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Doctor en Psicología
Resumen:
Los factores significativos que llevan a las personas a elegir pareja cuando esta elección
es repetitivamente insatisfactoria es el tema central de este trabajo. Se analizará una
determinada situación de carencia de reconocimiento de las figuras parentales a través
del concepto griego de hybris. Se describen los elementos que originan y componen
el hybris. Se presentan dos casos en terapia de hybris y, finalmente, se describirán las
actuaciones terapéuticas para el abandono del hybris.
Palabras clave: Hybris, elección de pareja, fracaso en pareja, terapia, figuras parentales
Abstract:
The significant factors when choosing a mate, being this choice repeatedly
unsatisfactory, is the aim of this paper. Using the Greek concept of hybris, we will
analyze a specific situation about lack of acknowledgment from the parents. The
elements that originate and compose the hybris will be described. We will present two
therapy cases of hybris and, finally, we will describe the therapeutic interventions
needed to abandon the hybris.
Key words: Hybris, mate choice, couple failure, therapy, parental figures
El estudio de los motivos que llevan a las personas a elegir un determinado tipo de
pareja tiene una larga tradición, no solo en la psicología sino también en la literatura,
el cine y, en general, en lo que podríamos llamar la sabiduría popular. La elección
errónea repetida nos llama siempre la atención, nos preguntamos por qué una
persona tropieza una y otra vez en la misma piedra. En la película de Howard Hawks
“El dorado” John Wayne encuentra a Robert Mitchum alcoholizado y derrotado como
consecuencia de una desastrosa relación amorosa. John Wayne pregunta a un tercero
“¿Cómo era ella?” y este le contesta: “Preciosos ojos verdes y corazón de víbora”´, “sí,
son su tipo” concluye Wayne, resumiendo el tema de este artículo con la concisión y
chulería de un cowboy.
Y ya que estamos en el cine, en otra película, esta vez de Paul Mazursky, “Scenes from
a mall” aparece un personaje que representa a un psicólogo, terapeuta de pareja, que
presenta un libro suyo en el centro comercial donde transcurre la película. El libro
tiene por título “I will, I will, I will” (“Sí, quiero; sí, quiero; sí, quiero”) y sostiene la tesis
de que la pareja humana es una institución creada cuando la esperanza de vida no
llegaba a los treinta años, pero ahora que es casi el triple o tenemos tres parejas a lo
largo de la vida o nos renovamos tres veces con la misma persona. Es una broma, pero
¿de verdad, es una broma? Los datos sobre divorcios varían de un lugar a otro y según
el corte sociológico que utilicemos, pero desde luego el “hasta que la muerte nos
separe” no parece ser la norma. Por no abrumar con datos, en nuestro entorno, en
España, parece que por cada dos uniones hay un divorcio (Aguilera y González, 2003).
El Instituto Nacional de Estadística (2015) señala que en los divorcios que tuvieron
lugar en 2014, el 30% fueron de parejas que habían estado juntas 20 años, el 23,5%
habían estado juntas entre 6 y 10 años y la media de duración de las parejas que se
habían divorciado fue de 15,8 años. Es decir, que el guionista de Mazursky, además de
escribir una buena escena, parece que describió una situación que va a afectar a un
número relevante de personas durante su vida.
Como he comentado al principio, los estudios sobre elección de pareja tienen un largo
recorrido en psicología. Para empezar, como casi siempre, Freud (1905, 1914) ya
apuntó algunas ideas bastante interesantes. A partir del primer objeto infantil de
amor, la madre, se estructuran, o se pueden estructurar, los objetos de amor adulto,
en el sentido de que encontrar un objeto es, de hecho, un reencuentro. Según dónde
se coloquen los rasgos deseados, en el otro o en uno mismo, será un amor anaclítico o
narcisista. Muchos otros estudios han relacionado determinadas experiencias,
vivencias o aprendizajes del pasado, de la infancia, con la elección de pareja: Hazan y
Shaver (1987), Simpson (1990), Epstein y Guttmann (1984), Mates y Moore (1984),
Feingold (1990), Shaver y Brenan (1992), Shaver y Hazan (1993) entre otros, citados
por Tolmacz, Goldzweig y Guttman (2004), han utilizado conceptos como el de imagen
ideal o la teoría del apego (Bowlby, 1990)para investigar esa relación.
