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Vale la pena rememorar a un personaje que fue una gran figura ecuatoriana y muy polémico el
Presidente 1861-1865 y 1869-1875
ANECDOTAS
Las relaciones entre Juan Montalvo y Gabriel García Moreno, nunca fueron buenas, la
antipatía era demasiado, no soportaban ni verse, cierto día García Moreno y Juan
Montalvo se encontraron cerca del palacio de Carondelet casualmente en la misma
acera frente a frente, y nadie estuvo dispuesto a ceder el paso, Juan Montalvo le dijo: –
¿Puede darme permiso? Necesito pasar. García Moreno contesto –yo no cedo el paso
a idiotas, a lo que Juan Montalvo bajándose de la acera contestó yo sí, tenga la bondad
de pasar señor Presidente.
Nunca durmió en la confortable cama que le habían preparado, sino en una banca, sin
despojarse de los vestidos, y abrigado con un poncho. Daba como razón el estar listo
para salir, en cualquier hora de la noche, para solucionar los problemas que se podían
suscitar en la tropa.
En cierta ocasión un anciano prioste le invitó a la misa a Garcia Moreno y adivinen que,
fue al Corpus Cristi y puso a disposición sus batallones al cortejo del Santísimo
Sacramento.
Entre las devociones de García Moreno estaban las mujeres, sin importar que fueran
casadas o ajenas, con tal de que fuesen bellas.
En cierta ocasión el doctor José María Velasco Ibarra, invitó una noche a un grupo de
periodistas, cuando no eran acosados de mediocres ni corruptos en su gobierno para
que cuenten "cachos" en la residencia presidencial, pidió que den preferencia a
aquellos que se valían se su figura delgada y cara huesuda, para criticarlo ridiculizarlo
con ironía. El Mandatario esa noche se divirtió mucho, aunque probablemente no le
gustaron algunos de los chistes que escuchó.
Velasco Ibarra, cuentan que una vez, siendo diputado por Pichincha, con unos colegas
de Cámara, por el pretexto que no falta y el frío de la madrugada, fuimos a festejar
algún triunfo parlamentario. Me pasé de copas, señor. Me sentí abochornado. Llegué a
la casa pensando en la severa y justa presencia de mi madre. Al día siguiente esperé
su reprobación. Fueron las 8 de la mañana, las 9, las 10. Al mediodía, mi sabia y
ejemplar madre, que sabía mi comportamiento frívolo de la noche precedente, no me
dijo una sola palabra. Como si no se hubiera enterado del asunto. Me sentí
avergonzado. Qué grande era mi madre para hacer sentir su autoridad desde el
silencio. Nunca más he bebido, señor. Esta anécdota ocurrió cuando el doctor Velasco
Ibarra contaba aproximadamente ya unos 37 años de edad, podemos suponer
realmente, cuando hondo y sentido era el respeto que guardaba por su madre, cuando
siendo hombre maduro, político destacado, cercano a la Presidencia de la República,
esperaba con ansiedad la admonición materna por un hecho de relativa importancia.
El expresidente José María Velasco Ibarra. El mandatario era “valiente” para treparse
en el techo del vagón sin vacilar o para trasladarse en los llamados carros de mano
desde Alausí hasta Bucay.
José María Velasco Ibarra. En el año de 1935, en el Hospital Mental San Lázaro, en
Quito, vivió una experiencia llena de historia y de sorpresa. Velasco Ibarra había
trabajado un tiempo en ese asilo mental. Y en su primer período presidencial decidió
visitarlo para ofrecer ayuda a la institución. En el patio de los enfermos más entrados
en años y más pacíficos, el médico acompañante le señaló a uno de los pacientes.
“Mírelo bien y dígame quién es”. Velasco Ibarra palideció, se acercó al hombre que lo
miraba desde un silencio imperturbable y se restregó los ojos sin creer lo que estaba
viendo. “No puede ser” -dijo Velasco Ibarra- “estamos en 1935 y este hombre murió
asesinado en 1875… hace ya sesenta años… no puede ser, pero es Gabriel García
Moreno. Es su doble perfecto”. El médico le aclaró: “Sí, es el doble perfecto de García
Moreno. Pero no es su hijo. Por lo menos, no su hijo legal. Es el hijo de Faustino Rayo,
el asesino de García Moreno”.