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Ejercicios Espirituales / online

Encuentro 3: para ser felices…amando y siendo


amados.
acompañante: Isaac Daniel Velásquez S.J.
Los Ejercicios Espirituales suponen una mínima base de fe en los Ejercitantes. No son, ni
pretenden ser, un seminario donde se resuelvan los problemas o lagunas teológicas de los
participantes. Si, eventualmente, detectas que hay inquietudes sobre este asunto,
enhorabuena. Te invitamos para que las guardes y, al terminar esta experiencia, podremos
retomar el asunto, para conversar lo que te interese con mayor profundidad.
Ahora bien, sí es responsabilidad de los acompañantes (y así lo indica San Ignacio)
presentar la materia a meditar lo más claramente posible, para que la razón pueda estar al
servicio de la fe. No buscar tanto entender para poder creer, sino creer para poder entender.
En tal sentido, se puede comentar que, en la actualidad, está claro que el ámbito
científico y el ámbito religioso no tienen porque rivalizar en el monopolio de la verdad. Por
el contrario, y parafraseando a Juan Pablo II, “la razón y la fe son las dos alas que el espíritu
humano se alza en la búsqueda de la verdad”.
Así, por ejemplo, ningún teólogo contemporáneo serio, intentaría tomar al libro del
Génesis un tratado en el que se narra una verdad científica. Es el ámbito de la ciencia (el de
la razón cultivada) con todos sus adelantos y descubrimientos, donde se nos brindan diversas
e interesantes teorías sobre el origen del ser humano. Este ámbito nos da respuestas para las
preguntas que comienzan con un CÓMO y un POR QUÉ.
Por su parte, es el ámbito de la religión (el de la fe madura y densa) donde el hombre
y la mujer pueden acudir para buscar respuestas a las preguntas que comienzan con un PARA
QUÉ. Son éstas las que nos exigen algún tipo de sentido. Fíjate en la sutil diferencia de forma,
pero profunda de fondo, en estas preguntas:

¿POR QUÉ vives? ¿PARA QUÉ vives?

¿Qué contestarías tú? Como podrás notar, cada una de ellas exige respuestas radicalmente
distintas que pueden complementarse y formar parte de una verdad fundamental para ti.
El Principio y Fundamento de san Ignacio de Loyola está desarrollado desde la
perspectiva de una experiencia de fe. Es un texto clásico de la espiritualidad cristiana. Escrito
hace cinco siglos, ha fascinado a muchas personas, las cuales, al profundizar en su significado
se han sentido motivadas a realizar cambios sustantivos en sus vidas.
Pretende dar pista sobre el sentido de la vida (el PARA QUÉ): ¿qué busca el ser humano?,
¿hacia dónde va?, ¿para qué vive y qué implicaciones éticas le supone tener esta apuesta
existencial?, etc. Es una proposición fundamental, capaz de brindar un horizonte a la vida y
dar sentido a la cotidianidad, puede significar al hombre y a la mujer, dándoles su lugar en el
cosmos. Desea profundizar qué es lo más significante en la vida, cuál es su base, la raíz, la
plataforma sólida sobre la cual pueden construir el edificio de su existencia.
Sin embargo, y como es natural, dado que los códigos culturales han cambiado, sus
palabras te pueden parecer extrañas, ajenas al idioma espiritual actual. Es muy probable que,
en un primer momento, hasta puedas rechazarlo, por el tono tajante con el que está redactado.
En tal sentido, te propongo que desmenucemos el párrafo, para poder saborear la riqueza y
la belleza que guarda esta propuesta de san Ignacio.

Tomemos la primera parte del Principio y Fundamento:


“El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y
mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas
para el hombre (y la mujer) y para que le ayude a conseguir el fin para el que es
creado”. [E.E. No. 23].

Veamos sus componentes fundamentales:

