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SERENIDAD

diciembre de 1922; y cinco días después, Bibliografía: AVP, I, pp. 121-197; Ramón He-
el 21 de diciembre, le fueron conferidas las rrando Prat de la Riba, Los años de seminario
Órdenes del Exorcistado y del Acolitado, de Josemaría Escrivá en Zaragoza (1920-1925).
también en la Capilla del Palacio Arzobis- El seminario de San Francisco de Paula, Madrid,
Rialp, 2002; Id., “El seminario de San Francisco
pal. Cuando ya había concluido el quinto
de Paula de Zaragoza (I)”, CCEDEJ, II (1998), pp.
curso de Teología, recibió el Subdiaconado
7-44; Id., “El seminario de San Francisco de Pau-
en la iglesia del Real Seminario Sacerdo- la de Zaragoza (II)”, CCEDEJ, III (1999), pp. 7-46.
tal de San Carlos, el 14 de junio de 1924;
seis meses después, el 20 de diciembre de Ramón HERRANDO PRAT DE LA RIBA
1924, en el mismo lugar, le fue conferido
el Diaconado y el 28 de marzo de 1925 re-
cibió el Presbiterado de manos de Mons.
Miguel de los Santos Díaz Gómara, Obispo SERENIDAD
Titular de Tágora y Presidente del Real Se- 1. Serenidad y filiación divina. 2. El camino
minario Sacerdotal de San Carlos. de la serenidad. 3. Importancia y frutos de
El junio de 1924, unos días antes de la serenidad.
que se le confiriese el Subdiaconado,
san Josemaría, concluyó sus estudios de La serenidad es la actitud o cualidad
quinto curso de Teología en la Universidad que permite al hombre mantener un temple
Pontificia. sosegado y ecuánime, sin caer ni en la in-
quietud ni en la zozobra. Está muy relacio-
Durante los dos últimos cursos del Se- nada con la paciencia y ambas con la for-
minario (1923-1925), con la autorización taleza, virtud que ayuda a enfrentarse con
de sus superiores, frecuentó las aulas de las dificultades y a superarlas. San Jose-
la Facultad de Derecho de la Universidad maría habla de la serenidad, vinculándola
de Zaragoza como alumno no oficial y se a esas otras dos disposiciones del espíritu
examinó de algunas asignaturas. mencionadas en uno de los pasajes de la
Los estudios biográficos realizados homilía que dedica a tratar de las virtudes:
sobre los años de seminario de san Jo- “Fuertes y pacientes: serenos. Pero no
semaría, aportan una documentación que con la serenidad del que compra la pro-
ponen de manifiesto una actitud interior de pia tranquilidad a costa de desinteresarse
fe inquebrantable y de firmeza en su res- de sus hermanos o de la gran tarea, que a
puesta a la vocación. No le faltaron con- todos corresponde, de difundir sin tasa el
tradicciones entre sus compañeros, de bien por el mundo entero. Serenos porque
modo especial durante su primer curso, siempre hay perdón, porque todo encuen-
que supusieron una fuerte tribulación para tra remedio, menos la muerte y, para los
su alma, por afectar directamente, aunque hijos de Dios, la muerte es vida. Serenos,
desde fuera, a su decisión de secundar la aunque sólo fuese para poder actuar con
Voluntad de Dios. Esas circunstancias fue- inteligencia: quien conserva la calma está
ron un catalizador de una honda madura- en condiciones de pensar, de estudiar los
ción espiritual, que le confirmó en la deci- pros y los contras, de examinar juiciosa-
sión, que mantuvo siempre, de fidelidad al mente los resultados de las acciones pre-
querer divino. vistas. Y después, sosegadamente, inter-
viene con decisión” (AD, 79).
Voces relacionadas: Estudios y títulos académi-
cos de san Josemaría; Ordenación sacerdotal
1. Serenidad y filiación divina
de san Josemaría; Seminario Conciliar de Za-
ragoza; Universidad de Zaragoza; Vocación de La serenidad hace referencia al ca-
san Josemaría; Zaragoza. rácter. Hay personas que son por tempe-

