprensibles
de su parte –producto del trabajo de los fármacos–, si se seguía comunicando con
Maradona.
Su respuesta me impresionó; en un balbuceante y, por qué no decirlo, babeante
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lenguaje, me dijo: “a veces se corta, la línea no anda bien, pero sí”.
Maravillosa frase que descubre y lleva a pensaren la localización de la locura,
y en su persistencia más allá de la medicación.
Escribo de la locura, probablemente, desde siempre, aún sin saberlo: de hecho,
la mayoría de mis trabajos anteriores a este libro giran sobre este tema, quizás como
una forma de cercar eso de lo inenarrable de la escucha de la locura.
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quizás, también, por lo arduo de una práctica que se realiza en solitario pero
que se torna imposible –a mi modo de ver– si se efectúa en soledad.
La práctica clínica me ha llevado a estar muy en contacto con aquellos pacientes
que son catalogados en la jerga popular como “locos”, y no dejan de pertenecer a
una clínica particular dentro de la singularidad que la práctica analítica tiene.
Es por esto, y mucho más, que escribo sobre los casos locos, esos que sostienen
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La locura aún hoy me maravilla como intento de lazo con el otro, como
tentativa de gritar una razón, aunque sea loca, de aquello con lo cual el sujeto no
puede.
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paisaje espléndido. Un verde intenso, con imperceptibles ondulaciones, resaltaba
aún más una pequeña laguna que se imponía frente a mí. Por un instante me
olvidé de todo, acompañado por algunos tibios rayos de sol que se colaban en la
habitación. Todo esto me transportaba a una sensación suave, contradictoria con
la estética del lugar.
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hasta el momento deleitable dio paso a la cruda realidad del presidio. Giré mi vista
y distinguí las paredes magulladas y las puertas desvencijadas, que subsistían como
testigos muertos del temible enfrentamiento que había ocurrido, poco tiempo atrás,
en aquel Penal emplazado en un contrasentido: el pueblo de Libertad.
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En uno de los pocos lugares hospitalarios que este gris celdario ofrecía, me
encontré con el primer preso a diagnosticar luego del motín.
El hombre que tenía que entrevistar no había participado en el episodio, ni
siquiera estaba encarcelado en ese tiempo, y nadie sabía a ciencia cierta por qué
se encontraba allí.
Por lo general coinciden algunos elementos que hacen a los diferentes delitos
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y a quienes los cometen. También el paso del tiempo y la rutina dentro de las
cárceles hacen que los discursos carcelarios se repitan y quizás además se repitan
las preguntas que los técnicos hacen a los presos. Todo se convierte, muchas veces,
en un largo y muerto devenir. Sin embargo, el hombre con el que iba a compartir
varios encuentros me iba a ofrecer una rara peculiaridad: lo inexplicable.
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bien, era el capataz de la estancia del acuchillado. Estaba contando el ganado
tranquilamente en el mismo lugar donde se encontraba el cadáver.
Una vez que terminó su tarea del recuento de las reses, confesó, sin ningún
tipo de rodeos, la autoría del hecho.
El acto
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Momentos antes del sombrío desenlace, Juan se encontraba juntando las reses
para contarlas, ya que es norma que el capataz de estancia al finalizar su contrato
de trabajo deba presentar un inventario de la cantidad de cabezas de ganado. Algo
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que se funda en la necesidad de que exista un control por parle del propietario del
establecimiento. Esto, por lo general, no está estipulado en un documento escrito,
pero constituye una práctica en las empresas.
La razón de su alejamiento no estaba marcada por una renuncia, sino que había
sido despedido. Lo único que aparecía como vestigio posible de su destitución era
el haber pedido, por primera vez en dieciocho años, un aumento de sueldo.
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las razones que de alguna forma aclaren la subjetividad del acto de Juan.
Nada encuentran los peritos, a través de diferentes entrevistas en el tiempo
inmediatamente posterior al acto, que haga pensar en su inimputabilidad. No hay
indicios de delirio, ni de desestructuración de la conciencia, ni de ningún otro
indicador semiológico que la sugieran.
Lo que asombra a los expertos es el estilo del crimen, en particular, la saña del
homicidio que no está, en apariencia, en relación con el sujeto que lo comete. Si
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hay un atributo principal de Juan, remarcado por los datos de su vida así como de
los diferentes informes psicológicos y psiquiátricos, es su falta de agresividad.
Juan es procesado y más tarde sentenciado por el delito de “Homicidio”, y
condenado a siete años de penitenciaría, pena que en lo formal es, para Uruguay,
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bastante leve con relación al tipo de delito cometido.
Acto loco
Normalmente cuando se trabaja teóricamente en el terreno de las psicosis, se
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1 Freud, “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” Obras completas. tomo XII, Ed. Amorrortu,
Buenos Aires, 1994.
2 Lacan, J.. De las psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Ed. Siglo XXI, México 1976.
3 Lacan, J. De las psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Ed. Siglo XXI. México 1976.
4 Capurro, Raquel-Nin, Diego, Extraviada, Ed. Edelp. Bs. As., 1997.
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analizarlo.
¿Podemos pensar este homicidio como un pasaje al acto?
¿Cuál es la dimensión del acto de Juan?
Dejemos abiertas estas interrogantes y avancemos un poco más con las
características del crimen.
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donde estaba en juego su vida: “lo tuve que matar porque si no él me mataba a mí”.
Frase enigmática y oscura que encierra un sin-sentido, ya que el patrón se encontraba
desarmado y la disputa entre ellos surgió como consecuencia de algo aparentemente
tan insignificante como no dejarlo realizar su tarea de contar las vacas.
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El enunciado encierra una carga que está mucho más allá de la dimensión
de la realidad, ya que la dialéctica mortífera que ese enfrentamiento contenía está
instalada en algo que no tiene que ver exclusivamente con su patrón.
Un poco de historia
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lo requería”.
Uno podría pensar que trabajó durante tantos años debido a la falta de
ofrecimientos laborales, sin embargo, casi con asombro, nos enteramos de que le
habían sido propuestos varios empleos mejor remunerados pero que él siempre
había desistido por una única y fundamental razón: en ninguno de los trabajos
planteados el cargo era el de capataz.
5 Término utilizado por Jacques Lacan para designar un lugar simbólico –el significante, la ley, el lenguaje, el
inconsciente– que determina al sujeto, a veces de manera exterior a él, y otras de manera intrasubjetiva. en
su relación con el deseo.
6 Así nombramos este tipo específico de acto.
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¿qué hace que una persona, que trabajó durante dieciocho años en un régimen
de explotación sin decir nunca una palabra, mientras dejaba de ver a su familia
semanas enteras debido a las exigencias crueles de su patrón, pueda estallar con
una ferocidad tan llamativa por el hecho de no dejarlo contar las vacas?