Sin duda que nuestras elecciones tienen historia y están motivadas, es cierto también
que experiencia y vivencias intensas y muy tempranas pueden dar lugar a “decisiones”
sobre cómo ha de ser nuestra pareja. Estas “decisiones”, en términos de la teoría del
guión de vida (Bene, 1974, Martorell, 2006) pueden escapar total o parcialmente a
nuestra conciencia y pueden producir efectos pragmáticos tanto positivos como
negativos. Aquí vamos a ocuparnos de este segundo aspecto, cuando el fracaso,
frecuentemente repetitivo, en las relaciones de pareja se debe a la elección de un
determinado perfil de persona.
-El impulso por transgredir los propios límites, aunque sea enfrentándose a las leyes
divinas, humanas o de la naturaleza.
Selvini dice que cada miembro de la pareja de estas familias ha elegido un compañero
“dificil” (las comillas son suyas) y relaciona esta elección con los sistemas originarios de
aprendizaje de cada uno de ellos. Nosotros vamos a proponer el contexto original del
hybris, en la familia de origen, describir las características que se tienen que dar para
que se constituya y las consecuencias de su intento de resolución al elegir un
determinado tipo de pareja. Describiremos algunos casos vistos en terapia que ilustran
diferentes aspectos del hybris.
Comenzamos por proponer el esquema del hybris y luego iremos desarrollando cada
uno de los puntos:
El sujeto siente que falta algo esencial, muy importante, en la relación con el padre o la
madre: puede sentirse no querido, no “visto”, no apreciado en alguna característica
que en el sistema familiar tiene un valor especial, como ser guapo, inteligente,
gracioso, con encanto o, incluso, ser señalado por lo contrario, recibir la atribución de
“normalito” cuando esperaba, o deseaba, la de “listo”. La lista y las combinaciones son
infinitas. Obviamente, este es un tema básico en la construcción de uno mismo, está
en el mismo concepto de seguridad básica. Allí donde espero verme construido como
alguien que está bien de un modo concreto no lo soy, se me niega algo. Además, es
una persona concreta (mi padre o mi madre) quien lo hace. Esta situación, esta
carencia básica en la relación con un progenitor, es la base del hybris.
c) El progenitor actúa como uno hubiera querido con otra persona real o ideal:
Con una cierta frecuencia las personas que han pasado por esta experiencia relatan
que veían a su padre o a su madre comportándose con otra persona como hubieran
querido que lo hicieran con ellos. Quizá el caso más común es el de un hermano o
hermana que consigue el reconocimiento que a uno se le niega. Uno de los casos que
presentaremos más adelante tiene que ver con esta situación. A veces, esto sucede
con otros familiares, como primos. Es decir, el sujeto ve a su padre o a su madre
comportarse con alguien de su entorno como querría que se comportasen con él. Esta
situación transmite una imagen de carencia (“yo estoy mal”) contra la que el sujeto
lucha redoblando sus esfuerzos para obtener el reconocimiento. En algunas ocasiones
quien obtiene el reconocimiento deseado de los padres no es una persona real sino
alguien ideal “como me gustaría haber tenido un niño” dicho esto a una niña, o
viceversa. O se trata de alguien idealizado como los hijos de unos amigos que “sí que
son buenos hijos, buenos estudiantes y majísimos”. Digamos que esta es la situación
mítica de Caín y Abel, uno obtiene reconocimiento y otro no. A veces me asombro de
que no haya más asesinatos por quijada de burro.
La situación descrita tiene tal carga emocional para el sujeto que se convierte en un
modo de estar en el mundo, es sentida como una solución de supervivencia, es decir,
hay que seguir intentándolo porque se siente que no hay alternativa. Señalemos aquí
que no toda carencia en la obtención de reconocimiento de los progenitores da lugar a
un hybris, puede darse algún otro tipo de resolución como apoyarse en el otro
progenitor o en las personas que sí le reconocen a uno y crear una imagen aceptable
de uno mismo. O puede no ser un hybris propiamente dicho y solamente presentar
alguna dificultad de relación con ese progenitor y luego con las personas que de un
modo u otro se le parezcan, pero solo incidiendo parcialmente en el bienestar y la
adaptación del sujeto. Es la intensidad y centralidad de esta situación en el mundo
mental del sujeto lo que caracteriza al hybris.