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ramento sosegadas y tranquilas, incluso ante el mundo y los acontecimientos que


apáticas. Otras son nerviosas, con tenden- jalonan su historia se defina a partir de la
cia al perfeccionismo y a la agitación. En- convicción de que Dios está cerca, de que
tendida como actitud moral, la serenidad nada le es ajeno: “Aleja enseguida de ti
presupone la capacidad que el hombre –¡si Dios está contigo!– el temor y la pertur-
posee para dominar y educar el propio ca- bación de espíritu” (S, 854). La serenidad
rácter a fin de adoptar en todo momento es, en suma, la actitud propia del hombre
una actitud equilibrada y serena. Los auto- que vive y reflexiona sobre cuanto le rodea,
res discuten si es una virtud, o más bien el sobre su propia vida y sobre el conjunto de
fruto o resultado de un conjunto de virtu- la historia a la luz de la fe: “Si el mundo ha
des o actitudes: la fortaleza, la paciencia, salido de las manos de Dios, si Él ha crea-
el orden, la confianza en los demás, la ca- do al hombre a su imagen y semejanza (Gn
pacidad de reflexionar sobre la experiencia 1, 26) y le ha dado una chispa de luz, el tra-
ya adquirida, etc. bajo de la inteligencia debe –aunque sea
con un duro trabajo– desentrañar el senti-
Sin ignorar esos componentes huma-
do divino que ya naturalmente tienen todas
nos, san Josemaría, hablando desde una
las cosas” (ECP, 10). El cristiano puede, por
perspectiva cristiana, la relaciona direc-
tanto, sentirse, aun en medio de las difi-
tamente con el sentido de la filiación di-
cultades, sereno, capaz de afrontar la vida
vina, con el hecho de tener fija la mirada
con ánimo entero, con ilusión, con deseos
en Dios que, siendo nuestro Padre, está
de servir, con capacidad y sostenido por
junto a nosotros con su amor. “Es preci-
la gracia, para continuar o reemprender
so convencerse de que Dios está junto a
siempre el camino.
nosotros de continuo. –Vivimos como si el
Señor estuviera allá lejos, donde brillan las “Cristo nos espera. Vivimos ya como
estrellas, y no consideramos que también ciudadanos del cielo (Flp 3, 20), siendo
está siempre a nuestro lado. (...) Preciso es plenamente ciudadanos de la tierra, en
que nos empapemos, que nos saturemos medio de dificultades, de injusticias, de
de que Padre y muy Padre nuestro es el incomprensiones, pero también en medio
Señor que está junto a nosotros y en los de la alegría y de la serenidad, que da el
cielos” (C, 267). saberse hijo amado de Dios” (ECP, 126). La
serenidad que predica san Josemaría es la
La serenidad tiene sus raíces en la fe,
serenidad del hombre concreto “de carne
que da a conocer que el universo, y espe-
y hueso” (AD, 117), que conoce la entrega
cialmente la vida y la historia humanas, tie-
y el empeño que el vivir reclaman y, a la
nen sentido, y enseña que ninguna realidad
vez, se sabe, en Cristo, hijo de Dios. No es,
escapa a la providencia divina. “La fe cris-
por tanto, un sentimiento pasajero o una
tiana, (...) nos lleva a ver el mundo como actitud exclusivamente interior, sino una
creación del Señor, a apreciar, por tanto, fuerza vital que se refleja en el exterior de
todo lo noble y todo lo bello, a reconocer la la persona y en sus obras. “Ojalá fuera tal
dignidad de cada persona, hecha a imagen tu compostura y tu conversación que to-
de Dios, y a admirar ese don especialísimo dos pudieran decir al verte o al oírte hablar:
de la libertad, por la que somos dueños de éste lee la vida de Jesucristo” (C, 2), afirma
nuestros propios actos y podemos –con la al comienzo de Camino, para añadir, inme-
gracia del Cielo– construir nuestro destino diatamente después: “Que tu porte exte-
eterno” (ECP, 99). rior sea reflejo de la paz y el orden de tu
Fundamentada en la verdad de un Dios espíritu” (C, 3). Y algo más adelante: “No
creador, lleno de amor y omnipotente, la soslayes el deber. –Cúmplelo derecha-
serenidad aspira a enraizarse en el mismo mente, aunque otros lo dejen incumplido”
ser del creyente, de modo que su actitud (C, 36).