Este homicidio, si bien se inscribe bajo el modo de lo urgente y lo enigmático,
admite una lectura diferente. El pasaje al acto implica, en quien lo realiza, una
especie de borramiento, en la medida que el sujeto como tal es defenestrado; de
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ahí la dificultad para poder entenderlo. Sin embargo, si podemos rastrear aunque
sea una sola huella de formulación de ideas delirantes anterior al acto, podremos
leer éste de otra manera, “antes incluso que esas palabras se concreten en fórmulas
delirantes...”7.
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Examinando el tiempo de gestación del pasaje al acto, buscando las huellas
que determinen el mismo, surgen tres hechos que merecen ser tenidos en cuenta.
El primer hecho ocurre aproximadamente un mes antes del desenlace fatal.
Juan se encontraba colocando un alambrado. En ese momento llega su patrón, le
manifiesta que lo está haciendo mal, y agrega algo que nunca en esos dieciocho
años había indicado:
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El segundo hecho ocurre dos días antes del fatal desenlace. Fue cuando, por
primera vez, Juan decide solicitarle aumento de sueldo a su patrón.
Su mujer, durante años, frente a los diferentes ofrecimientos laborales, le exige
a Juan que cambie de trabajo, pero él, como mencionamos anteriormente, no lo
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7 Lacan. J. Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermana Papin, Ed. Siglo XXI. México, 1976, pág.
342.
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Estos hechos que remarcamos giran en torno a un solo significante: capataz.
El último suceso, el que en definitiva ocasiona la disputa mortal, aparece como
consecuencia de la negativa, por parte del patrón, respecto a permitirle terminar
con su tarea.
El patrón, con el despido, desconoce el reconocimiento que Juan pide; y lo
refuerza al no dejarlo contar las vacas, actividad inherente (y excluyente para él)
de su puesto.
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Triple desconocimiento que, de alguna manera, debe ser leído como una
secuencia:
Víctor Iunger8, quien ha trabajado bastante sobre este tema, plantea que el
pasaje al acto se trata de la conclusión de una escena. De un acto que alcanza su
punto final en el efecto de exterminio del sujeto.
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un acorralamiento imaginario.
Cuando los peritos interrogan a Juan investigando acerca del porque del ataque
a un hombre que estaba desarmado, su respuesta es terminante: “yo lo tuve que
matar primero, no tuve más remedio que matarlo, si no él me iba a matar a mí”,
8 Iunger. Víctor. “Clínica del Pasaje al Acto en la Neurosis”. Publicado en las Actas de la reunión Lacanoamericana
de Porto Alegre, Volumen 2, Ed. Recorte, Porto Alegre, 1993.
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La dimensión intuitiva, característica de la paranoia, parece dominar a Juan,
que ve la determinación de matar de su patrón. Esto que ve conforma la imagen de
la “personificación del crimen”10 y es lo que habilita su reacción, no a la persona
del patrón, sino a quien sostiene esas imágenes.
Es Juan quien arremete letalmente debido al sesgo de lo que cree leer en la
mirada del patrón. Su psicosis, de acuerdo con esta lectura, no se da como una
acción, sino que tiene que ver con una reacción.
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El acto de Juan se construye como un acto paranoico, en la medida que está
en relación directa con las tensiones sociales que se fueron desencadenando y
porque se establece como consecuencia de un saber que se le impone a través de
los fenómenos elementales que la psiquiatría calificó como delirantes: la intuición
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y la interpretación.
El momento crítico del enfrentamiento con su patrón, “era él o yo”, refleja la
aparición de una imagen que alcanza el saber de las intenciones, ya no del patrón,
sino de la certeza inconmovible que se apropia de él.
El patrón, al desconocer por tercera vez a Juan como capataz, propicia un
quiebre en el orden instituido hasta ese momento. Renuncia, a partir de ese acto, a
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su función: ser el que controle que su empleado cuente el ganado. Y surge entonces
una ruptura en el orden establecido hasta el momento.
Si hay algún indicio de mortificación en él, no es por el lado del arrepentimiento
sino por el de la obstinación: “cómo no me va dejar contar las vacas si es patrón”.
Una y mil veces será “necesario” el homicidio como única forma de recomponer
algo de lo que sólo puede haber certeza, “El patrón tiene que saber cómo es su
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trabajo”, jerarquía que exige sin dar, donde no importa la falta de escrúpulos del
patrón, en la medida que certifique su cargo para Juan.
Cuando esto falla por el lado del “otro” (siempre en el pasaje al acto paranoico
es así), las cartas necesariamente deben repartirse de otra manera, ya que el patrón
¿qué pasaba con Juan si no contaba las vacas? ¿Significaba acaso que él era
patrón?
9 Allouch, J., Porge, E., Viltard. M., El doble crimen de las hermanas Papin, Ed. Epele, México, 1995. pág. 114.
10 Expresión utilizada por Lacan a propósito del doble crimen de las hermanas Papin. op. cit.
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Pensamos que este acto puede ser entendido desde una dimensión que excede
lo simbólico. Juan se pudo sostener imaginariamente en una relación con su patrón
mientras éste hiciera de sostén de un lugar que intentara organizar un mundo de
significaciones, y así fue casi por dos décadas. Ahora, cuando el patrón no actuó
como tal, el frágil equilibrio se rompió, sacando a los personajes de la escena y
situando el pasaje al acto como un intento de recomposición.
Es poco frecuente encontrar esta manifestación, este fenómeno singular.
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“Ver (si de eso se trata) el delirio, eliminarse tal cual, de manera absolutamente
radical”11.
Parecería que, en Juan, todo lo que fueron manifestaciones psicóticas propiamente
dichas se redujeron a un simple acto mortífero, “un punto de remate”12 que es algo
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específico y distinto de lo que se puede observar en relación con otras psicosis.
El después
Meses después me encontré con un colega que había entrevistado a Juan en
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una cárcel del interior. Estaba bien, ordenado y obstinado como el día que lo vi. Las
autoridades del penal, en un raro acontecimiento, entendieron que no era un preso
para estar cumpliendo una condena en ese lugar, por lo que decidieron trasladarlo.
Hoy es un preso modelo, tiene como abrigo una cárcel que lo nomina, lo
sostiene y, lo más relevante –por lo menos para él–, que le permitió restablecer un
mundo de significantes donde él, como preso, puede diferenciarse de aquellos que le
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sirven como referencia: en este caso, los policías, que le devuelven un adentro y un
afuera, un orden de jerarquías, como otrora, durante dieciocho años, su patrón.
