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No sabes por qué es así. Simplemente lo es. Así que llamas a tus amigos y
hablas de ello. Describes el problema a una persona y luego a otra. Una y
otra vez, dices cosas como “hombre, esto es malo y nada de lo que hago
parece ayudar”.
Tal vez hasta sepas que no debes hablar de esa manera. Pero estás tan
atrapado en el flujo negativo de las circunstancias y el mundo que te
rodea, que abres la boca y dejas que se rompa. Liberas un torrente de
confesiones incrédulas e impías que en realidad perpetúan la pésima
condición que estás tan desesperado por cambiar.
Lo digo como es. Llamo a las cosas como las veo. Dios entiende eso de
mí". Oh sí, él lo entiende muy bien. También entiende que mientras
sigamos diciendo las cosas como son, va a seguir siendo así; mientras
sigamos llamando a las cosas como son, esas cosas nunca van a cambiar.
(RVC) Rom 4:17 Como está escrito: «Te he puesto por padre de muchas
naciones.» Y lo es delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los
muertos, y llama las cosas que no existen, como si existieran.
Nos dejamos robar por el sistema mundial babilónico que nos rodea. La
gente en ese sistema no puede entender lo que Jesús dijo sobre las
palabras. Les parece una locura. El diablo les ha lavado el cerebro para que
piensen que las cosas sólo pueden cambiarse con el pensamiento y la
energía natural. Debido a que el evangelio está oculto para ellos, están
atrapados en una mentalidad mundana que parece correcta “pero su fin
son los caminos de la muerte" (Proverbios 16:25).
Jerry Savelle solía compararlo con remar río arriba. Hace años que no le
oigo predicar sobre ello, pero nunca he olvidado lo que dijo. Hablaba de
cómo el mundo entero está en un flujo negativo. Va en dirección
contraria. Si te relajas, terminas a la deriva con todos los demás y terminas
enfermo, quebrado y muerto. Así que tienes que construirte una canoa
espiritual con la Palabra de Dios. Tienes que agarrar tus remos de fe, darte
la vuelta y empezar a remar hacia el otro lado.
En poco tiempo, su canoa está flotando río abajo otra vez. Vas en la misma
dirección negativa que todos los demás. De repente, te das cuenta de lo
que está pasando. Dices: Bendito sea Dios, no voy a ir por ahí". Agarrando
los remos de la fe, das la vuelta al barco y empiezas a remar de nuevo,
Diciendo lo que Dios dice sobre la situación.
Por supuesto, Adán perdió esa habilidad cuando pecó. Pero a través de
Jesús, Dios lo ha restaurado. Nos ha devuelto nuestra autoridad
haciéndonos herederos conjuntos con Cristo; y nos ha devuelto el poder
de la BENDICIÓN a través del Bautismo en el Espíritu Santo.
Dios nos ha dicho a través de Jesús, el último Adán, lo mismo que le dijo al
primer Adán: ¡Sean a mi imagen y semejanza! ¡Sea bendito! ¡Sed
fecundos, multiplicaos, dominad y reabasteced la tierra! ¡Vaya, qué poder
hay en esa pequeña palabra ser!
Amén significa “que así sea". Por eso lo decimos al final de nuestras
oraciones. Tiene sentido, ¿no? En la oración, declaramos lo que queremos
de acuerdo con la Palabra y la voluntad de Dios, y luego terminamos
diciendo: “¡Que la oración sea!" “¡ser!" En su mayor parte, no nos hemos
dado cuenta de lo que hacemos porque hemos convertido el amén en una
tradición religiosa. Pero no es así como empezó. Comenzó con Jesús. Él es
quien nos enseñó a expresar nuestra fe rezando y diciendo la poderosa
palabrita ser. Considere lo que dijo en Marcos 11:22-23: Tengan fe en
Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que diga a este monte:
Retírate y échate al mar", no dudará en su corazón, sino que creerá que lo
que dice sucederá, y tendrá lo que dice".
Por eso le dijo al leproso que vino a curarse: “Sé limpio" (Marcos 1:41).
Por eso le dijo al centurión que vino a buscar la curación de su sirviente,
“Lo que has creído, hágase contigo" (Mateo 8:13). Es por eso que Él calmó
la tormenta diciendo: “Paz, quieto"; (Marcos 4:39). Cuando Jesús dijo,
“Sé” estaba liberando el poder del Espíritu Santo (el poder de LA
BENDICIÓN) para crear lo que fuera necesario crear y cambiar lo que fuera
necesario cambiar.
Ahora, hermano Copeland, creo que estás exagerando un poco las cosas.
No es tan simple ¿En serio? Piensa por un momento en cómo te salvaste.
Simplemente creíste en tu corazón y confesaste con tu boca el señorío de
Jesús ¿no es así? Allí estabas, atrapado en la oscuridad, un pecador bajo el
poder de Satanás sin capacidad propia para liberarse.
Fuiste víctima del estafador más horrible y espiritual que jamás haya
existido. El mismo diablo te había robado tu derecho al cielo y tu
autoridad en la tierra, y no tenías poder para recuperar esas cosas. ¡Habla
de una situación desesperada! ¡Habla de un obstinado problema que no
sabes cómo arreglar! Ese es el peor predicamento en el que cualquier ser
humano se encontrará.