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Nietzsche, Friedrich. El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo.

Trad. Andrés Sánchez Pascual. Alianza, Buenos Aires, 2009, págs. 121-122.

Incursiones de un intempestivo – aforismo 38.

[121] Mi concepto de libertad. - A veces el valor de una cosa reside no en lo que con ella se alcanza, sino en lo
que por ella se paga, - en lo que nos cuesta. Voy a dar un ejemplo. Las instituciones liberales dejan de ser
liberales tan pronto como han sido alcanzadas: no hay luego cosa que cause perjuicios más molestos y
radicales a la libertad que las instituciones liberales. Es sabido, en efecto, qué es lo que ellas llevan a cabo:
socavan la voluntad de poder, son la nivelación de las montañas y valles elevada a la categoría de moral,
vuelven cobardes, pequeños y ávidos de placeres a los hombres, -con ellas alcanza el triunfo siempre el
animal de rebaño. Liberalismo: dicho claramente, animalización gregaria... Esas mismas instituciones,
mientras todavía no han sido conquistadas, producen efectos completamente distintos; entonces fomentan
poderosamente de hecho la libertad. Vistas las cosas con más rigor, es la guerra la que produce esos efectos,
la guerra por conquistar las instituciones liberales, la cual, por ser guerra, hace perdurar los instintos no
liberales. Y la guerra educa para la libertad. Pues ¿qué es la libertad? Tener voluntad de autorresponsabilidad.
Mantener la distancia que nos separa. Volverse más indiferente a la fatiga, a la dureza, a la privación, incluso
a la vida. Estar dispuesto a sacrificar a la propia causa hombres, incluido uno mismo. La libertad significa que
los instintos viriles, los instintos que disfrutan con la guerra y la victoria, dominen a otros instintos, por
ejemplo a los de la «felicidad». El hombre que ha llegado a ser libre, y mucho más el espíritu que ha llegado a
ser libre, pisotea la despreciable especie de bienestar con que sueñan los tenderos, los cristianos, las vacas,
las mujeres, los ingleses y demás demócratas. El hombre libre es un guerrero. - ¿Por qué se mide la libertad,
tanto en los individuos como en los pueblos? Por la resistencia que hay que superar, por el esfuerzo [122]
que cuesta permanecer arriba. El tipo supremo de hombres libres habría que buscarlo allí donde
constantemente se supera la resistencia suprema: a dos pasos de la tiranía, en los umbrales del peligro de la
esclavitud. Esto es psicológicamente verdadero, si por «tiranos» entendemos aquí unos instintos inexorables
y terribles, que provocan contra sí el máximo de autoridad y de disciplina -el tipo más bello, Julio César-; esto
es también políticamente verdadero, basta para verlo dar unos pasos por la historia. Los pueblos que
valieron algo, que llegaron a valer algo, no llegaron nunca a ello bajo instituciones liberales: el gran peligro
fue el que hizo de ellos algo merecedor de respeto, el peligro, que es el que nos hace conocer nuestros
recursos; nuestras virtudes, nuestras armas de defensa y ataque, nuestro espíritu, - que es el que nos compele
a ser fuertes.... Primer axioma: hay que tener necesidad de ser fuerte: de lo contrario, jamás se llega a serlo. -
Aquellos grandes invernaderos para cultivar la especie fuerte, la especie más fuerte de hombre habida hasta
ahora, las comunidades aristocráticas a la manera de Roma y de Venecia, concibieron la libertad exactamente
en el mismo sentido en que yo concibo la palabra libertad: como algo que se tiene y no se tiene, que se
quiere, que se conquista...

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