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LA CRUZ Y LA MUERTE EN LA
TEOLOGÍA ACTUAL
d) "Memoria passionis».
El itinerario de J. B. Metz avanza en un proceso
ininterrumpido.
De una teología antropológico-existencialista
(Antropocentrismo
cristiano, 1962) pasa a una teología de la secularización
(Teología
del mundo, 1965- 1966), para desembocar en la teología
política
(1967ss). A partir de 1969 habla de la memoria passionis y
propugna un nuevo método de hacer teología, la teología
narrativa, como correctivo de la teología argumentativa
(1972ss).
El contenido de la fe cristiana no puede articularse
únicamente en
una perspectiva concordista y argumentativa; tampoco con
un
método dialéctico que difumine los problemas y las
contradicciones
de orden histórico y social. Subsiste siempre una dialéctica
negativa que no puede asumirse en una síntesis superadora.
En
otras palabras: hay un mal que no puede transformarse en
bien. Es
pura iniquidad y maldad. La historia de los que han sido
asesinados y condenados injustamente no puede rehacerse.
Ellos
siguen constituyendo en la historia una continua denuncia
contra el
homo emancipator, contra el hombre que pretende progresar
en
línea recta y sin sacrificio. Aquí se sitúa la memoria
passionis, el
recuerdo peligroso y subversivo de los humillados y
ofendidos, de
los que fueron vendidos; y ese recuerdo puede suscitar
peligrosas
visiones, dar pie a nuevos movimientos liberadores...
La vida de Jesús se narra dentro de una memoria así. No se
argumenta. Se cuenta su historia. Esta historia rompe todas
las
totalidades que quieren insertar el mal, el dolor, el pecado en
un
mecanismo superior y asignarles una función. Hay una
negatividad
que no se deja encuadrar porque no tiene sentido. Pero
puede
tener futuro. Esto es lo que se reveló en Jesús resucitado.
Un
crucificado, muerto absurdamente, resucita y responde así
al
enigma de la historia; todos los asesinados desde el
comienzo del
mundo viven como Jesús. Así, la memoria passionis se
transforma
en memoria resurrectionis. Este futuro muestra que el
sentido no
es patrimonio exclusivo de los vencedores y los poderosos.
En la
resurrección aparece otro sentido: el futuro de los que
fueron
massa damnata, los olvidados y borrados de la historia. Así,
la
Iglesia, que une las dos memorias, no es una comunidad
argumentativa, sino una comunidad que narra y actualiza
recuerdos: una memoria viva. El evangelio está vivo en su
vida.
Pero la Iglesia debe saber contar y narrar, recordar y
rememorar
de manera que desenmascare las ideologías totalitarias. El
pensamiento argumentativo no carece de función: sirve de
apologética para defender la narración y actualizarla
continuamente.
LEONARDO BOFF
JESUCRISTO Y LA LIBERACION DEL HOMBRE
EDICIONES CRISTIANDAD. MADRID 1981. Pág. 405-422