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2. El camino de la serenidad para teorizar son virtudes para vivir: la fe,


Aunque tenga sus raíces en la filiación la esperanza, la caridad. Y así tendréis se-
divina, y sea por tanto don de Dios, la se- renidad” (Carta 31-V-1954, n. 25: Canals,
renidad no se adquiere sin la cooperación 1988, p. 106).
humana. La serenidad exige, en efecto, Desde esta perspectiva hay una virtud
dominio de uno mismo, modelar el propio que cobra especial importancia: la humil-
carácter, juicio equilibrado, reflexión pa- dad. Cuando se ven las cosas sólo desde
ciente, control de los nervios y de la ima- el propio punto de vista, y más aún cuando
ginación, formar y cultivar la inteligencia, se las refiere sólo a la propia persona y a
situarse de modo adecuado ante el que- las propias fuerzas, la realidad se defor-
hacer concreto. ma, las dificultades se exageran, se abre
Y todo eso reclama la puesta en mar- la puerta a la turbación y al abatimiento, y,
cha del conjunto de virtudes y modos de en consecuencia, se pierde la serenidad.
comportamiento al que, en un principio, “Es a veces corriente, incluso entre almas
hacíamos referencia, poniéndolo en rela- buenas –escribe san Josemaría–, provo-
ción con la serenidad: la fortaleza que lleva carse conflictos personales, que llegan a
a realizar el bien, sin doblarse ante la con- producir serias preocupaciones, pero que
tradicción, ya que “el fuerte, a veces, sufre, carecen de base objetiva alguna. Su origen
pero resiste; llora quizá, pero se bebe sus radica en la falta de propio conocimiento,
lágrimas” (AD, 77); la paciencia, que per- que conduce a la soberbia: el desear con-
mite superar el paso del tiempo, evitando vertirse en el centro de la atención y de la
nerviosismos e intemperancias; la pruden- estimación de todos, la inclinación a no
cia, que ayuda a percibir lo que en cada quedar mal, el no resignarse a hacer el
momento es oportuno y lo que, en cam- bien y desaparecer, el afán de seguridad
bio, debe dejarse para más adelante; el personal. Y así muchas almas que podrían
orden, que distribuye adecuadamente las gozar de una paz maravillosa, que podrían
cosas y las tareas, superando la tenden- gustar de un júbilo inmenso, por orgullo y
cia a la improvisación, y facilita la atención presunción se transforman en desgracia-
a los detalles (la atención por amor a las das e infecundas” (ECP, 18).
cosas pequeñas, de que tanto habló san Íntimamente relacionada con la humil-
Josemaría), evitando a la vez todo perfec- dad está la confianza, sea en los demás,
cionismo y toda minuciosidad excesiva; la sea, sobre todo, en Dios. Saber que no
flexibilidad, que se contrapone tanto a la estamos aislados en medio de un mundo
rigidez, que manifiesta falta de madurez y impersonal y desconocido, que contamos
puede desembocar en actitudes contrarias no sólo con nuestra inteligencia y con
a la justicia y a la misericordia, como a la nuestras fuerzas, sino con el aliento y el
debilidad, que impide que la acción sea apoyo de quienes nos rodean, favorece el
eficaz y hace al sujeto víctima de sus pro- desarrollo de un ánimo sereno. Y de modo
pias pasiones, de las corrientes de opinión particular si quien nos ofrece su ayuda y su
o de las modas. compañía es precisamente Dios que sabe-
Pero aunque esas y otras virtudes hu- mos nos ama. Que en Él podemos no sólo
manas sean imprescindibles para crecer apoyarnos, sino abandonarnos, siguiendo
en la serenidad, san Josemaría no dejó el consejo del salmista: “deja en el Señor
nunca de recordar que las virtudes hu- tu cuidado y Él te sustentará” (Sal 55 [Vg
manas están en relación estrecha con las 54], 23, citado en S, 873; ver también Mt
sobrenaturales. Habló pues de lucha ascé- 6, 25-34).
tica, “poniendo en ejercicio, a lo largo del San Josemaría, que predicó la lla-
día, las virtudes teologales, que antes que mada a santificarse en medio del mundo