1. El hombre (y la mujer) es creado: significa que ha recibido la vida como regalo.


Alguien le dio al hombre y a la mujer lo más importante que tienen: la vida. Al ser
creados, antes fueron pensados y fueron pensados (así lo asume la doctrina cristiana)
en un sueño de amor y libertad. La vida nace del amor, la fuerza más poderosa y
fecunda del universo.
¿Por qué Dios quiere así al hombre y a la mujer?, ¿con qué finalidad? Sí pensamos
desde una mentalidad mercantilista, deberíamos decir que para nada. Dios no quiere
nada a cambio, no exige, no chantajea con y por su amor. Más bien, se trata del modo
propio de ser de Dios: Dios es Amor. Lo que sabe y puede hacer es amar. Dios solo
sabe darse a sí mismo, entregarse continuamente a sus criaturas.
El ser humano es creado por Amor, para Amar. Esta es una convicción que procede
de una experiencia de fe. Dios le ha transmitido (ha puesto en sus corazones) lo más
valioso e importante de sí: el modo y la capacidad de amar. Él invita a experimentar
esa capacidad, y mediante esto, ser feliz.
2. Para alabar: significa vivir con alegría, lleno de un inmenso gozo, celebrar la
grandeza y la belleza de Dios, que se expresa, por ejemplo, en cada rincón de la
naturaleza. Alabar es entusiasmarse (palabra de origen griego que alude al hecho de
meterse a Dios dentro, llenarse de Dios) al saber que existe la fuente de la vida y que
se le puede sentir activa y vibrante en la creación. También, la alabanza indica una
actitud de profundo agradecimiento por el regalo de la vida, por todo lo que el ser
humano es y tiene.
3. Hacer reverencia: significa reconocer, con honra, la superioridad de Dios. Este
“reconocer” no es con miedo o resignación, sino desde el Amor del que se siente
querido y ama a su vez. Reverenciar indica una actitud de respeto, cuidado,
consideración y delicadeza que nos merece cada vida, incluyendo la propia.
4. Servir a Dios nuestro Señor: significa realizar enteramente la voluntad de Dios,
haciendo de esta práctica una norma de vida. Aquí la voluntad de Dios debe
entenderse como que cada hombre y mujer, desde su especificidad, encuentre los
caminos para ser feliz y contribuir, activamente, en la construcción de una sociedad
en la que se pueda vivir y morir dignamente; una sociedad justa en la que los legítimos
derechos de sus miembros (vivienda, salud, educación, recreación, trabajo, seguridad,
etc.) sean respetados; en la que los hombres y las mujeres sean libres y pueda
expresarse sin miedo; en la que los derechos personales terminen donde comienzan
los de los otros; una sociedad donde se respete la justicia y no haya impunidad, una
sociedad que busque la equidad y favorezca dinámicas incluyentes. Dios no quiere
que la felicidad sea en el “más allá y entonces” sino que descubramos los caminos
para tenerla “en el aquí y el ahora”. Servir a Dios es reconocerlo como Padre-Madre
y a los otros como hermanos.
5. Salvar su alma: indica la consecuencia de un estilo de vida. Es llegar a la plenitud,
realizarse como hombres y mujeres maduros, que tienen el modo de proceder de Jesús
como su modelo a seguir. Es superar el sentimiento de soledad existencial, y la
concepción de la vida como una pasión inútil, para llegar a tener una vida sin sentido.
6. Y las otras cosas sobre la faz: indica que es legítimo considerar a todas las cosas
como medios para alcanzar la felicidad. Eso implica que debemos tener una libertad
responsable y un sano criterio para hacer uso (o no) de las cosas. Dijo san Pablo “todo
nos es permitido, más no todo nos es provechoso”.

Sigue los pasos sugeridos en la hoja “Ayudas para hacer mejor la oración”

1º Paso: Buscar tu lugar de oración


2º Paso: ¿A qué vengo?
3º Paso: La pacificación
4º Paso: Oración preparatoria
Una vez pacificado encomiéndate a Dios y pídele que te suscite el gesto y la palabra oportuna
para las diversas situaciones de la vida. Puedes decir, lentamente, la siguiente oración:

 “Señor, que en el día de hoy, todas mis intenciones, pensamientos y acciones estén
encaminadas a cumplir tu voluntad.”
5º Paso: Petición

 Padre Bueno, permíteme experimentar tu amor incondicional. Enséñame a amarte en


mi prójimo, así como tu me amas.
6º Paso: Composición del lugar
7º Paso: La materia
1. Punto:
 ¿Qué me suena bien del Principio y Fundamento?
 ¿Qué me suena mal del Principio y Fundamento?
 ¿Para quiénes vivo? ¿A quién le dedico mis esfuerzos, mis ilusiones, mis logros?
¿Qué papel juega en mi vida la carrera que estoy estudiando, mi prestigio, mi fama?
¿Por qué?
 ¿Cómo me veo dentro de 10 años? ¿Qué estaré haciendo? ¿Soy feliz? ¿Cómo podría
saberlo?
 ¿Qué descubrí?
2. Punto:

 ¿Qué es para mi el amor?


 ¿Qué papel tiene Dios en mi vida?
 ¿Podría decir que he sentido ese amor que dicen que Dios me tiene? ¿Cuándo y cómo
lo he sentido? ¿A través de qué mediaciones (personas, sentimientos, hechos)?
 Lee 1 Cor 13, 1-13 Aquí se expresan los rasgos distintivos del amor cristiano. ¿Qué
me transmite esa lectura?
3. Punto
Lee detenidamente el salmo 8 (donde dice qué es el hombre, pon tu nombre. P.e. qué es Juan
para que de él te acuerdes…)

 ¿Qué siento cuando veo mi nombre en el texto?


 ¿Cómo siento hoy mi relación con Dios? Con todo lo que he leído y reflexionado ¿ha
cambiado algo?

8º Paso: El coloquio
 En silencio, si te parece bien, mantén tu “conversión espiritual” sobre lo vivido
durante la experiencia.
9º Paso: Examen de la oración
 Sigue las instrucciones de la guía: “Examen de la oración”
“Las letras no tienen sentido sin rostros, como el amor
sin encarnación”

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