La pena nunca más adecuada para alguien que sólo puede sostener un orden
por la vía de la dimensión imaginaria, en este tiempo, en la diferencia recluso-
policía.
11 Lacan, J., Intervención en el servicio del Dr. Daumézon, en el Hospital Sainte-Anne, 1970, inédita. (Tomado del libro:
Marguerite, Lacan la llamaba Aimée, de Jean Allouch, Ed. Epele, México, 1995.
12 Allouch, J. Marguerile, Lacan la llamaba Alinee, Ed. Epele, México, 1995, pág. 254.
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Sobresaltado y sin lograr articular respuesta, sólo atinaba a preguntarme qué
hacía yo en medio de ese lío.
El arma en cuestión pasó desapercibida durante mucho tiempo en el flanco
izquierdo de mi biblioteca, hasta que fue descubierta y reasignada en funciones
por quien intentaba ser mi agresora.
La situación era de por sí extraña pero, encuadrada en una primera entrevista
psicoanalítica, lo era más aun. Un puro acto loco parecía adueñarse de la escena
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convirtiéndola casi en la de un film de terror.
El suspenso interminable por fin dio paso a la acción, y el paraguas virulento
atacó. Apenas pude levantarme para repelerlo.
Ese fue el comienzo del análisis con Laura.
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Laura, en ese tiempo una adolescente de dieciocho años, me llamó una mañana
para pedir una consulta. Mi nombre había sido sugerido por una colega que le
manifestó “que el analista [yo] se podría hacer cargo de lo que le pasa”. Toda
derivación o todas las palabras que intentan delimitarla, producen efectos en el futuro
de los análisis, muchas veces inimaginables. Esta no iba a ser la excepción.
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Laura era lo que en la jerga médica se conoce como “una psiquiátrica”; una
historia llena de psicofármacos e internaciones, se apropiaba de la mayoría de sus
últimas vivencias.
por completo.
En este primer tiempo, ella atribuye esta cuestión a producto de su
imaginación.
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encontrar una respuesta a través de una consistencia mortífera, arropada en una
sola presencia aterradora: la de Lucifer.
Laura me cuenta que al cabo de dos años de esta relación, (¿por qué no llamarla
relación?) que “el hombre encapuchado”, “Lucifer”, comenzó a violarla.
Las violaciones tienen lugar cuando ella está durmiendo y su sumisión está
fundada en la advertencia de que matará a su padre si no accede a su demanda. Es
importante destacar que su padre es un hombre bastante mayor que sufre problemas
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cardíacos.
El miedo que la invade, por la posibilidad de la muerte de su progenitor,
hace que Laura se someta a sus demandas, no solamente de carácter sexual, sino
de otras que tienen que ver con diversos pedidos, tales como no salir de su casa,
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no escuchar música, etc.
El paraguas sicario
A medida que va historiando su dolor, le pregunto que posibilidades hay de que
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yo pueda hablar con Lucifer. Muchas veces, cuando uno trabaja con pacientes cuyo
diagnóstico no es claro, el poder interactuar con el delirio aporta datos interesantes
con respecto a la estructura de personalidad, así como a la dirección de la cura.
Laura, entre lágrimas, me dice que nadie puede hablar con él, a excepción de
los exorcistas. Sabe, además, que en algunas ocasiones, sobre todo cuando llora, él
se apropia de su cuerpo y que incluso pierde la noción de lo que está ocurriendo.
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El diagnóstico
¿qué le pasa a Laura? que la locura la atraviesa no hay dudas, pero ¿de qué
forma?
Son varias las interrogantes que surgen con respecto a la posibilidad de pensar
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en el abordaje clínico. Desde el punto de vista psiquiátrico aparecen elementos que
harían sospechar en una psicosis alucinatoria crónica. Las alucinaciones auditivas y
visuales, los fenómenos de despersonalización y la dificultad de conciliar el sueño,
llevarían necesariamente a ubicarla en ese registro.
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Sin embargo, podemos hacer una lectura diferente.
Las alucinaciones psicosensoriales y no exclusivamente auditivas, el delirio
más vivido que pensado y hablado, la ausencia de desorientación temporoespacial,
las transformaciones, la teatralidad de la escena, así como la brevedad en la duración
del delirio (ella puede entrar y salir tan prontamente del mismo sin tener conciencia),
me hacen pensar, en un primer momento, sin poder fundamentarlo demasiado, en
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En todos los trabajos de diferentes psicoanalistas que hemos leído sobre este
tipo de manifestaciones endemoniadas, es llamativa la poca importancia que se
otorga al entorno familiar de estos pacientes.1
Cualquiera que haya trabajado con locuras histéricas sabe que el entorno
familiar es absolutamente catastrófico.
1 Recomiendo leer el trabajo “El delirio histérico no es un delirio disociado” de J.C. Maleval. Locuras histéricas y psicosis
disociativas. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1991.
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La madre de Laura, a quien llamaremos María, tendrá varias internaciones
psiquiátricas durante el primer año de su hija, sobre las que reina un profundo
secreto familiar.
El diablo como problema es introducido en el delirio de su madre y de alguna
manera ocupa un lugar referencial en la historia de la paciente.
María pasa cerca de cuatro meses sin ver a su hija, la abuela se ocupa de su
cuidado.
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Las ideas delirantes de María fueron menguando paulatinamente hasta casi
desaparecer. Igualmente la niña se quedó viviendo en casa de su abuela durante
los primeros años.
El cuarto año de vida estará marcado por un acontecimiento trascendente:
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la instalación en casa de sus padres. Es importante subrayar que el hecho de que
Laura y María vivieran por primera vez bajo el mismo techo no tiene que ver con
un pedido de esta última, sino con un problema exclusivamente económico, La
abuela siguió siendo quien se ocupaba de la nieta y además quien organizaba las
cuestiones domésticas.
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Sus recuerdos sobre esa época son escasos. Explica que, ante cualquier
equivocación, su madre la sometía a chantaje emocional advirtiéndole que su padre
iba a morir del disgusto, lo cual condicionaba a la niña a hacer algunas cosas sí y
otras no. Esto será retomado más adelante en su delirio.
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Este hecho inicia la serie de contactos con Dios, a partir de los cuales María
cree poder predecir el futuro de la gente. Esta revelación es una experiencia vivida
como radical para María, que llega a convertirse en el centro de su vida. A partir de
este develamiento comienza a dedicarse a diferentes prácticas parapsicológicas, las
que rápidamente originan el principal ingreso de dinero a la familia. Es importante
mencionar que de alguna manera la locura de María hace lazo social, generando
vínculos con la comunidad.