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cumpliendo todas las obligaciones socia- estarían radicadas en el ser de la persona


les, profesionales, familiares, etc., habló ni influirían plenamente en las actitudes y
muchas veces de responsabilidad, y em- comportamientos. Quien trata a Cristo y
pleó en diversos momentos la expresión busca en todo la voluntad de Dios Padre
“preocupaciones”: el padre y la madre de verá siempre las cosas con esperanza y
familia han de estar preocupados por la optimismo, y el trato personal con el Señor
educación de sus hijos, el dirigente de una se expresará “en alegría, en serenidad, en
fábrica por la marcha de la labor y el tra- afán de justicia” (ECP, 156). También en la
bajo de los obreros, y así sucesivamente. contradicción.
Pero excluyó a la vez toda tendencia a una Al contemplar la vida de Cristo, el
preocupación enfermiza, que quita la paz. cristiano entiende que las contradiccio-
“Si –por tener fija la mirada en Dios– sabes nes –verdadera piedra de toque para la
mantenerte sereno ante las preocupacio- serenidad– son ocasión para vivir la fe y
nes (...) te ahorrarás muchas energías, que la fortaleza, de modo que llenen el alma la
te hacen falta para trabajar con eficacia, alegría y la paz, “con la claridad de Dios
en servicio de los hombres” (S, 856). Un en el entendimiento” (AD, 305). Y, al tener
punto de Surco resume bien esta ense- esa claridad en el entendimiento, reflejar-
ñanza: “¿Preocupaciones?... –Yo no tengo la en las obras, ya que la fe y confianza
preocupaciones –te dije–, porque tengo en Dios se manifiestan en la perseveran-
muchas ocupaciones” (S, 511). Poniendo cia –por amor– en lo que el alma reconoce
todos los medios humanos a su alcance, como voluntad de Dios, como bien para
el cristiano debe afrontar la propia tarea, nosotros mismos y para los demás, aun-
las propias ocupaciones, con confianza que pueda costar esfuerzo. “Cuando hay
en Dios y, por tanto, con optimismo y con amor, hay entereza: capacidad de entrega,
serenidad, sin inquietud ni falsos temores. de sacrificio, de renuncia. Y, en medio de la
En el camino de la serenidad, es esen- entrega, del sacrificio y de la renuncia, con
cial el trato asiduo, personal, con Cristo, de el suplicio de la contradicción, la felicidad
forma que la propia vida refleje la de Jesús y la alegría. Una alegría que nada ni nadie
y, por tanto, su unión con Dios Padre, su podrá quitarnos” (ECP, 75).
entrega serena y confiada al cumplimien- En la contradicción la serenidad se
to del querer divino. San Josemaría usa la vive como roca fuerte en la que el ánimo
expresión “ipse Christus” para indicar esa toma nuevo vigor: “Aunque todo se hunda
unión con Jesús a la que, presuponiendo y se acabe, aunque los acontecimientos
el Bautismo, puede y debe llegar el cristia- sucedan al revés de lo previsto, con tre-
no a través del trato personal con Él: “Para menda adversidad, nada se gana turbán-
ser ipse Christus hay que mirarse en Él. No dose. Además, recuerda la oración confia-
basta tener una idea general del espíritu da del profeta: «el Señor es nuestro Juez,
de Jesús, sino que hay que aprender de el Señor es nuestro Legislador, el Señor es
Él detalles y actitudes. Y, sobre todo, con- nuestro rey; Él es quien nos ha de salvar»”
templar su paso por la tierra, sus huellas, (S, 855).
para sacar de ahí fuerza, luz, serenidad,
paz” (ECP, 107). 3. Importancia y frutos de la serenidad
Vivida así, la contemplación de la vida Tanto si se la considera como una vir-
de Cristo pone en ejercicio no sólo la in- tud especial, como si se piensa que es el
teligencia y el sentimiento, sino también resultado de un conjunto de disposiciones
la libertad, sin la cual las virtudes serían y virtudes, la serenidad ocupa un lugar de
únicamente una serie de modos de vida singular importancia: sólo la persona sere-
mecánicamente aprendidos; es decir, no na puede enfrentarse adecuada y eficaz-

