EDITORIAL

Dr. Edgar Torres Durán

Coordinador Laboratorio Fundación CIEO
Editor Revista Odontos y Especialista
en Rehabilitación Oral

Quiero ceder este espacio para las palabras hacia un gran

pionero de la Odontologia Colombiana.

Carta de despedida a un gran maestro: Profesor doctor Jorge

R. Arango Tamayo

Texto elaborado a partir de las palabras originales presentadas

en la Iglesia Santa Clara de Asís

Por: Doctor Jorge Hernando Arango Mejía, Od. MSD, ME, MBA.

Querido maestro:

El miércoles 21 de febrero de 2018 a tus 97 años, después de desayunar siendo

las 10:10 de la mañana y de muerte natural, tu cuerpo cansado atendió el lla-
mado que Dios te hizo, al cual respondiste con humildad y entrega finalizando las
limitaciones en tu salud. Ya haz dejado la enfermedad de Alzheimer, la soledad
y las dificultades de movilidad. Si bien estas patologías venían desde antes, se
hicieron más evidentes y agresivas a partir del día miércoles 19 de noviembre
de 2014, que no quisiste ingresar más a tu oficina y preferiste regresar a casa.

Hasta el fin de los días mantuviste tu vanidad (presencia personal) y tu casta

(coraje). Ahora, ya no necesitarás asistencia y haz recuperado tu autonomía;
ya nos reconoces y haz recobrado tu memoria. Estos años de purificación vital
terminaron y podrás dar inicio a la liberación del alma de tu cuerpo.

San Agustín citando a san Ambrosio decía: “La edad es perfecta, cuando ha
sido perfecta la vida” y “una vez realizado el fin de la vida sobre la tierra, Dios,
que se complace del alma del justo, se apresura a sacarlo de ella, con lo que
nunca dejará de serle grato”.