Dado que la situación tiene, como se ha dicho, una carga emocional fuerte para el
sujeto, y este siente que lograr su deseo es muy importante, las acciones que tienden a
él quedan incorporadas estructuralmente de un modo que, quizá, el concepto que
mejor lo explica es la freudiana compulsión a repetir, vehiculada por los juegos
psicológicos que propone el Análisis Transaccional (Berne, 2007; Martorell, 2002,
2012). Es decir, el sujeto intenta una y otra vez sus estrategias de obtención de
reconocimiento, y lo hace como si ignorase que han fracasado una y otra vez. La
situación, mucho después del momento histórico en que se generó, cuando el
individuo es adulto es generalizada a las personas que de un modo u otro tienen un
perfil similar al progenitor con quien se estableció el hybris, y se desplaza el objeto de
deseo de tal modo que se siente –pero no se sabe- que con ellas, si se gana, se logará
el bienestar que se buscaba con los padres. Es decir, que estas personas, las parecidas
psicológicamente al progenitor negador, son especialmente atractivas para el sujeto
porque le permiten jugar los propios juegos e intentar, una vez más, el imposible
premio, de ahí que buscar una pareja con estas características tenga mucho sentido y,
cuando se capta ese perfil en alguien –junto con otras cualidades, claro está- resulte
casi irresistible acercarse a él. Es muy importante insistir en que el sujeto no es
consciente de que este es el motivo de la atracción (la terapia procurará que lo sea).
Siguiendo el símil de “El dorado”, Robert Mitchum te dirá que son los preciosos ojos
verdes de la chica lo que le atrajo cuando en realidad fue su corazón de víbora lo que
le enganchó, a ver si esta vez la víbora, por fin, nos quiere y no nos muerde.
Una vez descrito el esquema general de implantación, vamos a ver dos casos de
terapia que pueden ilustrar diferentes aspectos y variantes de las relaciones basadas
en un hybris.
Aracne es una mujer de 35 años, divorciada, sin hijos, con una titulación universitaria y
que trabaja como ejecutiva en el departamento de comunicación de una empresa. Su
aspecto es claramente sexy, con vestidos cortos y ajustados, escotes y tacones altos y
su lenguaje corporal es coherente con esa imagen, por ejemplo, se sienta siempre con
las piernas cruzadas por encima del brazo del sillón del despacho.
La imagen que ella transmite del padre es la de un hombre fuerte, autoritario, seguro,
conservador ideológicamente, con poder, admirado en su pueblo natal por sus éxitos
económicos. Cuando le pido que haga la lista de cualidades de su pareja ideal aparece
prácticamente la descripción de su padre con algún añadido encubridor: guapo, alto,
con pelo, pero después aparece: con éxito, seguro de sí mismo, del PP (literalmente lo
puso así), con una profesión socialmente admirada (el último era médico), en fin, su
padre con pelo. Es decir, Aracne simultáneamente se rebela y se somete a su padre
para obtener su reconocimiento y sistemáticamente es frustrada en ello. El
acercamiento es tan sexual (rebelión) a hombres que la atraen por tener el perfil de su
padre (sometimiento) que solo recibe atención en ese terreno y fracasa en la
aceptación y reconocimiento que anhela.
Efialtes es un hombre de 35 años, casado, con dos hijos de 4 y 2 años, no terminó los
estudios universitarios y es un pequeño empresario.
Un elemento peculiar de esta terapia fue el papel de la esposa en ella, no hubo ningún
tipo de comunicación con ella pero Efialtes aportaba su opinión sobre cada uno de los
temas que trataba. La voz de la mujer resultó ser la parte sana del sistema
(recordamos que ella le pide que vaya a terapia). Con respecto a la exigencia del
trabajo Efialtes contaba que su mujer decía que no lo necesitaban, les iba bien, tenían
la casa pagada y su empresa funcionaba razonablemente bien, pero que él no lo veía
así y que necesitaba asegurar el futuro de su familia.