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mente a las tareas, compromisos y obliga- la gran tarea, que a todos corresponde, de
ciones que la vida trae consigo. difundir sin tasa el bien por el mundo ente-
Necesitamos la serenidad para “poder ro” (AD, 79). “El camino del cristiano, el de
actuar con inteligencia: quien conserva la cualquier hombre, no es fácil. Ciertamente,
calma está en condiciones de pensar, de en determinadas épocas, parece que todo
estudiar los pros y los contras, de exa- se cumple según nuestras previsiones;
minar juiciosamente los resultados de las pero esto habitualmente dura poco. Vivir
acciones previstas. Y después, sosegada- es enfrentarse con dificultades, sentir en
mente, interviene con decisión” (AD, 79). el corazón alegrías y sinsabores; y en esta
En otras palabras, “necesitamos de la se- fragua el hombre puede adquirir fortale-
renidad de la mente, para no ser esclavos za, paciencia, magnanimidad, serenidad”
de nuestros nervios o víctimas de nuestra (AD, 77).
imaginación; necesitamos de la serenidad El ser humano está llamado a actuar
del corazón, para no vernos consumidos con responsabilidad y con ánimo sereno
por la ansiedad ni por la angustia; necesi- en todas las situaciones y circunstancias
tamos también de la serenidad en nuestra que definen su vida. En el trabajo diario,
acción, para evitar oscurecimientos super- cuando se hace duro y pesado o cuando
ficiales e inútiles derroches de nuestras reclama tomar decisiones difíciles. En los
fuerzas” (Canals, 1988, p. 108). momentos en los que debamos dar con-
La persona serena posee la capacidad sejo a otros (a los hijos, a los alumnos, a
para ser objetiva y concreta, para analizar los subordinados, a los amigos, etc.). En
los problemas y sintetizar las posibles solu- la vida de relación, cuando surgen roces
ciones, para tener visión tanto del conjunto o problemas. En el apostolado, respetan-
como de los detalles. La persona serena do la libertad y el ritmo que cada persona
es también firme al mandar o al aconsejar, sea capaz de seguir: “Es menester lograr
sabe encontrar la palabra justa y oportu- que las almas apunten muy alto: empujar-
na para indicar un camino o para ofrecer las hacia el ideal de Cristo; llevarlas hasta
consuelo, atendiendo a la diversidad de las últimas consecuencias, sin atenuantes
circunstancias y de situaciones. ni paliativos de ningún género, sin olvidar
que la santidad no es primordialmente
La serenidad cristiana no es, como la
serenidad estoica, mero dominio de las obra de brazos. La gracia, normalmente,
pasiones (cfr. S, 876), y menos todavía sigue sus horas, y no gusta de violencias.
frialdad o indiferencia ante la vida terrena. Fomenta tus santas impaciencias..., pero
El cristiano sabe que el mundo es bueno, no me pierdas la paciencia” (S, 668).
porque ha sido creado por Dios. Y, si está Serenos también en el esfuerzo por ser
llamado a santificarse en medio del mun- mejores, sin irritarse con uno mismo ni per-
do, sabe que debe participar, con empeño der la paz aunque pueda parecer que se
–más aún, con ilusión– en las tareas que procede lentamente o haya incluso retro-
implica y en los avatares que lo acompa- cesos, faltas o pecados, que pueden pro-
ñan, pensando en el servicio de los demás, vocar no sólo arrepentimiento y dolor, sino
y soportando, si llegara el caso, los sinsa- también abatimiento, ya que el alma “deja
bores o venciendo las dificultades. El cris- de saborear la paz y la serenidad cuando
tiano no se desentiende de las dificultades se aleja de su fin”, es decir, de Dios (cfr.
de la vida humana, ni ignora las fatigas, ni AD, 10). Pero seguir esa pendiente con-
se refugia en añoranzas o en mundos idea- duce al error y al sinsentido. La santidad
les. “Serenos. Pero no con la serenidad del exige esfuerzo, pero la confianza en la mi-
que compra la propia tranquilidad a costa sericordia y en el amor divino excluye todo
de desinteresarse de sus hermanos o de desaliento. “Serenos, porque siempre hay