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Los primeros trabajos que realiza María son para su hija, “para que los
malos espíritus no le hicieran nada malo”. Tenía la convicción de que Laura
estaba poseída por el demonio. Y es allí donde comienza el peregrinaje de ambas
por diferentes templos.
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La locura de Laura denuncia, de cierta forma, la imposibilidad de asumir la
maternidad por parte de su propia madre.
Mujeres locas, hijas eternas y padres ineficaces son el saldo de su entramado
familiar.
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El drama de lo imaginario
Intentamos despejar que la locura de Laura no es la misma que la de María.
Arriesgaríamos ir un poco más allá, y decir que ni siquiera las estructuras de
personalidad de ambas son similares.
En Laura se esboza de otra forma su delirio, que situamos como histérico,
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2 Maleval J., Locuras histéricas y psicosis disociativas, Ed. Paidós, Bs. As., 1991. pág. 94.
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la omnipresencia de la temática sexual. Estas características del delirio, sumadas
a la culpabilidad, son bastante frecuentes en las locuras histéricas.
El desdoblamiento de la personalidad, en este caso a través de la figura del
diablo, es otro de los elementos particulares de este tipo de delirio. otto Rank3
descubrió que bajo estas fragmentaciones “endemoniadas” se hallaba un fuerte
sentimiento de culpabilidad.
El delirio de Laura se revelará interpretable como un síntoma neurótico que
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comprende metáforas descifrables.
La culpabilidad masiva en
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la locura histérica
Como mencionaba anteriormente, las crisis de Laura comenzaron en un tiempo
posterior a la muerte de su abuela. La única solución que encontró su familia para
abordar el problema fue llevarla, para ser exorcizada, a uno de los templos que
abundan en Montevideo.
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El ejecutante, una vez que lograba la confesión final de los pecados cometidos, la
mojaba con agua bendita dirigiendo su palabra al demonio, y la liberaba de éste.
La confesión y el posterior castigo moral posibilitaban la desaparición de
Lucifer durante un tiempo.
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Paradójicamente, a medida que los exorcismos continuaban, la autonomía de
Lucifer como personalidad independiente aumentaba. Los diferentes exorcismos
habían contribuido a enriquecer su delirio, le habían dado vida y cuerpo a
Lucifer.
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técnica reside en un “despliegue alrededor del cuerpo del histérico, una palabra que
lo rodea, lo guía, lo sostiene integrando los términos que designan indirectamente
su trastorno”.4
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¿qué es lo que me deja claro Laura luego de mi señalamiento sobre el diablo
y su posterior transformación? que como todas las histéricas, Laura se encuentra
expectante de un público que demande, en su caso particular, incluso para
sacrificarse hasta la expiación. Es preciso que el otro que sugiere –en este caso el
exorcista, pero podría eventualmente serlo cualquiera– haya sido investido en un
lugar privilegiado por ella. Desde ese lugar responde, a partir de lo que cree que
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el otro espera.
Ese lugar privilegiado es un lugar de amo, siempre instituido por la histeria en
el sentido de que supuestamente sabe lo que la histérica se esfuerza en desconocer
acerca de su deseo.
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A partir de las siguientes entrevistas. Laura no delira, reserva sus crisis
exclusivamente al ámbito familiar. El hecho de que pudiera disponer de alguien
sobre el cual descargar su delirio sin que se proponga como un amo, le permite
efectuar un giro en relación con su demanda, haciendo del analista un sustituto de
sus síntomas. Freud llamó a esto “neurosis de transferencia”.
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La parafernalia del cuerpo histérico
El análisis de Laura se podría haber deslizado por la fascinación que su
DD
historia ofrecía; locura, misticismo y muerte. No en vano durante anos deambuló
con su discurso diabólico por los diferentes templos de Montevideo. Esa misma
presentación endemoniada fue la que llevó al consultorio, a través de la puerta que
abrió la derivación: “que el analista se podría hacer cargo de lo que le pasaba”.
Su presentación demoníaca en la primera entrevista del tratamiento
psicoanalítico no intentó hacer otra cosa. Lo que procuraba la paciente era crear al
LA
representa ese personaje. En ese caso es muy probable que el psicoanalista proyecte
su propio deseo, dejando nuevamente a la histérica en el desconocimiento acerca
del suyo. que en definitiva no es otra cosa que lo que busca.
Laura enseña que las historias, por más interesantes que sean, deben ser leídas
en un contexto que se relacione con el paciente o, mejor dicho, con los significantes
que lo representan y no con el síntoma en sí mismo.
A modo de conclusión no deja de resonar una frase de Lacan con relación a
lo que es un psicoanálisis: “Para saber lo que ocurre en un análisis, hay que saber
de dónde viene la palabra”.8
8 Lacan. J,. “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud, Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1990, pág.
458.
32
OM
desencadenar un delirio?
Una noche de otoño Paula recibe un llamado inesperado, no por el interlocutor
sino por la hora, cuya reconstrucción aproximada presentamos:
–Hola, Paula.
–Javier, son las tres de la mañana, ¿qué te pasó?
–Nada, tengo que hablar urgentemente contigo.
.C
–¿Te pasó algo?
–No puedo hablar por teléfono, ¿nos podemos ver mañana temprano?
–Bueno, sí. ¿En mi casa?
–No, no se puede, podría ser peligroso. Mejor en el Bar X, a las nueve y media.
DD
El enigmático mensaje dejó perpleja a Paula, que ya no pudo dormir por el
resto de la noche. ¿qué le pasaba a su amigo?
Lo conocía bien desde hacía mucho tiempo y nunca se había mostrado
misterioso, siempre sustentaba una tranquilidad pasmosa y sin estridencias. Apenas
algunas veces, en todos esos años, se presentó como confundido. Siempre por el
LA
espiritual no correspondido.
Si alguna capacidad tenía Paula, era la de desligarse de una situación sin
provocar grandes calamidades en su entorno. Había convivido con este problema,
por años, sin que se erosionara la relación con su amigo y, fundamentalmente, con
su esposo.
Sin embargo, ahora, Javier estaba mal y quería hablar con ella, ¿guardaría
relación con esto?
33
OM
Paula se preguntaba una y mil veces si tenía algo que ver con el ocaso
psiquiátrico de Javier. Todo le hacía pensar que no, pero había algo, un pequeño
indicio, que se colaba en sus pensamientos en forma forzada y de alguna manera le
daba una respuesta: la última conversación entre ellos antes de la fatal llamada.
Paula, luego de convivir con el enamoramiento de su amigo durante años,
había arriesgado una respuesta casi a modo de interpretación salvaje.
