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TUNGENDHAT ERNST.

LECCIÓN NOVENA: LA ÉTICA DE LA


COMPASIÓN: ANIMALES, NIÑOS, VIDA NO NACIDA. (PROBLEMA
DEL ABORTO) Y LECCIÓN DECIMOCUARTA: ERICH FROMM
ACERCA DE LA FELICIDAD, EL AMOR Y LA MORAL; HEGEL
SOBRE EL RECONOCIMIENTO; ¿QUÉ MOTIVA LA ACTITUD
MORAL?

ALEXY SOFÍA DÍAZ ANICHÍARICO

Docente:
FELIPE MORALES

UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA
FACULTAD DE EDUCACIÓN Y CIENCIAS HUMANAS
CIENCIAS SOCIALES

VIII SEMESTRE
ÉTICA

MONTERÍA - CÓRDOBA

2020
TUNGENDHAT ERNST. Lección Novena: La ética de la compasión: animales,
niños, vida no nacida. (problema del aborto).
Con Tugendhat, se tienen a día de hoy dos concepciones morales diferentes: un
punto de vista de consideración universal, igual y recíproca que vale para
personas capaces de razonar, y un punto de vista del altruismo, de la compasión
generalizada, que comprende la extensión de la moral más ampliamente al incluir
como objetos a todos los seres con capacidad de sufrimiento. Para Tugendhat, el
primero de estos puntos de vista es el central, ya que su propio interés se dirige a
la justificación autónoma de la moral.
Hoy en día está generalmente aceptado que no se debe maltratar a animales
arbitrariamente, que se exigen determinadas consideraciones morales también
hacia ellos. Si se examinan las distintas relaciones con animales, enseguida se
observa que el modelo bipartito de Tugendhat no es suficiente. Así, en lo que
concierne a los animales útiles que viven dentro de la comunidad humana, el
punto de vista de la compasión seguro que no basta. Por supuesto que juega
también un papel; no deberíamos maltratar a animales cuando ya los utilizamos, o
sea no deberíamos mantenerlos bajo condiciones en las que sufran dolor, miedo o
estrés, o en lugares en los que les falta movimiento, trato con congéneres, etc.
Pero lo importante —y esto es válido para todos los animales domésticos, también
para las mascotas— es algo diferente: al haber (nosotros) domesticado a
animales, al haberlos sacado de su entorno natural y al haberlos privado de este
modo de la posibilidad de cuidarse de sí mismos, estamos obligados a asegurar
su sustento. Bien es verdad que puede decirse que hay razones instrumentalistas
para este cuidado, al querer utilidad de parte de los animales. Pero para esto no
se necesita cuidar a cada animal uno por uno, y tampoco cuidarlos considerando
el modo de su vida natural. Eso significa que la exigencia moral no sobra. Hay dos
posibilidades de concebirla:
Primero, es obligatorio cuidar de seres que (independientemente de las razones)
se hallan bajo nuestra custodia y son dependientes, es decir, no son capaces de
cuidarse de sí mismos; por ejemplo, este es el caso de los niños pequeños. Sin
embargo, los animales útiles no son seres dependientes en este sentido, sino que
nosotros los hemos puesto en una situación en la que ya no tienen la posibilidad
de cuidarse de sí mismos. Entonces, en segundo lugar, existiría la posibilidad de
hablar aquí de una relación cuasicontractual y decir que nosotros cuidamos de sus
condiciones de vida como contrapartida por la utilidad que nos aportan (la
diferencia con respecto al contrato consiste naturalmente en que los animales no