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SERVICIO, ESPÍRITU DE

perdón, porque todo encuentra remedio, Voces relacionadas: Filiación divina; Fortaleza.
menos la muerte y, para los hijos de Dios,
la muerte es vida” (AD, 79). “¿Qué importa Bibliografía: AD, 1-22, 73-93, 205-221, 294-
tropezar, si en el dolor de la caída halla- 316; ECP, 12-21; Salvador Canals, Ascética
mos la energía que nos endereza de nuevo meditada, Madrid, Rialp, 1988; María Jesús
y nos impulsa a proseguir con renovado Soto Bruna, “La serenidad a la luz de la digni-
aliento? No me olvidéis que santo no es el dad creatural de la persona”, Anuario Filosófico,
2002 (35), pp. 655-674.
que no cae, sino el que siempre se levanta,
con humildad y con santa tozudez. (...) Con Wendy PETZALL
serenidad, tranquilo, por mucho que duela
la herida aún no restañada de tu último res-
balón, abraza de nuevo la cruz y di: Señor,
con tu auxilio, lucharé para no detenerme, SERVICIO, ESPÍRITU DE
responderé fielmente a tus invitaciones, sin 1. La caridad y la justicia, fundamento del
temor a las cuestas empinadas, ni a la apa- espíritu de servicio. 2. Trabajo y espíritu de
rente monotonía del trabajo habitual, ni a servicio. 3. Cultura y espíritu de servicio.
los cardos y guijos del camino” (AD, 131). 4. Política y espíritu de servicio. 5. Econo-
mía y espíritu de servicio. 6. Familia y espí-
Pase lo que pase, en el interior del pro-
ritu de servicio.
pio espíritu o en el mundo que le rodea, la
persona, con el auxilio de la gracia, está El espíritu de servicio forma parte de la
siempre en condiciones de continuar es- identidad cristiana, ya que el cristiano está
forzándose serena y confiadamente por llamado a vivir la vida de Cristo, que vino a
crecer en santidad y por hacer del mundo la tierra no para ser servido sino para servir
un lugar plenamente humano, en el que y dar su vida en redención de muchos (cfr.
todo hombre y toda mujer puedan desa- Mc 10, 45). Así lo subraya san Josemaría:
rrollarse como seres humanos y abrirse al “El Verbo se hizo carne y vino a la tierra
diálogo con el Creador. Quien tiene fe debe ut omnes homines salvi fiant (cfr. 1 Tm 2,
ver siempre las cosas con esperanza y op- 4), para salvar a todos los hombres. Con
timismo, con conciencia de que la partici- nuestras miserias y limitaciones persona-
pación en los nobles afanes humanos no les, somos otros Cristos, el mismo Cris-
aparta de Dios, ya que la gracia hace posi- to, llamados también a servir a todos los
ble orientarlo todo hacia Él, y de ese modo hombres” (ECP, 106). Y en otro lugar: “Tú
“divinizar el mundo” (cfr. AD, 308). quieres pisar sobre las huellas de Cristo,
Concluyamos señalando que san Jo- vestirte de su vestidura, identificarte con
semaría evoca, también respecto a la sere- Jesús: pues que tu fe sea operativa y sa-
nidad, el ejemplo de Santa María: “¡Cómo crificada, con obras de servicio, echando
contrasta la esperanza de Nuestra Señora fuera lo que estorba” (F, 155).
con nuestra impaciencia! Con frecuencia
reclamamos a Dios que nos pague ense- 1. La caridad y la justicia, fundamento
guida el poco bien que hemos efectuado. del espíritu de servicio
Apenas aflora la primera dificultad, nos El espíritu de servicio es como un im-
quejamos. Somos, muchas veces, incapa- pulso interior que mueve a obrar en be-
ces de sostener el esfuerzo, de mantener neficio de otro y lleva a vivir la solidaridad
la esperanza. Porque nos falta fe: ¡bien- con todos los hombres, ya que, como dice
aventurada tú, que has creído! Porque se san Josemaría, la solidaridad se mide “por
cumplirán las cosas que se te han declara- obras de servicio” (CONV, 75). Está relacio-
do de parte del Señor (Lc 1, 45)” (AD, 286). nado con un dato fundamental: el hecho de

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