Le planteó la posibilidad de que quizás él se refugiara en una fantasía amorosa
.C
hacia ella debido a otra cosa que pudiera esconder. Eso, para Paula, no dejaba de
asomarse como una pregunta insistente en los últimos meses: la homosexualidad.
No le había conocido novia en todos estos años y, lo que es peor –al menos para
ella–, es que tampoco había escuchado, por parte de su amigo, comentarios sobre alguna
DD
mujer. Por tanto no podía ser descabellado suponer que él pudiera ser homosexual y
se guareciera en su amor desairado e ideal como forma de justificación.
Tal fue la pregunta arropada en forma de sentencia que Paula le lanzó a Javier,
y que lo dejó sin respuesta hasta el llamado telefónico a las tres de la mañana.
LA
El capullo
Aquel a quien se llama pre-psicótico no es reconocible como tal, en lo
cotidiano. Al parecer, se comporta como todo el mundo, socialmente hablando,
se las arregla bastante bien para abrirse camino. ¿De qué manera? “Mediante una
serie de identificaciones puramente conformistas con personajes que le darán la
FI
idea de lo que es preciso hacer para ser un hombre o lo que es preciso hacer para
ser una mujer.”1
Javier consistió en su papel de hombre por años, encapsulado imaginariamente.
Así, por intermedio de un enganche con la imagen del prójimo que le servía de
muleta, pudo vivir sin que se manifestara una psicosis clínica. Un juego de espejos,
un engranaje camaleónico lo insertaba en el mundo y le daba una apariencia de
normalidad.
1 Lacan, J. Seminario 3: Las psicosis. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992, pág. 292.
34
OM
Toda crisis psicótica es desencadenada por un acontecimiento fortuito, del
orden de una decisión, un examen, una separación, la llegada de un hijo, una
confesión, etc. Cualquier hecho casual podría –en determinado momento y bajo
singulares circunstancias– propiciar un desequilibrio concluyente en el sujeto al
hacer aflorar una suerte de pregunta a la cual el psicótico no puede responder.
Esta intrusión originada en el orden de la vida misma es imposible de prever
y provoca un destrozo en las significaciones adquiridas que sirvieron de cobertor
.C
imaginario hasta el momento.
La interpelación quedará planteada sin que sea él quien la haya formulado,
provocando una falla insoportable que va a subyugar, desde ese momento, toda su
atención sin otorgarle descanso.
DD
Paula sin saberlo, y sin quererlo, tocó lo más sagrado de ese sujeto en cuanto
a su cobertura imaginaria, en la cual ella participaba sin sospecharlo. Una nueva
verdad es introducida (la posibilidad de la homosexualidad) y sobrepasa, en Javier,
el saber que respondía hasta el momento.
Con la nueva verdad, incorporada por la pregunta de Paula, el saber falta y la
LA
La elisión en lo imaginario
Javier pudo mantenerse por mucho tiempo, sin delirar, encapsulado en la
imagen que le brindaron algunos otros. Éstos oficiaron como una suerte de referente
que articulaba y ordenaba los aspectos más primarios de su ser.
35
OM
El rechazo de su amor por parte de su amiga no le provocaba angustia,
desdicha ni odio, era casi un ritual –el de amador– que le propiciaba estabilidad; un
amor no correspondido que lo acompañaba en el devenir de su vida sin provocarle
demasiados sobresaltos.
Algunas veces puede pasar que la falla aparezca por el lugar menos pensado
(en este caso vino por el lado de la interpretación de su amiga), y producir un
derrumbe del mundo imaginario que le daba consistencia hasta el momento.
.C
La relación en espejo puede sostener a algunas personas a lo largo de su vida, hasta
el día que deje de lograrlo. Así pasó en Javier, justamente, por la ausencia de un trazo,
de una palabra, o de un enunciado, que lo representara más allá de la imagen.
DD
La elisión de lo simbólico
Cuando el único sostén imaginario falla, el equilibrio se despedaza y deja
de funcionar. La identificación según la imagen lo deja en la incertidumbre y el
desasosiego, ya que no hay red simbólica que lo amortigüe.
LA
Javier, bajo esa verdad que lo toca desde el comentario de Paula, no puede
responder, no hay nada a lo que apele al no haber un significante que responda: un
vacío insoportable se abre y lo arroja a un vacío angustioso.
A partir de ese agujero único no va a tardar en generarse el descalabro delirante
persecutorio con el que Javier intentará responder. El enigma producido va a
cuestionar la relación con su mundo.
FI
El ocaso de un amor
OM
“Lacan solía referir que alguna vez había
curado a algún psicótico pero que no podía
decir cómo ni por qué.”
Francoise Davoine1
.C
parte de su cuerpo: una camisa raída que en algún momento fue celeste, y una
corbata bicolor que en otras épocas debe haber disfrutado de una nobleza, hoy, ya
extinta.
El atuendo concluye con unos jeans gastados y maltratados por lo cotidiano,
DD
y unos zapatos de color marrón agrietado que están más cerca de la jubilación que
de cumplir funciones.
Pedro, elefantino y extraño, tenía una forma de hablar parlanchina y chillona
que, acompañada por movimientos incoherentes de sus brazos, hacían de cualquier
acontecimiento un espectáculo extravagante.
Su cara oscilaba entre el gesto de la desesperación y la alegría vacía, que se
LA
1 Devoine, François, es –a mi modo de ver– una de las analistas más interesantes en el terreno de las psicosis. Como referencia
bibliográfica: La locura Wittgenstein. Ed. Edelp, Buenos Aires, 1992.
2 Davoine, F., Gaudilliére, J. M., Seminario sobre “Locura y lazo social”, en Montevideo en 1998.
37
OM
en quien su locura (delirios-alucinaciones) no había fluido en forma alarmante.
¿Por qué viene Pedro?
¿quién es Pedro?
Controversias
.C
El psicoanálisis, por ser una clínica estructural y estar constituida en la
transferencia, permite hablar de psicosis3 incluso en ausencia de fenómenos
tangibles como el delirio y las alucinaciones. El loco, por tanto, puede no serlo
desde lo manifiesto.
DD
Menudo problema el que se nos plantea cuando la locura no irrumpe y aporrea
la realidad.
¿qué es lo que lo hace loco, cuando la realidad concreta no lo certifica?
La manifestación impalpable de la locura no deja de ser una complicación
en la clínica en general, ya que la psicosis, cuando aún no se ha desencadenado,
muchas veces se confunde y es tratada como otra cosa. Ya lo decía Lacan: “traten
LA
3 que haya psicóticos en análisis es algo mucho más frecuente de lo que se puede pensar, un pedido de análisis no es propiedad
exclusiva del neurótico. Lo que sí es bastante más infrecuente es que un psicótico pueda sostenerse en un análisis.