En el relato que Efialtes va haciendo de su vida aparece su familia de origen con una
presencia actual muy fuerte. Es el tercero de cuatro hermanos, su padre es un
triunfador en una profesión con reconocimiento social, así como sus tres hermanos en
otras profesiones. El brillo y el éxito de Efialtes es claramente mucho menor. Una
cuestión muy relevante es que todos los domingos, todos, comen los hermanos en
casa de sus padres. Así los esfuerzos de Efialtes por presentarse como alguien valioso
fracasan en un entorno cortés y educado pero donde en palabras del paciente “mi
Renault no puede competir con sus Mercedes BMWs”. La mujer va a estas comidas
pero las considera insanas, las nombra como las comidas con “los hermanitos de los
cojones”. La autoimagen de Efialtes, su conducta y, finalmente sus síntomas
responden a un hybris con el padre y no al mundo que ha creado junto a su mujer. Los
síntomas, que apuntan al colapso físico dan la razón al grupo de Selvini cuando dice
que el desafío se continúa incluso ante la inminencia de la propia muerte. Es
interesante señalar que en este caso el hybris se mantiene en su lugar original, la
familia de origen, y no se desplaza a la elección de pareja –este es el interés de
presentar aquí este caso- pero está amenazando su estabilidad y la percepción de la
pareja: aunque Efialtes se daba cuenta del discurso “sano” de su mujer no podía evitar
sentir que ella también le despreciaba si no conseguía el triunfo social, es decir, la
colocaba en el otro polo del hybris independientemente, en este caso, de como fuera
realmente la persona. Si finalmente la intensa orientación de Efialtes a su familia de
origen hubiera acabado en una separación él hubiera cerrado el círculo del hybris con
una nueva prueba de su inadecuación frente al padre, a diferencia de los “hermanitos
de los cojones”.
Después de presentar estos dos casos que presentan dos casos, con sus peculiaridades
de hybris, vamos a sistematizar los pasos que en un contexto terapéutico constituyen
el abandono del hybris.
Aunque lo anterior es desde un punto de vista lógico el primer paso para abandonar el
hybris, frecuentemente es el que hemos señalado como segundo punto el que lleva a
la persona a la terapia: la repetición de una determinada forma de fracaso o malestar
en la propia vida. A partir de ver la similitud de lo repetitivo se abre, en muchos casos,
el acceso a una situación estructuralmente similar en la familia de origen.
Hay que realizar un duelo por el progenitor que se deseo y no se tuvo y ya no se tendrá
nunca. La sola descripción de la tarea nos remite al esfuerzo, dolor y dureza de las
sesiones en que se realiza. Pero es un trabajo necesario para pasar a otro tipo de vida.
Después del duelo es cuando una persona puede reorganizar su experiencia para
buscar, ahora sí, lo que es verdaderamente importante para ella en términos de
reconocimiento, trato o amor. Probablemente suceda que empieza a “ver” otros tipos
de personas de los que veía hasta ahora y que, también, se deja “ver” por gente que
hasta ahora la parecían “sosos”, es decir, la gente que nos quiere, nos aprecia, nos
admira y nos acompaña porque sí, porque les gustamos sin necesidad de matarnos por
ello. En fin, que si es feliz con los ladridos, no se case con un gato tenga los ojos como
los tenga, invite al cine a un perro.
REFERENCIAS
Aguilera, M. J. y González, M. P. (2003). El divorcio en España tras 22 años de su
legalización. Anales de Geografía de la Universidad Complutense, 23, 117-130.
Berne, E. (2007). Juegos en que participamos. Barcelona: RBA (orig.1964).
Berne, E. (1974). ¿Qué dice Vd. después de decir hola? Barcelona: Grijalbo (orig. 1972).
Bowlby, J. (1990). El vínculo afectivo. Buenos Aires: Paidos.
Epstein, E., y Guttman, R. (1984). Mate selection: Evidence, theory and outcome. Social
Biology, 31, 243–278.
Freud, S. (1905). Three essays on the theory of sexuality. Standard edition, Vol.7,
pp.123–243. London: Hogarth Press.