Alrededor de tu lecho, tu esposa Susana, tus hijas Rosita y Mary, tu hermoso

ramillete de dos nietas y ocho nietos y yo, tu hijo, te abrazamos, te besamos y
te lloramos por horas... acompañándote en este último trayecto de la existencia
terrenal y penoso momento de transición. Al observarte, reflejabas en tu rostro
mucha paz y la imagen de haber cumplido cabalmente tu propósito en la vida,
de haber triunfado y de haber disfrutado tu existencia plenamente.
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No temas, todo va a salir bien, hay mucho misterio
y no sé cómo será el cielo, pero sé que vas a estar
muy bien. Te esperan tus padres Benjamín y Tulia.
También estarán Solita (Sol Mejía de Arango) y Álvaro
(Álvaro Arango Mejía), tus hermanos Darío, Fabio,
Estela y Lilian, tus queridos primos Napo (Ignacio
Gómez Jaramillo), Juancho (Juan Arango Ángel) y
Gonzalo (Gonzalo Arango Arias) y tantos amigos,
entre ellos: David (David Ordóñez Rueda), Carlos
(Carlos Plata Mújica), Guillermo (Guillermo Arcila
Arango) y Lázaro (Lázaro Mejía Jaramillo), además
de otros que se te adelantaron. Imagino que las
horas de tertulia celestial van a ser intensas y eternas.
Hoy viernes 23 de febrero cerca de las 4 de la
tarde, después de una extensa jornada de visitas y
amables mensajes personales y a través de las redes
sociales de gente que te ha querido y admirado, nos
encontramos en la iglesia rindiéndote un homenaje.
Te acompañan tus amigos y familiares de Medellín,
compañeros de trabajo, profesores y directivos de
la sede de UNICOC en Cali, líderes gremiales y
directivos de instituciones de educación superior,
amigos y colegas de muchas regiones del país, fami-
liares y trabajadores tuyos, ejecutivos, funcio narios,
estudiantes, profesores y egresados de UNICOC y
un grupo especial de seguidores de Guaduas y de
tu finca Laprida.
Tu cuerpo ha sido cargado y custodiado por tus ocho
nietos varones, cuatro a cada lado seguidos por el
resto de la familia, todos recordando a “Tito”. Tuviste
una corte de ingreso de lindas estudiantes colegiales
y a tu alrededor te honran seis estudiantes becadas
por la Fundación Colegio Odontológico Colombiano.
Sé que amabas mucho la vida y así me lo hacías
saber en nuestras conversaciones. La valorabas y
la cuidabas con esmero. Ahora, con tu venia si me
permites, transformemos este momento en júbilo
y grandeza en torno a tu vida, recordando lo que
decía san Josemaría: “qué contento se debe morir
cuando se ha vivido heroicamente todos los minutos
de la vida”. Vamos a dejar las caras tristes y los ojos
húmedos. Es momento de conmemorar tu ejemplo
de vida.
Tus contribuciones son múltiples. Sin embargo, bre-
vemente voy a resaltar tu obra principal y tu mayor
legado:
A tus 54 años sacaste a relucir tu espíritu emprende-
dor con tu formación de abogado de la Universidad
de Antioquia y de odontólogo de la Universidad de
Buenos Aires, cerraste tu prestigiosa práctica clínica
y fundaste, junto con excelentes docentes de las uni-
versidades de Buenos Aires (Argentina) y Nacional
de Colombia en el año de 1975, una institución de
educación superior: el Colegio Odontológico Co-
lombiano hoy denominado Institución Universitaria
Colegios de Colombia (UNICOC). Rompiendo pa-
radigmas y convenciones, erigiste la quinta Facultad
de Odontología cuando existían en Colombia tres
de carácter público y una privada creada hacía 25
años. Para esa época, había una inminente necesidad
de profesionales de la salud oral, pues este servicio
solo era para las élites sociales; y el pueblo, debía
sufrir los estragos del empirismo.
Con modelos innovadores, eficientes, flexibles y de
alta calidad en cuanto a jornadas, metodologías y
tiempos de escolaridad, gestaste toda una filosofía
formativa en odontología que generó una gran revo-
lución, sujeta al debate e incluso al ataque, pero que
claramente se consolidó como modelo de formación
colegial que lleva implícito muchos de los aspectos
de tu personalidad: excelencia, mística, disciplina,
carácter, rigor, valores y visión en torno a nuestra
profesión que devino no solo en una escuela de
pensamiento sino en un crisol educativo.
Hoy, en 43 años de servicio, gracias a tu obra, dejas
en tus sedes de Bogotá y Cali a través de 115 pro-
mociones 13.316 odontólogos y 1.564 especialistas
de la salud, a quienes con tu firma certificaste nuestra
idoneidad para ejercer la profesión, servir a pacien-
tes y mejorar las condiciones de salud y calidad de
vida de millones de colombianos. Este servicio a la
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patria ha sido complementado con la formación de
abogados, administradores de empresas y profe-
sionales en negocios internacionales (en total 450)
que recibieron una buena educación en los colegios
Jurídico y de Ciencias Sociales y Administrativo y de
Ciencias Económicas de UNICOC. Cerca del 50
% de egresados en todas las áreas, son la primera
generación profesional de sus familias y esto hace
que el impacto social y aporte al país haya sido una
contribución aún mayor.
Todo esto, más la virtud colegial de la sensibilidad y
responsabilidad social y el interés de cada egresado
de vincularse activamente en programas y actividades
sociales, humanitarias y políticas, engrandece tu
tributo a Colombia, a la sociedad, a la educación
superior y a la profesión odontológica.
Querido maestro: tu labor fue magna y viniste a
este mundo a trascender, tocaste la vida de muchos
y fuiste un faro que iluminó y seguirá iluminando el
camino y destino de estudiantes, profesores (como
maestro de maestros), administrativos, empleados,
pacientes, amigos y familiares. ¡Gracias por tu luz,
gracias por tu ejemplo! Nos llenas de orgullo.