4 Lacan, J., Seminario 3: Las psicosis, Ed. Paidós, 1995, Buenos Aires, pág. 355.
38
OM
El hombre que se bastaba a sí
mismo (pero con los otros)
Pedro había pasado la mayor parte de su vida en diferentes tratamientos
antes de comenzar su análisis: terapias de grupo, conductismo, psicoterapia focal,
.C
distintos tratamientos psiquiátricos, todos con un mismo fin: hablar. Se supone
que hablar de lo que le pasaba, pero ese era el problema: ¿qué le pasaba? Sencilla
y absolutamente nada.
Un discurso errático y vacío lo acompañaba. Un murmullo de palabras
DD
inconexas que no precisaban, necesariamente, de un puerto donde recalar.
Su lenguaje estaba oscurecido de significación en la medida en que aparecían
alteraciones, ya sea de la secuencia gramatical, como de las fracturas en las
relaciones de causalidad que afectaban también la dimensión temporal.
Esta presentación errante que ofrecía podría parecer algo muy bizarro, pero en su
conjunto generaba una presencia. Había un cierto estilo en su decir y en su hacer.
LA
5 El psicoanálisis lacaniano no plantea la psicosis en relación con la pérdida de la realidad o en términos de déficit o de
disociación, sino en términos de falta de significante.
El trabajo analítico es posible sin comprender, sin sostenerse en la identificación del sujeto con su realidad.
Los fundamentos que en la tradición psiquiátrica concluyen en términos de déficit y de disociación, se desplazan en Lacan
en términos de falta de significante, y no referidas al Yo sino al soporte significante del sujeto.
39
OM
Resumiendo: una vida tranquilamente bizarra, con retozos de paranoia sin
eclosión manifiesta.
En la paranoia, por ejemplo, es posible de alguna manera que quien eclosiona
en un delirio se reordene de un nuevo modo que le permita reconstruir el mundo.
Esto, psiquiátricamente, se conoce como la constitución de un delirio sistematizado,
y lo que la experiencia clínica demuestra es que encuadra al paranoico y le brinda
la posibilidad de reubicación. Es decir: un sujeto y un objeto bien diferenciados.
.C
En Pedro pasa otra cosa: no aparece la referencia de un discurso que lo
represente, en tanto que la relación del sujeto con el cuerpo de lo simbólico deja
como saldo un sujeto desmembrado y disperso en una multitud de otros, donde las
fronteras excesivamente permeables del yo no lo contienen. Si algo es pensable
DD
como una demanda de análisis, tiene que ver con esto.
Pedro se queda a mitad de camino, sólo fijado a los significantes en sí mismos,
que no se concatenan en un orden y por lo tanto no pueden producir una significación
posterior.
LA
40
OM
los psicóticos) pero en forma adversa para Pedro: lo había desenmascarado en su
patología. Los antipsicóticos habían robustecido su costado paranoico de tal forma
que lo habían hecho consistir en un delirio que daba sentido, ahora sí, a su vida.
Su mundo ahora tenía una significación, su universo significante se había
reordenado para él, adquiriendo un sentido nuevo donde una violencia feroz6 estaba
presente en sus compañeros.
.C
¿Cómo salir del yerro?
Por suerte Pedro contaba con un psiquiatra que, además de ser sagaz, poseía
una condición casi inexistente en el mundo psíquico: era humilde y sabía reconocer
sus errores. Se dio cuenta de que necesitaba seguir siendo un fóbico adicto a las
DD
benzodiazepinas y no un reivindicador laboral, por lo que suprimió la medicación
psicótica y reforzó la ansiolítica.
Como por arte de magia el paciente volvió a su camino sin marcas y señales
que le indicaran por dónde ir, apenas con las pocas balizas que el análisis y sus
rutinas le ofrecían.
Nuevamente la errancia ordenada coloreó su vida y le concedió un sin-sentido
LA
protector.
que el mundo no se vuelva un caos de violencia, ésa es la apuesta de la cura.
¿quién lo hubiera presumido al inicio, cuando Pedro parecía más cercano a la
hebefrenia bizarra que a un Schreber7? Pero Pedro nos enseña –porque el psicótico
nos enseña todo el tiempo– que la locura, en este caso en forma de errancia, también
puede ser una buena herramienta para soportar algo que puede ser peor para el
FI
6 La violencia feroz puede homologarse a lo que se conoce psicoanalíticamente como el “goce de otro”, un goce indecible,
que prescinde del otro y se refugia en un cuerpo que escapa a la simbolización. De este goce nos hablan los psicóticos.
7 Uno de los más famosos casos de Freud, a partir del análisis realizado sobre la biografía “Memorias de un enfermo nervioso”
de Daniel Paul Schreber, Obras completas. Tomo XII, Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente, Ed. Amorrortu,
Buenos Aires, 1994.
8 El que quiera ampliar sobre esta cuestión puede leer un excelente trabajo de Michael Silvestre; “Un psicótico en análisis”
en Psicosis y psicoanálisis, Ed. Manantial, Buenos Aires, 1990.
41
OM
que constituye el tema central de este libro.
Así, del mismo modo que podemos quedar horrorizados ante los estragos
que causa el desarrollo de una enfermedad o trastorno, también podemos verlos
como algo creativo, pues aun cuando destruyen unos procedimientos particulares,
una manera particular de hacer las cosas, puede que obliguen al sistema nervioso
a crear otros procedimientos y maneras, que lo obliguen a un desarrollo y a una
evolución inesperados. Este otro lado del desarrollo o enfermedad es algo que veo
.C
en potencia en casi todos los pacientes; y esto es, precisamente, lo que me interesa
escribir.”10
Este antropólogo de la neurología, con un fuerte componente humanista,
plantea los casos clínicos neurológicos más extraños desde un punto de vista
DD
diferente al de la patología. Intenta revelar la enfermedad descubriendo sus
capacidades, adecuaciones y desarrollos latentes que podrían no haberse visto
nunca de no ser por la existencia de tales anomalías.
Frente a esta capacidad de adaptación del cerebro, Sacks va a preguntarse
si no habría que manejar un nuevo concepto de salud y enfermedad cambiando
la referencia, es decir que la salud no se describa de acuerdo a su identidad con
LA
a generar una serie de procedimientos y modos con los que logran vivir de una
forma más digna.
Pedro nos muestra y nos enseña que su embrollo existencial tiene que ver
con su orden vital y que podemos intervenir como analistas de una única forma:
42
Acto I: Protagonistas
OM
Helena caminaba hacia la Clínica. A cada paso, bajo una intensa llovizna,
pensaba una y otra vez en el dolor de sus suegros y cuñados cuando les comunicó
la idea de separarse de Carlos. Pero estaba segura y no quería dar marcha atrás.