han decidido la cooperación por sí mismos). Pero básicamente basta la obligación
del cuidado, pues esta se mantendría incluso en situaciones en las que un animal
ya no aporta una utilidad.
Algo cuasicontractual podría verse en el caso especial de las mascotas. Animales
altamente desarrollados como los perros o los gatos pueden establecer una
relación estrecha en la convivencia e interacción con las personas. Tales
relaciones generan expectativas y, en consecuencia, obligaciones
correspondientes.
La actitud de la compasión generalizada parece más bien adecuada en aquellos
casos en los que se trata del comportamiento hacia animales que viven en
libertad. Cuando las personas cazan, apresan o utilizan de algún modo a los
animales en libertad, podría decirse que se tiene que evitar exponerlos al
sufrimiento. Pero también en lo relacionado con los animales que viven en libertad,
la compasión no es siempre la actitud moral adecuada. Por ejemplo, existen
frecuentemente conflictos de interés entre persona y animal que conciernen la
alimentación o el espacio. En un conflicto de interés entre personas no se trata de
una cuestión de la compasión, sino de una solución justa que exige que todos
restrinjan sus intereses para poder así satisfacer en paz sus intereses restantes.
El problema es que de los animales no se puede esperar una restricción voluntaria
de intereses. Si alguien quiere construir una casa en un terreno salvaje, con los
animales que allí viven no puede negociar una solución que sea aceptable para
ambas partes. Pero, de todas formas, en cuanto se conozcan las necesidades de
los animales afectados por una medida humana, podemos tenerlas en cuenta. En
aquellos casos en los que, según nuestro cálculo, se puede encontrar una
regulación que es aceptable para ambas partes, no nos queda otro remedio que
imponérsela a los animales; pero eso, además de la limitación de intereses, puede
originar sufrimiento adicional, lo que habría de incluirse en el cálculo como un
factor adicional. Pero quizás podría decirse que ese sufrimiento es insignificante
en los casos en los que tiene una medida soportable y solo surge a corto plazo.
Pero si se reflexiona sobre esta constelación hasta el final, chocamos rápidamente
con un límite de la posibilidad de una compensación justa de intereses. La
humanidad se ha extendido tanto por la Tierra que cada vez hay menos espacio y
medios de subsistencia para los otros animales, lo que puede causar hambre,
lesiones, miedo o estrés. También aquí se puede decir, por supuesto, que cada
persona ha de esforzarse para que los animales que viven en su entorno sufran lo
menos posible, y que cada persona ha de ayudar a animales necesitados con los
que se vea confrontado. Pero las repercusiones del modo de vida humano en los
animales son frecuentemente indirectas y no siempre eludibles, y considerar a los
animales como seres con capacidad de sufrimiento choca por eso con el límite de
lo practicable. Aquí solo queda sentir lástima de que el modo de vida humano
tenga estos efectos en el mundo animal. Y en este punto se podría, quizás, dar un
paso a la mística, o sea considerar, si así se quiere, esta comprensión de la
inalcanzabilidad de una práctica moral universal como una actitud mística.