Acá todos los presentes, en esta última cátedra que
nos estás dando en el templo, recordando tus sin-
gulares dotes de elocuencia y grandes competencias
pedagógicas revisaremos y reflexionaremos sobre
nuestro proyecto de vida para emprender, crear y
servir a la sociedad; y hacer que nuestro “pasar
por la vida” deje un mundo realmente mejor, en
cualquier sentido.
Tranquilo maestro: cuidaremos, seguiremos y enal-
teceremos tu obra siendo fieles a lo señalado en
nuestro himno colegial: “Guarde Dios a estas aulas
por siempre”. Sabemos que esta familia educativa
ahora tiene un nuevo ángel que con su sabiduría nos
irradiará para tomar las mejores decisiones en esta y
las próximas generaciones directivas. En UNICOC tu
presencia yace en todos los lugares y tus enseñanzas
cruzan todos los currículos.
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En el campus de UNICOC en Chía, aprovechando
ese gran espacio académico que lleva tu nombre
“Auditorio Jorge Arango Tamayo”, los momentos
educativos seguiran siendo múltiples y a su ingreso
los recibirá tu mural donde quedó plasmada “la
vida académica de un visionario”, es decir, tu vida.
Admirado maestro: fuiste todo un patriarca, ayudaste
a muchas personas, les construiste casa a varios
que la necesitaron. Tu comportamiento estricto no
te impidió dejar aflorar tus virtudes de ternura y
humanidad. Fuiste un guerrero valiente capaz de
sobrepasar barreras y vencer obstáculos. Fuiste un
hombre que hacía y decía lo que muchos deseaban
pero no se atrevían. Te sobraba autoestima y entu-
siasmo sin llegar a la arrogancia. Siempre hiciste lo
que considerabas correcto, pero escuchabas con
honda atención. Para atender y recibir gente no te
ganaba nadie, te encantaba conversar; y para en-
trevistar, siempre eras amable y astuto para conocer
y seleccionar las personas.
Recuerdo que hasta que no vaciabas tu sala de
espera no nos merecíamos el almuerzo. Recibías
en grupo a los interesados en hablar contigo; las
conversaciones eran transparentes y abiertas y eras
muy creativo para generar nuevas oportunidades
a quienes estaban en aprietos. Te fascinaba que te
saludaran y a quienes no lo hacían los anotabas
para un llamado de atención. Te recordaremos
siempre jovial, activo, enérgico, elegante y muy
apuesto. Te fascinaba tu oficina principal ubicada
en la carrera 9ª en el centro de Bogotá, rodeado
de tus queridas funcionarias financieras. Adorabas
dar extensas caminatas en el área resaltando los
grandes contrastes que encontrabamos. También
aprovechabas para hacer compras, entre ellas fru-
tas y aguacates. Evidentemente eras muy particular.
Largas tertulias tuvimos tratando todos los temas en
tus restaurantes preferidos del centro de la ciudad,
no más de cinco, donde tu silla vacía será motivo
de tristeza por muchos años, particularmente en el
Restaurante Felix donde se gestó la historia colegial
a través de todos los tiempos.
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Fuiste un padre para muchos –tanto así que tus
estudiantes te llamaban “Papá Arango”–; un cons-
tante emprendedor creando empresas, sociedades
y negocios hasta el final de tus días laborales, por
citar algunos, iniciaste una estación de servicio y un
cultivo de cacao. Tu amor por el campo y acento
campesino generaron un gran proyecto agropecua-
rio enmarcado en tus haciendas Laprida y Amagá
desarrollado durante cincuenta años.
Fuiste un gran empleador, muchos alcanzaron la
jubilación contigo. Otros trabajaron a tu lado más
de 20 o 25 años. La relación con ellos fue muy cer-
cana. Me contabas que a los 12 años ya laborabas
vendiendo diferentes artículos y frutas y prestando
servicios de mensajería (‘mandados’ en esa época).
Trabajaste hasta los 93; para ti fue una bendición.
Maestro: nunca fuiste convencional ni predecible,
evolucionabas en conceptos de ciencia y tecnología
de manera acelerada. Las personas al conocerte,
grababan tu imagen y esa primera conversación nunca
la olvidaron ni lo harán. Con tu sangre y raíces paisas
y tu visión de mundo cosmopolita desplegaste una
personalidad arrolladora que generaba turbulencia
al andar. Tu argumentación era brillante, aunque
algunas veces no la entendíamos inicialmente. Tu
perspectiva de la vida en torno al psicoanálisis y
los pensamientos freudianos te daban también una
connotación intelectual compleja y mayor.
El amor por la música y tu constante disciplina de
lectura en todos los géneros te dieron una posición
privilegiada sobre el común de la gente. Debo
confesarte que tu gran sensibilidad por la estética
y algunos comentarios sinceros nos hacían a veces
sufrir. No olvidamos comentarios picantes tuyos y
ese estilo humorístico muy particular que suscitaron
centenares de anécdotas que luego todos compar-
tíamos en los pasillos.
Para terminar, mi querido maestro, voy a extrañar
tu amor, tu consejo y tu compañía. Solo pido que
estos sean compensados por mis hijos. Gracias por
tu confianza y múltiples enseñanzas. Fue maravilloso
ser tu hijo y lograr abrazar tu sólida coraza y beber
tu especial almíbar. Siempre recordaré tus recientes
palabras cuando estuve enfermo y dejamos de vernos
por un tiempo: “siempre juntos y queriéndonos mu-
cho”. Qué hermosos momentos vivimos y qué gratos
recuerdos me dejas en más de 50 años, siempre te
he honrado y lo seguiré haciendo, muchas gracias.
Los miércoles seguiremos con el encuentro familiar
y siempre serás nuestro invitado de honor.
Descansa querido maestro y sigue tu camino… Te
tendremos en nuestras mentes y corazones, espera
por nosotros que todos vamos hacia allá.
A los presentes, en nombre de toda la familia les
agradecemos su amable asistencia.
Bogotá, viernes 23 de febrero de 2018