Cansada de vivir con él –quizás la expresión no fuera de vivir, sino de padecer–,
quería intentar una vida nueva y el momento era éste.
Era un viernes lluvioso, de esos que provocan tristeza. Indudablemente el día
.C
vestido de gris no ayudaba para una ocasión de reencuentro. Aún no estaba decida
a verlo. En veinte años de convivencia no era la primera vez que se cuestionaba
si quería seguir con él.
Cuatro días que no lo visitaba, ¿mucho o poco?, difícil parámetro de medida
DD
para quien eterniza una relación de pareja en el dolor y en la insatisfacción.
Helena estaba segura de que a Carlos no le había gustado su ausencia. Sin
embargo necesitaba pensar, darse tiempo. Por primera vez lo había abandonado
y lo que más la preocupaba era que después de tantos años se daba cuenta de que
podía vivir sin él.
LA
Este no fue su primer intento, motivo de una más de sus internaciones; ya tenía
otros nueve, la mayoría por ingesta de alcohol y psicofármacos, y algunos otros
con armas de fuego. Si bien estos intentos objetivamente quedaron como fallidos,
sí eran para Helena llamadas desesperadas. Señales desconsoladas a no se sabía
qué, ya que ella nunca pudo entenderlo.
Estas tentativas suicidas eran, por llamarlo de alguna manera, una rutina,
estaban insertas en su cotidianeidad y hacían de sus vidas un verdadero infierno,
transformándose, a esa altura, en algo insoportable, al menos para Helena.
Apenas cruzó la puerta de la clínica detuvo sus pasos para poder pensar un
poco. Necesitaba algo de claridad, saber si, realmente, ésta era la decisión correcta,
el tiempo y momento adecuados para terminar.
43
OM
No sabía si los familiares de Carlos le habrían transmitido su idea de tomar
distancia. Sabía sí que el estaría molesto, furioso, por el hecho de que no había ido a verlo
durante esos días, pero que estaría esperándola. Por eso le asombró no encontrarlo.
Se encaminó entonces hacia la habitación. El camino fue tiñéndose de un
oscuro presagio tal cual una película en la que uno se anticipa al desenlace. Intentó
apartarse de esa sensación pero no pudo.
quedó atrapada por un extraño estremecimiento que la empezó a consumir,
.C
al extremo de que por unos instantes quedó inmóvil, desfalleciente. Su vida pasó
rápidamente ante ella con numerosos recuerdos en los que inevitablemente estaba
Carlos.
Un dolor metálico la atravesó. Retomó el paso, ya no tan decidido. Al llegar
DD
a la puerta de la habitación quedó petrificada. No quiso mirar, pero una fuerza
inexplicable la impulsó a hacerlo. Giró su cabeza y lo contempló.
sido internado por atentar contra su vida. El fallido intento fue la conclusión de no
soportar más su existencia. El desencadenante: problemas de pareja. La aparición
en escena de otra mujer fue el argumento de una nueva-vieja obra ya estrenada
por ambos.
La otra produjo varias estafas: a Helena principalmente, pero también a Carlos
y, sobre todo a la cuenta bancaria de la pareja.
FI
44
OM
mí un saber idéntico a su creencia.
¿qué hacer para sacar a Carlos de las rondas de las significaciones que lo
torturaban pero también lo habían sostenido durante décadas?
Lamentablemente comprobaba, entrevista tras entrevista, una reedición
insistente y monótona de su desdicha, sin poder abrir una brecha equivalente a la
posibilidad de preguntarse: ¿Por qué me sucede esto? ¿Por qué a mí?
.C
La demanda es la condición exclusiva para que un análisis tenga posibilidad
de existir. Paradójicamente, Carlos demostraba que su pedido de bienestar coincidía
con la voluntad de no hacer nada para cambiar, ya que el sufrimiento y el dolor
DD
le proporcionaban una plataforma a la que estaba demasiado aferrado, y eso se
correspondía muy poco con una demanda analítica.
Las dudas que se me planteaban en esas primeras entrevistas preliminares,
con respecto a la pertinencia de un análisis con este hombre, fueron rápidamente
despejadas por su partida.
Carlos, quizás desencantado de que yo no pudiera intervenir eficazmente
LA
madre me informaba que su hijo estaba muy mal, muy deprimido, e internado
nuevamente en una institución psiquiátrica.
Me pedía, casi a modo de súplica, que lo tornara de nuevo como paciente.
El encuentro fue pautado para el sábado, tres días después de la llamada.
45
OM
Las muertes estremecen: heroicas, amorosas, fatales, accidentales, todas
inefables pero soportables, pero hay unas que son absolutamente intolerables, y son
las que algunos llaman por propia voluntad. Ésas no nos gustan, las rechazamos,
nos producen un enigma horroroso en el que ineludiblemente quedamos enlazados,
convirtiéndonos en compañeros inseparables del acto.
Es muy difícil encontrar una disciplina que no hable del suicidio. El
psicoanálisis se mantiene más bien discreto, apenas susurra, ya que el suicidio como
.C
acto no deja de ser mudo. Sin embargo el acto no es lo único importante para el
psicoanálisis, sino el determinismo inconsciente que lo llevó a cabo.
Todo acto tiene consecuencias pero ninguna tan intensa e irreversible como la
DD
muerte, mucho más si se trata de una autoeliminación. Circunstancia que no deja
de ser, casi siempre, impenetrable y tremenda para los otros, para nosotros, lectores
atrapados en un sin sentido.
casa materna a los diecisiete años, por mantener una relación con esta mujer.
Difícil deuda la que encierra este doble acto: expulsión-recepción, para los
dos protagonistas de esta historia.
La madre deseaba que Carlos no se dedicara a otra cosa que estudiar, su
noviazgo tan precoz con una mujer que lo doblaba en edad, sumado a la aparición de
un embarazo, la desestabilizó completamente. Su pequeño hijo había embarazado a
FI
una mujer casi de su edad. Una herida narcisista demasiado grande para esta madre
que prefirió desterrar a su primogénito en falta, antes que asumir las consecuencias
de entender que su hijo en realidad no era del brillo requerido por ella.
El mensaje de la madre, para Carlos, no dejaba de ser terrible.
El padre, a su vez, no interfirió con la cruel sanción materna, sino que replicó
desde su propio conflicto reforzando el mandato: “pensé que ibas a ser alguien en
la vida, pero me doy cuenta que no servís para nada”.