Lección Decimocuarta: Erich Fromm acerca de la felicidad, el amor y la


moral; Hegel sobre el reconocimiento; ¿Qué motiva la actitud moral?
Él caracteriza los sentimientos morales como aquellos que se asocian al dolor, o
que son resultado de una ofensa. Al respecto afirma: “se definen como
sentimientos de displacer que se construyen sobre el juico acerca de un “disvalor”
o valor moralmente negativo”.
Los sentimientos morales son, entonces resultado de un juicio. La capacidad de
apreciar moralmente las acciones de otras personas es lo que nos permite
reaccionar frente a ellas. Tugendhat también sostiene que los juicios de los que
resultan los sentimientos morales están referidos a un valor moralmente negativo.
Esto significa que en ese caso se da un juicio moral cuando hay evidencia del
incumplimiento de unos parámetros morales establecidos. Tugendhat utiliza el
término disvalor para referirse al tipo de juicios que originan estos sentimientos.
Tales juicios son los que hacemos al juzgar una acción como mala.
Los sentimientos que Tugendhat establece como morales, esto es la indignación,
el resentimiento, culpa y vergüenza. Todos ellos son resultado de juzgar una
acción como mala y los diferencia la persona hacia la que va dirigida dicha acción.
La relación entre el mal y los sentimientos morales es explicada por Tugendhat así
“Los sentimientos morales se construyen justamente sobre juicios de este tipo
(moral), sobre juicios en los que algo es considerado (no sólo de manera relativa)
como malo”. La acción de una persona que actúa incorrectamente se juzga de
acuerdo con la moral compartida por la comunidad y estos juicios preceden a los
sentimientos que están latentes en las personas. Una moral es el marco en donde
se originan estos sentimientos “estos sentimientos quedarían suprimidos si
dejáramos de juzgar de manera moral”. Esto significa que el deber y el no deber
que identifica cada persona están determinados por las expectativas de cada
quien respecto a su grupo social y por los sentimientos que estallan ante el
incumplimiento de unos acuerdos. Se ha establecido que la noción de moral de
Tugendhat también está basada en las normas sociales; además él acepta como
morales aquellas normas que se consideran fundamentadas.
Esta discusión sobre los sentimientos morales se dirige a mostrar que las
motivaciones de los perpetradores son valorables desde los sentimientos morales
y las emociones reactivas. Aquí se propone que algunos motivos de tales acciones
son las expectativas incumplidas y unos sentimientos morales. El hecho de que
aparezcan estos sentimientos revela que la violación de las normas compartidas
por la comunidad moral es un comportamiento que implica que el infractor sea
expulsado de esa comunidad moral. Tal incumplimiento va en detrimento del
acuerdo implícitamente establecido y, así, va en detrimento de las expectativas de
otros miembros de la misma comunidad.
Dos temas muy cercanos a la responsabilidad moral son la culpa y el castigo.
Afirmar que alguien es culpable equivale a señalarlo como la causa principal de un
hecho contrario a lo legal. Jaspers denominaría a esta culpa, culpa criminal y se
establece teniendo en cuenta únicamente el cumplimiento de unas leyes y normas
que no son, necesariamente, morales. El agente es la causa principal del daño por
el que se le juzga. La culpa criminal requiere el previo conocimiento de la acción
que daña a otra persona y un marco de referencia, o código legal, que establezca
lo que se considera daño. En un juicio hacia los perpetradores, se declara culpable
a quien es incapaz de rebatir las evidencias y argumentos que comprueban la
ejecución de crímenes.
En situaciones cotidianas, la culpa también es una asignación de responsabilidad
atribuida por impedir que un estado de cosas socialmente reglamentado se
mantenga o se haga realidad. La culpa es el señalamiento que alguien recibe por
haber destruido, obstaculizado o limitado las expectativas de bienestar, felicidad,
tranquilidad, dignidad de otros. La noción de culpa resulta útil para marcar la
separación entre la asignación de responsabilidad por efectos o resultados
positivos y la asignación de responsabilidad por resultados negativos, crímenes o
daños. Esto significa que una buena acción cabe en la noción de responsabilidad,
pero no en la de culpa. Por esta razón no se afirma que alguien es culpable de
salvar la vida de otra persona, ni de lograr resultados satisfactorios para sí mismo
o para otros.
Todo lo dicho no significa que los sentimientos sean ajenos a la vida moral. Sin
ellos, sin autoestima, sin amor —como constata acertadamente Tugendhat aquélla
no sería posible. Pero tampoco lo sería sin la existencia de otras capacidades
innatas o adquiridas, como el autocontrol, la empatía, la inteligencia práctica, etc.
La cuestión está en si debemos razonablemente atribuir valor moral a cualquiera
de estas capacidades, por encima del que «merecen» otras aptitudes requeridas
para el desempeño de funciones que no corresponden al ámbito de lo ético,
pero que son necesarias, beneficiosas y útiles. Y, en caso afirmativo, habrá que
justificar por qué se concede a los sentimientos que acompañan a la acción moral
un lugar de privilegio en la teoría ética que no se corresponde con los hechos
estudiados por el análisis fenomenológico y por la psicología experimental y
filosófica.
De acuerdo con ellos, la autoestima y el auto desprecio, que son para el autor las
sanciones morales características en cuanto que internas, se gestan por el hecho
de que, durante la infancia, los padres premian o castigan las conductas morales
de sus hijos dándoles su amor o privándoles del mismo, respectivamente. El amor
generará en el niño la autoestima (si soy amado, es porque soy valioso, llegará
éste a concluir), mientras que la privación de amor permitirá, en su día, el
sentimiento de auto desprecio. Si en el proceso de socialización, el sujeto no ha
llegado a establecer un nexo entre autoestima y amor, carecerá de sentido moral,
por lo que, sin este presupuesto empírico, esto es, sin recurrir a la idea de
sanción, no cabe fundar moral alguna.
Entre otras cosas, la argumentación de Tugendhat descansa en el aspecto
valorativo que ofrecen sentimientos como el amor y el respeto, lo cual es cierto:
apreciar, estimar, respetar son verbos que tanto en castellano como en sus
equivalentes alemanes refieren a valoraciones presuntamente objetivas, pero ello
no supone que su significado se agote en esto. Más bien cabe decir que su
eficacia como elementos reforzadores o inhibidores de la conducta se debe
precisamente a su connotación afectiva, a que son sentimientos hacia personas
concretas, no hacia valores ideales o normas formales

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