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El camino de la ciencia ha tenido tantas crisis y rupturas a través del tiempo, y que por

ende han generado grandes cambios radicales en el conocimiento, de modo que, toda
esa constelación de hechos, teorías y métodos, que nacen del juicio del hombre han
logrado contribuir a esa misma constelación, desencadenando así una evolución en
constante avance, obteniendo nuevos conceptos que denotan nuevas implicaciones en
su naturaleza y desarrollo, partiendo de esto como un importante factor que nos ayuda
a comprender como han surgido las teorías científicas y que en todo ese trayecto se
puede notar que en ciertos momentos algunas teorías han sido aceptadas, justificadas
y validadas en vez de otras, a razón de que cada vez se hace más difícil calificar como
científicas a las diversas teorías desarrolladas a lo largo de la historia, tomadas de sí
mismas, porque todas ellas parecen tan científicas como las mas vigentes, colocando
en cuestión la concepción de la ciencia como un proceso de acumulación.

El resultado de todas estas dudas y dificultades es una revolución historiográfica en el


estudio de la ciencia, en la que ya no se tendrá que buscar contribuciones permanentes
de una ciencia mas antigua a nuestro caudal de conocimientos, sino que tratara de
colocar en manifiesto la integridad histórica de esa ciencia en su respectiva época y
denominar sus modos inconmensurables de ver el mundo y de practicar en él las
ciencias. La observación y la experiencia pueden y deben limitar drásticamente la
gama de las creencias científicas admisibles o, de lo contrario, no habría ciencia. Pero,
por sí solas, no pueden determinar un cuerpo particular de tales creencias. Un elemento
aparentemente arbitrario, compuesto de incidentes personales e históricos, es siempre
uno de los ingredientes de formación de las creencias sostenidas por una comunidad
científica dada en un momento determinado y poder dar paso a una investigación
efectiva. Estos serían los compromisos básicos de una comunidad científica en periodo
de ciencia normal, donde el científico sabe como es el mundo, pero esa arbitrariedad
condiciona los resultados de la investigación sobre unas creencias irracionales,
revelando una anomalía que, a pesar de los esfuerzos repetidos, no responde a las
esperanzas en esas y en otras formas, la ciencia normal se extravía repetidamente, y
que cuando eso sucede ya no se puede pasar por alto las anomalías que subvierten la
tradición existente de prácticas científicas, por lo que se inician las investigaciones
extraordinarias que conducen a un nuevo conjunto de conocimientos, una base nueva
para la práctica de la ciencia y se da lugar a lo que se conoce como revoluciones
científicas. Son los complementos que rompen los elementos esenciales a los que está
ligada la actividad de la ciencia normal.

Esos cambios, junto con las controversias que los acompañan casi siempre, son las
características que definen las revoluciones científicas y por consiguiente una teoría
tradicional o un paradigma viejo debe dar paso a una nueva teoría y al surgimiento de
un nuevo paradigma. Siempre y cuando este sea capaz de explicar todo lo que el
antiguo paradigma explicaba, y también explicar los enigmas que el antiguo paradigma
no explicaba. La transición de un paradigma en crisis a otro nuevo del que pueda surgir
una nueva tradición de ciencia normal, está lejos de ser un proceso de acumulación al
que se llegue por medio de una articulación o una ampliación del antiguo paradigma, es
más bien una reconstrucción del campo a partir de nuevos fundamentos, reconstrucción
que cambia algunas de las generalizaciones teóricas más esenciales del campo así
como también muchos de los métodos y aplicaciones del paradigma de manera súbita y
radical, y de manera gradual se convertirá de nuevo en ciencia normal toda esta
revolución científica.

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