1 Término empleado por Jacques Lacan, para designar una realidad fenoménica imposible de simbolizar.
46
OM
una deuda incumplida en relación con su abuelo. La expectativa paterna lo erige
en salvador sacrificial para borrar los pecados del padre. Ha de cargar con el peso
aplastante de los ideales convirtiéndose en héroe pero, en ultima instancia, con la
culpa de no poder serlo.
Demasiado peso el de este conjunto de expectativas, insignias simbólicas y
mandatos superyoicos que se acumulan en Carlos y que se enlazan a una deuda de
filiación que se presenta como insoportable.
.C
Carlos sufría, de eso no hay dudas; era un nostálgico del ser, sin embargo ¿su
suicidio tiene que ver con el sufrimiento? Rápidamente podríamos decir que sí y
terminar el asunto pero, como psicoanalista, mi interrogación es diferente.
DD
Lo sugiero: ¿Puede un hombre enmarcado en un sufrimiento insaciable por
décadas, optar por el suicidio como forma de alivio?
En algunos casos sí, pero ¿es éste el caso?
embargo, intenta redactar un diario donde esboza para su mujer sus pensamientos
sobre la muerte, el porqué de la existencia y otras cuestiones que hacen a la vida
y la muerte.
Este escrito tiene la función de intentar revelar a Helena, su pareja, el porqué
de su dolor.
47
OM
¿Por qué este hombre rompe, con la realización del acto, es decir, con su
muerte, ese ritual suicida que se repite?
¿qué variable nueva aparece para cortar ese equilibrio fanático? Está él, está
ella, está el engaño, está la culpa. Todos los elementos que confluyen en sus intentos,
intentos que siempre terminan en la reconciliación de la pareja. Sin embargo, esta
vez, algo falló.
.C
¿Será esto un pasaje al acto que arrebató a Carlos de las significaciones que
lo torturaban, pero lo sostenían, durante décadas?
¿Habrá realmente ocupado un lugar de objeto, y se desbarrancó de la escena
para romper con la insistente monotonía de “su desdicha” que lo aferraba?
DD
Acto III: Autopsia
Frente a las preguntas que surgen sobre la muerte de Carlos, la posibilidad de
apoyamos en otras herramientas que nos brinda el conocimiento humano aparte del
LA
48
OM
cerebral, en unos veinte segundos se pierde la conciencia y el sujeto queda sin
respuesta. Le sigue un período convulsivo durante el cual se producen hemorragias
musculares y finalmente sobreviene la muerte en un plazo estimado de entre siete
a diez minutos.
.C
El tipo de ahorcamiento, según la suspensión del cuerpo que este caso ofrecía,
estaba dentro de los que se conocen como incompletos y no dejaba de llamar
la atención por su infrecuencia. El mismo se determina cuando los pies tocan
parcialmente el suelo.
DD
Se habla de ahorcadura de suspensión completa cuando los pies no tienen
ningún apoyo en el suelo u otra superficie. En cualquiera de las dos circunstancias,
la fuerza de tracción que se ejerce a nivel del cuello es proporcional al peso del
cuerpo.
4 Knight, Bernard. K., Medicina Forense, Ed. Cartoné, México, 1999, pág. 223.
5 El surco es la impronta dejada por el lazo que constriñe.
6 Esto se denomina como “muerte blanca”.
49
OM
lo que la autopsia revela, podríamos segmentarlo en las siguientes secuencias:
.C
Esta secuencia se produce cinco minutos antes del horario de visita y de la
llegada de su compañera.
Carlos, que ya no puede luchar más frente al lazo constrictor. Muere entre las 16:30
y las 16:40.
Helena se presenta casi enseguida de su deceso, con un retraso de diez fatídicos
minutos, suficientes para encontrarlo sin vida. Los interminables minutos de dilación
lograron lo que los nueve intentos anteriores no pudieron, esta vez el relámpago
vestido de mujer no pudo llegar a tiempo.
50
OM
Acto IV: Finales
La secuencia marcada por la autopsia es contundente sobre la hora y la forma
de la muerte. Pero deja el enigma latente: ¿Se quiso autoeliminar Carlos?
Con los elementos manejados se puede arriesgar una respuesta. Intentando
seguir el camino trazado por Freud. y luego por Lacan, tomamos los avatares de
.C
un sujeto desde las estructuras freudianas que tienen como articulador natural a la
castración. Con esta lectura, la ubicación del sujeto en relación con la castración
permite rescatar una clínica que va mucho más allá de las sinuosidades del síntoma,
de las defensas del yo, de las evoluciones libidinales y de las clasificaciones
DD
psiquiátricas.
Lo poco o mucho que el discurso de Carlos ofrece en el tiempo de entrevistas
tiene que ver con su posicionamiento frente al deseo, el que transcurrirá en dos
escenarios: la pantomima y los intentos de autoeliminación (acting-out).
La pantomima
LA
Helena ocupa un rol principal en la obra que Carlos ofrece: el de una asistente
que lo acompaña en sus desdichas existenciales.
La eficacia para sostener el deseo imposible reside en que el espectáculo que
ofrece lo mantiene alejado de la escena en que se libra el combate, dejando en su
lugar una sombra de sí mismo. Éste es el espectáculo vacío y sin deseo que nos
ofrece Carlos, y lo interesante de la cuestión es que la escena no procura otra cosa
que la procastinación del acto.
51
OM
Las otras mujeres que aparecen en su camino son relaciones sin deseo que no
hacen más que acrecentar su dolor de vivir y su culpa de existir.
.C
autoeliminación Carlos cuestiona su deseo de otra forma, procura la instalación
del otro7 en el punto en que la pantomima desfallece.
Las escenas que propone Carlos en la pantomima y el acting-out son diferentes,
en la primera evita la emergencia del deseo, en la segunda, en cambio, grita el
DD
deseo.
El intento de autoeliminación da a oír a otro. que se ha vuelto sordo.
¿qué pretendía Carlos en su intento desesperado del ritual tanático?
Ahora de alguna manera estamos advertidos de que su acto fue un acto
atravesado por los significantes de su novela familiar, por su historia. Un acto que
toca su ser y pide a gritos ser descodificado, es por eso que lo situamos como un
LA
acting.
Un acting out que muestra, no al gran otro (como en el pasaje al acto) sino a
un semejante, al otro semejante.
Carlos en el intento de muerte no habla en su nombre. No sabe lo que está
mostrando, no puede reconocer el sentido de lo que devela. Es a ese otro semejante
FI
7 El otro es el concepto utilizado por Jacques Lacan para señalar un lugar simbólico que determina el sujeto, a veces de manera
exterior a él y otras de forma intersubjetiva, en su relación con el deseo.
52